11-3     San Martín de Porres

Bendita escoba de Fray Martín

Martín nació en Lima el año 1579. Fue hijo del caballero español Juan de Porres y de la mulata liberta Ana Velázquez. Su historia es un ejemplo de humillación y de exaltación de los nativos del pueblo sencillo en el Nuevo Mundo. Ejercició de ayudante de barbero y cirujano, dándose a todos en caridad.

En 1603 profesó como dominico, y prolongó dentro del monasterio y en su entorno su ilimitada caridad, celo asistencial y buenas cualidades naturales a favor de los demás. A través de incomprensiones y desprecios, adquirió altísima experiencia de lo divino en lo humano y acabó siendo un maestro de vida, de espiritualidad, de sabiduría teológica.

Todo lo cultivaba en el amor, en la cruz, en la Eucaristía, en las llagas de enfermos y marginados. Murió en 1639, y el reconocimiento de su santidad y poderes milagrosos fue extendiéndose día día por todo el mundo. Fue canonizado por Juan XXIII en 1962.

ORACIÓN:

Señor, tú hiciste de fray Martín de Porres un nuevo Francisco de Asís, por su sensibilidad ante las cosas, animales y personas; un buen samaritano en la atención de marginados, enfermos, pobres; un contemplativo que en todo descubría el rostro del Padre y de Jesús. Haznos a todos más sensibles y más cercanos para cuantos sufren en el mundo. Amén.

 

Palabra en caridad

Del libro del Sirácida o Eclesiástico 29, 8-13. 4, 1-10:

“Con el humilde muéstrate paciente, y a tu limosna no le des largas... Acoge al indigente, y, según su necesidad, no le despidas vacío.. Gasta dinero por el hermano y amigo; que no se te enroñe bajo la piedra y lo pierdas... Hijo, no prives al pobre de su sustento, ni dejes en suspenso los ojos suplicantes.

No entristezcas al que tiene hambre, ni exasperes al hombre en su indigencia...  No rechaces al suplicante atribulado, ni apartes tu rostro del pobre... pues si te maldice en la amargura de su alma, su Hacedor escuchará su imprecación...”

La lección de vida ofrecida por este texto es más para rumiar en la intimidad personal que para convertirlo en tema de discusión. Afecta al espíritu y al cuerpo, no a la mera palabra. Vivir para los ‘otros’ es vivir más para sí mismo.

Evangelio según san Mateo 11, 25-30:

“En aquel tiempo, Jesús exclamó: Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar.

Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré...”

Tres puntos a considerar en el texto: gratitud al Padre, porque tiene su corazón y su confianza en las personas sencillas, no en las soberbias y poderosas; reconocimiento de la intimidad entre el Padre y el Hijo; invitación a poner nuestra confianza y esfuerzos en manos del Señor Jesús.

 

Momento de reflexión

Martín fue sabio: vivió haciendo caridad.

En la hagiografía de san Martín de Porres suele destacarse la proverbial caridad de este hombre de Dios, y su cercanía a los pobres y enfermos de Lima. Ellos hicieron que la portería del convento de Santo Domingo y sus aledaños parecieran más un centro de acogida para urgencias sanitarias que salas de visitas y de encuentro con los visitantes del monasterio e iglesia.

Vivía haciéndose todo para todos, sirviéndoles. Naturalmente ese contexto asistencial generaba molestias, provocaba irritación a muchos, y sólo un espíritu o temple como el fray Martín era capaz de mantenerlo contra viento y marea, siendo él mismo el aprendiz de médico que dirigía los tratamientos.

Hoy nos resultaría inconcebible tal género de obras, desde nuestros sistemas sanitarios y asistenciales. Pero es que hoy somos unos privilegiados los habitantes del primer mundo en el siglo XXI. No siempre fue así. Y aún hoy muchísimos marginados esperan a otro fray Martín de Porres.

Y la caridad inflamó todos sus pensamientos.

A la caridad desbordada de san Martín se unió, como es propio de las almas enamoradas de Dios, la luminosidad de una fe ardiente que permitió al santo gustar de las delicias de Dios: de  esa revelación de los misterios del Corazón de Dios que se otorga a los espíritus limpios, vacíos de toda adherencia terrena.

A fray Martín no le hicieron licenciado universitario, pero desde su experiencia y vivencias enseñó a grandes teólogos a vivir según la teología de la redención y del amor, y a ver el rostro del Padre y de Cristo en las llagas del enfermo y del marginado. Muchos nombres de teólogos y sabios se nos han olvidado, y también muchos nombres de gobernantes y políticos. El  de fray Martín de Porres permanece aureolado de gloria y santidad.