10-28

SANTOS SIMÓN Y JUDAS TADEO

Lc 6, 12-19

1. CLARETIANOS

Hay que dar vueltas a la frase de la carta a los efesios: "Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles". ¿Qué sería de la iglesia sin tradición? Es cierto que la iglesia está naciendo cada día, en la medida en que el Espíritu suscita la fe en Jesús y vincula a los creyentes. Pero es la iglesia que surge con los apóstoles. Hay una continuidad histórica que se convierte en garantía de autenticidad. Creyentes de la talla del cardenal Newman nos han ayudado a profundizar en este aspecto de la fe.

Es fácil sucumbir a la tentación de que todo -y también la fe- nace con cada uno de nosotros. Es la tentación del adolescente, que siente que inaugura la vida. Cuando uno vive la fe como un eterno adolescente le sobran los apóstoles, los mártires y todo lo que no sea su yo cerrado.
Digo esto porque hoy celebramos la fiesta de San Simón y San Judas, dos apóstoles de segunda fila y, quizá por eso mismo, con un gran tirón popular, sobre todo en algunas regiones del mundo.

Un apóstol es alguien escogido por Jesús para ser enviado. El relato del capítulo 6 de Lucas acentúa estos aspectos. Un apóstol, por tanto, no es un iluminado que se arroga experiencias religiosas y que quiere convencer a los demás para que las hagan suyas. Podríamos decir que un apóstol es el eslabón de una cadena. "Viene de" (elegido) y "va hacia" (enviado). Es alguien que no se convierte en centro sino que remite siempre al origen (Jesús) y al final (Jesús).

Uno de los grandes problemas que hoy vivimos es la ruptura de la "cadena de la fe". Los sociólogos de la religión nos hablan de la quiebra de las instancias "transmisoras" (la familia, la parroquia, etc.). Podemos provocar experiencias espirituales intensas, pero si no están conectadas con la gran cadena apostólica, por frescas que parezcan, acabarán muriendo. Me parece que esta es, por desgracia, la suerte de muchos jóvenes que viven con interés la aventura de descubrir a Jesús, pero que han carecido de apóstoles a su lado que les ayuden a vivir la fe "con conexiones", o, por utilizar, una terminología de hoy, una fe "en red".

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


2. 2002

COMENTARIO 1

LOS DOCE Y LOS OTROS DISCÍPULOS:
JESUS CAMBIA DE PLANES
La elección de los Doce no se hace a la ligera, sino que viene precedida de una prolongada oración de Jesús, dialogando con Dios sobre cuál sería la respuesta más en consonancia con el rechazo de que había sido objeto por parte de los dirigentes de Israel: "Por aquel entonces salió Jesús, fue al monte a orar y se pasó la noche orando a Dios" (6,12).

Literalmente se habla de una salida/éxodo de Jesús en dirección al monte, y se subraya la oración ininterrumpida que elevó a Dios en aquel lugar. Lucas hace referencia a la oración de Jesús en los momentos más decisivos de su vida.

La "noche" es indicio de la perplejidad que lo invade; el "monte", hacia el cual ha "salido" él solo (desde allí convocará a los discípulos), expresa en términos figurados el lugar/estado anímico más adecuado para un encuentro con Dios, mientras que la "oración" es medio de clarificación, a fin de que Dios dé luz verde al cambio de planes que se ve obligado a introducir.

"Cuando se hizo de día", indicio de que la oración ha obtenido resultados positivos -no se pueden tomar decisiones mientras a uno lo envuelve la tiniebla-, "llamó a sus discípulos, eligió a doce de ellos y los nombró apóstoles" (6,13). La correlación "noche/día" no se ha de interpretar necesariamente de una noche/día puntuales: podría muy bien hacer referencia a un periodo de tiempo más o menos largo, durante el cual Jesús quedó sumido en la más profunda perplejidad al sentirse rechazado por sus connacionales.

"DOCE APOSTOLES": UN GRUPO ABIERTO,
NO UNA COMUNIDAD RELIGIOSA MAS
La elección de los "doce" tiene como función dar una nueva configuración al grupo de discípulos israelitas (6, 13b): "Llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos", es decir, los escogió entre los miembros del grupo israelita, el más ortodoxo, para que representaran el nuevo Israel. Jesús, sin embargo, pretende desde un principio que el rasgo distintivo y más específico del nuevo grupo sea la misión: "los nombró apóstoles", es decir, "enviados" o "misioneros" (6, 13c). No quiere crear un grupo cerrado sobre sí mismo, al estilo de las comunidades bautistas, esenias o fariseas (cf. 5,33-35), sino un grupo abierto que invite a todos a formar parte de él.
Con la elección del nuevo Israel, Jesús da por definitivamente caducado el antiguo Israel. Los doce nombres propios están todos unidos por la conjunción "y", sin establecer ninguna jerarquía ni grupúsculo en el interior del grupo. Hay dos "Simones": uno, "al que Jesús dio el nombre de Pedro" por su proverbial terquedad en la defensa de las propias opiniones ("Kepha", arameo; "Petros", griego; "Piedra", castellano; diverso de "So'ar", arameo; "Petra", griego; "Roca", castellano), y otro, "el llamado Fanático" ("Kananaios", Mc 3,18; Mt 10,2, arameo; "zelotes", griego), simpatizante del movimiento de resistencia judía contra los romanos; igualmente, hay dos "Judas": "el de Santiago" y "el Iscariote, que llegó a ser un traidor". La homonimia relaciona íntimamente estas dos parejas: la presencia de dos "Judas" en la lista lucana anticipa que no todo el judaísmo (por derivación de "Judas") "traicionará" al Mesías. Además, el primero y el último de la lista engloban a todos los demás: las negaciones de "Pedro" y la traición de "Judas" afectarán de una u otra manera a todo el grupo. En la presentación del nuevo Israel, Lucas deja ya entrever que éste resultará un fracaso.

Jesús no los hizo pasar por el cedazo al llamarlos (léase noviciado, tiempo de prueba, etc.), ni ha escogido de entre ellos a los más religiosos y sumisos. Aquí hay de todo, como representación que son de la sociedad israelita. No los ha escogido en calidad de doce lideres de la nueva comunidad, sino para que proclamen con su comportamiento la alternativa de sociedad que quiere proponer a Israel, primero, y, por extensión, a toda la humanidad. No les da -ni les dará jamás- regla alguna: Los escoge para enviarlos a proclamar la buena noticia que hasta ahora encarnaba él solo. Cuando los Once voten a Matías como duodécimo miembro del colegio apostólico, sin contar con el discernimiento que les habría deparado el Espíritu (si hubiesen esperado la fiesta inminente de Pentecostés, no lo habrían hecho), restaurarán la materialidad del grupo truncada por la defección de Judas (Hch 1,15-26), pero este nuevo Israel de imitación no secundará el empuje del Espíritu Santo a predicar la buena noticia por todo el mundo y se encerrará en el pueblo judío. La apertura al paganismo la encauzará Pedro mucho más tarde, no sin resistirse antes, con todas sus fuerzas, en representación de los "apóstoles".


COMENTARIO 2

Se lució Jesús en la elección de los apóstoles. Cada uno de un origen totalmente diverso. Gente muy sencilla, demasiado sencilla incluso, diríamos nosotros, para la difícil función a la que iban a ser llamados. Posiblemente ninguno de ellos entendió perfectamente lo que Jesús estaba haciendo cuando les llamó para ser. No entendieron tampoco muy bien lo que Jesús quería de ellos, ni el día que los llamo ni más tarde cuando le seguían por los caminos de Palestina.

Eso nos lo dicen más de una vez los Evangelios. De hecho, cuando llegó el momento de la cruz, solamente Juan permaneció cerca de él acompañado de las mujeres. Fueron gente normal, con todas sus debilidades. Exactamente como nosotros. Como nosotros cayeron muchas veces, fueron débiles, no supieron seguir el ritmo de Jesús, no lo entendieron, algunos le negaron ante las autoridades. Ninguna de esas cosas le hizo a Jesús dar marcha atrás de su decisión. Fueron una y otra vez confirmados en su elección. Ellos son los apóstoles sobre los que se fundamenta la Iglesia. De ellos y de su predicación hemos recibido nuestra fe. Aunque en nuestra opinión no sean los mejores. Pero Jesús creyó en ellos y creyó en el poder de la gracia de Dios, capaz de hacer de personas normales y corrientes, como nosotros, fundamentos de la fe de la comunidad cristiana. Para que se note que es la gracia de Dios la que actúa en la Iglesia y no la sabiduría de los seres humanos.

1. Josep Rius-Camps, El Éxodo del Hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3. Martes 28 de octubre DE 2003

Ef 2, 19-22: Fueron edificados sobre el cimiento de los Apóstoles
Salmo responsorial: 18, 2-5
Lc 6, 12-19: Jesús llama a los doce

El evangelio nos narra el llamado que hace Jesús a sus apóstoles, a quienes llama Lucas «cimientos de nuestra fe». Jesús escoge a la mayoría de quienes serán roca de nuestra fe cristiana de entre los más pobres. No en balde nos dice Jesús “tienen que ser como niños para entrar en el Reino”. Toda nuestra vida se desarrolla, madura y crece para volver a ser pequeños como niños. El ser llamados o escogidos al servicio de Dios, no es para envanecerse, ni gloriarse, mucho menos para ejercer el poder como los hacen quienes no conocen a Dios. El llamado al servicio en la Iglesia y en la comunidad es para que el Reino de Dios, se haga presente en medio de nosotros. La convivencia humana será fraterna si permitimos a Dios reinar. Él, y no nosotros, porque siempre correremos el riesgo de que el gusano del egoísmo trate de usurpar el lugar que le corresponde a Dios.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


4. DOMINICOS 2003

El Señor ha estado grande con nosotros; estemos alegres.

Quien siembra con lágrimas cosechará entre cantares (Sal.125).

Id por el mundo, mensajeros de vida, gozo, paz, salvación; sembrad con dolor y el fruto será la victoria del amor.

Lágrimas de amor-dolor-trabajo y canto de alegría sean hoy pan bendito. Dios está con nosotros.

Sigamos saboreando los textos del apóstol san Pablo, y hagamos memoria de toda la obra de la creación para contemplarla en perspectiva cristológica y pneumática, es decir, teniendo en el horizonte a Jesucristo y al Espíritu Santo.

La creación fue obra de amor, pues de su bondad Dios nos hizo partícipes a todas las criaturas. Pero esa primera obra, siendo bella, no era perfecta, y nosotros, agraciados con el don de la libertad, la manchamos con el pecado.

Por eso Dios decidió que la culminación de la creación fuera hacernos a todos hijos en y con Cristo, y que todos –redimidos-  pudiéramos volver a mirarle a Él como a Padre.

¿Quién nos enseñó ese misterio de filiación, plenitud de todo lo creado? Cristo Jesús, nuestro Salvador y dador del Espíritu Santo. A Él sea la gloria.

Y ¿quiénes fueron los primeros maestros que, a la luz de la Resurrección de Jesús, y de Pentecostés, salieron por el mundo a comunicar la ‘Buena Noticia’? Fueron los apóstoles, como Simón y Judas. Dos apóstoles de los que  con documentación histórica sabemos muy poco. Sólo nos consta, como de otros apóstoles, que una pequeña parte de la humanidad recibió por medio de ellos ‘la buena noticia del Señor’.

ORACIÓN:

Señor, Dios nuestro, tú nos llevaste al conocimiento de la Verdad salvífica por medio de los apóstoles y misioneros; concédenos que también en el siglo XXI de nuestra historia surjan pregoneros de la Buena Noticia y que el espíritu de Cristo arraigue más profundamente en los corazones de científicos, maestros, formadores, políticos, religiosos, para que todos sean colaboradores tuyos. Amén.

 

A la fe por la palabra

Carta de san Pablo a los efesios 2, 19-22:

“Hermanos, ya no sois extranjeros y forasteros sino que sois ciudadanos del pueblo de Dios, y miembros de la familia de Dios. Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular. Por él todo el edificio queda ensambnlado y se va levantando, hasta formar un templo consagrado al Señor. Por él también vosotros os vais integrando en la construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu”.

Este es el lenguaje de los ‘hijos de Dios’ en el Reino nuevo conquistado por Cristo con su sangre, adoctrinado por el Evangelio, difundido por los apóstoles. Cada uno somos una piedrecita en el edificio. Tener conciencia de ello es punto de partida de nuestras acciones.

Evangelio según san Lucas 6, 12-16:

“Un día subió Jesús a la  montaña a orar, y paso la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, escogió a doce de ellos, y los nombró apóstoles: Simón, al que puso por nombre Pedro, Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago Alfeo, Simón, apodado el Zelotes, Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor”.

Doce nombres de elegidos, entre ellos, Simón el Zelotes y Judas el de Santiago. En la historia de la Iglesia y de la humanidad los doce tienen lugar preferente, porque son piedras vivas, testigos excepcionales, primeros en seguir el proceso de elección, maduración, efusiòn del Espíritu a favor de todos los redimidos.

 

Momento de reflexión

Primeros en la elección.

Pablo en su carta a los fieles de Éfeso y Lucas en el Evangelio fijan lo singular de este don, elegidos para la misión, totalmente gratuito.

Nadie hizo méritos para ser atraido por Jesús hacia su séquito de discípulos privilegiados. Su elección fue obra del amor misericordioso del Señor.

Pero fácilmente se comprende que esa elección formaba parte de un proyecto salvífico: Dios quería devolvernos a la vida por el Hijo, y difundir su Reino por mediación de apóstoles.

Que los elegidos fueran unos u otros es secundario. Lo importanmte era que los ‘llamados’ asumieran la realidad de ser piedras sillares del edificio nuevo, como lo fueron Simón y Judas, personajes  de relieve ante Dios, pero escondidos para la bulliciosa historia de la humanidad, como lo son hoy, en su mayoría, los ‘misioneros’ en África, Brasil o la India, que sirven desde el silencio y la entrega testimonial.

Nosotros, amigos en Cristo, que también somos llamados hoy a la vida entrega por el Reino, ¿valoramos nuestra propia condición de elegidos para ser confidentes y pregoneros de la vida en Cristo?

Comprometidos, como hijos y servidores, en el Reino.

Prosiguiendo en la reflexión, detengámonos a considerar y a asumir con grandeza de espíritu estas dimensiones de nuestro servicio al Reino

viñeta

Nuestra elección es un don; hemos de vivir en gratitud toda la vida.

viñeta

La misión apostólica es un servicio; no vivamos para nosotros mismos.

viñeta

La audacia en la empresa es un riesgo; no nos rindamos como cobardes.

viñeta

La generosidad una condición ineludible; propia de almas grandes.

viñeta

El gozo es un testimonio de fe y fidelidad; estemos alegres en la acción.

viñeta

La claridad en la mision es una iluminación del Espíritu; estemos alerta.

viñeta

La constancia en el empeño es un signo necesario de fortaleza; perseveremos.

viñeta

La humildad en la acción es un reconocimiento de que Dios guía nuestro trabajo. ¡Bendito sea por siempre!


5. 2003

LECTURAS: EF 2, 19-22; SAL 18; LC 6, 12-19

Ef. 2, 19-22. Aquellos que, a causa de sus pecados, vivían lejos del Señor, han sido llamados a la reconciliación con Dios. El Señor nos llama a dejar nuestra antigua condición de maldad, y a darle nuestra respuesta al amor que nos ofrece. El nos llama para que volvamos a la casa paterna, pues para Él todos somos sus hijos. Y Él nos recibe como el Padre recibe al hijo que, arrepentido, retorna para incorporarse a la familia haciendo que aquel "no" de rebeldía quede atrás y se convierta en un "sí" lleno de amor a la voluntad divina. Dios nos ama siempre; démosle la mejor de nuestras respuestas permitiéndole al Señor desencadenarnos de todo lo que nos ata al pecado. Él no nos quiere lejos; nos quiere unidos a Él no como extraños, sino como conciudadanos de los santos y pertenecientes a la familia de Dios. Y esto no se realiza por medio de la circuncisión, sino por nuestra fe en Cristo, que ha unido en un sólo pueblo a judíos y no judíos. El Espíritu Santo habita en nosotros como en un templo. Que Él nos dé la firmeza necesaria para que edifiquemos el templo santo de Dios y no lo destruyamos a causa de una fe sin obras, o a causa de nuestras hipocresías en que, comportándonos como malvados, diésemos a Dios un culto vacío e inútil. Aprendamos a volver constantemente al Señor para que, llenos de su Espíritu, manifestemos con nuestras buenas obras que tenemos a Dios por Padre.

Sal. 18. Dios, por medio de su Hijo Jesús, nos ha unido a Él para que proclamemos su nombre hasta los últimos rincones de la tierra. Ahí donde se encuentre un hombre de fe se ha de dar testimonio de Cristo y de su Evangelio. No podemos ser una luz encendida que se oculta cobardemente ante las amenazas, burlas, desprecios o persecuciones. Dios nos ha comunicado su Espíritu Santo para que colaboremos en la construcción de un mundo más justo y más fraterno; para que, renovados en Cristo, iniciemos ya desde este momento histórico, la presencia del Reino de Dios entre nosotros. Que cada uno de nosotros comunique el mensaje de salvación a otros más, para que todos podamos llegar a disfrutar de la Vida eterna que Dios nos ofrece.

Lc. 6, 12-19. Jesucristo, porque era Hijo, aprendió sufriendo a obedecer. Su alimento fue hacer la voluntad de Aquel que lo envió. Su constante oración le llevó a descubrir esa voluntad para poder llegar a decir: Yo hago lo que le veo hacer a mi Padre. Antes de llamar a sus discípulos para elegir a doce de entre ellos y darles el nombre de apóstoles, se pasa la noche en oración con Dios. Cuando en la antigüedad Moisés bajó del monte con las tablas de la Ley, su rostro resplandecía de tal forma que los Israelitas tuvieron que tapárselo con un velo. En cambio, cuando Jesús baja del monte después de orar, la gente procuraba tocarlo, porque salía de Él una fuerza que sanaba a todos. En Jesús se conjugan: oración, fidelidad amorosa a su Padre y entrega generosa en favor nuestro. Aprendamos de Él a no querer actuar al margen de una relación personal e íntima con nuestro Padre Dios. Si unimos a Él nuestra vida, si somos constantes en la oración, entonces Dios hará que, desde nosotros, su Evangelio siga teniendo la misma eficacia salvadora manifestada en Aquel que Él nos envió como Camino, Verdad y Vida, Cristo Jesús.

En esta Eucaristía el Señor nos convoca como discípulos suyos para confiarnos la proclamación de su Evangelio en los diversos ambientes en que se desarrolle nuestra existencia. Él llama a quien quiere. Muchas veces, a través de los años que Él nos ha concedido de vida, nos ha convocado a la Celebración Eucarística. ¿Estaremos en un continuo camino de conversión? ¿Vivimos nuestra fe con el compromiso de quien no sólo busca su perfección personal, sino la salvación de todos? La Palabra de Dios, sembrada en nosotros, ha de producir fruto abundante de buenas obras. Por eso hemos de estar atentos a lo que el Señor dice a su Iglesia, de tal forma que en una contemplación amorosa del Señor, Él nos vaya transformando y haciendo que las tinieblas del pecado desaparezcan de nosotros para que pueda presentarnos ante el mundo como un signo claro de su Amor. Como María, aprendamos a decirle al Señor: Hágase en mí según tu Palabra, de tal forma que, con nuestra vida, seamos testigos fieles del Señor y apóstoles de su Evangelio.

Si en lugar de sanar las heridas que el pecado ha dejado en muchos corazones las hacemos más profundas y dolorosas, a pesar de que seamos asiduos en la oración, si no lo somos también en el amor fraterno, no podemos llamarnos hijos de Dios, ni sentirnos enviados con la misma Misión salvadora del Hijo de Dios. El Señor nos pide detenernos ante nuestros hermanos heridos por el pecado, por la pobreza o por la enfermedad. No podemos sentirnos satisfechos ante el Señor porque acudimos amorosamente a la celebración de la Eucaristía. De aquel que ha entrado en una relación amorosa y personal con el Señor, se espera que dimane una fuerza poderosa capaz de sanar el pecado, capaz de colaborar para que el mundo sea más justo, más fraterno. Si, a pesar de haberle dado culto al Señor durante muchos años sólo nos sentimos satisfechos con nosotros mismos y continuamos pasando de largo ante el dolor y el pecado del mundo, tenemos que preguntarnos si en verdad somos sus apóstoles o si, a causa de nuestras cobardías, al final el Padre Dios no pueda decir de nosotros: Tú eres mi hijo amado en quien me complazco, puesto que has sido bueno y fiel, entra al gozo de tu Señor.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de colaborar en la construcción de la Morada de Dios entre los hombres, que es su Iglesia; y colaborar no sólo anunciando el Evangelio con los labios, sino dejando que el Espíritu Santo, habitando en nosotros, nos haga ser un Evangelio viviente para nuestros hermanos. Amén.

www.homiliacatolica.com


6.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO 2004

Efesios 2,19-22 Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles
Salmo responsorial: 18 A toda la tierra alcanza su pregón.
Lucas 6,12-19 Escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles

Jesús aparece con frecuencia orando en el evangelio de Lucas. Y lo hace siempre en los momentos más importantes de su vida, relacionados con la muerte que ha de aceptar, como camino para dar vida.

Después del bautismo, en el que se había comprometido a sumergirse en las aguas de la muerte, o lo que es igual, a dar la vida, mientras oraba, bajó sobre él el Espíritu Santo. Tras curar al leproso, “cuando se iba hablando de él cada vez más y grandes multitudes acudían a oírlo y a que los curara de sus enfermerdades”, dice el evangelista que solía retirarse a despoblado a orar, tal vez para no caer en la tentación de llegar a ser un mesías de triunfo y poder (5,15-16). Antes de llamar a sus discípulos, apunta Lucas que Jesús fue al monte a orar y se pasó la noche orando a Dios, quizás para pedirle acertar en la elección y que aquellos que él eligiese estuviesen dispuestos a seguir su camino de servicio hasta la muerte (6,12-17). Antes de anunciar su pasión y resurrección apunta de nuevo Lucas que estaba orando él solo (9,18). Ocho días más tarde, se llevó a Pedro, a Juan y a Santiago y subió al monte a orar, monte en el que tiene lugar la transfiguración (Lc 9,28) y en el que se le ve entre Elías y Moisés, hablando de su éxodo o muerte.

Los discípulos, que sabían de la importancia que Jesús daba a la oración, un día, al terminar de orar Jesús, se le acercaron y le pidieron que los enseñase a orar (11,1). Jesús les enseñó entonces la oración del padrenuestro que termina diciendo: “y no nos dejes ceder a la tentación”, frase que remite a las tentaciones de Jesús en el desierto en las que Satanás le propone un mesianismo de gloria y poder a espaldas de Dios.

Para no ceder a esta tentación oraba Jesús y para ello es necesario que los cristianos oremos. En la oración sacaremos fuerzas de Dios para vencer esta tentación y aceptar, como Jesús, el camino del servicio hasta la muerte, si fuese necesario.


7. DOMINICOS 2004

Santos Simón y Judas, apóstoles

Cuando vemos en las iglesias una talla o pintura que representa a un personaje/santo con aureola de “apóstol”, y tiene en la mano una sierra, y su cuerpo parece como cortado por medio, nos encontramos en presencia artística y espiritual de San Simón. Y si a su lado o en otro retablo hay otro “apóstol”, con signos de martirio, y con un hacha en la mano o a los pies, estamos en presencia de San Judas.

Estos dos apóstoles, según se deduce del capitulo 13 del Evangelio de Mateo (versículo 55) , fueron parientes de Jesús. Cuenta el evangelista que en cierta ocasión, Jesús, “viniendo a su patria —Nazaret- enseñaba en la sinagoga” y que lo hacía tan bien que todos se preguntaban: “¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama María su madre, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas?”

Entre los apóstoles, parece que Simón y Judas tenían “mote” para distinguirlos de otros apóstoles del mismo nombre. Simón era “Celotes”, para distinguirlo de Simón Pedro. Judas era “Tadeo”, para distinguirlo de Judas Iscariote. Judas el bueno tenía, además, otro hermano en el grupo, que era Santiago el Menor (el obispo de Jerusalén).

Simón no nos dejó ningún escrito, y Judas nos dejó una Carta, a la que aludiremos en la reflexión final.

En cuanto a la predicación de ambos, parece que se desarrolló por Egipto, Asía, Persia; y que, como otros apóstoles, a causa de su predicación fueron apresados y martirizados, según se cree, en la forma que el arte ha inmortalizado.


La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Carta del apóstol San Pablo a los Efesios 2,1 9-22.
Hermanos: Vosotros ya no sois extranjeros ni forasteros, sino que sois ciudadanos del pueblo de Dios y miembros de la familia de Dios.

Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular. Por él todo el edificio queda ensamblado y se va levantando hasta formar un templo consagrado al Señor. Por él también vosotros os vais integrando en la construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu” .

Evangelio según San Lucas. 6, 12-16.
Cierto día subió Jesús a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos, y los nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago Alfeo, Simón, apodado el Zelotes; Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor.


Reflexión para este día
Apóstoles de Cristo.
En la carta de san Pablo se nos recuerda una gran verdad proclamada por Jesús: los apóstoles, discípulos, amigos, seguidores del Señor, ya no somos extranjeros y forasteros sino ciudadanos y miembros de la familia de los hijos de Dios. Ese honor lo atribuimos hoy especialmente a los apóstoles, piedras vivas en la construcción del edificio eclesial. Ellos, como nos lo recuerda la antífona de poscomunión, amaron y guardaron la palabra del Señor, y fueron amados del Padre, y sus almas fueron morada de Dios (Jn 14,23).

Imaginándonos que tenemos ante nosotros la sierra y el hacha de los mártires Simón y Judas, escuchemos el mensaje apocalíptico de la Carta de san Judas (o atribuida a él):

‘En los últimos tiempos habrá hombres cínicos que seguirán sus pasiones impías. Esos son los que provocan discordias, hombres sensuales, sin espíritu. Vosotros, en cambio, queridos, edificad vuestra existencia sobre la santísima fe, orad movidos por el Espíritu Santo, manteneos en el amor de Dios, esperad de la misericordia del Señor nuestro, Jesucristo, la vida eterna.’


8. Fray Nelson 2004

Jueves 28 de Octubre de 2004
Temas de las lecturas: Están edificados sobre el cimiento de los apóstoles * Eligió a doce de ellos y los nombró apóstoles .

Más información.

1. San Judas Tadeo
1.1 Judas Tadeo aparece último en la lista de los doce Apóstoles de Jesucristo (Mateo 10,3, Marcos 3,18). No sabemos cuándo ni cómo entró a formar parte de los discípulos. Lucas le llama "Judas de Santiago" (Hechos 1,13). Juan aclara: "Judas, no el Iscariote" (Juan 14,22). Esta distinción es necesaria dado que Judas Iscariote fue quien traicionó a Jesús.

1.2 "Judas" es una palabra hebrea que significa "alabanzas sean dadas a Dios". Tadeo quiere decir "valiente para proclamar su fe".

1.3 El Apóstol Judas Tadeo, "el hermano de Santiago", era probablemente el hermano de Santiago el Menor, se lo menciona así por la notoriedad de Santiago en la Iglesia primitiva: "¿No es éste -se preguntan maravillados los habitantes de Nazaret, ante la fama que acompaña a Jesús- el carpintero . . . el hermano de Santiago y de Judas?".

1.4 Después de la Ultima Cena, cuando Cristo prometió que se manifestaría a quienes le escuchasen, Judas le preguntó porqué no se manifestaba a todos. Cristo le contestó que El y su Padre visitarían a todos los que le amasen: "Vendremos a él y haremos en él nuestra morada" (Juan 14, 22-23). No sabemos nada de la vida de San Judas Tadeo después de la Ascensión del Señor y la venida del Espíritu Santo.

1.5 Se atribuye a San Judas una de las epístolas canónicas, que tiene muchos rasgos comunes con la segunda epístola de San Pedro. No está dirigida a ninguna persona ni iglesia particular y exhorta a los cristianos a "luchar valientemente por la fe que ha sido dada a los santos. Porque algunos en el secreto de su corazón son . . . hombres impíos, que convierten la gracia de nuestro Señor Dios en ocasión de riña y niegan al único soberano regulador, nuestro Señor Jesucristo". Es una severa amonestación contra los falsos maestros y una invitación a conservar la pureza de la fe. Termina su carta con esta bella oración: "Sea gloria eterna a Nuestro Señor Jesucristo, que es capaz de conservarnos libres de pecados, y sin mancha en el alma y con gran alegría".

1.6 San Judas Tadeo es uno de los santos más populares a causa de los numerosos favores celestiales que consigue a sus devotos que le rezan con fe, especialmente en cuanto a conseguir empleo o casa. San Brígida cuenta en sus Revelaciones que Nuestro Señor le recomendó que cuando deseara conseguir ciertos favores los pidiera por medio de San Judas Tadeo.

2. ¿Por qué se celebran juntos Tadeo y Simón?
2.1 Según la tradición occidental, tal como aparece en la liturgia romana, se reunió en Mesopotamia con San Simón y que ambos predicaron varios años en Persia y ahí fueron martirizados. Existe un presunto relato del martirio de los dos Apóstoles; pero el texto latino no es ciertamente anterior a la segunda mitad del siglo VI. Dicho documento se ha atribuido a un tal Abdías, de quien se dice que fue discípulo de Simón y Judas y consagrado por ellos primer obispo de Babilonia.

2.2 Según dice la antigua tradición, a San Simón lo mataron aserrándolo por medio, y a San Judas Tadeo le cortaron la cabeza con una hacha y por eso lo pintan con una hacha en la mano. Por ello, la Iglesia de occidente los celebra juntos, en tanto que la Iglesia de oriente separa sus respectivas fiestas.


9.

Comentario: Rev. D. Albert Taulé i Viñas (Barcelona, España)

«Jesús se fue al monte a orar»

Hoy contemplamos un día entero de la vida de Jesús. Una vida que tiene dos claras vertientes: la oración y la acción. Si la vida del cristiano ha de imitar la vida de Jesús, no podemos prescindir de ambas dimensiones. Todos los cristianos, incluso aquellos que se han consagrado a la vida contemplativa, hemos de dedicar unos momentos a la oración y otros a la acción, aunque varíe el tiempo que dediquemos a cada una. Hasta los monjes y las monjas de clausura dedican bastante tiempo de su jornada a un trabajo. Como contrapartida, los que somos más “seculares”, si deseamos imitar a Jesús, no deberíamos movernos en una acción desenfrenada sin ungirla con la oración. Nos enseña san Jerónimo: «Aunque el Apóstol nos mandó que oráramos siempre, (…) conviene que destinemos unas horas determinadas a este ejercicio».

¿Es que Jesús necesitaba de largos ratos de oración en solitario cuando todos dormían? Los teólogos estudian cuál era la psicología de Jesús hombre: hasta qué punto tenía acceso directo a la divinidad y hasta qué punto era «hombre semejante en todo a nosotros, menos en el pecado» (He 4,5). En la medida que lo consideremos más cercano, su “práctica” de oración será un ejemplo evidente para nosotros.

Asegurada ya la oración, sólo nos queda imitarlo en la acción. En el fragmento de hoy, lo vemos “organizando la Iglesia”, es decir, escogiendo a los que serán los futuros evangelizadores, llamados a continuar su misión en el mundo. «Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles» (Lc 6,13). Después lo encontramos curando toda clase de enfermedad. «Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de Él una fuerza que sanaba a todos» (Lc 6,19), nos dice el evangelista. Para que nuestra identificación con Él sea total, únicamente nos falta que también de nosotros salga una fuerza que sane a todos, lo cual sólo será posible si estamos injertados en Él, para que demos mucho fruto (cf. Jn 15,4).


10. Jueves, 28 de octubre del 2004

Ustedes están edificados sobre los apóstoles
y los profetas, que son los cimientos

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 2, 19-22

Hermanos:

Ustedes ya no son extranjeros ni huéspedes, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Ustedes están edificados sobre los apóstoles y los profetas, que son los cimientos, mientras que la piedra angular es el mismo Jesucristo.

En Él, todo el edificio, bien trabado, va creciendo para constituir un templo santo en el Señor. En Él, también ustedes son incorporados al edificio, para llegar a ser una morada de Dios en el Espíritu.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL 18, 2-5

R. Resuena su eco por toda la tierra.

El cielo proclama la gloria de Dios
y el firmamento anuncia la obra de sus manos;
un día transmite al otro este mensaje
y las noches se van dando la noticia. R.

Sin hablar, sin pronunciar palabras,
sin que se escuche su voz,
resuena su eco por toda la tierra
y su lenguaje, hasta los confines del mundo. R.

EVANGELIO

Eligió a doce de ellos,
a los que dio el nombre de Apóstoles

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 6, 12-19

Jesús se retiró a una montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios.

Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles: Simón, a quien puso el sobrenombre de Pedro, Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Simón, llamado el Zelote, Judas, hijo de Santiago, y Judas Iscariote, que fue el traidor.

Al bajar con ellos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, para escucharlo y hacerse sanar de sus enfermedades. Los que estaban atormentados por espíritus impuros quedaban sanos; y toda la gente quería tocarlo, porque salía de Él una fuerza que sanaba a todos.

Palabra del Señor

Reflexión:

Ef. 2, 19-22. Todo tiene en Cristo su fin último. Por Él y para Él fueron hechas todas las cosas. La fe que tiene por cimiento a los apóstoles y profetas culmina en Cristo, piedra angular de todo el edificio. Y cada uno también ha de edificar su vida como morada de Dios. A eso tiende el anuncio del Evangelio y la acción pastoral de la Iglesia. Mientras busquemos otros fines no estaremos siendo leales a Cristo, ni trabajando por su Reino sino por nuestras imaginaciones, o por nuestros propios intereses. Dios nos quiere como Iglesia; no importa que antes hayamos sido extranjeros o advenedizos, pues ahora, por voluntad suya nos ha llamado a ser conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. ¿Podrá alguien manifestarnos un amor más grande? Construyamos nuestra vida en el cimiento de la fe en Cristo Jesús. Roguémosle a Él que nos ayude a mantenernos firmes en la fidelidad a su Palabra, y en el amor que hemos de hacer patente ante el mundo entero por medio de nuestras buenas obras para que, viéndolas los demás glorifiquen a nuestro Padre Dios, que está en los cielos. Entonces, como Iglesia, no sólo anunciaremos, sino que daremos testimonio con las obras, del Evangelio que se nos ha confiado para hacerlo llegar hasta el último rincón de la tierra.

Sal. 19 (18). Todas las obras creadas nos hablan de Aquel que las creó; y sin que pronuncien una palabra, su mensaje llega a toda la tierra hasta el fin del mundo. La Iglesia ha sido creada por Dios para que, por su medio, llegue la salvación a todos los hombres, de todos los tiempos y lugares, hasta el fin del mundo. Ojalá y que los que creemos en Cristo Jesús no denigremos el Santo Nombre de Dios ante las naciones a causa de llevar una vida incongruente con el Mensaje de Salvación, que anunciamos con los labios. Que nuestra mejor forma de transmitir a los demás el Evangelio sea a través de nuestras obras y de nuestra vida misma. Entonces aquello que anunciamos no será ocasión de burla, sino de salvación para el mundo entero. Por eso roguémosle al Señor que nos conceda ser los primeros en vivir aquello que anunciaremos a los demás, de tal forma que no nos quedemos en simples predicadores, sino que seamos testigos de la Buena Noticia de salvación.

Lc. 6, 12-19. Jesús ora intensa y largamente ante su Padre. Él tomará una decisión crucial: Fundar el Nuevo Pueblo de Dios con doce apóstoles o enviados, a los que primero instruirá, no sólo con sermones o pláticas, sino con la propia vida, que nos hace patente al Dios-con-nosotros, al Dios que se ha hecho para nosotros la cercanía de su misericordia. Entonces, una vez convertidos en testigos, y llenos del Espíritu Santo, podrán transmitirnos lo que sus ojos vieron, lo que sus oídos escucharon y lo que sus manos tocaron acerca del Hijo de Dios hecho hombre. Y Jesús, junto con sus apóstoles, baja del monte para encontrarse con la gente. Así el auténtico enviado de Cristo no puede quedarse lejos de su Pueblo; debe bajar y tocar, experimentar el dolor, las carencias y las injusticias que padecen las multitudes. Entonces podrá compadecerse de toda esa gente y podrá darlo todo, con tal de remediar esos males, pues para eso ha sido enviado. Por eso la Iglesia lo entrega todo a favor del Evangelio. Ojalá y sigamos las huellas de Cristo, cercano al hombre que sufre, y entregando nuestra vida para que todos recobren su dignidad humana y su dignidad de hijos de Dios.

El Señor Jesús nos ha convocado en este momento de intimidad, de oración, de amor que llega hasta el extremo. Él nos convoca para que celebremos el Memorial de su Misterio Pascual: La Eucaristía que nos hace actual su muerte y su resurrección con todo su poder salvador. Y nosotros venimos a la escucha de su Palabra y a ser testigos del amor que nos tiene, entregando su vida para que nosotros tengamos vida. No podremos anunciar el Evangelio a los demás si antes no hemos vivido como discípulos fieles del Señor; y no sólo como discípulos que escuchan, sino que encarnan en sí mismos el Evangelio. Por eso la Eucaristía no une a Cristo y nos compromete a dar testimonio de lo que aquí hemos vivido. Y no podemos ser cobardes en el testimonio de fe que el mundo necesita desde la Iglesia para que desaparezcan los odios y divisiones, y se inicie la construcción de una vida familiar unida por el amor, por un sólo Señor, por un mismo Espíritu y por un sólo Dios y Padre.

Qué bueno que hagamos grandes proyectos que nos lleven a un resultado final de mayor vivencia del Evangelio. Qué bueno que prevengamos recursos humanos y materiales para que todo resulte a la perfección. Pero recordemos que uno siembra o riega lo sembrado, pero que sólo de Dios depende que lo sembrado nazca y crezca hasta producir frutos abundantes. Por eso nuestra acción pastoral al servicio del Evangelio jamás podrá desligarse de la oración, vista no sólo como un momento de intimidad con Dios, sino como la aceptación del compromiso que nos haga trabajar constantemente y sin desfallecer para conducir a todos hacia Cristo. Aprendamos a respirar en la Iglesia con los dos pulmones: La unión con Dios y el Servicio al prójimo. Desligar a uno de los dos sería tanto como inutilizar la Misión que el Señor nos ha confiado. Pues además de la oración hemos de trabajar anunciando como testigos aquello que el Señor nos comunica en la oración. Y además de las múltiples tareas a favor del Evangelio, hemos de aprender a volver a la presencia del Señor para trabajar como siervos del Evangelio y no conforme a nuestras imaginaciones, ni conforme a las solas luces de las ciencias, que jamás podrán darnos la salvación, pues esta sólo procede de Dios.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de trabajar por hacer realidad entre nosotros el Reino de Dios, mediante la entrega que hagamos a los demás no sólo de Palabras basadas en el Evangelio, sino entregando a los demás a Cristo, Evangelio viviente del Padre, para que, viviendo en ellos, les haga participar de su dignidad de Hijo de Dios, y los haga coherederos de la herencia que le corresponde como a Hijo unigénito del Padre. Amén.

Homiliacatolica


11. Salía de Él una fuerza que sanaba

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Clemente González

Reflexión:

La oración fue una compañera inseparable de Jesús. En todo el Evangelio le vemos orando, sobre todo en los momentos más decisivos de su vida: antes del Bautismo, al realizar varios milagros, en la Última Cena, en el Huerto de los Olivos, en la Cruz, etc.

Aquí se nos narra la elección de los Doce apóstoles. Eran los hombres con los que iba a comenzar la Iglesia y debían ser aptos para llevarla a buen término con paso firme.

Por tanto, era una decisión importante, que no podía hacerse con prisas y a la ligera. Necesitaba dedicar una noche entera para consultarla con su Padre.

De la misma manera, todas nuestras grandes decisiones deberían surgir tras un encuentro con Dios en la oración. Por ejemplo, al elegir una carrera, al optar por la vida matrimonial o seguir una vocación religiosa, etc. También debemos rezar cuando llegan situaciones difíciles en el trabajo o en la familia, ya que Dios nos puede ayudar a encontrar la solución más adecuada.

¿Y cómo sabemos si la respuesta viene realmente de Dios? Cuando Dios “ilumina” un alma por la acción del Espíritu Santo le envía algunas señales, por ejemplo, una profunda paz interior, alegría, amor, etc.

Es lo que llamamos “frutos del Espíritu”. Y por si hubiera dudas, nos damos cuenta de que esa solución está completamente de acuerdo con lo revelado en las Sagradas Escrituras. También es provechoso contar con la ayuda de un buen sacerdote que nos pueda orientar a encontrar la voluntad de Dios para nosotros, ya que ellos reciben unas gracias especiales para ejercer su ministerio.


12.

Reflexión

De entre los que seguían a Jesús, escogió doce para que de una manera más cercana pudieran ser testigos de sus palabras y sus acciones. El proyecto de Jesús no era una escuela por correspondencia, sino era un verdadero “laboratorio”. En esta experiencia se tenía que aprender no solo lo que significa “amar” sino que era necesario experimentar el amor, y este amor llevarlo hasta el extremo; no se podía solo aprender a dar una definición sobre el perdón sino que era necesario perdonar, y hacerlo de corazón. El modelo era Jesús, pero cada uno tenía que experimentarlo. Desde entonces los apóstoles y luego la Iglesia comprendió que la doctrina de Jesús o se hace vida o queda estéril sin dar fruto. Jesús se ha quedado entre nosotros para seguirnos instruyendo mediante la Sagrada Escritura y sigue buscando hombres y mujeres que quieran hacer de su vida un taller, un verdadero seminario de amor, pues a amar se aprende amando y a perdonar perdonando.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


13. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos, paz y bien. La liturgia nos trae hoy la memoria de los apóstoles Simón y Judas (ver sus vidas). En la lista de los apóstoles elegidos por Cristo, no había grandes teólogos, ni expertos en lenguas, ni sabios según el criterio humano. Era una lista de gente más bien limitada, que debe ir aprendiendo poco a poco lo que supone ser seguidor de Jesús de Nazaret. Y, sobre todo, es una lista orada, meditada en el silencio. Cada vez que Jesús debía tomar una decisión importante, se retiraba a orar.

Primera lección de hoy. ¿Qué peso tiene en nuestras decisiones –personales, familiares, comunitarias- la oración? ¿Le dejas a Él aconsejarte? ¿O nos fiamos más del horóscopo, de los programas de televisión, o de lo que hacen todos?

Segunda lección de hoy. Sean muchos o pocos los que se salven –de Dios depende- tenemos todos la obligación de aportar nuestro grano de arena en la tarea de la evangelización. Desde nuestro lugar, de hijo, de padre, de esposo, de esposa, de empresario, de estudiante, de monja, de cura... Todos tenemos un entorno en el que nos movemos. Todos podemos ser evangelizadores.

Es algo que recibimos con el Bautismo, la tarea de seguir propagando la fe. Jesús ya te ha elegido. Ha añadido tu nombre a esa lista de apóstoles. ¿Qué le vas a decir?
Vuestro hermano en la fe, Alejandro, C.M.F.
alejandrocarbajo@wanadoo.es