1. CLARETIANOS 2002
La fiesta del evangelista San Lucas cierra una semana marcada por tres grandes santos: Teresa de Jesús, Ignacio de Antioquia y Lucas. De su persona sabemos muy pocas cosas, pero nos ha quedado una obra maravillosa en dos partes: el tercer evangelio (dedicado al tiempo de Jesús) y los Hechos de los Apóstoles (dedicados al tiempo del Espíritu, que es el tiempo de la iglesia). Leyendo esta obra se pueden adivinar algunas cosas de este cristiano culto y perseverante. Hay dos que me llaman la atención: el "principio misericordia" y el "principio camino".
Es imposible que Lucas tuviera mal carácter. El Jesús que él nos transmite es el rostro visible de un Dios misericordioso. Sólo Lucas nos transmite, por ejemplo, las parábolas del buen samaritano y del hijo pródigo. Sólo Lucas nos transmite algunos rasgos de María, la madre de Jesús, que caen también dentro del "principio misericordia". Su manera de entender y transmitir el evangelio de Jesús conecta bien con los hombres y mujeres de nuestro tiempo, a menudo heridos en el camino que "baja de Jerusalén a Jericó", o pródigos que han emigrado de la casa paterna, o discípulos desalentados que huyen de Jerusalén y buscan refugio en su Emaús de siempre.
El "principio camino" se advierte en su evangelio (que está concebido como un camino que va de Galilea a Jerusalén) y en el libro de los Hechos (que está también concebido como un camino que parte de Jerusalén y expande el evangelio por Judea, Samaría y hasta los confines de la tierra). Pero, más allá de este primer significado "geográfico", el camino es una concepción de la vida cristiana, una manera de entender el seguimiento de Jesús como proceso de configuración con él. También esto conecta con nuestra sensibilidad moderna. Hoy, que somos tan conscientes de nuestros límites, nos alegra saber que no podemos con "todo" el evangelio en "todo" momento, pero que podemos ir dando pasos cada día, que podemos colocarnos junto al grupo de hombres y de mujeres que iban poniendo sus pies sobre las huellas dejadas por el Maestro.
Gonzalo (gonzalo@claret.org)
2. 2001
COMENTARIO 1 -
Lc 10, 1-12
ELECCION Y MISION DE LOS SETENTA
«Después de esto, el Señor designó a otros Setenta» (10, la). En paralelo con la
elección y misión de los Doce, Lucas, y solamente él, narra la designación y la
misión de los Setenta. Puede muy bien afirmarse que esta segunda llamada es una
creación de Lucas. Los evangelistas son muy libres no sólo en la elección de los
materiales, sino en la creación de nuevas situa-ciones, escenas o discursos, con
tal de adaptar el anuncio del mensaje a la nueva situación que viven sus
comunidades, al tiempo que reflejan los problemas del presente. No redactan una
crónica, con noticias como las que nos sirven los periódicos, la radio o la
televisión. Quieren comunicar una «buena noticia» (¡de malas noticias ya tenemos
bastantes!), una noticia que les ha afectado profundamente y que se ha traducido
en una expe-riencia de vida. Por eso Lucas, una vez que ha sido proclamada la
buena noticia de Jesús a hombres que no tenían nada que ver con el judaísmo y ha
encontrado entre los paganos una acogida sin igual, trata de averiguar los
motivos que han producido ese impacto situando la escena -mediante el
procedimiento literario del doblete- en el tiempo de Jesús. Se anticipa así la
respuesta que éste habría dado, si hubiese estado presente, ante aquella
situación completamente nueva. En el fondo, es una muestra fehaciente de la
conciencia que tiene la comunidad de que Jesús está vivo y de que sigue
hablándole, como decía san Ignacio, el obispo de Siria, a los cristianos de
Efeso: «Vosotros no hagáis caso a nadie más que a Jesús Mesías, que sigue
hablándoos realmente» (Ef 6,2).
Valiéndose de la misión de los Doce (6,13) como de paradig-ma, Lucas redacta
ahora una nueva bajo el signo de la universa-lidad, a fin de dar perfiles
definidos a la nueva llamada de discí-pulos que acaba de realizar en territorio
samaritano (9,57-62). La misión de los Doce, tanto en territorio judío (9,1-10)
como en territorio samaritano (9,52-53) -si bien, como es obvio, por razones
opuestas-, ha sido un verdadero fracaso. Jesús, sin embargo, no se desanima.
«Después de esto», de la llamada de nuevos discípulos (tres también -cf 5,1-11-,
pero anónimos), «designó el Señor a otros Setenta», además de los Doce. Mientras
aquéllos ejemplificaban el nuevo Israel (las doce tribus), los se-tenta tenían
que representar la nueva humanidad (según el cóm-puto judío, las naciones
paganas eran en número de setenta). «El Señor» hace referencia al Resucitado.
(La variante «Setenta y dos», contenida en numerosos manuscritos y adoptada por
muchos traductores, constituye un intento de reconducir la aper-tura a la
universalidad, esbozada en el número «siete/setenta», al recinto de Israel,
delimitado por un múltiplo de «doce» [6 x 12 = 72].)
LA MISION DE LOS SETENTA, UN EXITO SIN PRECEDENTES
Jesús los envía «de dos en dos» (10,1b), formando un grupo o comunidad, con el
fin de que muestren con hechos lo que anuncian de palabra. «La mies es abundante
y los braceros po-cos» (10,2a). La cosecha se prevé abundante, el reinado de
Dios empieza a producir frutos para los demás. Cuando se comparte lo que se
tiene, hay de sobra: ésta es la experiencia del grupo de Jesús. No hacen falta
explicaciones ni estadísticas: la presencia de la comunidad se ha de notar por
los frutos abundantes que produce. Faltan braceros, personas que coordinen las
múltiples y variadas actividades de los miembros de la comunidad, anima-dores y
responsables, para que los más necesitados participen de los bienes que
sobreabunden. Restringir el sentido de «brace-ros» a sacerdotes, religiosos o
misioneros es empobrecer el texto y la mente de Jesús. Es necesario que haya
gente, seglares o no, que tengan sentido de comunidad, que velen para que no se
pierda el fruto, que lo almacenen y lo repartan. La comunidad ha de pedir que el
Señor «mande braceros a su mies» (10,2b). Pedir es tomar conciencia de las
grandes necesidades que nos rodean y poner los medios necesarios, quiere decir
confiar en que, si se está en la línea del plan de Dios, no puede haber paro
entre las comunidades del reino.
EL RIESGO DE SER ENVIADO
«¡Id! Mirad que os envío como corderos entre lobos» (10,3). Toda comunidad debe
ser esencialmente misionera. La misión, si se hace bien, encontrará la oposición
sistemática de la sociedad. Esta, al ver que se tambalea su escala de valores,
usará toda clase de insidias para silenciar a los enviados, empleando todo tipo
de procedimientos legales. Los enviados están indefensos. La defensa la asumirá
Jesús a través del Espíritu Santo, el Abogado de los pobres. «No llevéis bolsa
ni alforja ni sandalias» (10,4a). Como en la misión de los Doce, Jesús insiste
en que los enviados no confíen en los medios humanos. Han de compartir techo y
mesa con aquellos que los acogen, curando a los enfermos que haya, liberando a
la gente de todo aquello que los atormente (vv. 5-9a). La buena noticia ha de
consistir en el anuncio de que «Ya ha llegado a vosotros el reinado de Dios»
(10,9b). Empieza un orden nuevo, cuyo estallido tendrá lugar en otra situación.
El proceso, empero, es irreversible. La comunidad ya tiene expe-riencia de ello.
COMENTARIO 2
La tarea misionera exige de los enviados actitudes diametralmente opuestas a las
vigentes en nuestra sociedad, marcada profundamente por los valores del
comercio. Para éste toda la existencia puede ser considerada desde el "precio",
valor monetario que se convierte en único valor a tener en cuenta.
En la tarea propuesta por Jesús a sus discípulos se afirman, por el contrario,
otras medidas de consideración. Para ello se afirma la necesidad de desligar la
misión que se debe realizar de los apoyos económicos exigidos en la vida
comercial. Para el camino que se propone "bolsa y saco" constituyen un
impedimento más que una ayuda.
Igualmente la finalidad de la misión rebasa los límites marcados por el ámbito
comercial ya que apunta a la instauración de la comensalidad entre el enviado y
aquellos a quienes se dirige.
En efecto, la participación de la misma mesa es capaz de crear una profunda
comunión, en la que el prójimo no es visto como un competidor que pone en riesgo
mi acceso a los bienes, sino como un hermano partícipe de la misma vida con
quien debo compartir el alimento necesario para mantenerla.
Del mismo modo, la hospitalidad ofrecida y aceptada se convierte en señal de la
presencia del Reino de Dios, en el que nadie se siente desplazado y en que los
bienes sirven para crear profunda comunión y no división.
De este modo la casa de la acogida se convierte en expresión de la paz y de la
bendición divina y en espacio de realización humana tanto para los obreros
cuanto para la cosecha.
1. Josep Rius-Camps,
El Éxodo del Hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El
Almendro, Córdoba 1991
2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de
Latinoamérica)
3. 2002
2002
Pablo se dirige ahora al mundo religioso judío haciendo un profundo análisis de
su degradación, que hace de la religión una mera forma sociológica de
convivencia y cultura. La teología se ha encerrado como en un precioso
relicario. La pertenencia al Pueblo de Dios se desarrolla en un plano
burocrático y se concretiza en una circuncisión reducida a una simple agregación
al pueblo de la Ley. Pablo se cuida de no absolutizar a la entera sociedad
israelita; sólo busca describir las degradaciones y falencias, la brecha entre
el decir y el hacer, entre ser y celebrar, entre el dogma y la vida.
Aunque se dirige a los israelitas y a los paganos no se olvida de las dos
facciones de las comunidades cristianas primitivas: los judeo-cristianos y los
helenistas o de otras etnias.
Dirigiéndose a los primeros, una audaz comparación: Jesús sería la "kappórez"
del AT (el arca santa, considerada el trono de Dios). Esta palabra se deriva de
"kipper (purificar). La purificación se cumple con la sangre aún caliente de un
animal inmolado; la sangre, considerada vehículo de vida, era el símbolo de la
vida misma (Lv 17,11-14; Gn 9,4); Dt 12,23). En Heb 9,11-29 se retoma este
parangón, haciendo notar que la sangre de Cristo es definitiva, porque pertenece
a un cuerpo inmolado y resucitado. Es sangre portadora de vida que no necesita
de sustitución por ningún otro viviente inmolado. Una vez y para siempre. Para
Pablo Cristo ha sido expuesto como "kappórez" definitiva; en él se revela Dios
"reconciliando al mundo consigo mismo"(2 Cor 5,19). En consecuencia, a partir de
la resurrección de Cristo, se termina la "autosuficiencia", orgullo con el cual
el ser humano espera obtener la plenitud con sus propios medios, sin aceptar el
ofrecimiento de la salvación hecha por Dios a través del acontecimiento de
Jesús-Cristo. Es el triunfo de la actitud de fe frente a la de las obras. No se
trata de "obras" en el puro sentido moral, sino como tentativo humano de
encerrarse en sí mismo, autosuficientemente, creyendo que su realización sea
meramente inmanente. Y en esto no hay distinción entre judíos y gentiles: el
acontecimiento de la Pascua de Cristo supera los límites de todo
institucionalismo, comprendido el religioso. Cristo es una "oferta" de kappórez
absolutamente universal.
Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
4. Sábado 18 de
octubre de 2003
LUCAS, evangelista
2 Tim 4, 9-7: Sólo Lucas está conmigo
Salmo responsorial 144, 10-13; 17-18
Lc 10, 1-9: La mies es abundante y los obreros pocos
Hoy la iglesia hace
memoria de San Lucas evangelista. Por eso el evangelio focaliza su mirada en el
compromiso evangelizador de los mensajeros, quienes en seguimiento de Jesús,
viven y anuncian la novedad del Reino a hombres y mujeres.
En el texto del evangelio de hoy, Lucas ve probablemente en la misión temporal
de los 72 discípulos una prefiguración de la misión eclesial futura entre los
paganos, representada por 72 naciones. Mateo por su parte, reconoce sólo Doce
discípulos (Mt 10, 1-14); Marcos especificó que habían sido enviados los Doce (Mc
6, 7-12). Probablemente Lucas encontró en esta misión, de un grupo más numeroso
de discípulos, una constatación de cuanto ocurría en la Iglesia que el conocía
No es importante ahora el debatir sobre el número de discípulos, sean doce,
setenta o setenta y dos los enviados, como se lee en algunos códices; lo
importante es precisar el hecho de que la obra de Jesús se encuentra
internamente abierta y se realiza a través de los discípulos. Los Doce como
número simbólico, siguen siendo el fundamento de toda la misión de la Iglesia. Y
junto a ellos, Jesús ha escogido a otros muchos. De ahí la sentencia: “la mies
es mucha y los obreros pocos”. Siempre habrá desproporción entre la magnitud de
la tarea misionera y el número de enviados.
SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO
5.
Lucas, compañero del apóstol Pedro, es el autor del tercer Evangelio (que lleva su nombre) y del Libro de los Hechos de los Apóstoles. Tras la muerte de san Pablo, cuyos itinerarios, penalidades y experiencias vivió, parece que se dedicó a predicar la Buena Noticia de Jesús por Egipto y Grecia.
En su rico Evangelio, Lucas anunció al Sol que nace de lo alto, Cristo, nuestro Señor (Benedictus) ; describió la infancia de Jesús y las escenas del hogar con José y María, pintándonos un cuadro mucho mejor que el que podrían reproducir los pinceles;y al escribir el evangelio del amor y de la misericordia, por ejemplo, en la parábola del hijo pródigo, nos ha compuesto algunas de las páginas más bellas de toda la literatura universal.
Y, a su vez, al narrarnos en los Hechos de los apóstoles las correrías de Pablo evangelizador y el movimiento espiritual de la primera Iglesia, nos ha servido documentación valiosa sobre algunos aspectos de nuestros orígenes cristianos. Hemos de serle agradecidos para siempre. Entoncemos en su honor el himno de Laudes del oficio de apóstoles:
Vosotros que escuchasteis la llamada
de viva voz que Cristo os dirigía,
abrid nuestro vivir y nuestra alma
al mensaje de amor que él nos envía.
Vosotros que invitados al banquete
gustasteis el sabor del nuevo vino,
llenad el vaso, del amor que ofrece,
al sediento de Dios en su camino.
Vosotros que lo visteis ya glorioso,
hecho Señor de gloria sempiterna,
haced que nuestro amor conozca el gozo
de vivir junto a él la vida eterna. Amén.
“Querido hermano: Te comunico que Demas, enamorado de este mundo presente, me ha dejado y se ha marchado a Tesalónica; Crescente se ha ido a Galacia; Tito, a Dalmacia; sólo está conmigo Lucas.
Coge a Marcos y tráetelo contigo, pues me ayuda bien en la tarea... El abrigo que me dejé en Tróade, en casa de Carpo, tráetelo al venir, y los libros también, sobre todo los de pergamino. Alejandro el metalúrgico se ha portado mal conmigo...
La primera vez que me defendí ante el tribunal, todos me abandonaron y nadie me asistió. Que Dios les perdone. Pero el Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeron los gentiles”.
Repasemos el texto y veremos muchos detalles de la vida diaria de Pablo, con gozos y desengaños; con presencias que alegran su corazón; con ausencias que duelen. Así de real es nuestra vida.
“En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: La mies es mucha y los obreros pocos: rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como a corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino... Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: “Está cerca de vosotros el Reino de Dios”
Este texto nos pone en situación para comprender la importante y difícil misión a cumplir por apóstoles y profetas, urgidos por la gracia del Señor. No vivir esa tensión interior significaría que nos apreciamos la nueva vida del Reino de Dios.
San Lucas tiene una especie de patronazgo sobre médicos, cirujanos y pintores. El patronazgo sobre los médicos y cirujanos acaso se derive de aquellas palabras de san Pablo que le califica como “Lucas, mi médico amado”.
Y el patronazgo sobre los pintores, procede de una tradición que le atribuyó, desde lejanos tiempos, gran habilidad para hacer los retratos de María, asemejando probablemente los retratos espirituales del evangelio a los retratos sobre lienzos.
Lucas nos tiene ganado el corazón a todos los creyentes, porque supo escribir un Evangelio de Jesús que es evangelio de amor y misericordia. ¡Cuántas almas ha ganado para Dios su parábola del hijo de pródigo!
Retengamos los cristianos, junto a Lucas evangelista, el mensaje de Jesús a los 72 discípulos o colaboradores: “Poneos en camino”, “está cerca el reino de Dios”.
Los apóstoles y evangelistas vivieron con ansiedad, tras la iluminación recibida del Espíritu Santo, el envío de Jesús al mundo; y los caminos del próximo Oriente supieron de sus correrías.
¿Por qué entre nosotros se apaga en el siglo XXI el celo misionero de los primeros tiempos de la Iglesia? Pueden cambiarse las formas de hacer el anuncio de salvación y de presentar el testimonio de vida, pero jamás debe apagarse entre nosotros la búsqueda de imitación de Cristo y su seguimiento.
Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre.
A él sea la gloria por los siglos.
6. CLARETIANOS 2003
Queridos amigos y amigas:
En vísperas del Domund, y nos llega este evangelio de Lucas tan misionero. De
entrada, abrimos el ángulo. Los obreros que Dios envía a cosechar la mies
abundante somos todos. Todos significa todos los estados de vida. Misioneros
laicos o presbíteros, misioneros casados o célibes, misioneros niños o maduros,
misioneros religiosos o seglares y, por supuesto, hombres y mujeres. Todos
misioneros.
Dios actúa siempre a través de los otros. San Antonio María Claret, cuando convocaba a los seglares, decía sentirse “llamado a trabajar con otros”. Hoy hablamos mucho de “Misión Compartida”. Esto significa que laicos, religiosos y presbíteros se suben a la misma barca para remar juntos, codo con codo. Aquella teología del laico como “mano larga” de los clérigos ha de guardarse en el baúl de cosas pasadas y pintorescas.
Somos misioneros. Una llamada, un mensaje y un estilo misionero se nos ha dado.
- Sí, hemos sido llamados. “Designó a los otros setenta y dos y los envió”. De aquí partimos. Sólo si nos sentimos mirados y enviados, si escuchamos nuestro nombre de los labios de Dios –“sonriendo has dicho mi nombre”-, sólo en esta relación personal, amorosa, podemos encontrar esa fuerza invisible para la aventura misionera. Sin el encanto de vivirse tocado por Dios, en lugar de misioneros, podemos resultar ejecutivos, burócratas, vendedores de ideologías.
- No somos predicadores de consignas interesadas y rutinarias. Hemos recibido un mensaje fantástico, unas noticias muy interesantes. Por ejemplo, lo primero que hemos de anunciar es que el Reino de Dios está llegando. Qué palabra tan optimista: está creciendo el Reino, hay muchos hombres y mujeres que trabajan por la justicia, que luchan por la libertad, que son instrumentos de paz. Todavía más consolador: incluso con los que no lo creen, mientras construyen estos valores del Reino, Dios está con ellos. Y la paz. La paz que es irrupción de todos los bienes en la casa que acoge al enviado, en la vida social, en la Iglesia, en todas partes. Paz, paz, paz. ¿Pero de qué sirve gritar paz, si luego aplaudo la guerra, el ataque o la ofensiva contra un pueblo o una persona?
-
Para ser misioneros se nos marca un estilo. Ni alforja, ni sandalias, ni bolsa.
Siempre ,“ligero(s) de equipaje, casi desnudo(s) como los hijos de la mar”. No
ponemos nuestra seguridad en grandes medios de comunicación, en proyectos con
muchos recursos, en ambiciosos planes, en títulos de excelencia o ropajes
deslumbrantes. El misionero que experimenta la alegría de la llamada exclama
cada noche en la oración, después de su trabajo: “Señor, tú eres mi bien”. Y
duerme feliz.
Conrado Bueno Bueno
(ciudadredonda@ciudadredonda.org)
7. 2003
LECTURAS: 2TIM 4, 9-17; SAL 144; LC 10, 1-9
2Tim. 4, 9-17. El anuncio del Evangelio debe hacerse
a tiempo y a destiempo. Y ha de realizarse con gran paciencia y conforme a la
enseñanza, dedicados plenamente al Ministerio que Dios nos ha confiado. A pesar
de que tengamos que sufrir oposición de muchos, no hemos de dar marcha atrás en
aquello que Dios nos ha confiado: proclamar su Nombre salvador a toda la
humanidad. El Señor siempre estará a nuestro lado animándonos y fortaleciéndonos
para que su Mensaje de salvación llegue a todos los pueblos. La Iglesia de
Cristo no sólo ha de evangelizarse continuamente a sí misma, para vivir más
conforme a las enseñanzas del Señor y llegar a la madurez en Él; además ha de
evangelizar a todos los pueblos, pues esa es la Misión que el Señor le confió al
enviarla a todas las gentes de todos los tiempos y lugares. Al final, libres del
pecado y de la muerte, a pesar de que hayamos sufrido por anunciar y vivir el
Evangelio en ambientes hostiles al mismo, el Señor nos dará la salvación en su
Reino celestial de un modo definitivo a quienes, ya desde ahora, lo tuvimos como
Señor y Salvador de nuestra vida.
Sal. 144. El Señor, Creador y Rey soberano de todo, se
manifiesta para con nosotros como un Padre cercano, siempre atento a las
necesidades de los suyos. Él no está lejos de quien lo invoca. Por eso, quienes
somos discípulos fieles suyos, hemos de proclamar su Gloria llevando una vida
intachable, y dar a conocer a todos sus maravillas, especialmente la de haberse
hecho cercanía para nosotros, tomando nuestra condición humana y liberándonos de
la esclavitud al pecado. Que el Reino de Dios en nosotros transforme nuestra
vida, de tal forma que nosotros mismos seamos convertidos en un signo
maravilloso del amor salvador para los demás; signo que no se queda como en un
aparador para ser admirado, sino signo de cercanía amorosa y misericordiosa, de
cercanía solidaria con quien sufre para fortalecerle y levantarle. Entonces
todos conocerán los designios del amor salvador de Dios que a nadie excluye de
su bondad, de su perdón, ni de la participación de su Vida Divina.
Lc. 10, 1-9. El verdadero discípulo de Cristo no puede
guardarse para sí mismo el Mensaje de salvación del que ha sido testigo, y que
el Señor ha proclamado con palabras y obras realizadas con poder. Jesús envía a
sus discípulos delante de Él. Cuando ahora el Señor se dirige decididamente
hacia Jerusalén para cumplir con su Misión Pascual, parecen volver a resonar
aquellas palabras del anciano Zacarías pronunciadas sobre Juan: Y a ti niño, te
llamarán profeta del Altísimo, pues irás delante de Él para preparar sus
caminos. El Señor ahora y siempre ordena a su Iglesia ponerse en camino para
prepararle su llegada a todas y cada una de las personas de todos los lugares y
tiempos. Cumplir con esta misión con eficacia es consecuencia de vivir en
intimidad con el Señor y no tanto del contar con medios externos y métodos de
planeación. Es cierto que todo eso puede contribuir para que todos conozcan y
reconozcan a Dios como Señor en sus vidas; sin embargo la eficacia no viene de
ahí, sino de Dios que es Quien salva, que es el que nos recibe como hijos suyos.
Tomemos conciencia de que iremos siempre, no en nombre propio, sino en Nombre de
Cristo, de tal forma que quien nos escuche lo escucha a Él, y quien nos rechace
lo rechaza a Él. A Él sea dado todo honor y toda gloria ahora y siempre.
La riqueza más grande que lleva el que proclama el Evangelio es el Señor, que es
anunciado a los demás y que ha hecho suyo por la fe en Él. Mediante el Bautismo
la Vida Divina se ha hecho nuestra; así hemos sido elevados a la dignidad de
hijos de Dios, unidos a Cristo Jesús. Cuando acudimos a la Celebración
Eucarística, entramos en comunión de vida con Cristo. Él nos ilumina y nos
fortalece con su Espíritu. Así, hechos uno con el Hijo de Dios, también nosotros
somos enviados por Él para proclamar su Evangelio de salvación a todos, en la
misma forma en Él fue enviado, como Evangelio Viviente del Padre, a nosotros.
Por eso la Eucaristía no sólo nos une a Cristo; en ella no sólo escuchamos la
Palabra del Señor; sino que, además, en ella participamos de la misma Misión
Salvadora que le confió el Padre. Vivamos, pues, conscientes de la Misión que se
nos confía. En esta Eucaristía se nos recuerda que, siendo portadores de Cristo,
como Él hemos de estar dispuestos, incluso, a dar nuestra vida con tal de
colaborar en la salvación de todos.
La Vida Divina que hemos recibido de Dios mediante nuestra fe en Cristo y
mediante nuestro Bautismo, no podemos guardarla cobardemente en nuestro
interior, sino que la hemos de proclamar a todos aquellos con quienes entramos
en contacto en nuestra vida diaria. El Señor envía a su Iglesia para que, en
plena comunión con sus Pastores, signos de Cristo Cabeza entre nosotros,
proclame la Buena Nueva del amor que Dios nos tiene, a todos los hombres de
todos los tiempos, razas y lugares. Quienes creemos en Cristo no podemos decir
que lo amamos sólo porque oramos piadosamente ante Él; es necesario que, además
de nuestra oración, sepamos escuchar la Palabra de Dios, hacerla nuestra y,
desde nuestra propia experiencia y convertidos en testigos de Cristo, lo
anunciemos no sólo con los labios sino con nuestra vida de cada día, siendo
constructores de una vida más fraterna y solidaria; entonces, realmente, será
expulsado de entre nosotros el mal y el egoísmo que nos ata y que nos lleva a
vivir divididos, o a aprovecharnos de los demás, o a causarles daño, o a ser
injustos con ellos. Si en verdad hemos sido revestidos de Cristo, manifestémoslo
con una vida recta de amor y de servicio no sólo a Dios, sino también a nuestro
prójimo.
Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra
Madre, la Gracia necesaria para poder proclamar el Nombre del Señor con una vida
intachable, a la par que con nuestras palabras, para que todos, unidos a Cristo,
gocemos de su dignidad de Hijo de Dios. Amén.
www.homiliacatolica.com
8. servicio bíblico latinoamericano 2004
2
Tim 4, 9-17: Sólo Lucas está conmigo
Salmo responsorial: 144, 10-13.17-18 Que tus fieles, Señor, proclamen la gloria
de tu reinado.
Lc 10, 1-9: La mies es abundante y los braceros pocos.
Los primeros mensajeros enviados, elegidos de entre los doce, han fracasado en
su misión entre los samaritanos. Jesús decide nombrar a otros setenta, número de
las naciones paganas de la tierra. Estos seguidores no son de origen judío, sino
samaritano, eslabón intermedio entre Israel y el mundo pagano. Y a ellos Jesús
les da, como a los doce, unas instrucciones, básicamente iguales, con algunos
añadidos peculiares.
A los setenta los envía como corderos (animal manso, sumiso y poco agresivo) entre lobos feroces (imagen de la hostilidad del mundo al mensaje del evangelio). La misión estará asediada de peligros y adversarios. La palabra profética de Isaías 11, 6 hace esperar en todo caso que un día “el lobo habitará con el cordero” y surgirá una nueva humanidad. Como los doce, no deben llevar ni bolsa, ni alforja; tampoco sandalias, pues deben ir por el mundo, descalzos y sin provisiones, como si estuviesen en el espacio sagrado del templo, puesta su confianza y su seguridad en Dios. La misión es urgente (hay que llegar a la ciudad y a la casa cuanto antes), por lo que no se debe perder el tiempo por el camino en saludos interminables. Los misioneros cristianos son portadores de paz en el sentido pleno que esta palabra hebrea (shalom) tiene, o lo que es igual, de progreso, bienestar, desarrollo y todo ese cúmulo de condiciones que hacen la vida humana plenamente satisfactoria. Al entrar en cada pueblo compartirán la mesa que le ofrezcan y curarán a los enfermos en correspondencia por la acogida y como prueba de la presencia de la cercanía del reinado de Dios. En ningún caso deben andar cambiando de casa, porque lo que cuenta no es el confort o el lujo sino la acogida fraterna. A quienes no los acojan los deben considerar como paganos, anunciándoles igualmente la cercanía del reinado de Dios.
9.
Comentario: Fray Lluc Torcal OSB cist. (Monje de Poblet-Tarragona, Epaña)
«El Reino de Dios está cerca de vosotros»
Hoy, en la fiesta de san Lucas —el Evangelista de la mansedumbre de Cristo—, la
Iglesia proclama este Evangelio en el que se presentan las características
centrales del apóstol de Cristo.
El apóstol es, en primer lugar, el que ha sido llamado por el Señor, designado
por Él mismo, con vista a ser enviado en su nombre: ¡es Jesús quien llama a
quien quiere para confiarle una misión concreta! «El Señor designó a otros
setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y
sitios a donde él había de ir» (Lc 10,1).
El apóstol, pues, por haber sido llamado por el Señor, es, además, aquel que
depende totalmente de Él. «No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no
saludéis a nadie en el camino» (Lc 10,4). Esta prohibición de Jesús a sus
discípulos indica, sobre todo, que ellos han de dejar en sus manos aquello que
es más esencial para vivir: el Señor, que viste los lirios de los campos y da
alimento a los pájaros, quiere que su discípulo busque, en primer lugar, el
Reino del cielo y no, en cambio, «qué comer ni qué beber, y [que] no estéis
inquietos. [Porque] por todas esas cosas se afanan los gentiles del mundo; y ya
sabe vuestro Padre que tenéis la necesidad de eso» (Lc 12,29-30).
El apóstol es, además, quien prepara el camino del Señor, anunciando su paz,
curando a los enfermos y manifestando, así, la venida del Reino. La tarea del
apóstol es, pues, central en y para la vida de la Iglesia, porque de ella
depende la futura acogida al Maestro entre los hombres.
El mejor testimonio que nos puede ofrecer la fiesta de un Evangelista, de uno
que ha narrado el anuncio de la Buena Nueva, es el de hacernos más conscientes
de la dimensión apostólico-evangelizadora de nuestra vida cristiana.
10.
Lunes, 18 de octubre del 2004
Solamente Lucas se ha quedado conmigo
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 4, 10-17b
Querido hermano:
Demas me ha abandonado por amor a este mundo. Él se fue a Tesalónica. Crescente
emprendió viaje a Galacia, Tito, a Dalmacia. Solamente Lucas se ha quedado
conmigo. Trae contigo a Marcos, porque me prestará buenos servicios. A Tíquico
lo envié a Éfeso. Cuando vengas, tráeme la capa que dejé en Tróade, en la casa
de Carpo, y también los libros, sobre todo los rollos de pergamino.
Alejandro, el herrero, me ha hecho mucho daño; el Señor le pagará conforme a sus
obras. Ten cuidado de él, porque se ha opuesto encarnizadamente a nuestra
enseñanza.
Cuando hice mi primera defensa, nadie me acompañó, sino que todos me
abandonaron. ¡Ojalá que no les sea tenido en cuenta!
Pero el Señor estuvo a mi lado, dándome fuerzas, para que el mensaje fuera
proclamado por mi intermedio y llegara a oídos de todos los paganos.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL Sal 144, 10-13b. 17-18
R. Tus santos, Señor, manifestarán la gloria de tu reino.
Que todas tus obras te den gracias, Señor,
y que tus fieles te bendigan;
que anuncien la gloria de tu reino
y proclamen tu poder. R.
Así manifestarán a los hombres tu fuerza
y el glorioso esplendor de tu reino:
tu reino es un reino eterno,
y tu dominio permanece para siempre. R.
El Señor es justo en todos sus caminos
y bondadoso en todas sus acciones;
está cerca de aquellos que lo invocan,
de aquellos que lo invocan de verdad. R.
EVANGELIO
La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 10, 1-9
En aquel tiempo, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en
dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir. Y
les dijo: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al
dueño de los sembrados, que envíe trabajadores para la cosecha. "
¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni
alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.
Al entrar en una casa, digan primero: "¡Que descienda la paz sobre esta casa!" Y
si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo
contrario, volverá a ustedes.
Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que
trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde
entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; curen a sus enfermos y digan a
la gente: "El Reino de Dios está cerca de ustedes"».
Palabra del Señor.
Reflexión:
2Tim. 4, 9-17. Nuestra máxima preocupación ha de ser el anuncio del Evangelio,
para hacer llegar a más y más la gracia de Cristo. Es cierto que habrá algunos
que nos traicionarán y abandonarán; otros se convertirán en nuestros
perseguidores; y otros serán como el amigo fiel, siempre a nuestro lado. Jamás
debemos desanimarnos en el anuncio del Evangelio por motivos humanos; estando el
Señor a nuestro lado Él debe ser nuestra fortaleza para que, sin cobardías,
proclamemos claramente el mensaje de salvación y por nuestro medio lo oiga el
mundo entero. El Señor nos quiere totalmente confiados en Él, pues no vamos a
nombre propio, sino en su Nombre, a anunciar su Evangelio de salvación a los
demás. En medio de persecuciones e incomprensiones le hemos de pedir a Dios que
nos conceda en abundancia su Espíritu de fortaleza para que jamás dejemos de
cumplir con la misión que nos ha confiado de conducir a todos a su encuentro
para que tengan en Él la salvación, la paz y el verdadero amor fraterno.
Pongámonos, pues, en camino para que el Nombre de Dios sea conocido desde el
anuncio que de Él hagamos, especialmente con el testimonio de un vida recta.
Sal. 145 (144). Alabemos y bendigamos al Señor, y proclamemos al mundo entero la
gloria de su Reino. Demos testimonio de las maravillas que ha obrado para con
nosotros, especialmente de la salvación que nos ha concedido por medio de su
propio Hijo. Pero no podremos hablar del Señor a los demás sólo de oídas; es
necesario que nosotros mismos experimentemos el amor del Señor; es necesario que
nos dejemos perdonar y transformar por Él en criaturas nuevas. Cuando en verdad
el Señor reine en nuestros corazones podremos dar testimonio de su amor y de su
cercanía, como Dios misericordioso, para todos sus hijos. Que el anuncio del
Evangelio, de la Buena Noticia del amor que Dios nos ha manifestado en Jesús, su
Hijo, sea la oportunidad que aprovechemos en cualquier momento y circunstancia
para que el Señor llegue a la humanidad entera, para darle un nuevo rumbo a
nuestra historia, dejando aquellos caminos que nos han destruido o que han
deteriorado nuestras relaciones fraternas.
Lc. 10, 1-9. Jesús ha tomado la firme determinación de ir a Jerusalén, pues se
acerca el tiempo de su salida de este mundo. Y el Señor quiere que todos los que
creemos en Él colaboremos en el anuncio del Reino tanto con las palabras como
con las obras, siendo para todos signo de la liberación de la esclavitud al mal,
y signos de paz, de la paz que sólo procede de Dios. Y el Señor no quiere que
sus discípulos queden esclavos de un lugar; Él nos quiere en camino, pues la
mies es mucha y los obreros pocos. La misión que desarrollen todos los fieles ha
de estar en plena comunión con Cristo, Piedra angular de la Iglesia, y con los
Apóstoles y sus Sucesores, pues la Iglesia se edifica sobre el cimiento de
ellos. Esto debe llevarnos a todos a estar dispuestos a dar razón de nuestra
esperanza al mundo entero, cada uno conforme a la gracia recibida. Pero para ser
auténticos portadores del Evangelio hemos de aprender a ser discípulos de Jesús,
entendiendo y siendo los primeros en vivir aquello que anunciemos a los demás.
Así, como Iglesia, no sólo hemos de ser evangelizadores, sino también
evangelizados.
Jesús ha cumplido con su Misión, la que recibió del Padre: Salvarnos,
liberándonos de la esclavitud al pecado, y llevarnos sanos y salvos a su Reino
celestial. Él se levantó victorioso sobre sus enemigos; el último enemigo
vencido fue la muerte. Y Jesús nos hace participar de su Victoria, de tal forma
que por nuestra fe en Él ya no somos siervos, sino hijos de Dios. Nuestra
fidelidad al Señor nos ha llevado a dar un sí a la invitación que hoy el Señor
nos ha hecho de venir a su presencia para celebrar el Memorial de su Pascua.
Pero esta celebración no es sólo un acto de culto agradable al Padre. Celebramos
el Memorial de la Pascua de Cristo como nuestra propia pascua, como nuestro
propio compromiso de hacer realidad, como testigos, tanto la entrega de Cristo,
como nuestra propia entrega unida a la de Cristo, para que la salvación llegue a
todos.
Vayamos como testigos del Reino en medio de las diversas realidades en las que
se desarrolle nuestra vida. Hemos de ser los primeros en conocer la vida, la
cultura y las necesidades de aquellos a quienes les proclamaremos el Nombre del
Señor, pues un buen pastor conoce a sus ovejas y las llama por su nombre. No
podemos anunciar el Reino desde nuestras imaginaciones, ni desde discursos
desencarnados de la realidad. El Señor nos quiere cercanos a los pueblos, en sus
esperanzas, en sus angustias, en sus pobrezas. El Señor quiere que sepamos de
todo aquello que esclaviza a muchos sectores de la humanidad, y que nos pongamos
en camino para ayudarles salir de todo aquello que los ha oprimido, pues nos
quiere a todos no como esclavos sino como hijos suyos. El Evangelio debe llegar
a todos desde la Iglesia de Cristo, como la fuerza que nos libera y nos encamina
como hermanos a la posesión de los bienes definitivos; y el cumplimiento de esta
Misión no compete sólo a los Ministros consagrados a Dios, sino a la Iglesia
universal en plena comunión con sus pastores.
Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra
Madre, que nos conceda la gracia de saber cumplir fielmente con la Misión que se
nos ha confiado de proclamar la Buena Nueva a todos los pueblos, colaborando
fielmente conforme a la gracia recibida. Amén.
Homiliacatolica.com
11.
Reflexión
Cada vez que celebramos a uno de los apóstoles la Iglesia nos invita a levantar
nuestros ojos hacia los campos cubiertos de mies y a pedir al dueño que envíe
más trabajadores. Hoy, quizás más que nunca, necesitamos más hombres y mujeres
que con generosidad entreguen toda su vida a la construcción del Reino. Hoy, de
manera particular, al celebrar a uno de los evangelistas, la Iglesia necesita
muchos y muy santos evangelizadores que con su predicación y con el testimonio
de su vida sean un instrumento de Dios como lo fue san Lucas, para que el mundo
conozca el amor de Dios. Pero no solamente necesita de la generosidad de los
llamados a ser apóstoles, sino también de aquellos que hacen posible la acción
de los enviados. El texto nos dice que el apóstol vive de la generosidad del
pueblo y es a través de estas dos acciones, la predicación y la ayuda a los
predicadores, como el Reino de los cielos puede extenderse. Atendamos cada uno a
lo que Dios nos ha pedido y sea que nos haya llamado a la predicación o a
sostener la obra, seamos generosos.
Que pases un día lleno del amor de Dios.
Como María, todo por Jesús y para Jesús
Pbro. Ernesto María Caro
12.
Misión de los setenta y dos
Fuente: Catholic.net
Autor: Juan Gralla
Reflexión:
San Lucas fue compañero de San Pablo en sus viajes apostólicos, como él mismo
escribió en los “Hechos de los apóstoles”. En el evangelio de hoy, Cristo manda
a sus discípulos de dos en dos a predicar el mensaje del Reino de Dios. Dios nos
ha hecho por tanto sus evangelizadores, los mensajeros de la Buena Nueva que
Cristo ha traído a este mundo.
Para tal misión Dios ha querido elegir en este mundo a unas personas para que
anuncien su palabra y, con su ejemplo, den testimonio de la venida de Cristo.
Seguro que yo también soy una de esas personas elegidas por Dios.
Ahora bien, Dios nos advierte que nos manda en medio de lobos, porque el mundo
en el que nos toca vivir y predicar la palabra de Dios, muchas veces se cierra
al mensaje cristiano de la verdad y del amor. Anunciemos por tanto la paz que
Dios ha venido a traernos hace 2000 años, pero que nosotros hemos de renovar
todos los días; conseguir que todas las personas que nos rodean sientan en sí la
redención que nos ha traído Cristo en el misterio de la Encarnación.
San Lucas, modelo de entrega a la predicación del Evangelio hasta la muerte, sea
quien nos ayude a llevar a todas las almas al conocimiento de Cristo, para
conseguir la paz de nuestras almas.
Que María, nuestra Madre, lleve a Jesús todas nuestras intenciones de ser
mejores portadores del Evangelio.
13.
Jesús enviaba a sus discípulos de dos en dos. Sabía que la tarea que tenían por
delante era ardúa por lo que una sóla persona no podía hacerlo. Necesitamos de
otras personas a nuestro alrededor. La vida en comunidad nos da fuerza para
seguir adelante. Cuando caemos hay hermanos que nos levantan, así cuando nos
sentimos desanimados, nos animan a seguir adelante. Una vieja canción dice "dos
juntos caminando avanzan mejor".
Demos gracias a Dios por las comunidades donde nos ha plantado. Ahí
serviremos pues no lo hacemos por nuestra propia fuerza sino por la gracia que
Dios na puesto en nosotros.
Dios nos bendice,
14. DOMINICOS 2004
San
Lucas, médico, pintor, discípulo y compañero de Pablo. Autor del Evangelio que
lleva su nombre y de los Hechos de los apóstoles. Intérprete del amor,
misericordia, perdón, compasión de Jesús.
Al darnos su evangelio, nos anunció al Sol que nace de lo alto, Cristo, nuestro
Señor (Benedictus). Al describirnos la infancia de Jesús y las escenas del hogar
con José y María, nos ha pintado un cuadro mucho mejor que el podrían reproducir
los pinceles. Al narrarnos en los Hechos de los apóstoles las correrías de Pablo
evangelizador y el movimiento espiritual de la primera Iglesia, nos ha
documentado –en parte- sobre nuestros orígenes cristianos. Y al escribir el
evangelio del amor y de la misericordia, por ejemplo, en la parábola del hijo
pródigo, ha compuesto una de las páginas más bellas de toda la literatura
universal.
Tras la muerte de san Pablo, cuyos itinerarios y penalidades y experiencias
vivió, parece que san Lucas se dedicó a predicar la Buena Noticia de Jesús por
Egipto y Grecia.
La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Lectura de la II carta de san Pablo a Timoteo 4,9-17:
“Querido hermano: Te comunico que Demas, enamorado de este mundo presente, me ha
dejado y se ha marchado a Tesalónica; Crescente se ha ido a Galacia; Tito, a
Dalmacia; sólo está conmigo Lucas. Coge a Marcos y tráetelo contigo, pues me
ayuda bien en la tarea... El abrigo que me dejé en Tróade, en casa de Carpo,
tráetelo al venir, y los libros también, sobre todo los de pergamino. Alejandro
el metalúrgico se ha portado mal conmigo... La primera vez que me defendí ante
el tribunal, todos me abandonaron y nadie me asistió. Que Dios les perdone. Pero
el Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar integro el mensaje, de modo que
lo oyeron los gentiles”.
Evangelio según san Lucas 10, 1-12.17-20:
“En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante,
de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía:
La mies es mucha y los obreros pocos: rogad, pites, al dueño de la mies que
mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como a corderos
en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os
detengáis a saludar a nadie por el camino... Si entráis en un pueblo y os
reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decidles:
“Está cerca de vosotros el Reino de Dios”
Reflexión para este día
Sólo Lucas está conmigo, dice Pablo.
San Lucas tiene una especie de patronazgo sobre médicos, cirujanos y pintores.
De los médicos y cirujanos, acaso por aquellas palabras de san Pablo que le
califica como “Lucas, mi médico amado”.. Y de los pintores, porque la tradición
le atribuyó desde lejanos tiempos gran habilidad para hacer los retratos de
Maria, acaso confundiendo los retratos espirituales del evangelio con los
retratos sobre lienzos.
Pero no importa. Lucas nos tiene ganado a todos el corazón, porque supo escribir
un Evangelio de Jesús que es evangelio de amor y misericordia. Quien escribió
tan bellamente la parábola del hijo pródigo merece un monumento.
Lucas, como los apóstoles y los otros evangelistas, vivió con ansiedad, tras la
iluminación recibida del Espíritu Santo, el envío de Jesús al mundo, y tuvo su
parte en recorrer los caminos del próximo Oriente hablando de Jesús.
¿Sabremos imitarle en este siglo XXI que aprecia muy poco el celo misionero de
los primeros tiempos de la Iglesia?
Cambiemos, si procede, las formas de hacer el anuncio de la salvación y de
presentar el testimonio de vida, pero que nunca se apague entre nosotros la
búsqueda de Cristo, el deseo de su seguimiento y la ilusión enardecida de
proclamar su mensaje de amor y paz, de filiación y gracia, de misericordia y
perdón.
15. CLARETIANOS 2004
¡Poneos en camino!
Queridos amigos y
amigas:
Llegamos a la vida y empiezan nuestros pasos, que no pararán hasta nuestro
final. El camino es gesto y quietud; es silencio y palabra. Y Lucas,
mostrándonos a Aquel que es el CAMINO, nos hace escuchar la voz firme del
Maestro: ¡poneos en camino!
Una invitación que nos prepara y dispone a vivir esta semana inmediata al DOMUND
en clave de misión; una clave que ha de darnos el tono como seguidores de Jesús.
A lo largo de esta semana, la Palabra será un regalo maravilloso que nos irá
haciendo profundizar en el compromiso misionero de todo
creyente, de toda la Iglesia. Éste será nuestro telón de fondo. Por ello, a
menudo, nos iluminará el mensaje que el Santo Padre ha escrito para la Jornada
Mundial de las Misiones, titulado “Eucaristía y Misión”.
Los frutos del Congreso Eucarístico, que ayer concluyó, abriendo el pórtico del
año eucarístico en el que nos adentramos, también vendrán a iluminar los
comentarios de la Palabra de cada día. Así, nos dejaremos alcanzar por la
invitación que la Iglesia nos hace a vivir con espíritu eucarístico la próxima
Jornada.
El Evangelio de Lucas que estamos desgranando, día a día, es un especial regalo para esta sensibilización. Es un texto particularmente sensible a la urgencia del anuncio de la salvación a todos, convirtiéndose en luz para cuantos buscamos ser auténticos evangelizadores. En Jesucristo ha llegado la salvación para el mundo entero; llamados a anunciar el evangelio de la Salvación.
¡Ponte en camino! ¡ha llegado la hora de la acción! ¡Es la hora de tu compromiso misionero! En estos momentos más que nunca, en un mundo al que con frecuencia le falta luz y la valentía de nobles ideales, no es hora de avergonzarse del Evangelio (cf. Rm. 1, 16) Ha llegado más bien la hora de salir a predicarlo desde los tejados (Mt. 10, 27). La Iglesia tiene necesidad de nuestras energías, de nuestro entusiasmo, de nuestros sueños… para poder hacer que el Evangelio penetre en el tejido de la sociedad y suscite una civilización auténtica y de amor sin discriminaciones.
De este modo, el Señor, en el Evangelio de hoy, con un estilo peculiar de vida y de anuncio, nos envía a todos los pueblos y lugares adonde piensa ir Él. Profundicemos en la riqueza que se nos ofrece en este pasaje evangélico tan elocuente para iluminar el talante de nuestro compromiso evangelizador.
Primero creo que tendríamos que preguntarnos si realmente vamos y estamos donde el Señor piensa ir.
¿Creemos que realmente el Señor viene detrás de nosotros? ¿Se lo hacemos posible?
Por otro lado, San Lucas ,–cuya fiesta hoy recordamos-, nos ofrece los rasgos propios y peculiares de los discípulos de Jesús:
Un estilo de vida que implica: la pobreza, la universalidad del corazón, la provisionalidad, la confianza en la providencia, la presencia sanadora…
Y un anuncio que tiene un contenido claro y preciso: Cuando entréis en una casa decid:
Paz a esta casa. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz.
¿Estará aquí el porqué de la falta de paz en nuestro mundo?
Juan Pablo II ha presentado al mundo la Eucaristía como “una gran escuela de paz que puede formar a hombres y mujeres para ser tejedores de diálogo y de comunión (Carta apostólica “Quédate con nosotros, Señor”. 8 de octubre. www.Zenit.org) El cristiano que participa en la Eucaristía aprende de ella a hacerse promotor de comunión, de paz y de solidaridad. La Eucaristía y la paz se unen en la fuerza de la oración; en ella aprendemos la lógica de la fraternidad y la paz: ésta es la escuela de la paz. La Eucaristía, cuando es auténtica, conduce inexorablemente hacia una sociedad más justa y fraterna. No puede producir otros frutos.
¿Qué frutos de paz y comunión generan nuestras Eucaristías?
Y continúa el Evangelio: …comed lo que os pongan –signo de comunión y de fraternidad-, curad a los enfermos que haya y decid: Está cerca de vosotros el Reino de Dios. ¡Cuánta necesidad tenemos de escuchar y de creer esta Palabra: ¡está cerca el Reino de Dios! ¡Sí, oíd, está cerca! “Cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente” (Sal. 144) El mundo necesita experimentar que el Señor está cerca, que su destino no va a la deriva, sin rumbo… Dios se imbrica en la historia de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, haciendo, con ellos, historia de Salvación.
La misión es
apasionante y contemplar el proyecto del Reino caldea nuestro corazón pero, no
hay que perder de vista que somos enviados como corderos en medio de lobos y,
como los hermanos que cita Pablo en su carta a Timoteo, podemos abandonar el
proyecto del Reino, enamorados de este mundo presente.
Como Pablo nos sabemos necesitados de la fuerza de Dios para poder tomar parte
en los duros trabajos del Evangelio; porque se trata, nada más y nada menos, de
engendrar nuevos hijos de Dios por el Evangelio, en palabras de un
santo enamorado hasta los tuétanos de Jesucristo, San Antonio María Claret. Dar
VIDA a otros significa, muy a menudo, entregar la propia para que otros la
tengan y la tengan en abundancia.
El anuncio íntegro del Mensaje, de modo que todos lo oigan, significará muchas
veces en el camino de nuestro diario vivir el abandono de los más cercanos, la
soledad, el hambre de tantas cosas, la desnudez…
¿se dan estos signos también en nuestra vida?
Ante esta realidad,
¿Dónde alentar y sustentar nuestras fuerzas?
“La Eucaristía es el consuelo y la prueba de la victoria definitiva para
quien luche contra el mal y el pecado; es el “pan de vida” que sostiene a todos
cuantos, a su vez, se hacen “pan partido” para los hermanos, pagando a veces
incluso con el martirio su fidelidad al Evangelio (Eucaristía y Misión nº 4)
La Eucaristía es fuente y cumbre de toda vida cristiana (L.G. 11), fuente y
culminación de toda predicación evangélica. El pan y el vino, fruto del trabajo
del hombre, transformado por la fuerza del Espíritu Santo en el cuerpo y la
sangre de Cristo, son la prueba de “un nuevo cielo y una nueva tierra” (Ap
21,1), que la Iglesia anuncia en su misión cotidiana. (Eucaristía y Misión,
nº 3)
La Eucaristía será siempre el sol que ilumina y da calor a nuestras vidas; en
ella encontramos al que es la Vida. En la Eucaristía no es sólo el hombre quien
busca a Dios, es Dios quien busca y espera al hombre (cf. nº 22 del Congreso
Eucarístico)
Vuestra hermana en
la fe,
Carolina Sánchez (carolinasasami@yahoo.es)