SANTOS ÁNGELES CUSTODIOS 10-02
1. CLARETIANOS 2002
Una de mis hermanas se llama María de los Ángeles. En este tiempo de nombres cinematográficos y televisivos, ella está encantada con su nombre cristiano. ¿Por qué la fe cristiana nos habla de los ángeles? ¿Por qué, de manera más específica, nos habla de unos ángeles que nos acompañan personalmente, que nos protegen en los senderos de la vida? Fácilmente podríamos despachar estas preguntas diciendo que se trata de meros símbolos (hermosos, eso sí) para hablar del amor providente de Dios, de recursos literarios provenientes de un contexto en el que era normal expresar las realidades misteriosas usando un lenguaje figurativo. Pero, procediendo así, no estaríamos siendo fieles a la fe de la Iglesia, que, a su vez, quiere ser fiel a la Palabra de Dios.
Hay personas que son insensibles a la realidad de los ángeles y hay otras, sin embargo, que, desde una fe bien fundamentada y sanamente vivida, perciben esta presencia y bendicen a Dios por ella. Sea cual fuere nuestra situación personal, hay algo que podemos pensar en una fiesta como la de hoy y, en general, en todas las ocasiones en las que se nos proponen aspectos "difíciles" del misterio cristiano: "Gracias, Señor, porque me quedan cabos sueltos, porque no puedo encajar todas las piezas de tu revelación, porque me desconciertas".
Los ángeles son un reflejo misterioso del rostro de Dios en nuestra realidad. Y, de hecho, cuando alguien, con su conducta desinteresada y alegre, nos refleja a Dios, solemos decir: "Es un ángel". Cuando desbloqueamos nuestros sentidos interiores, aunque no podamos dar cumplida explicación de todo, sí percibimos este paso protector de Dios por nuestra vida, expresado a través de esos seres misteriosos y a través de hombres y mujeres de carne y hueso que son un destello de Dios.
Gonzalo (gonzalo@claret.org)
2.COMENTARIO 1 -
Mt 18, 1-5.10
v. 1: Este episodio tiene lugar en la misma casa donde estaban Jesús y Pedro. Es
la casa que representa la comunidad de Jesús. Comienza así una instrucción que
tiene como punto de partida la pregunta de los discípulos. El reino de Dios es
la comunidad cristiana; los discípulos, según la mentalidad del judaísmo,
suponen que hay en ésta diferencias de rango.
v. 2: «A un criadito»: el griego paidion (diminutivo de pais = muchacho / mozo
/ chico) denota un niño o niña de hasta doce años (cf. Mc 5,42): mozuelo /
chiquillo». En muchas lenguas, los términos que designan a un joven se emplean
para designar a un sirviente: «mozo de cuerda / de cuadra / de café», «mancebo
de botica», «el chico / la chica / muchacha». Griego pais = «chico / mozo /
servidor / hijo»; diminutivo paidion, desde Aristófanes = «esclavito /
chiquillo» (por ejemplo, «el chiquillo de la tienda»).
En este pasaje no se trata de un chiquillo cualquiera, como aparece claramente a
continuación (4: «el chiquillo éste»; 5: «un chiquillo como éste/de esta
clase»). El chiquillo es un joven sirviente. Al colocarlo en medio, lo hace
Jesús centro de atención y modelo para los discípulos.
v. 3-4. «Si no cambiáis», lit. «si no dais la vuelta», que significa un cambio
de dirección (gr. stréphô, no epistrephô, convertirse). «Estos chiquillos», en
gr. artículo anafórico; no se trata de chiquillos cualesquiera, sino de la clase
representada por el que Jesús ha colocado en el centro. «Hacerse como los
chiquillos/servidores» significa renunciar a toda ambición personal. Siendo este
cambio condición para entrar en el reino, está en relación con la opción
expresada en la primera bienaventuranza (5,3), que es la que permite entrar en
el reino; lo mismo, con la fidelidad exigida en 5,20 y con «renegar de sí
mismo», condición para el seguimiento (16,24).
«Se haga tan poca cosa», el verbo gr. tapeinoô, como el adjetivo tapeinos, no
significan la humildad psicológica, sino la sociológica, la condición humilde.
El paso a lo psicológico se hace añadiendo un complemento de interiorización,
por ej., «de corazón» (cf. 11,29), o con palabra compuesta (tapeinophrosunê).
En la comunidad cristiana, la grandeza se juzga por criterios opuestos a los de
la sociedad. El que sirve, no el que manda, es el más grande. Toda ambición de
preeminencia o de dominio queda excluida.
v. 5: El chiquillo/servidor pasa a ser modelo de discípulo. La disposición al
servicio debe acompañar al discípulo en la misión (cf. 10,14: «si alguien no os
recibe/acoge»; 10,40); ella hace que el discípulo lleve consigo la presencia de
Jesús.
v. 10: La conclusión de lo anterior viene enfatizada por Jesús con la
comparación de los ángeles. Según la creencia judía, sólo podían contemplar el
rostro de Dios los llamados siete ángeles del Servicio. Más tarde, por subrayar
la trascendencia divina, se pensó que ni siquiera éstos podían hacerlo. Para
ponderar el respeto debido a los pequeños se apoya Jesús sobre esa imagen: los
pequeños son delante de Dios los más importantes de los hombres; lo que a ellos
ocurre tiene inmediata resonancia ante el Padre del cielo.
COMENTARIO 2
Los ángeles custodios nos revelan la presencia transcendente de Dios en cada
persona, especialmente en los más pobres. El mayor en el Reino de Dios es el
niño y el que se hace como niño, porque representa en forma paradigmática el
despojo de todo poder. El despojo de la soberbia y de la prepotencia del poder,
es la condición para entrar en el Reino. Uno entra en él cuando descubre el
poder de Dios: el poder de su Amor, el poder de su Palabra y el poder de su
Espíritu. Reino de Dios es Poder de Dios. Los primeros cristianos realizaban
signos y prodigios, porque estaban llenos de ese poder. Esta presencia de Dios
en los más pobres, que son los más grandes en el Reino, es lo que da a los
pobres esa trascendencia: sus ángeles en los cielos ven continuamente el rostro
de Dios.
Cada persona, cada familia, cada comunidad, cada pueblo, tiene su propio ángel
custodio. El libro del Exodo nos muestra al Pueblo de Dios conducido
directamente por el ángel de Dios. El Pueblo debe portarse bien en su presencia,
escuchar su voz y no ser rebelde. En el ángel está el Nombre de Dios. El Nombre
es lo que Dios es. El ángel es esa presencia de Dios en el Pueblo de Dios.
Nosotros también debemos descubrir nuestro propio ángel custodio, sentir su
presencia y escuchar su voz. Hay alguien en nosotros que ve continuamente el
rostro de Dios. Debemos vivir conforme a esta presencia trascendente en nosotros
y reflejarla continuamente en nuestro rostro.
1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid
2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
3. DOMINICOS 2003
Esta fiesta, de raíces bíblicas, y de floración popular muy antigua, alcanzó el rango litúrgico de fiesta en la Iglesia universal muy poco a poco.
Primero, el ángel custodio, como mensajero de Dios y providencia cariñosa, fue un amigo cuya presencia se celebraba casi en privado o familiarmente. Suele decirse que donde tuvo especial acogida fue en los fieles de Francia y España.
El papa san Pío V (1566-72) no incluyó esta fiesta en el calendario universal.
Lo hizo, en cambio, Paulo V en 1607, y luego Clemente X (1670-1676) le señaló este día 2 de octubre como fecha conmemorativa.
Las referencias bíblicas a los santos ángeles son constantes y bellas. En la escritura, los ángeles son mediadores de mensajes divinos, y guiadores-custodios de los hombres.
También a nosotros su imagen se nos ha hecho familiar en versos como éstos:
Ángel santo de la guarda, compañero de mi vida,
tú que nunca me abandonas, ni de noche ni de día.
Aunque espíritu invisible, sé que te hallas a mi lado,
que escuchas mis oraciones y cuentas todos mis pasos.
Ángel de Dios, que yo escuche tu mensaje, y que lo siga,
que vaya siempre contigo hacia Dios que me lo envía.
En presencia de los ángeles, suba al cielo nuestro canto:
Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo. Amén.
“Así dice el Señor al pueblo de Israel [tras haberle establecido –en el desierto- las leyes de culto, propiedad, libertad, respeto a la vida]:
Voy a enviarte un ángel por delante para que te cuide en el camino y te lleve al lugar que te he preparado. Respétale y obedécele. No te rebeles, porque lleva mi nombre y no perdonará tus rebeliones. Si le obedeces fielmente y haces lo que yo digo, “tus enemigos serán mis enemigos y tus adversarios serán mis adversarios”. Mi ángel irá por delante y te llevará a las tierras de los amorreos, fereceos, cananeos, jeveos y jevuseos, y yo acabaré con ellos”.
Gran parte de la obra de Dios realizada a favor de los hombres tiene como vehículo de comunicación, y signo de la presencia divina, a los ángeles. Imagen repetida, a su modo, en varias religiones que aprecian la ‘providencia de Dios’.
“En aquel tiempo se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
¿Quién es el más importante en el Reino de los cielos?
Él llamó a un niño, lo puso en medio, y dijo: Os digo que si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el Reino de los cielos. Por tanto, el que se haga como este niño, ése es el más grande en el Reino de los cielos...
Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial”
Los ángeles son criaturas de Dios que gozan de contemplar su rostro, es decir, son hijos amados en gloria, y sus mensajeros.
Es difícil que nosotros podamos expresar mejor en lenguaje pedagógico y popular humano el cuidado que Dios tiene con nosotros, sobre todo en momentos de gran trascendencia para nuestra vida y fidelidad.
En el texto elegido, del Éxodo, el ángel quiere hacerse visible, como guiador de los carros, selector de caminos, buscador de fuentes.
Sin embargo, nadie veía corporalmente al ángel al que tenía que obedecer y respetar. Guiaba –sobre todo- en el espíritu, desde dentro, desde la conciencia de amigos de Dios.
Apliquémonos su mensaje:
por fidelidad al Señor, hemos de seguir a la luz de la verdad, de la justicia, de la fraternidad, de la solidaridad con los hombres, de la gratitud a Dios. Así, en actitud de fe perseverante, acabaremos alcanzando la meta del Reino al que aspiramos.
En el texto del Evangelio encontramos dos motivos de reflexión.
Primera: quien acoge a un niño por amor de Dios, acoge a Dios.
Así es de grande nuestra religión. Tanto ama Dios a sus criaturas, a sus hijos, desde la más tierna infancia, que en el rostro de su vida puede y debe descubrirse el rostro del Creador y Padre; y en el vaso de agua o caridad que repartimos debe ponerse toda la delicadeza y ternura de devolver a Dios una gota de su agua o una flor de su jardín.
Segunda: no despreciemos a los pequeños, pues su ángeles ven a Dios.
Es bello esto, pero ¿es suficiente? Ese giro literario es una forma indirecta de decirnos que respetemos, amemos y sirvamos a los niños y a los mayores porque su dignidad es tan grande –por ser personas, hijos de Dios- que tienen ángeles asistentes al trono del Señor que se cuidan de ellos. Bendito sea Dios.
Pero preguntémonos:
¿No está toda la Biblia impregnada por el aroma de que cada uno de nosotros está llamado a ser ‘ ángel custodio’ del hermano que está a su lado?
¿No somos todos ‘mensajeros de Dios’ en el servicio al Reino que a todos nos hace hijos y hermanos?
Al Dios no lo vemos; a los ángeles-espíritus no los vemos; pero mutuamente podemos los hombres ser ‘custodios, amigos, ángeles de los demás’.
4. 2003
Mt. 18, 1-5. 10. Celebrando en este día la fiesta
de los santos Ángeles custodios, meditemos en esta parte del Evangelio que nos
presenta la Liturgia correspondiente. Dios, como Padre Providente, siempre vela
por nosotros y se ha hecho cercanía a nosotros por medio de Jesús, su Hijo hecho
Hombre. Él siempre manifestó su amor para con los pobres y los enfermos, para
con los pequeños y los pecadores; Él nunca permaneció indiferente ante el
sufrimiento humano. Su amor preferencial para aquellos que son considerados como
los niños, desprotegidos de todo y necesitados de todo, nos recuerda cuál debe
ser también el camino preferencial en el amor de la Iglesia. Muchas veces nos
encontraremos con quienes necesitan quien vele por ellos y por sus intereses.
Dios nos ha enviado a ellos para que les manifestemos de un modo real, efectivo,
el amor misericordioso del Señor que nos ha concedido y que quiere que llegue a
todos por medio de su Iglesia.
En esta Eucaristía el Señor nos ha hecho conocer su voluntad. Él nos precede con
la manifestación más grande de su amor por nosotros: su Misterio Pascual,
mediante el cual nos dice, no sólo con palabras, sino con obras, que nadie tiene
amor más grande que aquel que da la vida por sus amigos. Y nos invita a que
también nosotros seamos sus amigos porque pongamos en práctica sus mandamientos.
Tratemos de no sólo conformarnos con escuchar la Palabra de Dios y, meditándola,
comprendiéndola, vivirla de un modo muy personalista, como quien enciende una
lámpara y la oculta dentro de una vasija de barro. Quien en verdad celebra al
Señor debe abrir los ojos ante los hambrientos y necesitados para compartir con
ellos lo que Dios ha puesto en sus manos. Pues sólo en la alegría que se
comparte remediando las necesidades de los pobres, podremos, en verdad,
confesarnos discípulos de Aquel que salió a nuestro encuentro para anunciarnos
la Buena Nueva del amor del Padre mediante sus palabras, sus obras, sus
actitudes y su vida misma. Si en verdad entramos en comunión de vida con Él en
esta Eucaristía, no podemos dejar de ser un signo creíble de su amor
misericordioso para nuestros hermanos.
Quienes vivimos unidos a Cristo preocupémonos de cuidar de nuestros hermanos
necesitados como Dios ha velado por nosotros. No podemos, por tanto, buscar
seguridad, sino dar seguridad; no podemos esperar recibir, sino dar, pues hay
más alegría en dar que en recibir; no podemos tender la mano como pobres cuando
esta actitud no es consecuencia de un seguimiento radical, serio, verdadero del
Señor, y de una constante proclamación de su Evangelio, sino sólo consecuencia
de nuestras flojeras y comodidades que nos encierran, incluso, en nuestra propia
casa y nos hacen ser unos dependientes inútiles, que más que tener un compromiso
con Cristo han hecho de su seguimiento del Señor un modo de vivir cómodo y
fácil. Por eso debemos ser bien cuidadosos al socorrer a los necesitados para no
provocar simplemente el dejarnos estafar por personas moralmente deshonestas. Ya
nos dice la Didajé, que es un escrito del principio de nuestra era cristiana: A
todo el que te pida, dale y no se lo reclames, pues el Padre quiere que a todos
se dé de sus propios bienes. Bienaventurado el que, conforme al mandamiento,
diere, pues es inocente. Pero ¡ay del que recibe! Pues si recibe por estar
necesitado, será inocente; mas el que recibe sin sufrir necesidad, tendrá que
dar cuenta por qué recibió y para qué. Será puesto en prisión, se le examinará
sobre lo que hizo y no saldrá de allí hasta haber pagado el último cuadrante.
Mas también acerca de esto fue dicho: Que tu limosna sude en tus manos, hasta
que sepas a quién das. Amemos y socorramos pues, en verdad, a quienes, siendo
real y no de un modo ficticio como los niños, necesitan de nuestra protección,
de nuestra ayuda, de nuestro amparo.
Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María nuestra
Madre, la gracia de saber amar, ciertamente a todos, buscando el bien de todos,
conduciendo a todos hacia un encuentro personal con el Señor; sin olvidar que
hemos de tener una amor preferencial, no exclusivo, por aquellos que viven en
desgracia, o que han sido dominados por el pecado, para ayudarles a recobrar su
dignidad humana y su dignidad de hijos de Dios. Amén.
www.homiliacatolica.com
5.
ACI DIGITAL 2003
1. Sobre este punto fundamental cf. Luc. 1, 49 ss.;
Marc. 10, 14 s. "Si el valor de una conducta se mide por el premio, aquí está la
principal. ¡Y pensar que la pequeñez es lo que menos suele interesarnos!".
3. Si no volviereis, etc.: todos hemos sido niños. El volver a serlo no puede
extrañarnos, pues Jesús dice a Nicodemo que hemos de nacer de nuevo (Juan 3, 3).
"¡Ser niño! He aquí uno de los alardes más exquisitos de la bondad de Dios hacia
nosotros. He aquí uno de los más grandes misterios del amor, que es uno de los
puntos menos comprendidos del Evangelio, porque claro está que si uno no siente
que Dios tiene corazón de Padre, no podrá entender que el ideal no esté en ser
para El un héroe, de esfuerzos de gigante, sino como un niñito que apenas
empieza a hablar. ¿Qué virtudes tienen esos niños? Ninguna, en el sentido que
suelen entender los hombres. Son llorones, miedosos, débiles, inhábiles,
impacientes, faltos de generosidad, y de reflexión y de prudencia; desordenados,
sucios, ignorantes y apasionados por los dulces y los juguetes. ¿Qué méritos
puede hallarse en semejante personaje? Precisamente el no tener ninguno, ni
pretender tenerlo robándole la gloria a Dios como hacían los fariseos (cf. Luc.
16, 15; 18, 9 ss.; etc.). Una sola cualidad tiene el niño, y es el no pensar que
las tiene, por lo cual todo lo espera de su padre".
5. A Mí me recibe: cf. 10, 40 y 25, 40. Recompensa incomparable de quienes
acogen a un niño para educarlo y darle lo necesario "en nombre de Jesús"; y
máxima severidad (v. 6) para los que corrompen a la juventud en doctrina o
conducta. Escándalo es literalmente todo lo que hace tropezar, esto es, a los
que creen, matando su fe en El, o deformándola.
10. En esto se funda la creencia en los Angeles Custodios.
6.
Contemplar el Evangelio de hoy
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Día litúrgico: Los santos Ángeles de la Guarda
Ref. del Evangelio: Mt 18,1-5.10
Texto del Evangelio: En una ocasión se acercaron a Jesús los discípulos y le
dijeron: «¿Quién es, pues, el mayor en el Reino de los Cielos?». Él llamó a un
niño, le puso en medio de ellos y dijo: «Yo os aseguro: si no cambiáis y os
hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Así pues, quien
se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos. Y el
que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe. Guardaos de
menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los
cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos.
Comentario: Dr. Antoni Pujals i Ginabreda, Vicario del Opus Dei en Catalunya
«Sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en
los cielos»
Hoy celebramos la memoria de los Ángeles Custodios. Hacía tiempo que fariseos y
saduceos mantenían una acalorada disputa sobre si los ángeles existen o no;
decían los saduceos que éstos no eran otra cosa que quimeras, fantasías de
ignorantes.
Jesús, como de pasada, quiso dejar bien clara la doctrina. «Llamó a un niño, le
puso en medio de ellos y dijo: (...) Guardaos de menospreciar a uno de estos
pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el
rostro de mi Padre que está en los cielos» (Mt 19,2-3.10). La existencia de los
ángeles «es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la
unanimidad de la Tradición» (Catecismo de la Iglesia, n. 328).
—Yo, Jesús, nunca he dudado sobre la existencia de los ángeles. Ya de niño, mi
madre me lo recordaba cada mañana al ir a la escuela. Él ha guiado todos mis
pasos hasta conducirme al sacerdocio. De nuevo, el Catecismo enseña: «Desde su
comienzo hasta la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y de su
intercesión. ‘Nadie podrá negar que cada fiel tiene a su lado un ángel como
protector y pastor para conducir su vida’ (San Basilio)» (n. 336).
San Josemaría recomendaba no solamente tenerles devoción, sino también amistad:
«Ten confianza con tu Ángel Custodio. —Trátalo como un entrañable amigo —lo es—
y él sabrá hacerte mil servicios en los asuntos ordinarios de cada día».
—Con frecuencia le pido ayuda y nunca me ha desatendido: «Te pasmas porque tu
Ángel Custodio te ha hecho servicios patentes. —Y no debías pasmarte: para eso
le colocó el Señor junto a ti». Y cuando voy por la calle pienso: Éste quizá no
sabe que tiene cerca un ángel. ¡Ángel, ayúdale! Es cosa aprendida también de san
Josemaría: «Acostúmbrate a encomendar a cada una de las personas que tratas a su
Ángel Custodio».
De ahí que, «toda la vida de la Iglesia se beneficie de la ayuda misteriosa y
poderosa de los ángeles», nos dice el Catecismo (n. 334). —¡Cuántos motivos
tengo para dar gracias a Dios y a su Madre, Reina de los Ángeles!
7. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO 2004
Ex 23, 20-23: El ángel de Dios presente en el
Pueblo de Dios
Salmo responsorial: 90, 1-6.10-11
Mt 18, 1-5.10: Cuidado con mostrar desprecio a un pequeño de éstos.
La palabra griega con la que se dice niño (paidíon, diminutivo de páis muchacho,
mozo, chico) designa con frecuencia no simplemente a un niño menor de doce años,
sino a un niño en cuanto que ejerce de sirviente y ayuda en las tareas
familiares. A esta clase de niños se refiere el evangelio de hoy cuando Jesús
propone a uno de ellos como modelo a imitar: se trata de un sirviente, calidad
que Jesús quiere resaltar cuando invita a sus discípulos a cambiar y hacerse
como “estos” niños-servidores. Los niños no contaban en aquella sociedad y
estaban desposeídos de toda clase de derechos; eran con frecuencia despreciados
por la gente y, en todo caso, no tenidos en cuenta para la toma de decisiones
dentro de la casa.
Pues bien, Jesús propone a uno de estos niños como modelo para mostrarnos que la grandeza cristiana no consiste en el poder o en ejercer el dominio sobre los demás, sino en la capacidad de servicio que tengamos. Ser grande en cristiano significa ser servidor, ponerse en el lugar de los que no cuentan ni tienen privilegios, renunciando a la ambición de poder y dominio. Mensaje difícil de comprender y más de llevar a la práctica. Hacerse “poca cosa” y acoger a los que lo son es el camino para la grandeza cristiana. Jesús se ha identificado con ellos.
Según la creencia judía, sólo podían contemplar el rostro de Dios los llamados siete ángeles del Servicio. Pues bien, para ponderar el respeto debido a los niños-servidores se apoya Jesús en esa imagen: los niños son delante de Dios los más importantes de los hombres; lo que a ellos ocurre tiene inmediata resonancia ante el Padre del cielo. De este modo establece Jesús una nueva jerarquía. Quien sirve más es el más grande. La grandeza consiste en servir. Tomemos nota.
8. DOMINICOS 2004
Sembremos amor
Ángel de Dios, que yo escuche tu mensaje, y que lo siga; que vaya siempre
contigo hacía Él, que a mí te envía.
Testigo de lo invisible, presencia del cielo amiga, gracias por tu fiel
custodia, gracias por tu compañía.
Esta fiesta, de raíces bíblicas y populares muy antiguas, se celebró primero en
tono menor, como fiesta particular, no de la iglesia universal, teniendo más
importancia en Francia y España que en otras regiones.
El Papa san Pío V no la incluyó en el calendario universal, pero sí lo hizo
Paulo V en 1607. Y posteriormente Clemente X (1670-1676) le señaló como fecha
litúrgica este día 2 de octubre. Las referencias bíblicas a los santos ángeles
son tan constantes y bellas, como son frecuentes y bellas las mediaciones
personales que aparecen en la comunicación a los hombres de los mensajes divinos
que hace la Providencia.
Cuando compartimos piadosamente esta celebración y miramos a los ángeles de Dios
como a guiadores-custodios nuestros, en esa imagen tan tierna y familiar hemos
de leer y ver –por una parte- cuán grande y tierno es el Corazón de nuestro Dios
que siempre está a nuestro lado, aunque muchas veces no nos detengamos a
considerarlo, y –por otra- la vocación que tenemos cada uno e los creyentes de
ser ‘ángeles custodios’ para cuantos comparten con nosotros el camino de la
historia..
La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Lectura del libro del Éxodo 23, 20-23:
“Así dice el Señor al pueblo de Israel, tras haberle establecido en el desierto
las leyes de culto, propiedad, libertad y respeto a la vida:
Voy a enviarte un ángel por delante de ti para que te cuide en el camino y te
lleve al lugar que te he preparado. Respétalo y obedécele.
No te rebeles, porque lleva mi nombre y no perdonará tus rebeliones.
Si le obedeces fielmente y haces lo que yo digo, tus enemigos serán mis enemigos
y tus adversarios serán mis adversarios. Mi ángel irá por delante y te llevará a
las tierras de los amorreos, fereceos, cananeos, jeveos y jevuseos, y yo acabaré
con ellos”.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 18, 1-5.10:
“En aquel tiempo se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
¿Quién es el más importante en el Reino de los cielos?.
El llamó a un niño, lo puso en medio, y dijo: Os digo que si no volvéis a ser
como niños, no entraréis en el Reino de los cielos.
Por tanto, el que se haga como este niño, ése es el más grande en el Reino de
los cielos...
Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles
están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial”
Reflexión para este día
No hay ángeles de guerra sino de amor y paz.
El grafismo humano con que se describe en el Exodo la misión encomendada por
Dios a sus ángeles cerca del pueblo elegido es impresionante:
-el ángel abre la marcha del grupo peregrino,
-el ángel cuida de todos y cada uno en sus caminos,
-el ángel los conduce a la tierra de promisión que está ocupada por amorreos,
heteos, cananeos...
Si la realidad responde al grafismo literario, y todo se entiende materialmente,
se diría que Dios es sumamente partidario, y que sólo tiene interés por Israel.
¡Lenguaje desmedido el del Éxodo! ¡Ese Dios y esos ángeles no nos valen, son
guerreros!
Una cosa es que Dios ame a su pueblo, y otra que ponga ángeles responsables en
la conquista y exterminio. Aquí también la letra mata, el espíritu vivifica. No
hay ángeles de guerra y muerte; hay Dios de vida y amor, y sus ángeles son de
luz y de paz, en la conciencia y en la calle.
9.
Comentario: Dr. Antoni Pujals i Ginabreda, Vicario
del Opus Dei en Cataluña (España)
«Sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en
los cielos»
Hoy celebramos la memoria de los Ángeles Custodios. Hacía tiempo que fariseos y
saduceos mantenían una acalorada disputa sobre si los ángeles existen o no;
decían los saduceos que éstos no eran otra cosa que quimeras, fantasías de
ignorantes.
Jesús, como de pasada, quiso dejar bien clara la doctrina. «Llamó a un niño, lo
puso en medio de ellos y dijo: (...) Guardaos de menospreciar a uno de estos
pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el
rostro de mi Padre que está en los cielos» (Mt 19,2-3.10). La existencia de los
ángeles «es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la
unanimidad de la Tradición» (Catecismo de la Iglesia, n. 328).
—Yo, Jesús, nunca he dudado sobre la existencia de los ángeles. Ya de niño, mi
madre me lo recordaba cada mañana al ir a la escuela. Él ha guiado todos mis
pasos hasta conducirme al sacerdocio. De nuevo, el Catecismo enseña: «Desde su
comienzo hasta la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y de su
intercesión. ‘Nadie podrá negar que cada fiel tiene a su lado un ángel como
protector y pastor para conducir su vida’ (San Basilio)» (n. 336).
San Josemaría recomendaba no solamente tenerles devoción, sino también amistad:
«Ten confianza con tu Ángel Custodio. —Trátalo como un entrañable amigo —lo es—
y él sabrá hacerte mil servicios en los asuntos ordinarios de cada día».
—Con frecuencia le pido ayuda y nunca me ha desatendido: «Te pasmas porque tu
Ángel Custodio te ha hecho servicios patentes. —Y no debías pasmarte: para eso
le colocó el Señor junto a ti». Y cuando voy por la calle pienso: Éste quizá no
sabe que tiene cerca un ángel. ¡Ángel, ayúdale! Es cosa aprendida también de san
Josemaría: «Acostúmbrate a encomendar a cada una de las personas que tratas a su
Ángel Custodio».
De ahí que, «toda la vida de la Iglesia se beneficie de la ayuda misteriosa y
poderosa de los ángeles», nos dice el Catecismo (n. 334). —¡Cuántos motivos
tengo para dar gracias a Dios y a su Madre, Reina de los Ángeles!
10.
Conversación de Príncipes
Fuente: Arvo.net
Autor: Antonio Orozco
Si fuésemos humildes siervos en la edad de oro de los poderes regios y topásemos
con un príncipe sabio, magnífico y magnánimo, de poder invencible, dispuesto a
ser nuestro protector y amigo, aliado en las batallas y servidor en nuestros
varios menesteres, nos hallaríamos ante una sombra de nuestro Angel Custodio.
Asombro, admiración y gratitud no conocerían límites en nuestro ánimo y
atenderíamos a sus más leves gestos.
La Iglesia entera proclama gozosa la existencia de esos Príncipes del Cielo que
están junto a nosotros en la tierra; y lo celebra especialmente cada 2 de
octubre. San Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei (1) decía en
Argentina, ante una muchedumbre de hombres y mujeres de toda edad y condición:
El Ángel Custodio es un Príncipe del Cielo que el Señor ha puesto a nuestro lado
para que nos vigile y ayude, para que nos anime en nuestras angustias, para que
nos sonría en nuestras penas, para que nos empuje si vamos a caer, y nos
sostenga (2).Era un modo de expresar en síntesis lo que la Doctrina Católica ha
enseñado de continuo: La Providencia de Dios ha dado a los Ángeles la misión de
guardar al linaje humano y de socorrer a cada hombre; y no han sido enviados
solamente en algún caso particular, sino designados desde nuestro nacimiento
para nuestro cuidado, y constituidos para defensa de la salvación de cada uno de
los hombres(3).
Mirad -decía el Señor a sus discípulos- que no despreciéis a algunos de estos
pequeñuelos, porque os hago saber que sus Ángeles en los Cielos están siempre
viendo el rostro de mi Padre celestial (4). Y los santos se asombran: Grande es
la dignidad de las almas, cuando cada una de ellas, desde el momento de nacer,
tiene un Ángel destinado para su custodia (5). ¡Amorosa providencia de nuestro
Padre Dios!, gran bondad la suya, que otorga a sus criaturas parte de su poder,
para que unos y otros seamos también difusores de bondad.
No imploramos bastante a los Ángeles, dice Bernanos. Inspiran cierto temor a los
teólogos (a algunos, claro es), que los relacionan con aquellas antiguas
herejías de las iglesias de Oriente; un temor nervioso, ¡vamos! El mundo está
lleno de Ángeles (6).
Lo cierto es que nos acompañan a sol y sombra, por cumplir puntual y
amorosamente, la misión que la Trinidad les ha confiado: que te custodien en
todas tus andanzas (7). No parece sensato rehusar un auxilio tan precioso.
En Getsemaní –aquella altísima cumbre del dolor- se hallaba el Dios humanado en
agonía, en lucha singular frente al pavor y hastío, con tristeza de muerte. Los
apóstoles -incluso Pedro, Santiago y Juan- heridos por el sopor, dormitaban
después de tensa jornada. Jesús, solo, se adentra en el insondable drama de la
Redención de la humanidad caída. Gruesas gotas de sangre emanan de su piel y
empapan la tierra (8), muestra elocuente de la magnitud de la angustia.
En esto se le apareció un Ángel del Cielo que le confortaba (9). ¿Qué Ángel
sería aquél que recibió estremecido la misión de prestar vigor a la Fortaleza y
consolar al Creador? ¡Qué humildad! ¡que temblor! ¡qué fortaleza!
A veces, también nosotros, pequeños, débiles, medrosos, hemos de dar consuelo y
energía a los más fuertes. Es tremendo, pero hay que hacerlo. Y si Cristo Jesús
acude a un Ángel en busca de auxilio, ¿será tanta mi soberbia o mi ignorancia,
que yo prescinda de semejante ayuda? Los Ángeles y demás Santos son como una
escala de preciosas piedras que, como por ensalmo, nos elevan al trono de la
gloria.
Hacer amistad con el Ángel Custodio
Sin duda he de tratar mucho más a mi Ángel. Es imponente su personalidad. Sin
embargo, aunque muy superiores a nosotros por naturaleza, las criaturas
angélicas son, por gracia, como nosotros, hijos del mismo Padre celestial: nos
unen entrañables lazos de fraternidad. Cariño recíproco y personal, confidencia
y común quehacer son hacederos con el ángel. Su amistad es en verdad factible.
En espíritu están los ángeles pegados al hombre. Y van marchando con el tiempo
histórico al compás de nuestra persona. El ángel se halla pronto a escuchar
porque su guardia no la rinde el sueño ni el cansancio. Es vigilia sin relevo.
Con él se puede departir en lenguaje franco de labios, aquél que se oye sin el
servicio de la lengua, el verbo que ahorra fatigas y tiempo (10).
Es maravilloso que en este andar por la tierra, nos acompañen los Ángeles del
Cielo. Antes del nacimiento de nuestro Redentor, escribe san Gregorio Magno,
nosotros habíamos perdido la amistad de los ángeles. La culpa original y
nuestros pecados cotidianos nos habían alejado de su luminosa pureza... Pero
desde el momento en que nosotros hemos reconocido a nuestro Rey, los ángeles nos
han reconocido como conciudadanos.
Y como el Rey de los cielos ha querido tomar nuestra carne terrena, los ángeles
ya no se alejan de nuestra miseria. No se atreven a considerar inferior a la
suya esta naturaleza que adoran, viéndola ensalzada, por encima de ellos, en la
persona del Rey del cielo; y no tienen ya inconveniente en considerar al hombre
como un compañero (11).
Consecuencia lógica: Ten confianza con tu Ángel Custodio. -Trátalo como un
entrañable amigo -lo es- y él sabrá hacerte mil servicios en los asuntos
ordinarios de cada día (12). Y te pasmarás con sus servicios patentes. Y no
debieras pasmarte: para eso le colocó el Señor junto a ti (13).
Su presencia se hace sentir en lo íntimo del alma. Tratando con él de los
propios asuntos, se iluminan de súbito con luz divina. Y no es de maravillar,
pues es verdadero lo que dicen aquellas letras grandes, inmensas, grabadas en un
muro blanco de La Mancha, que transcribe Azorín: los ángeles poseen luces muy
superiores a las nuestras; pueden contribuir mucho, por tanto, a que las ideas
de los hombres sean más elevadas y más justas de lo que de otro modo lo serían,
dada la condición del espíritu humano (14).
Precisamente, la misión de custodiar se ordena a la ilustración doctrinal como a
su último y principal efecto (15). Los Ángeles Custodios nutren nuestra alma con
sus suaves inspiraciones y con la comunicación divina; con sus secretas
inspiraciones, proporcionan al alma un conocimiento más alto de Dios. Encienden
así en ella una llama de amor más viva (16). No sólo llevan a Dios nuestros
recaudos, sino también traen los de Dios a nuestras almas, apacentándolas, como
buenos pastores, de dulces comunicaciones e inspiraciones de Dios, por cuyo
medio Dios también las hace (17).
Aliado en las batallas
Cada día tiene su afán, y Satanás -el Adversario- anda siempre en torno nuestro,
como león rugiente, buscando presa que devorar (18). El también ha sido Ángel,
magnífico, poderosísimo. Solos estaríamos perdidos. Pero los Ángeles fieles, con
el poder de Dios, como buenos pastores que son, nos amparan y defienden de los
lobos, que son los demonios (19). También Nuestro Señor Jesucristo, cuando
permitió -para nuestro consuelo y ejemplo- que el demonio le tentase en la
soledad del desierto, en momentos de humana flaqueza, quiso la cercanía de los
ángeles. La historia se repite en sus miembros: después de la lucha entre el
amor de Dios en la libertad del hombre con el odio satánico, viene la victoria.
Y los ángeles celebran el triunfo -nuestro y suyo- vertiendo a manos llenas en
el corazón del buen soldado de Cristo la gracia divina, merecida y ganada no con
las solas fuerzas humanas, sino más bien con las divinas, puestas por Dios en
los brazos misteriosos de los Santos Ángeles, nuestros Príncipes del Cielo.
Estando con ellos, estamos con Dios, y si Deus nobiscum, quis contra nos? (20),
si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?.
Contando asiduamente con los Custodios, seremos más señores de nosotros mismos y
del mundo. Porque es de saber que los Ángeles gobiernan realmente el mundo
material: dominan los vientos, la tierra, el mar, los árboles... (21). Con
sabiduría divina la Escritura reduce las fuerzas naturales, sus manifestaciones
y efectos, a su más alta causalidad, como más tarde lo haría San Agustín en la
frase: «toda cosa visible está sujeta al poder de un angel» (22).
Los Ángeles, junto al Sagrario
El mundo está lleno de Ángeles. El Cielo está muy cerca; el Reino de Dios se
halla en medio de nosotros. Basta abrir los ojos de la fe para verlo. Y el
pequeño mundo, los millares de pequeños mundos que entornan los Sagrarios, están
llenos de Ángeles: Oh Espíritus Angélicos que custodiáis nuestros Tabernáculos,
donde reposa la prenda adorable de la Sagrada Eucaristía, defendedla de las
profanaciones y conservadla a nuestro amor»(23).
Los Sagrarios nunca están solos. Demasiadas veces están solos de corazones
humanos, pero nunca de espíritus angélicos, que adoran y desagravian por la
indiferencia e incluso el odio de los hombres. Al entrar en el templo donde se
halla reservada la Eucaristía, no debemos dejar de ver y saludar a los Príncipes
del Cielo que hacen la corte a nuestro Rey, Dios y Hombre verdadero. Para
agradecerles su custodia y rogarles que suplan nuestras deficiencias en el amor.
Y al celebrarse la Santa Misa, la tierra y el
cielo se unen para entonar con los Angeles del Señor: Sanctus, Sanctus,
Sanctus... Yo aplauso y ensalzo con los Angeles: no me es difícil, porque me sé
rodeado de ellos, cuando celebro la Santa misa. Están adorando a la Trinidad
(24). Con ellos, qué fácil resulta meterse en el misterio. Estamos ya en el
Cielo, participando de la liturgia celestial, en el centro del tiempo, en su
plenitud, metidos ya en la eternidad, gozando indeciblemente.
Los custodios de los demás
Pero ¿y los Custodios de los demás, no existen? ¡Claro que sí! También debemos
contar con su presencia cierta: saludarles con veneración y cariño; pedirles
cosas buenas para cuantos nos rodean o se cruzan en nuestro camino: en el lugar
de trabajo, en la calle, en el autobús, en el tren, en el supermercado, por la
escalera... Así, las relaciones humanas, se hacen más humanas, además de más
divinas: Si tuvieras presentes a tu Ángel y a los Custodios de tus prójimos
evitarías muchas tonterías que se deslizan en la conversación (25). Las nuestras
serían entonces conversaciones de príncipes, con la digna llaneza de los hijos
de Dios, gente noble, bien nacida, sin hiel en el alma ni veneno en la lengua,
con calor en el corazón. Nuestra palabra sería siempre -ha de ser- sosegada y
pacífica, afable, sedante, consoladora, estimulante, unitiva, educada (que todo
lo humano genuino precisa de educación cuidadosa). Habría siempre -ha de haber-
en la conversación, más o menos perceptible, un tono cristiano, sobrenatural, es
decir, iluminado por la fe, movido por la esperanza e informado por la caridad
teologal.
De este modo, también las gentes que nos tratan, descubrirán que el Cielo está
muy cerca; que es hora de despertar del sueño, que ha pasado el tiempo de
sestear como Pedro, Santiago y Juan en Getsemaní; que somos algo más que
ilustres simios; que no somos ángeles, pero gozamos de alma espiritual e
inmortal, y somos -como los Ángeles- hijos de Dios. Es hora de aliarse con todas
las fuerzas del Bien, del Cielo y de la tierra, para ahogar el mal en su
abundancia.
La Virgen Santa, Reina de los Ángeles, nos enseñará a conocer y a tratar a
nuestro Angel Custodio; sonreirá cuando nos vea conversar con él
entrañablemente, porque nos verá en un camino bueno, en la escala que sube al
trono de Dios. Pido al Señor que, durante nuestra permanencia en este suelo de
aquí, no nos apartemos nunca del caminante divino. Para esto, aumentemos también
nuestra amistad con los Santos Ángeles Custodios. Todos necesitamos mucha
compañía: compañía del Cielo y de la tierra. Sed devotos de los Santos Ángeles!
Es muy humana la amistad, pero también es muy divina; como la vida nuestra, que
es divina y humana (26).
__________
Notas
1.JUAN PABLO II, Const. Apost. Ut sit, 28-XI-1982, proemio.
2.BEATO JOSEMARIA ESCRIVA, en Buenos Aires (Argentina), 16-VI-1974.
3 Cat. Con. Trento, parte IV, cap. IX, nn. 4 y 6.
4 Mt 18, 10
5 SAN JERONIMO
6 BERNANOS, Diario de un cura rural.
7 Sal 90, 11
8 Lc 22, 39-44
9 Lc 22, 43.
10 ANDRES VAZQUEZ DE PRADA, La amistad, Madrid 1956, pp. 241-242
11 JOSEMARIA ESCRIVA, Es Cristo que pasa, n. 187
12 JOSEMARIA ESCRIVA, Camino, n. 562
13 Ibid., n. 565
14 AZORIN, La Mancha
15 Cfr. STO.TOMAS DE AQUINO, S. Th.,I, q. 113, a. 5.
16 SAN JUAN DE LA CRUZ, Avisos y máximas, n. 220.
17 ID., Canciones entre el alma y el Esposo, 2, 3.
18 1 Ped 5, 8.
19 SAN JUAN DE LA CRUZ, l.c.
20 Rom 8, 31
21 Cfr. Apc 7, 1
22 PINSK, Hacia el centro, Ed. Rialp, Madrid 1957, p. 161.
23 Camino, n. 569.
24 Es Cristo..., n. 89.
25 Camino, 564
26 JOSEMARIA ESCRIVA, Amigos de Dios, n. 315
11. Sábado, 2 de octubre del 2004
Santos Ángeles Custodios
Mi Ángel irá delante de ti
Lectura del libro del Éxodo 23, 20-23a
Así habla el Señor:
«Yo voy a enviar un Ángel delante de ti, para que te proteja en el camino y te
conduzca hasta el lugar que te he preparado.
Respétalo y escucha su voz. No te rebeles contra él, porque no os perdonará las
transgresiones, ya que mi nombre está en él.
Si tú escuchas realmente su voz y haces todo lo que yo te diga, seré enemigo de
tus enemigos y adversario de tus adversarios. Entonces mi Ángel irá delante de
ti».
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL 90, 1-6.10-11
R. Él te encomendó a sus ángeles
para que te cuiden en todos tus caminos.
Tú que vives al amparo del Altísimo
y resides a la sombra del Todopoderoso,
di al Señor: «Mi refugio y mi baluarte,
mi Dios, en quien confío». R.
Él te librará de la red del cazador
y de la peste perniciosa;
te cubrirá con sus plumas
y hallarás un refugio bajo sus alas. R.
No temerás los terrores de la noche,
ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que acecha en las tinieblas,
ni la plaga que devasta a pleno sol. R.
No te alcanzará ningún mal,
ninguna plaga se acercará a tu carpa,
porque él te encomendó a sus ángeles
para que te cuiden en todos tus caminos. R.
EVANGELIO
Sus ángeles en el cielo están constantemente
en presencia de mi Padre celestial
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 18, 1-5. 10
En aquel momento, los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: «¿Quién
es el más grande en el Reino de los Cielos?»
Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: «Les aseguro que si no
cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. Por lo
tanto, el que se haga pequeño como este niño será el más grande en el Reino de
los Cielos. El que recibe a uno de estos pequeños en mi nombre me recibe a mí
mismo.
Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que
sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre
celestial».
Palabra del Señor.
Reflexión:
Mt. 18, 1-5. 10. El niño pequeño, que no es rebelde, va aprendiendo de sus
padres cómo enfrentar la vida con autoridad y dominio de sí mismo. Aquellos que
son sus "maestros en la vida", sus padres, deben ser conscientes de lo que van
haciendo con sus hijos, pues no son sólo sus palabras, sino su ejemplo, es el
que hará que en el futuro sus hijos sean personas rectas o sean uno
delincuentes. Por eso el Señor nos pide que no seamos ocasión de escándalo para
los demás. Jesús nos ha enseñado el camino del amor, de la verdad y de la vida;
Él no nos dio un mal ejemplo que pudiera desviarnos del camino del bien. Él
quiere que seamos realmente sus discípulos para que después vayamos y
proclamemos su Evangelio de acuerdo al ejemplo que Él nos dio, y no vayamos al
mundo, sólo con una ciencia humana pero con una vida deteriorada que, en lugar
de ayudar a los demás en su camino de salvación, les sea ocasión de escándalo y
de alejamiento del mismo Dios. Por eso hemos de pedirle a Dios que nos conceda
el saberlo escuchar y dejarnos transformar por Él en fieles testigos suyos.
Vivamos totalmente comprometido con el Señor; aprendamos a escuchar su Palabra y
a hacerla vida en nosotros para que, enviados por Él, por nuestro medio Dios
llame a todos a la conversión y a la participación de su Vida eterna,
especialmente a aquellos o que son niños, o que son como ellos a causa de su
pobreza, o a causa de una conciencia rectamente formada.
En la Eucaristía, que estamos celebrando, el Señor se convierte para nosotros en
Maestro de Vida. Y no es sólo su Palabra la que ha dirigido a nosotros para
instruirnos; Él mismo va delante nuestro, cargando su cruz, e invitándonos a ir
tras sus huellas hasta que nos introduzca en la Casa del Padre, para gozar de Él
eternamente. Un árbol se conoce por sus frutos; y de la abundancia del corazón
habla la boca. Si queremos una vida más recta, más justa y más fraterna,
sabiendo de lo frágil de nuestra naturaleza humana, inclinada más al mal que al
bien, entremos en una auténtica comunión de Vida con el Señor, de tal forma que
viviendo nosotros en una continua conversión a Él, día a día vayamos
manifestando su amor, su alegría y su paz a nuestros hermanos. Que esta
Eucaristía sea para nosotros el principio de una vida nueva, renovada en Cristo
Jesús, Hermano y Señor nuestro.
Así como el Señor nos ha concedido un ángel que custodie en nosotros el amor que
nos ha dado, así quiere que su Iglesia sea como el ángel que custodia el amor
que ha infundido en el corazón de todos sus hijos. No podemos convertirnos en
aquellos que viven hipócritamente su fe; no podemos arrodillarnos ante el Señor
para después salir y convertirnos en ocasión de escándalo y de pecado para
nuestro prójimo. El Señor nos quiere como testigos de su amor, hechos cercanía
al hombre que sufre azotado por la enfermedad, por el dolor o por la injusticia.
El Señor nos quiere como un auténtico signo de reconciliación para todos
aquellos que se alejaron del amor a Dios y del amor al prójimo. No podemos
quedarnos en simples predicadores o instructores de los demás acerca de las
verdades de nuestra fe. Hemos de hacer cercano a todos el Rostro amoroso de
Dios, que llega a ellos con todo su amor para salvarlos, para levantarlos de sus
pecados y para librarlos de todas sus opresiones y esclavitudes Por medio de la
Iglesia. Entonces seremos como el ángel de Dios que acompaña a los suyos hasta
introducirlos sanos y salvos en la Patria eterna, en la Casa de nuestro Dios y
Padre.
Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra
Madre, la gracia de hacer nuestros su Vida y su Espíritu, de tal forma que,
convertidos en testigos suyos, procuremos en todo el bien de nuestros hermanos.
Amén.
12. Los ángeles, compañeros de viaje
Fuente: Catholic.net
Autor: Teresa Fernández
Los ángeles son mensajeros de Dios. En concreto, los ángeles custodios se
encargan de cuidarnos aquí en la Tierra
Debido a su naturaleza espiritual, los ángeles no pueden ser vistos ni captados
por los sentidos. En algunas ocasiones muy especiales, con la intervención de
Dios, han podido ser oídos y vistos materialmente. La reacción de las personas
al verlos u oírlos ha sido de asombro y de respeto. Por ejemplo, el profeta
Daniel y Zacarías.
La misión de los ángeles es amar, servir y dar gloria a Dios, ser sus
mensajeros, cuidar y ayudar a los hombres. Ellos están constantemente en la
presencia de Dios, atentos a sus órdenes, orando, adorando, vigilando, cantando
y alabando a Dios y pregonando sus perfecciones. Se puede decir que son
mediadores, custodios, protectores y ministros de la justicia divina.
Los ángeles nos comunican mensajes del Señor importantes en determinadas
circunstancias de la vida. En momentos de dificultad, se les puede pedir luz
para tomar una decisión, para solucionar un problema, actuar acertadamente,
descubrir la verdad; por ejemplo tenemos las apariciones a la Virgen María, San
José y Zacarías. Todos ellos recibieron mensajes de los ángeles.
Los ángeles presentan nuestras oraciones al Señor y nos conducen a Él. Nos
acompañan a lo largo de nuestra vida y nos conducirán, con toda bondad, cuando
muramos, hasta el Trono de Dios para nuestro encuentro definitivo con Él. Éste
será el último servicio que nos presten, pero el más importante, pues al morir
no nos sentiremos solos. Como ejemplo de ello, tenemos al arcángel Rafael cuando
dice a Tobías: “Cuando ustedes oraban, yo presentaba sus oraciones al Señor” (Tob
12,12-16).
Los ángeles nos animan a ser buenos. Ellos ven continuamente el rostro de Dios,
pero también ven el nuestro. Debemos tener presentes las inspiraciones de los
ángeles para saber cómo obrar correctamente en todas las circunstancias de la
vida. Como ejemplo de esto, tenemos el texto que nos dice: “Los ángeles se
regocijan cuando un pecador se arrepiente” (Lc 15,10).
La misión de los ángeles custodios es acompañar a cada hombre en el camino por
la vida, cuidarlo en la tierra de los peligros de alma y cuerpo, protegerlo del
mal y guiarlo en el difícil camino para llegar al Cielo. Se puede decir que es
un compañero de viaje que siempre está al lado de cada hombre, en las buenas y
en las malas. No se separa de él ni un solo momento. Está con él mientras
trabaja, mientras descansa, cuando se divierte, cuando reza, cuando le pide
ayuda y cuando no se la pide. No se aparta de él ni siquiera cuando pierde la
gracia de Dios por el pecado. Le prestará auxilio para enfrentarse con mejor
ánimo a las dificultades de la vida diaria y a las tentaciones que se presentan
en la vida.
Para que la relación de la persona con el ángel custodio sea eficaz, necesita
hablar con él, llamarle, tratarlo como el amigo que es. Así podrá convertirse en
un fiel y poderoso aliado nuestro. Debemos confiar en nuestro ángel de la guarda
y pedirle ayuda, pues además de que él nos guía y nos protege, está muy cerca de
Dios y le puede decir directamente lo que queremos o necesitamos. Recordemos que
los ángeles no pueden conocer nuestros pensamientos y deseos íntimos si nosotros
no se los hacemos saber de alguna manera, ya que sólo Dios conoce exactamente lo
que hay dentro de nuestro corazón. Los ángeles sólo pueden conocer lo que
queremos intuyéndolo por nuestras obras, palabras, gestos, etc.
También se les pueden pedir favores especiales a los ángeles de la guarda de
otras personas para que las protejan de determinado peligro o las guíen en una
situación difícil.
Es muy fácil que nos olvidemos de la existencia de los ángeles por el ajetreo de
la vida y principalmente porque no los vemos. Este olvido puede hacernos
desaprovechar muchas gracias que Dios ha destinado para nosotros a través de los
ángeles. Por esta razón, la Iglesia ha fijado estas dos festividades para que,
al menos dos días del año, nos acordemos de los ángeles y los arcángeles, nos
alegremos y agradezcamos a Dios el que nos haya asignado un ángel custodio y
aprovechemos este día para pedir su ayuda.
Actualmente se habla mucho de los ángeles: se encuentran libros de todo tipo que
tratan este tema; se venden “angelitos” de oro, plata o cuarzo; las personas se
los cuelgan al cuello y comentan su importancia y sus nombres. Hay que tener
cuidado al comprar estos materiales, pues muchas veces dan a los ángeles
atribuciones que no le corresponden y los elevan a un lugar de semi-dioses, los
convierten en “amuletos” que hacen caer en la idolatría, o crean confusiones
entre las inspiraciones del Espíritu Santo y los consejos de los ángeles.
Es verdad que los ángeles son muy importantes en la Iglesia y en la vida de todo
católico, pero son criaturas de Dios, por lo que no se les puede igualar a Dios
ni adorarlos como si fueran dioses. No son lo único que nos puede acercar a Dios
ni podemos reducir toda la enseñanza de la Iglesia a éstos. No hay que olvidar
los mandamientos de Dios, los mandamientos de la Iglesia, los sacramentos, la
oración, y otros medios que nos ayudan a vivir cerca de Dios.
13.¿Quiénes son los Ángeles Custodios?
Dios ha asignado a cada hombre un ángel para protegerle y facilitarle el camino
de la salvación mientras está en este mundo. Afirma a este respecto San
Jerónimo: “Grande es la dignidad de las almas cuando cada una de ellas, desde el
momento de nacer, tiene un ángel destinado para su custodia”.
En el Antiguo Testamento se puede observar cómo Dios se sirve de sus ángeles
para proteger a los hombres de la acción del demonio, para ayudar al justo o
librarlo del peligro, como cuando Elías fue alimentado por un ángel (1 Reyes 19,
5.)
En el nuevo Testamento también se pueden observar
muchos sucesos y ejemplos en los que se ve la misión de los ángeles: el mensaje
a José para que huyera a Egipto, la liberación de Pedro en la cárcel, los
ángeles que sirvieron a Jesús después de las tentaciones en el desierto.
La misión de los ángeles custodios es acompañar a cada hombre en el camino por
la vida, cuidarlo en la tierra de los peligros de alma y cuerpo, protegerlo del
mal y guiarlo en el difícil camino para llegar al Cielo. Se puede decir que es
un compañero de viaje que siempre está al lado de cada hombre, en las buenas y
en las malas. No se separa de él ni un solo momento. Está con él mientras
trabaja, mientras descansa, cuando se divierte, cuando reza, cuando le pide
ayuda y cuando no se la pide. No se aparta de él ni siquiera cuando pierde la
gracia de Dios por el pecado. Le prestará auxilio para enfrentarse con mejor
ánimo a las dificultades de la vida diaria y a las tentaciones que se presentan
en la vida.
Muchas veces se piensa en el ángel de la guarda como algo infantil, pero no
debía ser así, pues si pensamos que la persona crece y que con este crecimiento
se tendrá que enfrentar a una vida con mayores dificultades y tentaciones, el
ángel custodio resulta de gran ayuda.
Para que la relación de la persona con el ángel custodio sea eficaz, necesita
hablar con él, llamarle, tratarlo como el amigo que es. Así podrá convertirse en
un fiel y poderoso aliado nuestro. Debemos confiar en nuestro ángel de la guarda
y pedirle ayuda, pues además de que él nos guía y nos protege, está cerquísima
de Dios y le puede decir directamente lo que queremos o necesitamos. Recordemos
que los ángeles no pueden conocer nuestros pensamientos y deseos íntimos si
nosotros no se los hacemos saber de alguna manera, ya que sólo Dios conoce
exactamente lo que hay dentro de nuestro corazón. Los ángeles sólo pueden
conocer lo que queremos intuyéndolo por nuestras obras, palabras, gestos, etc.
También se les pueden pedir favores especiales a los ángeles de la guarda de otras personas para que las protejan de determinado peligro o las guíen en una situación difícil.
El culto a los ángeles de la guarda comenzó en la
península Ibérica y después se propagó a otros países. Existe un libro acerca de
esta devoción en Barcelona con fecha de 1494.
Cuida tu fe
Actualmente se habla mucho de los ángeles: se encuentran libros de todo tipo que
tratan este tema; se venden “angelitos” de oro, plata o cuarzo; las personas se
los cuelgan al cuello y comentan su importancia y sus nombres. Hay que tener
cuidado al comprar estos materiales, pues muchas veces dan a los ángeles
atribuciones que no le corresponden y los elevan a un lugar de semi-dioses, los
convierten en “amuletos” que hacen caer en la idolatría, o crean confusiones
entre las inspiraciones del Espíritu Santo y los consejos de los ángeles.
Es verdad que los ángeles son muy importantes en la Iglesia y en la vida de todo
católico, pero son criaturas de Dios, por lo que no se les puede igualar a Dios
ni adorarlos como si fueran dioses. No son lo único que nos puede acercar a Dios
ni podemos reducir toda la enseñanza de la Iglesia a éstos. No hay que olvidar
los mandamientos de Dios, los mandamientos de la Iglesia, los sacramentos, la
oración, y otros medios que nos ayudan a vivir cerca de Dios.
14.
Autor: Juan Pablo II
Queridos hermanos y hermanas:
1. Según la Sagrada Escritura, los ángeles, en cuanto criaturas puramente
espirituales, se presentan a la reflexión de nuestra mente como una especial
realización de la 'imagen de Dios', Espíritu perfectísimo, como Jesús recuerda a
la mujer samaritana con las palabras; 'Dios es espíritu' (Jn 4, 24).
Los ángeles son, desde este punto de vista, las criaturas más cercanas al modelo
divino. El nombre que la Sagrada Escritura les atribuye indica que lo que más
cuenta en la Revelación es la verdad sobre las tareas de los ángeles respecto a
los hombres: ángel (angelus) quiere decir, en efecto, 'mensajero'. El término
hebreo 'malak' -mélk-, usado en el Antiguo Testamento, significa más propiamente
'delegado' o 'embajador'.
Los ángeles, criaturas espirituales, tienen función de mediación y de ministerio
en las relaciones entre Dios y los hombres. Bajo este aspecto la Carta a los
Hebreos dirá que a Cristo se le ha dado un 'nombre', y por tanto un ministerio
de mediación, muy superior al de los ángeles (Cfr. Heb 1, 4).
2. El Antiguo Testamento subraya sobre todo la especial participación de los
ángeles en la celebración de la gloria que el Creador recibe como tributo de
alabanza por parte del mundo creado.
Los Salmos de modo especial se hacen intérpretes de esa voz cuando proclaman,
p.e.: 'Alabad al Señor en el cielo, alabad al Señor en lo alto. Alabadlo, todos
sus ángeles.' (Sal 148, 1-2).De modo semejante en el Salmo 102: 'Bendecid a
Yahvéh vosotros sus ángeles, que sois poderosos y cumplís sus órdenes, prontos a
la voz de su palabra' (Sal 102, 20). Este último versículo del Salmo 102 indica
que los ángeles toman parte, a su manera, en el gobierno de Dios sobre la
creación, como 'poderosos ejecutores de sus órdenes' según el plan establecido
por la Divina Providencia.
A los ángeles está confiado en particular un cuidado y solicitud especiales por
los hombres, en favor de los cuales presentan a Dios sus peticiones y oraciones,
como nos recuerda, p.e., el Libro de Tobías (Cfr. especialmente Tob 3, 17 y 12,
12), mientras el Salmo 90 proclama: 'a sus ángeles ha dado órdenes. te llevarán
en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra'(Cfr. Sal 90, 1-12).
Siguiendo el libro de Daniel, se puede afirmar que las funciones de los ángeles
como embajadores del Dios vivo se extienden no sólo a cada uno de los hombres y
a aquellos que tienen funciones especiales, sino también a enteras naciones (Dan
10, 13-21).
3. El Nuevo Testamento puso de relieve las tareas de los ángeles respecto a la
misión de Cristo como Mesías y, ante todo, con relación al misterio de la
encarnación del Hijo de Dios, como constatamos en la narración de la anunciación
del nacimiento de Juan Bautista (Cfr. Lc 1, 11), de Cristo mismo (Cfr. Lc 1,
26), en las explicaciones y disposiciones dadas a María y José (Cfr. Lc 1,
30-37; Mt 1, 20-21), en las indicaciones dadas a los pastores la noche del
nacimiento del Señor (Cfr. Lc 2, 9-15), en la protección del recién nacido ante
el peligro de la persecución de Herodes (Cfr. Mt 2, 13).
Más adelante los Evangelios hablan de la presencia de los ángeles durante el
ayuno de Jesús en el desierto a lo largo de 40 días (Cfr. Mt 4, 11) y durante la
oración en Getsemaní (Cfr. Lc 22, 43). Después de la resurrección de Cristo será
también un ángel, que se aparece en forma de un joven, quien dirá a las mujeres
que habían acudido al sepulcro y estaban sorprendidas por el hecho de
encontrarlo vacío: 'No os asustéis. Buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado; ha
resucitado, no está aquí. Pero id a decir a sus discípulos. '(Mc 16, 6-7). María
Magdalena, que se ve privilegiada por una aparición personal de Jesús, ve
también a dos ángeles (Jn 20, 12-17; cfr. también Lc 24, 4). Los ángeles 'se
presentan' a los Apóstoles después de la desaparición de Cristo para decirles:
'Hombres de Galilea, ¿qué estáis mirando al cielo?. Ese Jesús que ha sido
arrebatado de entre vosotros al cielo, vendrá como le habéis visto ir al cielo'
(Hech 1, 11).
Son los ángeles de la vida, de la pasión y de la gloria de Cristo. Los ángeles
de Aquel que, como escribe San Pedro, 'está a la diestra de Dios, después de
haber ido al cielo, una vez sometidos a El ángeles, potestades y poderes' (1 Pe
3, 22).
4. Si pasamos a la nueva venida de Cristo, es decir, a la 'parusía', hallamos
que todos los sinópticos hacen notar que 'el Hijo del hombre. vendrá en la
gloria de su Padre con los santos ángeles' (así Mc 8, 38, Mt 16, 27 y 25, 31, en
la descripción del juicio final; y Lc 9, 26; cfr. también San Pablo, 2 Tes 1,
7).
Se puede, por tanto, decir que los ángeles, como espíritus puros, no sólo
participan en el modo que les es propio de la santidad del mismo Dios, sino que
en los momentos clave, rodean a Cristo y lo acompañan en el cumplimiento de su
misión salvífica respecto a los hombres. De igual modo también toda la Tradición
y el Magisterio ordinario de la Iglesia ha atribuido a lo largo de los siglos a
los ángeles este carácter particular y esta función de ministerio mesiánico.
15. CLARETIANOS 2004
Queridos hermanos y hermanas,
La vigésimosexta semana del Tiempo Ordinario concluye con la celebración de los
Santos Ángeles Custodios.
En este día la liturgia nos propone tres textos vinculados entre sí con el
motivo de los ángeles. Puede verse al respecto la reflexión que hacíamos el
miércoles día 29.
La primera lectura está tomada del libro del Éxodo. Son unas palabras que el
Señor dirige a su pueblo como promesa de que no sucumbirá ante sus enemigos.
Estas palabras se encuentran en el libro junto con gran cantidad de
prescripciones, y su función es la de unir el cumplimiento de los mandamientos a
la certeza de la conquista de la tierra prometida.
Los creyentes del siglo XXI deberíamos tener ya superada esta lógica a partir de
nuestra experiencia de la misericordia divina. Tal vez, la clave para la
interpretación de las lecturas de este día, se encuentre siguiendo el orden
inverso. Veamos:
Evangelio y Salmo Responsorial: El más importante en el Reino de los cielos es,
para San Mateo, el que se haga como un niño (recordemos que los niños son un
grupo de personas despreciado en tiempos antiguos en Israel). Muy parecida es la
convicción del salmista que se sabe al amparo del Altísmo.
Primera lectura: la obediencia al ángel (y a los mandamientos que se encuentran
en torno a estos versículos en el libro del Éxodo) hará posible el triunfo sobre
los enemigos.
Nuestras vidas están en manos de Dios. La tarea será reconocerlo como nuestro
Señor y guía.
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