SANTORAL: SAN MIGUEL ARCÁNGEL
SANTORAL: SAN GABRIEL ARCÁNGEL
SANTORAL: SAN RAFAEL ARCÁNGEL
SANTOS ARCÁNGELES MIGUEL, GABRIEL, RAFAEL
Jn 1, 47-51
1. COMENTARIO 1 - Jn 1,
47-51
vv. 45-48: Jesús vio a Natanael, que se le acercaba, y comentó:
-Mirad un israelita de veras, en quien no hay falsedad. 48Natanael le preguntó:
-¿De qué me conoces? Jesús le contestó: -Antes que te llamara Felipe, estando tú
bajo la higuera, me fijé en ti.
Jesús describe a Natanael como a modelo de israelita. La mención de la higuera
alude a Os 9, 10 (LXX): «Como racimo en el desierto encontré a Israel, como en
breva en la higuera me fijé en sus padres». El profeta describía la elección del
pueblo; Natanael representa precisamente al Israel elegido que ha conservado la
fidelidad a Dios. Jesús renueva la elección.
v. 49: Natanael le respondió: Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres rey de
Israel.
Reacción entusiasta de Natanael. Rabbí, esto es, maestro fiel a la tradición; el
rey mesiánico (v. 45: los profetas) interpretado como rey de Israel, el
prometido sucesor de David (Sal 2,26s; 2 Sm 7,14; Sal 89,4s.27), que restauraría
la grandeza del pueblo, no como en boca de Juan Bautista (1,33-34: el Hijo de
Dios = el portador del Espíritu)
vv. 50-51: 50Jesús le contestó: ¿Es porque te he dicho que me fijé en ti debajo
de la higuera por lo que crees? Pues cosas más grandes verás. 51Y le dijo: -Sí,
os lo aseguro: Veréis el cielo quedar abierto y a los ángeles de Dios subir y
bajar por el Hombre.
La obra del Mesías no se limita a la elección de Israel (higuera). Jesús hace la
primera declaración sobre sí mismo y alude a la visión de Jacob en Betel (Gn
28,11-27) haciendo una promesa (v. 51: Veréis): la comunicación permanente con
Dios en Jesús (el cielo quedar abierto). El Hombre (el portador del Espíritu) es
el proyecto salvador de Dios que no se basa en la realeza davídica (49, de
Natanael), sino en la plenitud humana (51). La promesa se realizará en la cruz,
cuando vean al que traspasaron (19,37), en quien brilla la gloria/amor (cf.
19,34: sangre y agua).
COMENTARIO 2
La historia no es sólo lo que se ve y se toca. Hay una dimensión trascendente,
oculta e invisible de la historia. La revelación es un des-ocultamiento de esa
realidad, que es el fundamento de nuestra esperanza. Los ángeles son los que nos
recuerdan y los que nos hacen visible esa dimensión trascendente. El mundo de
los ángeles no es otro mundo, sino la dimensión trascendente de nuestra
historia. En la Biblia se evita presentar a Dios actuando en forma directa en la
historia, pues esto amenazaría la trascendencia de Dios. Ahí donde aparece un
ángel, es Dios mismo que actúa.
El ángel Miguel, cuyo nombre significa "quién como Dios", aparece en el
Apocalipsis en una guerra frontal con Satanás, el cual es derrotado y arrojado a
la tierra. Miguel aquí representa a los mártires, que han derrotado a Satanás,
gracias a la sangre del Cordero y al testimonio que dieron. Gabriel y Rafael,
son otras representaciones históricas de Dios. Gabriel significa "fuerza de
Dios" y Rafael "medicina de Dios".
En el evangelio de Juan se nos dice que los cielos están abiertos y los ángeles
suben y bajan sobre Jesús. Es el sueño de Jacob que aparece en Gn 28, 10-17.
Creer en los ángeles es creer en la presencia trascendente de Dios en la
historia. Detrás de cada persona y de cada suceso liberador hay siempre un
ángel, es decir, hay siempre una realidad divina trascendente. Lo contrario es
satanás, que representa el misterio de la iniquidad detrás de las personas y
estructuras opresoras. La lucha de los ángeles contra los demonios es la
representación simbólica de la lucha trascendente entre el bien y el mal (léase
Ef. 6, 10-20).
1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)
2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
2. ACI DIGITAL 2003
47. Las promesas del Señor son para los hombres
sin ficción (S. 7, 11; 31, 11). Dios no se cansa de insistir, en ambos
Testamentos, sobre esta condición primaria e indispensable que es la rectitud de
corazón, o sea la sinceridad sin doblez (S. 25, 2). Es en realidad lo único que
El pide, pues todo lo demás nos lo da el Espíritu Santo con su gracia y sus
dones. De ahí la asombrosa benevolencia de Jesús con los más grandes pecadores,
frente a su tremenda severidad con los fariseos, que pecaban contra la luz (Juan
3, 19) o que oraban por fórmula (Sant. 4, 8). De ahí la sorprendente revelación
de que el Padre descubre a los niños lo que oculta a los sabios (Luc. 10, 21).
51. Algunos refieren esto a los prodigios que continuamente les mostraría Jesús
(cf. Mat. 11, 4). Otros, a su triunfo escatológico.
3. DOMINICOS 2003
Bendecid al Señor, ángeles suyos, ejecutores de
sus órdenes (Sal 1023).
Te doy gracias, Señor, de todo corazón. Delante de los ángeles tañeré
para ti, Señor (Sal 137)
La liturgia de hoy nos ofrece como posible primera lectura dos textos alternativos. El primero está tomado del libro de Daniel, y en él se describe una visión fantástica que tiene el profeta contemplando el trono y la corte angélica de Dios, con miles y miles de ángeles a su servicio. Fantaseada imagen del mundo divino descrito al modo de una corte humana oriental. En nuestra pobreza mental, no sabemos hablar de Dios sino rebajándolo.
El segundo, tomado del Apocalipsis, describe una terrible guerra entre Miguel y sus ángeles del cielo contra el dragón o serpiente primordial, arrojada del cielo. Este dragón, Satanás, queda derribado por el poder del Cordero triunfador. Nueva fantasía que se pone al servicio del triunfo de la gracia, del amor, del Cordero que se inmola por nosotros, devolviendo el honor y gloria a Dios.
Elegiremos como texto o lectura primera la de Daniel.
Y en el Evangelio observaremos que el tema de los ángeles es sólo una delicada alusión a que viven en cercanía del Hijo, como enviados por el Padre.
Resumamos el sentido de la fiesta con estos versos del himno de Laudes:
Miguel, Gabriel, Rafael.
¡Oh espíritus señeros
arcángeles mensajeros de Dios, que estáis junto a él!
A vuestro lado se sienten
alas de fiel protección,
el incienso de oración y el corazón obediente.
‘¿Quién como Dios?’
es la enseña; es el grito de Miguel...
Gabriel trae la embajada...,
al ‘Sí’ de la Virgen Madre...
Rafael
nos encamina por la ruta verdadera...
¡Oh Dios!, Tú que nos diste a los ángeles por guías y mensajeros, concédenos ser también sus compañeros del cielo. Amén.
“Yo, Daniel, miré y vi [en sueños] que colocaban unos tronos. Un anciano se sentaba en ellos. Su vestido era blanco como nieve; su cabellera como lana blanquísima...; un río impetuoso de fuego brotaba delante de él. Miles y miles {de ángeles} le servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los libros... Una especie de hombre entre las nubes, avanzó hacia el Anciano venerable... A él le pidió poder, honor y reino. Y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su poder es eterno, no cesará. Su reino no acabará”.
Fantasía en tres tiempos: fantástica descripción del palacio real en el cielo, con Dios eterno; acceso al Cordero triunfador, Cristo, Señor, vuelto al cielo; y ángeles como servidores. No disponemos de otro lenguaje religioso.
“En aquel tiempo, vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: He ahí un israelita de verdad, en quien no hay engaño. Natanael contesta: ¿De qué me conoces? Jesús le responde: Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.
Natanael respondió: Rabí, tu eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.
Jesús le contestó:... Has de ver cosas mayores. Y añadió: Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre"
Otros tres tiempos: sonrisa de Jesús ante la inocencia y sencillez de un hombre bueno; anuncio de que el misterio de Dios es cosa admirable, grandiosa; y una ventanilla abierta para entrever la ventura del vivir en Dios con Cristo.
En el texto de Daniel tenemos, por una parte, la fascinación de lo divino, es decir, el pasmo que produce imaginarse el trono de Dios en toda su grandeza, asimilando esa grandeza a algo tan pequeño como el trono de un rey oriental en todo su fasto.
Pero el trono de Dios ¿no será más que eso?, ¿será siquiera similar a eso? La vida de Dios y la vida en Dios será “espiritual”, sin carrozas ni tronos. Pero no sabemos describirla sino tomando como base “nuestra grandeza” y diciendo: algo parecido a eso, pero totalmente distinto de eso.
La gran novedad de esa descripción es la aparición de una figura que se muestra como “una especie de hombre” , que se acerca al Anciano, al Padre: es el Hijo que retorna al misterio de Dios llevando la humanidad que asumió en su persona. ¡Esto sí que es algo más que fantasía!
Esto es teología pura. En el misterio de Dios, el Hijo conserva su rostro de hombre.
Podríamos decir que, según nuestra fe, en el seno de Dios trino hay algo nuestro: la cicatriz o rostro de Cristo. ¡Qué venturoso y fascinante misterio!
El diálogo de Jesús con Natanael , ¿a qué se parece el encanto de su inocencia? A la inocencia del niño al que cuidan los ángeles.
Natanael está tan abierto a la verdad, al misterio, que fácilmente se remonta de lo humano a lo divino, de lo terreno a lo celestial. Y a Jesús esto le complace. Pero el mismo Jesús advierte: mira Natanael, eso es un detalle; los misterios quedan escondidos. Por ejemplo, os es imposible entender el misterio de la comunicación de Dios Padre con el Hijo, cuando desde el cielo envíe ángeles mensajeros a cuidarle y animarle en su sufrimiento en Getsemaní.
¡Qué misterio el de Dios! ¡Qué misterio el de sus comunicaciones con nosotros!
Aceptemos cual forma de comunicación, pero atrevámonos a llamar, mirar, adorar, amar, servir directamente a Él. Él, que está más cerca y más dentro de nosotros que nosotros mismos, juega amorosamente con sus ángeles de bondad.
4.
LECTURAS: DAN 7, 9-10. 13-14; SAL 137; JN 1, 47-51
Dan. 7, 9-10. 13-14. El antiguo Pueblo de Dios ha sido dominado, sucesivamente,
por cuatro reinos: Babilonios, Medos, Persas y Griegos. Conforme al sueño de la
estatua que es derrumbada por una pequeña piedrecilla, que después crece hasta
convertirse en una montaña que domina el mundo entero, ahora Daniel nos hace
saber que una vez dominadas las cuatro bestias (o reinos) el Señor entregará el
Reinado de su Pueblo a un Hijo de Hombre, cuyo poder nunca se acabará, porque es
un poder eterno, y su reino jamás será destruido. Por medio de Cristo, el
Enviado del Padre, el poder de la serpiente antigua o Satanás ha llegado a su
fin. Quienes pertenecemos a Cristo debemos hacer nuestra su victoria y vivir sin
la esclavitud al pecado. También nosotros hemos recibido una altísima misión:
Hemos sido enviados para proclamar el Evangelio a todas las naciones. Por ello
debemos ser signos de vida y no de muerte, signos de la victoria sobre el pecado
y no signos de derrotados por el maligno ni de sometidos al pecado. Quien,
finalmente, después de haber sido liberado por Cristo del mal, continúa en él,
está indicando que su fe en Cristo no es real sino ficticia, pues aun cuando
acuda a dar culto a Dios, si sus obras no concuerdan con su fe está viviendo una
auténtica hipocresía ante Dios, ante la humanidad y ante sí mismo. El Señor nos
pide que seamos de aquellos miles y millones que le sirven, que están a sus
órdenes, pues sólo quien escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica es
grato al Señor.
Sal. 137. Que el Señor reciba nuestros cantos de alabanza
y de acción de gracias delante de sus ángeles, pues está muy por encima de todos
los dioses, que ni son dioses, pues son hechura de manos humanas. Nosotros nos
sentimos honrados por el amor que Dios nos tiene, y por su lealtad hacia
nosotros a pesar de que nuestros caminos no han sido siempre rectos ante Él. Por
eso, en el Templo, lugar en que el Señor habita entre nosotros, bendigamos la
misericordia que nos ha manifestado por medio de Jesús, su Hijo nuestro Señor. Y
puesto que además el Señor ha hecho su morada en nuestros corazones, hagamos de
toda nuestra vida una continua alabanza en honor de su santo Nombre.
Jn. 1, 47-51. Dios nos ha enviado a su propio Hijo para que quienes, por medio
de la fe, entremos en comunión de vida con Él, vivamos como verdaderos hijos de
Dios sin doblez. Dios sabe de nuestra cercanía a Él. Él nos contempla aún antes
de que iniciemos nuestro camino que nos lleve a encontrarnos y a unirnos a Él.
Esforcémonos continuamente en escuchar con fidelidad su Palabra para que, en
verdad, seamos dignos de contemplar y gozar lo máximo que Dios puede ofrecernos:
su Gloria como hijos en el Hijo. Jesús se ha convertido para nosotros como en la
Scala Sancta (Escalera Santa) por la cual podemos llegar a la posesión de los
Bienes que nuestro Padre Dios ha reservado para lo que le viven fieles. Fuera de
Jesús no hay otro Camino que nos conduzca al Padre, no hay otro camino que nos
haga conocer el amor de Dios. Por Él suben los mensajeros divinos para
experimentar el amor de Dios y volver después a sus hermanos para proclamarles
lo que sus ojos vieron, lo que sus oídos oyeron, lo que sus manos tocaron, lo
que en su vida experimentaron acerca del Hijo de Dios, acerca del amor que Dios
nos tiene, y acerca de los bienes que Dios ha reservado para nosotros. Nadie
puede pretender convertirse en mensajero de la Buena Nueva, si antes no ha
subido a Dios mediante la oración, meditación y experiencia de su Palabra, pues
sólo quienes vienen del Desierto Sonoro, donde sólo se ha vivido en intimidad
con Dios, pueden darnos testimonio de Él, ya que no son los sabios conforme a
los criterios de este mundo, sino los santos quienes pueden colaborar para que
la salvación llegue a nosotros.
Celebrando en esta Eucaristía la festividad de los Santos Arcángeles Miguel,
Gabriel y Rafael, celebramos al mismo Dios que ha santificado, por medio de
Jesús, incluso a los mismos espíritus celestes, pues nadie puede ver ni gozar de
Dios sino por medio de Jesús, ya que no hay otro Nombre en el cielo (para los
espíritus celestes) ni en la tierra (para los hombres) mediante el cual se pueda
alcanzar la salvación. Se está a favor o en contra de Jesús; quien lo acepta y
está dispuesto a hacer su voluntad, alcanza la perfección, la santidad que nos
viene por medio de Él. Nosotros, mientras caminamos por este mundo, decidimos
hacer nuestra la fe en Jesús y entrar en comunión de vida con Él. Vivimos la fe
en un constante vaivén de fidelidad-infidelidad-fidelidad. Terminado nuestro
camino por este mundo no habrá posibilidad de rectificación de aquello que,
finalmente hayamos decidido. Entonces quedaremos estables en un punto de
perfección o imperfección; entonces, por medio de Cristo, habremos subido para
estar con el Señor eternamente; o por nuestro rechazo de Cristo habremos
descendido para alejarnos para siempre de Él; finalmente Él hará que muchos
caigan o se levanten convirtiéndose, así, en signo de contradicción. Ojalá y
nuestra unión con el Señor en esta Eucaristía no sea sólo un haber venido a su
presencia movidos por la tradición cristiana, sino por la frescura del amor que
nos lleve a entrar en comunión de Vida con Cristo para iniciar un camino que nos
haga ser, día a día, un signo cada vez más claro del Amor de Dios y de su Vida,
de su Salvación que se hace entrega a favor de todos los hombres por medio de su
Iglesia; entonces, nuestra Comunidad de Fe, será, por su unión con Cristo, la
forma que la Providencia ha querido regalar a la humanidad para que todos puedan
subir, acercarse, tener acceso a Aquel que es la Vida, el Amor, la Paz, la
Gloria que se ofrece a toda la humanidad.
Dios, habiéndonos llenado de su Vida, de su Amor, de su Misericordia; finalmente
llenándonos de su Presencia, quiere que vayamos a nuestras labores diarias como
mensajeros suyos, llevando todos estos dones a todas las personas. Quien vive
como mensajero de la destrucción y de la muerte quiere decir que, aun cuando
aparentemente se une a Dios mediante el Culto en comunidad y la oración
personal, finalmente ha unido su vida al mal y no a Dios, que es la Bondad
misma. Tratemos de no ser mensajeros de malas, sino de la Buena Noticia del amor
misericordioso de Dios. Que llevemos ese mensaje de salvación no sólo con los
labios, sino con las obras, con las actitudes y con la vida misma. Entonces, en
verdad, estaremos colaborando para que, quienes entren en contacto con nosotros,
puedan acercarse cada día más a Dios con un corazón que no sólo se purifique del
mal, sino que se llene de la presencia del mismo Dios para pasar, por esta vida,
haciendo el bien a todos.
Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María y de los
santos Arcángeles que hoy celebramos, la gracia de tener una fuerte experiencia
personal de Cristo en nosotros, de tal forma que, en verdad, seamos portadores
de la vida de la gracia que Dios quiere que llegue a todos los hombres. Amén.
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5.
Dan 7, 9-10. 13-14 Miles y miles le servían
Salmo responsorial: 137, 1-5 Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.
Jn 1, 47-51: Verán el cielo quedar abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar
por el Hijo del hombre.
En el evangelio de hoy, día de los tres arcángeles, Gabriel, Rafael y Miguel,
Jesús, anuncia a Natanael -que lo reconoce como Hijo de Dios y rey de Israel-,
un tiempo en el que el cielo quedará abierto y los ángeles, mensajeros de Dios,
antes recluidos en el cielo, bajarán y subirán trayendo y llevando mensajes de
Dios a los hombres y de éstos a Dios, modo de decir que llegará un día en el que
Dios y el hombre podrán comunicarse directamente. Este texto alude al sueño de
Jacob en Betel (Gn 28,11-27). Según este, Jacob vio “una rampa que arrancaba del
suelo y tocaba el cielo con la cima. Ángeles (mensajeros) de Dios subían y
bajaban por ella. El Señor estaba en lo alto y dijo: Yo soy el Señor, el Dios de
tu padre Abrahán y el Dios de Isaac. La tierra donde te has acostado te la daré
a ti y a tu descendencia. Tu descendencia se multiplicará como el polvo de la
tierra y ocuparás el oriente y el occidente, el norte y el sur, y todas las
naciones del mundo serán benditas por causa tuya y de tu descendencia”. Este
sueño se hace realidad con Jesús, el Hijo del hombre, que hace posible en la
cruz la plena comunicación del hombre con Dios, a cuyos pies nace un nuevo
pueblo formado, no sólo por judíos, sino por todos los pueblos de la tierra,
sobre el que Dios reinará. La promesa de Dios a Abrahán llega a su plena
realización en Jesús. Nunca antes había existido una comunicación tan plena
entre Dios y los hombres.
Gabriel, Rafael y Miguel son símbolos de esa comunicación entre Dios y los hombres, un Dios que en Jesús infunde fuerza, (Gabriel= Dios es fuerte), sana (Rafael: Dios sana) y se muestra totalmente diferente (Miguel = quién como Dios), como Padre de todos.
6.
Comentario: Cardenal Jorge Mejía, Archivista y
Bibliotecario de la Santa Iglesia Romana (Ciudad del Vaticano)
«Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del
hombre»
Hoy, en la fiesta de los Santos Arcángeles, Jesús manifiesta a sus Apóstoles y a
todos la presencia de sus ángeles y la relación que con Él tienen. Los ángeles
están en la gloria celestial, donde alaban perennemente al Hijo del hombre, que
es el Hijo de Dios. Lo rodean y están a su servicio.
«Subir y bajar» nos recuerda el episodio del sueño del Patriarca Jacob, quien
dormido sobre una piedra durante su viaje a la tierra de origen de su familia (Mesopotamia),
ve a los ángeles que “bajan y suben” por una misteriosa escalera que une el
cielo y la tierra, mientras Dios mismo está de pié junto a él y le comunica su
mensaje. Notemos la relación entre la comunicación divina y la presencia activa
de los ángeles.
Así, Gabriel, Miguel y Rafael aparecen en la Biblia como presentes en las
vicisitudes terrenas y llevando a los hombres —como nos dice san Gregorio el
Grande— las comunicaciones, mediante su presencia y sus mismas acciones, que
cambian decisivamente nuestras vidas. Se llaman, precisamente, “arcángeles”, es
decir, príncipes de los ángeles, porque son enviados para las más grandes
misiones.
Gabriel fue enviado para anunciar a María Santísima la concepción virginal del
Hijo de Dios, que es el principio de nuestra redención (cf. Lc 1). Miguel lucha
contra los ángeles rebeldes y los expulsa del cielo (cf. Ap 12). Nos anuncia,
así, el misterio de la justicia divina, que también se ejerció en sus ángeles
cuando se rebelaron, y nos da la seguridad de su victoria y la nuestra sobre el
mal. Rafael acompaña a Tobías “junior”, lo defiende y lo aconseja y cura
finalmente al padre Tobit (cf. Tob). Por esta vía, nos anuncia la presencia de
los ángeles junto a cada uno de nosotros: el ángel que llamamos de la Guarda.
Aprendamos de esta celebración de los arcángeles que “suben y bajan” sobre el
Hijo del hombre, que sirven a Dios, pero le sirven en beneficio nuestro. Dan
gloria a la Trinidad Santísima, y lo hacen también sirviéndonos a nosotros. Y,
en consecuencia, veamos qué devoción les debemos y cuánta gratitud al Padre que
los envía para nuestro bien.
7. FLUVIUM 2004
Los ángeles ministros de Dios
En estos días en que vivimos tan dependientes de lo inmediato y tangible, tan
condicionados por lo práctico a corto plazo, tan predispuestos a no aceptar sino
lo que podemos directamente comprobar, pues la mentira se ha establecido entre
los hombres, podría parecer de ilusos hablar de ángeles; sino fuera porque se
refiere Jesús a ellos en distintos momentos y porque la Iglesia los describe
como seres espirituales, no corporales, como enseña unánimemente la Sagrada
Escritura y la Tradición. Son criaturas personales e inmortales, dotadas de
inteligencia y voluntad, que superan en perfección a todos los seres visibles.
La fe católica y la aceptación de la Biblia conducen de modo necesario a
considerar a las criaturas angélicas como otra más de las obras de Dios. Los
ángeles se encuentran presentes de tal modo en la historia de la relación de los
hombres con Dios, que si negáramos su existencia nada de esa relación se podría
sostener. Aparecen, de hecho, junto al hombre con toda naturalidad, como un
elemento más de esa existencia sobrenatural y trascendente, que nos ha sido
revelada. Y su presencia es habitual: unos personajes espirituales, según se
desprende de su comportamiento –no están sujetos a las leyes físicas como el
hombre– que, en ocasiones, se designan por su nombre propio, como es el caso de
Miguel, Gabriel y Rafael. Los vemos al comienzo de la historia de la salvación,
en el Paraíso, y en otros numerosos momentos de esa historia, casi siempre como
mensajeros de Dios. Especialmente significativo, en este sentido, es el anuncio
de la Encarnación del Hijo de Dios a María, por medio del arcángel Gabriel, con
lo que dio comienzo la singular y salvadora presencia de Dios en el mundo.
El mismo Jesucristo habla de ellos varias veces. Por ejemplo, cuando se refiere
al fin del mundo: Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de
todos sus ángeles... Pero antes habían aparecido ya en gran número con ocasión
de su nacimiento, anunciando el hecho a los pastores de Belén; le sirvieron en
el desierto después de su ayuno y de haber sido tentado por el diablo; un ángel
le confotará en la agonía de Getsemaní; están presentes junto al sepulcro de
Cristo resucitado; cuando ascendió finalmente a los cielos, hacen caer a sus
discípulos en la cuenta de la realidad que vivían, para que comenzarán sin más
dilación la extensión del Evangelio.
Los ángeles son criaturas espirituales que glorifican a Dios sin cesar y que
sirven a sus designios salvíficos con las otras criaturas, declara el "Catecismo
de la Iglesia Católica". Los ángeles cooperan en toda obra buena que hacemos,
afirma santo Tomás de Aquino. Y el propio "Catecismo": Los ángeles rodean a
Cristo, su Señor. Le sirven particularmente en el cumplimiento de su misión
salvífica para con los hombres y la Iglesia venera a los ángeles que la ayudan
en su peregrinar terrestre y protegen a todo ser humano. Respetar las leyes
inscritas en la creación y las relaciones que derivan de la naturaleza de las
cosas es un principio de sabiduría y un fundamento de la moral. Si no
mantuviéramos con segura certeza la existencia de los ángeles, ya que aparecen
como otra más de las verdades reveladas, estaríamos negando la razón de
credibilidad en la fe, que no es verdadera y cierta por ser razonable, sino por
la autoridad infalible de Dios que revela.
La Iglesia habla asimismo de la existencia de los demonios, que son ángeles
caídos por haber rechazado libremente servir a Dios y su designio. Su opción
contra Dios es definitiva. Intentan asociar al hombre en su rebelión contra
Dios, como afirma el "Catecismo de la Iglesia Católica", y repetidamente han
recordado los últimos Romanos Pontífices: que es un ser personal que induce a
los hombres a separarse de Dios.
La fiesta de los tres arcángeles que hoy celebramos, debe ser una buena ocasión
para que fomentemos más el trato con estos espíritu celestiales. Los ángeles
custodios están junto cada uno para asistirnos en nuestro camino hasta la casa
del Cielo. No queramos menospreciar a ese príncipe del Paraíso, que desea
colaborar con nuestras fuerzas, mientras deseamos ser cada día más agradables a
Dios. San Josemaría nos recuerda uno de tantos detalles, recogidos en la
Escritura, de natural familiaridad de los primeros fieles con sus ángeles:
Bebe en la fuente clara de los "Hechos de los Apóstoles": en el capítulo XII,
Pedro, por ministerio de Angeles libre de la cárcel, se encamina a casa de la
madre de Marcos. —No quieren creer a la criadita, que afirma que está Pedro a la
puerta. "Angelus ejus est!" —¡será su Angel!, decían.
—Mira con qué confianza trataban a sus Custodios los primeros cristianos.
—¿Y tú?
Entre muchos otros piropos, dedicamos a nuestra Madre del Cielo el de Reina de
los Ángeles. A Ella suplicamos confiadamente que nos recuerde, siempre que sea
preciso, que contamos para nuestro bien con la poderosa y amable asistencia de
nuestro ángel.
8. Los ángeles, mensajeros de Dios
Fuente: Catholic.net
Autor: P. Clemente González
Reflexión
Los grandes arcángeles de Dios testimonian para nosotros la fidelidad y la
pasión y celo con que los hijos de Dios han de alabar a su Creador. Ellos, lejos
de ser seres desconocidos y “mitológicos” representan los mejores compañeros de
viaje, los mejores sanadores del corazón, los mejores defensores de los
intereses de Dios en el mundo.
San Miguel es el fiero defensor de Dios. La narración del Apocalipsis nos lo
muestra expulsando a satanás de los dominios de Dios, al gran traidor y padre de
la mentira que osó rebelarse contra un Dios tan bondadoso. Encendido de celo por
el Señor blandió la espada y arrojó a todos los obradores de iniquidad al único
lugar en donde pudiesen soportar su soberbia y su rebelión. Por eso san Miguel
es en quien el cristiano halla el mejor baluarte para defenderse de las
asechanzas demoníacas y gran modelo de fidelidad a Dios. De él hemos de aprender
el celo por las cosas de Dios, celo que consume de pasión y que lleva a una
acción inmediata, tajante, sobre todo cuando Dios se está viendo ofendido por
sus enemigos que incitan sin cesar a la rebelión y desunión.
San Gabriel quizás fue el más afortunado de entre todas las criaturas celestes.
A él siempre lo mandaron a dar mensajes. A él le tocó dar el mensaje más hermoso
jamás oído a la criatura más hermosa jamás vista. Hablar de él lleva
irremediablemente a la contemplación de la Toda Pura, Nuestra Madre de cielo,
María. Su ejemplo nos debe enseñar a predicar sin miedos los designios de Dios a
nuestros hermanos en la fe y, sobre todo, a testimoniar las maravillas obradas
por Dios en Ella. Levantemos confiados la mirada a la Madre y pidamos auxilio al
arcángel mensajero para ser fieles a la palabra de Dios en el mundo.
San Rafael representa la mano providente de Dios que no se olvida de sus hijos
que sufren en el mundo. A él le tocó sanar muchas heridas del cuerpo y, sobre
todo, del alma. Por eso es el arcángel que cura, que alivia las penas del alma,
que sabe confortar y comprender al que sufre. De él hemos de aprender a ser un
consuelo más que un horrible peso, para el hermano que lo necesita. De él, la
confianza inamovible en la acción cierta de Dios en el mundo.
De los tres hemos de aprender a saber servir más que ser servidos. Porque los
ángeles son ministros de Dios. Y de los tres a estar pendientes de su cierta
acción en favor nuestro. ¿Quién sabe si un día cualquiera hemos sido ayudados
por un ángel del Señor?
No cerremos las puertas a nadie, no sea que se las estemos cerrando a uno de
estos mensajeros, o más terriblemente, al mismo Señor de la vida y de la
historia.
9.
Reflexión
Los testimonios sobre la existencia de los ángeles en la Sagrada Escritura no
deja dudad de la existencia de estos seres espirituales creados por Dios para su
servicio, pero también para el servicio de nosotros los hombres. Por ello la
Iglesia invoca a san Miguel Arcángel como fiel defensor de los proyectos de Dios
y para someter el ataque de Satanás sobre los cristianos. Invoca a san Rafael en
las enfermedades y para proteger las ciudades contra las grandes catástrofes.
Finalmente invoca a san Gabriel, como el mensajero de confianza de Dios por
medio del cual nos da a conocer sus proyectos salvíficos y por medio del cual
nuestra respuesta llega a su presencia. No tengamos temor de invocarlos y de
solicitar su intercesión.
Que pases un día lleno del amor de Dios.
Como María, todo por Jesús y para Jesús
Pbro. Ernesto María Caro
10. CLARETIANOS 2004
Queridos hermanos y hermanas,
En la lectura continuada que venimos haciendo del libro de Job y del evangelio
de Lucas, hoy la liturgia nos propone un paréntesis con la celebración de los
Santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael.
Los tres textos de este día están unidos exteriormente por los personajes de los
ángeles, si bien tratan temas diversos. La primera lectura habla del triunfo de
Cristo y sus seguidores sobre sus enemigos, el salmo responsorial es una acción
de gracias a Dios por sus expresiones (misericordia, fidelidad, gloria, etc.), y
en el evangelio se condensa la teología joánica: Jesús es rabí, Hijo de Dios,
Rey de Israel.
Volvamos al punto de unión, los ángeles. Son seres que adquirieron un
protagonismo excepcional en la literatura sagrada y profana del pueblo hebreo,
conocida como apocalíptica, entre los siglos III a.C. y II d.C. Había ángeles
buenos y malos, de rango inferior y de grado superior, novatos y veteranos.
Capaces todos ellos de dominar cualquier situación o criatura mundana o
semimundana. Se les veía generalmente en los espacios celestes sosteniendo
luchas perpetuas acompañadas de los más extraordinarios fenómenos atmosféricos o
de cualquier otro orden imaginable. Y por encima de todo estaba el Dios supremo,
el dueño de todo y conocedor del desenlace de todas las batallas.
¿Por qué este tipo de imágenes? Exactamente no lo sabemos (como ocurre al
preguntarnos por la causa de la aparición de un determinado género literario).
Lo que sí es cierto es que en esta época Israel, por un lado, y los cristianos
por otro, comparten situaciones similares: el rechazo, unas veces directo y
otras más encubierto, por parte de las autoridades civiles y/o religiosas, o de
cualquier otro grupo influyente. Los grados a los que llegó esta oposición fue
muy variado.
La actualización del mensaje es clara: la celebración de los Santos arcángeles
Miguel, Gabriel y Rafael nos acerca a las situaciones de rechazo individuales o
comunitarias, para confiar que el bien tendrá la última palabra en nuestro
mundo, y para que esta convicción nos haga ser personas y comunidades de
salvación.
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