San Juan Crisóstomo (347-407)

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09-13

1. DOMINICOS 2003

Crisóstomo: Pico de oro

San Juan Crisóstomo (347-407) , obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia, predicador evangélico, instaurador de buenas costumbres en comunidades cristianas y en la sociedad.

Este gran hombre es una de las fuentes literarias de donde se toman muchas de las homilías y sermones para componer las Lecturas del Oficio Divino. Síntoma clarísimo de su cercanía a nosotros, de su magisterio espiritual y de su elocuencia.

Juan era hijo de un general romano, magníficamente situado. Estaba predestinado a hacer la carrera jurídica-diplomática, pues sus cualidades humanas le hacían personaje muy sobresaliente. Pero defraudó a muchos, porque el contexto socio-político-militar del imperio le resultó muy inficionado, corrupto, y optó por una vida de mayor retiro espiritual y de otro tipo de reflexión.

Pidió el bautismo cristiano, y lo recibió a sus 25 años. Dada su opción por el seguimiento de Cristo, fue promovido al sacerdocio, luego al ministerio episcopal, y más tarde al patriarcado de Constantinopla.

En el ejercicio de su ministerio pastoral pasó por años muy difíciles y por adversidades múltiples. Siendo obispo, salió en defensa su pueblo, acusado de que había cometido la fechoría de destruir una serie de esculturas del agrado del emperador Teodosio y de la realeza; y para ello escribió y pronunció veintiún Discursos sobre las estatuas, de fama mundial en la historia de la oratoria.

Siendo patriarca de Constantinopla, actuó en calidad de gran hom,bre de espíritu: reformador del clero, pueblo y realeza; maestro en la fe; enemigo de las corrupciones.

Esta actitud fue uno de los elementos que influyeron en la oposición que mantuvo contra él la emperatriz Eudoxia, que provocó su destierro.

Y en el destierro murió el santo varón, obispo, maestro, educador, orador sagrado.

Leamos un párrafo de su homilía ‘sobre la vida en Cristo’, antes de marchar al destierro:

“Muchas olas nos ponen en peligro y una gran tempestad nos amenaza; pero no tememos ser sumergidos, pues nos apoyamos sobre roca. Aunque el mar se desate, no la romperá; aunque se leanten las olas, nada podrán contra la barca de Jesús. Decidme, ¿qué podemos temer?

¿La muerte? Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir.

¿El destierro?  Del Señor es la tierra y cuanto la llena.

¿La confiscación de los bienes? Sin nada venimos al mundo y sin nada nos iremos de él.

Yo me río de todo lo que es temible en este mundo y de sus bienes...  Cristo está conmigo ¿Qué puedo temer?... En toda ocasión, yo digo: ¡Señor, hágase tu voluntad!...”


2. DOMINICOS 2004

Tan bien hablaba este santo que parecía tener pico de oro.
Sus discursos sobre ‘las estatuas ‘son pieza de valor universal.
Su doctrina es muy apreciada en los textos litúrgicos de la Iglesia.

San Juan Crisóstomo (3 47-407), como pastor, fue obispo de Constantinopla, como sabio forma parte del cortejo de doctores de la Iglesia, y como santo nos ofrece una vida ejemplar y martirial.

Hijo de un general romano, estaba predestinado a hacer brillante carrera jurídica-diplomática, pero renunció al inficionado contexto imperial, y eligió la soledad.

Pidió el bautismo, lo recibió a sus 25 años, y pronto fue promovido al episcopado, y más tarde al patriarcado de Constantinopla.

Le llamaron pico de oro, por su Predicación evangélica, pues hablaba tan bien que cautivaba; hablaba de Dios como quien lo posee como su tesoro; y razonaba con tanto peso en su doctrina que convencía.

En el ministerio episcopal, sufrió mucho, y tuvo que defender a su pueblo que cometió el error de destruir una serie de esculturas muy estimadas por la realeza, pero sus palabras no fueron bien recibidas por el poder.

Haciendo vida abnegada y de buen servicio, fue instaurador de buenas costumbres en su mundo social y eclesial, bastante deteriorado.

Siendo patriarca de Constantinopla, fue desterrado por la emperatriz Eudoxia, y en el destierro murió.