Nt 1, 1-23
1. COMENTARIO 1 - Mt 1,
1-16.18-23
Con esta genealogía se inserta el Mesías en la historia. Hombre entre los
hombres. Solidaridad: su ascendencia empieza con la de un idólatra convertido
(Abrahán) y pasa por todas las clases sociales: patriarcas opulentos, esclavos
en Egipto, pastor llegado a rey (David), carpintero (José).
Aparte María su madre, de las cuatro mujeres citadas, Tamar se prostituyó (Gn
38,2-26), Rut era extranjera, Rahab extranjera y prostituta (Jos 2,1), Betsabé,
«la de Urías», adúltera (2 Sm 11,4). Ni racismo ni pureza de sangre, la
humanidad como es.
En Jesús Mesías va a culminar la historia de Israel. La genealogía se divide en
tres períodos de catorce generaciones, marcados por David y por la deportación a
Babilonia. La división en generaciones no es estrictamente histórica, sino
arreglada por el evangelista para obtener el número «catorce» (valor numérico de
las letras con que se escribe el nombre de David), estableciendo al mismo tiempo
seis septenarios o «semanas» de generaciones. Jesús, el Mesías, comienza la
séptima semana, que representa la época final de Israel y de la humanidad. La
octava será el mundo futuro. Con la aparición de Jesús Mesías da comienzo, por
tanto, la última edad del mundo.
«Engendrar», en el lenguaje bíblico, significa transmitir no sólo el propio ser,
sino la propia manera de ser y de comportarse. El hijo es imagen de su padre.
Por eso, la genealogía se interrumpe bruscamente al final. José no es padre
natural de Jesús, sino solamente legal. Es decir, a Jesús pertenece toda la
tradición anterior, pero él no es imagen de José; no está condicionado por una
herencia histórica; su único Padre será Dios, su ser y su actividad reflejarán
los de Dios mismo. El Mesías no es un producto de la historia, sino una novedad
en ella. Su mesianismo no será davídico (cf. 22,4146).
Mateo hace comenzar la genealogía de Jesús con los comienzos de Israel (Abrahán)
(Lc 3, 23-38 se remonta hasta Adán). Esto corresponde a su visión teológica que
integra en el Israel mesiánico a todo hombre que dé su adhesión a Jesús. La
historia de Israel es, para Mateo, la de la humanidad.
El hecho de que Abrahán no lleve patronímico y, por otra parte, se niegue la
paternidad de José respecto de Jesús, puede indicar un nuevo comienzo. Así como
con Abrahán empieza el Israel étnico, con Jesús va a empezar el Israel
universal, que abarcará a la humanidad entera.
El Mesías salvador nace por una intervención de Dios en la historia humana.
Jesús no es un hombre cualquiera. El significado primario del nacimiento
virginal, por obra del Espíritu Santo, hace aparecer esta acción divina como una
segunda creación, que supera la descrita en Gn 1,lss. En la primera (Gn 1,2), el
Espíritu de Dios actuaba sobre el mundo material ("El Espíritu de Dios se cernía
sobre las aguas"); ahora hace culminar en Jesús la creación del hombre. Esta
culminación no es mera evolución o desarrollo de lo pasado; por ser nueva
creación se realiza mediante una intervención de Dios mismo.
Puede aún compararse Mt 1,2-17 y 1,18-25 con los dos relatos de la creación del
hombre. En el primero (Gn 1,1-2,3) aparece el hombre como la obra final de la
creación del mundo; en el segundo (Gn 2,4bss) se describe con detalle la
creación del hombre, separado del resto de las obras de Dios. Así Mateo coloca a
Jesús, por una parte, como la culminación de una historia pasada (genealogía) y,
a continuación, describe en detalle el modo de su concepción y nacimiento, con
los que comienza la nueva humanidad. Jesús es al mismo tiempo novedad absoluta y
plenitud de un proceso histórico.
La escena presenta tres personajes: José, María y el ángel del Señor,
denominación del AT para designar al mensajero de Dios, que a veces se confunde
con Dios mismo (Gn 16,7; 22,11; Ex 3,2, etc.).
v. 18: Así nació Jesús el Mesías: María, su madre, estaba desposada con José y,
antes de vivir juntos, resultó que esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.
El matrimonio judío se celebraba en dos etapas: el contrato y la cohabitación.
Entre uno y otra transcurría un intervalo, que podía durar un año. El contrato
podía hacerse desde que la joven tenía doce años; el intervalo daba tiempo a la
maduración física de la esposa. María está ya unida a José por contrato, pero
aún no cohabitan. La fidelidad que debe la desposada a su marido es la propia de
personas casadas, de modo que la infidelidad se consideraba adulterio. El
«Espíritu Santo» (en gr. sin artículo en todo el pasaje) es la fuerza vital de
Dios (espíritu = viento, aliento), que hace concebir a María. El Padre de Jesús
es, por tanto, Dios mismo. Su concepción y nacimiento no son casuales, tienen
lugar por voluntad y obra de Dios. Así expresa el evangelista la elección de
Jesús para su misión mesiánica y la novedad absoluta que supone en la historia
(nueva creación).
v. 19: Su esposo, José, que era hombre justo y no quería infamarla, decidió
repudiarla en secreto.
José es el hombre justo o recto. Por el uso positivo que hace Mateo del término
(cf. 13,17; 23,29; en ambos casos «justos» asociados a «profetas») se ve que es
prototipo del israelita fiel a los mandamientos de Dios, que da fe a los
anuncios proféticos y espera su cumplimiento; puede considerarse figura del
resto de Israel. Su amor o fidelidad a Dios (cf. 22,37) lo manifiesta queriendo
cumplir la Ley, que lo obligaba a repudiar a María, a la que consideraba
culpable de adulterio; el amor al prójimo como a sí mismo (cf. 22,39) le
impedía, sin embargo, infamarla. De ahí su decisión de repudiarla en secreto y
no exponerla a la vergüenza pública. Interviene «el ángel del Señor» (cf. 28,2),
y José, que encarna al resto de Israel, es dócil a su aviso; comprende que la
expectación ha llegado a su término: se va a cumplir lo anunciado por los
profetas.
Se percibe al mismo tiempo el significado que el evangelista atribuye a la
figura de María quien más tarde aparecerá asociada a Jesús, en ausencia de José
(2, 11). Ella representa a la comunidad cristiana, en cuyo seno nace la nueva
creación por la obra continua del Espíritu. La duda de José refleja, por tanto,
el conflicto interno de los israelitas fieles ante la nueva realidad la
comunidad cristiana. Por la ruptura con la tradición que percibe en esta
comunidad (= nacimiento virginal, sin padre o modelo humano/judío), José/Israel
debe repudiarla para ser fiel a esa tradición; por otra parte, no tiene motivo
alguno real para difamarla pues su conducta intachable es patente. El ángel del
Señor, que representa a Dios mismo, resuelve el conflicto invitando al Israel
fiel a aceptar la nueva comunidad, porque lo 'que nace en ella es obra de Dios.
Ese Israel comprende entonces la novedad del mesianismo de Jesús y acepta la
ruptura con el pasado.
v. 20: Pero, apenas tomó esta resolución, se le apareció en sueños el ángel del
Señor, que le dijo: José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte contigo a
María, tu mujer, porque la criatura que lleva en su seno viene del Espíritu
Santo.
La apelación «hijo de David» aplicada a José, indica, en relación con 1,1, que
el derecho a la realeza le viene a Jesús por la línea de José (cf 12,23; 20,30)
El hecho de que el ángel se aparezca a José siempre en sueños (2,13.19) muestra
que el evangelista no quiere subrayar la realidad del ángel del Señor.
v. 21: Dará a luz un hijo, y le pondrás de nombre Jesús, porque él salvará a su
pueblo de los pecados.
El ángel disipa las dudas de José, le anuncia el nacimiento y le encarga, como a
padre legal de imponer el nombre al niño. El nombre Jesús, «Dios salva» es el
mismo de Josué, el que introdujo al pueblo en la tierra prometida. Se imponía en
la ceremonia de la circuncisión, que incorporaba al niño al pueblo de alianza.
El significado del nombre se explica por la misión del niño: éste va a salvar a
«su pueblo», el que pertenecía a Dios (Dt 27,9; 32,9; Ex 15,16; 19,5; Sal
135,4): se anticipa el contenido de la profecía citada a continuación. El va a
ocupar el puesto de Dios en el pueblo. No va a salvar del yugo de los enemigos o
del poder extranjero, sino de «los pecados», es decir, de un pasado de
injusticia. «Salvar» significa hacer pasar de un estado de mal y de peligro a
otro de bien y de seguridad: el mal y el peligro del pueblo están sobre todo en
«sus pecados», en la injusticia de la sociedad, a la que todos contribuyen.
vv. 22-23: Esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el
profeta: 23Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán de
nombre Emanuel (Is 7,14) (que significa «Dios con nosotros»)...
El evangelista comenta el hecho y lo considera cumplimiento de una profecía
(1,22: "Todo esto sucedió etc."). Mientras, por un lado, el nacimiento de Jesús
es un nuevo punto de partida en la historia, por otro es el punto de llegada de
un largo y atormentado proceso. Con el término Emmanuel, «Dios con nosotros» o,
mejor, «entre nosotros» da la clave de interpretación de la persona y obra de
Jesús. No es éste un mero enviado divino en paralelo con los del AT. Representa
una novedad radical. El que nace sin padre humano, sin modelo humano al que
ajustarse, es el que puede ser y de hecho va a ser la presencia de Dios en la
tierra, y por eso será el salvador. Respeto de José por el designio de Dios
cumplido en María.
COMENTARIO 2
El presente relato trata de un hecho individual, único y extraordinario: el
nacimiento del Mesías anunciado a José en sueños.
Apoyado en la profecía de Isaías 7,14, Mateo desarrolla o amplía el presente
pasaje.
El hebreo ( almah = que significa muchacha, joven núbil"; es referido
probablemente a la esposa de Ajaz, la madre del rey Ezequías. Traducido al
griego, los judíos de la diáspora tradujeron "parthenos" = virgen. Mateo sigue
esta traducción. Muchos piensan que hubo una intención de carácter apologético
contra quienes empezaban a difundir ideas erróneas sobre el nacimiento de Jesús.
Este relato intenta exponer con toda claridad que la maternidad de María no es
obra de José, sino del Espíritu Santo.
El nombre del niño expresa y anuncia su destino: nacerá para salvar a su pueblo
de los pecados.
Por los textos que nos propone la liturgia de este día, no cabe duda de que
existe una estrecha relación entre el nacimiento de Jesús y de María. La
importancia de esta fiesta es señalada por la figura y el rol de esta mujer. Por
su Sí al proyecto de Dios, por su amor y sus cuidados, por su fe en el Dios
liberador que puso en ella su mirada, por su esperanza que encarna las
esperanzas de su pueblo.
Esta festividad nos sitúa en el marco de una historia en la que emerge la acción
divina (desde abajo) y proclama la fe en un Dios que no tarda en cumplir sus
promesas. Desde esta clave el creyente descubre en cada momento un momento
salvífico. Dios actúa a cada paso en el campo humano de esta historia de cada
día, suscitando hombres y mujeres que hacen posible y sacramental el actuar de
Dios. Como dice un himno de Laudes: "y tú te regocijas, oh Dios, y tú prolongas,
en sus pequeñas manos, tus manos poderosas..." Así fue en María, con su
nacimiento, hizo posible toda una concatenación de hechos significativos que
dieron paso a una fe y una esperanza que cruzan y se prolongan en el tiempo y en
el espacio.
1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid
2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
2. Lunes 8 de septiembre de 2003
Fiesta de la NATIVIDAD DE MARÍA
Mq 5, 2-5 o Rom 8, 28-30:
Salmo responsorial: 12, 6
Mt 1, 18-23 (ó 1, 1-16.18-23): Jesús, hijo de María
La fiesta de hoy celebra la Natividad de María,
fiesta que en muchos lugares es celebrada bajo la advocación de la “niña María”.
Para explicar el origen de Jesús, en el evangelio de hoy Mateo emplea un recurso
literario utilizado en la antigüedad, que es la genealogía. Las genealogías
servían para conocer los antepasados de una persona, y esto era de suma
importancia en la cultura de los pueblos del oriente antiguo, en la que el
individuo se entendía a sí mismo y era visto por los demás como parte de un
grupo con el que establecía una relación de parentela por los lazos de la sangre
y de la carne. La familia era el depósito de honor acumulado por todos los
antepasados, y cada uno de sus miembros participaba de dicho honor y estaba
obligado a defenderlo.
La intención de Mateo al comenzar su evangelio con esta genealogía es dar a
conocer la ilustre ascendencia de Jesús, que se remonta nada menos que a David y
a Abraham, presentándolo así como un personaje muy importante y honorable a los
ojos de sus contemporáneos.
Celebremos esta fiesta evocando en nuestra memoria el recuerdo de nuestros
antepasados, de su historia y de sus tradiciones que se han perpetuado de
generación en generación, dando como resultado un acumulado histórico donde
vamos prolongando la herencia cultural de nuestros mayores a través de la
familia. Que el recuerdo de María como madre de Jesús y parte de una familia,
consolide en nuestra vida los vínculos de la unidad familiar.
SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO
3. ACI DIGITAL 2003
1. Mateo da comienzo a su Evangelio con el
abolengo de Jesús, comprobando con esto que El, por su padre adoptivo, San José,
desciende legalmente en línea recta de David y Abrahán, y que en El se han
cumplido los vaticinios del Antiguo Testamento, los cuales dicen que el Mesías
prometido ha de ser de la raza hebrea de Abrahán y de la familia real de David.
La genealogía no es completa. Su carácter compendioso se explica, según S.
Jerónimo, por el deseo de hacer tres grupos de catorce personajes cada uno (cf.
v. 17). Esta genealogía es la de San José, y no la de la Santísima Virgen, para
mostrar que, según la Ley, José era padre legal de Jesús, y Este, heredero legal
del trono de David y de las promesas mesiánicas. Por lo demás, María es
igualmente descendiente de David; porque según San Lucas 1, 32, el hijo de la
Virgen será heredero del trono "de su padre David". Sobre la genealogía que trae
S. Lucas, y que es la de la Virgen, véase Luc. 3, 23 y nota. Según los
resultados de las investigaciones modernas hay que colocar el nacimiento de
Jesús algunos años antes de la era cristiana determinada por el calendario
gregoriano, o sea en el año 747 de la fundación de Roma, más o menos. Al no
hacerlo así, resultaría que Herodes habría ya muerto a la fecha de la natividad
del Señor, lo cual contradice las Sagradas Escrituras. Ese hombre impío, murió
en los primeros meses del 750.
3. Tamar. Aparecen, en esta genealogía legal de Jesús, cuatro mujeres: Tamar,
Racab, Betsabée y Rut, tres de las cuales fueron pecadoras (Gén. 38, 15; Jos. 2,
1 ss.; II Rey. 11, 1 ss.) y la cuarta moabita. S. Jerónimo dice al respecto que
el Señor lo dispuso así para que "ya que venía para salvar a los pecadores,
descendiendo de pecadores borrara los pecados de todos".
18. Entre los judíos los desposorios o noviazgo equivalían al matrimonio y ya
los prometidos se llamaban, esposo y esposa.
19. No habiendo manifestado María a su esposo la aparición del Angel ni la
maravillosa concepción por obra del Espíritu Santo, San José se vio en una
situación sin salida, tremenda prueba para su fe. Jurídicamente S. José habría
tenido dos soluciones: 1o. acusar a María ante los tribunales, los cuales, según
la Ley de Moisés, la habrían condenado a muerte (Lev. 20, 10; Deut. 22, 22 - 24;
Juan 8, 2 ss.); 2o. darle un "libelo de repudio", es decir, de divorcio,
permitido por la Ley para tal caso. Pero, no dudando ni por un instante de la
santidad de María, el santo patriarca se decidió a dejarla secretamente para no
infamarla, hasta que intervino el cielo aclarándole el misterio. "¡Y qué
admirable silencio el de María! Prefiere sufrir la sospecha y la infamia antes
que descubrir el misterio de la gracia realizado en ella. Y si el cielo así
probó a dos corazones inocentes y santos como el de José y María, ¿por qué nos
quejamos de las pruebas que nos envía la Providencia?". (Mons. Ballester). Es la
sinceridad de nuestra fe lo que Dios pone a prueba, según lo enseña San Pedro
(I. Pedr. 1, 7). Véase S. 16, 3.
23. Es una cita del profeta Isaías (7, 14). Con ocho siglos de anticipación Dios
anuncia, aunque en forma velada, el asombroso misterio de amor de la Encarnación
redentora de su Verbo, que estará con nosotros todos los días hasta la
consumación del siglo (Mat. 28, 20). Será para las almas en particular y para
toda la Iglesia, el "Emmanuel": "Dios con nosotros", por su Eucaristía, su
Evangelio y por la voz del Magisterio infalible instituido por El mismo.
4. DOMINICOS 2003
Hoy nace una clara estrella
La fiesta de la Natividad es una de las más
arraigadas en la tradición popular cristiana. Quizá porque se contempla
bíblicamente es resplandor de la aura, nacimiento, desde la cumbre de la
maternidad del Redentor que nos salva.
María es hoy, en efecto, como la aurora que anuncia la aparición del Sol de
justicia, de vida, de amor.
En el programa de Dios, María forma parte de los secretos divinos, y será la
mujer que acompañará al Mesías en su camino de salvación de todos los hombres.
Con María está asociado todo el itinerario de gosos y sufrimientos que llenarán
y herirán su Corazón de Madre.
Acompañemos, pues, espiritualmente a todos los peregrinos que acudirán a
numerosos Santuarios cuyo titular es la Natividad de María, y llevemos en los
labios unos versos de alegría, admiración y alabanza.
Canten hoy, pues nacéis, vos, los ángeles, gran Señora,
y ensáyense desde ahora, para cuando nazca Dios.
Canten hoy, pues a ver vienen nacida a su Reina
bella,
que el fruto que esperan de ella es por quien la gracia tienen.
Digan, Señora, de vos, que habéis de ser su
Señora,
y ensáyense desde ahora para cuando nazca Dios...
Y nosotros, que esperamos que llegue pronto Belén,
preparémosle también el corazón y las manos.
Vete sembrando, Señora, de paz nuestro corazón,
y ensayemos desde ahora para cuando nazca Dios. Amén.
Sea gloria en la palabra
Lectura del profeta Miqueas 5, 2-5:
“Esto dice el Señor: Pero tú, Belén de Éfrata, pequeña entre las aldeas de Judá,
de ti saldrá el jefe de Israel. Su origen es desde antiguo, de tiempo
inmemorial... Los entrega hasta el tiempo en que la madre dé a luz, y el resto
de los hermanos retornará a los hijos de Israel. Él, en pie, pastoreará con la
fuerza del Señor, por el nombre glorioso del señor, su Dios...”
La liturgia utiliza el vaticinio profético de Miqueas, que ensalza a Belén,
fusionando la gloria de María con la fiesta del Nacimiento del Mesías.
Lectura de la carta de san Pablo a los romanos 8, 28-30:
“Hermanos: sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para bien, a los que
Dios ha llamado conforme a su designio: a los que había escogido, Dios los
predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos
hermanos; a los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; y a
los justificó, los glorificó”.
En este párrafo sintetiza san Pablo el itinerario espiritual de los elegidos,
llamados a la santidad y salvación. María es el prototipo, con Cristo Jesús.
Evangelio según san Mateo 1, 1-16. 18-23:
“Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán ... El nacimiento de
Jesucristo fue de esta manera. La madre de Jesús estaba desposada con José y,
antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu
Santo. José, su esposo, que era bueno y no quería denunciarla, decidió
repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esa resolución, se le apareció
en sueños un ángel del Señor que le dijo: José, hijo de David, no tengas reparo
en recibir a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del
Espíritu Santo. Darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús ...”
En la filiación divina, el Hijo procede del Padre; y en la filiación humana,
dentro de la familia y estirpe de David, el Hijo se encarna en el seno de María,
su Madre, por obra del Espíritu Santo.
Momento de reflexión
Celebremos la elección y predilección de María.
En los textos litúrgicos seleccionados para honrar hoy a María, a partir de la
Escritura, no se habla de su Natividad: un hecho que quedó desde el primer
momento perdido en un anonimato similar al de cientos de hijos de Israel.
En los designios de Dios, la humildad, el silencio, el pasar desapercibido, es
actitud habitual. Solamente acontecimientos posteriores van iluminando en cada
caso el misterio escondido en el nacimiento.
Por eso, la liturgia se fija en el gran acontecimiento de la natividad de un
Niño, de un Elegido, Predestinado, Jesús, que, proviniendo de la casa y familia
de David, da cumplimiento a cuanto en la Biblia se dijo sobre el Mesías,
Salvador.
Y esa selección de textos se debe a que nosotros hemos conocido la verdadera
historia de la predestinación de María a través de la sorprendente historia de
salvación que realizó su Hijo, Jesús.
Bienaventurada hija de Sión.
Hoy nosotros, conocida la obra de Jesús, hasta su consumación en la muerte y
resurrección, volvemos la mirada hacia la Mujer que fue objeto de predilección,
cauce de vida y regazo amoroso, y clamamos como la campesina que irrumpió en la
escena evangélica, diciendo: ¡dichoso el vientre que te llevó y los pechos que
te amamantaron!
Dichosa, en efecto, pues todos los títulos de grandeza de María, desde su
concepción hasta su coronación en el cielo, derivan de la misión de Madre del
Mesías que le fue otorgada en los altísimos designios del Padre.
¡Dichosa tú, la elegida, que has sido llamada a ser Madre de Dios y Madre
nuestra!
5.
LECTURAS: MIQ 5, 1-4; SAL 12; MT 1, 18-23
Miq. 5, 1-4. Belén, pequeña aldea al sur de Jerusalén, será elevada a la más
alta dignidad, pues de ella saldrá el que será Jefe de Israel y llenará la
tierra con su grandeza, convirtiéndose en paz para todos. Cuando en Cristo se
cumple esta profecía, el Señor se convierte en Pastor de todos los pueblos. Nos
dirá san Pablo: llegada la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido
de Mujer, nacido bajo la Ley para rescatar a los que vivían bajo la Ley. Al
celebrar en este día la Natividad de la santísima Virgen María, nos alegramos
porque en ella Dios nos preanuncia que su Hijo viene para liberarnos del pecado
y poder presentarnos ante Él santos e inmaculados por haber depositado en el
Señor nuestra fe, y habernos dejado conducir por el Espíritu Santo. Elevemos
nuestra acción de Gracias al Padre Dios por el Salvador que nos dio por medio de
María Virgen.
Sal. 12. En medio de peligros y angustias debemos
continuar confiando en el Señor; pues sólo en Él encontraremos, no sólo refugio,
sino la salvación. Quien confíe en el Señor no tema, pues Dios estará siempre de
su lado. Por eso alegrémonos en el Señor, y entonemos en su honor un canto
nuevo. María, la Madre de Jesús, es para nosotros un signo de la bondad del
Señor para quienes Él ama. Y Dios nos ama, pues no sólo nos llamó a la vida,
sino que también nos llamó a participar de la misma Vida que, en su Hijo, ofrece
a toda la humanidad. Por eso, confiando en el Señor, hagamos de nuestra
existencia una continua alabanza a su Santo Nombre, pues Él siempre está y
estará a nuestro lado para librarnos de nuestros enemigos y hacer que nos
alegremos por su salvación.
Mt. 1, 18-23. Cuando unos renglones antes san Mateo nos dice que son catorce las
generaciones desde la deportación de Babilonia hasta el Mesías, al contar a los
personajes, incluyendo a María, nos da el número correspondiente; aún cuando
algunos no logran ponerse de acuerdo al respecto, podemos colegir que María y
José pertenecían al mismo Linaje de David. Dios cumple sus promesas al Rey David
cuando le dijo: Cuando hayas llegado al final de tu vida y descanses con tus
antepasados, mantendré después de ti un descendiente tuyo salido de tus entrañas
y consolidaré su realeza...Tu dinastía y tu realeza subsistirán para siempre
ante mí, y tu trono será estable para siempre. Y el Señor cumplió sus promesas
mediante Jesús, engendrado por obra del Espíritu Santo en María Virgen, y lo
convirtió en salvación nuestra y en el Dios-con-nosotros. José, escuchando y
obedeciendo la voz del ángel que le manifiesta la voluntad divina, se convierte
en ejemplo de la escucha fiel de la Iglesia a la Palabra de Dios y a la puesta
en práctica de la misma, así como en ejemplo de colaboración en el Evangelio
para no impedir que el anuncio de la salvación llegue a todos. En esta fiesta
del nacimiento de la Virgen María, alegrémonos porque ella fue escogida por Dios
para ser la Madre del Salvador y es, para nosotros, un signo del amor fiel que
Dios nos pide a todos los que creemos en Él.
En esta Eucaristía el Señor se dirige a nosotros a través de su Palabra,
mediante la cual nos invita a convertirnos en fieles discípulos suyos,
conociéndolo, escuchando su Palabra y poniéndola en práctica. Él nos ha
manifestado que nuestra vida de fe no puede limitarse sólo a la oración, sino
que debe tener la proyección de hacer creíble el Nombre del Señor entre nuestros
hermanos, porque nuestras obras se conviertan en el lenguaje que acompañe a
nuestras palabras cuando hablamos del amor que Dios tiene a todos. Cristo, el
Señor, entrega su vida por toda la humanidad, sin tener en cuenta clases
sociales, ni razas, ni culturas. Quien quiera aceptar la salvación que Él nos
ofrece, da un paso adelante en el Reino de Dios; y en este aspecto muchos se han
adelantado, dejando atrás a quienes, confiando en lo pasajero, tal vez acuden a
Dios por tradición, pero han hecho a un lado la fe verdadera que consiste en ser
obedientes a la voluntad de Dios, escuchándolo y poniendo por obra lo que Él nos
pide. Si en esta celebración del Misterio Pascual de Cristo entramos en comunión
de vida con el Señor, dejemos que su Espíritu transforme nuestra vida y haga de
nosotros un signo del amor de Dios en los diversos ambientes en que se
desarrolle nuestra existencia.
Tratemos de no rechazar, por ningún motivo, a los demás. La salvación ha de
llegar a todos; todos somos hijos de Dios, y Él, en su amor, no se fija en
exterioridades, sino en el corazón que le ama. Tal vez, al final, quienes fueron
despreciados a causa de su condición social pero que pusieron toda su confianza
en Dios, estén más cerca de quienes disfrutaron de todo aquí en esta vida, pero
vivieron lejos de Dios. ¿Hasta dónde somos capaces de colaborar para que la
salvación de Dios llegue a todos sin distinciones elitistas? Dios nos llama a
dar la vida para que todos tengan vida y la tengan en abundancia; Dios quiere
que en nuestro corazón tenga cabida toda clase de personas, que sepamos recibir
a todos con el mismo amor con que Dios les ama. Entonces, realmente, no
detendremos el proceso de construcción del Reino de Dios y de salvación que el
Señor ofrece a todos.
Que el Señor nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra
Madre, la gracia de saber escuchar la Palabra de Dios y ser obedientes a todo
aquello que el Señor nos pida, como lo fue María, y san José, su Castísimo
Esposo. Amén.
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6.
FIESTA DE LA NATIVIDAD DE LA VIRGEN MARÍA.
MARIA, ALEGRIA DEL MUNDO
1. Según la Tradición, la Virgen Madre de Dios nació en Jerusalén, junto a la
piscina de Bezatha. La Liturgia Oriental celebra su nacimiento cantando
poéticamente que este día es el preludio de la alegría universal, en el que han
comenzado a soplar los vientos que anuncian la salvación. Por eso nuestra
liturgia nos invita a celebrar con alegría el nacimiento de María, pues de ella
nació el sol de justicia, Cristo Nuestro Señor.
Hoy nace una clara estrella,
tan divina y celestial,
que, con ser estrella, es tal,
que el mismo Sol nace de ella.
En la plenitud de los tiempos, María se convirtió en el vehículo de la eterna fidelidad de Dios. Hoy celebramos el aniversario de su nacimiento como una nueva manifestación de esa fidelidad de Dios con los hombres.
2. Nada nos dice el Nuevo Testamento sobre el nacimiento de María. Ni siquiera nos da la fecha o el nombre de sus padres, aunque según la leyenda se llamaban Joaquín y Ana. Éste nacimiento es superior a Creación, porque es la condición de la Redención. Y, sin embargo, la Iglesia celebra su nacimiento. Con él celebramos la fidelidad de Dios. “Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien” Romanos 8,28. Y es motivo de alegría gozosa y permanente de todos y cada uno de los llamados. No sabemos cómo se cumplirá, pero tampoco sabemos como nace el trigo, y cómo se forja la perla en la ostra. Pero nacen y crecen y se forjan. La inteligencia humana, por aguda que sea, tiene su límite y ya no puede alcanzar más. Cerrar los ojos ante el misterio, sabiéndonos llamados por Dios, y “desbordar de gozo en el Señor” Salmo 12, 6
3. Todo lo que sabemos de su nacimiento es legendario y se encuentra en el
evangelio apócrifo de Santiago, según el cual Ana, su madre, se casó con un
propietario rural llamado Joaquín, galileo de Nazaret. Su nombre significa "el
hombre a quien Dios levanta", y, según san Epifanio, "preparación del Señor".
Descendía de la familia real de David. Llevaban ya veinte años de matrimonio y
el hijo tan ansiado no llegaba. Los hebreos consideraban la esterilidad como un
oprobio y un castigo del cielo. Eran los tales menospreciados y en la calle se
les negaba el saludo. En el templo, Joaquin oía murmurar sobre ellos, como
indignos de entrar en la casa de Dios. Esta conducta se ve celebrada en
Mallorca, en una montaña que se llama Randa, donde existe una iglesia con una
capilla dedicada a la Virgen. En los azulejos que cubren las paredes,
antiquísimos, el Sumo Sacerdote riñe con el gesto a San Joaquín, esposo de Santa
Ana, quien, sumiso y resignado, parece decir: No puede ser, no he podido tener
hijos. Sabemos que su esterilidad dará paso a María. Joaquín, muy dolorido, se
retira al desierto, para obtener con penitencias y oraciones la ansiada
paternidad. Ana intensificó sus ruegos, implorando como otras veces la gracia de
un hijo. Recordó a la otra Ana de las Escrituras, de que habla el libro de los
Reyes: habiendo orado tanto al Señor, fue escuchada, y asi llegó su hijo Samuel,
quien más tarde sería un gran profeta.Y así también Joaquín y Ana vieron
premiada su constante oración con el nacimiento de una hija singular,
María,concebida sin pecado original, y predestinada a ser la madre de
Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado.
De Ana y de Joaquín, oriente
de aquella estrella divina,
sale su luz clara y digna
de ser pura eternamente:
el alba más clara y bella
no le puede ser igual,
que, con ser estrella, es tal,
que el mismo Sol nace de ella.
No le iguala lumbre alguna
de cuantas bordan el cielo,
porque es el humilde suelo
de sus pies la blanca luna:
nace en el suelo tan bella
y con luz tan celestial,
que, con ser estrella, es tal,
que el mismo Sol nace de ella.
4. Nace María. Nace una niña santa. Nada se nota en ella hasta que crece y comienza a hablar, a expresar sus sentimientos, a manifestar su vida interior. A través de sus palabras se conoce el espíritu que la anima. Se dan cuenta sus padres: esta niña es una CRIATURA EXCEPCIONAL. Se dan cuenta sus compañeras: que se sienten atraídas por el candor de la niña y, a la vez, sienten ante ella recelo, respeto reverencial. Sus padres no saben si alegrarse o entristecerse. Para conocer lo sobrenatural hace falta tiempo y distancia. No ha habido nunca ningún genio contemporáneo; al contrario, siempre es considerado como un loco, un ambicioso o un soberbio.
5. Los niños hacen lo que ven hacer a los mayores. La niña santa no imita los defectos de los mayores y obra según sus convicciones. Cuando nació Juan Bautista, la gente se preguntaba "¿qué va a ser este niño?" (Lc 1,79). De María se preguntarían lo mismo. Ella comprende que, aunque quisiera hablar de lo mucho que lleva dentro, debe callar. Y tiene que vivir en completa soledad, de la que es un reflejo, el aislamiento del niño que crece entre gente mayor.
6. María, llena de gracia, vivía como perfectísima hija de Dios, entre hombres que habían perdido la filiación divina, habían pecado, y sentían la tentación y sus inclinaciones al pecado. El hombre conoce la diferencia que hay entre lo bueno y lo malo, y cuando obra el mal, percibe la voz de la conciencia. Antes de pecar, la percibe y la desatiende, durante el pecado, la acalla con el gozo del pecado, después de pecar, la oye y quisiera no oírla. Este es el conocimiento del mal, que no procede de Dios, sino de haberse separado de El. María no conoce el mal por experiencia, sino por infusión de Dios. No había pecado nunca. Por eso no entendía a la gente y se sentía sola. Experimentaba que sólo ella era así. Si hubiera vivido en un desierto, no hubiera padecido tanto, pero en Nazaret, aldea pequeña, con fama de pendenciera y poca caritativa, es tenida por orgullosa, la que era la más humilde. Como los niños viven su mundo aparte de los mayores, así tiene que vivir María entre su gente.
7. Y una mujer así, ¿nos puede comprender?, ¿puede ser nuestra madre? Sí porque MARIA es una MUJER COMPROMETIDA con todo el género humano. MARÍA FUE LA POBRE DE YAHVE. Los pobres de Dios nunca preguntan, nunca protestan. Se abandonan en silencio y depositan su confianza en las manos del Señor y Padre.
8. Con el Concilio HEMOS RECUPERADO LA BIBLIA, libro prohibido en mis años de juventud. También la Liturgia en castellano. También la Iglesia, no como una pirámide, sino como pueblo de Dios. De la misma manera hemos de recuperar a María, como Hermana en la fe, Madre en la fe. María peregrinó en la fe como todos los cristianos. Se abandonó a Dios. Pudo ser lapidada, al quedarse encinta, pudo ser repudiada... Es la pobre de Yahvé.
9. QUERRÍAMOS SABER MÁS COSAS DE MARÍA. EL EVANGELIO NOS DICE muy poco de Ella. Pero, si bien lo miramos, implícitamente nos dice mucho, todo. Porque Jesús predicó el Evangelio que, desde que abrió los ojos, vio cumplido por su Madre. Los hijos se parecen a sus padres. Jesús sólo a su Madre. Era su puro retrato, no sólo en lo físico, en lo biológico, sino también en lo psíquico y en lo espiritual.
10. Cada hombre, según las leyes mendelianas de los cromosomas y los genes, hereda de su padre y de su madre. Decía un sacerdote que su padre decía: "mi hijo es treballaor com yo y listo com sa mare". Cuando Jesús pronuncia el sermón de las Bienaventuranzas, está pintando a su Madre: Pobres de espíritu, Mansos, Pacientes, Humildes, Misericordiosos, Trabajadores de la Paz. Nos ha dado su Retrato. Sus actitudes vitales son idénticas las de la Madre y el Hijo: en el momento decisivo de su vida María le dice al Angel: "Hagáse en mi"... En el momento de comenzar su Hora, Jesús dice lo mismo "Hágase". Cuando nos enseña su carnet de identidad, María nos dice que es "la esclava del Señor" Cuando Jesús nos presenta el suyo, nos dice que es "manso y humilde de corazón". Jesús predicó las bienaventuranzas porque las había vivido. Y las vivió porque las había visto vivir a su Madre. Por eso la quiso y la hizo Inmaculada, porque tenía que ser su madre y su educadora en la fe.
11. En algunas imágenes aparece Santa Ana sentada como una auténtica abuela. Tiene en sus rodillas a María, quien con una apariencia muy maternal, tiene en las suyas al niño Jesús. Tres generaciones, sentada cada una en las rodillas de la otra. Gracias, Dios nuestro, por esta dimensión tan humana de la fe católica.
12. Esforcémonos por vivir como María, niña, adolescente, novia limpia, madre cariñosa y solícita, trabajadora, paciente en la pobreza, en las persecuciones y humillaciones, en las adversidades. Educadora con la palabra y la vida de su hijo, de sus hijos, que somos todos. Así seremos motivo de consuelo y de gozo para “quien nos predestinó, nos llamó, nos predestinó, justificó, glorificó” Romanos 8,24.
JESUS MARTI BALLESTER
7. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO 2004
El matrimonio judío se celebraba en dos fases: primero, los desposorios o firma del contrato matrimonial y, después, la cohabitación. Entre ambas podía haber un año aproximadamente. Jesús es concebido por María, según Mateo, cuando ésta aún no cohabitaba con José, circunstancia que indica el evangelista para mostrar que Jesús procederá por entero de Dios, esto es, del Espíritu Santo, la fuerza vital de Dios que hace concebir a María.
Jesús tiene por padre a Dios y no a José, descrito como hombre justo, que muestra su fidelidad a Dios queriendo cumplir la Ley que lo obligaba a repudiar a María a la que consideraba culpable de adulterio; sin embargo, otra ley, la del amor al prójimo como a sí mismo, le impedía infamarla. De ahí la decisión de repudiarla en secreto, no haciendo público el caso.
Que Jesús no sea hijo de José, o lo que es igual, que no tenga padre –que entre los judíos represena la autoridad y la tradición- significa que no está sometido a la tradición judía que esperaba un mesías entendido en clave político-militar, como hijo o descendiente de David. A pesar de no ser padre de Jesús, a José, como padre legal, se le adjudica el papel de imponer el nombre al niño. Éste se llamará Jesús, palabra que significa “salvador”, igual que Josué, el caudillo o salvador que, una vez muerto Moisés, introdujo al pueblo en la tierra prometida. Jesús será salvador, pero no del yugo o esclavitud de Egipto, de los enemigos o del poder extranjero, sino de los pecados, es decir, del pasado de injusticia del pueblo.
Y todo esto sucede, según el evangelista, para que
se cumpliese la escritura de Isaías: 23Miren: la virgen concebirá y dará a luz
un hijo y le pondrán de nombre Emanuel (Is 7,14) (que significa «Dios con
nosotros»). Esta virgen, históricamente la hija del rey Acaz, ha sido
identificada por Lucas con María que concibe y da a luz a su hijo, Jesús, Dios
con nosotros, o mejor, Dios entre nosotros. Jesús, el hijo de María no es un
enviado divino como los antiguos profetas.Naciendo sin padre humano, sin modelo
humano al que ajustarse, Jesús es la presencia de Dios en la tierra y, por eso,
será el salvador.
8. DOMINICOS 2004
La Natividad de Nuestra Señora
Esta es una las fiestas de mayor arraigado en la tradición popular cristiana.
Hoy María es como la aurora que anuncia la aparición del Sol de justicia, de
vida, de amor. ‘Hoy nace una clara estrella, tan divina y celestial, que, con
ser estrella, es tal, que el mismo Sol nace de ella’. En el programa de Dios,
María forma parte de los secretos divinos, y será la mujer que acompañará al
Mesías en su camino de salvación de todos los hombres. Aunque en el nacimiento
celebramos la alegría de la aurora, con ella está asociado todo el itinerario de
gozos y sufrimientos que llenarán y herirán su Corazón de Madre. Acompañemos hoy
espiritualmente a los peregrinos que acudirán a numerosos Santuarios cuyo
titular es la Natividad de María.
La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Lectura del profeta Miqueas 5, 2-5:
“Esto dice el Señor: Pero tú, Belén de Éfrata, pequeña entre las aldeas de Judá,
de ti saldrá el jefe de Israel. Su origen es desde antiguo, de tiempo
inmemorial...
Les entrega hasta el tiempo en que la madre dé a luz, y el resto de los hermanos
retornará a los hijos de Israel. Él, en pie, pastoreará con la fuerza del Señor,
por el nombre glorioso del señor, su Dios...”
Lectura de la carta de san Pablo a los romanos 8, 28-30:
“Hermanos: sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para bien, a los que
Dios ha llamado conforme a su designio: A los que había escogido, Dios los
predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos
hermanos; a los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; y a
los que justificó, los glorificó”.
Evangelio según san Mateo 1, 1-16. 18-23:
“Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán...
El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera. La madre de Jesús estaba
desposada con José y, antes de vivir junto, resultó que ella esperaba un hijo
por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era bueno y no quería
denunciarla, decidió repudiarla en secreto.
Pero, apenas había tomado esa resolución, se le apareció en sueños un ángel del
Señor que le dijo: José, hijo de David, no tengas reparo en recibir a María, tu
mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Darás a luz
un hijo y le pondrás por nombre Jesús...”
Reflexión para este día
Niña de Dios, por nuestro bien nacida.
Fijémonos en que los textos de referencia hoy utilizados por la liturgia para
honrar a María, aunque están tomados de la Escritura, en realidad no hablan de
la Natividad de la Virgen sino más bien de la futura natividad de un Niño, de un
Elegido o Predestinado, que condicionará todas las cosas.
Hablan de que en la casa y familia de David se dará cumplimiento a cuanto en la
Biblia se dijo sobre el Mesías, Salvador, y de que María será la mediación
humana para la obra divina de la Encarnación.
¡Oh maravilla de divino amor! Nosotros hemos conocido la verdadera historia de
María a través de la sorprendente historia de salvación que realizó su Hijo,
Jesús. Conocida la obra de Jesús, hasta la consumación en la muerte y
resurrección, cualquier hijo bien nacido exclama: ¡dichoso el vientre que te
llevó y los pechos que te amamantaron! En efecto, todos los títulos de grandeza
de María, desde su concepción hasta su coronación en el cielo, derivan de la
misión de Madre del Mesías que le fue otorgada en los altísimos designios del
Padre.
Repitamos, pues, una y otra vez nuestra alabanza con el pueblo creyente:
¡dichosa tú, la elegida, que has sido llamada a ser Madre de Dios y Madre
nuestra!
9. Miércoles, 8 de setiembre del 2004
LA NATIVIDAD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
Fiesta
De ti nacerá el que debe gobernar a Israel
Lectura de la profecía de Miqueas 5, 1-4a
Así habla el Señor:
y tú, Belén Efratá,
tan pequeña entre los clanes de Judá,
de ti me nacerá el que debe gobernar a Israel:
sus orígenes se remontan al pasado,
a un tiempo inmemorial.
Por eso, el Señor los abandonará
hasta el momento en que de a luz
la que debe ser madre;
entonces el resto de sus hermanos
volverá junto a los israelitas.
Él se mantendrá de pie y los apacentará
con la fuerza del Señor,
con la majestad del nombre del Señor, su Dios.
Ellos habitarán tranquilos,
porque Él será grande
hasta los confines de la tierra.
¡Y Él mismo será la paz!
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL 12, 6ab. 6cd
R . Yo desbordo de alegría en el Señor.
Yo confío en tu misericordia:
que mi corazón se alegre porque me salvaste. R.
¡Cantaré al Señor porque me ha favorecido! R.
EVANGELIO
Lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 1, 18-23
Éste fue el origen de Jesucristo:
María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido
juntos, concibió un hijo por obra, del Espíritu Santo. José, su esposo, que era
un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en
secreto.
Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo:
«José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido
engendrado en ella pro- viene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a
quien pondrás el nombre de Jesús, porque Él salvará a su Pueblo de todos sus
pecados».
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el
Profeta:
"La Virgen concebirá
y dará a luz un hijo, a quien pondrán
el nombre de Emanuel",
que traducido significa: «Dios con nosotros».
Palabra del Señor.
Reflexión:
El cumpleaños de la Santísima Virgen
La Iglesia celebra ordinariamente el aniversario del paso al Cielo de los
hombres. La fiesta que hoy celebramos es una de las pocas en las que quiere
reconocer de modo público y solemne la llegada a la tierra de uno de sus hijos.
La que iba a ser la Madre de Dios viene al mundo, con lo que se aproxima ya la
plenitud de los tiempos, en palabras de San Pablo. El momento central de la
historia, marcado por la llegada de Dios hecho hombre a la misma historia, es ya
inminente, por cuanto la que sería su Madre ha nacido. Es de justicia, pues,
alegarse. Debemos celebrar una fiesta que ponga de manifiesto la alegría de los
hombres, que reconocemos el gran don recibido.
Se trata, ante todo, del amor insondable de Dios por su criatura humana. No nos
abandona a pesar de nuestros pecados, tan inmenso es su amor. Un amor,
ciertamente divino, pero con manifestaciones de Hombre, de Mujer; así es un
amor-cariño, un amor que podemos entender, aunque lo reconozcamos en
manifestaciones sublimes, que se nos muestran como inalcanzables. Jesús y María
nos han querido a los hombres y nos quieren a cada uno como nadie más puede
hacerlo. Y es un cariño real, efectivo, cuyas gratas manifestaciones podemos
llegar a notar todos, y las notaríamos más, desde luego, si tratáramos de ser
todavía más consecuentes con nuestra fe.
Es un día, hoy, para ensalzar como nunca a nuestra Madre del Cielo. Con su
Nacimiento –también, antes, con su Concepción Inmaculada– se concreta, por así
decir, su realidad como la más dichosa de las criaturas, y su existencia en
favor de la humanidad. ¡Ha nacido la Llena de Gracia! ¡Está entre nosotros la
Bendita entre las mujeres!, recordamos hoy, y nos alegramos, como lo hacemos en
un cumpleaños, por haber conocido y por contar con la amistad o con la
proximidad familiar y el afecto de quien celebra sus años. Porque María es Madre
de todos los hombres, sin excepción; aunque es claro que si nos reconocemos
discípulos de su Hijo seamos capaces de valorar más su maternidad.
Es difícil imaginarse la vida cristiana, camino de los hijos hacia la casa del
Padre, sin una Madre que –sencillamente– nos quiera. Si los cristianos somos los
hijos de Dios, hijos que –como quiere Jesús– deben permanecer siempre niños,
parece muy conveniente que contemos también con una Madre para nuestra vida de
relación con Dios. En verdad os digo: si no os convertís y os hacéis como los
niños, no entraréis en el Reino de los Cielos, nos advirtió el Señor. Muchas
veces hemos considerado que la madurez y responsabilidad humanas no se oponen
absoluto a la infancia espiritual, imprescindible, según Cristo, para ganar el
Reino de los Cielos. Siendo, pues, tan necesaria la infancia, no parece menos
imprescindible la Madre.
Muy conscientes de nuestra condición y, por tanto, de la debilidad que
padecemos, de modo especial como consecuencia del pecado, actuamos de ordinario
en nuestro afán por ser santos como los niños; que cuentan en todo con la
experiencia y la capacidad de sus padres. Y, como suele suceder en nuestras
familias, se apoyan más en la madre mientras son muy pequeños; y muy pequeños
debemos ser siempre ante Dios. La confianza que inspira una madre impulsa a
apoyarse en su ayuda, en todo momento accesible y acogedora aunque la conducta
del pequeño no lo merezca. Esa Madre es, por eso, otra manifestación de el amor
mismo de Dios, que desea que en ningún caso desconfiemos de su Gracia. Es
lógico, pues, que nos alegramos, inmensamente agradecidos, por tener a
María–Madre poderosa y de consuelo– para todas las necesidades del alma.
Le rendimos asimismo nuestro homenaje por ser la Llena de Gracia. Es otro modo
de reconocer la omnipotencia y bondad divinas. Como recuerda con frecuencia en
la Liturgia de la Iglesia, a propósito del culto que rendimos a los
Bienaventurados: manifiestas Tu gloria en la asamblea de los santos y al coronar
sus méritos coronas tu propia Obra. Dios, en efecto, muestra de modo más
extraordinario su perfección y el amor a sus hijos, cuando en ellos resplandece
la virtud y gloria que han logrado correspondiendo a su Gracia. Así, María,
Llena de Gracia, al corresponder plenamente a Dios es, entre las criaturas, la
imagen más excelsa de la divinidad.
En su fiesta de cumpleaños queremos hacerle, con amor, el regalo que nos
aconsejaba san Josemaría: El amor a nuestra Madre será soplo que encienda en
lumbre viva las brasas de virtudes que están ocultas en el rescoldo de tu
tibieza.
Fluvium.org
10.
Reflexión
Con el inicio de su evangelio, San Mateo pretende poner bien claro que el origen
de Cristo es Divino y humano. Vine del linaje de David, pero al llegar a José,
dice: el esposo de María de quien nació el Cristo. Durante muchos años, la
herejía de los Docetistas, negaba que Cristo fuera verdaderamente humano. El
Concilio de Efeso (431) declaro solemnemente que María era la madre de Dios “Theotokos”.
Con ello ratificaba que Jesús había sido verdaderamente encarnado en el seno
purísimo de María y que era hombre como nosotros, sin haber perdido por ello la
naturaleza divina: Una sola persona con dos naturaleza: Humana y divina. Para
nuestra reflexión personal podríamos sacar algunas conclusiones extras de esta
declaración (que es sostenida por innumerables textos bíblicos). Si María es la
“verdadera madre de Dios”, por ser madre de Jesucristo, y si Jesucristo, por
nuestro bautismo, es “verdaderamente” nuestro hermano… ¿qué relación existe
entre María y mi persona? Es importante responder a esta pregunta, ya que en la
Biblia existen muchas personas, hombres y mujeres muy importantes pero ninguna
de ellas tiene una relación “filial” conmigo. Ahora bien, si has razonado
lógicamente habrás concluido que María es tu verdadera Madre, de la misma manera
que el Padre de Jesús es tu Padre (por adopción)… si es así, ¿amas
verdaderamente a María, y le das en tu vida el lugar que merece como tu
verdadera Madre? ¿Cómo le manifiestas a María que realmente tiene un puesto
importante en tu vida?
Que pases un día lleno del amor de Dios.
Como María, todo por Jesús y para Jesús
Pbro. Ernesto María Caro
11.
María, Madre de Dios
Fuente:
Autor: P . Clemente González
Reflexión:
El cumpleaños del padre o de la madre son siempre un motivo de alegría que reúne
a toda la familia para celebrarlo. Cada uno deja sus ocupaciones y trata de
hacer feliz al festejado. Este signo externo trata de reflejar un sentimiento
más profundo como es la gratitud y el amor. A nuestros padres debemos la vida.
Ellos fueron el instrumento de Dios para concebirnos. Hoy celebramos el
cumpleaños de nuestra madre del cielo, la Santísima Virgen María.
Como toda buena familia, la Iglesia se reúne para celebrar, festejar y agasajar
a María. El evangelio del día nos presenta la genealogía de Jesús y el modo en
que fue concebido. La fe es la virtud que destaca tanto en María como en su
esposo San José. Cuántas veces en nuestra vida familiar se suceden
acontecimientos que, humanamente, carecen de una explicación lógica.
Cuántas veces en nuestras vidas no vemos claro, nos falta luz. Y sin embargo,
Dios está ahí, como estuvo hace dos mil años en la vida de la Sagrada Familia de
Nazaret. Celebrando el cumpleaños de la Virgen María, aprovechemos para renovar
nuestra fe. Unámonos en familia en torno a ella y pidámosle que nos ayude a
descubrir siempre la mano de Dios en nuestra vida. Que al igual que María y
José, sepamos confiar en la Providencia buscando en todo servir y agradar a
Dios.
12.
Fray Nelson Jueves 8 de Septiembre de 2005
Temas de las lecturas: Mientras no dé a luz la que ha de dar a luz * Ella ha concebido por obra del Espíritu Santo.
1. Celebrar la infancia
1.1 En el nacimiento de la Virgen María la Iglesia nos concede mirar pequeña a la que es tan grande y acoger con ternura a la que nos ha recibido con tanta compasión y nos ha adoptado con tan inmensa piedad.
1.2 Cuando cualquiera de nosotros mira su propia infancia descubre ese pequeño milagro que es la continuidad del "yo". No es cosa despreciable eso de reconocer que las acciones que aquel niño realizaba hace treinta, cuarenta o más años, pertenecen al mismo individuo y están en la misma historia que las decisiones del joven de hace otros tantos o las oraciones que hice hoy por la mañana.
1.3 Un mismo"yo", una misma conciencia, una misma historia abarcan esos dos seres que, si los pusiéramos uno junto a otro, apenas podrían reconocerse.
1.4 En parte sentimos distante la infancia por los años transcurridos, pero en parte también por los giros que ha tomado nuestra historia particular. En muchos casos pasa que el niño que fuimos nos resulta irreconocible. Su inocencia nos parece inútil, su pureza nos parece lejana, su fragilidad se nos antoja vergonzosa.
1.5 Es fácil, cuando nos embarga este tipo de sentimientos, que sintamos una especie de ruptura con nuestra propia verdad de aquellos niños o de niñas que fuimos. Por algo hoy incluso se han puesto "de moda" los talleres, encuentros o métodos para "recuperar el niño interior".
2. María, la Niña
2.1 En mi historia vocacional particular esto del encuentro con una niñez sin vergüenzas ni complejos fue decisivo. Fue lo primero que aprendí a amar de la Niña. Después de todo, ¿qué es celebrar a María como "virgen" sino reconocer que hay en ella una señal singularmente preservada de una niñez nunca marchitada?
2.2 Algún día la Iglesia tendrá que hacer sus propios "talleres" sobre recuperación del niño o de la niña interior. Ese día comprenderemos mejor la grandeza que se esconde en la piedad aparentemente anodina de la fiesta que hoy celebramos.
2.3 María, la Niña, es el gran signo de una humanidad que se reconoce capaz de palpar, con cariño infinito y gratitud indecible, las manos puras y vigorosas del Creador.