Gentileza de http://jesus.upsa.es/
para la
BIBLIOTECA CATÓLICA DIGITAL
EL JESÚS HISTÓRICO Tema 10 |
La resurrección de Jesús > Documento 1 |
"HE
SIDO CONQUISTADO LA EXPERIENCIA PASCUAL COMO CLAVE DE LA VIDA, DE LA TEOLOGÍA Y DE LA MISIÓN DE PABLO Santiago Guijarro Oporto
En
la sugerente introducción a su libro sobre Pablo, Shalom Ben-Chorim
esboza la situación existencial necesaria para acercarse al apóstol de
las gentes: "Quien no haya intentado vivir su vida bajo la ley de
Israel y asumir y practicar los mandatos y enseñanzas de la tradición
rabínica, no podrá entender a Pablo" (Sch. Ben-Chorin,
Paulus, München 1980, p. 11). Más adelante, va comparando su
propia vida con la de del mismo Pablo: ambos son judíos nacidos en la
diáspora, ambos estudiosos enamorados de la ley y de las tradiciones de
sus antepasados, ambos pregoneros del evangelio de la Torá por todo el
mundo. Esa semejanza biográfica es clave, según él, para entender
desde dentro a Pablo. Ben-Chorin acusa a la teología occidental de
haber mirado a Pablo desde otro "puesto en la vida" y de no
haberle entendido correcta-mente. Sin embargo, después de enumerar las
semejanzas entre su vida y la de Pablo, hace esta sorprendente
confesión: "Los caminos de la fe no me llevaron a Damasco, sino a
Jerusalén. Y esto no sólo en un sentido externo, sino también en lo
que se refiere a mi realidad interior" (p.11). A pesar de todos los
paralelos entre su vida y la de Pablo, reconoce que hay algo que los
separa de forma esencial: "Quien no ha vivido la experiencia de
Damasco, quien no ha sido derribado por la luz celeste del resucitado,
permanece irremediablemente distante de Pablo" (p.13).
He
querido comenzar con este testimonio de un judío que se ha acercado
existencialmente a Pablo, para mostrar lo importante que es acertar en
nuestro modo de acercarnos a él. ¿Qué tenemos nosotros en común con
Pablo? No somos judíos ni hemos intentado vivir nuestra vida desde la
ley de Moisés; vivimos en una época que tiene muy poco que ver con la
de Pablo; nuestros problemas y nuestras preguntas son en muchos casos
muy diferentes a los que él se planteaba. Y sin embargo tenemos algo
muy importante en común con él; precisamente aquello que Schalom Ben-Chorin
confiesa no tener: una experiencia similar a la que él tuvo en el
camino de Damasco. Sólo desde aquí podemos comprender a Pablo por
dentro, y tal vez dialogar con él sobre esta experiencia indescriptible
y transformadora que cambió su vida y ha cambiado también la de muchos
de nosotros.
El
testimonio de Pablo acerca de su encuentro con el Señor resucitado es
en cierto modo único, porque él es el único que lo ha contado en
primera persona. Los demás testimonios del Nuevo Testamento son todos
de segunda mano, pues los relatos de apariciones que encontramos en los
evangelios fueron transmitidos primero oralmente por las comunidades
cris-tianas, y más tarde puestos por escrito por los evangelistas.
Sólo Pablo en toda la tradición del cristianismo naciente habla de
este encuentro directamente, sin intermediarios. En este sentido su
testimonio es único y tiene un valor inmenso para interpretar
adecuadamente el resto de los pasajes del Nuevo Testamento que narran el
encuentro de los creyentes con el Señor resucitado. Al mismo tiempo, la
experiencia de Pablo es paradógica, porque no habiendo conocido
personalmente al Señor en su vida terrena, tuvo sin embargo la certeza
de haberse encontrado con él en el camino de su vida y este encuentro
se convirtió en la fuente inspiradora no sólo de su vida, sino ta de
su actividad apostólica y de su reflexión teológica.
Los
textos
La
experiencia pascual de Pablo ha quedado reflejada de diferentes maneras
en los escritos del Nuevo Testamento. Los textos tienen una naturaleza y
un valor desigual, sobre todo cuando pretendemos acercarnos a dicha
experiencia pascual tal como ha sido contada por él mismo. Pueden
clasificarse en tres grupos. El primero está formado por algunas
afirmaciones que encontramos en las cartas escritas o dictadas por el
mismo Pablo; el segundo agrupa algunos testimonios procedentes de los
discípulos de Pablo que continuaban la tradición iniciada por él;
finalmente, tenemos los relatos de la conversión de Pablo que
encontramos en el libro de los Hechos.
a)
Testimonios del mismo Pablo:
Gál 1,12-16; 1Cor 15,8-11; 1Cor 9,1; 2Cor 4,6; Flp. 3,12 La
mayor parte de estos textos son frases dichas de pasada en un contexto
polémico. Los adversarios de Pablo ponen en duda el evangelio que él
anuncia, o su legitimidad como apóstol. Es en el contexto de esta
defensa apasionada donde Pablo nos ha dejado preciosos retazos de su
experiencia pascual, que intentaremos reconstruir con la lectura atenta
de los textos.
b)
Testimonios de los discípulos de Pablo:
Col 1,25-27;
Ef 3,3-5; 1Tim 1,11-14
Son
claramente testimonios de segunda mano. Poseen un tono más reflexivo
que los
anteriores
y están relacionados con un tema propio de las cartas paulinas de la
segunda
generación
cristiana: el conocimiento del misterio de Cristo revelado a Pablo.
c)
Testimonios del libro de los Hechos
Hch 9,3-9; 22, 6-10; 26, 12-18Lucas narra tres veces la
conversión de Pablo. Esto significa que dicho acontecimiento era muy
importante para él. Se trata de un relato, no de un testimonio
personal, por más que en dos casos el relato se ponga en boca del mismo
Pablo. Aunque es cierto que estos relatos poseen numerosos puntos en
común con la experiencia transmitida por el mismo Pablo, es evidente
que se trata de una composición más tardía y que Lucas los ha
compuesto con una intención catequética y apologética.
El
propósito de este estudio es acercarnos lo más posible a la
experiencia pascual de Pablo, y en consecuencia tomaremos como punto de
referencia sus propios testimonios. Tendremos que hacer un esfuerzo para
no dejarnos influir demasiado por el relato de Hechos, tal vez más
conocido para nosotros, y acercarnos a los retazos esporádicos que el
mismo Pablo ha dejado en sus cartas. Tomaremos como guía el capítulo
tercero de la carta a los Filipenses, en el que Pablo describe el cambio
que supuso para él el encuentro con Jesús resucitado.
Hemos
puesto nuestro orgullo en Jesucristo (Flp 3,4-6)
Flp
3 es la respuesta de Pablo a una situación polémica. En su ausencia
habían llegado a Filipos unos predicadores cristianos de origen judío
que proponían a la comunidad un evangelio distinto al que Pablo les
había predicado: el evangelio de la ley, que pregonaba un estilo de
vida basado en la obediencia a los preceptos de Moisés. Esta ley
-según ellos- había sido cumplida por Cristo y ahora se proponía,
unida a su victoria sobre la muerte, como camino de salvación. Aquellos
predicadores exigían a los filipenses que se circuncidaran y que se
ganaran la salvación cumpliendo los preceptos de dicha ley. Era una
propuesta muy atractiva para los que querían hacer carrera dentro del
imperio, pero Pablo se opuso a ella con palabras muy duras: "Ved
con qué letras tan grandes os escribo. Son de mi puño y letra. Los que
os fuerzan a circuncidaros lo hacen para quedar bien ante los demás y
para no ser perseguidos a causa de la cruz de Cristo" (Gál 6,
11-12). Pablo se entera y siente que lo más profundo del evangelio
está en peligro. El entrañable amor que siente por la comunidad de
Filipos (Flp. 1,3.8; 4, 15-16) le mueve utilizar palabras muy duras
contra aquellos predicadores, que se han presentado haciendo alarde de
su "alcurnia judía":
"La
verdadera circuncisión somos nosotros, los que tributamos un culto
nacido del Espíritu de Dios y hemos puesto nuestro orgullo en
Jesucristo, en lugar de confiar en nosotros mismos. Y eso que, en lo que
a mí respecta, tendría motivos para confiar en mí mismo. Nadie puede
hacerlo con más razón que yo. Fui circuncidado a los ocho días de
nacer, soy del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo por
los cuatro costados, fariseo en cuanto al modo de entender la ley,
ardiente perseguidor de la Iglesia, e irreprochable en lo que se refiere
al cumplimiento de la ley. (Flp 3, 3-6)
Desde
el comienzo, Pablo revela a los filipenses cuál es la alternativa de
fondo: hay que elegir entre poner la confianza en sí mismos o ponerla
en Jesucristo. Los predicadores judeocristianos buscaban lo primero al
proponer la obediencia a la ley como camino de salvación. Pablo se
rebela contra este proyecto, porque es el proyecto de la
"carne", es decir, el proyecto del hombre autosuficiente y
cerrado sobre sí mismo. Es entonces cuando argumenta desde su
experiencia personal y cuenta cómo pasó él de la confianza en sí
mismo en obediencia a la ley, a la confianza en Jesucristo a través de
la fe.
Para
captar bien lo que supuso para Pablo esta transformación, tenemos que
hacernos una idea de cómo era su vida antes del encuentro con el
resucitado. En los primeros versículos de este capítulo él mismo lo
cuenta en un tono muy apasionado. El podía presumir de sus títulos
humanos, pues vivía en una cultura en la que el prestigio social
procedía sobre todo del grupo al que uno pertenecía por nacimiento o
por afiliación. Los títulos a los que Pablo hace referencia en estos
versículos están basados en la pertenencia a un pueblo (del linaje de
Israel, circuncidado), a una tribu (la de Benjamín), a un grupo
religioso (los fariseos). Todo esto era más importante que cualquier
otra cosa.
Pablo
era un judío de la diáspora, pero se había dedicado al estudio de la
ley: "Yo soy judío. Nací en Tarso de Cilicia, pero me eduqué
aquí, en Jerusalén. Mi maestro fue Gamaliel; él me instruyó en la
fiel observancia de la ley de nuestros antepasados" (Hch 22, 3).
Más tarde pasó del estudio de la ley defenderla fanáticamente. Cuando
se encontró con el grupo de los nazarenos le pareció que aquellas
pequeñas fraternidades que transgredían los preceptos de la ley
suponían un serio peligro para el proyecto fariseo y, sin dudarlo, se
puso a perseguirlos: "Habéis oído, sin duda, hablar de mi antigua
conducta en el judaísmo: con qué furia perseguía yo a la iglesia de
Dios intentando destrozarla. Incluso aventajaba a muchos compatriotas de
mi edad como fanático partidario de las tradiciones de mis
antepasados" (Gál 1, 13-14).
Lo
que antes consideraba una ganancia,
ahora
lo considero una pérdida (Flp 3, 7-11)
En
su proyecto para defender y proponer la ley, Pablo tenía su escala de
valores. Tal vez no sea fácil para nosotros hacernos una idea de lo que
todo esto significaba para él, pues nuestro sistema de valores ha
cambiado desde entonces. No obstante, podemos empalmar con su
experiencia, pues todos llevamos en la vida un libro de cuentas en el
que apuntamos las ganan-cias y las pérdidas, el debe y el haber, las
cosas que consideramos importantes y las que carecen de valor para
nosotros. Pablo también lo tenía, pero un buen día a Pablo se le
cambiaron las cuentas y todo lo que tenía apuntado en la columna de las
ganancias pasó a la de las pérdidas:
"Pero
lo que entonces consideraba una ganancia, ahora lo considero pérdida
por amor a Cristo. Es más, pienso incluso que nada vale la pena si se
compara con el conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él he
perdido todas las cosas, y todo lo tengo por estiércol con tal de ganar
a Cristo y vivir unido a él con una salvación que no procede de la
ley, sino de la fe en Cristo, una salvación que viene de Dios a través
de la fe. De esta manera conoceré a Cristo y experimentaré el poder de
su resurrección y compartiré sus padecimientos y moriré su muerte, a
ver si alcanzo así la resurrección de entre los muertos. (Flp 3, 7-11)
Pablo
utiliza aquí la misma terminología que Jesús había utilizado para
hablar de las condiciones del seguimiento: "El que quiera salvar su
vida la perderá, pero el que pierda su vida por mi la encontrará"
(Mt 16, 25-26 y par.). Se trata de términos propios de las
transacciones comerciales (ganancia-pérdida), que condensan de forma
admirable la esencia del discipulado cristiano y la transformación que
supone el encuentro personal con Jesús.
¿Qué
es lo que le sucedió a Pablo para que cambiara tan radicalmente su
libro de cuentas? Ahora en el lugar de las ganancias había sólo una
cosa: conocer a Cristo Jesús y vivir unido a él, experimentando su
muerte y su resurrección. Todo lo demás, todo lo que antes constituía
motivo de orgullo, había pasado a la columna de las pérdidas. Pablo
había encontrado el tesoro escondido y la perla preciosa y lo había
vendido todo para comprarlos (Mt 13, 44-46). ¿Por qué? La explicación
que él mismo da es que se ha encontrado con Jesús.
El
encuentro con Jesús resucitado constituye, sin duda, el quicio de la
vida de Pablo. A partir de este momento su vida se divide entre un antes
y un después. Toda su vida como ferviente fariseo sensible a los
planteamientos de la cultura helenística, fue resituada e iluminada por
esta experiencia que marcó en su vida un nuevo comienzo e hizo de él
el apóstol de los paganos. Nosotros sólo podemos reconstruir aquella
experiencia a partir de pequeños fragmentos; son sólo alusiones
ocasionales que, sin embargo, poseen un gran valor. Todas ellas se
encuentran en un contexto polémico, pero lo que sus adversarios
cuestionan no es el encuentro de Pablo con el resucitado, sino su
condición de apóstol. Más aún, el hecho de que Pablo haga referencia
a esta experiencia como prueba de su condición de apóstol demuestra
que dicha experiencia era reconocida como auténtica por los cristianos
a los que se dirige, y probablemente también por su propios
adversarios.
¿Acaso
no he visto yo a Jesús el Señor? (1Cor 9, 1)
Hay
tres textos en los que Pablo se refiere directamente a este encuentro (Gál
1,12-16; 1Cor 15,8-11; 1Cor 9,1), y otros dos en los que la referencia
es menos directa (2Cor 4,6; Flp. 3,12). En el primero de ellos, que
tiene un carácter claramente autobiográfico, Pablo describe su
experiencia como una revelación:
"Quiero
que sepáis hermanos que el evangelio anunciado por mí no es una
invención de hombres, pues no lo recibí ni lo aprendí de hombre
alguno; Jesucristo es quien me lo ha revelado... Dios, que me eligió
desde el seno de mi madre y me llamó por pura benevolencia, tuvo a bien
revelarme a su hijo y hacerme su mensajero entre los paganos" (Gál
1, 12. 15-16)
En
los dos primeros capítulos de Gál Pablo se propone, ante todo,
defender su condición de apóstol, rechazada por los predicadores
judeocristianos que han intentado desprestigiarle ante los gálatas. En
este contexto Pablo manifiesta que el fundamento de su apostolado es,
precisamente, el encuentro con el resucitado. El texto habla de una
doble revelación: Dios le ha revelado a su Hijo, y éste a su vez le ha
revelado el evangelio. Seguramente Pablo ha formulado su experiencia
después de haber meditado sobre la vocación de Jeremías: "Antes
de formarte en el vientre te conocí; antes de que salieras del vientre
te consagré y te constituí profeta de las naciones" (Jr 1, 5), y
del Segundo Isaías: "El Señor me llamó desde el seno materno,
desde las entrañas de mi madre pronunció mi nombre" (Is 49, 1). A
la luz de estos textos comprendió que su encuentro con el resucitado
era, ante todo, una llamada para llevar a cabo el plan de Dios
En
los dos textos de 1Cor Pablo utiliza el verbo "ver' o "dejarse
ver=aparecerse" para nombrar esta misma experiencia. En 1Cor 9 el
contexto es muy parecido al que hemos visto en Gál 1 y Flp 3: lo que
está en entredicho es la legitimidad del apostolado de Pablo, no su
experiencia de encuentro con el resucitado, que él utiliza como
argumento:
"¿No
soy yo libre? ¿No soy apóstol? ¿Es que no he visto yo a Jesús,
nuestro Señor? ¿No sois vosotros hechura mía en el Señor? Si para
otros no soy apóstol, por lo menos para vosotros sí lo soy, pues
vuestra condición de cristianos es la garantía de mi apostolado. Esta
es mi defensa contra los que me discuten." (1 Cor 9, 1-3)
En
1Cor 15, sin embargo, lo que Pablo intenta probar no es su condición de
apóstol, sino la resurrección de Jesús, y al hacerlo se coloca a sí
mismo en la lista de los que pueden dar un testimonio personal de haber
visto al Señor.
"Porque
yo os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo
murió por nuestros pecados según las Escrituras; que fue sepultado y
resucitó al tercer día según las Escrituras; que se apareció a Pedro
y luego a los doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos
a la vez, de los que la mayor parte viven todavía, si bien algunos han
muerto. Luego se apareció a Santiago, y más tarde a todos los
apóstoles. Y después de todos se me apareció a mí, como si de un
hijo nacido a destiempo se tratara. Yo, que soy el menor de los
apóstoles, indigno de llamarme apóstol por haber perseguido a la
Iglesia de Dios. " (1 Cor 15, 3-6)
En
estos dos últimos pasajes Pablo utiliza una terminología muy parecida
a la que después encontramos en los relatos de apariciones de los
evangelios. Así, por ejemplo, en Jn 20 el verbo "ver" juega
un papel muy importante; los distintos personajes van deescubriendo
progresivamente a Jesús y dan testimonio de este encuentro proclamando:
"hemos visto al Señor" (Jn 20, 18.25). La otra expresión, la
de "dejarse ver=aparecerse" se encuentra en el relato de los
discípulos de Emaús (Lc 24, 34); allí la experiencia pascual acontece
cuando a los discípulos se les abren los ojos (Lc 24, 31). La
experiencia de Pablo está, pues, en linea con la tradición cristiana,
que utilizaba ya en su tiempo, y siguió utilizando después, estas
mismas expresiones para hablar de ella.
Finalmente
en 2Cor Pablo habla de una iluminación; el descubrimiento de Cristo ha
sido para él una iluminación fulgurante; como un relámpago; una nueva
creación semejante a la primera, en la que Dios hizo brillar la luz en
medio de las tinieblas.
"Pues
el Dios que ha dicho: Brille la luz de entre las tinieblas, es el que ha
encendido esa luz en nuestros corazones, para hacer brillar el
conocimiento de la gloria de Dios, que está reflejada en el rostro de
Cristo" (2 Cor 4, 6)
A
través de estos textos nos acercamos, casi tocamos la experiencia
pascual de Pablo: Dios le ha revelado a su hijo; él ha visto a Jesús;
el mismo Jesús se ha dejado ver por él; este descubrimiento ha sido
para él como un relámpago en medio de la noche, que le ha cautivado y
le ha conquistado. Es difícil traducir a términos de la moderna
psicología la experiencia que Pablo cuenta en estos textos. ¿Se trata
de una experiencia sensible, o de una revelación? ¿Fue una experiencia
real, o una alucinación? Fue, ciertamente, una experiencia religiosa
que sorprendió a todos y mucho más al mismo Pablo, algo inesperado que
provocó en él una certeza tan firme como para cambiar el rumbo de su
vida. Hasta aquí puede llegar el historiador; el creyente puede dar un
paso más y comparar esta experiencia de Pablo con su propia experiencia
de encuentro con el resucitado, añadiendo al del apóstol su propio
testimonio.
Otra
cuestión que plantea la experiencia pascual de Pablo es la de su
duración: ¿Fue algo puntual y fulminante, o más bien el resultado de
un largo proceso? A juzgar por los relatos de Hechos, su encuentro con
Jesús resucitado fue una experiencia puntual y fulminante. Sin em-bargo,
el relato que él mismo hace de su conversión en Gál 1-2 sugiere que
este encuentro fue la consecuencia de un proceso más largo. Hubo, sí,
un encuentro inicial, en el que Pablo se sintió deslumbrado por algo
que el celoso fariseo no había percibido cuando veía en los cristianos
una amenaza para la ley. Pero el descubrimiento del misterio pascual en
toda su riqueza fue un proceso lento, en el que poco a poco Pablo fue
descubriendo la altura, la profundidad y la anchura de la pascua de
Jesús (Ef. 1, 17-23)
¿Cómo
descubrió Pablo el alcance de la pascua de Jesús? El testimonio que
nos ha dejado en sus cartas indica que este descubrimiento se realizó a
la sombra de la cruz. En su camino de hombre autónomo que había puesto
su confianza en sí mismo y en sus títulos humanos, Pablo se encontró
con el crucificado, en el que antes sólo había visto una maldición de
Dios, un signo evidente de que el Nazareno no podía ser el mesías
esperado, y percibió con claridad el misterio de amor que encerraba la
entrega de Jesús por nosotros. Después, a lo largo de su vida de
cristiano, tuvo ocasión de profundizar sobre el alcance del
acontecimiento pascual y sobre la fuerza de la cruz de Cristo, en la que
se ha operado un intercambio admirable y en la que el mundo ha sido
creado de nuevo. Escuchemos algunos de sus testimonios:
"Ya
conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo
rico, se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza"
(2 Cor 8,9)
"Cristo
nos ha rescatado de la maldición de la ley haciéndose por nosotros
maldición, pues dice la Escritura: maldito el que cuelga de un
madero" (Gál 3, 13)
"Era
Dios el que reconciliaba consigo al mundo en Cristo, sin tener en cuenta
los pecados de los hombres...A quien no cometió pecado, Dios lo hizo
por nosotros reo de pecado, para que, por medio de él, nosotros nos
transformemos en salvación de Dios" (2Cor 5, 18.21)
Esta
entrega de Jesús por nosotros es la que conmovió a Pablo y le decidió
a cambiar su libro de cuentas. Estas palabras suyas y otros muchos
pasajes de sus cartas revelan que su contemplación del misterio de la
cruz fue prolongada y profunda. Mirando al crucificado Pablo capto toda
la fuerza y el alcance de la entrega de Jesús: por amor a nosotros se
ha hecho pobre, más aún, Dios lo ha hecho por nosotros maldición e
incluso reo de pecado (lit: pecado). En la cruz de Jesús se ha
manifestado el misterio de amor de Dios a los hombres y su proyecto de
salvación para toda la humanidad. Fue entonces cuando Pablo descubrió
la diferencia entre el proyecto de la ley y el proyecto del evangelio y
decidió entregarse por completo al proyecto de la gracia, por el que el
hombre lo recibe todo de Dios como un don, a través de su unión con el
crucificado:
"Estoy
crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive
en mi. Ahora, en mi vida mortal, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que
me amó y se entregó por mí" (Gál 2, 20)
Después
de este encuentro con el mesías crucificado, el único motivo de
orgullo para Pablo es la cruz de Jesús:
En
cuanto a mí, jamás presumo de algo que no sea la cruz de nuestro
Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí y yo
para el mundo" (Gál 6, 14)
Pablo
ha personalizado la experiencia pascual: "me amó y se entregó por
mi" y esto ha desarmado todo su andamiaje de hombre de la ley
cerrado sobre si mismo. Ahora todo su deseo consiste en vivir unido a
Cristo, identificándose con él en todo: sus padecimientos, su muerte y
su resurrección. Fue probablemente en los años que pasó en la
comunidad de Antioquía junto con Bernabé, cuando Pablo aprendió de
memoria el himno que después meditó muchas veces y que copió en su
carta a los filipenses (Flp 2,6-11). Este himno resume magníficamente
la visión del crucificado que le hizo cambiar el libro de cuentas de su
vida. En su actitud obediente, Jesús apareció ante los ojos de Pablo
como el Hijo obediente a la voluntad de Dios. Su entrega a la muerte por
nosotros no era sino la culminación de toda su vida, que Pablo y los
primeros cristianos contemplaron desde el misterio pascual.
He
sido conquistado por Cristo Jesús (Flp 3, 12-14)
De
esta experiencia profunda brota la nueva vida de Pablo y su entrega al
evangelio de Jesús. Después del cambio que se produjo en su libro de
cuentas, su vida anterior pasó a segundo plano; después de haber sido
conquistado por Cristo, su existencia quedó definitivamente orientada
hacia el futuro, hacia la llamada que Dios le hacía en Cristo Jesús:
"No
pretendo decir que haya alcanzado la meta o conseguido la perfección,
pero me esfuerzo a ver si la conquisto, por cuanto yo mismo he sido
conquistado por Cristo Jesús. Yo, hermanos, no me hago ilusiones de
haber alcanzado la meta; pero, eso sí, olvidando lo que he dejado
atrás, me lanzo de lleno a la consecución de lo que está delante y
corro hacia la meta, hacia el premio al que Dios me llama desde lo alto
por medio de Cristo Jesús. (Flp 3, 12-14)
El
encuentro con el Señor resucitado constituye desde ahora el fundamento
de su vida de cristiano. En la muerte y resurrección de Jesús Dios ha
inaugurado una nueva creación (Gál 6, 15). Pablo lo ha descubierto, y
ha decidido vivir "en Cristo", es decir, según el nombre
nuevo que se nos ha manifestado en Jesús, muerto y resucitado:
"Nos
apremia el amor de Cristo, al pensar que, si uno ha muerto por todos,
todos por consiguiente han muerto. Y Cristo ha muerto por todos, para
que los que viven, no vivan ya para ellos, sino para el que ha muerto y
resucitado por ellos...De modo que si alguien vive en Cristo, es una
nueva criatura; lo viejo ha pasado y ha aparecido algo nuevo" (2Cor
5, 14-15. 17)
Para
describir esta nueva vida Pablo ha tenido que inventar una nueva
terminología (todos los verbos compuestos con lal preposición
"con-") o a recurrido a una expresión concentrada: "en
Cristo". La nueva vida consiste, según Pablo, en estar unido a
Cristo y vivir como él vivió, compartiendo sus padecimientos, su
muerte y también su resurrección. Este es el modelo que el procuró
seguir y el que proponía también a sus comunidades.
El
encuentro con el resucitado es, al mismo tiempo, el fundamento de la
teología paulina. Es cierto que en su formulación y en las categorías
que utiliza la teología de Pablo depende en gran medida de su
formación como judío de la diáspora, pero lo más original de su
pensamiento tiene su origen en esta experiencia de encuentro con el
resucitado y en la reflexión a través de la cual dicha experiencia se
fue madurando en diálogo con otros cristianos y con las nuevas
situaciones que planteaba la misión a los paganos. El encuentro con el
resucitado le hizo intuir a Pablo, por ejemplo, que la salvación es
pura gracia de Dios y no resultado del esfuerzo humano; gracias a él
descubrió también el alcance cósmico de la cruz de Jesús: en ella se
ha inaugurado una nueva creación; no sólo un nuevo camino de
salvación, ni una explicación del mundo, como proponían los
filósofos ambulantes de su tiempo, sino una nueva creación, en la que
todo ha llegado a su plenitud.
Impulsado por esta experiencia, Pablo dejó todo lo que antes constituía para él motivo de orgullo y de gloria, y se dedicó a pregonar esta buena noticia de la gracia para una vida nueva en la nueva creación por todo el imperio romano. Es desde aquí desde donde debemos contemplar la misión de Pablo y desde donde podemos entender adecuadamente sus cartas, uno de los tesoros más preciosos de la experiencia cristiana en la primera hora del evangelio.
Publicado en:
Guijarro
Oporto, S., ìHe sido conquistado por Cristo Jesús. La experiencia
pascual como clave de la vida, de la teología y de la misión de
Pabloî Reseña Bíblica 5
(1995) 55-63. |