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EL JESÚS HISTÓRICO Tema 8 |
La autoridad de Jesús > Documento 1 |
DIOS
PADRE Santiago Guijarro Oporto
La
investigación reciente sobre la imagen paterna de Dios en Jesús se ha
centrado, como ya he dicho, en el estudio de sus palabras, y depende, en
gran medida, del trabajo pionero de J. Jeremias antes mencionado[i].
Jeremias distinguió entre la designación de Dios como Padre en los logia
de Jesús y la invocación de Dios como Padre en sus oraciones[ii].
A pesar de esta distinción, su único objetivo era llegar a la ipsissima
vox Iesu, y este interés por las palabras del Señor es el que ha
dominado la investigación posterior, dedicada en buena parte a evaluar
los resultados a los que él llegó.
La
investigación sobre este tema ha alcanzado en estos últimos años un
cierto consenso, después de matizar algunas de las afirmaciones de
Jeremias. Por eso la mejor forma de hacer balance sobre la imagen de
Dios que aparece en las palabras de Jesús es recordar sus principales
aportaciones y observar cómo han sido valoradas en los estudios
posteriores. La bibliografía es muy abundante, y no es mi intención
cansarles con una detallada historia de la investigación sobre el tema.
Voy a ceñirme a algunas obras más representativas, tanto de los
defensores de Jeremias (G. Schelbert, J. Fitzmyer, J. Schlosser, G.
Schneider) como de sus críticos (J. Barr, G. Vermes)[iii],
y me centraré en las aportaciones que me parecen más relevantes:
1
Detrás de las abundantes menciones de Dios como Padre que los
evangelios ponen en boca de Jesús hay una sólida tradición prepascual.
2
En los dichos que contienen esta tradición más antigua Jesús
distingue entre «mi Padre» y «vuestro Padre».
3
Jesús se dirigía a Dios en sus oraciones con el término arameo
abbâ.
4
Esta invocación procede del lenguaje infantil, aunque también
la usaban los hijos mayores en el ámbito familiar.
5
Jesús fue el primero en dirigirse a Dios con este término tan
familiar y lo hizo intencionadamente. Esta forma de dirigirse a Dios
revela una relación nueva y única con Él.
Jesús
se refería a Dios con la palabra «Padre»
En
primer lugar, J. Jeremias llevó a cabo una clasificación de las más
de 170 menciones de patêr
que encontramos en los evangelios, según las diversas tradiciones que
precedieron a su redacción. Gracias a este análisis observó que en el
cristianismo naciente se dio una tendencia creciente a introducir la
palabra "Padre" en los logia
de Jesús. Esta tendencia se advierte, sobre todo en el material propio
de Mateo, que es el que contiene más menciones entre los sinópticos, y
sobre todo en el de Juan, donde Padre es prácticamente sinónimo de
Dios[iv].
Metodológicamente prescinde de estos dichos propios de Mateo y Juan, y
se centra en los logia más
antiguos procedentes de Marcos, de la tradición común a Mateo y Lucas
y del material propio de Lucas. Son en total once pasajes, a los que hay
que añadir las tres invocaciones que estudia al hablar de las oraciones
de Jesús[v].
Estos catorce dichos de Jesús constituyen, según él, el núcleo más
antiguo de la tradición, que se remonta a Jesús. Es en ellos donde
resuena la ipsissima vox Iesu.
Esta
primera aportación de Jeremias ha sido básicamente confirmada por la
investigación posterior. J. Schlosser, que han realizado un examen
histórico-crítico muy minucioso de estos logia
de Jesús teniendo en cuenta las aportaciones de otros estudiosos sobre
el tema, mantiene un grupo de doce, de los cuales ocho coinciden con la
lista de Jeremias. Curiosamente esta coincidencia se da principalmente
en los dichos pertenecientes a las tradiciones más antiguas: Marcos y
la Fuente Sinóptica de Dichos[vi].
Así pues, tenemos sólidos fundamentos para afirmar que Jesús habló
de Dios como Padre.
Jesús
distinguió entre «mi Padre» y «vuestro Padre»
En
segundo lugar, J. Jeremias distinguió en los logia
de Jesús tres formas de referirse a Dios: en unas se habla de «el
Padre» sin pronombre posesivo; en otras de «vuestro Padre», y en
otras de «mi Padre». En esta clasificación dio gran importancia al
contraste que se aprecia entre las dos últimas. Según él, Jesús
habló de «vuestro Padre» cuando se dirigía a los discípulos, hasta
el punto de que esta expresión es una de las características de su
enseñanza dirigida a ellos[vii].
Los dichos en los que habla de «mi Padre» se encuentran también en
los discursos dirigidos a los discípulos, pero se refieren a la
revelación recibida por Jesús y al poder que ha recibido. Esta
distinción es muy importante para la cristología, pues revela que
Jesús tenía una relación única con Dios que no compartía ni
siquiera con sus discípulos[viii].
Hay
que decir que esta distinción entre las menciones que hablan de
«vuestro Padre», y de «mi Padre» no ha sido unánimemente
corroborada por los estudios posteriores. J. Schlosser, después de un
análisis riguroso de los cuatro pasajes en los que Jeremias creyó
descubrir la designación de Dios como «mi Padre», muestra que éstos
pertenecen muy probablemente a la tradición posterior a la pascua[ix].
J. Dunn, llega a una conclusión muy parecida, aceptando con reservas
como anterior a la pascua uno de los cuatro pasajes propuestos por
Jeremias[x].
Parece, por tanto, sensato poner entre paréntesis esta segunda
conclusión.
La
invocación «abbâ»
En
tercer lugar J. Jeremias afirmó que Jesús se dirigía habitualmente a
Dios en sus oraciones con el término arameo abbâ.
Como es sabido, los evangelios sólo ponen en boca de Jesús esta
palabra en la oración de Getsemaní (Mc 14,36). Sin embargo, el hecho
de que se conservara en comunidades de lengua griega (las otras dos
menciones dentro del NT se encuentran curiosamente en Gál 4,6 y Rom
8,15) sería un indicio de que Jesús se dirigió habitualmente a Dios
con esta invocación. Aquí Jeremias no es original, pues varios años
antes, en un magnífico artículo del Theologisches
Wörterbuch zum neuen Testament G.
Schrenk había subrayado que en las oraciones de Jesús el original del
término patêr era la
invocación aramea abbâ[xi].
Esta identificación tiene consecuencias importantes para descubrir el
sentido de abbâ, que según
Jeremias debe entenderse como un vocativo. La traducción de esta
expresión al griego en los tres pasajes en los que aparece lleva
artículo (ho patêr), pero
Jeremias propone entenderla a la luz de las otras oraciones que
comienzan con patêr o patêr
mou como un vocativo.
Los
estudios posteriores han contribuido a matizar esta tercera aportación
de Jeremias. J. Barr, en un artículo muy crítico sobre su
interpretación del sentido de abbâ,
considera que leer esta expresión detrás de todas las oraciones de
Jesús es sólo una posibilidad entre otras hipótesis también posibles[xii].
Por su parte J. Schlosser[xiii]
acepta con ciertas cautelas la posibilidad de que algunas oraciones de
Jesús comenzaran originalmente con esta invocación. En todo caso nadie
pone seriamente en tela de juicio el hecho fundamental de que Jesús
utilizó esta palabra para dirigirse a Dios. Como reconoce Schlosser
"la única explicación históricamente verosímil es ver en el uso
comunitario de abbâ una
herencia recibida de Jesús"[xiv].
Finalmente, G. Schelbert ha mostrado en un detallado estudio que este
término se usaba normalmente como vocativo con el sentido de «padre»
o «padre mío»[xv].
El
significado de la invocación «abbâ»
La
aportación más difundida del estudio de Jeremias es la que se refiere
al origen y significado de la palabra abbâ.
Según él, esta invocación procede del lenguaje infantil y revela una
familiaridad con Dios semejante a la que tienen los hijos pequeños con
sus padres. Jeremias observó que en tiempos de Jesús esta palabra no
era patrimonio de los niños pequeños, sino que también los hijos
mayores la usaban para dirigirse a sus padres[xvi].
La versión más difundida de esta aportación ha insistido sobre todo
en la primera parte, identificando la relación con Dios con aquella que
tienen los niños pequeños con sus padres, y así se ha traducido con
frecuencia abbâ como
«papá» o «papaíto».
Algunos
autores han criticado con argumentos bien fundados esta interpretación
del término abbâ. Todos
están de acuerdo en reconocer que esta palabra tuvo su origen en el
lenguaje infantil. Se trata de una palabra de formación irregular,
creada a partir del sustantivo ab
(padre) por influjo de otra palabra que los niños aprenden a pronunciar
también muy pronto: ímmâ,
un diminutivo cariñoso del sustantivo ím,
que significa madre[xvii].
Pero no todos están de acuerdo en el sentido que tenía esta palabra en
boca de un hombre adulto, ni tampoco lo están sobre cuál fue el
sentido que tuvo en labios de Jesús[xviii].
J. Barr ha sido uno de los autores más críticos con la interpretación
"infantil" del término. Según él, esta invocación es una
forma "solemne, responsable y adulta de dirigirse a Dios"[xix].
J. Schlosser ha hecho también algunas matizaciones importantes. En
primer lugar este término no puede restringirse a la esfera familiar,
pues se usaba como título de respeto para dirigirse a los maestros o a
personas ancianas. Y en segundo lugar la familiaridad que supone esta
forma de dirigirse a Dios no debe entenderse por oposición a respeto,
sino a distancia; el matiz propio de esta invocación es el de la
cercanía y la inmediatez, que no excluye en absoluto el respeto y la
obediencia, un aspecto que el mismo Jeremias observó, aunque no
insistió mucho sobre él[xx].
Así pues, podemos mantener la aportación de Jeremias, interpretándola
en este sentido y no en el que más se difundió a partir de su estudio.
Jesús
fue el primero en dirigirse así a Dios
La
última conclusión de J. Jeremias que quiero comentar es una de las
más importantes. Después de un análisis minucioso de los textos del
judaísmo palestinense antiguo, llegó a la conclusión de que Jesús
fue el primero en dirigirse a Dios con este término. Según él, llamar
así a Dios habría sido para la sensibilidad judía una falta de
respeto, y por esta razón no encontramos dicha invocación en las
oraciones judías de la época. Por el contrario, el hecho de que Jesús
se dirigiera a Dios con este término no usado antes en el ámbito
religioso revela una relación nueva y única con Él. Resulta llamativo
que Jesús no se haya reservado para sí esta nueva forma de
relacionarse con Dios, sino que la haya compartido con sus discípulos
cuando les transmitió la capacidad de llamar así a Dios[xxi].
La
afirmación fundamental de la que parte esta última conclusión ha sido
ampliamente ratificada en la investigación posterior. Todos aquellos
que se han tomado la molestia de volver a examinar la literatura de la
época han llegado a la conclusión de que Jeremias estaba en lo cierto.
La mayoría subscribiría la conclusión a la que llega J. Fitzmyer:
"no existe por el momento ningún testimonio en la
literatura del judaísmo palestinense antiguo en el que «mi padre» se
use como una formula personal para dirigirse a Dios"[xxii].
El único argumento que aducen los críticos de Jeremias es que el
fundamento de esta conclusión es débil, porque se basa en la ausencia
de testimonios[xxiii].
Dada la familiaridad con Dios que tenían algunos contemporáneos
judíos de Jesús no es improbable que algunos de ellos se hubieran
dirigido a Él con esta misma cercanía. Es una cautela digna de tenerse
en cuenta, pues sabemos que los textos que han llegado hasta nosotros
constituyen una parte muy exigua de la producción literaria de la
época, y sobre todo de la vida real. En todo caso, la inmediatez y la
cercanía que Jesús tenía con Dios no sólo se revela en la
invocación abbâ, sino que
aparece con frecuencia en el contenido de sus oraciones.
Balance
provisional
El
balance de la investigación realizada a partir del estudio de J.
Jeremías sobre la designación y la invocación de Dios como Padre en
los dichos de Jesús es, pues bastante positivo. Podemos afirmar con
bastante seguridad que Jesús se refirió a Dios como Padre cuando
hablaba a sus discípulos y también en sus oraciones. Al menos en
algunos casos utilizó para dirigirse a Dios una palabra tomada del
lenguaje familiar que también se usaba como título de respeto (abbâ)
y enseñó a sus discípulos a hacer lo mismo. A juzgar por los
testimonios que tenemos, Jesús y los primeros cristianos fueron los
primeros en utilizar este término en sus oraciones.
Además
de estas afirmaciones básicas tenemos una serie de dichos que, después
de haber sido sometidos a una escrupulosa crítica literaria e
histórica, pueden ser considerados como palabras realmente pronunciadas
por Jesús. A través de estas pocas palabras aparece una imagen de Dios
que confirma lo que está implícito en el hecho de que Jesús hablara
de Él y se dirigiera a Él de esta forma: es un padre bondadoso y
misericordioso que reparte el perdón y hace salir el sol sobre buenos y
malos (Mc 11,25; Q 6,36; Q/Mt 5,45); es un padre solícito que está
pendiente de lo que necesitan los discípulos y les revela sus designios
más secretos (Q 11,13; 12,30; Lc 12,32; Q 10,21); pero es, al mismo
tiempo, un padre que reclama obediencia, respeto y reconocimiento de su
dignidad (Mc 14,36; Q 11,2; Mt 23,9).
El
camino abierto por Jeremias ha contribuido también a poner de relieve
la importancia que tuvo la experiencia de oración de Jesús. J. Dunn ha
sido quien más ha subrayado este aspecto tan descuidado en los estudios
sobre el Jesús histórico. Fue en la oración donde Jesús descubrió
la solicitud y la autoridad de Dios como Padre, y donde experimentó la
especial solicitud que tenía hacia él. Jesús vivió su relación con
el Padre de una forma experiencial, y es en el marco de esta relación
con Dios donde debemos situar sus palabra sobre Él, su misericordia y
su solicitud. Fue en este ámbito también donde Jesús descubrió su
misión como Hijo, y donde encontró las fuerzas para llevarla a cabo[xxiv].
Sabemos,
pues, que Jesús se relacionó con Dios como con su Padre, y que se
entendió a sí mismo como su Hijo. Sus palabras nos dan una idea de la
imagen que él tenía del Padre, y su oración nos revela el clima en el
que tuvo lugar la relación con Él. Pero con todo esto aún nos queda
una cuestión fundamental sin resolver, pues todas estas afirmaciones
sólo podrán adquirir contornos precisos cuando sepamos cómo se
entendía la relación entre padres e hijos en tiempos de Jesús. Este
será el siguiente paso de la exposición. Espero que sirva para
ambientar las conclusiones precedentes y que abra un nuevo horizonte
para descubrir a través del comportamiento de Jesús sus actitudes
filiales y la imagen paterna de Dios que tenía.
Tomado de: Guijarro Oporto, S., ìDios Padre en la actuación de Jesúsî Estudios Trinitarios 34 (2000) 33-69.
[i]
De entre los trabajos precedentes merece destacarse, sobre
todo, el amplio artículo de Gottlob Schrenk en el Theologisches
Wörterbuch zum Neuen Testament, que citaremos en su versión
inglesa: G. Schrenk, pathvr
ktl., en: G. Kittel
(ed.), Theological Dictionary
of the New Testament, Grand Rapids, Mi. 1967 [original 1954],
vol. IV, 945-959 y 974-1022. La parte dedicada al AT fue escrita por
G. Quell (pp. 959-974).
[ii]
J. Jeremias, Abba
37-62 y 62-73 respectivamente.
[iii]
G. Schelbert, Sprachgeschichliches
zu «abba», en: P. Casetti - O. Keel - A. Schenker (ed.), Mélanges
Dominique Barthélemy, Göttingen
1981, 395-447; J. A. Fitzmyer,
Abba and Jesus' Relation to
God, en: R. Refoulé
(ed.), À cause de
l'évangile, (Lectio
Divina 123), Paris 1985, 15-38; J.
Schlosser, El Dios de
Jesús.
[iv]
J. Jeremias, Abba
37-42.
[v]
Marcos: Mc 8,38; 11,25; 13,32. Tradición común a Mateo y
Lucas: Mt 5,48 / Lc 6,36; Mt 6,32 / Lc 12,30; Mt 7,11 / Lc 11,13; Mt
11,27 / Lc 10,22. Material propio de Lucas: Lc 2,49; 12,32; 22,29;
24,49. Invocaciones: Mc 14,36; Mt 6,9 / Lc 11,2; Mt 11,25-26 / Lc
10,21. Véase: J. Jeremias,
Abba
43 y 63.
[vi]
J. Schlosser, El
Dios de Jesús 127-128,
incluye en su análisis los dichos que Jeremías estudia en el
apartado de las invocaciones. Estas son sus principales
conclusiones: a) los dichos de Mc 11,25 y 14,36 proceden de Jesús,
aunque nos han llegado mediados por la tradición; b) seis pasajes
procedentes de la Fuente Sinóptica de Dichos (Q 6,36; 10,21; 11,2;
11,13; 12,30 y Q/Mt 5,45) proceden muy probablemente de Jesús; c)
del material propio de Lucas podemos considerar como proveniente de
Jesús Lc 12,32, y con alguna probabilidad Lc 23,34; d) del material
propio de Mateo, sólo podríamos retener como probable Mt 23,9: e)
las menciones de Juan, excepto tal vez Jn 12,27-28, han de
considerarse como no provenientes de Jesús. (pp. 180-181). A
conclusiones muy parecidas llega G.
Schneider, El Padre de
Jesús 66-83.
[vii]
J. Jeremias, Abba
51.
[viii]
J. Jeremias, Abba
61 y 70.
[ix]
J. Schlosser, El
Dios de Jesús 212.
Para el análisis de los cuatro pasajes véase: pp.147-149 (Q
10,22); pp. 131-134 (Mc 13,32); pp. 169-171 (Mt 16,17); p. 155 (Lc
22,29).
[x]
J. D. G. Dunn, Jesús
y el Espíritu, (Koinonia 9), Salamanca 1981 [original 1975]
58-74.
[xi]
G. Schrenk, pathvr
985
[xii]
J. Barr, Abbâ
isn't «Dady», Journal of Theological Studies 39 (1988) 28-47,
pp. 46-47.
[xiii]
J. Schlosser, El
Dios de Jesús 207-209.
[xiv]
J. Schlosser, El
Dios de Jesús 207.
[xv]
G. Schelbert, Sprachgeschichliches
zu «abba» 405-413.
[xvi]
J. Jeremias, Abba
66-70.
[xvii]
G. Schelbert, Sprachgeschichliches
zu «abba» 410-412.
[xviii]
J. A. Fitzmyer,
Abba
33, después de afirmar que Jesús utilizó esta palabra para
dirigirse a Dios, reconoce que "esto deja abierta la cuestión
sobre el sentido que pudo haber tenido abbâ
para el Jesús histórico". Véase la extensa argumentación en
pp. 20-32.
[xix]
J. Barr, Abbâ
47; véase la discusión sobre este aspecto en pp. 35-37. G.
Vermes, La religión
de Jesús 217-218
abunda en la tesis de Barr y aduce dos pasajes targúmicos (TgNeofGen
19,34; 44,18) en los que abbâ
se utiliza en el contexto religioso de un juramento. Su conclusión
es que "la teoría de Jeremias, popular hasta ahora, carce de
base filológica" (p. 218). Se refiere, obviamente a la
interpretación del término.
[xx]
J. Schlosser, El
Dios de Jesús 199-200. J.
Jeremias, Abba
70: "este abbâ
contiene al mismo tiempo el don total del Hijo que se entrega al
Padre en la obediencia".
[xxi]
J. Jeremias, Abba
23-25; 65-66; 70.
[xxii]
J. A. Fitzmyer,
Abba
28; J. Schlosser,
El Dios de Jesús 201-207
y 209-210.
[xxiii]
J. Barr, Abbâ
45-46; G. Vermes,
La religión de Jesús
218.
[xxiv]
J. D. G. Dunn, Jesús
y el Espíritu 74-80. |