JESÚS "EL MAESTRO"

Excursus histórico-carismático

Actas del Seminario internacional sobre
"Jesús, el Maestro"
(Ariccia, 14-24 de octubre de 1996)

por Eliseo Sgarbossa ssp

 

IV. HACIA UNA SÍNTESIS ORGÁNICA SOBRE JESÚS MAESTRO

En octubre del mismo año 1926 el canónigo Francisco Chiesa firmaba el prólogo de su libro Jesús Maestro, cuya primera edición estaba para salir. Merece la pena transcribirlo textualmente:

"En la Pía Sociedad de San Pablo se honra de modo especial a Jesús como Maestro y se dedica a esta devoción todo el mes de enero. — En honor de Jesús Maestro se está construyendo en la Casa Madre un grandioso templo.

Ahora bien, habiéndome propuesto el Rev. Sr. Teólogo Alberione, fundador y superior de la Pía Sociedad de San Pablo, que escribiera un librito sobre Jesús Maestro, según el método seguido en el otro, titulado Jesús Maestro Rey, yo estimé honor y deber míos aceptar la propuesta.

Este librito está dividido en tres partes: en la 1ª parte se trata de la necesidad de un maestro; en la 2ª se muestra cómo Jesús es justamente el verdadero Maestro, y se exponen sus dotes, método y materia de enseñanza; la 3ª parte enseña el modo de sacar provecho de la enseñanza del Divino Maestro".(155)

El libro respondía, pues, a un deseo del P. Alberione: tener una primera sistematización de la doctrina sobre Jesús Maestro que sirviera también para la catequesis global de los Paulinos, a impartir particularmente durante el mes de enero, dedicado a Él. Cosa que se hizo a partir de enero de 1927.

1. La síntesis del canónigo Chiesa

La materia era tripartita, pero no según el trinomio que tanto agradaba al P. Alberione,(156) y la articulación de la materia da a entender que la obra, aunque teológicamente fundada, es de carácter espiritual-parenético, o sea, para servir como texto de meditación o de pedagogía apostólica. Por eso el libro consta de 31 "lecturas", una para cada día del mes. Veamos sumariamente su contenido.

En la primera parte (lecturas 1-6), tras la presentación de Jesús como el verdadero Maestro que nos ha dado el Padre, se demuestra la necesidad de un Maestro; necesidad derivada de la naturaleza del ser humano, de nuestra condición de discípulos y de las exigencias de la educación. Dos lecturas están dedicadas a una panorámica sobre los maestros de la antigüedad y de los tiempos modernos.

En la parte central (lecturas 7-25) se exponen los títulos y las dotes de Jesús como verdadero Maestro. En efecto, él es verdadero Maestro por naturaleza, por divina vocación, por destinación, por aceptación, esto es, por reconocimiento universal. Sus dotes magisteriales son: la ciencia, la ejemplaridad, la caridad, el arte didáctico, la capacidad de atracción y de fascinación (que el autor vierte con el término griego "terpética"), y añade: la plástica pedagógica, es decir, el arte de modelarse a sí mismo y los propios valores en el ánimo de los discípulos.

Expuestas estas dotes personales de Jesús Maestro, he aquí los contenidos de su enseñanza: la ciencia, la moral, los canales de la salvación. Después se enumeran los medios de la enseñanza: la palabra viva, los mensajeros (apóstoles y discípulos), la Iglesia docente, el Evangelio y la presencia sacramental en la Eucaristía. Y esta segunda parte termina con una lectura sobre los frutos salvíficos del divino magisterio.

La tercera parte (lecturas 26-31) trata, por fin, de nuestros deberes para con el Divino Maestro, que son los siguientes: la escucha de la predicación, la lectura del Evangelio, la adhesión a la enseñanza de Jesús, la imitación de sus ejemplos, la cooperación a su magisterio mediante la enseñanza oral y, de modo privilegiado, mediante el apostolado de la prensa.

El desarrollo expositivo de cada una de las lecciones se hace con el recurso a argumentos bíblicos, patrísticos, teológicos y filosóficos, sacados sobre todo de santo Tomás de Aquino. A la exposición le sigue después una página extraída del Nuevo Testamento o de los documentos pontificios; todo ello acaba con una oración y una breve invocación final que cierra cada capítulo.

Después de haber ojeado el libro se tiene la impresión de que las formulaciones más profundas y originales de la doctrina que nos interesa son las que se contienen en las oraciones conclusivas de los capítulos. Éstas, dirigidas a Jesús Maestro, resumen concisamente el tema meditado y traducen en lúcidas fórmulas los contenidos, el método y las cualidades del magisterio de Jesús.(157) Particular notable: la invocación final de cada capítulo o lectura es la siguiente: "Oh Jesús Maestro, Camino, Verdad y Vida, ten piedad de nosotros".(158)

Este ensayo del canónigo Chiesa sobre Jesús Maestro constituye, pues, si así podemos decirlo, el primer libro de texto sobre la nueva "devoción" que el P. Alberione pretendió proponer a la Familia Paulina y a la Iglesia como un don especial de Dios (cfr UPS II, 243-244).

2. La síntesis pedagógica del P. Alberione: la "Escuela de Nazaret"

El 31 de diciembre de 1929 Pío XI publicaba la encíclica Divini illíus Magistri, que fue considerada como el manifiesto de la pedagogía cristiana en respuesta a la orientación laicista de la escuela estatal. En verdad, no obstante el título, el documento no tocaba sino lateralmente y de paso nuestro tema, dado que las referencias al Maestro Divino son raras y funcionales a otras temáticas.(159) Dos puntos únicamente son relevantes para nosotros: el uno, de sabor integralista pero perfectamente en línea con el pensamiento del P. Alberione, afirma que, "como no puede existir educación verdadera que no esté totalmente ordenada al fin último, así... después que Dios se nos ha revelado en su Unigénito Hijo, único que es Camino, Verdad y Vida, no puede existir educación completa y perfecta si la educación no es cristiana".(160) El otro fragmento reitera la eficacia de la educación cristiana, "ya que Cristo nuestro Señor, Maestro Divino, es también fuente y dador de tal vida y virtud y a la vez modelo universal y accesible, con su ejemplo, a todos los hombres, cualquiera que sea su condición, particularmente a la juventud...".(161)

El P. Alberione se sintió en perfecta sintonía con esta orientación pedagógica, pues él se había anticipado a la misma más de una década. Pero el documento pontificio lo animó en el intento de inspirar cada vez más decididamente la formación paulina sobre la figura de Cristo según la visión tridimensional de Juan y la doctrina del apóstol Pablo. Una catequesis sistemática en tal sentido, encuadrada en el Perfecto Educador en cuanto Camino y Verdad y Vida, se tradujo en el volumen Donec formetur Christus in vobis, cuya redacción fue completada en 1928 y 1932.(162)

Enfocado nominalmente en el esquema clásico de los tratados de ascética (tipo Camino de perfección: vía purgativa, vía iluminativa, vía unitiva), pero en realidad articulado sobre la doxología trinitaria —"Gloria al Padre, Gloria al Hijo, Gloria al Espíritu Santo"— nuestro pequeño tratado revela inmediatamente la fecundidad de la visión alberoniana: en efecto, como el Padre es el origen y la meta de toda perfección, y el Espíritu Santo la energía de todo crecimiento, así debemos ver en Cristo la única "Vía" o camino de tal perfección: el camino viviente, personificado y accesible, gracias a la tridimensionalidad de sus expresiones, que responden a la estructura antropológica de todo ser humano. Como Verdad, Camino y Vida, Cristo forma toda la persona del discípulo; es el Maestro y formador integral. La perfección consiste en la identificación total con él: en la "cristificación".

El principio fundamental de esta pedagogía, así como de toda la espiritualidad paulina, es el misterio de la encarnación, que debe reproducirse en todo candidato durante el período de la formación: "Este principio debe llevarnos a Jesucristo: Verdad, Camino y Vida". Inteligencia, voluntad y corazón de todo aspirante paulino deben "cristificarse" mediante la comunión cotidiana con el Maestro: o sea, con el estudio del Evangelio, con la celebración eucarística y con la visita al Smo. Sacramento. De aquí también la tripartición metodológica tanto de la meditación como de la misa y de la adoración, según el esquema camino-verdad-vida (cfr DF 98-100).

En el "preámbulo", dedicado al sentido del noviciado o de un curso de Ejercicios, se indica un modelo, "la escuela de Nazaret", y se propone una primera norma: "La formación debe modelarse sobre el Divino Maestro: treinta años de vida privada". De aquí la exigencia de un ambiente retirado, propicio a la escucha del verdadero Maestro: "Retiro del mundo, que es escuela opuesta a la del Divino Maestro" (cfr DF 13). El alimento cotidiano será la comunión con Jesucristo, Camino, Verdad y Vida (cfr DF 7).(163)

En el cuerpo del texto, el P. Alberione desarrolla como central el tema de "Cristo Camino", pero en estrecha conexión con la Verdad y la Vida.(164) He aquí su interpretación respecto a Jesús-Verdad: "Yo soy la Verdad. Es decir: la verdad sobre la naturaleza del hombre y de su destino, sobre la naturaleza de Dios y de sus atribuciones, sobre la naturaleza de la religión y de nuestros deberes. Él no vino a explicarnos las ciencias naturales, pero confirmó las verdades encontradas por la filosofía, corrigió los antiguos errores, nos aportó muchas verdades y confirmó otras tantas. Lo dijo: "Yo soy la Verdad; la doctrina no es mía, sino del que me envió"; lo confirmó: "Aunque no me creáis a mí, creed en mis obras...". Lo creyeron los discípulos, el mundo... Y los discípulos lo llaman veintiocho veces "Maestro", habiéndolo proclamado tal también el Padre" (DF 129[48]-130) De estas declaraciones deriva nuestro deber moral de discípulos: "Debemos seguir a este Maestro supremo: por ser único [Mt 23,10], y a los demás maestros en cuanto se ajustan a él; porque tiene el método educativo más bello; porque es Dios, y así tendremos la gracia de hacer cuanto enseña y agradaremos al Padre por la vida de la mente..." (DF 131). Por fin se explicitan detalladamente los contenidos del magisterio divino: las verdades reveladas, la vida evangélica y las ciencias sagradas (cfr DF 129-143). Un apéndice, puesto al fin de la segunda parte, compendia la doctrina de san Pablo, del cual se afirma que, "instruido por Jesucristo e iluminado en todos sus pasos por el Espíritu Santo..., fue el más acabado y fiel intérprete del Divino Maestro" (DF 168-170).

De esta sumaria descripción de Donec formetur resulta evidente que al principio de los años treinta el título cristológico de "Maestro", integrado por el trinomio joaneo, había llegado ya a su plena expresión. Iba creciendo aún en claridad conceptual y en concreción de aplicaciones —no estaba todavía completamente definido ni era exclusivo, como lo será en los años sucesivos—, pero ya se preanunciaba como principio teológico general, hasta caracterizar toda la vida paulina: estudio-formación, espiritualidad y apostolado.(165)

3. La "mentalidad teológica": la formación intelectual

El 3 de junio de 1930 el canónigo Chiesa firmaba la presentación del primer volumen de su obra magna, el Trattato di Teologia dogmatica.(166) Como afirmaba en el prólogo, el autor se proponía responder a las más urgentes necesidades actuales, compendiadas en una triple instancia: 1ª Conocer la verdad en sí misma; 2ª Unificar las ciencias en un posible sistema orgánico; 3ª Profundizar y dar concreción al conocimiento teológico. Y esto primando en el tratado el método al par explicativo, unitivo y práctico.(167)

El primer volumen, correspondiente al actual tratado de Metodología teológica, explicitaba desde el mismo título el objetivo primario: la formación de una "mentalidad teológica" capaz de responder de modo actualizado a las instancias del mundo científico europeo: la integración entre objetividad y subjetividad del conocimiento; la integración de las diversas ciencias en un sistema coherente; la asunción sistemática de lo que será denominado "búsqueda interdisciplinar"; la integración entre teoría y práctica, etc.

Hablando a sus hijos, el P. Alberione proponía el mismo objetivo con otras expresiones, como "mentalidad evangélica", "mentalidad de fe", "estudio del Divino Maestro", etc. Por una parte, exigía que en los cursos internos de Filosofía y de Teología se siguiera rigurosamente el tratado del canónigo Chiesa y, por la otra, insistía para que todos adquiriesen la costumbre de pensar "según Jesucristo-Verdad" o "según el Evangelio, el Nuevo Testamento, la Iglesia...". Notable eficacia a tal fin tenía la meditación cotidiana según el método camino-verdad-vida, que, reiteraba el P. Alberione, "nos incorporará más y más en Jesús nuestro Maestro".(168)

El fin esencial a que tienden los estudios consiste en plasmar almas de apóstoles, que asumen la figura misma del "Maestro, Camino, Verdad y Vida" como ejemplar y "método", al mismo tiempo, tanto de crecimiento espiritual como de acción apostólica.(169)

Una etapa significativa fue, en 1935, la iniciativa de los libros de texto para las escuelas, redactados y publicados por los Paulinos, con presentación del Fundador. En el prólogo a cada uno de los textos, el P. Alberione aprovechaba la oportunidad para explicitar sus ideas sobre las diversas disciplinas, entendidas como vías de acceso a la "escuela de Jesús Maestro". He aquí algunos ejemplos: en la presentación del volumen I Religiosi nella Chiesa, compilado por los novicios del año 1933-1934, él señalaba el modelo en Jesús Maestro, "institutor, ejemplo y santificador de los religiosos" (SP 15 febr. 1935; CISP 26). A los manuales de Historia civil según las diversas épocas, anteponía el auspicio dirigido a los estudiantes: "Jesús Maestro sea siempre vuestra luz en el estudio de los siglos y de los pueblos" (Ib.; CISP 27). Al presentar otros manuales —de Gramática, Lenguas y Literatura—, trazaba la función mediadora del sacerdote maestro y redactor: "El sacerdote es [intermediario] entre Dios y los hombres; es discípulo de Dios, maestro de los hombres "in his quae sunt ad Deum" [Heb 5,1]... El Divino Maestro nos ilumine a nosotros y a nuestros [alumnos] para aprender "spiritu Pauli Apostoli" su excelsa ciencia" (Ib.; CISP 28-29). A propósito de la Geografía reiteraba la utilidad de conocer a los hombres y sus países, para "predicar el Evangelio a toda criatura, enseñando lo que Jesucristo ha enseñado" [cfr Mt 28,19-20]. En esta empresa, concluía, "os guíe el Maestro Jesús" (Ib., 1 marzo 1935; CISP 30).

Como se ve, los estudios estaban destinados siempre a la doble función de asumir la "mente" del Divino Maestro y de predicarlo fielmente, como san Pablo. En una expresión sintética de marzo de 1935, el P. Alberione resumía así su pensamiento: "Los estudios dan al sacerdote la posibilidad de hacerse camino, verdad y vida para las almas", viviendo la verdadera paternidad y maternidad apostólica, siempre como san Pablo (Ib., 15 marzo 1935; CISP 31).

De tal misión no se excluye a los hermanos Discípulos. En una circular del 1 de abril del mismo año, el Fundador reiteraba que los Discípulos del Divino Maestro han recibido una llamada especial a la cooperación, que recuerda la de san José, cooperador del Padre celestial y formador de Jesús. En efecto, ellos "participan del oficio de enseñar [lo] que Jesucristo enseñó y [que] los sacerdotes enseñan". Por eso exhortaba, en términos de promoción vocacional: "llevemos muchas almas generosas al Divino Maestro" (cfr Ib., CISP 32-34).(170) - (sumario)