Pedro Schwartz
I.
EL PROBLEMA
En
las postrimerías del siglo XX, son curiosamente contradictorias las actitudes
sobre el papel desempeñado por la razón en el avance de los conocimientos, la
mejora de la sociedad, y el refinamiento de las costumbres. El hombre occidental
vuelve a dudar de los beneficios que traen consigo la ciencia sin trabas, la
sociedad abierta, y la moral libre.
La
confianza en el progreso de las ciencias sigue firme, pues el público,
consumidor de antibióticos, viajero en aviones, utilizador de ordenadores,
agradece los beneficios técnicos del más profundo conocimiento de la
naturaleza sea en el campo de la medicina, del transporte, o de la informática.
Sin embargo, el movimiento verde está zapando la confianza ciega en la tecnología,
al denunciar el desmedido crecimiento de la población, el abuso de los recursos
energéticos, o la productividad artificialmente multiplicada de la agricultura.
Desmintiendo
las excesivas certidumbres de Fukuyama, el triunfo de la democracia liberal y la
economía de mercado parece no ser tan incuestionado como en el momento de la caída
del muro de Berlín en 1989, a los doscientos años exactos, por cierto, de la
toma de la Bastilla. Tras dos siglos de soberbia racionalista se tambalea el
optimismo progresista de la Ilustración. La democracia totalitaria amenaza por
doquier: su cortejo de nacionalismos, pacíficos o cruentos, y de religiones
fundamentales, nuevas o viejas, pone en peligro la frágil conquista del Estado
de Derecho. Cunde también el temor a la libertad económica, pues se la cree,
equivocadamente, basada en la explotación de los débiles por los poderosos, y
se la culpa, en consecuencia, del paro en los piases ricos y del hambre y la
emigración en los pobres.
El
más ruinoso de los tres bastiones del optimismo racionalista, ‑ciencia
sin trabas, sociedad abierta, y moral libre‑, es este tercero. Nunca ha
estado tan difundido el puritanismo racionalista como hoy, desde la persecución
de los fumadores, hasta la imposición del feminismo, pasando por la ideología
del igualitarismo a ultranza. Y sin embargo cunden las denuncias que la razón
crítica, habiendo socavado las creencias tradicionales, las reemplaza por el
hedonismo, disuelve la familia, abre el alma del hombre moderno a todas las
supersticiones, y sustituye la moral de la responsabilidad y el trabajo por la
del goce inmediato.
Pese
a que Popper estaba al tanto de todas estas jeremiadas y a que había sido
testigo directo de algunas de las mayores tragedias y crímenes de nuestro siglo
XX, la I Guerra Mundial, la opresión comunista, la locura nazi, los progroms en
Europa central, la II Guerra Mundial, seguía siendo un optimista: creía que
nuestra época era la mejor de la historia de la humanidad y mantenía la
esperanza en el progreso.
Hoy
quiero comentar dos ensayos del maestro, en los que proclama su confianza en la
"Emancipación a través del conocimiento" (1961) y presenta "Una
visión optimista de la historia de nuestro tiempo" (1956). Los títulos de
estos dos trabajos sobresaltan. ¿Sobre qué bases se atreve a defender la razón
como instrumento de la liberación de los humanos? ¿Qué ve en nuestro tiempo
que le lleve a pensar que la humanidad va por buen camino?
Adelantaré
una parte de la contestación. Su concepto de la razón es muy distinto del de
los devotos de la diosa Razón de los revolucionarios franceses. La "razón"
pare él no es la diosa infalible, imparcial, inhumana de Robespierre. La razón,
como el idioma, o la moneda, es una institución, una tradición social de
discusión critica, abierta y libre. La razón no nos ofrece a los humanos
garantía alguna de verdad, de tolerancia, de virtud.
Nuestras
creencias han de someterse al contraste de los hechos, a la refutación de la
realidad. Hemos de saber abandonar nuestras ideas más queridas si a la postre
se revelan falsas o dañinas. La verdad es inalcanzable, aunque debemos buscarla
con ahínco.
La
razón no es una cualidad del individuo, sino una tradición social, que el
individuo puede internalizar, en la medida en que se lo permitan sus pasiones,
simulando, dentro de sí y con ayuda de su inteligencia, un diálogo crítico y
abierto. La razón no es superior o anterior a nuestros valores y no exime a los
hombres de la formación moral y la educación sentimental.
Para
Popper, el genio de nuestra civilización, otrora occidental, hoy mundial,
consiste en esta visión, no diría yo escéptica, pero sí anti‑dogmática
del conocimiento, de la organización social, y de la moral. Sólo así se
entiende que Popper la creyera superior a otras civilizaciones más compactas
pero menos indagadoras de la verdad, menos respetuosas del prójimo, y menos
enemigas de la crueldad y el dolor. Así se entiende que pese a todo mantuviera
vivas sus esperanzas en la cntinuación del progreso de los humanos en el
conocimiento, la libertad y la virtud.
II.
LA DIOSA RAZON
Uno
de los elementos centrales de la filosofía de Karl Popper es su concepción de
la razón, no como una facultad individual, sino como una institución o tradición
social.
No
corresponde este concepto al uso común. En efecto, suele confundirse la
inteligencia personal con la facultad de razonar. La inteligencia es viveza,
astucia, rapidez, ideación, y resulta de nuestra necesidad de sobrevivir en la
lucha por la vida. La facultad de razonar es una interiorización en el
pensamiento del diálogo critico que normalmente nace de una conversación con
otras personas: al razonar, hablamos con nosotros mismos como si fuéramos dos o
más personas, examinando los argumentos a favor y en contra de una tesis. En el
capitulo 24 del segundo volumen de La sociedad abierta y sus enemigos atribuye
Popper a Platón la creencia llena de soberbia de que un individuo pueda pensar
que él razona y los demás no. Para razonar se necesita de los demás. real o
virtualmente
La
posición que defendemos es muy distinta de la creencia popular y originalmente
platónica de que la razón es una especie de "facultad" que
diferentes hombres pueden poseer y desarrollar en grados muy distintos. Sin
duda, las dotes intelectuales pueden diferir de esa manera y pueden contribuir a
lo razonable de una persona; pero no necesariamente. La gente lista puede ser
muy poco razonable; pueden aferrarse a sus prejuicios y no esperar nada que
valga la pena de los demás.
¿Cuántos
agnósticos conocemos que no escuchan más que sus propias certezas? Incluso me
atrevería a confesar que yo mismo en mi juventud caí en ese defecto
russelliano. Sigue Popper:
"Según
nuestro punto de vista, sin embargo, no sólo debemos nuestra razón a los demás,
sino que no podemos exceder a los demás en punto a ser razonables hasta el
punto de arrogarnos un grado de autoridad; el autoritarismo y el racionalismo
como los entendemos no son conciliables, ya que la discusión, que incluye la crítica,
y el arte de escuchar la crítica, son la base de lo razonable".
Distingue
pues Popper entre el pseudo‑racionalismo de quienes creen que la razón es
una diosa, que salió armada de la frente de Zeus, v el racionalismo de Sócrates,
que es consciente de sus propias limitaciones.
El
racionalismo total o acrítico puede describirse como la actitud de las persona
que dicen, "no estoy dispuesto aceptar nada que no pueda defenderse por la
argumentación o la experiencia".
En
cambio, el racionalismo verdadero es el racionalismo de Sócrates. Es la
conciencia de nuestras limitaciones, la modestia intelectual de quienes saben cuán
a menudo se equivocan y cuánto dependen de otros pare su conocimiento. Es el
descubrimiento de que no podemos esperar demasiado de la razón.
Paradoja
de paradojas, Popper llega a decir que un verdadero racionalista acepta que no
haya justificación última pare creer que del discurso critico, de la
conversación controvertida,saldrá la verdad. El racionalismo parte "(de
una fe irracional en la razón!", añade.
No
es al caso entrar en detalle en la teoría del conocimiento de Popper y en la
metodología sobre la que más duraderamente se base su fama. Sin embargo
recordaré que, en ese libro seminal que se titula La lógica de la investigación
científica (1936), Popper subrayó que el conocimiento científico es siempre
hipotético; que no puede garantizarnos una verdad siempre indemostrable; que sólo
puede indicarnos, por medio del razonamiento o de la contrastación empírica,
que quizá hayamos caído en una contradicción lógica o cometido un error de
predicción y sugerirnos que debemos buscar una hipótesis explicativa nueva en
todo o en parte, pare incluir lo nuevo y corregir lo que "sabíamos".
No
les extrañe pues que Popper haya sido tan enemigo de las utopías, de la
planificación totalitaria, de la construcción de un hombre nuevo, de las
visiones escatológicas de la historia. La diosa Razón tiene la cabeza en las
nubes y los pies bañados de sangre.
II.
LA EMANCIPACION A TRAVÉS DEL CONOCIMIENTO
En
1961 pronunció Karl Popper una alocución por la radio bávara sobre su
admirado Emmanuel Kant y en defensa de las "Luces", de la
"Ilustración" que decimos los españoles, ese movimiento del siglo
XVlll que puso su fe en la discusión crítica pare promover el progreso de la
humanidad. El que todo acabara en un baño de sangre revolucionario, cuyas más
destacadas víctimas fueron el generoso, amable y bienintencionado rey Luis XVI
y su bella reina Antonieta, carnicería que se prolongó con otras revoluciones
insensatas y totalitarias como la soviética en 1917, no es razón para que
neguemos los logros de la Ilustración. Como economista monárquico que soy, me
duelen un poco las palabras de Edmund Burke cuando lamentaba la muerte de la
reina de Francia
"Pensé
que diez mil espadas saltarían de sus vainas para vengar incluso una mirada que
amenazara con insultarla. Pero la época de la caballerosidad se ha terminada Le
ha sucedido la de los sofistas, economistas y calculadores; y la gloria de
Europa se ha extinguido para siempre".
Comentó
Popper en esa conferencia radiofónica el ensayo de Kant titulado "¿Qué
es la Ilustración?" (1785). En él criticaba Kant el estado de tutela en
el que solía encontrarse el hombre, situación en las que no se atrevía a usar
de su inteligencia sin una guía externa. Y exclamaba: sapere aude, atrévete
a saber.
Insiste
Popper en que seria un error pensar que Kant creía que la emancipación por el
conocimiento es el único objeto de la vida. No necesitó que los románticos le
recordasen que el ser humano no es puramente racional ni que el conocimiento
racional no es lo mejor ni lo más sublime de la vida humana. Pero si creía que
el uso valiente de la facultad crítica y del intercambio razonable con otros
hombres podían salvarnos de graves errores y ayudarnos a dar un sentido ético
a la vida: la vida de hecho no tenia sentido si no se lo dábamos en el
ejercicio de nuestra libertad de pensar y decidir.
Fue
este sistema de terror de Robespierre el que enseñó a Kant, quien había
acogido con aprobación la Revolución francesa, que se pueden cometer los crímenes
más aborrecibles en nombre de la libertad, la igualdad y la fraternidad, crímenes
tan aborrecibles como los cometidos en nombre de la Cristiandad durante las
Cruzadas, la caza de brujas, y la Guerra de los Treinta Años.
Si
aceptamos los limites de nuestro conocimiento, y entendemos las condiciones
institucionales de la razón, entonces la ilustración es sin dude alguna un
instrumento de emancipación y de progreso. Siempre será poco lo que sabemos, y
siempre necesitaremos proteger la libre discusión como modo de precavernos de
los errores, desde los más burdos hasta los más insidiosos. Empleemos la razón
como el idioma, el derecho, y el dinero, cuatro grandes instituciones de la
sociedad abierta: con respeto y con humildad
IV.
LA VISION DE UN OPTIMISTA
Algunos
años antes, en 1956, cuando el que escribe era un estudiante de Derecho, y
acababa de comprar La sociedad abierta en una librería del Madrid franquista,
Karl Popper pronunció una conferencia titulada "La historia de nuestro
tiempo: la visión de un optimista".
En
él propuso Popper cinco tesis que vienen como anillo al dedo pare castigar
varios errores de nuestro tiempo.
Su
primera tesis es que la opinión pública de los países democráticos es
demasiado bondadosa y un poco tonta. El mismo se incluía en esta inclinación a
la inocencia. Como ejemplo de ella citó el sermón de un obispo de Bradford,
que en el año de 1942, en plena guerra mundial, condenó como obra del diablo,
no el régimen nazi ni el comunista, sino la sociedad británica. Este tipo de
bobaliconería no sólo incluía la simpatía hacia el comunismo, hoy fenecida,
sino también la aceptación del nacionalismo
"La
fe nacionalista es igualmente absurda No estoy aludiendo al mito racial de
Hitler. A lo que me refiero es más bien a un supuesto derecho natural del
hombre, el supuesto derecho de una nación a la autodeterminación... Los
Estados‑nación no existen, porque los así llamados 'pueblos" o
"naciones" con los que sueñan los nacionalistas no existen".
Es
señal de nuestra bobaliconeria el que, partiendo del grave mal que supone la
opresión de grupos nacionales, creamos que la autodeterminación nacional es un
remedio factible.
La
segunda tesis de la conferencia es que "nuestro mundo libre es de lejos la
mejor sociedad que haya existido en el curso de la historia humana". Ello
no quiere decir que no debamos remediar grandes males, como la pobreza, el
desempleo y otras formas de inseguridad social, la enfermedad y el dolor, la
crueldad penal, la esclavitud y otras formas de servidumbre, la discriminación
religiosa y racial, la falta de oportunidades de educación, las rígidas
diferencias de clases, la guerra.
Con
este programa estamos de acuerdo todos los hombres de buena voluntad. Sobre los
medios pare ponerlo en práctica hay discrepancia y veremos que el mismo Popper
se mostró más escéptico con el paso de los años frente a los métodos
socialdemócratas típicos, puestos en práctica después de la II Guerra
Mundial.
La
tercera tesis es la de que, desde la Guerra de los Boers, le es imposible a una
sociedad democrática llevar adelante una guerra de agresión. Digo llevar
adelante, porque si la inicia, la opinión pública se encargará de detenerla.
Pero tampoco hay que olvidar que una democracia, si es objeto de agresión,
suele ser un enemigo temible
La
cuarta tesis es que "el poder de las ideas, especialmente las morales y las
religiosas", es por lo menos tan importante como el de los recursos físicos.
Pero
ese mismo poder, que puede resultar en los baños de sangre que hemos denunciado
en la primera parte de este homenaje, exige como limite y freno la quinta tesis:
la de que "es muy difícil alcanzar la verdad". De ahí que el poder
de las ideas deba ir temperado por el respeto de la critica y la discusión, y
por la atención a las consecuencias de la puesta en práctica de tales ideas.
V.
LOS EXPERIMENTOS PARCIALES
Una
de las ideas más criticadas de Karl Popper es la de que las reformas sociales
han de realizarse por experimentos parciales, por medio de 'piecemeal tinkering'
como dijo en su libro de 1946, La miseria del historicismo.
"Para
los totalitarios, la única manera de reformar la sociedad es hacerlo de arriba
a abajo, limpiando la pizarra de instituciones tradicionales, creando un hombre
nuevo que abandone el individualismo y egoísmo de la sociedad abierta. Sabemos
por experiencia a donde conducen tales experimentos.
Por
contraste, para aquellos liberales que basan su visión de la sociedad en un
derecho natural revelado, estos experimentos huelen a ingeniería social y no
respetan al hombre como un fin en sí mismo
Sin
embargo quiero acabar con unas palabras en favor de la observación de los
efectos de lo que proponemos filósofos, economistas y sociólogos pare remediar
los males de nuestras sociedades abiertas
Si
Popper en 1945 era un socialdemócrata moderado, en los últimos años de su
vida había dejado de serlo, no porque renunciara a los fines éticos arriba
detallados, sino porque creía que muchos de los métodos del Estado de
Bienestar que él apoyaba en aquel entonces habían resultado contraproducentes
Mi
conclusión es que si nos abrimos a la crítica, actuamos con prudencia y
aprendemos de la experiencia, no hay razón para que la difusión de las luces
no nos lleve a un mundo cada vez más humano.
BIBLIOGRAFIA
K.R.Popper,
The Logic of Scientific Discovery [1934], London 1959. [Traducido con el título
de La lógica del descubrimiento científico].
The
Poverty of Historicism [1944‑45], London 1957 [Traducido con el título de
La miseria del historicismo].
The
Open Society and its Enemies [1945], London 1957, vol. l. The Spell of Plato,
vol, II. The Hight Tide of Prophecy [Traducido con el título de La sociedad
abierta y sus enemigosl.
"The
History of our Time: an optimist's view" [1956], en Conjectures and
Refutations, London 1963 [libro traducido con el titulo de Conjeturas y
refutaciones]