El arameo, la lengua de Jesús

 

P. Massimo Pazzini ofm

El Padrenuestro en arameo

Una de las preguntas que con más frecuencia dirigen al guía los peregrinos que visitan Tierra Santa es sobre la lengua que hablaba Jesús y sus discípulos. En el presente artículo queremos responder a las siguientes preguntas: ¿Cuál era la lengua más común en la Palestina del tiempo del Señor? ¿Qué lengua o lenguas hablaba Jesús? ¿Hay en los evangelios referencia sobre el tema?

Hay que advertir, ante todo, que Palestina ha sido desde antiguo tierra de paso, y por esto mismo, tierra políglota, un lugar donde siempre se ha hablado más de una lengua. En la época de Jesús, por ejemplo, se hablaban al menos dos lenguas locales: el arameo y el hebreo, lenguas habladas o comprendidas por la mayoría de la población. Se usaban también otras dos lenguas “internacionales”: el griego y el latín, en las que se expresaban aquellas personas vinculadas a ambientes de la administración del imperio romano o de la cultura griega.

 

El arameo, lengua popular

La lengua hebrea, lengua en la que fue escrito el Antiguo Testamento, se usaba de ordinario en la liturgia sinagogal del sábado, aunque no todos los participantes la comprendiesen plenamente. En cambio, la lengua aramea era la lengua familiar del pueblo hebreo de Palestina desde hacía varios siglos. Era la lengua común en toda Palestina y más particularmente en el norte del país, por ejemplo, en Nazaret y Cafarnaún, lugares donde Jesús creció y transcurrió la mayor parte de su vida. También se hablaba o era comprendida fuera de Palestina.

Respecto a las lenguas griegas y latina, las hablaban las personas de una cierta cultura o los administradores del Estado, según lo prueban las numerosas inscripciones de la época.

 

El hebreo, lengua litúrgica

La lengua hebrea era familiar a Jesús según resulta del episodio narrado en el evangelio de Lucas (4,16-30). Jesús “entró en día de sábado y se levantó para hacer la lectura”. Es sabido que en las sinagogas la lectura de la Biblia se hacía en hebreo y después se precedía a hacer el comentario del texto leído. Así lo hizo Jesús en la sinagoga de Nazaret: la lectura del texto en hebreo y el comentario, muy probablemente, en arameo. Entonces sucedía como en nuestras iglesias antes de la reforma litúrgica: se proclamaba la lectura del evangelio en latín y la homilía en lengua vernácula.

 

Nombres evangélicos escritos en arameo

Además de estas deducciones lógicas, derivadas del contexto evangélico y de la lógica de las cosas, hay otros elementos, como palabras y frases de Jesús, que nos permiten reconstruir el ambiente lingüístico de la época.

En el Nuevo Testamento, escrito en griego, encontramos de vez en cuando términos semitas no traducidos al griego, que nos hacen entrever el genuino fondo arameo que reinaba en Palestina. Es el caso de los nombres propios, de personas o de lugares, por ejemplo, Bar Yona, o Barrabás, nombres de personas de clara matriz aramea, compuesto por término bar = hijo, con la adición del nombre del padre.

Entre los nombres de lugar hallamos Cafarnaún, que proviene de la forma Kefar Nahum, es decir pueblo de Nahum; o Hacéldama, nombre mencionado en los Hechos de los Apóstoles (1,19), formado de la unión de dos palabras: Haqel demá, campo de sangre. Asimismo, los nombres de mujer: Marta (Lc10, 38) y Tabita (Hechos 9,36), que significan respectivamente Señora y Gacela, son formas arameas bien conocidas y nombres usados en la época del Señor. El sobrenombre de Pedro: Cefas, corresponde a la forma aramea Kefa, es decir Piedra. Los nombres de Gólgota (Mt 27,33) y Gábata (Jn 19,13), mencionados en el relato de la Pasión, provienen igualmente de dos palabras que significan “(lugar del) Cráneo” y “lugar realzado” respectivamente.

 

Frases arameas de los evangelios

Resulta más interesante señalar algunas palabras que los evangelistas ponen en la boca de Jesús, como, por ejemplo, Effeta, imperativo del verbo abrir; o Talitha, Qumi, que significa, “Niña, levántate” (Mc 5,41); o también Abba, Padre (Mc 14,36; Gal 4,6). La frase aramea más larga que encontramos en los evangelios fue pronunciada por Jesús en la cruz: ¿Eloí, Eloí lemá sabactaní?, ¿Dios mío, Dios mío ¿ porqué me has abandonado? (Mt 27,46), que se interpreta como una oración de Jesús pues son las palabras que abren el salmo 22. Fueron dichas en arameo y transcriptas fielmente por los evangelistas en griego. Los evangelistas quisieron conservar y transmitir por escrito esta frase de Jesús, frase que los primeros cristianos, que hablaban el arameo, la conservaban en la memoria.

Estas palabras son algunas de las dichas con toda seguridad por Jesús en arameo. Lo confirman el análisis lingüístico y la comparación con los dialectos arameos que se usaban en la época de Jesús.

 

Los dialectos del arameo

Los especialistas del arameo quieren ahondar más en el tema y distinguen varios dialectos arameos en la Palestina de los tiempos evangélicos. Estos dialectos están atestiguados por los hallazgos epigráficos. Basándose en dichos datos podemos distinguir siete dialectos hablados en otras tantas zonas de Palestina y regiones limítrofes:

  1. arameo de Judea

  2. de Judea sudoriental

  3. de Samaría

  4. de Galilea

  5. de Transjordania

  6. de la zona de Damasco

  7. del valle del Orontes.

Aunque esta división aparezca un poco artificial, sin embargo, hay que admitir que existían variantes que no obstaculizaban la comprensión de la lengua, vista la escasa extensión de la región.

Jesús hablaba ciertamente el arameo de Galilea, pero sus palabras arameas recordadas por los evangelistas han sido “jerosolimizadas” por la naciente Iglesia y transmitidas, por tanto, según el dialecto hablado en Jerusalén, donde nació la Iglesia. Conviene aclarar que las diferencias entre los dos dialectos eran mínimas.

Estas breves consideraciones nos muestran cómo Jesús, hijo de su tiempo y de su tierra, no se desdeñó de hablar la lengua materna, adaptándose a la cultura de su época.

 

Este artículo es gentileza de la revista "Tierra Santa".