Casos prácticos de educación familiar

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CASO 1

SITUACIÓN:

Natalia tiene 14 años y es muy tímida. Sus padres no saben bien por qué, pero desde muy pequeña es así. Tienen la impresión de que no han conseguido acertar en este punto en su educación, y que incluso ellos mismos han debido tener bastante culpa, pues al verla tan tímida han tendido siempre a protegerla más de lo debido.

Se lo han planteado varias veces en los últimos años, y han probado diversos sistemas que pensaban que podían ser útiles, pero todos han tenido poco éxito. Primero quisieron que hablara e hiciera demostraciones de naturalidad delante de otras personas, o forzarla un poco a hablar en público, pero sólo conseguían pasar todos un mal rato. Luego pensaron en hablar directamente con ella sobre el asunto de su timidez, pero no consiguieron arrancarle ni una palabra en claro. Finalmente, se empeñaron en apuntarla en el grupo de teatro del colegio, para que se soltara un poco, pero ella se negó rotundamente.

OBJETIVO:

Superar la timidez.

MEDIOS:

Fomentar su seguridad personal.

MOTIVACIÓN:

Ganarse más su confianza y potenciar sus puntos fuertes.

HISTORIA:

Los padres de Natalia tuvieron ocasión de comentar sus preocupaciones con un matrimonio amigo con el que coincidieron en la boda de un pariente. Eran unos antiguos conocidos, muy abiertos y con una demostrada experiencia en educación. La conversación fue muy animada, y salieron de allí con algunas ideas prácticas. Primero, no obsesionarse con el asunto. Segundo, descubrir puntos fuertes en su hija y fomentarlos, pero sin hacer cosas raras, pues si ella se sentía observada o tratada como un "caso preocupante", sólo lograrían potenciar su timidez. Y tercero, ganar en confianza con su hija, pues "el hecho de que Natalia hable poco —les había dicho su amiga—, no quiere decir que tenga pocas cosas que decir, sino que ella no encuentra suficiente confianza para decirlas."

"Es verdad —comentaba la madre de vuelta a casa—, ahora lo veo todo bastante claro. El hecho de que Natalia hable poco no quiere decir que tenga la mente en blanco, sino que para expresarse requiere un marco de confianza mayor que el que han necesitado sus hermanos. La solución no está ni en protegerla más ni en hacerle pasar vergüenza, sino en ganarse más su confianza y hacer que se sienta más segura."

RESULTADO:

Procuraron poner en práctica lo que habían quedado. Pensaron que era necesario escuchar más a su hija, pero de forma natural, aprovechando las ocasiones normales de la vida diaria. Se dieron cuenta de que bastaba con poner más interés en lo poco que Natalia solía decir, y hacer preguntas sencillas sobre lo que intuían que ella sabía. Pronto encontraron amplios temas que eran de interés para su hija, y vieron que hablaba de ellos con sorprendente soltura. Descubrieron, por ejemplo, que Natalia sabía mucho de música y de literatura, y sus padres tuvieron el buen sentido de interesarse más por esos temas y pronto empezaron a surgir conversaciones con ella de una duración hasta entonces impensable.

También se dieron cuenta de que Natalia se crecía cuando se le preguntaba ante otras personas sobre esos temas que dominaba bien. Comprendieron algo bastante elemental, pero muy importante y no siempre evidente: para superar la timidez la solución no es exponer a esa persona a que se sienta en ridículo ante los demás —como habían hecho antes algunas veces—, sino más bien facilitar que se sienta segura en presencia de otros, pues así es como se va soltando.

La mejor sorpresa la recibieron unos meses después, cuando Natalia les dijo que quería apuntarse a un nuevo grupo de teatro que se había formado en el colegio. La idea de apuntarse fue una iniciativa suya, en la que se mezclaba su interés por la literatura y su deseo de lanzarse a actuar y hablar en público. Cuando se lo habían propuesto sus padres, la vez anterior, le producía pánico sólo pensar en esa posibilidad, pero ahora lo veía asequible.


CASO 2

SITUACIÓN:

Raúl tiene 15 años y es el pequeño de tres hermanos. Sus padres no saben bien por qué, pero desde hace varios meses muestra una creciente tendencia a criticar a todo el mundo. Demuestra tener una notable agudeza para captar los defectos de los demás, y se siente impulsado a manifestar lo que él considera flagrantes faltas coherencia.

Sus padres procuran decirle que no está bien criticar con tanta dureza a la gente, que debe ser más comprensivo, etc. Ante esas razones, Raúl suele indignarse más aún, y dice cosas como "¿por qué no voy a decirlo si es verdad?", o "me parece una hipocresía callarse lo que uno piensa: si no es verdad, que me lo demuestren".

OBJETIVO:

Reconducir de modo constructivo el sentido crítico.

MEDIOS:

Enseñarle a comprender mejor a los demás, ponerse en su lugar, y saber corregir de modo oportuno, positivo e inteligente.

MOTIVACIÓN:

Favorecer un ambiente familiar en el que todos tengan la tranquilidad de saber que cuando hagan algo mal se lo dirán los demás lealmente y de modo privado, sin criticarle a sus espaldas.

HISTORIA:

Raúl lleva varios días un poco más acelerado de lo normal. Su sentido crítico está en plena efervescencia, y le lleva a una agresividad que produce tensiones fuertes a su alrededor. En su clase le están pagando con la misma moneda, y de los conflictos que produce sale a veces bastante malparado.

Hoy ha llegado a casa malhumorado y hundido. Ha debido pasar algo. Sus padres llevan tiempo preocupados, pero no saben bien qué más decirle. "Estoy pensando —concluía su padre cuando lo comentaba por la noche con su mujer— que tendría que hablar con él con un poco de calma. Veo que siempre hablamos de estas cosas en unas circunstancias negativas, a raíz de escuchar sus críticas y tener que atajarlas. Como he visto que hay estos días una feria de últimas tecnologías multimedia, que a él le encantan, igual que a mí, voy a proponerle que me acompañe, a ver si encontramos después un buen momento para charlar".

RESULTADO:

A Raúl le hizo ilusión el plan. Quedaron en aprovechar el mediodía, que siempre hay menos gente, y después comer allí juntos en plan rápido unas hamburguesas, cosa que a Raúl le gustaba casi más que la informática. Durante el trayecto no pararon de hablar sobre ordenadores. Su padre se esforzó en escuchar. A raíz de los comentarios del chico, salían también sus opiniones sobre otros temas muy diversos, expresados siempre con gran rotundidad.

El tiempo de la visita se pasó en un suspiro y llegó la hora de comer. Su padre pensó que había ya un ambiente adecuado para hablar con más confianza sobre el carácter de su hijo. De todas formas, no le resultaba fácil sacar el tema. Pensó en dejarlo para otra ocasión, pero se dio cuenta de que era por pura pereza: "He quedado con mi mujer en hablar con él de esto —pensaba para sí—; no puedo volverme sin hacerlo".

Sacó por fin el tema, con el mejor tono que supo. Intentó hacer un enfoque positivo. "Mira, Raúl, me gustaría que habláramos en plan serio y constructivo. No quiero ahora recriminarte nada, estate tranquilo. Más bien quiero pedirte ayuda." Raúl le miraba con asombro: "¿De qué se trata? Nunca te había visto con tanto misterio...".

"Se trata —le explicó— de que veo que tienes talento para ver lo que los demás hacemos mal. Y eso es un don con el que puedes ayudarnos mucho, si lo empleas bien. Pero si lo empleas mal puedes hacer sufrir mucho también."

Raúl escuchaba con interés. Era bastante consciente de casi todo lo que le pasaba, pero se veía superado por sus frecuentes sentimientos de rebeldía y de indignación. Solía acabar manifestándolos ásperamente, y luego se pasaba horas dándole vueltas en la cabeza a los motivos por los que él tenía razón. Con frecuencia también le dolían luego las cosas que había llegado a decir en esos momentos de enfado, y se sentía culpable.

Su padre le encontró receptivo, y pudo hablarle con calma de cómo todos tenemos muchos defectos, y que lo mejor era ayudarnos entre todos a superarlos, en vez de recriminárselos unos a otros en los momentos de enfado o indignación, que es cuando todos estamos menos ponderados para hablar y menos receptivos para escuchar. Hablaron de la maravilla de poder actuar con naturalidad, sabiendo que tenemos las espaldas guardadas por los demás, que nos dirán lealmente, a la cara y con cariño, las cosas que hagamos mal.

Hablaron bastante, de manera que tuvieron luego que salir a toda prisa para no llegar tarde al trabajo y a clase respectivamente. Raúl quedó contento, y reconoció que su actitud hipercrítica le estaba dando malos resultados, pues le había alejado de algunos de sus compañeros y ahora tenía que recuperar mucho terreno en sus relaciones de amistad. Sabía que le iba a costar, pero había visto las cosas claras y había llegado a un acuerdo con su padre para hablar de estas cosas con calma al menos una vez cada semana.


CASO 3

SITUACIÓN:

Silvia tiene 16 años y es la mayor de la casa. Tiene un carácter muy vivo. Sus padres están preocupados. Lo han comentado entre ellos muchas veces: "A esta chica le cuesta mucho aceptar la autoridad. Tiene demasiado orgullo. Siempre quiere tener razón."

Piensan que es cosa de la edad, y tienen la esperanza de que se le pase, pero entre tanto les preocupa bastante el mal ejemplo que da a sus hermanos pequeños con los frecuentes conflictos que se organizan en casa por culpa de su mal carácter.

OBJETIVO:

Superar un conflicto de autoridad y obediencia.

MEDIOS:

Pedir consejo a personas experimentadas y ver después cómo abordarlo.

MOTIVACIÓN:

Todos están sufriendo bastante con esos desencuentros, y desean que haya una mejor comunicación en la familia.

HISTORIA:

La madre de Silvia llamó a Mónica, la tutora de su hija. Quedaron en que se acercaría con su marido al colegio para charlar con ella. Nada más comenzar la entrevista, expusieron sus impresiones sobre la situación. Mónica les escuchaba en silencio.

Hablaron con gran viveza, quitándose a veces la palabra entre ellos dos. "Es que Silvia —apuntaba su padre— está en una edad malísima. Como siga así, puede acabar con nosotros." "Sí —apostillaba la madre—, hace dos o tres años era encantadora, pero ahora no hay quien sepa qué quiere ni qué le pasa."

La tutora les dejó hablar. A los veinte minutos ya habían reiterado dos o tres veces las mismas ideas, y ellos mismos se dieron cuenta de que no sabían bien qué más añadir. "Bueno, Mónica —concluyó la madre—, a ver si puedes ayudarnos, que no sabemos ya qué hacer. A Silvia no hay quien la entienda, es que ni nos escucha."

Mónica tenía mucha confianza con ellos y pudo decirles —con gracia y sin ofenderles—, que para resolver el problema lo primero que debían hacer era darse cuenta de que Silvia se parecía mucho a ellos. Silvia era muy segura de sí misma —quizá demasiado—..., como ellos. A Silvia le costaba escuchar y cambiar de opinión..., como a ellos. "Tienes razón, Mónica —reconoció la madre—, y perdona que te interrumpamos otra vez, pero es que no te hemos dejado hablar en todo este rato, y ahora me doy cuenta de que seguimos sin dejarte hablar. Tienes razón, nos cuesta mucho escuchar."

"Vosotros decís —consiguió por fin explicar la tutora— que a Silvia no hay quien la entienda, que ni os escucha. Y en la propia frase está la solución. Para que vosotros la entendáis a ella lo importante no es que os escuche, sino que vosotros la escuchéis a ella. No digo que Silvia tenga razón, pero quizá tenga algo de razón, o quizá bastante. Yo al menos, siempre que voy a hablar con una persona y llevo una idea previa, después de escucharla un rato casi siempre descubro que la idea con que iba no era muy exacta."

RESULTADO:

Los padres de Silvia eran personas de gran corazón, deseosos de hacer las cosas bien, sacrificados y con verdaderos deseos de mejorar. Cuando escuchaban, eran humildes y receptivos. Lo malo es que tenían muy poca costumbre de escuchar. Pero por lo menos lo reconocían con sencillez.

Aquella conversación con la tutora fue muy fructífera. Habían visto —fue una buena lección práctica— cómo Mónica les había escuchado hasta que se desahogaron por completo. Luego les explicó que eso era una actitud fundamental. Si ella les hubiera dicho de entrada lo que pensaba, probablemente ellos se habrían sentido molestos y no habrían resuelto nada. Por eso les aconsejó que adquirieran el hábito de no declarar antes de escuchar, de no hacer juicios antes de tener datos suficientes, y de mostrarse dispuestos a cambiar de opinión si se les daban razones (o incluso, mejor, mostrarse deseosos de conocer las razones de los demás, para enriquecer así el propio juicio). "Y un último consejo —concluyó Mónica— es que no penséis que el problema está en Silvia. En ella hay una parte del problema, y el resto está en vosotros. Vosotros tenéis que actuar sobre vuestra parte, sea pequeña o grande, y animarle a ella a mejorar en la suya. Pero vuestra principal responsabilidad está en mejorar vosotros. Lo de ella vendrá luego casi solo."

No puede decirse que las cosas cambiaran de la noche a la mañana, porque estos cambios exigen tiempo, pero ya en los primeros días hubo un cambio de actitud importante, que se vio recompensado con una notable mejora en la comunicación con su hija. Le contaron la conversación con su tutora y manifestaron su deseo de mejorar conjuntamente en esos puntos. Silvia lo tomó con mucha ilusión, pues era la primera vez que veía a sus padres con una actitud tan franca y positiva, y en pocos meses cambiaron mucho las cosas en aquella familia.


CASO 4

SITUACIÓN:

Tomás es un gran empresario, hecho a sí mismo. Empezó con muy poco, y ahora, con menos de cuarenta años, tiene ya un patrimonio nada despreciable. Eso sí, le lleva un trabajo enorme. Viaja mucho, come y cena casi siempre fuera de casa y, la verdad es que apenas puede pasar tiempo con su mujer y sus dos hijos.

De vez en cuando piensa en que las cosas no deberían ser así, pero casi nunca esas ideas le duran mucho. La urgencia de atender miles de compromisos le hace olvidarlas pronto. Lo que sí advierte es que se enfría cada vez más la relación con su mujer y sus hijos. Se hablan poco, viven como indiferentes unos de otros. Se ha creado un clima de individualismo, de mucho consumo y poca preocupación por los demás, y los roces surgen de modo inevitable a la menor ocasión.

Un día, al volver a casa, palpa esa realidad de un modo muy doloroso. Además, durante las últimas semanas ha sufrido unos serios reveses en sus negocios, a causa de varias operaciones importantes que han fallado por la deslealtad de uno de sus socios. Tomás siente una gran sensación de fracaso vital, una frustración que jamás había imaginado que pudiera llegarle a él, tan acostumbrado siempre a triunfar: "He sacrificado casi todo por el trabajo, y ahora se me hunde, y me encuentro sin ilusión por trabajar, y además veo que, por mi culpa, estoy sin el cariño de mi mujer y de mis hijos".

OBJETIVO:

Recuperar el buen clima familiar.

MEDIOS:

Tener una clara jerarquía de valores.

MOTIVACIÓN:

Poner ilusión en las cosas de la casa y de la familia, para manifestar con hechos el cariño y para que todos también se sientan queridos.

HISTORIA:

Tomás estaba muy abatido. Por suerte, se encontró durante esos días con un viejo amigo, al que confío todas sus preocupaciones. Aquel desahogo le alivió de una forma sorprendente y clarificó mucho las ideas en su cabeza.

En aquella conversación sacó varias conclusiones, pero la primera y más clara es que debía empezar por reconocer su error, y así lo hizo. Nada más volver a casa, habló largamente con su mujer y le pidió perdón por las innumerables desconsideraciones que había tenido con ella a causa de su excesiva dedicación al trabajo durante todos esos años.

Su mujer no se lo esperaba, y lo acogió muy bien. Ella también le pidió perdón, pues –decía– "hemos sido todos los que nos hemos deslizado por esa pendiente del egoísmo, de refugiarnos cada uno en nuestro trabajo, de tener mucho de todo pero pensar poco en los demás".

RESULTADO:

Aquella conversación con su mujer fue decisiva. Los dos supieron estar a la altura de las circunstancias, y gracias a eso las cosas cambiaron bastante en poco tiempo. Se dieron cuenta de que aquel fracaso económico podía ser providencial, pues había facilitado que cayeran en la cuenta de muchos de sus errores. Comprendieron la necesidad de unirse más en la familia y de tener una clara jerarquía de valores, tanto en sus intereses como en el empleo de su tiempo.

Tomás comprendió que había caído en la trampa del exceso de actividad, del dejarse absorber por el ajetreo y el torbellino de la vida, en el afán de trabajar cada vez más, para trepar más rápido por la escalera del éxito, para descubrir al final que... la escalera estaba apoyada en una pared equivocada.

No fue fácil cambiar el ambiente de la casa, pues las inercias siempre pesan mucho, y cuesta trabajo superar todo ese cúmulo de pequeños egoísmos que se habían hecho habituales. Procuraron hablar mucho, decirse las cosas con lealtad y cariño, y ser muy constantes en su empeño por mejorar el clima familiar.

Las cosas cambiaron bastante en unos meses, y pocos años después todos veían aquel revés económico como lo mejor que les había sucedido en muchos años. La familia estaba mucho más unida –también era mayor, pues tuvieron dos hijos más–, y aunque los ingresos no eran los de antes, disfrutaban mucho más de lo que tenían.

Comprobaron que el éxito en la vida no está en ganar mucho dinero, tener muchas cosas, o hacer muchas cosas, sino en hacer lo que estamos llamados a hacer, y establecer una juiciosa distribución de nuestro tiempo, en el que tenga cabida el trabajo, la familia, las amistades, la propia formación, la atención de otras obligaciones, etc.


CASO 5

SITUACIÓN:

Natalia tiene 18 años y acaba de empezar su carrera universitaria. Es una chica muy activa. Todo le atrae y le interesa. El problema es que no sabe medir bien sus posibilidades y se ilusiona con muchas cosas que nunca consigue terminar. Llega tarde a todo, se le olvidan las cosas, y se siente agobiada por no poder cumplir lo que se ha comprometido a hacer.

El curso avanza y el susto de los primeros exámenes es tremendo. Ha suspendido todas las asignaturas menos una. Está estresada y hundida.

OBJETIVO:

Hacer rendir el tiempo.

MEDIOS:

Aprender a organizarse.

MOTIVACIÓN:

Podrá hacer más cosas, con menos tiempo, y cansándose menos.

HISTORIA:

Sus padres, al saber los resultados de los exámenes, se enfadaron muchísimo. Luego, al ver que su hija estaba tan hundida, se dieron cuenta de que el enfado no era la mejor solución, y menos estando su hija como estaba.

Pensaron que había que hablar con ella y cambiar de actitud. Era mejor ayudarla de manera práctica y positiva, en vez de querer resolver las cosas a base de broncas o castigos. Quedaron en que sería la madre quien hablaría con ella sobre esto.

La madre de Natalia buscó un momento adecuado para charlar con calma. Primero dejó tiempo a que su hija se desahogara por completo, cosa que ella agradeció muchísimo, pues –como le dijo después– "la verdad, mamá, es que no estaba para sermones...; me habría puesto como una fiera".

Cuando la chica estaba más serena y animada, empezaron a hablar del futuro. "Mira, Natalia –le dijo su madre con un tono tranquilo pero animante–, un pequeño batacazo en los estudios no tiene más importancia. Lo malo es dejar que el desorden nos gane terreno, porque eso sí que es peor. Además, lo que más cansa es el desorden. Trabajar cansa mucho menos. Estamos todo el día haciendo cosas, y nos cansamos, es verdad, pero tampoco tanto. En cambio, nos sentimos mucho peor, mucho más cansados, cuando, por desorden, hemos atropellado las cosas: esto que se nos ha olvidado, aquello que no habíamos previsto y nos ha llevado el doble de esfuerzo, esa cita a la que hemos llegado tarde, ese detalle de desconsideración que hemos tenido simplemente por ir tan acelerados, eso otro que hemos dejado mal por comprometernos sin haberlo pensado bien, o por no saber decir que no...". Natalia escuchaba con atención. Se sentía totalmente retratada por esa descripción sobre el desorden.

Su madre había hablado de todos esos defectos en plural, como incluyéndose ella, y, gracias a eso, lo que decía no resultaba hiriente. "Si lo pensamos bien –prosiguió–, el desorden es agotador. En cambio, con un poco de orden, podemos hacer muchas más cosas, con menos tiempo, y cansándonos menos. Tú, Natalia, tienes ilusión por hacer muchas cosas –ahora se dirigía a su hija hablando en singular, para estimular de modo personal–, porque veo que eres una mujer activa, con muchas ilusiones y proyectos en la vida. Si consigues ser una persona ordenada, llegarás muy lejos".

RESULTADO:

Hablaron bastante más, y la eficacia de aquella conversación fue sorprendente. Su madre supo activar sus ilusiones, que eran muchas, en vez de pretender solucionar el asunto a base de controles y restricciones, que era lo que Natalia se temía que sucediera.

Quedaron en charlar con frecuencia sobre detalles de organización, con toda confianza. Las dos leyeron un libro sobre gestión del tiempo, y lo iban comentando, haciéndose bromas, con gracia.

Natalia se compró una agenda electrónica y se propuso seriamente llevarla siempre encima, apuntar todo, y mirar con mucha frecuencia lo apuntado. Se dio cuenta de su gran eficacia como instrumento de planificación, como almacén de datos, e incluso como memoria auxiliar.

Anotaba en la agenda todo lo que se le ocurría, sin interrumpir el trabajo que estaba haciendo. Cada día dedicaba un tiempo a organizarse: temas pendientes, llamadas, correo electrónico, etc.

También se propuso tener bien ordenada su mesa, el armario, las estanterías, sus apuntes, etc. Se dio cuenta de que ganaba mucho tiempo ordenando las cosas en el momento, y que además así luego las encontraba enseguida.

Otro gran descubrimiento fue darse cuenta de que caía con frecuencia en la llamada "pereza activa". Es muy fácil estar siempre ocupado, pero hay muchas ocupaciones que son pura y simple evasión de las cosas que nos cuestan más, y nos autoengañamos. Natalia se propuso esforzarse en ese punto, llamando a las cosas por su nombre, y en pocos meses dio grandes pasos. Aprendió a decir que no a cosas que le apetecían pero no debía comprometerse, y a establecer unas prioridades en la organización del tiempo.

Pronto comprobó lo cierto que era eso de que con un poco de orden el tiempo se multiplica, y se multiplican también las satisfacciones, en la misma medida en que se ahorran disgustos y ansiedades.


CASO 6

SITUACIÓN:

Los padres de Luis están preocupados. Advierten en su hijo una cierta insustancialidad de fondo que les inquieta. Ven que su cabeza está ocupada casi siempre por la música, el fútbol, las modas de cada momento... y poco más. Es cierto que siempre ha sido buen estudiante, pero ahora tiene 16 años y parece que está dejando de serlo. Dice que no se concentra, que le aburren todas las asignaturas, que este año ha tenido muy mala suerte con los profesores, que son todos insoportables.

OBJETIVO:

Superar esa insustancialidad.

MEDIOS:

Fomentar intereses y aficiones de mayor nivel.

MOTIVACIÓN:

Hacerle ver el atractivo de ser una persona cultivada, y del mismo hecho de cultivarse.

HISTORIA:

Los padres de Luis ven que su hijo apenas lee, que no le preocupa la actualidad, ni la historia, ni el pensamiento. Comprenden que una persona así tendrá serios problemas a medio o largo plazo, si no cambia.

Es la madre quien más insiste en que no pueden permanecer pasivos: "Hemos de hacer algo para que se ilusione con cosas un poco más altas, con más contenido. No podemos dejar que esto siga así, porque va a más."

Su marido es bastante escéptico respecto a ese empeño: "Si no le interesan esas cosas, poco podemos hacer. La gente joven de hoy es así. Ya madurará". Pero ella no está de acuerdo: "No podemos quedarnos tranquilos pensando que la culpa es suya por no interesarse por esas cosas: nuestro reto es interesarle por esas cosas".

RESULTADO:

Finalmente estuvieron de acuerdo en hacer algo. Pensaron que, para ser sinceros, los primeros culpables eran ellos, pues llegaban los dos muy cansados de trabajar, y el poco tiempo libre que tenían lo dedicaban a ver la televisión. Tuvieron la honradez de reconocer que ellos mismos ponían poco empeño en cultivarse y, en el fondo, vivían de las rentas.

Además, pensaron que no basta con decir a los hijos que lean, que se organicen, que se dejen de tonterías... Tenían que ir ellos por delante, porque de otra manera sería difícil cambiar las cosas.

Se propusieron hacer que en la casa hubiera un tono más alto, que se trataran más cuestiones de tipo cultural, temas de cierta envergadura, que dieran una mayor amplitud de miras.

Empezaron por encender la televisión sólo para programas concretos de interés, y apagarla luego enseguida.

Compraron libros, pero poco a poco, y asegurándose de que fueran interesantes y asequibles a un tiempo, pues no querían limitarse a recomendar genéricamente la lectura, sino recomendar títulos concretos; y veían que si fallaban en los primeros consejos bibliográficos perderían su prestigio como promotores de la lectura.

Procuraron poner imaginación para hacer planes culturales. Querían hacerlos con sus hijos, y organizarlos con ellos, pero sin dárselos hechos. Al principio parecía difícil encontrar ideas del gusto de todos, pero con un poco de observación, y gracias a las conversaciones que empezaron a surgir desde que la televisión estaba más callada, fueron saliendo a la luz algunas aficiones e intereses de los hijos que estaban latentes pero tenían fuerza. Tirando de esas inclinaciones, poco a poco, salieron planes muy diversos: viajes culturales, visitas a exposiciones, hobbies constructivos, etc. De esos planes, así como de las lecturas de todos, y de las tertulias que formaban para comentar cada película después de verla, salían siempre conversaciones e ideas interesantes.

Todos se dieron cuenta –y quizá los padres fueron los más sorprendidos– de que eran buenos modos de descansar, de mejorar la cultura y de preocuparse de los demás.

En algún momento pensaron si estaban exagerando, pero pronto se dieron cuenta de que era difícil que fuera ése el problema. El nivel tiende a bajar solo, y el problema suele ser la constancia en mantener la línea emprendida.

Al cabo de unos meses había mejorado mucho el ambiente de la familia, con un resultado palpable en los resultados académicos de los hijos y en el enriquecimiento mutuo de todos.