EL SENTIDO CRISTIANO DEL HUMOR:
UN REMEDIO AL ALCANCE
DE TODOS
Los fariseos eran gente con un mortal sentido de
su importancia. Estaban tan seguros de su seriedad e importancia, y tan apegados
a su propia visión del mundo y de Dios, que reaccionaban de manera agresiva
ante las críticas de los demás. El fariseísmo es lo opuesto a la sencillez;
ésta se caracteriza por la libertad, que nace del contemplarnos a nosotros
mismos en nuestra verdadera dimensión de ser sólo "polvo y cenizas".
Si tenemos actitudes de autouficiencia como los fariseos, jamás podremos ser
como el del Evangelio que reconoce su propia debilidad e impotencia. Debemos
además recordar que una manera de pecar contra el Espirítu Santo, es
precisamente el no querer reconocer la verdad sobre nosotros mismos, es decir
nuestras propias debilidades y miserias, ante Dios.
El sentido del humor cristiano nos permitirá apreciar las realidades humanas y
divinas en su justa proporción. Y esto nos posibilitará tener un mayor
desapego hacia lo material y temporal, que repercutirá en una mayor libertad de
corazón al no estar atados a lo que "hoy es y mañana desaparece".
Nuestro distanciamiento, en relación con los sucesos y con nuestro propio
sentimiento de la importancia, gracias a nuestros esfuerzos por vivir la virtud
del humor, nos permítimos vivir mejor el Evangelio de Jesucristo. Seremos
capaces de reordenar los valores, de manera que nuestros asuntos y nuestra
propia vida, dejarán de ser lo más importante. Entonces, podremos evitar las
prisas, las preocupaciones excesivas y la absorción excesiva por el trabajo, y
darle su lugar a la llamada que Cristo nos hace hacia el cumplimiento de la
voluntad del Padre, que equivale a lo mejor para nosotros y para los demás.
Gracias a la virtud del humor, las derrotas y los fracasos no se convierten en
catástrofes de nuestras vidas. Porque la fe apoyada, por el sentido del humor,
nos puede llevar a una libertad evangélica tal que se traduce en una paz
interior y alegría espiritual a prueba de cualquier problema.
Muchos de los pecados que cometemos contra los demás, provienen de que por
cualquier cosa, nos sentimos ofendidos y lastimados; porque somos muy sensibles
y delicados. A todos los que somos susceptibles e hipersensibles, nos es
imprescindible el sentido del humor que nos liberará del peor ídolo que
podemos tener: nuestro propio "yo".