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"NO TIENEN VINO..."

Todos necesitamos intercesores... ¡para tantas cosas!... Son las "recomendaciones", los "enchufes" tan habituales en nuestro mundo... "Necesito trabajo...; si aquel señor que conoces pudiera hacer algo..." "Se examina mi hijo...; tú que conoces al profesor..."

Interceder. Buscar quien se interese por lo nuestro como cosa propia. En lo humano y en lo divino.

Los amigos de Dios son, ante El, nuestros grandes valedores. La Historia de la Salvación nos habla de algunos:

Abraham, cuando quería impedir la destrucción de Sodoma, litiga con Dios obstinadamente: "Tú no puedes hacer tal cosa, dejar morir al justo con el malvado" (Gn 18) Sabemos el relato: Abraham quiere encontrar al menos 50 justos. No los hay. ¿Y 40? Tampoco... Y va rebajando la cifra... Y sigue intercediendo, incansable...

Moisés, caudillo del pueblo rebelde, no quiere que Dios los castigue e intercede con fe y confianza en la bondad de Dios. Un ejemplo del poder de su intercesión es el relato de la batalla contra Amalec. Moisés, en la cima del monte, ora con las manos alzadas en favor de Israel. "Y sucedió que mientras Moisés tenía izadas la manos, prevalecía Israel; pero cuando las bajaba, prevalecía Amalec... " (Ex 17)

El gran INTERCESOR es Jesús, nuestro Sacerdote, nuestro defensor ante el Padre. "Tenemos a uno que abogue ante el Padre: Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino por los del mundo entero " (1 Jn 2).

Pero hoy vamos a reflexionar sobre nuestra gran intercesora, la que se mete de lleno en todas nuestras causas la "omnipotencia suplicante", MARÍA: la fina intuición, la exquisita delicadeza, la que sabe interceder y desaparecer, la que nunca está a la hora de «cobrar" el favor, la que sabe presentar y dejar el lugar después...

San Juan lo cuenta con cariño en el cap. 2 de su evangelio. Faltó el vino en una boda y la mirada perspicaz de María previó el bochorno que esto acarrearía a los novios. Y no dijo a su hijo nada más ni nada menos que esto: "no tienen vino..." Y a pesar de la aparente frialdad de Jesús en su respuesta, ella, inmutable y segura, insinúa a los sirvientes: "Haced lo que El os diga. " Y Jesús hizo el milagro.

El corazón de la Virgen, sismógrafo finísimo de todos los sentimientos y emociones, exquisitez y ternura volcada hacia nosotros, sus hijos, sabe captar nuestras necesidades y sabe presentarlas a su Hijo: Mira, no tienen paz...; no tienen hogar...; no tienen qué comer...; no tienen salud; son inmigrantes "sin papeles"... No tienen, no tienen... ¡son tantas cosas que necesitan...!

María: pura disponibilidad, inagotable entrega, finísima antena que capta las ondas de nuestras carencias... Su Corazón es el asilo al que nos acogemos. Su calor nos conforta, el hálito de su beso es rocío de vida... Su virginidad es incansable e inagotable capacidad de entrega y desvelo... En su amor de madre-virgen acogedora, todos cabemos.

S. Juan de Ávila la saluda así: "Sois enfermera del hospital de la misericordia de Dios donde los llagados se curan..." Y escribe F. Mauriac: "Posiblemente, al rezar el Padrenuestro, cierto pudor y sinceridad nos cierre los labios, si no estamos dispuestos a perdonar, ni queremos huir de la tentación. Pero ¿quién, aún entonces, no puede rezar: «Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores»?... Y es que un pobre y desvalido siempre es sincero cuando pide misericordia, por hundido que esté en su pecado...

Pablo VI decía que con razón los cristianos la invocamos como Consuelo de afligidos, Refugio de pecadores, Salud de los enfermos... A Ella acudimos en busca de consuelo, salud, paz, cobijo... MADRE.

Los pecadores nunca nos sentimos rechazados ni humillados por la INMACULADA. Por el contrario, nos sentimos atraídos e invitados a introducirnos en su Corazón, con deseo de contagiarnos de su pureza.

Orar con Ella, pedir su intercesión, "recordarle " nuestros problemas... Ella se los dirá a Jesús: "No tienen vino...", y le enseñará todas nuestras llagas, nuestros límites, el hondón más inconfesable de nuestro ser..., eso que sólo se diría a la madre porque no dudamos que escucha, acoge, comprende enseña, corrige, cura...

Yo no sé quién eres
luna grande de enero que sin rumor nos besa...
primavera surgente como el amor en junio,
dulce sueño en el que nos hundimos,
agua fresca que embebe con trémula avidez
la vegetal célula joven...
Matriz eterna donde el amor palpita
Madre, Madre...
VIRGEN MARÍA, MADRE,
dormir quiero en tus brazos
hasta que en Dios despierte...

(Dámaso Alonso)

Por Ana María Primo Yúfera, dominica contemplativa