Conocimiento del carácter de los hijos (II)

 

 Victòria Cardona
Educadora familiar

 


Los tres factores del carácter (mencionados en el artículo anterior): emotividad o no emotividad; actividad o inactividad y la resonancia: primaria y secundaria, no definen una personalidad, pero ayudan a su configuración. Transcribo de un libro sobre caracterología: ''el caracterólogo trata de comprender el conjunto de una personalidad. Considera que la influencia de la herencia, de las circunstancias y de la libertad, hacen de cada individuo una persona única. No se trata, por lo tanto, de reducir a la persona a un esquema prefabricado''. Por eso, no puede colocarse ningún cartel a los hijos, ya que el carácter va evolucionando y cambiando con el tiempo. Influyen: el ambiente familiar, el entorno y la educación de la voluntad, que son elementos estimulantes para mejorar. Tampoco podemos ''etiquetar'', porque siempre hay grados de diferencia de un individuo a otro en los factores mencionados. Sin embargo, con un mejor conocimiento del comportamiento y reacciones del hijo, tendremos al alcance más formas de tratarlo. También la carencia de tiempo para la observación sería una dificultad para una correcta actitud para educar bien. Si tenemos un hijo emotivo, inactivo y primario, por ejemplo, lo motivaremos a través del corazón, porque nos ama y quiere gustarnos. Estaremos a su lado señalándole objetivos nuevos, para enseñarle a pensar y a reflexionar. Si es secundario, y tiene tendencia al rencor, le motivaremos para que sepa perdonar y olvidar.

Normalmente en todos los tipos de carácter, es de gran ayuda saber animar a los hijos y también valorar la sociabilidad, para que no se centre exclusivamente en él mismo. El deporte y el excursionismo, en el que no es deportista, así como otras actividades que se hacen en grupo, serán muy beneficiosas para la convivencia con los demás. Tenemos un abanico de posibilidades para desarrollar su personalidad, que los padres tenemos que ir descubriendo. Todos estos apuntes sobre caracterología pueden servir de información.

Tendremos que observar todas las reacciones de nuestros hijos, pero parece especialmente importante la resonancia, para distinguir si son primarios o secundarios. Si quiere profundizarse puede hacerse con buenos tratados de caracterología, pero siempre evitando el riesgo de obsesionarse, y de confundir a nuestro hijo con un personaje de test, ya que nunca hay un tipo exacto, y los rasgos mencionados pueden estar en la individualidad de cada uno con más o menos intensidad. Expresamente no estudiaremos en este artículo los ocho tipos de carácter que provienen de combinar los tres factores que hemos indicado. Mi intención es animar a reflexionar sobre cómo somos cada uno de nosotros, cómo son nuestros hijos y las otras personas y, así, llegar a un conocimiento más profundo y a una comprensión de nosotros mismos y de los nuestros, que nos ayude a aceptarnos y a aceptarlos. Conocer es indispensable, como también lo es una actitud de rectificar cuando haga falta.

Para concluir tenemos que destacar que ningún carácter es mejor ni peor. No hay ninguno malo por él mismo. La adquisición de hábitos buenos servirá para vencer cualquier rasgo psicológico negativo. El conocimiento personal y el conocimiento de nuestros hijos, con todos los elementos posibles al alcance, son una ayuda para tener objetivos concretos de mejora y la comprensión adecuada para pasar por alto formas de ser que no resultan agradables. Siempre hemos de animar, reconociendo que nosotros mismos también tenemos carencias, que pueden ser susceptibles de corrección, de mejora personal y de dar testimonio a los hijos, que se reflejan en los progenitores. Recordamos la frase de Yela: ''Es a partir del conocimiento de nuestras limitaciones, de la aceptación de las que son ineludibles y del esfuerzo para superarlas, desde donde irradia la tarea del educador''.