Ecoética, a la luz de Gn 1-11

Una clave para releer y comprender los procesos de la creación y de la historia

 

Gonzalo M. de la Torre Guerrero
 Misionero Claretiano

Unidad 6.

Confrontar al ser humano en su papel frente a la vida

Hombre y mujer: Génesis 2. Interrogarse frente a la ética del ser humano: ¿por qué tiene tendencias comunes con los animales?

Objetivos

1. Descubrir cuál es el contexto socio-histórico de Génesis 2, a fin de poder reflexionar sobre el actuar contradictorio del ser humano y su opción por la violencia.

2. Descubrir en el estudio del capítulo 2 del Génesis lo específico en la ética de hombres y mujeres: el Espíritu que nos inhabita  y que nos humaniza, a fin de comprometernos a ser la imagen y semejanza del Ser que nos creó.

3.  Definir, después del estudio y la reflexión  de Génesis 2, quién es el responsable de la violencia en la historia, a fin de comprender hasta qué punto el ser humano, destruyendo su egoísmo, es el único capaz de cambiar las estructuras generadoras de muerte en la historia.

4.  Ver el matiz de egoísmo que Gn 2 aporta a la crítica de nuestra ética social.

 

1. Interrogarse sobre el actuar contradictorio del ser humano

 

1.1 La violencia, contexto histórico de Gn 2,4b ss.

                  1.1.1 La violencia del s. 6º. Israel, en el s. 6º,  acababa de perder la guerra más decisiva de su historia frente a Babilonia, la mayor potencia bélica de su tiempo. Cuando se pierde o se gana una guerra, se experimenta en carne propia toda la violencia y crueldad de que es capaz el ser humano. Si se gana la guerra o la batalla, todo queda justificado. Y si se pierde, el enemigo pasa a encabezar la lista de las fieras. El libro de las Lamentaciones nos lo recuerda: “Por tierra yacen en las calles niños y ancianos; mis vírgenes y mis jóvenes cayeron a cuchillo. ¡Has matado en el día de tu cólera, has inmolado sin piedad!” (2,21).

                        1.1.2 La fiera que llevamos dentro. Es decir, todos somos conscientes de la capacidad humana de lucha y resistencia, de astucia y creatividad, de ataque y defensa, de ira y rabia, de brutalidad y fiereza, cuando tiene en juego su vida, su amor, su familia, su sustento, sus bienes, su tierra o su patria, o simplemente su nombre o su honra... En cualquiera de estas circunstancias parece que la fiera que se esconde en el interior saliera a flote. Es entonces cuando el ser humano no necesita ponerse ninguna máscara para parecerse a un animal. Es capaz de matar a quien amenace su seguridad, o su alimento, o su instinto de reproducción. No olvidemos esta afirmación bíblica: “a tu puerta está el pecado acechando como fiera que te codicia”... (4,7).

                          1.1.3 Origen de la violencia en el ser humano. Por el simple hecho de existir, el ser humano está sometido a unas leyes universales: nace, crece, se reproduce y muere. Toda persona, una vez colocada frente a la vida, busca reproducirse, ejerciendo este instinto apoyado en estas otras dos tendencias: seguridad y satisfacción. Este proceder nivela al ser humano con todos los demás seres o animales, de alguna manera semejantes, de la creación. La diferencia está en el modo diferente como el ser humano ejerce dichas funciones. Normalmente todo ser humano tiene la capacidad de ir más allá de su instinto o, si es necesario, hasta contrariarlo. Pero, de esto nos ocuparemos más adelante.

2. La presencia de la poesía y de un mito acadicos en Gn 2

 

2.1 El mito

 Podemos decir, sin temor  a equivocarnos, que Gn 2,4b ss está compuesto sobre la matriz o contenido de un mito acádico, lo mismo que sobre la forma poética del poema “Enuma Elish” (“Cuando arriba”...), de la primera mitad del 2º milenio aec. Dicho poema comienza así:

Cuando arriba el cielo aún no tenía nombre,

            cuando abajo lo firme nombre aún no llevaba,

Absu, el primero, su progenitor,

            Mummu y Tiamat, que a todos los había generado,

            entremezclaban aún sus aguas,

cuando no se habían aún compuesto los matorrales

            ni era conocida la caña,

cuando los dioses no habían llegado aún a la existencia,

            ni ellos aún no habían sido denominados con nombres,

            ni los destinos se habían cuajado,

entonces de  medio de ellos fueron formados los dioses,

            fueron creados Lahmu y Lahamu, denominados con nombre.

Y en cuanto éstos hiciéronse grandes creciendo,

            generados fueron Anshar y Kishar, aventajándolos en estatura.

Extendiendo los días acrecentaron los años,

            y su hijo Anu hízose igual a sus padres.

Anshar, a su primogénito Anu, hízole igual a sí mismo,

            y Anu generó, también igual a sí, a Nudimud”...

(Poema “Enuma Elish”, tabla I, 1-16; cf. ANET, 1950, p. 60-61).

2.2 Forma literaria del mito

Como lo podemos ver, esta especie de himno, que introduce el poema Enuma Elish, consta de dos partes: la primera negativa (“cuando... no...) y la segunda positiva (“entonces”...). La parte negativa está hace resaltar más el contenido positivo de la segunda parte; y a esta parte se llega por una especie de crescendo negativo que prepara el ánimo en espera de lo que va a acontecer.

 2.3 Aplicación al texto bíblico

 Gn 2,4b-7 describe la situación en que se encontraba la tierra antes de la creación del ser humano, y lo hace sirviéndose de una serie de “aún no”, hasta llegar a “entonces”...

“Cuando Yahvéh Dios hizo la tierra y los cielos,

no había aún en la tierra arbusto alguno del campo,

y ninguna  hierba del campo había germinado todavía,

pues Yahvéh Dios no había hecho llover sobre la tierra,

ni  había hombre que labrara el suelo.

(Pero un manantial brotaba de la tierra

y regaba toda la superficie del suelo).

Entonces Yahvéh Dios formó al hombre con polvo del suelo

e insufló en sus narices aliento de vida

y resultó el hombre un ser viviente”.

              Si proseguimos la lectura del texto, vemos cómo a cada negación, corresponderá más adelante una creación. Contraponiendo los versículos, lo veremos mejor:

  • “Aún no había arbusto alguno” (v.5)... // “plantó Yahvéh Dios un jardín” (v. 8)...

  • “Aún no había ni lluvias, ni canales de riego” (v. 5-6)... // “un río salía del Edén y regaba el jardín” (v. 10)...

  • “Aún no había ningún hombre que labrase la tierra” (v.5)... // “y Yahvéh Dios tomó al hombre y lo colocó en el jardín del Edén para que lo labrase y custodiase” (v. 15)...

2.4 Una consecuencia obvia

 A fin de no entender literalmente el texto de Gn 2,4b-7, caigamos en cuenta: Primero, la Biblia está copiando y corrigiendo un mito acádico; segundo, el género literario en que está compuesto es poético y no histórico; tercero, la descripción geográfica que hace el texto es típica de la Mesopotamia, en donde la fertilidad del terreno depende de la irrigación; cuarto, las expresiones generales del texto sagrado no hay que entenderlas como referidas a todo el mundo, sino sólo al llamado paraíso terrenal. Por lo mismo, no se trata de una descripción del creación en general.

3. El ser humano original: interpretación de un mito.

 

3.1 No hay un relato exclusivo para el origen del ser humano

La Biblia no trae un mito propio, particular o exclusivo para indicar la aparición del ser humano. Cuando habla de esto, lo pone dentro de otros relatos mitos. Esto quiere decir que no se plantea por sí misma la manera como el hombre aparece en la tierra, sino que habla de ella, de paso, al plantearse otros problemas. Tal es el caso de Gn 1,26-27 que hace parte del gran poema mítico sobre la creación en general. Lo mismo ocurre con Gn 2,7 que forma parte de otro poema mítico relativo a la aparición de la creación, según el estilo de los acádicos.

3.2 Hay mucho en común con los animales

La Biblia conoce la violencia humana y habla de ella hasta la saciedad. Por eso no tiene inconveniente en poner al ser humano -hombre y mujer- dependientes en su origen de la “adamáh” (= la tierra), de la misma materia de la que también hace los animales. Es decir, si hombre y animales se unifican a veces en comportamientos, es porque ambos tienen también algo común en su origen.  Por eso, a los seres que nacen se les llama “Adam”, (=lo terrenal), porque han sido tomados de la “Adamáh” (la tierra). Si le preguntáramos a un israelita el por qué  de nuestros instintos, nos respondería que todo depende de que ser humano y animal tienen el mismo fondo original: la tierra (cf. 1,24; 2,19). 

3.3 Sin embargo, también hay algo propio

 Entonces, ¿el ser humano es igual a un animal? La Biblia responde negativamente. Y da la razón: al ser humano Dios le da algo que no tienen los animales, y que se llama imagen y semejanza de Dios. Esta imagen se obtiene cuando Dios ejercita una acción especial sobre el hombre, dándole su espíritu. Es decir, el ser humano no es humano sólo por el hecho de tener cuerpo. Lo específicamente humano acaece en él cuando el espíritu de Dios lo inhabita. A partir de ese instante cuerpo y espíritu forman tal unidad que es imposible pensar el uno sin el otro.

4. El Espíritu de Dios o lo específico del ser humano

 

4.1 Los tres elementos del hombre original

            Gn 2,7 destaca tres elementos en la aparición del ser humano. Pero lo sorprendente es que estos mismos tres elementos aparecen en la creación de los animales. La pregunta es obvia: entonces, ¿cuál es la especificidad del ser humano? Los elementos que se destacan en el ser humano son estos tres:

a) El primer elemento es “Polvo extraído de la tierra” (‘aphár min ha’adamáh). Este elemento lo llevan también los animales (2,19; cf. 1,24).

b) El segundo elemento es aliento de vida (nishmát hayím). Pero este elemento es también propio de los animales (Gn 7,22; cf. Gn 7,15; Sal 104,29-30; Ecli 3.29).

c) El tercer elemento es ser viviente (lenéfesh hayáh). Sin embargo, también los animales son llamados así (Gn 1,21; 2,19; 9,10; Lv 11,10-46; 24,18).

4.2 Una acción especial de Dios

            Según lo anterior, el ser humano no se distingue de los animales por algún elemento especial. La ciencia moderna prueba esto cada vez con mayores argumentos. La energía específicamente humana es la resultante de unos elementos de creación comunes, pero que en cada rama de la creación se combinan de distinta manera. El texto bíblico presenta un elemento particular en relación al ser humano. Se trata de que el mismo Dios “sopla en sus narices” el aliento de vida. Es decir, hay un cuidado, una acción particular de la divinidad en favor del hombre. Esta acción de Dios sobre el ser humano desequilibra toda posible paridad con el resto de la creación y hace que los elementos que son comunes se combinen de una manera diferente. La ciencia moderna demuestra que los elementos que constituyen la cadena del ADN son fundamentalmente iguales tanto en el ser humano como en los primates, aunque están combinados en diversa proporción. Por lo tanto, la diferencia entre humanos y animales no está en elementos nuevos, sino en la diversa combinación de los mismos. En el ser humano se harán más claras las capas superiores del cerebro que le darán más libertad frente al instinto, y harán que se expliciten esos valores por los cuales nos reconocemos y nos definimos como humanos, a saber: la capacidad de juicio, de libertad, de amor y de sentido de justicia, entre otros valores.

4.3 Somos “seres humanos” por el Espíritu que nos inhabita

            Aquí es necesario que tengamos en cuenta la intuición de Gn 1,27: la especificidad del ser humano está en ser “imagen y semejanza de Dios”. Pero, también el primer capítulo de Génesis pone para el ser humano y los animales elementos comunes (cf. Gn 1,21.24). La imagen y semejanza de Dios es un resultado de la creación, y no una especificidad de la misma. Aún en el N.T. Pablo nos recordará que la creación también es, en cierta forma, imagen de Dios (cf. Rm 1,19-20; 8,20-23). Puesto que hombres y animales bebemos del mismo fondo original, el espíritu se nos ha dado para humanizarnos. Y nos hacemos más humanos -nos “humanizamos”- a medida que el espíritu tome posesión de nosotros. A la hora de la verdad, somos seres humanos por la inhabitación de Dios en nuestro interior.

4.4 La fuerza del espíritu humaniza

                        4.4.1 Llegar a ser un Ser Humano. Es cierto que tanto a los animales como al ser humano la Biblia les da “espíritu”... Pero sólo del ser humano indica que su espíritu se lo infunde Dios. Lo que en definitiva hace que los elementos terrenales que provienen de la adamáh lleguen a convertirse en ser humano. Es la respiración, o la vida, o el espíritu que comunica el mismo Dios. Por consiguiente, no es exagerado decir, basados en el mismo texto bíblico, que el hombre llega a ser hombre -llega  a ser eso específico que es él- por la inhabitación del espíritu de Dios. Cuando este ser que recibe el espíritu de Dios actúe más tarde, dará testimonio de que el espíritu que recibió, por venir directamente de Dios, lo convirtió en un ser humano. Por eso, sólo según actúe el ser que acaba de ser formado, se llega a conocer  si se trata de un ser humano o de un animal.

                        4.4.2 El cuándo y el cómo. No hay que pedirle al mito bíblico precisiones cronológicas y claridad de procesos científicos. Este no es el papel del mito. Esos son problemas de la ciencia; ella tiene principios de respuesta a los que nos debemos acoger. Recordemos que el verdadero papel del mito es sugerir intuiciones para poder releer la historia y ver ella lo que a simple vista no percibimos. El mito no trabaja sobre datos nuevos, sino que le da profundidad y nueva visión a lo que el ser humano ya conoce. No nos da datos de ciencia sobre lo desconocido, sino intuiciones para poder comprender lo vivido, cuyo hondo significado se nos queda casi siempre a mitad de camino.

                        4.4.3 La traducción de Gn 2,7. Pongámosle ahora atención a la letra del texto bíblico y veamos qué traducción nos resultaría del mismo. Al pie de la letra el texto dice: “Entonces formó Yahvéh Dios al ser humano polvo sacado de la tierra, y sopló en sus narices espíritu de vida, y el ser humano se hizo un ser viviente”. En una traducción dinámica se diría: “Entonces Yahvéh Dios formó al ser humano con polvo de la tierra y él mimo le dio su respiración (o su espíritu), para que llegara a ser el ser viviente que es”. Como vemos, la palabra clave de la traducción es aquello que le da Yahvéh al ser humano: nishmát hayím que puede ser traducido de formas diferentes: aliento, hálito, anhélito, respiración, espíritu, vida... Recordemos que en hebreo toda palabra que signifique respiración puede ser traducida por espíritu o por vida; la respiración es señal de vida y en la respiración y en la vida está el espíritu del ser. Por eso, tanto el animal como el hombre tienen vida, o  respiración, o espíritu. Solamente viendo actuar a un ser, se conocerá qué clase de espíritu posee y así se sabrá si es un animal, o un ser humano o el mismo Dios. Según actúe el ser humano, sólo así se llega a conocer  su humanidad o su animalidad.

4.5 Humanizarse, la gran tarea

            El ser humano y el animal comparten las mismas necesidades básicas: ambos tienen necesidad de alimento, de seguridad y de reproducción. Ambos luchan por ellos y hasta llegan a matar o a exponer su vida por conseguirlos. Si todo lo anterior lo trasladamos a la historia, comprobamos que cuantas veces el hombre pone su fuerza y su razón al servicio de los intereses de su propio instinto, su vida pierde calidad, ya que no supera el campo meramente animal. Alimento, seguridad y reproducción se constituyen entonces en meta única y en causa de violencia y muerte. La capacidad humana, obnubilada por el instinto y no gobernada por la razón, causa en la historia los mayores estragos.

            También sabemos que si el ser humano atrapa más de lo que necesita, otros seres deben pagar por su codicia. La historia de Israel era exactamente el mejor testimonio de esta ley. Por eso después de la catástrofe, lo más justo era reemprender el camino de la humanización, si no se quería llegar a la total destrucción.

            El ser humano, según la Biblia, debe irse haciendo. El espíritu de Dios, que lo inhabita de una manera especial, debe irse manifestando, a medida que se es capaz de poner el instinto al servicio de la justicia, en los mil matices que ésta le ofrece como realización.

5. ¿Quién es, pues, responsable de la violencia en la historia?

 

5.1 Se trata de una primera respuesta

            Al analizar lo que  ocurrió en su historia, el escritor sagrado se da cuenta del papel inmensamente negativo que juega la realidad terrena del ser humano, cuando no está bien orientada. Cuantas veces Israel se pregunte por su fracaso, tiene que tener en cuenta la “adamáh” que hace parte de su ser. Y debe confesar que, por no haberla sabido orientar, sembró la historia de concupiscencia, de egoísmo y de atrapamiento que causaron sufrimientos, muertes y opresión. Esta es la primera respuesta que da Gn 1. Pero el camino de la autocrítica y del examen de la historia apenas comienza a abrirse. Habrá nuevas respuestas, a medida que se camine.

5.2 Hombre y mujer, responsables

            La Biblia reconoce que esta “adamacidad” está presente tanto en el hombre como en la mujer y que tanto el uno como el otro son imagen y semejanza de Dios. Esto nivela responsabilidades frente a la historia y da igualdad en lo bueno y en lo malo. Así no se cae ni en el machismo dominador, ni en el feminismo amargado y vengativo, que siempre ven “mala o defectuosa” a la contraparte. Hombre y mujer comparten una responsabilidad común, porque ambos comparten tanto las tendencias atrapadoras de la creación, como la semejanza dadivosa de Dios.

5.3 El peligro de que domine la animalidad

            Si nos preguntamos, pues, quién es el responsable del mal o de la violencia en la historia, Gn 2,7 nos responderá, como punto de partida, que es el ser humano, por su tendencia a atrapar y a eliminar a quien trate de quitarle lo que su instinto reclame. Cuantas veces haga esto, no dejará de manifestar la “terrenalidad”, la “animalidad” que hay en su origen y que en cierta forma lo nivela con los animales. Y si nos interrogamos qué es lo que a veces nos lleva a obrar en la historia de una manera tan contradictoria,  se nos precisará que nuestras tendencias “terrenas” que nos igualan a lo animal y que hacen parte de nuestro ser. Esto naturalmente nos debe llevar a “sospechar” de que donde hay un ser humano, puede nacer corrupción. Si Israel hubiera tenido en cuenta este conocimiento, esta sospecha, no hubiera caído en la tentación de santificar y hasta divinizar a tantos opresores que tuvo en su historia. Preguntarnos sobre la “adamáh” que hace parte del ser humano, nos abrirá caminos de comprensión de la historia. Pero no lo olvidemos: apenas estamos en el punto de partida.

 

Tarea No. 6

1.  ¿Qué aporte le hace Gn 2,4b-25 a la pregunta fundamental que Israel se formula frente a la gran crisis del s. 6º?

2.  En qué forma Gn 2,4b-25 se constituye en clave hermenéutica?

3.  ¿Qué contenidos éticos encuentra Ud. en el mito de Gn 2,4bss.?

4.  Explique la semejanza y distinción sustancial entre el ser humano y el animal, en cuanto a instinto y valores éticos se refiere.

5.  ¿Qué entiende Ud. por espíritu y cuál es el papel del mismo en el ser humano?