Ecoética, a la luz de Gn 1-11


Una clave para releer y comprender los procesos de la creación y de la historia
 


Gonzalo M. de la Torre Guerrero

 Misionero Claretiano

 

Unidad 4.

La gran crisis del Reino del Sur y sus consecuencias

Objetivos

  1. Ahondar los conocimientos sobre la gran crisis del Reino del Sur, a fin de poder comprender la crisis en que entraron los valores éticos tradicionales de Israel.

  2. Comprender cómo el pueblo de Israel recupera la capacidad de interrogarse y cuestionar sus principios éticos, a partir de la crisis vivida en la derrota.

  3. Apreciar y asimilar la creatividad de Israel para hacer nacer nuevos valores éticos, más adaptados a su nueva situación.

1. 1. La desolación de la propia patria.

1.1 Ciudad y templo destruidos

Recojamos algunos datos que reflejan la situación depresiva socio-económica y socio-religiosa en que quedó el pueblo, después de la caída del Reino del Sur. Después de la destrucción de Jerusalén y de su templo en el año 586 aec., la desolación se posesionó del corazón y de las calles y caminos del pueblo. La literatura bíblica lo refleja: "¡Cuán solitaria ha quedado la ciudad, antes tan llena de gente!" (Lm 1,1). El mayor castigo lo sentía el pueblo en el asesinato de su gente indefensa: "Tendidos por las calles se ven jóvenes y ancianos; mis jóvenes y jovencitas cayeron a filo de espada" (Lm 2,21). Los sentimientos religiosos del pueblo quedaron destruidos: "Esparcidas por todas las esquinas están las piedras del santuario" (Lm 4,1).

1.2 ¿Y los campesinos?

La situación del campo era también deprimente: "Ustedes siembran mucho, pero cosechan poco; comen, pero no se sienten satisfechos; beben, pero se quedan con sed; se abrigan, pero no entran en calor; y el que trabaja a jornal, echa su salario en saco roto" (Ag 1,6). Los campesinos habían perdido sus tierras por causa de las invasiones de las naciones vecinas. Los Edomitas se habían establecido en el Sur y los Moabitas y Amonitas se habían tomado las tierras de la Transjordania. Una buena parte del pueblo había tenido que emigrar a las naciones vecinas: a Egipto, Siria, Fenicia y Transjordania no israelita.

2. Conocer la propia situación

2.1 La situación en el destierro

2.1.1 Abandonados de Dios... La situación de los desterrados no era mejor. Era dura y casi insostenible: sometidos a trabajos forzados o refugiados en suburbios; acosados por la más grave crisis de identidad y sin derecho a vivir libre y abiertamente su religión y sus principios morales; y para rematar. con la amenaza permanente de muerte o de castigos, si no reconocían el poder divino del rey extranjero de turno. Por otra parte, muchos de esos mismos desterrados estaban corriendo el peligro de adaptarse al sistema opresor, perdiendo de esta forma el deseo de regresar a la patria. Llegaron a creerse totalmente abandonados de Dios (Is 40,27; 49,14).

2.2 La situación en general

2.2.1 La destrucción de las mediaciones. Las mediaciones religiosas más sagradas habían quedado profanadas, destruidas y cuestionadas: el templo, residencia de Dios; el sacerdocio animador de la fe del pueblo; el sistema templario de sacrificios y ofrendas; los rituales de purificación y de acción de gracias; las fiestas que giraban en torno al templo... Las instituciones políticas también habían quedado destruidas y desacreditadas: Jerusalén, confluencia de los poderes económico, político, militar, ideológico y religioso; la Dinastía Davídica, objeto de grandes profecías y bendiciones; los gobernantes y comerciantes, élites siempre unidas bajo intereses económicos...

2.2.2 La humillación de los de dentro. El desastre era total. Las tribus del Norte, parte de cuyos habitantes al caer su Reino en el 721 aec. se habían refugiado en el Reino del Sur, con la caída de éste, perdieron su último apoyo. El Reino del Sur, que había considerado como un castigo la caída del Reino del Norte, quedó en el mismo nivel moral que su hermano: castigado y desaprobado por Dios. En general, los que se habían quedado en Palestina pasaban por una situación humillante: sin derecho a su culto, sin derecho a sus propios gobernantes, pagando tributos a extranjeros, dominados por los mismos que los habían destruído.

2.2.3 La gran amenaza a la identidad. Era natural que todo lo anterior llevara al pueblo a cuestionarse acerca de su identidad y también acerca de su misma existencia. Aunque sean años más tarde, el libro de los Macabeos nos recuerda la tragedia interior que ocurre en los momentos de crisis institucional, y que pudo empezar a ocurrir en la época que comentamos: se cuestionó la fidelidad guardada, que parecía algo inútil y sin sentido, para entregarse a nuevos amores y nuevas experiencias donde se creía que estaba el futuro (1M 1,11-14). Y en muchos israelitas pudo haber nacido, ya desde entonces, la tentación que el mismo libro de los Macabeos recogerá para el tiempo de la derrota cultural que infringirá el helenismo a algunos: quitar de su cuerpo toda señal de circuncisión, todo signo de pertenencia y de identidad judía (1M 1,15).

3. Recuperar la capacidad de interrogarse.

3.1 Un impedimento para interrogar la Historia: la idea heredada sobre la retribución

3.1.1 El abandono de Dios. El principio teológico que en la vida práctica orientó a Israel, hasta el tiempo del destierro, era el de que el éxito en la vida significaba aprobación o bendición de Dios, mientras el fracaso indicaba su reprobación o castigo. Por lo mismo, el fracaso nacido de la destrucción de los dos reinos, significaba para la mayoría del pueblo castigo y abandono de Dios. En el alma de todos los israelitas nacieron entonces interrogantes que les hicieron repensar todos sus principios teológicos y morales y el valor de la historia vivida hasta entonces. Cada interrogante llevaba debajo una sospecha. Frente a las ruinas de Jerusalén y del templo, frente al destierro, frente al fracaso de las instituciones más sagradas, era apenas natural que en los derrotados naciera esta gran sospecha: quizás la historia pasada no había sido otra cosa que una gran equivocación.

3.2 El interrogante básico recaía sobre Dios

3.2.1 La historia llevaba a sospechar de Dios... Los primeros interrogantes -las primeras sospechas- tenían que ser acerca del mismo Dios. Dios había hecho una Alianza con Israel, al que había llamado su pueblo, "al que él había adquirido y rescatado y hecho tribu de su heredad" (Sal 74,2). Y este pueblo ahora se encontraba en manos de otros amos que lo esclavizaban. ¿Sería que Yahvéh había perdido su fuerza? Yahvéh había hecho alianza con la casa de David a la que le había prometido estabilidad eterna (2S 7,16). Sin embargo, la dinastía de David estaba derrotada, y prácticamente aniquilada, su último descendiente se encontraba encarcelado y en el destierro. ¿Sería que Yahvéh no era fiel? Siglos atrás, cuando Israel había sido sacado por Yahvéh de Egipto, el pueblo había entendido que se trataba de una lucha entre Yahvéh y los dioses de Egipto (Ex 12,12), lucha que Yahvéh había entonces ganado. Pero ahora parecía que los dioses extranjeros le habían ganado la batalla a Yahvéh. ¿Se trataba de un Dios envejecido?

3.3 Después de Dios, hay que interrogar la religión

3.3.1 El fracaso llevó a sospechar de la religión... Israel había afianzado su identidad, desarrollando la conciencia de que él era el adorador del Dios Yahvéh y de que su misión era hacerlo conocer en la tierra. Pero ahora ya Israel no existía como nación y sus creencias y su palabra habían perdido credibilidad por la derrota. ¿Qué nación haría ahora el papel que le correspondía hacer a Israel? La liberación de Egipto, había sido el punto de partida de una serie de liberaciones que, a lo largo de su historia, habían afianzado en Israel su identidad de pueblo de Dios. Ahora esa religión, que había celebrado tantas liberaciones, se encontraba oficialmente derrotada, desprestigiada. Cualquiera sospecharía de su valor. La religión israelita había hecho nacer instituciones de gran valor histórico: ley, templo, culto, sacrificios, por una parte... Alianza, goelazgo, nivelación social, por otra parte. Estas instituciones se encontraban ahora destruidas y el opresor no permitía reconstruirlas. Si se podía sobrevivir sin ellas, se podía sospechar de su valor...

3.4 Interrogar la propia historia, desde la derrota

3.4.1 Sospechar de los propios valores... Como todo grupo humano, Israel había construido su historia en torno a sus líderes. Ahora estos animadores del pueblo habían sido deportados. Israel se encontraba prácticamente sin rey y sin príncipes, sin sacerdocio, sin artesanos, sin los líderes tradicionales que animaran la organización popular. Israel debía arreglárselas sin estas fuerzas tradicionales y sin ellas debía seguir construyendo su historia. La fe de Israel había alimentado la resistencia frente a tantos momentos de crisis vividos durante siglos. Ahora el pueblo ya no quería resistir más y parecía que esto le quitaba todo el valor a la fe hasta entonces heredada y vivida. Yahvéh les había enseñado a todos que él era el Dios de los esclavos, de los oprimidos, de los explotados, de los empobrecidos. Y precisamente ahora era esta clase de gente la principal víctima del extranjero, como si Yahvéh hubiera renegado de su definición original. Eran muchos los mártires que Israel había puesto por defender su identidad religiosa a lo largo del Antiguo Testamento. Y todo este martirio se les presentaba ahora inútil. Ya no valía la pena seguir poniendo mártires sin verle ningún fruto a tanto martirio.

3.5 La urgencia de reinterpretar la historia

3.5.1 Descubrir nuevas razones para vivir. Podemos decir que el mal, bajo todas sus formas de dolor, se había encarnizado en el pueblo. Esto lo sentían todos aquellos que en Palestina, o en el destierro, o en la diáspora, conservaban alguna luz de esperanza. Todos ellos se dieron cuenta de que había que reinterpretar la historia frente a los últimos fracasos vividos por el pueblo. Había que dar explicación de la existencia del mal, había que descubrir nuevas razones para vivir, creer y esperar. Por eso podemos decir que la razón de ser de los escritos del Antiguo Testamento, de la Biblia, era darle razones al hombre frente al mal, esa realidad que lo acosaba, lo cuestionaba y lo amenazaba con destruirlo en cualquier momento de la historia.

3.6 El gran cambio del pensamiento teológico

3.6.1 En busca del Dios original. En los siglos 6º-5º aec. se da un cambio fundamental en la teología de Israel. Se cuestiona la forma tradicional de pensar el pecado, el premio y el castigo. Nacen así unas nuevas relaciones con Dios, y, por lo mismo, una nueva religión. Lo más importante -para algunos lo más grave- era que la dirigencia política israelita, por intereses de poder, había ido perdiendo la idea original de Yahvéh como Dios de los sin poder, y se había ido fabricando un Dios a su antojo. Por lo mismo, se había creado un Dios falso, que no correspondía al Dios verdadero, al Dios del nacimiento del pueblo, al Dios del Exodo. La historia se había encargado de demostrar la falsedad de ese nuevo dios de Israel. Y esta destrucción del dios falso había que aceptarla, para volver a creer en el Dios original.

4. Conclusion: Gn 1-11 una clave para comprender la Historia y recosntruir la Vida

 

4.1 Superar un primer peligro: doblegarse ante el mal...

La dura realidad del Israel derrotado queda reflejada en estas palabras de Ezequiel: "Se han secado nuestros huesos, se ha desvanecido nuestra esperanza, todo ha acabado para nosotros"(37,11). Aquí se recogen las quejas y reclamos de la comunidad. "Se han secado nuestros huesos" expresaba la dura realidad de quienes, habiendo sido amos y señores en su tierra, eran ahora esclavos. Se trataba de una clase social llena antes de privilegios, y ahora "rebajada": el destierro los convertía en clase social de siervos que tenían que refugiarse o en trabajos del campo, o en esos otros oficios que hace todo exilado que vive en ciudad y que termina arrinconado en la periferia de la gran urbe. En realidad, pasar de señor a siervo era una realidad muy dura. La palabra desterrado en sí misma lleva la fuerza del que ha sido arrebatado de su tierra, un expulsado de la misma por la fuerza. El que antes tenía un sitio propio donde vivir y trabajar, queda ahora convertido en un desarraigado que no sabe dónde terminará viviendo, dónde acabará trabajando.

4.2 Superar un segundo peligro: la falsa ilusión de la intervención directa de Dios

Tanto los desterrados como los empobrecidos o arruinados de Palestina podían caer en el peligro de la falsa ilusión: creer que todo se iba a arreglar por un milagro de Dios. El punto de partida profético frente al destierro era que había que tomarlo en serio; que el pueblo no debía pensar que Yahvéh iba a arreglar las cosas prontamente; que era una falsa ilusión creer que Dios se hubiera comprometido a ciegas con la casa de David, sin importarle la injusticia que esta casa cometiera; que no se podía pensar a Dios como un alcahuete de la opresión; que era la injusticia de todo el pueblo la que imposibilitaba el cumplimiento de las promesas. El peligro de la falsa ilusión era creerse hijo de Dios por derecho, sin responsabilidad alguna. Era difícil digerir -como también lo es hoy- la relación existente entre gracia y responsabilidad, entre elección de parte de Dios y sentimiento de privilegio de parte del elegido, entre libertad de Dios y obligatoriedad de sus promesas, entre fidelidad de Dios e injusticia humana, entre promesa y cumplimiento.

4.3 El único camino cierto: reconocer la responsabilidad del Ser Humano

Lo único cierto para la conciencia profética era que jamás Dios se casaría con la injusticia de un grupo, sólo porque había de por medio una palabra de protección y supervivencia. Según la posición que se tome, así mismo será la reacción frente a la calamidad por la que atraviesa el pueblo. Había un grupo que estaba confiado en que todo era pasajero y que las cosas volverían a su cauce normal, sin ninguna exigencia de conversión. Un verdadero profeta no podía contemporizar con esta posición. Por eso Ezequiel enfrentaba a quienes pensaban así (12,21-28). El problema del destierro era el de la fidelidad de Dios. La posición de Ezequiel, profeta del destierro, era clara: hay que tomar en serio el castigo que se vino encima. El hundimiento del pueblo no era asunto de sólo fidelidad de Dios, sino de responsabilidad de todos frente a la injusticia. Frente a la conciencia infatuada de muchos que se creían una institución indestructible, Ezequiel reexamina la historia y hasta llega a corregir las promesas anteriores hechas en favor de la monarquía. Reformula las profecías mesiánicas, porque sencillamente lo anunciado no se ha cumplido (34,23-24). ¿Se equivocó Yahvéh, se equivocó el profeta anterior que las pronunció? ¿Qué responsabilidad tiene el Ser Humano, tiene Israel, tienen las naciones poderosas y tienen las instituciones, incluida la religiosa, por su falta de práctica de la justicia?

4.4 Solución: hacer pensar al pueblo y lograr que programe un futuro de justicia...

Cuando alguien cree vanamente en promesas de Dios que no exigen conversión, su posición frente a la calamidad es de entrega, de pasividad, de derrotismo. Para esta clase de personas toda la culpa la tiene Dios, que no hace nada por el pueblo, que no escucha las oraciones de los oprimidos. En cambio, cuando alguien acepta su responsabilidad y la de su institución en los insucesos de la historia, su preocupación es corregirlos, cambiar, destruir el pasado generador de injusticia y reconstruirse sobre un futuro totalmente nuevo. Estas eran las intenciones del redactor del Génesis. Lo que en la crisis del s. 6º aec. le hacía falta al pueblo, era analizar la historia: ver que su presente de derrota estaba en su pasado de injusticia... Conocer que el mal, el dolor y la muerte habían sido generados por las estructuras de injusticia que estaban en manos del ser humano... Convencerse de que sólo cambiando dichas estructuras podría nacer una sociedad nueva... Releer su historia descubriendo en ella las estructuras de egoísmo que causan el mal, para así no repetir en el futuro la misma historia de muerte... Sólo presentando una clave de lectura de la historia, se podía hacer pensar con seriedad al pueblo. Y sólo con una clave de lectura de la historia se puede planear un futuro nuevo, alternativo al mundo de injusticia vivido en el pasado.

 

Tarea No. 4

  1. ¿Qué valores éticos de Israel cree usted que entran en crisis a partir de la destrucción del Reino del Sur?

  2. ¿Por qué, cuándo y cómo un pueblo debe someter a sospecha su ética tradicional?

  3. ¿En qué forma nosotros, en nuestro propio ambiente, debemos aprender de Israel para hacer nacer nuevos valores éticos, más adaptados a nuestra nueva situación histórico-cultural?