Historia de la Iglesia
Siglo XVI - Edad Moderna
INTRODUCCIÓN
Comenzamos la edad moderna, que inicia en 1453 con la caída del imperio de
oriente a manos de los turcos otomanos, y termina con la revolución francesa
de 1789 que puso fin al antiguo régimen.
En este período de la edad moderna se pueden distinguir fácilmente tres
momentos: el Renacimiento del siglo XVI, que coincide con la hegemonía
española, con la renovación cultural del humanismo y con la reforma
protestante; el siglo XVII, siglo de las monarquías absolutas y del
mercantilismo , siglo del barroco y de la reforma católica; y el siglo XVIII
que en Francia es el siglo de la luces, y que se caracteriza por la aparición
y difusión del liberalismo económico y político que acabaron con el antiguo
régimen.
Las características generales de la edad moderna son la consolidación de las
nacionalidades, la formación de los grandes imperios coloniales –como
consecuencia de los descubrimientos geográficos y de la fuerza política del
absolutismo-, la lucha contra toda potencia que quisiera imponer su hegemonía
–hasta llegar al equilibrio europeo del siglo XVIII-, la aparición y
desarrollo de las ideas liberales.
¿Y la Iglesia? A partir del siglo XVI la historia de la Iglesia reviste
algunas características nuevas. La iglesia latina y la iglesia de Oriente
seguían ya caminos distintos desde hacía siglos. Con la reforma protestante,
la iglesia latina se divide a su vez en varias confesiones rivales:
luteranismo, calvinismo y anglicanismo. Al mismo tiempo, como consecuencia de
los grandes descubrimientos, el evangelio se anuncia en el mundo entero. En un
período en que los estados se afirman y triunfa el absolutismo, la historia de
la Iglesia se convierte a menudo, incluso en el catolicismo, en la historia de
las iglesias nacionales.
Este siglo XVI es muy importante: es el siglo del Renacimiento literario y
artístico, el siglo de la reforma protestante, el siglo del concilio de
Trento, de la Compañía de Jesús y la reforma católica, de los descubrimientos,
de la misión en Asia y América, de los avances científicos.
I.SUCESOS
De la Edad Media a la Edad Moderna
Dios era el centro en la Edad Media. Ahora, el centro es el hombre; el
hombre que penetra en los secretos de la naturaleza y por eso se entrega al
arte y a los descubrimientos; el hombre que se mete a fondo en el comercio y
la industria, creando ya el régimen capitalista. El hombre, como en el
período de los clásicos, vuelve a constituirse en “medida de todas las
cosas”. Al hombre inculto y aferrado a la tierra, propio de la Edad Media,
le suceden el mercader y el viajante.
Este hombre moderno es más independiente, todo lo pasa por el tamiz de su
libre examen del subjetivismo y de la crítica. Este hombre está más expuesto
al indiferentismo religioso y al ateísmo materialista. La religión se fue
considerando como algo privado de la conciencia de cada cual, que no cae
bajo la jurisdicción del estado y ni siquiera de la Iglesia.
La Iglesia también sufre el influjo de esta modernidad. Ya se había
debilitado mucho la autoridad papal, por las causas que ya hemos visto: la
doctrina conciliarista que se iba abriendo campo en el campo teológico, el
papado en Aviñón y el cisma de occidente, que entristecería a la cristiandad
en tantos años. Se inicia la vida mundana de algunos papas, que más parecen
príncipes terrenales que pastores de la Iglesia; más preocupados del arte y
de embellecimiento exterior, que del bien de las almas. También muchos
personajes del alto clero frecuentaban más los salones de fiestas que el
confesionario, dejándose llevar del bienestar y del lujo.
Decae, pues, el prestigio de la Iglesia, a la que ahora se intenta
subordinar a los intereses del estado.
Como consecuencia de todo esto, aparecen los primeros librepensadores, se
abre el culto a la razón que hace su entrada en las universidades por medio
del averroísmo y de las ideas panteístas; la literatura paganizante de
Boccaccio, del Arcipreste de Hita, y de otros más atrevidos, sirve de solaz
a damas y caballeros. El tema del ridículo, aplicado a las cosas y a la
personas eclesiásticas, se agudiza cada vez más, dando materia inflamable a
los primeros reformadores.
La Italia de los papas...
Los papas, como soberanos de unos territorios que buscan proteger, se
inmiscuyen cada vez más en los asuntos de una Italia que se ha convertido en
campo de rivalidades entre Francia y los Habsburgo. Algunos papas enriquecen
a su familia, a sus sobrinos y a sus hijos naturales . Las fiestas de la
corte romana son dispendiosas.
El Papa Julio II (1503-1513), armado de casco y coraza, se lanza al asalto
de las ciudades enemigas. Por otro lado estos papas son artífices del
Renacimiento, como mecenas o protectores de artistas y literatos. Esta
Iglesia no responde a las esperanzas de los cristianos. Por eso, ante esta
situación penosa, vino la famosa reforma de Martín Lutero. El monje agustino
Martín Lutero fue el protagonista de un doloroso cisma en la Iglesia de
occidente. Cuando el Papa Julio II comenzó la construcción de la nueva
basílica de San Pedro en Roma, los fieles de todo el mundo fueron invitados
a contribuir con donaciones. Para animarlos, se concedió indulgencias a
quienes, junto con otras obras buenas, contribuyeran con dinero. Esto dio
ocasión a un escandaloso comercio de indulgencias. Contra esos abusos se
levantó Lutero publicando 95 proposiciones acerca de la doctrina de las
indulgencias.
Veremos más adelante todo el drama de Lutero.
Renovación de las letras, las artes y las ciencias
El Renacimiento vuelve a descubrir la antigüedad bajo todas sus formas. Esa
literatura antigua duerme en los monasterios. Algunos prototipos del
Renacimiento:
·Nicolás Maquiavelo, historiador, literato y político nacido
en Florencia. Escribió ”El Príncipe”, donde describe cómo debe ser un
gobernante: déspota, refinado, astuto, sin escrúpulos, asesino o clemente
según su interés, el cual sería la única norma moral de sus actos. Para él
el fin justifica cualquier medio, aunque sea malo. Según él, el hombre es
esencialmente malo e incapaz de reformarse por sí mismo. Únicamente las
leyes aplicadas de manera despótica pueden someterlo. Como el que gobierna
es quien dicta las leyes, los actos de los gobernantes son buenos. El
príncipe, por tanto, debe gozar de poder ilimitado. La guerra es necesaria
para vigorizar la nación porque la paz causa la ociosidad, el desorden y la
ruina de los estados. En adelante, se llamará maquiavelismo a la política de
carácter doble e inmoral.
·Nicolás Copérnico: canónigo polaco que revolucionó los
conocimientos científicos de la época. Afirmó que el centro del sistema
planetario no era la tierra –como se creía-, sino el sol.
·Rafael Sanzio: es el pintor de los estados suaves del alma.
Por orden del Papa Julio II trabajó los frescos llamados “La disputa del
Santo Sacramento”, “La Escuela de Atenas”, “El Parnaso”, “Atila detenido por
el Papa León”. León X le encargó que pintara las logias del Vaticano. En 52
frescos representó las grandes páginas de la Biblia. Después terminó “El
pasmo de Sicilia” y la “Transfiguración”.
·Leonardo da Vinci: artista y científico de insaciable ansia
de sabiduría, destacó en pintura, escultura, arquitectura, música,
ingeniería, física, geología, astronomía, matemáticas. Intuyó la posibilidad
de la aviación y de la navegación submarina. Sus obras pictóricas
principales son: “La Cena”, “La Virgen con Santa Ana”, “la Gioconda”.
·Miguel Ángel: genial escultor, pintor y arquitecto. Esculpió
“La Piedad”, “David”, “Moisés”. En la Capilla Sixtina dejó los frescos que
representan “La Creación”, “El Diluvio”, “El Juicio Final”. Construyó la
cúpula de san Pedro en el Vaticano.
·Erasmo de Rótterdam: es el príncipe de los humanistas. Hijo
ilegítimo de un sacerdote. Sin vocación, entra en el monasterio de canónigos
regulares de Steyn, donde profesa en 1488. Más que a la piedad se dedica al
estudio. Se ordena sacerdote en 1492. Cada vez se le va haciendo más
intolerable la vida monástica. El claustro le parece una cárcel. Apasionado
por la literatura antigua, dejó su convento y sus hábitos para circular por
toda Europa al encuentro de los humanistas y en busca de manuscritos. Vivió
en Francia; en Inglaterra, donde se hace amigo de Tomas Moro; en Italia y
Alemania. Murió en Basilea. Se alimenta de la “devoción moderna”, de la que
ya hablamos en el siglo XIV, sobre todo en estos aspectos: afán de reforma,
desprecio de la escolástica y amor a la Escritura; pero añade un espíritu
nuevo: la tendencia humanística y el amor a la antigüedad grecorromana. Ya
no mira al cristianismo bajo el aspecto medieval, sino grecorromano. Así lo
dice él mismo: “He enseñado a hablar de Cristo a las letras griegas y
latinas”. Su obra principal fue “El elogio de la locura”, donde da la
palabra a la locura que dirige el mundo y hace una sátira mordiente de todas
las categorías sociales, incluida la eclesiástica. En toda su obra, se
propone regenerar al hombre purificando la religión y bautizando la cultura.
Desea restaurar la teología volviendo a las fuentes, es decir, al texto
original de la Escritura y a los santos padres de la iglesia que permiten
una buena interpretación de la Escritura. Hay que volver- dice- a una
religión interior purificada de sus numerosos aditamentos y que acoja todo
lo bueno que hay en los autores antiguos.
Pero hay que decir que hay un abismo entre la devoción del Kempis, también
perteneciente a la “devoción moderna”, y la doctrina soberbia pero
elegantísima de Erasmo. En lo espiritual queda el alma fría con la lectura
de Erasmo. Es muy intelectual, su Cristo es puramente moral, frío y
abstracto, personificación de la virtud en sí y símbolo de todas ellas. En
cambio, el alma se inflama con la lectura del Kempis, pues presenta a un
Cristo familiar y amigo de nuestra alma.
Características de sus escritos son: teología antiescolástica, libertad de
pensamiento, acerada crítica y desenfado, acusado antijudaísmo y
antimonaquismo. Quiere un cristianismo más interior y espiritual, que no
consista en ceremonias exteriores, ni apegado a las prescripciones de la
Ley; un cristianismo espiritual y moral que quiere instaurar en todo el
mundo y mediante él reformar la Iglesia. No lo logró, porque propone una
reforma abstracta y erudita, demasiado crítica y negativa, y por tanto,
ineficaz. Tal vez, la reforma la debería haber comenzado en él mismo: era
honrado, sí, pero no ferviente; más bien era tibio; habla de caridad
fraterna y no duda en calumniar a los monjes y a sus adversarios. “Si no
tengo caridad, no soy nada” (1 Cor 13, 1ss).
Se ha dicho que Erasmo fue precursor de Lutero. Pero realmente Erasmo,
aunque fue un descontento dentro de la Iglesia, nunca fue un rebelde ni
atacó los dogmas de la Iglesia . Era más bien amigo de la paz, de las medias
tintas, de la tolerancia, y enemigo de las afirmaciones rotundas, de las
precisiones. Hombre más erudito que genial, trabajador, talento crítico,
cáustico y con cierta timidez. En el fondo era un hombre bueno, que tuvo más
admiradores que amigos. Para esto le faltaba afectividad y entusiasmo.
La Reforma protestante de Lutero
La Reforma protestante tuvo lógicamente un caldo de cultivo. Dicha Reforma
nació de la piedad de finales de la Edad Media, sobre todo, de la “devoción
moderna”, donde se favorecía una búsqueda apasionada de Cristo en el
evangelio; pues las deficiencias y defectos de algunos hombres de la iglesia
romana cada día eran más palmarios y evidentes, debido al ambiente
renacentista en lo que tenía de mundano, y del que no se sustrajeron algunos
papas, obispos y monasterios.
Pero también nació en el momento en que comenzaba a surgir una nueva
civilización europea y cristiana. La cultura medieval se juntaba con el
Renacimiento y del consorcio de los dos se podía esperar un mundo nuevo.
Todo parecía confluir a esta visión primaveral: el invento de la imprenta,
el descubrimiento del mundo antiguo en las obras de los clásicos, el del
mundo americano por Cristóbal Colón y las naves de España, el de oriente por
los marinos portugueses; florecen ciencias nuevas; la aparición en la
historia de la clase media.
La reforma de la Iglesia ya venía exigiéndose desde tiempo atrás. Lutero no
hizo más que acercar la llama a la pira de leños secos y dispuestos...La
hoguera fue colosal.
¿Cuáles son las causas más remotas y generales del protestantismo de Lutero?
La primera causa es sin duda la decadencia de la autoridad
pontificia, agudizada durante el período de Aviñón. Allá los papas
multiplicaron los casos y beneficios reservados a la curia para aumentar las
rentas pontificias, lo cual fue ocasión de innumerables protestas. Disminuye
todavía más el prestigio del papado con motivo del cisma de occidente,
cuando el pueblo no sabe dónde está la verdadera cabeza de la iglesia. Se
acostumbran a no obedecer al Papa romano. La doctrina de los teólogos y de
la universidad sobre la preeminencia del concilio sobre el pontificado
supone una profunda herida en el prestigio y la autoridad del sucesor de
Pedro. A esto se añade que durante el siglo XV y XVI, los papas se preocupan
más de lo temporal y político que de lo religioso. Se convierten en
príncipes seculares e intentan crear un reino para sí y sus familiares, como
los demás príncipes de Italia.
Una segunda causa hay que descubrirla en la decadencia de la
teología escolástica, junto con el falso misticismo. De aquí nacen errores
radicales. Los humanistas desprecian a los teólogos, y se preocupan más por
la forma externa, que por el fondo y contenido. Los protestantes no sólo
desprecian a los teólogos, sino también a la misma teología, pues la
consideran opuesta al cristianismo. El falso misticismo influye en el
fideísmo protestante y se convierte en médula de la piedad calvinista. La
teología ha derivado en dialéctica ociosa. Pero la mística sin el fundamento
de la teología puede terminar en un misticismo peligroso .
Una tercera causa está en los abusos y corruptelas de los
clérigos y en la avidez de recursos de la curia romana. Esto, aunque grave,
no debería causar un rompimiento, pero sí exigía una reforma. Los abusos no
son una causa propiamente dicha, sí lo es el ambiente de fastidio que ellos
crean, y el odio contra la jerarquía y el clero que provocan. Desde el
concilio de Vienne (1311-1312) resuena el grito de reforma. Ni los concilios
de Constanza (1414-1418) y Basilea (1431-1447) consiguieron éxito alguno en
materia de reforma. Y, ¿de quién vendrá la reforma? Reina la máxima
confusión. O está cerca ya el fin del mundo –piensan algunos-, o es la hora
del Anticristo, o Dios prepara un gran castigo.
Todo esto indica que el campo estaba preparado. Bastó que Lutero lanzase su
consigna de reforma y de vuelta al primitivo cristianismo, para que muchos
le siguiesen.
Y una cuarta causa: la condición político-social de Europa y
especialmente de Alemania, donde se acentúa un acusado nacionalismo frente a
la política imperial de Carlos V. Muchos príncipes y nobles alemanes serán
de los primeros en adherirse a la causa revolucionaria de Lutero.
¿Quién fue el protagonista de esta Reforma?
El monje agustino Martín Lutero fue el protagonista de este doloroso cisma
en la Iglesia católica . Qué duda cabe que en un inicio Lutero se movió por
una actitud verdaderamente religiosa, pues quería una iglesia más pura y
acorde al evangelio. Pero con el paso del tiempo las pasiones irascibles le
hicieron explotar y desobedecer a la autoridad papal, pues Lutero era
violento e intransigente. Se ordenó de sacerdote, no tanto por vocación
sincera, sino por el deseo de no condenarse, dado que él sentía dentro de sí
muy fuerte la concupiscencia.
¿Cuál fue la chispa que provocó el incendio?
El príncipe Alberto compró al Papa León X el arzobispado de Maguncia. Para
que Alberto pagara, León X le concedió publicar una indulgencia para recabar
dinero destinado a la construcción de la catedral de Maguncia y de la
basílica de san Pedro en Roma . Indignado Lutero publicó 95 proposiciones
acerca de la doctrina de las indulgencias, mezclando reproches contra la
autoridad eclesiástica, y las clavó en la puerta de la iglesia del castillo
de Wittenberg. Lutero rechazaba la falsa seguridad que daban las
indulgencias, pues el cristiano no puede comprar la gracia de Dios. Lutero
en estos primeros momentos se mostraba moderado en su ataque al papado y no
pensaba en romper con Roma. Sus tesis tuvieron un enorme éxito a través de
Alemania y de toda Europa. Erasmo las aprobó con entusiasmo.
¿Cómo reaccionó la Iglesia con Lutero?
Durante tres años, los miembros de su orden y algunos enviados de Roma
intentaron persuadirle a corregir sus afirmaciones. Pero la disputa despertó
el nacionalismo alemán. Lutero se presentó como el campeón de un pueblo
cansado de los procedimientos fiscales de la corte romana y de la
acumulación de los bienes eclesiásticos en Alemania. Lutero, enardecido por
esto, apeló a la reunión de un concilio y comenzó a criticar duramente al
Papa y la autoridad eclesiástica.
En junio de 1520, la bula pontificia “Exsurge, Domine” condenaba 41
proposiciones de Lutero. Tenía dos meses para obedecer y enmendarse. Lutero
quemó solemnemente la bula el 10 de diciembre de 1520. En enero de 1521 fue
excomulgado. Convocado a la dieta de Worms para que explicara su
pensamiento, ante la asamblea de los príncipes del imperio y ante el
emperador Carlos V, rey de España y emperador de Alemania, Lutero afirmó que
se sentía obligado únicamente por la Escritura y por su conciencia, y
mantuvo sus posiciones. Fue desterrado del imperio y tuvo que ocultarse en
mayo de 1521. En su retiro tradujo la Biblia al alemán. En la ciudad de
Espira se llevó a cabo una asamblea con el fin de apagar el incendio que
ocasionó Lutero; pero los luteranos descontentos, protestaron ante la Dieta
de Espira (1529). Desde entonces quedaron con el nombre de “protestantes”.
Estos son los puntos doctrinales de Lutero que contrastaban con la doctrina
de la Iglesia católica:
·Sólo la Escritura: ni Tradición ni Magisterio son necesarios.
La única fuente de la verdad revelada es la Escritura , y cada quien la
interpreta a su manera (libre examen).
·Sólo la fe, sin obras: nuestras obras están corrompidas,
porque estamos empecatados desde la punta de la cabeza hasta los pies; por
tanto, nuestras obras no merecen nada. Sólo hay que creer en Cristo que nos
tiende su manto de misericordia. La salvación, dice, proviene de la fe, no
de las obras ni de la recepción de los sacramentos. Para Lutero no existe el
libre albedrío, sino que la concupiscencia es invencible, pues el hombre,
después del pecado original, quedó incompleto, sin fuerzas ni libertad. Por
tanto, si nuestras obras no valen para Lutero, tampoco valen nuestras
oraciones y misas por los difuntos. Nuestros actos –sigue diciendo- son
pecaminosos. Sólo la fe le salva . Para Lutero, Dios lo hace todo, el hombre
no hace nada.
·Sólo el bautismo y la eucaristía: niega los demás
sacramentos. Pero, aunque admitía la eucaristía y una cierta presencia de
Cristo en ella, negaba su carácter sacrificial y la transubstanciación. Para
él el orden sagrado no era un sacramento y negaba toda diferencia entre
sacerdotes y laicos. Y no admitía la confesión hecha a un sacerdote. Tampoco
el matrimonio para él era sacramento y por lo mismo admitió el divorcio. Más
tarde el discípulo de Lutero, Melanchton, redacta en latín y alemán un
documento que será la cartamagna del luteranismo y toma el nombre de
“Confesión de Augsburgo”..
·Sólo Cristo: por tanto, rechazó los intermediarios, pues
creía que toda mediación humana era negar la mediación única de Cristo y
hacer depender del hombre su propia salvación. Por lo mismo rechazó el culto
a la Virgen y a los santos, y negó que la iglesia tuviera poder de alcanzar
la remisión de las culpas a base de indulgencias.
·Sólo la iglesia invisible: Él acepta la iglesia, pero la
concibe como la comunidad interior e invisible de los creyentes; en
consecuencia rechaza su estructura visible y jerárquica.
¿Qué consecuencias trajo la reforma de Lutero?
Alemania se dividió, unos a favor y otros en contra de Lutero. Los nobles se
lanzaron al asalto de las tierras eclesiásticas, en nombre de la igualdad de
los hombres ante Dios. Los campesinos pobres se sublevaron contra los
señores que los explotaban. Y todo en nombre de la Palabra de Dios. Lutero
invitó a los señores a matar a los revoltosos, al no poder aplacar a los
campesinos. ¡Fue una guerra atroz!
Después del cisma de Lutero vinieron muchas otras separaciones en la
iglesia. Hagamos un recuento de ellas.
·Los anabaptistas predicaban la necesidad de un nuevo
bautismo, que debían recibirse en edad adulta; por lo mismo no admitían el
bautismo de los niños. Coincidían con los luteranos en afirmar que sólo la
fe salva y en decir que la eucaristía sólo tiene valor de memorial. Pero se
diferenciaban de ellos en que rechazaban toda autoridad, no sólo
eclesiástica sino también civil, pues los vueltos a bautizar formaban una
comunidad de iguales. De esta corriente fue Thomas Münzer que promovió la
guerra de los campesinos, y Jan Bochelson que se proclamó rey de Münster y
permitía la poligamia.
·Calvino , laico francés, se adhirió a las nuevas ideas
reformistas, pero desarrolló una doctrina propia sobre la predestinación,
según la cual Dios ya tiene predestinados a unos para el cielo y a otros
para el infierno, independientemente de sus obras.
·Zwinglio, fascinado por las ideas de Lutero, defendió la Escritura como
única fuente de la verdad en la iglesia, criticó el culto a las imágenes, el
celibato impuesto a los sacerdotes, y llegó hasta a negar el sacramento de
la eucaristía. En Zurich secularizó los conventos y promovió la liturgia en
alemán.
·Juan Knox, sacerdote católico escocés, se dejó seducir por las ideas
reformistas y fundó la iglesia presbiteriana. Perseguido en su
tierra, se refugió junto a Calvino.
·Enrique VIII, rey de Inglaterra, al no obtener del Papa la anulación de su
matrimonio con Catalina de Aragón, siguió el ejemplo de protesta de Lutero
proclamando la independencia de la Iglesia anglicana, y
constituyéndose él mismo en su cabeza. Santo Tomás Moro, canciller del
reino, siguiendo el dictamen de su conciencia prefirió morir antes que
aceptar las disposiciones separatistas y divorcistas del rey Enrique, que a
toda costa quería del Papa Clemente VII el divorcio de Catalina de Aragón
para contraer matrimonio con Ana Bolena. Así, pues, Enrique VIII se
autonombró jefe espiritual de la iglesia inglesa y amenazó con la pena de
muerte a aquellos súbditos que no lo reconociesen como tal. También fue
condenado a muerte el cardenal Juan Fisher y otros. La hija de Enrique VIII
y de Catalina de Aragón, María Tudor, al convertirse en reina, restableció
el catolicismo y procedió a más de 200 ejecuciones de protestantes; hecho
éste que le valió el nombre de María la sanguinaria. La reina Isabel
(1558-1603), hija de Enrique y Ana Bolena, volvió a borrar el catolicismo
del reino inglés reduciéndolo a las catacumbas y estableció definitivamente
el anglicanismo.
Europa, pues, quedó dividida religiosamente. Hubo luchas y guerras de
religión que llenaron de sangre varias partes de Europa . Enrique IV de
Borbón, convertido al catolicismo publicó en 1598 el tolerante edicto de
Nantes que reconoció la libertad religiosa; es decir, que cada príncipe
escogiera la religión para su territorio: “Cuius regio, eius religio” (cada
región tiene su religión). Los súbditos tienen que seguir la opción de su
príncipe o marcharse al destierro.
¿Cómo acabó el monje Lutero? Finalmente, en 1525, Lutero se casó con una
antigua religiosa, Catalina Bora, “para burlarse del diablo y de sus
satélites... y de todos los que son lo bastante locos para prohibir casarse
a los clérigos”.
¿Qué juicio podemos dar sobre la doctrina de Lutero y el luteranismo?
Lutero, al inicio, sólo pretendía volver al primitivo cristianismo del que
se había venido alejando la iglesia, y eso era bueno. No pretendía en ese
tiempo separarse de la Iglesia Católica. También era un elemento positivo el
valor que concedía a la Sagrada Escritura y su deseo de ponerla al alcance
de todos los cristianos. Ya hemos dicho que la tradujo al alemán. También
era bueno su afán por recalcar el valor salvífico de la fe, que había
quedado oscurecido por el tráfico de indulgencias. Es asimismo de alabar la
importancia que concedió al bautismo y el haber puesto en evidencia la igual
dignidad de todos los bautizados.
Pero la doctrina de Lutero puso en discusión y negó muchas verdades
fundamentales de la fe católica. Poco a poco, lo que comenzó siendo una
reforma de las costumbres terminó en una reforma de la fe católica y de la
estructura misma de la Iglesia. Sus buenos deseos terminaron en rebeldía y
herejía, al negar el origen divino de la jerarquía, al entender la
justificación en un sentido que no tenía suficiente cuenta de la cooperación
humana, al rechazar varios de los sacramentos. Eso fue lo triste, pues
rompió la túnica inconsútil de la Esposa de Cristo .
Además de la escisión que produjo en la iglesia, su doctrina produjo otros
males. El más vistoso es el subjetivismo tanto al interpretar la Escritura
al defender el “libre examen”, como en el campo dogmático por negar el papel
magisterial del papa y de los obispos. Algunos autores ven en este
subjetivismo una de las raíces del racionalismo moderno.
Otra consecuencia negativa fue que, al aliarse con los nobles de la nación
alemana, incrementó la sujeción de las iglesias al estado. Si miramos este
punto con imparcialidad, tendremos que recordar la frase de Péguy: “Todo
comienza en mística y todo acaba en política”.
La brutalidad del saqueo de Roma (1527)
La necesidad de reforma era el grito que se escuchaba por todas partes. Y
esa reforma tenía que comenzar desde la cabeza, el Papa. Uno de los males en
que cayeron algunos pontífices de este siglo fue la frivolidad y el espíritu
mundano.
Clemente VII fue una muestra. Como arzobispo de Florencia había sido bueno,
pero como Papa agravó los males consintiendo algunos excesos. En política su
gran yerro fue indisponerse con el emperador Carlos V, baluarte de la
Iglesia, al apoyar a su rival el rey Francisco I de Francia. Este intentó
hacerse por la fuerza del ducado de Milán, y fue vencido y capturado en
Pavía por el emperador (1525). Para recuperar su libertad firmó el tratado
de Madrid, pero inmediatamente lo rompió y volvió a levantarse en armas
contra el emperador. Es aquí donde interviene Clemente VII, pues le ofreció
su apoyo para liberarse del influjo que el emperador tenía en Italia. Este,
tras consultar a sus teólogos y tranquilizar su conciencia, ataca
militarmente con sus Lansquenetes la ciudad de Roma y la captura (1527).
Se hizo el ataque con una fuerza de veinte mil hombres integrados por
italianos y españoles a quienes se agregaron diez mil jóvenes luteranos cuyo
jefe decía: “Quisiera ahorcar al Papa con mis propias manos”. El ataque fue
brutal. La soldadesca arrasó cuanto encontró a su paso. “Saqueo de Roma” se
denominó este hecho. Su brutalidad causó consternación en toda Europa, tanto
que el franciscano cardenal Quiñones reprochó duramente al emperador Carlos
V diciéndole que no merecía llamarse emperador sino más bien general de
Lutero. Pero otros predicadores decían: “Roma, haz penitencia, esto es
castigo de Dios”. Y todos clamaban por la reforma de la Iglesia. Clemente
VII estuvo prisionero de Carlos V hasta fines de 1527.
Se empieza a pensar que ha llegado el momento de la reforma, y lo mismo que
cuando la caída del Imperio romano, muchos se retiran a hacer penitencia.
Una de las ciudades italianas donde más se conservó el fervor religioso fue
Venecia, debido a que no sufrió por las guerras, el hambre o la peste.
Preclaros venecianos eran Contarini y san Jerónimo Emiliano. Allí estuvo
fuerte el Oratorio del Divino Amor, cuyo primer intento era renovar la
propia alma por medio de la oración, la predicación, la práctica de los
sacramentos y la caridad cristiana.
Como siempre, la reforma fue obra de santos.
Continúa la gran hazaña evangelizadora de América
Como en el capítulo anterior ya hablamos de esto más extensamente, quiero
hacer un brevísimo resumen en este apartado.
El común denominador en la gesta civilizadora de España aparece siempre en
todos los escritos de ese tiempo: “La conversión de los infieles...que todos
conozcan a Dios Nuestro Señor...que se implante la santa fe católica”.
Cortés y Pizarro entregaron al imperio español los inmensos territorios de
los imperios azteca (1521) e inca (1532) respectivamente. Almagro explora
Chile y Pedro de Mendoza funda Buenos Aires (1535); su hermano Pedro se
dirige al Paraguay (1538). Vasco Núñez de Balboa descubrió el Océano
Pacífico en 1513. Magallanes y Elcano dieron la vuelta al mundo durante el
trienio de 1519 a 1522.
Los papas Inocencio VIII en 1482, Alejandro VI en 1493 y Julio II en 1508
habían concedido a los reyes españoles una serie de privilegios para el
gobierno de la iglesia tanto en España como en Indias : formación de
diócesis y nombramiento de obispos, recaudación de los diezmos, aprobación
de documentos pontificios, construcción de iglesias, control de religiosos,
etc.
Resumamos un poco lo que ya dijimos en el siglo anterior. Desde sus inicios
en América, la Iglesia quedó estrechamente sujeta al poder civil. En este
descubrimiento, es verdad, hubo abusos y explotación por parte de algunos
conquistadores; incluso disminuyeron poblaciones autóctonas, debido a los
duros trabajos a los que los sometían y a las enfermedades. Los españoles se
habían distribuido las tierras y las poblaciones (sistema de encomienda), lo
cual llevaba a una esclavitud disimulada de los indios, por parte de algunos
españoles. En 1551, el dominico Montesinos protesta en un sermón contra la
explotación de los indios ante el furor de los colonos, que llevaron el
asunto ante la corte de España. Las leyes de Burgos (1512) mantuvieron la
encomienda, pero exigiendo que los indios fueran tratados como hombres
libres y que los amos se preocupasen de su vida cristiana. Esta
evangelización americana es llamada “gesta evangelizadora”, “epopeya
religiosa”, “empresa singular”.
II.RESPUESTA DE LA IGLESIA
Todos esperaban la respuesta de la Iglesia en todo este desbarajuste.
¡Reforma! ¿Sería capaz la Iglesia de poner los cimientos de esta reforma
deseada? El Espíritu Santo otra vez más no abandonó la Iglesia.
Todavía pululaban en el aire las ideas conciliaristas del siglo pasado. El
quinto concilio de Letrán (1512-1517), bajo el papado de León X , condenó el
conciliarismo y la Pragmática Sanción de Bourges, que quería la
independencia con respecto a Roma. Este concilio quiso responder al rey
francés Luis XII que, al igual que Felipe IV el Hermoso al Papa Bonifiacio
VIII, privó al Papa de subsidios, reunió un concilio nacional en Tours y
apoyó otro “ecuménico” en Pisa (1511), de corte galicano el primero y
conciliarista el segundo.
Mucho se habló de la reforma en este concilio V de Letrán, pero sus
resultados no tuvieron la importancia proporcionada a su larga duración.
La gran Reforma católica: El Concilio de Trento
Dios hizo surgir la reforma católica , no sólo para combatir al
protestantismo, sino para lanzar con más claridad la doctrina de la Iglesia
católica.
La antigua cristiandad europea explotó en múltiples iglesias opuestas a
Roma. Seriamente amputada, la Iglesia romana reaccionó intentando
reformarse. Incluso algunos príncipes católicos se lanzaron incluso a una
reconquista armada. A todo esto es a lo que se da a veces el nombre de
contrarreforma. No es exacta la expresión contrarreforma porque parecería
que aprobase la de reforma de Lutero, que en realidad no fue reforma sino un
complejo dogmático, disciplinar y moral, no siempre bien aclarado. Además,
para reformar la Iglesia no es necesario destruirla ni separarse de ella,
como hizo Lutero, sino permanecer fiel a ella. Tampoco es exacto ese término
de contrarreforma porque daría la impresión de que la restauración de la
Iglesia católica sería una mera reacción contra el protestantismo, siendo
así que la Reforma de la Iglesia católica es eminentemente constructiva,
vital y positiva.
La Iglesia católica convocó el concilio de Trento (1545-1563), bajo los
papas Paulo III , Julio III y Pío IV.
El fin y el objeto de Trento fue salvar la ortodoxia de las costumbres,
mantener la unidad de la Iglesia, reanimar la santidad en el clero y el
pueblo. El papa se ayudó, para la reforma de obispos y diócesis, de los
teatinos, fundados por san Cayetano Thiene y Pedro Caraffa.
Trento abrió una nueva era a la iglesia y sus decretos empezaron a
practicarse por toda la cristiandad. El concilio además de abocarse a la
reforma de las costumbres , se centró sobre todo en aclarar la doctrina
católica, negada por Lutero.
En la primera etapa del concilio (1545-1547), siendo papa
Paulo III, se reconoció el valor de la tradición apostólica, igual al de la
Escritura como fuente de fe; se definió el canon de los libros inspirados;
se declaró el significado de la Vulgata, no en el sentido filológico
(ausencia de errores de traducción), sino en el dogmático ; se proclamó como
norma de interpretación de la Escritura la opinión común de los santos
padres y el juicio de la Iglesia; se publicaron los decretos dogmáticos
sobre el pecado original y sobre la justificación, ; se llevó a examen y se
definió la doctrina sobre los sacramentos en general y del bautismo y de la
confirmación en particular, y se dio una serie de decretos de reforma
respecto a la predicación, la obligación de residencia y el cúmulo de
beneficios.
En la segunda etapa (1551-1552), siendo Papa Julio III,
prosiguieron los decretos relativos a la eucaristía, a la penitencia y a la
extremaunción, además de los concernientes al ejercicio de la autoridad
episcopal, las costumbres del clero y la colación regular de los beneficios
eclesiásticos.
En la tercera etapa (1561-1563), siendo Papa Pío IV, se
promulgaron los decretos sobre la comunión bajo las dos especies, que
declararon no necesaria; sobre el carácter sacrificial de la misa; sobre los
sacramentos del orden y del matrimonio; sobre el purgatorio, la veneración
de los santos, de las imágenes y reliquias. Simultáneamente se dieron
cuarenta y dos artículos, que pueden ser considerados como la esencia de la
reforma tridentina, concernientes a los más importantes sectores de la vida
eclesiástica: acerca de la residencia de los obispos, las condiciones para
la colación de las órdenes por parte de los obispos, el uso del latín en la
celebración de la misa y administración de sacramentos, sobre la disciplina
del clero, la formación eclesiástica, etc.
El 15 de julio de 1563 se aprobó el importante decreto sobre la erección de
los seminarios; solamente por él se podían dar por bien empleados todos los
trabajos del concilio. Igualmente, se legisló sobre diversos aspectos de la
vida en la Iglesia: el matrimonio que invalidaba los matrimonios
clandestinos, las indulgencias, los ayunos, las visitas pastorales, la
observancia de los días festivos, la acumulación de beneficios, la reforma
de las órdenes religiosas... Y propició, además, que más tarde se publicara
el misal y el breviario, el Catecismo Romano y del índice de libros
prohibidos.
En esta última etapa asistieron 225 Padres: seis cardenales, tres
patriarcas, 193 arzobispos y obispos, siete abades y siete superiores
generales de órdenes religiosas, 39 procuradores de otros tantos prelados
ausentes.
Habían pasado dieciocho años desde su inauguración. Pío IV confirmó los
decretos conciliares mediante la bula “Benedictus Deus” (1564) e instituyó
la Congregación del Concilio para la mejor interpretación de los mismos y su
ejecución. Tales decretos fueron aceptados sin reserva por la mayor parte de
los soberanos y de los Estados católicos. Sólo Francia admitió los
dogmáticos, pero no los disciplinares.
Aquí están resumidos los principales puntos doctrinales del
concilio de Trento :
·Declaró que las fuentes de la revelación son las Escrituras y
la tradición de la Iglesia. De esta manera la Iglesia contestaba la doctrina
de Lutero que todo lo cifraba en la sola Escritura.
·Fijó los libros de la Biblia o canon: son 73 libros; 46 del
Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento. Los protestantes aceptan 39
libros del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento; en total, 66
libros; siete menos que los católicos. Los protestantes no aceptan Tobías,
Judit, Sabiduría, Eclesiastés, Baruc, 1 y 2 de Macabeos.
·Explicó la doctrina del pecado original, la gracia y los sacramentos,
que en pocas palabras se resume así: El hombre nace herido con el
pecado original, pero no corrompido. Dicho pecado se borra totalmente con el
bautismo, aunque queda la concupiscencia o la tendencia o inclinación al
pecado. El bautismo nos santifica y el hombre con la gracia del bautismo y
de los sacramentos puede hacer obras buenas y meritorias a los ojos de Dios.
Así daba contestación al protestantismo que decía que el hombre estaba
totalmente corrompido y era incapaz de hacer el bien, aunque haya recibido
el bautismo. Para ellos el bautismo hace justo al hombre, pero no porque lo
regenere, sino porque Dios ya no le imputa el pecado, en virtud de los
méritos de Cristo.
·Reafirmó la existencia de los siete sacramentos.
·Afirmó que sólo la fe en Jesucristo salva, pero que las obras buenas
son necesarias. Los protestantes decían que sólo la fe salva, pues
todas las obras hechas por el hombre son obras empecatadas y no agradables a
Dios.
·Volvió a enseñar, conforme a la tradición, el valor de las
indulgencias, el culto a los santos, el celibato, la vida religiosa,
la existencia del purgatorio. Para ganar las indulgencias se necesita,
además de la obra de caridad a la que está ligada, tener un corazón
contrito, que rechaza el pecado. Ese espíritu penitencial se debe manifestar
confesándose, recibiendo la comunión y rezando por las intenciones del Papa.
Si no hay este espíritu penitencia, la indulgencia sería una compraventa,
que es lo que Lutero echó en cara a la Iglesia.
·Publicó el catecismo romano, destinado a los párrocos, para
ayudarles en su predicación y en la enseñanza del catecismo a los niños.
Los papas aplicaron el concilio, organizaron la iglesia, instituyeron
seminarios, universidades. Roma se embelleció y adquirió su fisonomía de
capital del mundo católico. La cúpula de la basílica de san Pedro se acabó
en 1590. Los años santos de 1575 y 1600 tuvieron un gran éxito.
La aplicación del concilio en los países católicos dependió en parte de la
voluntad de los soberanos. Felipe II de España recibió muy pronto las
decisiones conciliares. En Alemania, a los emperadores les habría gustado
obtener el matrimonio de los sacerdotes. En Francia, por considerar que el
concilio atentaba contra el poder real, los reyes negaron su publicación.
Grandes hombres de Iglesia dieron un impulso al concilio: Pedro Canisio,
jesuita holandés, recorrió incansablemente Europa y especialmente los países
germánicos para poner en práctica la reforma católica. En Milán, Carlos
Borromeo representa el modelo de obispo según el concilio de Trento: llevó
una vida austera, reunió sínodos diocesanos, fundó colegios y seminarios.
En consecuencia, el concilio de Trento imprimió un nuevo rumbo a la Iglesia;
afirmó la ortodoxia y devolvió al pueblo la confianza en sus pastores. Desde
Trento, el obispo y el párroco deberán vivir con el pueblo.
Ante el saqueo de Roma
El Papa Clemente VII debió aceptar rendición incondicional exigida por el
vencedor. El vencedor se incautó –como botín de guerra- de las ciudades
papales de Civitá Vecchia, Ostia, Civitá Castellana, Piacenza, Parma y
Módena, que integraban el poder temporal del papado.
Para hacer frente a otros gastos, Clemente VII debió recurrir a empréstitos
de banqueros genoveses y catalanes, hipotecando la ciudad de Benevento y las
rentas eclesiásticas de Nápoles. Rendido y humillado, despojado y enfermo,
regresa a Roma (1528).
Por disposición de la divina Providencia, es por esta época lúgubre cuando
el Papa apoya a un grupo de franciscanos que desean vivir vida eremítica y
que el pueblo llamará capuchinos. La bula está firmada el 3 de julio de
1528.
Nuevas Órdenes e instituciones
El concilio de Trento impulsó una serie de órdenes e instituciones para
llevar a cabo esa reforma tan anhelada por la Iglesia. Estas órdenes están
vinculadas al Papa Paulo III.
¿Cuáles son?
Oratorio del Divino Amor: surgió en Roma en tiempos de León X.
Era una hermandad de clérigos y seglares fervorosos cuyo fin principal era
difundir la devoción eucarística y la comunión frecuente, cosa desconocida
hasta entonces. Estos grupos de oración se extendieron por Génova, Vicenza y
Venecia. Impulsaron este oratorio los cardenales Pedro Caraffa, Sadoleto y
san Cayetano Thiene. Más que orden es un movimiento de espiritualidad.
Los teatinos son ya una orden. Sus fundadores fueron el
cardenal Pedro Caraffa y san Cayetano Thiene. Se llamaron teatinos porque
así los llamaba el pueblo, dado que Caraffa era obispo de Theate. Esta orden
estaba constituida por clérigos reformados; no adoptaban normas monacales y
se consagraban al pastoreo de la grey alejada. Su vida sacerdotal santa se
extendió rápidamente, a tal punto que santa Teresa de Jesús dice: “Sed
amigos de los teatinos”.
Barnabitas: su fundador fue san Antonio María Zaccaria
(1502-1539). Es orden de clérigos regulares. Su finalidad era la instrucción
religiosa del pueblo y la educación juvenil. Fueron aprobados por Clemente
VII en 1533. Desarrollaron su actividad en el norte de Italia, donde en
donación recibieron el antiguo monasterio de san Bernabé (Bárnabas) de
Milán. Se acrecentó el prestigio de los barnabitas con la figura de san
Alejandro Sáuli, superior general de la congregación, obispo de Aleria y
consejero de san Carlos Borromeo.
Capuchinos: la orden franciscana venía sufriendo trastornos
disciplinarios en el siglo XV. Con la intervención del Papa León X se lleva
a cabo la escisión franciscana: unos serán observantes y otros conventuales
(1517). Propulsor de la observancia en Italia había sido san Bernardino de
Siena. En España, san Pedro Regalado y san Pedro de Alcántara. Fray Mateo de
Bascio (Da Bassi) encabeza el grupo de los conventuales para vivir la
estricta regla de san Francisco (1525). Integran el grupo fray Luis y Rafael
de Fossombrone, con apoyo de Pedro Caraffa.
Obtiene la aprobación del Papa Clemente VII en 1526. Se les denominó en un
inicio “ermitaños franciscanos” y más tarde “capuchinos” porque usaban
hábitos burdos con capucha grande. Viven en pobreza y en oración. Esta nueva
rama franciscana sufrió mucho de parte de sus mismos hermanos franciscanos;
incluso, el primer vicario general, Mateo, y el segundo, Luis Fossombrone se
volvieron a los observantes. El tercer vicario, Bernardino Ochino, descuidó
su vida eremítica y contemplativa por darse a una actividad asombrosa;
terminó pasándose al protestantismo y huyendo a Suiza.
Pero estos contratiempos no detienen el crecimiento de los capuchinos que,
pese a todo, contaban con el apoyo de los cardenales Contarini, Sanseverino
y del reformador obispo de Verona, Juan Mateo Giberti. Se extienden
rápidamente por toda Europa en la segunda mitad del siglo XVI y se
constituyen desde los albores, en los predicadores y confesores de Europa, y
en su apostolado entre la gente sencilla y en las misiones. “Demóstenes del
pueblo” los llamará Lacordaire.
Pasadas las tormentas, se consolidó la tierna rama y el Papa Paulo V les dio
plena independencia de los conventuales (1619). Forman desde entonces una
nueva rama franciscana junto a los observantes y conventuales. Corría un
verso que reza así: “Mateo de Bascio les dio el hábito. Luis de Fossambrone
la barba. Bernardino de Asti el espíritu. El pueblo les puso nombre”.
Santa Ángela de Merici funda las Ursulinas en 1537, dedicadas
a obras de educación. Quería salvar a la sociedad, formando a las madres de
familia y a los educadores.
San Felipe Neri, el oratorio, en 1563. Constaba de laicos y
sacerdotes que se dedicaban, sin estructura ni constituciones, a rezar,
cantar, comentar las Escrituras, estudiar la historia de la iglesia y
dedicarse al servicio de los enfermos y peregrinos.
Un ejército a las órdenes del papa: La Compañía de Jesús
Mención aparte merece la Orden de clérigos regulares llamada Compañía de
Jesús, fundada por san Ignacio de Loyola y aprobada por el papa Paulo III en
1540. Colaboró enormemente en este esfuerzo de la Iglesia por preservar y
defender la fe católica, contra el virus protestante. Fue realmente un
baluarte firme y seguro del catolicismo. Gracias a ella, Trento se llevó
adelante.
·Su lema lo decía todo: “Ad maiorem Dei Gloriam”
(para la mayor gloria de Dios).
·Su fin: ser un ejército a las órdenes del Papa para la
defensa y la explicación de la doctrina católica. Mediante un cuarto voto de
obediencia rigurosa al Papa, además de los clásicos de pobreza, castidad y
obediencia, san Ignacio puso a su grupo en manos del pontífice. Con este
voto los jesuitas significan su voluntad de responder a todas las
necesidades de la Iglesia de su tiempo, a donde les mandara el Papa.
·Los medios para llevar a cabo su apostolado: los ejercicios
espirituales destinados a la conversión del hombre; la enseñanza en
universidades y colegios, las misiones, la investigación cultural y la
pastoral en general.
·Características de la orden: Ignacio agrega un año de
noviciado y aumenta la autoridad del superior general: será vitalicia.
Suprime la oración coral, vigente en todas las órdenes, pero hace hincapié
en la obediencia absoluta . Obediencia y disciplina, autocontrol e
incansable energía de acción en el servicio de Dios. Las constituciones, que
empezó a escribir el mismo san Ignacio entre 1546-1550, fueron confirmadas
por la primera congregación general de 1558 como norma definitiva. La
espiritualidad está plasmada en los ejercicios espirituales, que han hecho
más santos que letras contiene, según san Francisco de Sales. No crean, sin
embargo, una espiritualidad nueva; trazan el “principio y fundamento” del
cristiano . La Compañía de Jesús quedaba organizada bajo una constitución
rígidamente monárquica y centralizada: el general de la orden, elegido de
por vida e investido de una autoridad casi ilimitada, distribuye los oficios
y nombra los provinciales y a los rectores de los distintos colegios; todos
quedan sometidos a la entera disponibilidad que determine la obediencia.
No tardó en difundirse la nueva Compañía. A la muerte del fundador contaba
ya con doce provincias que se extendían desde el Brasil al Japón, con más de
cien casas y cerca de mil miembros. La Compañía fue de los primeros adalides
de la restauración católica europea, de las misiones y de la enseñanza
cristiana en la sociedad. Los jesuitas fundaron gimnasios, colegios,
seminarios y escuelas superiores. Su programación de estudios –la Ratio
Studiorum- es un modelo de la nueva pedagogía que ya entonces se presagiaba.
Los grandes místicos
Este siglo vio también nacer a los grandes místicos españoles, santa Teresa
de Ávila y san Juan de la Cruz, además de otras obras de espiritualidad
riquísimas de san Juan de Ávila, san Francisco de Borja, fray Luis de León,
fray Luis de Granada, san Pedro de Alcántara.
Es curioso este dato: mientras en el resto de Europa se originaban
movimientos de rebeldía contra la Iglesia, surge en España una floración de
autores espirituales, que tiene en los franciscanos su primera
representación. Francisco de Osuna escribe su Tercer abecedario espiritual,
cuyo influjo se hará sentir en santa Teresa de Ávila y en otros místicos
posteriores.
Pero donde la mística y la ascética españolas alcanzan su punto culminante
es en las obras de los dos grandes santos y escritores carmelitas santa
Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz.
Santa Teresa se decide a llevar a cabo la reforma de su orden y, superando
grandes dificultades, y después de conseguir un Breve favorable de Pío IV,
en marzo de 1563, establece el convento de san José, en la misma Ávila, el
primero de la reforma. El papa confirma la nueva fundación dos años más
tarde, y el general de los carmelitas, Juan B. Rossi (P. Rubeo) le da
permiso para fundar nuevas casas y aun de establecer la reforma de los
varones, junto con san Juan de la Cruz.
En su libro de la Vida, en el Camino de perfección, Las Fundaciones, el
Castillo interior o Las Moradas, modelos inigualables de la lengua española
que pertenecen al tesoro más apreciado de la mística del mundo cristiano,
santa Teresa describe los estados místicos a que el alma puede ser elevada,
la suerte y las características de la vida espiritual. Lo mismo hace san
Juan de la Cruz en sus conocidas obras Subida al Monte Carmelo, Noche oscura
del alma, Cántico espiritual, Llama de amor vivo, en las que, al par de una
sana y profunda teología y con gran belleza literaria, describe el proceso
interior del alma hasta llegar a los grados más elevados de perfección.
Fuera de España, el exponente más significativo de esta literatura
espiritual es san Francisco de Sales, doctor melifluo y santo amable a la
manera de san Bernardo. Sus tratados de la Introducción a la vida devota o
Filotea, el del Amor divino o Teótimo y sus Conversaciones espirituales,
pasan por modelos de la ciencia del espíritu, que llenan de dulzura la
virtud y la ascética cristianas.
El sueño dorado de muchos misioneros: Oriente
A raíz de los nuevos descubrimientos de españoles y portugueses se abre el
período de grandes misiones, que se irán extendiendo por los inmensos
territorios de América, Asia y Oceanía. Tanto los reyes de España como los
de Portugal tomaron muy en serio su deber cristiano de proveer a la
propagación del Evangelio en las tierras recién descubiertas y a ello les
ayuda el despertar misionero de las Órdenes religiosas y de no pocos
miembros del clero secular.
Será, pues, este siglo XVI, el siglo de las misiones en Oriente, con san
Francisco Javier, jesuita, a la cabeza, que fue a Goa (1542), Malaca (1545),
Japón (1549), llegó a la frontera de China (1552) y convirtió a numerosos
asiáticos mediante su apostolado audaz e incansable. Otros jesuitas llegaron
al Congo en 1547, a Marruecos en 1549, y a Etiopía en 1555. Cien discípulos
de Ignacio llegaron a la India. Paralelamente fueron formándose las
respectivas diócesis en territorios asiáticos. Japón contaba con 150 mil
conversiones cuando Taikosama barrió en este mismo siglo con aquella
comunidad católica.
América cristiana
Debemos la predicación del evangelio en el continente americano a los
franciscanos, dominicos y agustinos principalmente. Más tarde llegaron los
jerónimos y los mercedarios que cooperaron a la conversión de los naturales.
Los jesuitas predicaron a partir de 1571 en Perú y en 1572 en Nueva España.
Estos jesuitas se establecieron también en Brasil y fundaron en Paraguay las
llamadas reducciones, territorios en que florecieron las nuevas
cristiandades a salvo de los posibles desmanes de los conquistadores, y
además eran un medio eficaz para la promoción humana y cristiana de los
indígenas.
La primera reducción data de 1610. Llegó a haber hasta treinta, donde se
agrupaban unos 150.000 habitantes. Se organizó una vida totalmente
comunitaria sobre bases cristianas. Cada reducción estaba dirigida por dos o
tres jesuitas. Todo era común. Se ha llamado la república comunista
cristiana de los guaraníes. El tratado de los límites (1750) hizo pasar las
reducciones del dominio español al portugués. Los guaraníes resistieron
algún tiempo. La supresión de los jesuitas, por presión del gobierno
portugués, dio el golpe de gracia a las reducciones (1768).
El clero diocesano, especialmente cuando la Compañía de Jesús lo educó en
sus aulas, se encargó de proseguir el asentamiento de la nueva cristiandad.
La organización eclesiástica americana fue calcada de la española y de la
Iglesia universal: institución de cabildos, seminarios, inquisición. Durante
el siglo XVI quedaron erigidas 38 diócesis a lo largo del continente.
Algunos evangelizadores sobresalientes fueron los siguientes: Fray Julián de
Garcés, defensor de la racionalidad de los naturales; Bartolomé de las Casas
, defensor acérrimo de la dignidad de éstos, enemigo inquebrantable de la
encomienda y de la conquista; fray Toribio de Benavente o Motolinía, muy
amado de los naturales; fray Bernardino de Sahagún, tesonero estudioso de su
pasado; el obispo don Vasco, organizador e impulsor de la sociedad tarasca;
Pedro de Gante, educador.
Varios mártires regaron con su sangre el territorio americano; entre ellos
el obispo fray Antonio de Valdivielso, dominico, murió a manos de españoles
por defender a los indígenas. Sobresalieron también por su labor evangélica:
Francisco Solano, Antonio de Montesinos, Juan de Zumárraga, Juan del Valle,
Pedro Delgado, Domingo Navarrete, José de Anchieta, y Manuel de Nóbrega.
La Virgen de Guadalupe y san Juan Diego
La Virgen de Guadalupe se apareció en 1531 a Juan Diego en el Tepeyac, para
apoyar la evangelización. Ella es la esencia del alma mexicana, el motivo
supremo de su alegría. La Señora del Tepeyac, la Madre del amor y de la
santa esperanza, encomendó a Juan Diego llevar su maravilloso mensaje al
obispo Fray Juan de Zumárraga, cabeza visible de la Iglesia en México,
cuando le dijo: “Es necesario que tú, personalmente, vayas, ruegues, que por
tu intercesión se realice, se lleve a efecto mi querer, mi voluntad” .
Juan Diego brilla como uno de los protagonistas de esta síntesis admirable:
por un lado es indígena con los suyos, con una tradición que venía desde
remotos antepasados y cuya permanencia en el tiempo era símbolo de la
verdad; por otro lado, entra en contacto con el mundo de lo “nuevo” y que,
por lo mismo, no tenía garantía de veracidad.
No obstante, aprende a dialogar con la fuente de los símbolos españoles, la
Virgen María y el fruto bendito de su vientre, Jesús, y lo asimila de manera
excepcional en una experiencia religiosa que deja ver la fuerza de la gracia
en el escogido. La historia de las apariciones es el testimonio vivo de la
eficacia de María como Maestra de un laico indígena evangelizador. El “Nican
Mopohua”(“Aquí se narra”) del sabio y docto indígena Antonio Valeriano, es
una relación de alta escuela, donde aparecen íntimamente relacionados los
protagonistas: la Madre del Hijo de Dios, Juan Diego Cuahtlatoatzin, el
obispo Fray Juan de Zumárraga y Juan Bernardino.
La Virgen María proclama a Juan Diego un mensaje que de por sí comporta un
nuevo nacimiento: “¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi
sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el
hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna
cosas?” .María no sólo está diciéndole a Juan Diego que ella es su
“Madrecita”, sino que además ella se siente honrada y agradecida por serlo.
Juan Diego es el macehual, instrumento de la gracia de Dios, a través de
María, conocedora de estos menesteres, pues ella misma se había confesado
como “la esclava del Señor”(cf. Lc 1, 38). De ella recibe el encargo de
subir a cortar variadas flores , de colocarlas en su ayate y de llevarlas a
la presencia de la Soberana, quien las tomará en sus manos y las volverá a
colocar en la tilma de su embajador. Éste no desempeña un papel de mero
agente, sino también de sujeto libre y responsable en manos de Dios. Y este
misionero está llamado a la altísima vocación de ser intermediario para que
el mundo divino, el de las flores de Dios, llenas de vida, “de olor
suavísimo, como perlas preciosas, como llenas de rocío nocturno” se una al
mundo humano del Tepeyac, que de por sí era árido y además se encontraba en
la época de invierno.
Se anunciaba así el comienzo de una nueva etapa en la historia del pueblo
indígena, fidelísimo a sus dioses y que aparentemente había sido traicionado
por ellos; etapa que había sido ya inaugurada definitivamente por la
Encarnación del Hijo de Dios, en el seno de María de Nazaret, por obra del
Espíritu Santo.
El hijito menor de la celestial Señora se encuentra finalmente en el corazón
de la encomienda. En frases claras y sencillas se le indica lo que tiene que
decir, a quién se lo va a decir y cómo tiene que hacerlo. Se le recuerda que
no va en nombre propio y que no va a expresar su voluntad. El embajador
emprende el camino. La fe le hace ir adelante, no obstante que ya ha tenido
la experiencia de no ser creído por el Obispo, de ser investigado, de
haberse topado con un enfermo terminal. La seguridad le llega porque ha
recibido con mente y corazón bien dispuesto el ofrecimiento de la dulce
Señora. Y va con toda la autoridad que ha recibido de ella. Lleva en su
regazo las flores con tal cuidado, como un ministro lleva la Eucaristía. La
señal no es sólo para Juan Diego, sino que es para la cabeza de la Iglesia,
que es Juan de Zumárraga.
Las flores, que de por sí ya eran la expresión de algo sagrado, se
convierten en instrumento para pintar en la tilma del embajador indígena la
imagen de la Reina del Cielo, de la Madre del Hijo de Dios. Entregadas tilma
y flores al obispo, tenemos la unión de dos autoridades, el macehual o
embajador que llevaba la imagen de la Señora y el que es convertido en
custodio de la Imagen.
La experiencia de toda una vida culminada con cantos y flores, encuentro con
la Señora del Cielo, enfermedad y curación del tío Bernardino, entrevistas
con el señor obispo, llevaron a Juan Diego a pedir el honor de poder
dedicarse por completo al servicio de la Morenita, viviendo a un lado del
templo. Para ello solicitó la autorización del obispo Zumárraga, dada la
distancia que había entre su casa y la ermita de Guadalupe. Obtenido el
permiso del obispo, dejó todo y se retiró a la ermita para servir a la
Virgen, cuidando de su casita.
Esta comunión diaria con los intereses de la Santísima Virgen desembocó en
una vida según el Espíritu de Jesucristo: “A diario se ocupaba en cosas
espirituales y barría el templo. Se postraba delante de la Señora del Cielo
y la invocaba con fervor. Frecuentemente se confesaba y obtuvo la gracia de
poder comulgar tres veces por semana, cosa excepcional para un laico de
entonces. Ayunaba, hacía penitencia, se disciplinaba, se ceñía cilicio de
malla y buscaba la soledad para poder entregarse a solas a la oración” .
De esta forma, el testimonio de una vida íntegra alcanzada por Juan Diego,
bajo la acción de la gracia divina, provocó una fama de santidad reconocida
por quienes entraban en contacto con él. Marcos Pacheco, el primero de los
siete indios ancianos, informantes de Cuauhtitlán, que declararon en el
proceso de 1666, nos ofrece una síntesis al respeto: “Era un indio que vivía
honesta y recogidamente, que era muy buen cristiano y temeroso de Dios y de
su conciencia, y de muy buenas costumbres y modo de proceder, en tanta
manera que, en muchas ocasiones le decía a este testigo la dicha de su tía:
Dios os haga como Juan Diego y su tío; porque lo tenía por muy buenos indios
y muy buenos cristianos”.
Hoy la Iglesia ya lo venera como santo: “san Juan Diego, ruega por
nosotros”. Fue el papa Juan Pablo II quien lo proclamó santo el 31 de
julio de 2002, en su visita a México.
Disputa teológica entre dominicos y jesuitas
Mientras veíamos cómo la gracia de Dios actuó en este indio Juan Diego y se
prestó libremente a esa acción divina, en Europa se daba, miren por dónde,
una disputa acerca de cómo actúa la gracia divina en relación con la
libertad humana.
Las afirmaciones de Lutero y de Calvino sobre la gracia y la justificación
estimularon a la teología católica a dedicar una atención especial a los
capítulos doctrínales sobre el estado original del hombre en el paraíso
terrestre, el pecado original y la relación entre la gracia y el libre
albedrío.
La disputa fue entre los dominicos, con una concepción más rígida, y los
jesuitas, una solución más mitigada.
Luis Molina, jesuita, sostenía que el hombre realiza libremente sus
acciones, pues la gracia inclina a la libertad sin suprimirla; Dios actúa, a
su vez, en la realización de los actos buenos dado que por su ciencia sabe
que el hombre los habrá de realizar.
Domingo Báñez, dominico, le llamaba a Molina pelagiano, porque parecía que
todo lo realiza el hombre con su libertad. Báñez afirmaba que la gracia
eficaz de Dios determina físicamente a la voluntad a obrar. Luis Molina
llamó a Báñez calvinista, porque parecía que suprimía la libertad del
hombre.
Más tarde Miguel de Bayo llevó al extremo la posición de Báñez, diciendo que
el libre albedrío, desnaturalizado por el pecado, no podía obrar el bien, y
sólo la gracia de Cristo, ordenando al hombre a Dios, permitía obrar bien y
meritoriamente. Más tarde, en el siglo XVII la Iglesia daría respuesta a
este problema. Mientras tanto, el Papa Clemente VIII impuso silencio a las
dos partes. No se pudo dar solución definitiva. Y no podía ser de otro modo,
ya que el misterio de la cooperación de la gracia divina con el libre
albedrío del hombre, es, y seguirá siendo, un problema-misterio que
trasciende cualquier argumento de razón: “Cuánto actúa la gracia de Dios y
cuánto actúa mi libertad a la hora de hacer una acción...es un misterio”.
Una pista de este misterio podría ser ésta: Dios ilumina mi entendimiento e
inclina mi voluntad para que yo libremente escoja el bien; pero de ninguna
manera mueve mi voluntad físicamente hasta el punto que me obligue a obrar
el bien, pues así no sería yo libre. De esta manera se salva, por una parte
la soberanía y el dominio total de Dios, y, por otra, mi libertad que es
quien escoge ese bien, sin coacción ni imposición.
CONCLUSIÓN
El concilio de Trento dio a la Iglesia la fisonomía que ha mantenido hasta
un período reciente. “Católico” designa ahora a un grupo particular de
cristianos frente a los protestantes y los ortodoxos. La iglesia católica
salió del concilio estabilizada, jerarquizada, centralizada en torno a su
cabeza el papa. El concilio integró armoniosamente el pasado de la iglesia
con su presente, pero guardó silencio ante muchos de los nuevos problemas,
como las transformaciones económicas y sociales. Lo hará más tarde.
APÉNDICE: Juan Diego y la Virgen de Guadalupe
Aquí traigo a colación la homilía del Papa al canonizar al beato Juan Diego,
y al mismo tiempo el mensaje de los obispos mexicanos con motivo de la
canonización. También me ha parecido interesante la entrevista que hicieron
al doctor peruano José Aste Tosmann, que lleva 22 años estudiando las
retinas de la Virgen y experto de IBM en procesamiento digital de imágenes.
HOMILÍA DEL PAPA EN LA CANONIZACIÓN DE JUAN DIEGO
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1."¡Yo te alabo, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y
entendidos, y las has
revelado a la gente sencilla! ¡Gracias, Padre, porque así te ha parecido
bien!" (Mateo 11, 25).
Queridos hermanos y hermanas: Estas palabras de Jesús en el evangelio de hoy
son para nosotros una invitación especial a alabar y dar gracias a Dios por
el don del primer santo indígena del Continente americano. Con gran gozo he
peregrinado hasta esta Basílica de Guadalupe, corazón mariano de México y de
América, para proclamar la santidad de Juan Diego Cuauhtlatoatzin, el indio
sencillo y humilde que contempló el rostro dulce y sereno de la Virgen del
Tepeyac, tan querido por los pueblos de México.
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3.¿Cómo era Juan Diego? ¿Por qué Dios se fijó en él? El libro del
Eclesiástico, como hemos escuchado, nos enseña que sólo Dios "es poderoso y
sólo los humildes le dan gloria" (3, 20). También las palabras de San Pablo
proclamadas en esta celebración iluminan este modo divino de actuar la
salvación: "Dios ha elegido a los insignificantes y despreciados del mundo;
de manera que nadie pueda presumir delante de Dios"(1 Co 1, 28.29).
Es conmovedor leer los relatos guadalupanos, escritos con delicadeza y
empapados de ternura. En ellos la Virgen María, la esclava "que glorifica al
Señor" (Lucas 1, 46), se manifiesta a Juan Diego como la Madre del verdadero
Dios. Ella le regala, como señal, unas rosas preciosas y él, al mostrarlas
al Obispo, descubre grabada en su tilma la bendita imagen de Nuestra Señora.
"El Acontecimiento Guadalupano-como ha señalado el Episcopado
Mexicano-significó el comienzo de la evangelización con una vitalidad que
rebasó toda expectativa. El mensaje de Cristo a través de su Madre tomó los
elementos centrales de la cultura indígena, los purificó y les dio el
definitivo sentido de salvación" (14.05.2002, n. 8). Así pues, Guadalupe y
Juan Diego tienen un hondo sentido eclesial y misionero y son un modelo de
evangelización perfectamente
inculturada.
4."Desde el cielo el Señor, atentamente, mira a todos los hombres" (Sal 32,
13), hemos recitado con el salmista, confesando una vez más nuestra fe en
Dios, que no repara en distinciones de raza o de cultura. Juan Diego, al
acoger el mensaje cristiano sin renunciar a su identidad indígena, descubrió
la profunda verdad de la nueva humanidad, en la que todos están llamados a
ser hijos de Dios en Cristo. Así facilitó el encuentro fecundo de dos mundos
y se convirtió en protagonista de la nueva identidad mexicana, íntimamente
unida a la Virgen de Guadalupe, cuyo rostro mestizo expresa su maternidad
espiritual que abraza a todos los mexicanos. Por ello, el testimonio de su
vida debe seguir impulsando la construcción de la nación mexicana, promover
la fraternidad entre todos sus hijos y favorecer cada vez más la
reconciliación de México con sus orígenes, sus valores y tradiciones.
Esta noble tarea de edificar un México mejor, más justo y solidario,
requiere la colaboración de todos. En particular es necesario apoyar hoy a
los indígenas en sus legítimas aspiraciones, respetando y defendiendo los
auténticos valores de cada grupo étnico. ¡México necesita a sus indígenas y
los indígenas necesitan a México! Amados hermanos y hermanas de todas las
etnias de México y América, al ensalzar hoy la figura del indio Juan Diego,
deseo expresarles la cercanía de la Iglesia y del Papa hacia todos ustedes,
abrazándolos con amor y animándolos a superar con esperanza las difíciles
situaciones que atraviesan.
5.En este momento decisivo de la historia de México, cruzado ya el umbral
del nuevo milenio, encomiendo a la valiosa intercesión de San Juan Diego los
gozos y esperanzas, los temores y angustias del querido pueblo mexicano, que
llevo tan adentro de mi corazón.
¡Bendito Juan Diego, indio bueno y cristiano, a quien el pueblo sencillo ha
tenido siempre por varón santo! Te pedimos que acompañes a la Iglesia que
peregrina en México, para que cada día sea más evangelizadora y misionera.
Alienta a los Obispos, sostén a los sacerdotes, suscita nuevas y santas
vocaciones, ayuda a todos los que entregan su vida a la causa de Cristo y a
la extensión de su Reino.
¡Dichoso Juan Diego, hombre fiel y verdadero! Te encomendamos a nuestros
hermanos y hermanas laicos, para que, sintiéndose llamados a la santidad,
impregnen todos los ámbitos de la vida social con el espíritu evangélico.
Bendice a las familias, fortalece a los esposos en su matrimonio, apoya los
desvelos de los padres por educar cristianamente a sus hijos. Mira propicio
el dolor de los que sufren en su cuerpo o en su espíritu, de cuantos padecen
pobreza, soledad, marginación o ignorancia. Que todos, gobernantes y
súbditos, actúen siempre según las exigencias de la justicia y el respeto de
la dignidad de cada hombre, para que así se consolide la paz. Amado Juan
Diego, "el águila que habla"! Enséñanos el camino que lleva a la Virgen
Morena del Tepeyac, para que Ella nos reciba en lo íntimo de su corazón,
pues Ella es la Madre amorosa y compasiva que nos guía hasta el verdadero
Dios. Amén.
MENSAJE DE LOS OBISPOS MEXICANOS SOBRE LA CANONIZACIÓN DE JUAN DIEGO
1.Después de haber celebrado el misterio de la muerte y resurrección de
Jesucristo en la Pascua, los Pastores del Pueblo de Dios en México queremos
compartir con ustedes, hermanas y hermanos, nuestra alegría por la
canonización del Beato Juan Diego Cuauhtlatoatzin el próximo 31 de julio del
presente año 2002 y la Beatificación, el 1 de agosto, de Juan Bautista y
Jacinto de los Ángeles, mártires oaxaqueños en los albores de la
evangelización de nuestro país. Exhortamos a todos a que nos preparemos en
la oración, la reflexión y la celebración a vivir este tan importante
acontecimiento de nuestra vida eclesial.
QUINTA VISITA DE JUAN PABLO II
2.Juan Pablo II nos visitará por quinta vez. Reiteradamente ha manifestado
su amor a México, donde descubrió, a los pies de Nuestra Señora de
Guadalupe, el matiz evangelizador e itinerante que habría de tener su
pontificado, para iluminar a hombres y mujeres con la verdad de Jesucristo.
Su ejemplo de entrega infatigable es para todos los miembros de la Iglesia
un estímulo y testimonio vivo de cómo impulsar la Nueva Evangelización. Será
una nueva oportunidad para que correspondamos con afecto y entusiasmo,
reiterando nuestra fidelidad a Jesucristo y a su Iglesia en comunión con el
sucesor de San Pedro en la Cátedra de Roma.
EL CAMINO DE JUAN DIEGO
3.Juan Diego es miembro de una cultura indígena con valores familiares y
sociales que sirvieron de base para la vocación recibida después de haber
sido bautizado.
4.Esta existencia adquiere un nuevo significado con lo sucedido en el mes de
diciembre de 1531, en la colina del Tepeyac. Este acontecimiento es conocido
como el Hecho Guadalupano, teniendo como protagonistas a la Madre del
verdadero Dios por quien se vive, el mismo Juan Diego, el obispo Fray Juan
de Zumárraga y Juan Bernardino; desde entonces, el laico Juan Diego está
indisolublemente unido al Hecho Guadalupano.
5.Juan Diego es el embajador fiel, que, al contacto con la llena de gracia,
reconoció al Verdadero Dios por quien se vive y al Hijo que ella traía
consigo; y, movido por la acción del Espíritu Santo, se puso al servicio de
la obra anunciada por la Virgen María.
6.En diversas ocasiones y con diversos signos se presentó ante Fray Juan de
Zumárraga, cabeza visible de la incipiente Iglesia en México,
transmitiéndole a él y nada más que a él, el deseo de la "niña celestial",
hasta lograr su encomienda.
7.El vidente y embajador se dejó envolver por el Espíritu divino y aceptó
convertirse en testigo de todo lo acontecido a favor de sus hermanos,
cooperando de esta forma en el acercamiento del mundo indígena y el mundo
español.
8.El Hecho Guadalupano significó el comienzo de la evangelización con una
vitalidad que rebasó toda expectativa. El mensaje de Cristo a través de su
Madre tomó los elementos centrales de la cultura indígena, los purificó y
les dio el definitivo sentido de salvación; así se convirtió en un modelo de
evangelización inculturada y un reto para todos los agentes de
evangelización que trabajan por hacer presentes los valores del Evangelio en
las culturas de la sociedad mexicana.
SIGNIFICADO PARA LA IGLESIA EN MÉXICO
9.Un santo es patrimonio de la Iglesia universal y modelo de vida para toda
persona abierta a la verdad. Juan Diego es un santo que se ofrece al
indígena, al mestizo y al criollo, al niño, al joven y al adulto. "Todos los
cristianos –como nos lo recuerda el Papa Juan Pablo II en su Carta
Apostólica Novo Millennio Ineunte n. 30- están llamados a la plenitud de la
vida cristiana y a la perfección del amor". El profesionista, el ama de
casa, y el clérigo pueden encontrar en Juan Diego una inspiración para saber
valorar lo que son y lo que están llamados a realizar en el ambiente en que
viven, para sembrar semillas de justicia, amor y paz y ayudar a que
fructifiquen.
10.Canonizar a un bautizado significa que la autoridad competente de la
Iglesia declara, pública y solemnemente, que la existencia de dicha persona
ha sido una forma auténtica de encarnar el Evangelio de Jesucristo. Por
ello, el santo es digno de veneración e invocación, y su forma de vida un
ejemplo inspirador para que otros vivan la propia vocación en el seguimiento
radical de Cristo hasta llegar al encuentro definitivo con el Padre en el
reino de los cielos.
11.La canonización del Beato Juan Diego se levanta como nueva voz que llama
a la santidad a todos los bautizados. Queremos presencia de cada uno de
ellos en la conformación de un tejido social más civilizado y más inspirado
en la mentalidad de Santa María de Guadalupe: mostrar el amor y la ternura
de Dios hacia todos los moradores de estas tierras, especialmente hacia los
más pobres y desamparados. El reconocimiento oficial de la Iglesia de la
santidad de vida de Juan Diego es, por otra parte, una forma de dignificar
al indígena, tantas veces marginado y menospreciado en nuestra patria.
12.Hace patente además el amor providencial de la Iglesia y del Papa por los
indígenas; y reitera nuevamente el firme repudio a las injusticias,
violencias y abusos de que han sido objeto a lo largo de la historia. La
Iglesia contempla e invita a contemplar los auténticos valores indígenas con
amor y esperanza... El Papa, con la canonización, alienta a los pueblos
autóctonos de México y América a que conserven con sano orgullo la cultura
de sus antepasados y apoya a todos los indígenas en sus legítimas
aspiraciones y justas reivindicaciones.
13.La vida de Juan Diego ha de ser un renovado estímulo en la construcción
de la nación mexicana en la que haya una reconciliación con sus orígenes,
con su historia, con sus valores y tradiciones. Nación en la que su progreso
esté fundamentado en el valor de la persona humana con todos sus derechos
inalienables. En donde la confluencia de la diversidad encuentre la comunión
en una búsqueda creativa. Donde las leyes que salvaguarden la convivencia
aseguren la justicia y la solidaridad. Donde los más débiles encuentren
salvaguardada su dignidad y los más favorecidos, cauces eficaces para la
fraternidad.
CONCLUSIÓN
14.La canonización de Juan Diego es el cumplimiento de la promesa que la
Niña del Tepeyac hizo a su querido Juan Dieguito, se lo aseguró y se lo
cumple: “Ten por seguro que mucho te lo agradeceré y te lo pagaré, que por
ello te enriqueceré, te glorificaré, y mucho de allí merecerás que yo te
retribuya tu cansancio, con el que vas a solicitar el asunto al que te
envío" (Nicán Mopohua). Le pedimos a esta dulce Madre de la Nación mexicana,
patrona de América y de Filipinas nos ayude a similar su pedagogía para
realizar una evangelización inculturada en todos los territorios, ambientes
y sectores de México y de América e interceda para que los hombres
aprendamos a amarnos y aceptarnos como hijos de un mismo Padre
México, D. F. a 14 de mayo del 2002
Obispos de México
ENTREVISTA
«LAS FIGURAS QUE APARECEN EN LOS OJOS DE LA GUADALUPANA NO ESTÁN
PINTADAS»
P. Esas figuras, ¿no pueden ser obra humana?
R. José Aste Tonsmann: No, por tres motivos. En primer lugar, no son
visibles al ojo humano, salvo una: la del español, que es la más grande.
Nadie podría haber pintado unas siluetas tan pequeñas. En segundo lugar, los
pigmentos de esas figuras no se sabe qué origen tienen. Ocurre lo mismo con
la imagen de la Virgen: no está pintada, y nadie sabe aún cómo se estampó
sobre la tilma de Juan Diego.
P. ¿Y el tercero?
R. José Aste Tonsmann: Las trece figuras se repiten en los dos ojos. ¿Qué
artista haría eso? Además, su tamaño varía de un ojo al otro, dependiendo de
lo cerca que estuviera el personaje del ojo izquierdo o derecho de la
Virgen.
P. ¿Qué proceso siguió en su experimento?
R. José Aste Tonsmann: Primero se toman unas fotografías de los ojos.
Después se digitalizan. Son leídas por el ordenador, y se realizan
ampliaciones y filtrado de las imágenes.
P. ¿Quiénes aparecen en los ojos?
R. José Aste Tonsmann: Hay un sirviente casi desnudo; un anciano (el obispo
Fray Juan de Zumárraga); un joven (el traductor); un indígena con una tilma
(Juan Diego); una mujer negra (una esclava); un español con barba; y por
último, una familia indígena con padre, madre, tres hijos y dos adultos más,
que pueden ser abuelos o tíos.
P. ¿Cómo sabe que el resto de figuras corresponde a la esclava, al
traductor, etc.?
José Aste Tonsmann: Hay constancia histórica. El anciano que aparece en los
ojos de la Virgen guarda gran parecido con los cuadros del obispo Zumárraga
que hay de la época. Sobre la esclava negra, Zumárraga dice en su testamento
que le da la libertad, e incluso sabemos que se llamaba María. En el Archivo
de Indias se conserva el acta de embarque del obispo cuando marchó al Nuevo
Mundo.