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MODERNISMO Y FE
El modernismo o la modernidad se ha caracterizado por su afán inmanentista: vivir inmerso en la historia sin el recurso al más allá, a lo trascendente. No es el ateísmo de los libertinos, pero constituye un compromiso entre fe e incredulidad. Se distancia de Dios y mantiene el ordenamiento de valores morales y civiles derivados de la fe, los que cimenta sólo en motivos terrenos.
Hablar de modernidad es pues hablar de inmanentismo, de horizontalismo. Y precisamente, quienes se ufanan de ser modernos presumen ser concretos, cultores de la naturaleza, de la razón, de la libertad y del progreso.
El marxismo lleva a su culminación el racionalismo e inmanentismo y su
caída, especialmente a partir de 1989, es al mismo tiempo la caída del
inmanentismo en general. Llegamos así
a la crisis de la modernidad.
culminación
del inmanentismo |
Marx niega al Dios trascendente de la tradición Cristiana y absolutiza el carácter racional y ordenado de la historia y del cosmos, hasta prescindir de su condición de naturaleza caída y vulnerada, es decir de los limites e imperfección de la misma. “Ha dado el máximo desarrollo y ha llevado a sus extremas consecuencias prácticas el pensamiento, ideología y praxis del materialismo dialéctico e histórico” (Juan Pablo II, Dom. et Vivificantem 56). Alienta la utopía de llevar a su cumplimiento en la tierra el deseo humano de una justicia completa y perfecta: “sociedad ideal”, de instaurar aquí el "reino del hombre" que sustituye al Reino de Dios.
Con la actitud del secularismo más radical, acentuando siempre más
la laicidad y la orientación puramente terrena interpreta la historia con un
optimismo progresista bajo el lema de “cambiar el mundo” y demostrar prácticamente
la factibilidad en la tierra del "Reino de Dios". A diferencia de la
utopía trascendente de Tomás Moro, Marx proclama una utopía inmanente.
disolución de la Unión Soviética |
La caída del imperio soviético es la caída del inmanentismo en
general, del racionalismo a ultranza, del horizontalismo en procura de evadir
la trascendencia. "El socialismo
es un error fundamental de carácter antropológico, pues considera a
todo hombre como un simple elemento y una molécula del organismo social, de
manera que el bien del individuo se subordina al funcionamiento del
mecanismo económico social. Por otra parte, considera que este mismo bien
pueda ser alcanzado al margen de su opción autónoma, de su responsabilidad
asumida, única y exclusiva, ante el bien o el mal" (J. Pablo II,
Centesimus Annum 13).
El error socialista - marxista está en desconocer
la trascendencia de la vida y del ser humano, en subyugar al engranaje
colectivo la libertad de éste y en oprimir con su concepción estrecha
nuestro destino hacia la Verdad absoluta.
sumergimiento
de los utopismos |
Entre nosotros ha ocurrido que los otrora entusiastas de dicha utopía
e incluso propiciadores de su apología, prestigio y penetración, lisa y
llanamente se desentendieron de lo ocurrido en Europa del Este. No son
desconocidas para ninguno de nosotros personas que antes de la bancarrota,
exhibieron seguros, connivencias con esa utopía política, pero hoy nos dicen
que ellos no se identifican con esa demolición lejana; que aquello era diverso
a lo de ellos. O fueron ignorantes o ahora engañan, pues para justificar su
postura habrían necesitado una reforma del comunismo ruso, pero a su pesar,
lo acaecido fue en cambio su disolución.
No renunciando a su sueño, cuya crudeza y perversidad aún no llegamos
a sufrir como sucedió en los países en que ahora se desploma, optaron por
sumergirse desde un postulado político - institucional agresivo a un
planteamiento espiritualista, sentimental y abstracto. Contra la desaparición
del comunismo real no es posible apelar a un comunismo ideal.
fichaje
de la
mentalidad colapsada |
Necesitamos en las circunstancias actuales adquirir una adecuada
percepción de las líneas de pensamiento que se relacionan con el derrumbe
del marxismo, y que a pesar de estar aún - de momento - disfrutando del favor
de la opinión pública o instaladas en el poder, no pueden sacarnos de la
crisis de los tiempos modernos. Y
por el contrario amenazan sumergirnos - si se las toma una vez más por solución,
falsa y ya amargamente sufrida -, en un circulo vicioso de la historia.
subsistencia
del pensamiento |
"No es lo mismo que el sistema político marxista de la URSS haya
caído a que desaparezcan los contravalores que sustentó. Una doctrina puede
perder vigencia y subsistir las actitudes, visiones, consideraciones y formas
de apreciar las cosas que plasmó. Por ejemplo reflexionar todas las cosas
desde el punto de vista o perspectiva marxista, como si fuera el único
enfoque fundamental para el análisis de la realidad, es un producto
que viene del marxismo y que puede polarizar la reflexión, aún de
muchos cristianos. A veces se presenta una radicalización de puntos de vista
que tienen su origen en el marxismo y que no termina con el sólo hecho de
que el sistema marxista desaparezca. Hay aquí una secuela que durará mucho
tiempo" (Mons. Fco. Javier Errázuriz, Sctrio. Sgda.
Cong. Inst. Vida Consagrada.
Entrevista El Mercurio).
relativización
de la
verdad |
Una expresión de la mentalidad modernista - inmanente es el
relativismo absoluto que renuncia a la idea de verdad. Considera una pretensión
demasiado alta y un triunfalismo inadmisible la toma de posición de una
persona en torno a la cuestión de la verdad de una corriente o de una ideología.
Desecha cualquier noble y sólida convicción simplemente por su supuesta
esclavitud a un circulo ideológico. Paradójicamente la corriente que se
pretende circunscribir a lo racional, a la razón, para en la rendición de la
razón, juzgando inútiles las ideas y superflua o ingenua la actividad del
pensamiento.
Para quienes tenemos fe en Dios todopoderoso y en
su sabiduría que antecede toda la creación, la ciencia o doctrina de
la Verdad tiene un lugar primordial. La sólida doctrina hace posible la vida
espiritual y el proceso de madurez de la persona ("la Verdad os hará
libres"); vida espiritual y madurez de la persona han de estar
doctrinalmente bien fundadas, derivando luego en el servicio y testimonio. Del
modo cómo se entiende y se vive
la fe depende toda la realización vocacional.
Quienes desconocen o desatienden la dimensión vertical, ascensional
o empeñativa de la fe, fácilmente anidan una religión de nivel meramente
humano o filantrópico. Recurren a contenido baladí al carecer de sabiduría
esencial y se sumen en un espiritualismo ambiguo que reduce la fe a
sentimentalismo y abstracción, por cercenar la inteligencia y su consecuencia
en lo real y concreto.
Por otra parte, "quienes relativizan la verdad de Dios en sí
mismo, la verdad eterna o absoluta y no la consideran ya un hecho profundo,
verdadero y necesario para el hombre, buscan otra utilización de la religión
transfiriéndola enteramente a sus exigencias horizontales o terrenas y
transformándola en un instrumento de la construcción de este mundo. Estando
así lejos de su espíritu, optan por no fundar otra Iglesia, sino insertarse
en sus instituciones para revolucionarla desde el interior" (Ratzinger,
Conf. prensa Stgo 88).
suplantación
de la
fe teologal |
Es natural una interacción plurisecular entre fe y cultura, entre
cristianismo y corrientes predominantes en cada época, pero de pronto
observamos una colonización avasalladora de la segunda sobre la primera. El
modernismo se ha asomado arrogante entre nosotros y ha arrojado gran desprecio
y perjuicio sobre sus detractores, pero la verdad superior habrá de
manifestar su poder algún día sobre este mundo. Se atribuye a Pablo VI, que
enfrentó una ola de contestación en la Iglesia estos conceptos: "en el
interior del catolicismo parece tal vez predominar un pensamiento de tipo no
católico y puede suceder que se transforme un día en el más fuerte dentro
del mismo, pero eso nunca representará el pensamiento de la Iglesia".
En todo caso es de tener en cuenta la declaración de principios del
nuevo baluarte ideológico de la otra parte: Gramsci, “el marxismo podrá
fracasar en lo económico, pero triunfará en la cultura, entre los
comunicadores. Los marxistas tendrán que penetrar la cultura, las ideas y la
moral del pueblo para sustituirlas por valores marxistas. Entonces una mañana
el país despertará como una nueva nación de ese signo, conquistada a través
de su sistema moral y cultural, antes que su sistema económico”.
"De hecho, pese no haber cristalizado en un fondo común jurídicamente
tangible, las desviaciones a la izquierda representan, sin duda en la Iglesia
una vasta corriente del pensar y actuar de hoy" (Ratzinger, Informe
sobre la Fe II).
LINEAS
DE PENSAMIENTO EN
BANCARROTA
inmanentismo
y materialismo |
La corriente de la modernidad se caracteriza por la actitud
inmanentista. El "Summun Bonum" es para ella "la sociedad
ideal", “el reino del hombre en la tierra”; propuesta muy similar a
la tercera tentación de Jesús: "te daré todos los reinos del mundo y
su gloria, si postrándote me adoras", pero que disfruta, con todo, del
favor de la opinión pública y en alguna media se impone como dominante.
Penetra incluso las comunidades eclesiales dañando la integridad de la fe, la
preocupación espiritual y religiosa, como el testimonio evangélico.
El inmanentismo hace de la religión, del culto y de la Palabra de Dios
meros signos o instrumentos de la sociedad terrena por construir. Rechaza se
refiera todo a Dios o se proponga la dedicación absoluta a El. Transforma
el concepto de religioso u hombre de Dios reduciéndolo a un trabajador de
este mundo, de la tierra; a un luchador por una humanidad y una vida mejor
aquí.
Establece como esquema fundamental de programación y medida de la vida del hombre "el trabajo", el que juzga la suprema fuente del valor económico, que para él es "todo". En consecuencia arrastra al culto por el activismo o la idolatría de la acción y del rendimiento económico. Vale el que trabaja materialmente y rinde en forma inmediatamente cuantificable en dinero. Desconoce el valor del pensamiento, de la inventiva y creatividad. No entiende de la gracia gratuita de Dios, de la vocación, de la contemplación.
arrogancia
naturalista |
Junto a lo anterior palpamos en nuestro medio la exaltación de lo
natural, lo humano, la personalidad, el convencionalismo psicológico; con
fuertes trazos de autocomplacencia y arrogancia de la vida. Parece poder
entenderse de no pocas actitudes la afirmación no verbalizada: primero ha de
establecerse lo humano, Dios es otro cuento. La persona competitiva y
perfeccionista se caracteriza casi siempre por la ambición de ser la norma última
y sagrada de los valores humanos y sicológicos de quienes la rodean. Refiere
todo individuo al parámetro del propio yo y
de las convenciones naturales, antes que a la providencia y juicio
divinos o la pluralidad y libertad de cada hombre.
Ha encontrado su panacea en exaltar la máxima: "la gracia de Dios supone la naturaleza" como diciendo, lo básico ser natural, terrenal, flamante y perfecto humanamente nosotros lo poseíamos ya antes de entrar a entendernos con Dios; eso es nuestro valor y mérito, de modo que lo espiritual y lo místico es asunto por verse posteriormente. Por cierto no toman en cuenta la otra cara de la moneda de esta máxima, esto es: "la gracia de Dios no destruye la naturaleza sino la eleva", y la enseñanza del Concilio Vat. II: "quién se acerca a Cristo varón perfecto se hace a sí mismo cada vez más hombre'. De dónde podrían deducir que el acercamiento a Dios siempre redunda en prosperidad del hombre y que ésta es siempre gracia gratuita.
Igualitarismo
gregario |
La óptica materialista que restringe su atención al fenómeno cómo opera y se articula la sociedad ideal, acarrea el subyugamiento de la trascendencia y libertad de cada persona. No considera el hecho de que la persona es un fin en sí misma, en cuanto posee un alma y un destino propio inmortal, y que no se puede hacer rasero común de todas. Olvida que cada una es un absoluto que posee su término sólo en Dios mismo: el absoluto soberano, y que no se la puede convertir en medio para objetivos inferiores.
El igualitarismo no es capaz de percibir la realidad de la infinita
multiplicidad, particularidad e individualidad de las personas como de las
circunstancias o condicionamientos externos que se interponen a aquellas.
Subestima el merecimiento y la necesaria satisfacción del error.
Los igualitaristas absolutizan la afirmación que para Dios todos somos iguales, que El no hace acepción de personas. Y sostienen que en consecuencia nosotros hemos de observar una actitud uniforme frente a personas diversas. Tienen por improcedentes las diferenciaciones y modalidades del caso y sostienen que la recta religión consiste en la buena relación a ultranza con cualquiera por igual. De ello llegan fácilmente a la idea que se debe desechar de inmediato las "desigualdades sociales" y la “enorme distancia entre unos y otros”.
La raíz de este error está en la relativización de la verdad, en la
supresión del intento de apuntar a ella cabe la realidad concreta de la vida,
y en negar a Dios como a la mente humana la capacidad de acceder efectivamente
a la verdad objetiva de la persona particular y de sus situaciones
contingentes. Con tal criterio se rebaja a Dios omnipotente, infinitamente inteligente
y justo, catalogándole de prisionero de su inmutabilidad, trascendencia y
eternidad: cerrado en sí mismo. Y se rebaja el espíritu humano, capaz de
comprender y reaccionar particularmente frente a personas o situaciones
diversas.
colectivismo
masificante |
Otra línea de pensamiento
propia de la modernidad que prescinde de lo que va más allá de lo natural,
se funda en la excesiva confianza en el grupo humano estructurado,
prejuiciando del individuo en cuanto tal incurrir en desvarío seguro al
margen del grupo. Ignoran absolutamente las dotes de este en cuanto
"persona". La estructura social de masas es para los colectivistas
la clave de acierto y de éxito, de modo que se proponen cimentar toda
organización o planificación sobre un poder colectivo o centralizado. Ven
la sociedad como si fuese un
material al cual la voluntad y diseño socialista ha de dar forma
autoritariamente. No reconocen los valores y prácticas del mundo civilizado
que emergieron en forma espontánea de parte de individuos, y que han sido
avaladas por la tradición o la historia.
Consideran al hombre solo como una masa, un simple elemento o molécula
gregaria del organismo social; carente de sentido y valor individual, y más y
más ruin o pervertido cuanto se acrecienta su libre albedrío,
discernimiento, crítica de la colectividad oficialista: su personalidad
autodeterminada y particular. Disuelven el mandato de amor teologal del
Evangelio en la co-humanidad, en la sumisión a la realidad colectiva, la que
convierten en culto religioso o nueva religión a escala humana. Suponen que
la virtud divina se identifica con la entidad impersonal que endiosan; la que
pretenderían hacer sátrapa del individuo; licenciada para constreñirlos y
subyugarlos a la masa preponderante.
Se ufanan representar la mentalidad más amplia como si socialismo o
colectivismo abarcase a medio mundo o a todo éste, pero en realidad
cultivan el sentido de secta y de ghetto cerrado. Constituyen el acuerdo entre
"algunos" que se tienen a sí mismo por el mundo verdadero y
comparten la camaradería y el reparto de beneficios y que se reúnen para
dejar a "otros" fuera del alcance del poder, sacarles de en medio y
eliminarlos del escenario en que ocurren los hechos. Quienes no se amilanan y
doblegan a su ideología han de caer para resguardo de su especie de
monopolio. En lugar de abrirse para cubrir el mayor número de integrantes de
la sociedad, se apropian la cúpula, haciéndola una colectividad engolada,
prepotente y fanática.
Fraternalismo
utópico |
Utopía es un sueño ideal por
alcanzar. Para el materialista ésta no tiene otra oportunidad que los márgenes
de esta tierra y esta vida, la que para él representa su única esperanza. El
cristiano en cambio sabe que aunque tenemos responsabilidad por su llegada
ninguna época, sistema, régimen o sociedad la realizarán en plenitud
mientras no arribemos al Reino eterno en los cielos. La comunidad misma de
Jesucristo, santa y necesitada de perfección, no se presenta como su
exponente ideal sino como instrumento y anticipo.
La izquierda modernista ha encontrado su panacea en la utopía de una
concreción de fraternidad plena y perfecta en una sociedad verificada de
inmediato. Quienes no participan de tal romanticismo son anatematizados de
individualistas y ajenos a la
humanidad. Se han robado la apelación al corazón y al sentimiento; pero el
realismo y la discreción son indispensables para el acierto y el crecimiento,
y no quedarse en vehemencia estéril: "en la virtud ciencia" nos
advierte la palabra de Dios. La utopía fraternalista aparece efectivamente
como la máxima transposición del inmediatismo al espiritualismo: como
actitud urgida de tenerla materialmente realizada desde ya. Bello,
pero poco real, expresión de efectismo banal, alejado de la verdad.
Sin razonamiento intelectual y teológico la religión se convertiría
en una colectividad de ingenuos o de fanáticos; y sin la verdad, la
fraternidad se hace errática y falsa por la superchería y la malevolencia.
La verdad evangélica establece como primordial y constitutivo el conocimiento
y el amor de Dios solo y sobre toda persona o cosa, por parte de cada uno de
los integrantes de la comunidad - cosa que sucederá en el cielo -. La
veracidad de cada uno es requisito para regular las mutuas relaciones a la luz
de la benevolencia, la justicia y la lealtad. Desechada esta se resbala
inevitablemente a la hipocresía simuladora de compostura o al cinismo procaz.
El amor por la propia gente que deriva en orgullo de grupo,
autosuficiencia y arrogancia cae en el supremo egoísmo del endiosamiento
colectivo. No existe grupo de personas que no llegue a desengañar, y sólo
Dios y su Reino eterno pueden satisfacernos en plenitud. Nuestra apreciación
de cada cual y del grupo ha de ser realista, veraz y objetiva; relativa al
bien que efectivamente posee y con certera discreción de espíritus. Sólo
para Dios hemos de reservar nuestro rendimiento y adoración; la exaltación
de la raza, la ideología o la facción, como el encubrimiento de sus
imposturas, aún tratándose de la comunidad de la Iglesia, constituyen
falsificación y traición de su propia realidad.
Fraternidad es más resultado grupal, o la suma de actitudes sociales
apropiadas de los individuos, la objetiva correlación del total de personas
que observan mutuo respeto, lealtad, equidad, benevolencia y magnanimidad; que
la actitud complaciente, de nirvana o ataraxia: olvido total - mente en
blanco, de cumplidos y comedimientos fanfarrones por parte de uno,
independientemente de los precedentes que encubre la realidad del otro o del
grupo. La actitud para con los demás que observamos en Jesucristo es antes
que una versión en serie, genérica y universal, relación con la persona,
atenta a su particularidad. Es capacidad de percepción apropiada de su
realidad y de respuesta pertinente a una actitud concreta de un hombre
particular.
Efectivamente, el amor al perverso requiere otra modalidad que la del
amor al santo; por lo demás nos dice el Evangelio respecto a los fariseos
que: "Jesús no se fiaba de ellos porque los conocía a todos". (Jn
2,23) Unas relaciones fraternas fuera del cimiento de la Verdad y
basadas sobre el naturalismo que repudia la razón podrán ofrecer el
resultado de un grupo bullicioso o la algarabía de una aglomeración pero
superficiales, bobas, carentes de madurez y seriedad y sin la fuerza necesaria
para la virtud comunitaria.
pacifismo
avasallador |
Todas las líneas de
pensamiento que venimos analizando tienen por término común el modernismo
inmanentista y ocurre igual con el pacifismo que pretende congelar la realidad
por no producir agitación o tensiones. No importa al pacifista imponer con
implacable chaqueteo su credo igualitario para impedir que alguno se empine
sobre la mediocridad promedio y produzca variaciones en la distribución del
poder. Igual le da transponer la barbarie de alguno a la cuenta de otro, de
ser posible acallarle. Por más que dejando impune y orgulloso al trasgresor,
con tal de apaciguar el ambiente. Está dispuesto a pactar con el desbarajuste
y la arbitrariedad para conservar las cosas como están. Todo se paga con
plata y bien vale piensa él, dilapidar bienes bajo su administración
mientras en la superficie amaine la tempestad.
El intento de consolidar el imperio de la paz inmediata a ultranza, la transforma casi inevitablemente en el ‘Summum Bonum’, al cual todos se someten y para cuyo logro todo, incluso la religión es mero medio. Pero un Dios que se convierte en medio para fines supuestamente superiores, deja de ser Dios. Sólo Dios, como atributo personal, posee la paz plena y El no la impone independientemente de la dignidad y libertad del hombre o haciendo cuenta nula de la realidad limitada e imperfecta de nuestra existencia. "La Iglesia no es la paz, sino promotora de ella", decía Paulo VI.
Pacifista suele ser el que cobra sentimientos menos nobles cual deuda
de fidelidad, exigiendo una paz que es vulgaridad. Puede alardear de sentido
social, espíritu de paz y de fraternidad, pero está dispuesto a dañar
veladamente sin benevolencia alguna mediante la intriga, la sorna y la
distorsión, usufructuando todo el poder que está en su mano u ocultándose
en la legalidad. Se colude sin escrúpulos con los que emplean la falsedad, la
perfidia y la malignidad. Podrá
no agredir directamente ni dar la cara ante su víctima, pero lo hará en
forma calculada, oblicua y artera. Llamará violencia increíble y agresividad
infinita las declaraciones de quién se aparta de su esquema mental y señala
otro sentido de la realidad. El argumento de que la mayoría está en contra
del que disiente le da pábulo para hacer una guerra sucia y tajante,
descalificar y crucificar por individualista a quién recurre al pensamiento,
a la libertad y creatividad, a la iniciativa particular distinguiéndose del
sentir de la masa.
La paz que así se concibe cercena la espiritualidad propia del destino
del hombre como su orientación a la Verdad. Absolutiza la inmanencia cual única
oportunidad para el reino del cielo o de la paz, sin poder asumir que nunca se
dará por si misma plenamente en la tierra, pues viene del cielo. El falso
concepto de paz ignora que por más que duela, ella es el constante dinamismo
hacia el destino auténtico y no acepta las cruces del crecimiento para
ascender hasta aquella, impuestas por la propia dificultad o por la acción de
terceros, tanto al individuo como al grupo.
MODERNISMO
Y LIBERALISMO
El liberalismo es también
parte del pensamiento moderno en cuanto se plantea básicamente como una
actitud secular, en la perspectiva de este siglo o de esta vida, caracterizándose
como pragmático, realista y calculador. Destaca los conceptos de capital,
empresa y mercado cuyos excesos o exageraciones son evidentemente nefastos.
Cabe la posibilidad se desbande en vicios particulares o públicos como el
libertinaje, la avidez económica, el monopolio, la explotación, el
consumismo y el ateísmo práctico.
Pero no deja de ser cierto que se asienta sobre un determinante
elemental del ser humano: "la libertad" y "la personalidad
individual", artífice creativo de su propia suerte o destino y
elemento constitutivo de la sociedad. Si el marxismo de por sí subyuga y se
propone subyugar el atributo y dignidad específica del individuo, el
liberalismo no lo hace ni se cierra en su dimensión inmanente y materialista;
antes se funda en el natural instinto de libertad
y de crecimiento. La persona queda libre para optar bien o mal y deja
abiertas las puertas al espíritu, a la fe y a la trascendencia: de por si no
es inmanentismo o materialismo absoluto.
Surgió como invención del camino de los pueblos para emerger de la
pobreza y acceder a la abundancia, e incluso se desarrolló originalmente bajo
la égida de la óptica judeo - cristiana, única que salvaguarda los
atributos y libertad individuales. Todo el sistema de libre empresa, libre
mercado y economía libre conduce a superar el despilfarro o dilapidación de
los bienes y a una mayor disciplina y responsabilidad por parte de cada
individuo en la posesión y administración de estos. Requiere necesariamente
además, de importantes virtudes como la inteligencia, la diligencia, la
disciplina, el ahorro, la sinceridad, la lealtad y el respeto de la palabra
dada, la solidaria colaboración, la firmeza en la toma de decisiones y la
valentía para las responsabilidades y el riesgo.
MODERNISMO
Y FRANCISCANISMO
El franciscanismo apreciando
evangélicamente todas las realidades temporales, según la medida de bien que
a estas es propio, se orienta al
amor sumo a Dios sólo, sobre toda persona o cosa. Conocer, adorar y alabar a
Dios tributándole todo bien y toda gracia es su camino; y se resguarda de los
obstáculos que al común de los mortales infiere la fascinación de los
bienes creados, con el mayor desprendimiento posible frente a estos.
Señala los valores de la trascendencia, del espíritu, de la fe en
Dios como superiores a toda utopía y prosperidad
en este mundo; de las que bien vale la pena privarse por amor a
aquellas. Considera presidido todo empeño de promoción humana cuyo diseño
perfecto da Dios mismo, por el objetivo de crecimiento en la dimensión
espiritual y eterna: "de qué vale al hombre ganar todo el mundo si al
fin pierde su alma". Y juzga motivo para dedicarse a la causa de
"Desarrollo Personal y Social", la llamada divina a asumir a la luz
del misterio de la encarnación la condición caída y vulnerada de nuestra
común naturaleza, abrazando en forma inteligente, libre, creativa, valerosa y
solidaria sus trabajos, sufrimientos y muerte cual proceso hacia el Reino de
Dios en los cielos.
Con relación al modernismo inmanentista el franciscanismo concuerda -
bajo la sabiduría del Evangelio - en el aprecio, valoración y sentido de
crecimiento respecto a las realidades naturales, pero se le diferencia
relativizándolas hasta disponerse a ver privado de todas ellas por el bien
y la belleza suprema, de los que aquel prescinde. La pobreza evangélica puede
hacer del franciscanismo el más elocuente mensaje cristiano y eclesial para
el hombre de la pura modernidad. Pobreza, por otra parte sistemáticamente
rechazada por su contenido de fe en el Altísimo y absoluto, cuanto por la
esperanza que comporta en el poder de Aquel sobre el mundo y la eternidad.
Rechazo por Dios y cuanto dice relación con él, suele ser la tónica
habitual por parte de la mentalidad modernista, inmanente, por el
horizontalismo, naturalismo y racionalismo, y en forma extrema por su
culminación: el marxismo, presente en mayor o menor medida en todas partes.
Con todo, de ninguna manera hemos de codiciar o tomar prestada la
popularidad de tal corriente aún vanamente manida en exceso, pero bien
sabemos también ya en bancarrota. Por el contrario, por nuestra parte hemos
de consagrarnos con entera libertad de espíritu a trasmitir su
"verdadero" sentido y orientación a la realidad del hombre de los
tiempos modernos y del mundo del futuro.
"Siendo Francisco de Asís un hombre sin hogar, sin hijos, bienes
ni intereses temporales inspiró e hizo prolíficos los desposorios, la paz en
las familias, la actividad humana, la justa potestad civil, el desarrollo económico
que da consistencia a las naciones y el trabajo que las dignifica". (Emilia
Pardo Bazán, S. Francisco de A.)
fray
Oscar Castillo
Los Angeles 10.93