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La teoría de la Evolución 
y el Magisterio de la Iglesia

 

Por Álvaro Rocha
Presbítero
doctor en Medicina,
en Cirugía y en Filosofía

 

LO QUE HA DICHO EL PAPA SOBRE EL ORIGEN DE LA VIDA Y LA EVOLUCION

Hace unas semanas me abordó sin previo aviso una persona por la calle:

-Padre, dicen los periódicos que el Papa “aprobó la teoría de la evolución”, ¿es cierto eso?

He de confesar que yo aún no había leído el dichoso artículo. Dio la casualidad que no estuve en el país en esa semana en que apareció.

-¿Cómo es eso? -le dije-.

-Pues parecen decir que el Papa ya acepta que el hombre desciende del mono.

-¡Ajá!, así es que "parece que dice" -contesté. Déjame leer la fuente original y luego te explico lo que dice. ¿Y qué más recuerdas de lo que decía el periódico?, pregunté

-La noticia no decía mucho más. Pero ¿usted cree que sea cierto?.

-Pues verás, dudo de que sea "eso" exactamente lo que haya dicho el Papa. Quizá eso entendieron los periodistas o eso les dijeron sus jefes que publicaran. De todas maneras, ya que insistes te explicaré brevemente lo que ha enseñado en otras ocasiones la Iglesia Católica sobre el tema de la evolución.

Este sucedido me hizo caer en la cuenta una vez más de que los católicos de estos tiempos somos extremadamente influenciables por las agencias de noticias. Estamos, a veces, tan ávidos de noticias y de titulares atrevidos que roben nuestra atención, que pasamos por alto un contenido que pase de veinte líneas. Se tiene el prejuicio de que todo lo que requiera explicación es sospechoso de falsedad. Y si da la casualidad que la redacción del titular traiciona el contenido del texto, qué se puede esperar que le quede en la cabeza al incauto lector.

A los pocos días de aquella conversación, me encontré con otra persona con la misma duda. Después fue con otra, y luego llegó otra... y otra más. Todas con la misma perplejidad y el mismo error. En el fondo no se trataba más que la puesta en escena de un antiguo problema humano: la verdad entendida a medias es el peor de los errores. Una equivocada interpretación de la noticia llevaba a estas personas a ver contradicción donde nunca la ha habido.

Pues bien, revisé en el periódico semanal de La Ciudad del Vaticano (L’Osservatore Romano, N. 43, 25 de octubre de 1996), el discurso del Santo Padre. El mensaje estaba escrito con ocasión de la última sesión plenaria de la Académica Pontificia de las Ciencias. La reunión se celebró del 22 al 26 de octubre y estuvo dedicada a estudiar el tema «Los orígenes y la primera evolución de la vida». Un tema, escribe el Papa, que interesa vivamente a la Iglesia en cuanto que la Revelación contiene enseñanzas que se refieren a la naturaleza y origen del hombre creado a imagen y semejanza de Dios.

Juan Pablo II recordaba en esa oportunidad que no era la primera vez que el magisterio de la Iglesia abordaba este tema. Y citaba a este propósito la encíclica Humani generis (1950), en la que decía que la Iglesia no se oponía a la evolución «en cuanto busca el origen del cuerpo humano en una materia viva preexistente». Y señaló que ahora, casi cincuenta años después de aquella encíclica, «nuevos conocimientos conducen a no considerar ya la teoría de la evolución como una mera hipótesis».

El análisis que hace el Papa en esta ocasión tiene un presupuesto que conviene conocer, y que es el siguiente: el conocimiento que da la ciencia y aquel que da la fe no se contraponen. Evidentemente sus fuentes son distintas, pero, siendo Dios el origen de ambos conocimientos, no tiene sentido enfrentarlos entre sí, puesto que en El no hay contradicción: la verdad no puede contradecir a la verdad. Y si estos conocimientos en algo parecen contraponerse es sólo en apariencia. El tiempo y el desarrollo de las ciencias (esas que buscan con sinceridad la verdad) han puesto de manifiesto este hecho una y otra vez a lo largo de la historia.

-¿Entonces, qué puede sacar en claro el católico sobre la creación del hombre?

-Con respecto a la doctrina sobre la creación del hombre no hay ni habrá ningún cambio: La Iglesia ha dicho siempre que todas las cosas fueron creadas por Dios. Y que cada viviente que comienza a existir por generación a partir de otros de la misma especie, es criatura de Dios, porque Dios es la causa de su ser y la conserva en la existencia. Esto último no excluye necesariamente que unas criaturas hayan surgido por evolución de otras especies biológicas, si así lo decidió la Sabiduría divina: Todas serían igualmente creadas por Dios, que da el ser a cada criatura singular y las conserva con su Providencia.

La fe dice que siempre que viene a la existencia un ser espiritual, como es, por ejemplo, cada alma humana, es por una acción creadora de Dios, para cada caso. Pero respecto del cuerpo humano, la fe no niega, ni tampoco afirma, que pueda haberse dado una evolución y transformación a partir de animales inferiores al hombre, puesto que tiene su origen en una materia viva que existe antes que él. Ésta es una cuestión que ha de dilucidar la ciencia.

-¿Quiere decir eso que Dios pudo ir formando el cuerpo del hombre a partir de alguna especie de primate en evolución?

-Así es, pero según un proyecto diseñado por Él, y cuando alcanzó el grado de desarrollo requerido, pudo dotarlo de alma humana. La Iglesia no tiene inconveniente alguno en que un católico acepte esa teoría si le parece digna de crédito, o que la rechace si no le parece.

-¿Entonces, «acepta» el Papa la evolución en lo que refiere al cuerpo?

-El no ha dicho que «acepta», sino que es «compatible», que es algo muy distinto.

-Luego, ¿hay una legítima compatibilidad entre las enseñanzas de la Iglesia católica y la teoría de la evolución?

-Así es, hay compatibilidad en lo que se refiere a la materia, y nada más que a la materia. En cambio, la enseñanza de la Iglesia es incompatible con aquella doctrina sobre la evolución que propone un «evolucionismo materialista». Este evolucionismo intenta explicar la formación del mundo, de los fenómenos físicos y mentales e incluso espirituales, como surgidos de un proceso de desarrollo natural debido a causas puramente mecánicas y a leyes intrínsecas de la Naturaleza. En términos simples, el evolucionismo materialista considera al espíritu como un producto de la materia viva. Esto es contrario a la fe católica.

-¿Entonces un católico no tiene que creer al pie de la letra el relato de la creación que aparece en el Génesis?

-El relato que sobre este punto nos ofrece el Génesis es una lección religiosa, no una explicación científica sobre el origen del ser humano. No se puede hacer decir a la Biblia lo que no tiene intención de decir. El autor del Génesis no pretendía dar ni una clase de Astrofísica ni de Biología molecular. En ese texto de la Sagrada Escritura se ha de entender que todo el hombre, en cuerpo y alma, viene de Dios, depende de Dios y ha sido hecho por Dios «a su imagen y semejanza», para dominar la tierra y así servir a su Creador. Sin olvidar, claro está, que la Biblia ofrece una luz superior que ilumina los estudios sobre el hombre.

Vuelve a aplicarse en este tema aquello que los antiguos maestros solían repetir a sus alumnos: «Distinguir para entender», esta es la regla de la sabiduría.

-¿Y qué nos puede decir del hallazgo científico?

-Pues que la evolución no es ya una hipótesis, es una teoría, y los análisis del DNA nos dicen que el origen del «homo sapiens sapiens» se remonta a una cepa africana, de hace 150-200 mil años, que luego se difundió por Europa.

El análisis del DNA permite relacionar nuestros orígenes no sólo con los chimpancés sino con un ancestro bien diverso. Los objetos hechos por el "homo sapiens sapiens" nos dicen que tenía una cualidad sin duda desconocida entre los animales: el principio esencial del hombre, pensamiento y voluntad, espíritu. Por desgracia nunca se dice que Darwin, en las últimas páginas de su obra El origen de las especies, escribió: «Mantengo que en la evolución del hombre se verifique lo que observo en la naturaleza: Dios se sirve de las causas segundas para que sucedan determinados fenómenos». Y una causa segunda es la evolución.