Gentileza
de www.arvo.net para la
BIBLIOTECA CATÓLICA DIGITAL
Aprender a pensar
Por Antonio Orozco
Pensar, ponderar: pondus, peso, gravedad
"¡Aprended a reflexionar más y más, a pensar! Los estudios que hacéis
deben ser un momento privilegiado de aprendizaje para la vida del espíritu ¡Desenmascarad
los slogans, los falsos valores, los espejismos, los caminos sin salida!"
(JUAN PABLO II, en Mensaje a los jóvenes de Francia, 1-VI-1980)
¿Acaso los humanos no estamos pensando siempre? El
Papa parece indicar que no tanto como creemos. Pensar, ponderar, pondus.
"Pensar" sugiere algo de peso: gravedad, consistencia, seriedad, sólidez.
¿Qué es lo más grave que sucede hoy en día? Lo más grave que hoy sucede es
que no sucede el pensar. Julián Marías ha advertido que esta sociedad peca de
omisión en el pensamiento.
Esta crisis, aunque parcial, se manifiesta también en los hábitos del
ciudadano medio: pocos leen un artículo de periódico que desarrolle algún
tema de pensamiento; esto es frecuente incluso entre personas que tienen
enmarcado un título universitario.
LA VERDAD SUPLANTADA POR IDEOLOGIAS
El pensamiento acerca de la verdad de las cosas ha sido sustituido por ideologías
que hacen agua apenas nacen. De otra parte, lo que parece interesar mas en la
actualidad es no el pensamiento sino lo que alguien ha llamado con humor y
acierto, "sensamiento". Se presta mucha atención a lo que "se
siente", si se siente mucho o se siente poco, si lo siento o si no lo
siento. Es un modo de vivir sobre fundamentos inconsistentes e inestables; un
modo de discurrir un tanto irracional, porque procede de vacíos del alma y se
desarrolla en la epidermis de la existencia, o en los espacios etéreos de la
ficción o del formalismo verbal y la logomaquia.
No se piensa en lo que hay y en lo que son en el fondo las cosas. No se piensa
por ejemplo si esto o aquello es "medio" o "fin". Se
renuncia a proseguir aquella tarea emprendida con tanto entusiasmo cuando éramos
niños: averiguar hasta el œltimo porqué de las cosas. ¿No es cierto -como
escribió José María Albareda- que "hay algo en las cosas que las
convierte en cautivadora estancia del pensar"? Sin embargo, lo que dijo San
Anselmo, que "sólo unos pocos piensan en la verdad de las cosas",
parece ser una constante histórica.
Quizá suceda porque debemos "aprender a pensar" y no se enseña
suficientemente, cuando ambas cosas constituyen un importante deber. En frase de
Alejandro LLano, «pensar, enseñar a pensar, aprender a pensar, es la triple
obligación de la inteligencia». Se trata sin duda de una obligación
estrictamente moral, pues la razón es la facultad que Dios nos ha dado para
descubrir el bien y regir toda nuestra conducta.
¿Por qué a menudo hay miedo a pensar, miedo a la luz y a la libertad del
pensador auténtico? Quizá porque cualquier rayo de luz nos guía hacia el sol,
y no siempre el hombre se encuentra dispuesto a interesarse por la fuente de la
luz y de la vida que puede saciar su más profunda sed.
EN QUE CONSISTE PENSAR BIEN
«El pensar bien -dice Jaime Balmes, con acierto- consiste, o en conocer la
verdad, o en dirigir el entendimiento por el camino que conduce a ella. La
verdad es la realidad de las cosas...
«Si deseamos pensar bien, hemos de procurar conocer la verdad, es decir, la
realidad de las cosas. ¿De qué sirve discurrir con sutileza, o con profundidad
aparente, si el pensamiento no est conforme con la realidad?
«El buen pensador procura ver en los objetos todo lo que hay, pero no más de
lo que hay. Ciertos hombres tienen talento para ver mucho en todo; pero les cabe
la desgracia de ver todo lo que no hay, y nada de lo que hay. Una noticia, una
ocurrencia cualquiera, les suministran abundante materia para discurrir con
profusión, formando, como suele decirse, castillos en el aire. Estos suelen ser
grandes proyectistas y charlatanes.
"Otros adolecen del defecto contrario; ven bien, pero poco; el objeto no se
les ofrece sino por un lado; si este desaparece, ya no ven nada. Estos se
inclinan a ser sentenciosos y aferrados en sus temas. Se parecen a los que no
han salido nunca de su país: fuera del horizonte a que están acostumbrados, se
imaginan que no hay más mundo.
Un entendimiento claro, capaz y exacto, abarca el objeto entero; le mira por
todos sus lados, en todas sus relaciones con lo que le rodea. La conversación y
los escritos de esos hombres privilegiados se distinguen por su claridad,
precisión y exactitud. En cada palabra encontráis una idea, y esta idea veis
que corresponde a la realidad de las cosas. Os ilustran, os convencen, os dejan
plenamente satisfechos; decís con entero entendimiento: "sí, es verdad,
tiene razón". Para seguirlos en sus discursos no necesitáis esforzaros;
parece que andáis por un camino llano, y que el que habla sólo se ocupa de
haceros notar con oportunidad los objetos que encontráis a vuestro paso. Si
explican una materia difícil y abstrusa, también os ahorran mucho tiempo y
fatiga (...)
"Echase pues de ver que el arte de pensar bien no interesa solamente a los
filósofos, sino también a las gentes más sencillas. El entendimiento es un
don precioso que nos ha otorgado el Criador, es la luz que se nos ha dado para
guiarnos en nuestras acciones; y claro es que uno de los primeros cuidados que
debe ocupar al hombre es tener bien arreglada esta luz. Si ella falta nos
quedamos a oscuras, andamos a tientas; y por este motivo es necesario no dejarla
que se apague. No debemos tener el entendimiento en inacción con peligro de que
se ponga obtuso y estúpido; y por otra parte, cuando nos proponemos ejercitarle
y avivarle, conviene que su luz sea buena para que no nos deslumbre, bien
dirigida para que no nos extravíe"
Es obvio que una de las más importantes facetas de la educación -si no la que
más- es la del pensamiento, pues al intelecto toca regir la conducta humana
toda, llevarla a buen fin, a buen puerto, al Fin final que da sentido a todo el
existir.
Uno de los grandes males de nuestra sociedad es, precisamente, que vivimos
demasiado deprisa, y no tenemos tiempo de contemplar qué sucede a nuestro
alrededor. Los pensadores antiguos siempre insistían en que el comienzo de la
sabiduría es el asombro ante el mundo y lo que en él acontece; maravillarse y
preguntarse: ?cómo es posible que eso suceda?
Por ejemplo, en nuestro mundo siguen ocurriendo cosas poco humanas, y pasamos de
largo ante ellas, porque nos hemos acostumbrado, como si fueran normales, cuando
con frecuencia son perjudiciales y empobrecedoras. No nos hemos parado a pensar.
Una tarea importante de los padres y educadores es fomentar una actitud crítica
ante lo que se ha establecido como uso corriente en la sociedad.
SECUENCIA DE ACTUALIDAD: IDIVIDUALISMO, RELATIVISMO, PERMISIVISMO, CONFORMISMO.
Hablando con la gente, muchas veces la primera impresión que se obtiene es la
de que est poseída de una actitud "hipercrítica" ante los valores:
todos quedan en tela de juicio, relativizados o sentenciados para el baúl de
los recuerdos...
En estos asuntos se suele juzgar sin la disciplina mental, de la que, en cambio,
no se dispensa nadie que quiera realizar alguna labor científica. Se suelen
juzgar las cuestiones fundamentales de la existencia desde una postura muy
individualista: "yo no quiero depender de nadie en mis juicios; los demás
no tienen nada que aportarme". Ahora bien, esto es reducir la Humanidad a
una sucesión de Robinsones. Lo cual es absolutamente contrario a la evidencia
histórica. La verdad y el conocimiento se incrementan, la ciencia avanza, la técnica
progresa. Y si esto es posible, lo es porque esa verdad es comunicable, porque
hay verdad y valores firmes. El relativismo consiste, aproximadamente, en decir
que la verdad no es un "descubrimiento", sino una "fabricación"
del hombre. Se pretende que cada época histórica y cada persona se construya
su visión del mundo, su moral, sus valores, según criterios propios e
intransferibles: lo que es válido para mí no lo es para los demás. Y esto se
extiende a todos los terrenos, desde el comportamiento ético hasta las
creencias religiosas. Lo que ocurre es que el relativismo no soluciona los
problemas humanos; más bien los complica injustamente. Al romper todas las
dependencias, el hombre queda solo, tanto en la teoría como en la práctica.
Sobreviene el cansancio y la desorientación.
El relativismo desemboca en el permisivismo. Todo se tiene por moralmente
posible, bueno o indiferente. No admite que se pueda decir: "esto es
moralmente bueno y esto es malo". Ahora bien, el permisivismo se gasta.
Cuando se ha experimentado todo, sin ningún freno ético, sobreviene la
desorientación, el hastío, la experiencia de la frustración. Se quisiera
regresar al hogar, pero la vida transcurre en la sociedad urbana de modo tan
acelerado... ¡No hay tiempo para la reflexión!
Y sin embargo, pensar es necesario. Más que el navegar, más que el vivir...
Hay que no conformarse con explicaciones tópicas o convencionales. El lenguaje
tiene buena parte de la culpa. Cuando se lee poco y se piensa poco, se habla
mal, con escaso número de palabras. Si falta vocabulario, las explicaciones
resultan pobres; todo es "guay", "bestial", "oye, tío"...
Son modas o modos de hablar, pero pueden esconder un universo mental angosto,
reducido a cuatro adjetivos vacíos. Hay que enriquecer el lenguaje, hay que
fomentar el diálogo, el ejercicio mental de razonar, de defender una causa, de
tener argumentos para las propias decisiones, y no hacer sólo lo que hacen los
demás. La conversación, la tertulia, el "debate" sereno sobre un
tema de interés, son ejercicios que pueden realizarse de alguna manera en
familia, y fomentan el razonamiento, la capacidad racional del hombre.
Hay una cierta agresión contra esa capacidad de pensar: es la aceleración, la
prisa, el mundo audiovisual, las modas, la mala persuasión publicitaria... Todo
esto pone en peligro la facultad que tiene el hombre de regirse por su
pensamiento, que es su más alta capacidad, lo mejor que tiene, lo que nunca se
agota ni aburre: siempre se puede seguir pensando y descubrir nuevas verdades.
Antonio Orozco