Capítulo
IV La lógica del discurso humano |
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Por Santiago Fernández Burillo |
«Una mente toda lógica es como un cuchillo sin mango: hiere a quien lo empuña»(Rabindranath Tagore).
I. Qué es la Lógica
II. Lógica del concepto
III. Lógica del juicio o proposición
IV. Lógica del raciocinio o silogismo
V. Lógica material. Verdad y certeza
I. Qué es la
lógica
Definición
Se define la lógica como
«el arte directiva de la razón, por la que ésta procede
ordenadamente, con facilidad y sin error». Es, pues, un saber
práctico (arte), y sirve como instrumento para las demás
ciencias. Hay una lógica natural, espontánea, y una lógica
científica.
Lógica natural
La lógica
perfecciona el discurso. Mas hay diferentes tipos de discurso. No
siempre razonamos sobre asuntos ciertos y necesarios, a veces
discurrimos sobre cosas probables, o verosímiles. Algunos filósofos
quisieron hacer de la lógica un instrumento de certeza universal, un
método único. ¿Es eso posible? ¿Existe una sola lógica, o varias? La
respuesta correcta es matizada; por una parte, hay “una” lógica,
porque 2 por 2 son 4, aquí y en la luna, para nosotros y para un
extraterrestre –si lo hubiera–, y es así porque las leyes lógicas no
son convencionales, ni son reglas. Las convenciones se pueden
cambiar y las reglas tienen excepciones; en cambio, las leyes de la
razón (principios y silogismos) no pueden cambiar y no tienen
excepciones. Así pues, la lógica es una: entre ser racional y
no serlo no cabe término medio, como entre ser humano y no
serlo.
La tesis contraria a la unidad y perenne validez de
las leyes lógicas es el psicologismo. Considera la ley lógica
una mera regularidad, psicológica. Para el psicologismo sólo hay
hechos generalizados, no leyes inviolables. Es una modalidad del
positivismo. Según el célebre positivista británico del s. XIX,
John Stuart Mill (1806-1873) las leyes –incluido el principio
de no-contradicción– serían hábitos psicológicos. Sin embargo, la
verdad lógica posee validez con independencia de los hechos, como el
teorema de Pitágoras es verdad en sí mismo, con independencia de que
alguien piense en él, o del número de veces que lo haga. Otra
concepción positivista de la naturaleza de la verdad lógica es el
sociologismo, que ve los axiomas y leyes lógicas como
productos culturales y sociales. Según Lucien Lévy-Bruhl
(1857-1939), habría existido una mentalidad prelógica,
gobernada por la fantasía, la magia y la superstición, antes de que
se “inventara” la lógica. Resuena aquí la Ley de los tres
estados, de Augusto Comte, según la cual la humanidad fue
fantasiosa en su niñez, prerracional, mágica y religiosa. Pero
tampoco esta hipótesis es válida; si lo fuera, no se podría hablar
de lógica natural; la lógica tendría un origen alógico (y
casual). El uso lógico de la razón sería un “producto cultural”; un
artefacto sin artífice racional. Hay que decir, por el contrario,
que la racionalidad es natural, y tiene leyes que no cabe incumplir;
la mente sigue esas normas, aun sin conciencia de ellas.
La tesis de Lévy-Bruhl, es una forma de reducir lo superior a lo inferior. Según él, la mentalidad primitiva no usaba conceptos ni juicios lógicos, sino imágenes y sentimientos, por los que el individuo se identifica con el grupo (tótem). Sus estudios se basaron en informes llegados a Europa sobre magia y prácticas supersticiosas en sociedades primitivas. Ahora bien, la superstición es una anomalía, pero no sólo en las sociedades primitivas sino también en las avanzadas. En cuanto al mito, no es indicio de irracionalidad. Podría decirse que fue la "ciencia" del hombre antiguo, ya que refería la realidad a causas, valiéndose de narraciones y conceptos abstractos; al cabo, exponía un "por qué" de las cosas y en eso obedecía a la lógica espontánea.
La lógica científica
La lógica
científica presupone la natural. La razón reflexiona sobre sus
actos, observa la diferencia entre lo correcto y lo incorrecto,
investiga las leyes del discurso y las formula. Si la lógica natural
es espontánea; la reflexiva es arte, esto es, ciencia práctica. Como
ciencia, estudia las leyes que guían al razonamiento. Es una ciencia
práctica y normativa: no le interesa cómo piensa uno de
hecho, sino cómo debe pensar, de derecho, para llegar a
la verdad. En suma, la lógica descubre normas y leyes que obligan a
la razón; tal como las normas éticas señalan el bien, las lógicas
dirigen el discurso a la verdad.
Objeto y método
Para definir una ciencia se debe precisar su objeto y su método. El objeto se subdivide en: objeto material y objeto formal. El objeto material de la lógica son los actos de la razón. Su objeto formal es la corrección en esos actos. Por su parte, el método de una ciencia se corresponde siempre con su objeto formal, esto es, con aquel aspecto que considera en su “materia”. El de la lógica no es el de la psicología, ni el de la sociología, se trata de un método racional y reflexivo.
La distinción de objeto y método destaca dos aspectos inseparables. Llamaremos objeto a lo que se conoce, y método al acto con que lo conocemos. Lo que llegamos a conocer se corresponde con el acto de conocerlo (método). Ahora bien, los actos de conocer tienen diferentes niveles; por eso, la lógica sólo comprende una parte del método, a saber, el de la razón discursiva. Ella misma es controlada por actos de pensar más altos (no discursivos), como los principios y los hábitos intelectuales. (De ahí que se subordine a la metafísica y a la teoría del conocimiento). La lógica controla a las ciencias (es Organon o instrumento del saber) y ella misma es controlada por la metafísica. Este hecho responde al principio de subalternación de las ciencias, que explica cómo toda ciencia (subalternada) hace uso de principios que recibe de otra superior (subalternante). Siempre los principios fundan la ciencia, nunca al revés.
Partes de la Lógica formal
La lógica considera los métodos de razonar, esto es, de enlazar juicios para llegar a conclusiones, y los juicios constan de conceptos. Por eso, se comienza observando que hay reglas y leyes lógicas del concepto, del juicio y del raciocinio. Esto proporciona un criterio para estudiar ordenadamente la lógica formal: lógica del concepto, lógica del juicio y lógica del raciocinio o silogismo.
Panlogismo
Algunos
filósofos ha postulado que la razón, siguiendo un solo método, puede
llegar a conocerlo todo; eso supone que la realidad posea una
estructura idéntica a la lógica natural. Sólo así la lógica sería
única y lo explicaría todo; sería la ciencia por
excelencia. Esta posición se conoce con el nombre de panlogismo; su
ejemplo más conocido es la lógica o método dialéctico (Hegel y
Marx), que supone la identidad entre el espíritu y el proceso
material del mundo.
La primera sistematización de la lógica fue
obra de Aristóteles. La tradición agrupó sus libros bajo el nombre
de Organon, esto es, “instrumento” del saber. En los tiempos
modernos se sintió la necesidad de nuevo método, para la nueva
ciencia (Bacon, Descartes). La cuestión que se planteó es esta:
«¿existe una sola lógica?» Si la razón es una –dice Descartes–, el
método correcto será sólo uno. Así sería si los conceptos fueran de
un solo tipo y si la razón discursiva fuera el acto cognoscitivo
(método) más intenso; si no lo son, no es así. Ahora, el discurso es
a la inteligencia, como el arroyo a la fuente: allí donde el arroyo
discurre, el acto de la fuente está presente. Hay más luz en la
inteligencia que en el discurso.
«Santo Tomás de Aquino desenvuelve sobre este particular una doctrina admirable. Según el santo doctor, el discurrir es señal de poco alcance del entendimiento; es una facultad que se nos ha concedido para suplir a nuestra debilidad, y así es que los ángeles entienden, mas no discurren. Cuanto más elevada es una inteligencia, menos ideas tiene, porque encierra en pocas lo que las más limitadas tienen distribuidas en muchas. Así, los ángeles de más alta categoría entienden por medio de pocas ideas; el número se va reduciendo a medida que las inteligencias criadas se van acercando al Criador, el cual, como ser infinito e inteligencia infinita, todo lo ve en una sola idea, única, simplicísima, pero infinita: su misma esencia. ¡Cuán sublime teoría! Ella sola vale un libro; ella prueba un profundo conocimiento de los secretos del espíritu; ella nos sugiere innumerables aplicaciones con respecto al entendimiento del hombre.
«En efecto; los genios superiores no se distinguen por la mucha abundancia de las ideas, sino en que están en posesión de algunas capitales, anchurosas, donde hacen caber al mundo. El ave rastrera se fatiga revoloteando y recorre mucho terreno y no sale de la angostura y sinuosidad de los valles; el águila remonta su majestuoso vuelo, posa en la cumbre de los Alpes, y desde allí contempla las montañas, los valles, la corriente de los ríos, (...).
«En todas las cuestiones hay un punto de vista principal dominante; en él se coloca el genio. Allí tiene la clave, desde allí lo domina todo. Si al común de los hombres no les es posible situarse de golpe en el mismo lugar, al menos deben procurar llegar a él a fuerza de trabajo, no dudando que con esto se ahorrarán muchísimo tiempo y alcanzarán los resultados más ventajosos. Si bien se observa, toda cuestión y hasta toda ciencia tiene uno o pocos puntos capitales a los que se refiere los demás. En situándose en ellos, todo se presenta sencillo y llano; de otra suerte, no se ven más que detalles y nunca el conjunto. El entendimiento humano, ya de suyo tan débil, ha menester que se le muestren los objetos tan simplificados como sea dable; y, por lo mismo, es de la mayor importancia desembarazarlos de follaje inútil, (...)». (Jaime Balmes, El Criterio, cap. XVI, § 7)
II. Lógica
del concepto
El concepto y el
término
Concepto es el acto con el que la mente
aprehende un tipo de ser, sin afirmar ni negar nada. Así: "guerra",
"algo". El juicio, en cambio, une conceptos: "la guerra es cruel" o
"aquí hay algo". El concepto se llama: simple aprehensión,
porque capta sin juzgar; se llama concepto, porque la mente
lo forma dentro de sí; y se llama idea (del gr.
eideo-în, ver), porque es aquello que el intelecto ha visto;
también se lo llama noción, porque es un acto del
noûs, o mente. Más profunda es la expresión «palabra
interior» (verbum cordis, verbum mentis), ya que el concepto
es formado por la mente, en su interior, y exteriorizado en la
palabra oral o escrita. Término es la expresión lingüística
de un concepto La lógica estudia el concepto «en» los términos.
La significación
Es la razón de ser del
lenguaje. Pensar y hablar es referirse a cosas. La ley básica de la
teoría del signo (semiótica) es que las palabras son
signos artificiales de los conceptos, y los conceptos
signos naturales de las cosas. En resumen: "Las palabras
significan conceptos, los conceptos son signos de las cosas".
El signo es "medio", en el mismo sentido que el aire es el medio de la audición, o la luz el de la visión. El hecho de que el pensamiento se valga de signos muestra que no es inmediato, sino mediato. A la inversa, los conocimientos o verdades inmediatas son inefables, ninguna palabra o discurso los puede agotar.
Las palabras "aprehensión", "idea",
"concepto" y "noción" son comunes en la terminología clásica. El
concepto también se llama “intención” (del lat. tendere-in,
tender o apuntar hacia) porque es el acto mediante el cual la mente
«tiende» o «se refiere a» el objeto real. Se distingue el concepto
directo del concepto reflejo, como «primera» y «segunda intención».
Así, el entendimiento capta qué es "flor" (primera intención);
conocido el objeto, la mente considera en él su universalidad, por
ejemplo, (segunda intención). La segunda intención es un concepto
del concepto, un concepto reflejo.
Evidentemente, la lógica
científica estudia "segundas intenciones", pues forma conceptos de
los conceptos.
Por otra parte, toda idea significa algo, ya sea
existente (los Pirineos), meramente posible (montaña de oro), una
negación o privación (ceguera) o incluso un imposible (círculo
cuadrado). Se ve, pues, que el “objeto” es distinto del “acto” que
lo entiende o aprehende. El acto de entender es real, aunque su
objeto o contenido sea ideal, ficticio o quimérico. Para
distinguirlos, se llama concepto objetivo al signo mental u
“objeto”; y concepto formal al “acto” que lo forma y
entiende.
Comprehensión y extensión de un
concepto
Toda idea incluye notas. La totalidad de las
notas, es su comprehensión. El conjunto de individuos a los
que conviene la idea es su extensión. Así, por ejemplo, las
notas constitutivas del concepto "reloj" son: "artefacto", "medida"
y "tiempo", supuesto que definamos el reloj como: “artefacto para
medir el tiempo”. La extensión, en cambio, es el conjunto de cosas
que cumplen la definición. La de "reloj" incluye: relojes de sol, de
arena, mecánicos, electrónicos, de pulsera, de pared, de campanario,
etc. A su vez, cada uno de estos conjuntos contiene un número de
individuos indeterminado.
Regla: la extensión está en
proporción inversa a la comprehensión, a más comprehensión, menos
extensión. Así, la idea pierde extensión cuando más notas la
integran: reloj de pulsera y de tal marca, etc. A la inversa, si
pierde notas y la comprehensión se empobrece, la cantidad de
singulares a los que conviene se hace cada vez mayor; por ejemplo,
hay más artefactos para medir, que relojes.
Nota de una idea es todo lo que se puede decir con verdad del objeto. Ahora bien, no todas las notas que pertenecen a la cosa son conocidas; esto explica que nuestro saber siempre pueda incrementarse o progresar. Por eso, tanto si un ente es natural como si es artificial, su definición "real" incluye un número de notas que escapa a nuestro saber. Es otra manera de recordar que nuestro saber, aun siendo real, es limitado. En referencia a la comprehensión plena, o a la definición perfecta, se dice que no comprendemos nada, aunque sepamos muchas verdades. La esencia de las cosas nos es desconocida, escribe Santo Tomás de Aquino, que no era escéptico.
Equivocidad,
univocidad y analogía de los términos
Las ideas son
unívocas o análogas; pero las palabras pueden ser también equívocas.
Por tanto, el termino puede ser:
1) Unívoco, es el que se dice siempre con el mismo sentido: hombre, caballo.
2) Equívoco, se dice igual de cosas distintas como: León, nombre propio, y león, nombre común.
3) Análogo, se aplica a cosas distintas, iguales en algo; el sentido es en parte igual y en parte distinto, como cuando se dice un hombre sano y un alimento sano.
Las ideas
trascendentales
Trascendentales son nociones
universalísimas cuya extensión es máxima porque abarcan todo lo que
existe, dejando fuera sólo la nada. Se llaman también análogas,
porque no se dicen igual de todas las cosas. Por ejemplo ser,
se atribuye a todo, pero no es igual el árbol, que el caballo
o el hombre; ni es igual lo material que lo espiritual, lo finito y
lo infinito.
Son transcendentales el ser (ente), la verdad, la
bondad y la belleza; son atributos que se dicen de toda cosa, según
una escala o gradación de perfección; expresan atributos del ente,
en cuanto ente, esto es, se pueden atribuir (con verdad) a cualquier
cosa por el hecho de ser. Se llaman "transcendentales" (del lat.
trans-scando, ir más allá subiendo), porque superan en
extensión a todos los universales (géneros y especies), pero no se
deben pensar como separados, externos a los géneros y especies. Al
contrario: todas las ideas son interiores a los transcendentales;
éstos no sólo tienen la mayor extensión, sino también la mayor
comprehensión, y comprenden todas las realidades determinadas. La
regla anterior no se cumple, porque los trascendentales no son,
propiamente, conceptos u «objetos», aunque solemos tratarlos como si
lo fueran. Así, por ejemplo, la piedra, el árbol, la estrella, el
número abstracto, la virtud, etc., son conceptos objetivos,
significan “algo real”, por tanto el concepto de ente –lo primum
cognitum– está incluido dentro de cada uno de ellos, aunque
ninguno agote la riqueza de "ser". El realismo afirma la primacía
del ser, en la realidad (primum ontologicum) y en el
conocimiento (primum cognitum).
Los
universales
El concepto es universal. Lo universal
es algo uno que se dice de muchos; de muchos singulares, con
un mismo significado. No admite grados. Por ejemplo, el concepto de
"hombre" se dice de todos en el mismo sentido: no es posible ser más
o menos humano, se es o no, en absoluto. Aquí no hay término medio,
ni gradación. La lógica formal trabaja con términos unívocos, no con
análogos ni trascendentales; eso limita su aplicación a las ciencias
y las matemáticas. El saber metafísico, en cambio, no tiene por
método la lógica formal, sino la «dialéctica» (Platón, Hegel) o
«analogía» (Aristóteles, Tomás de Aquino). Así volvemos a ver que la
lógica formal es un método para saber, pero no único; el intento de
reducir los saberes a un solo método (la lógica formal, la
matemática, etc.) reduce el alcance del pensamiento y constituye el
reduccionismo cientifista.
El problema de los
universales
Los conceptos son universales, las cosas son
singulares; lo universal es único e ideal, lo singular múltiple y
sensible. Sin embargo, los conceptos universales significan seres
singulares, eso es parte del misterio del conocimiento. ¿Qué son
esos "universales"? ¿Dónde se encuentran, qué realidad tienen? En la
historia se han propuesto tres grandes modelos de respuesta para
esas preguntas:
a) Realismo exagerado, o hiperrealismo. Según Platón, la idea es idéntica, invariable, eterna e inmaterial. Las cosas sensibles lo contrario: materiales, temporales, cambiantes y caducas. De donde Platón concluye que el ser ideal es más real que el ser singular.
b) Nominalismo. Solo existen entes singulares. Los términos e ideas universales son "ficciones", artificios lingüísticos para sustituir una multitud de singulares por un nombre (lat. nomen). El intelecto no conoce cosas, sino nombres: no la rosa, sino el nombre de la rosa: Stat pristina rosa solo nomine; nomina nuda tenemus (G. de Ockham).
c) Realismo moderado. Es la posición de Aristóteles. La idea existe en la cosa, como forma de una materia; el pensamiento (noûs) la abstrae o separa formándola dentro de sí como concepto. Tomás de Aquino completa esta teoría distinguiendo: universal in re, post rem y ante rem.
Según Platón, las ideas constituyen un
mundo separado y perfecto, a cuya imitación se hace este mundo
sensible; el "mundo de las ideas" es una región eterna y divina.
Según Aristóteles, en cambio, las ideas sólo son ideales en la
mente, en la materia son formas, esto es, principios reales de las
cosas; éstas constan de materia y forma (hylemorfismo), por la
materia son singulares y por la forma tienen ser y son inteligibles.
Finalmente, Tomás de Aquino reúne la concepción de Platón y la de
Aristóteles mediante la noción de creación. La idea es distinta
según esté en la mente del Creador (ante rem), en la criatura
(in re), o en la mente humana (post
rem).
Las categorías o
predicamentos
Aristóteles redujo todas las ideas
universales a diez tipos, denominados categorías (gr.
kategoreo, enunciar, afirmar), o predicamentos (lat.
praedico). Elaboró así una lista de los predicados que cabe
atribuir a un sujeto: sustancia, cantidad, cualidad, relación,
acción, pasión, dónde, cuándo, situación y hábito.
La lista de las categorías recoge formas lógicas, es decir, formas humanas de pensar y de hablar, pero también formas reales de ser; son los diez "géneros supremos", esto es, las diez maneras en que se dice el ser, en el orden del ente finito.
La complejidad de esa lista
se reduce a una distinción básica: substancia y accidente. El ente
será "en sí" (sub-stantia, sujeto), o "en otro"
(accidens, atributo). El ser fundamental es la sustancia,
porque la realidad del accidente consiste en "ser en" la sustancia;
de ahí que el accidente, más que un ser, es el ser de un ser (ens
entis).
Los predicables
Los universales,
considerados sólo en su dimensión lógica, se llaman predicables:
algo uno que se dice de muchos; pero este "decirse" es
diferente según que el concepto exprese la esencia o no, o según la
exprese de manera completa o incompleta. La clasificación de los
predicables se encuentra en la Introducción al libro
Categorías, de Aristóteles, que escribió el filósofo
neoplatónico Porfirio (233-305). Mediante la articulación de
los predicables, se logra un "árbol" que va de lo más indeterminado
(genérico) a lo más determinado y concreto (singular), se copia así
la estructura de la realidad, en el "espacio lógico".
He aquí
el llamado árbol de Porfirio:
Género Supremo: Sustancia
Dif. Genérica: material / inmaterial
Gen. Subalterno Sustancia Corpórea
Dif. Genérica: animada / inanimada
Gen. Subalterno: Viviente
Dif. Genérica: sensitivo / insensible
Gen. Próximo: Animal
Dif. Específica: racional / irracional
Especie: Hombre / Pedro, Juan, Pablo...etc.
Son cinco los predicables, según
Porfirio, a saber: la especie, el género, la diferencia, el propio y
el accidente.
1. Especie es el concepto que se predica de los singulares expresando la esencia completa. Si decimos de Sócrates que es "hombre", expresamos la esencia completa de Sócrates. "Esencia" significa, en sentido lógico, lo que responde a la pregunta: "¿qué es"? (quid est?), de ahí el nombre latino quidditas. La especie expresa la quidditas o esencia, y sus inferiores son individuos singulares, diferentes solo numéricamente.
2. Género es el concepto que se predica de muchos singulares, expresando parte de su esencia, a saber, la parte común a otras especies y, por eso, indeterminada. Si decimos que Sócrates es "animal" expresamos una parte de su esencia, común con muchas especies.
3. Diferencia es el concepto que expresa la parte determinante, esto es, la que no es común a otras especies, sino diferencial; así, por ejemplo, el hombre es "racional".
4. Propio o propiedad, no expresa la esencia, pero sí algo que emana de ella o la acompaña siempre. Si decimos de Sócrates que "ríe" o "habla", le atribuimos propiedades exclusivas de la especie humana. Las propiedades son los conceptos que suelen usar las ciencias para definir; por ejemplo, distinguimos los cuerpos por la forma cristalina, peso, dureza, afinidades químicas, conductivas, etc.
5. Accidente se predica como algo contingente, externo a la esencia. Si decimos de Sócrates que "está sentado" o "es blanco", le atribuimos algo cuya presencia o ausencia no hará que Sócrates sea humano, ni deje de serlo.
Si miramos ahora el
árbol de Porfirio, vemos mejor cómo hay que leerlo:
–Las ideas universales unívocas se ordenan según géneros y especies.
–La idea que contiene a otras ideas se llama género, respecto de aquellas.
–La idea que contiene solo individuos se llama especie.
–La diferencia específica aporta la distinción entre especies diversas.
–Hay un orden jerárquico entre las ideas universales.
–El género supremo de los universales es la sustancia material o compuesta.
–La escala jerárquica de los universales expresa la jerarquía de los existentes.
Oposición de ideas
Son
“opuestos” los predicados que no pueden estar en el mismo sujeto
bajo el mismo punto de vista, como: cuerpo y espíritu, frío y
caliente, etc. La oposición de ideas sigue ciertas leyes; así,
conocido un opuesto, se conoce el otro. Según Aristóteles hay cuatro
especies de oposición:
a) Contradictorias. Las ideas son opuestas como el ser y su simple negación: ser-nada; blanco-no-blanco. No hay un punto medio.
b) Contrarias. Pertenecen al mismo género pero distan hasta el máximo: blanco-negro; bello-feo. Pueden tener un punto medio: entre avaricia y prodigalidad, moderada liberalidad.
c) Privaciones. Se oponen como una perfección y su ausencia, la ceguera es privación de la vista.
d) Relativas. Ideas opuestas de modo que una no puede ser sin la otra como padre e hijo, hombre y mujer, etc.
La definición
Definir es determinar
la comprehensión de un concepto (la extensión depende de la
comprensión). La definición es un término complejo que expresa
qué es la cosa. A menudo debemos contentarnos con definir el
nombre, o las propiedades de la cosa; definir el ser es muy difícil,
conocemos el ser real de las cosas con enormes limitaciones. De ahí
los tipos de definición:
1. Definición nominal. No
define la cosa, sino la palabra. Puede ser etimológica o
sinonímica; es un primer paso en la aproximación a lo
real.
2. Definición real perfecta o "esencial":
declara la cosa por los predicados que constituyen su especie, a
saber: género próximo y diferencia específica. Raramente obtenemos
definiciones esenciales, y recorremos a definiciones
imperfectas.
3. Definición real imperfecta o
"descriptiva". Declara la cosa por notas reales, pero no esenciales.
Tiene diversas formas: la definición propia define la cosa
por propiedades que no constituyen la esencia, pero derivan de ella:
"El hombre es capaz de reír". La definición accidental define
una cosa por la colección de accidentes que bastan para
diferenciarla de otras. La definición genética explica una
cosa por la manera propia como se hace: "circunferencia es la figura
que resulta de una revolución de una línea entorno de un punto
inmóvil".
Reglas. La definición esencial no necesita
reglas: se determina por el género próximo y la diferencia
específica, o no hay definición. Las demás se regulan por los
siguientes criterios:
1. que la definición no contenga lo definido.
2. que sea más clara que lo definido.
3. que convenga a todo lo definido y sólo a ello.
4. que no sea negativa.
5. que sea breve.
La división
La definición une;
la división separa notas, analiza para llegar a un concepto más
claro. División es la distribución de un todo en sus partes.
En toda división se encuentra: 1) el todo dividido; 2) las
partes o miembros de la división; y 3) el fundamento o
criterio que sirve para dividir. El todo es divisible. Hay que
distinguir el todo lógico y el todo real. La división
real o partición es la distribución de una cosa compuesta en sus
partes; así, un árbol en: tronco, ramas, raíces. Si algún miembro se
divide otra vez, tenemos una subdivisión, y una serie
ordenada de divisiones y subdivisiones es una clasificación.
Cuando una clasificación es completa se llama sistema. La
división más rigurosa es la dicotomía, porque se basa en la
contradicción, que no admite término medio.
III.
Lógica del juicio o proposición
El juicio y la
proposición. La verdad
El juicio es la afirmación de la
conveniencia o discordancia entre dos conceptos. Es un acto
del intelecto que une o separa. Los elementos constitutivos del
juicio son tres: sujeto (S), predicado (P), y
cópula, afirmativa o negativa, expresada por el verbo
ser (es, no es). Aunque el juicio consta de elementos, el
acto de juzgar es simple, indivisible.
Como el concepto no
existe sin juicio, nos podemos preguntar si en toda concepción no
hay –al menos sobreentendido– un juicio de existencia o
inexistencia. A su vez, la existencia admite diversos sentidos. Si
digo "quimera" expreso algo que existe, como nombre, en la fantasía.
Una cosa puede existir como realidad natural o artificial, como idea
o forma mental y, en fin, sólo de nombre.
La expresión
lingüística del juicio se llama proposición. La lógica
estudia proposiciones, no juicios; el juicio es un acto interno, la
proposición su expresión externa.
La principal propiedad del
juicio es la verdad (o falsedad). Un juicio es verdadero cuando une
en el pensamiento lo que está unido en la realidad de las cosas, o
cuando separa en el pensamiento aquel sujeto y predicado que están
separados en la realidad. Por eso, definimos la verdad lógica como
adecuación del intelecto y la cosa (Sto. Tomás de
Aquino).
Clasificación de los juicios y
proposiciones
La forma del juicio es la cópula, la
materia el sujeto (S) y el predicado (P). Las preposiciones
(S y P enlazados por la cópula) se diferencian:
–por la cualidad: afirmativas y negativas; absolutas y modales.
–por la cantidad: singulares, particulares y universales.
–por la unidad: simple (categóricas) y complejas (hipotéticas).
Las proposiciones se llaman
afirmativas o negativas, según que la cúpula sea "es" o "no
es".
En las afirmativas el predicado (P) se toma en parte de su
extensión, y en las negativas en toda; (excepto en definiciones y
proposiciones singulares).
La cualidad determina la extensión del
predicado; esto da lugar a dos leyes: en una proposición
afirmativa el predicado es particular; y, en una negativa, el
predicado es universal. Explicación: la proposición afirmativa
introduce el S dentro de la extensión de P. "Este hombre es blanco"
no significa que él solo sea todo lo blanco, sino que es un miembro
del conjunto de los blancos. Al contrario, la proposición negativa
excluye al S de la extensión de P, nada de S está dentro de la
extensión de P, ésta se considera toda entera.
Singulares,
universales, particulares, según que el sujeto (S) sea un
individuo, todos los de un género, o una parte de estos: "Cesar
venció a Pompeyo"; "todos los círculos son redondos"; "algunas
hipótesis son probables".
Modales: además de afirmar o
negar enuncian el modo como el predicado (P) conviene (o no)
al sujeto (S). El modo afecta a la cópula. Hay cuatro modos:
posible y necesario (contingente e imposible).
Posible: S "puede ser" P. Contingente: la cópula declara posible "no
ser". Imposible: la cópula declara que P "no puede"
ser.
Proposición categórica es aquella que atribuye
simplemente un predicado a un sujeto; es simple. La proposición
hipotética enlaza preposiciones categóricas (por tanto, es
compuesta). Las proposiciones hipotéticas pueden ser: condicionales,
copulativas o disyuntivas:
–Condicional, afirma bajo condición: "Si llueve, el suelo se moja". Consta de dos partes, un antecedente que pone la condición y un consecuente o condicionado. La proposición condicional afirma o niega el nexo entre condición y condicionado. Solamente son válidas dos conclusiones: Si la condición A es verdad, lo es también el condicionado B. Si B no lo es, tampoco A. Pero no se puede concluir que si A no es, tampoco B, excepto en la condición sine qua non.
–Disyuntiva une enunciados con la particular "o", y no pueden ser a la vez verdaderas ni falsas. De hecho afirman dos cosas: que los miembros no pueden ser verdad a la vez y que al menos uno es verdad: "suyo o no suyo". Los miembros han de ser opuestos y la división entre los miembros debe ser completa: "o es rico o es infeliz" es falsa, porque no hay oposición ni disyunción completa ("o el pobre es feliz").
IV. Lógica del raciocinio o
silogismo
El raciocinio
El raciocinio es la
operación mediante la que el intelecto, a partir de dos o más
juicios conocidos como verdaderos, conoce la verdad de otro juicio.
El raciocinio o discurso es un movimiento: va de lo desconocido a lo
conocido, o de lo implícito a lo explícito. Aristóteles usa
el nombre "silogismo" en un sentido tan amplio que abarca toda clase
de razonamientos. Lo define así: "silogismo es un discurso
(logos) en que, por el hecho de poner unos datos, resulta
necesariamente uno distinto de los puestos anteriormente, por el
hecho de haber sido puestos" (Primeros Analíticos, I, 1,
24b).
Las proposiciones de que se parte se llaman
antecedente o premisas. La proposición que deriva de
ellas es el consecuente o la conclusión. Esta es la
materia del razonamiento o silogismo.
El silogismo no
consiste en el hecho de establecer –o "poner"– las premisas y la
conclusión; sino en vincularlas. La forma del
razonamiento es el vínculo, la dependencia necesaria del consecuente
respecto al antecedente. Este vínculo se denomina
consecuencia.
No se debe confundir el consecuente, que es materia del razonamiento, con la consecuencia, que es la forma, el mismo razonamiento. Sólo si hay consecuencia hay silogismo.
La lógica formal tiene por objetivo la consecuencia (o "inferencia", lat. illatio), su finalidad es formular reglas que garanticen la exactitud de la consecuencia, incluso prescindiendo de la verdad o falsedad del antecedente y del consecuente. La consecuencia puede ser correcta (= "verdad formal"), aunque no sea verdad el consecuente. La lógica material se ocupa de la verdad de las proposiciones, la formal sólo considera la corrección de las consecuencias o inferencias.
Leyes de la argumentación
Si la
consecuencia no es correcta, no hay razonamiento, sino una serie de
proposiciones. El consecuente puede ser verdadero, aunque la
consecuencia sea incorrecta, en sentido "material"; pero no es
consecuente si no deriva necesariamente del antecedente. Si una
proposición es verdadera, pero no deriva ni depende de las premisas,
es verdad por su materia (ratione materiae), pero no en
virtud de la forma (vi formae), porque no hay forma.
Las
leyes que regulan la argumentación suponen que hay consecuencia
correcta. Son estas:
1. Si el antecedente es verdadero, el consecuente es verdadero.
2. Si el consecuente es falso, el antecedente es falso.
3. Si el antecedente es falso, el consecuente puede ser falso o verdadero.
4. Si el consecuente es verdadero, el antecedente puede ser verdadero o falso.
Las cuatro
leyes se reducen a la 1ª y a la 3ª, su fórmula tradicional dice:
ex vero non sequitur nisi verum, ex absurdo sequitur
quodlibet. De una verdad solo se sigue verdad; de lo falso se
sigue cualquier cosa.
Estas leyes tienen rango de
principios de la lógica. Son evidentes, no susceptibles de
demostración. Lo más que cabe hacer es comentarlas, para subrayar su
evidencia. ¿Por qué de lo verdadero sólo se sigue lo verdadero?
Podríamos decir también que el consecuente estaba contenido en el
antecedente. La consecuencia explicita lo que estaba implícito.
Aristóteles presenta la regla como aplicación del principio de
no-contradicción. Si, por hipótesis, el antecedente es verdad, el
consecuente es verdad y la consecuencia es correcta. Si B es falso,
entonces A es y no es (verdad).
¿Pero por qué de lo falso
puede seguirse lo verdadero? En virtud de esa ley, cabría esperar
que de lo falso sólo se siguiera falsedad. Es imposible que lo falso
genere lo verdadero. De todos modos, un antecedente falso puede
comportar un consecuente verdadero, de hecho, aunque no por la razón
dada. El ejemplo que pone Aristóteles es un silogismo; el
antecedente consta de dos proposiciones falsas; la consecuencia es
correcta, porque el silogismo está bien construido. La conclusión
resulta verdadera: "Toda piedra es animal. Ahora bien, todo hombre
es piedra. Por lo tanto, todo hombre es animal".
La conclusión
resulta necesariamente de las premisas. Pero su verdad no proviene
de ellas. Por el hecho de derivar las premisas, un consecuente
verdadero resulta por accidente de un antecedente falso. La
posibilidad de tales "accidentes" sólo escandaliza a quien olvida
que la lógica formal no es autosuficiente.
Las
argumentaciones: inducción y deducción
Las dos formas
principales de la argumentación son la inducción y la deducción.
Aristóteles distingue silogismo e inducción como dos caminos
(métodos) diferentes en la búsqueda de la verdad: "todo
aquello que nosotros aprendemos procede o bien del silogismo, o de
la inducción" (Prim. Anal., II, 23). "Sólo aprendemos por
inducción o por demostración". Silogismo es sinónimo de
deducción; se divide en silogismo categórico y silogismo
hipotético, según que la premisa mayor sea una proposición
categórica o hipotética.
Para definir estos dos movimientos
de la razón discursiva no basta con decir que van en sentido
inverso. Tampoco es exacto que la deducción descienda de lo general
a lo particular, mientras la inducción ascendería de lo particular a
lo universal. La inducción no es tanto el tránsito de lo
particular (o especial) a lo general, cuanto el paso de lo sensible
a lo inteligible (universal); el rango de este universal, en el
árbol de Porfirio, es indiferente. A su vez, la deducción suele ir
de lo general a lo especial, pero no es su oficio. De 14 modos de
silogismo válidos sólo 4 tienen una conclusión tan universal como
las premisas.
La inducción pasa de lo sensible a lo
inteligible (aunque después pueda transitar también de lo menos
a lo más universal); la deducción se mueve esencialmente en
el nivel de lo inteligible (aunque descienda a lo singular). La
lógica presupone aquí dos hechos psicológicos: 1) los sentidos
perciben objetos singulares, 2) el intelecto piensa mediante
conceptos universales.
La diferencia esencial entre
inducción y deducción consiste en que la primera procede a partir de
singulares, mientras que la deducción procede a partir de
universales. El consecuente, en cambio, es en ambos casos un
universal.
La inducción plantea el problema de saber si debe
fundarse en una enumeración completa de los datos, o si basta con
una enumeración incompleta. En todo caso, no son dos tipos de
inducción.
La teoría del silogismo
Se la
considera un mérito de Aristóteles, que inventó las leyes del
silogismo y las formuló con perfección. Esta aportación ha marcado
el camino de la mentalidad occidental, siempre deseosa de rigor
lógico (tanto como de profundidad o
claridad).
Valoraciones
El sistema del
silogismo es admirable por su exactitud. Los medievales lo
integraron en el sistema educativo, como instrumento para formar en
el rigor argumentativo.
En el Renacimiento empieza a
ser cuestionada su validez. Las teorías experimentales insisten en
la prioridad de la intuición (observación, inducción), pues sin ella
no obtenemos noticias. A su lado, la argumentación deductiva parece
estéril. Es el pensamiento de Francis Bacon (1561-1626), que
se propuso redactar un Novum Organum, una lógica
inductiva.
También R. Descartes (1596-1650) negó el
valor del silogismo: "Me di cuenta que, por lo que respecta a la
lógica, sus silogismos y la mayor parte de las demás instrucciones
servían más para explicar a otro las cosas que ya se saben, o
incluso, como en el caso del arte de Lulio, para hablar sin sentido
de las que se ignoran, que para aprenderlas" (Discurso del
método, II).
El pensamiento racionalista valora
sobre todo la verdad formal, por eso considera la teoría del
silogismo sencillamente perfecta. Leibniz la considera la
primera forma lograda de discurso infalible: "Sostengo que la
invención de la forma silogística es una de las más esplendorosas
del espíritu humano y más dignas de estima. Es una especie de
matemática universal cuya importancia no está suficientemente
conocida, e incluso podemos decir que incluye un arte de
infalibilidad, a condición de saber y poderla usar. En algunas
ocasiones, yo mismo he experimentado, al disputar incluso por
escrito con personas de buena fe, que únicamente nos hemos entendido
cuando hemos argumentado correctamente desembrollando un caos de
razonamientos". (Leibniz, Nouveaux Essais, IV, 17,
4)
Como Lulio, Leibniz anhela un Arte universal
de diálogo que permita alcanzar acuerdos siempre; y formula así su
deseo: que teólogos y filósofos dejen de discutir, ante las
dificultades, y se digan: Sedeamus et calculemus!
("Sentémonos y calculemos"). Gottfried W. Leibniz (1646-1716)
halló la conexión entre el silogismo y el cálculo mediante diagramas
que representan sólo la extensión de los términos propuestos,
asimilados así a magnitudes.
I. Kant no oculta su
admiración hacia el mecanismo lógico de Aristóteles, la lógica nació
adulta de su cabeza, como Afrodita del pensamiento de
Zeus.
J. Balmes ha sintetizado estas valoraciones
diversas: el silogismo es útil para educar en la exactitud, es
estéril para aportar novedades: "Es un error imaginarse que los
grandes pensamientos filosóficos son hijos del discurso; este, bien
utilizado, sirve algo para enseñar; pero poco para inventar. Casi
todo lo que el mundo admira de más feliz, de grande y sorprendente
se debe a la inspiración, a esa luz instantánea que brilla de
repente en el entendimiento del hombre, sin que él mismo sepa de
dónde le viene" (El Criterio, cap. 16 § I. Cf. capítulo
15)
El silogismo categórico
Es una
argumentación en la que, de un antecedente que compara dos
términos con un tercero, se deduce necesariamente un consecuente que
une o separa los dos primeros términos.
En
lugar de unir se podría decir identificar, ya que las
proposiciones siguen el esquema: S es P. Pero no se trata de una
identificación total (como en la definición esencial), sino
parcial.
Los dos términos comparados se llaman
extremos; el que sirve de comparación medio, se llama
así porque aproxima los extremos entre sí. Los términos son la
materia remota del silogismo. La materia próxima son las
proposiciones: premisas y conclusión. Las premisas unen los extremos
a través del medio; hay, pues, dos premisas; y la conclusión une los
extremos, luego nunca contiene el medio.
Como en una
proposición suele tener mayor extensión el predicado que el sujeto,
se llama término mayor (T) al predicado de la conclusión y término
menor (t) a su sujeto. El término medio (M) suele tener una
extensión intermedia entre la extensión de los extremos. En cuanto a
las premisas, se llama mayor a la que contiene el término mayor, y
menor la que contiene el término menor. La mayor siempre antecede a
la menor.
El esquema del silogismo se lee: M es T; pero t es
M; luego t es T. Aristóteles lo formula con proposiciones
condicionales: Si A se predica de todo B, y B de todo C,
necesariamente A se predica de todo C. Igualmente, si A no se afirma
de nada de B, y B es afirmado de todo C, se deduce que A no
pertenece a nada de C (Primeros Analíticos, I, 4). Les
escuelas medievales limitaron al artefacto silogístico a la fórmula
categórica.
Silogismo y álgebra de clases
El
silogismo categórico se puede interpretar en la línea de la
extensión de los términos o en la de su comprensión. En extensión,
significa que t se incluye en la extensión de T, porque está dentro
de la extensión de M, el cual se incluye dentro de la extensión de
T.
Pero interpretando según la comprehensión, significa que
T forma parte de la comprensión de t, porque es parte de la
comprensión de M, la cual a su vez forma parte de la riqueza
comprehensiva de t.
En perspectiva extensional,
tenemos una concatenación de conceptos: A contiene a B, B contiene a
C, etc. Esta interpretación presenta la ventaja de posibilitar la
representación gráfica del razonamiento (diagramas de Euler-Venn).
Aunque una lógica atenta exclusivamente a la extensión corre el
riesgo de degenerar en un automatismo. Aristóteles subraya
preferentemente la extensión, por eso se le ha considerado padre de
la "lógica de clases".
En perspectiva comprehensiva,
leeríamos el silogismo como una cadena de identidades, a la manera
de las ecuaciones: A es B, B es C, etc. Es una visión más profunda,
porque la comprehensión funda la extensión del concepto. El peligro
de esta lectura es identificar los términos. Sólo son iguales en
parte. En todo caso, no es legítimo contraponer comprehensión y
extensión.
Principios del silogismo
Todo
pensamiento coherente se regula por el principio de contradicción:
"es imposible que lo mismo [predicado] pertenezca y no pertenezca a
lo mismo [sujeto] simultáneamente y bajo el mismo aspecto"
(Metafísica, IV, 3). Es un principio primero de la lógica y
de la metafísica, del pensar y del ser real. Pero es negativo, no
funda positivamente ningún discurso. Establece una imposibilidad:
prohibe la contradicción porque anula el pensamiento. El principio
que funda positivamente el razonamiento se llama principium
identitatis et discrepantiae:
–"Dos cosas idénticas a una tercera son idénticas entre sí".
–"Dos cosas, una de las cuales es idéntica a una tercera y la otra difiere de esta tercera, son diferentes entre sí".
Aristóteles formuló la teoría del silogismo
desde el punto de vista extensivo; así, el principium identitatis
et discrepantiae, o principio de identidad y diferencia, se
convierte en el de dictum de omni et nullo, es decir: lo que
se dice del todo se dice de la parte; lo que no se dice del todo, no
se dice de ninguna de sus partes (quidquid dictur de omni,
dicitur de singulis; quidquid dicitur de nullo, negatur de
singulis).
Con estos principios, estamos ante la definición
de la universalidad en extensión. El predicado que se dice
universalmente de un objeto, se afirma de cada parte del sujeto; y
el que se niega universalmente de un sujeto, se niega de cada una de
sus partes:
"Decir que un término está contenido en la totalidad de otro, o decir que un término es atribuido a otro término tomado universalmente, es afirmar lo mismo. Y decimos que un término es afirmado universalmente, cuando no es posible encontrar en el sujeto una parte que no esté contenida en el otro término. Para la expresión ‘no ser atribuido a ninguno’ la explicación es idéntica". (Aristóteles, Primeros Analíticos, I, 1).
Silogismos (categóricos) incompletos y
compuestos
Entimema: es el silogismo abreviado,
una premisa de la cual se sobreentiende: "Estudio, por lo tanto
aprobaré". (Es famosísimo el entimema de Descartes: "pienso, luego
existo". El silogismo completo es: "Todo aquel quien piensa existe;
y yo pienso; por lo tanto existo").
Epiquerema: es el
silogismo en que la mayor o la menor se acompañan de explicación o
prueba: "Quien sabe, aprueba (mayor); y yo sé, porque estudio
(menor), por lo tanto aprobaré".
Polisilogismo: cadena
de silogismos tal que la conclusión de uno es premisa del siguiente:
"Quien es prudente es temperante; quien es temperante es constante,
luego el prudente es constante;// pero el constante es equilibrado,
luego el prudente es equilibrado;// el equilibrado no está triste,
luego el prudente no está triste;// y quien no está triste es feliz,
luego el prudente es feliz" (Séneca).
Sorites: es un
polisilogismo en que se suprimen las conclusiones intermedias, hasta
que el sujeto de la primera proposición se une con el predicado de
la última: "Sócrates es hombre// El hombre es compuesto// Lo
compuesto es divisible// Lo divisible es mortal// Sócrates es
mortal". Un ejemplo de sorites retórico: "Quien autoriza las
empresas violentas ataca la justicia; quien ataca la justicia rompe
el lazo que une a los ciudadanos; quien rompe el lazo que une los
ciudadanos hace nacer divisiones en el Estado; quien crea divisiones
en el Estado lo expone a un peligro evidente; luego, quien autoriza
empresas violentas expone al Estado a un peligro evidente".
(Bossuet).
Dilema: ("silogismo cornudo"). Propone una
disyunción completa y deduce la misma conclusión de los dos
miembros. Ejemplo: "El cristianismo se ha propagado con milagros o
sin milagros. Si con milagros, es verdadero, porque el milagro es el
sello de Dios. Si sin milagros, este es el mayor de los milagros.
Luego, en ambos casos, es verdadero" (S. Agustín de
Hipona).
El silogismo hipotético
El silogismo
hipotético tiene como premisa mayor una proposición hipotética
(compuesta de dos o más categóricas), la menor afirma o niega uno de
los miembros de la mayor. Formas del silogismo hipotético:
conjuntivo, disyuntivo y condicional. El silogismo condicional es el
principal, porque todos los demás se pueden reducir a
él.
Silogismo conjuntivo es aquel cuya la premisa
mayor es una copulativa de este tipo: S no es P y
R.
Regla: de la afirmación de un predicado en la menor, se
concluye la negación del otro (modus ponendo-tollens); pero a
la inversa no (tollendo-ponens).
Silogismo
disyuntivo. La premisa mayor es hipotética disyuntiva: S es P o
R.
Regla: de la afirmación de un predicado en la menor se
concluye la afirmación del otro, y al revés.
Silogismo
condicional. Su premisa mayor es hipotética condicional (Si Q es
R, entonces S es P). La menor afirma o niega uno de los miembros; y
la conclusión afirma (o niega) el otro.
Reglas: las reglas
del silogismo hipotético-condicional son las mismas de la
argumentación en general: ex vero non sequitur nisi verum, ex
absurdo sequitur quodlibet. Existen, por eso, dos modos válidos:
modus ponens y modus tollens.
La
argumentación científica y la demostración
Argumentación
es el discurso de la mente que infiere una verdad, mediante
silogismo. Si las premisas y las consecuencias están fuera de duda,
en la conclusión hay certeza. La argumentación cierta es la
demostración por excelencia.
Además de la lógica formal, Aristóteles consideró la Dialéctica y la Retórica, como lógicas de lo probable y de lo verosímil, respectivamente; cuando la conclusión es sólo probable, el silogismo es probable, no demostrativa; el silogismo persuasivo tampoco es demostración, sino retórica.
La
demostración extrae el conocimiento de la verdad de la conclusión
del conocimiento de la verdad de las premisas. Mas no se puede
proceder al infinito demostrando, luego deben existir premisas
indemostrables. Estas reciben el nombre de principios. Según
Aristóteles, principio es aquello por lo que una cosa es, se
hace, o es conocida. Si una cosa proviene realmente de otra, el
principio es real, si procede lógicamente el principio es
lógico. Los principios deben gozar de evidencia y ser
primitivos, los axiomas son principios . Las tesis que se toman como
principios, mas no gozan de evidencia son: hipótesis y
postulados.
La hipótesis es una suposición, a partir de la cual se razona, y es susceptible de llegar a ser demostrada. Los postulados, no son susceptibles de llegar a ser demostrados, pero se adoptan por su verosimilitud, utilidad y coherencia con el resto de la argumentación.
–La demostración
directa hace ver la verdad de una proposición de manera
inmediata.
–La demostración indirecta por reducción al
absurdo, probando que la contraria es falsa siempre
(imposible).
–La demostración a priori de una cosa
ontológicamente anterior demuestra algo posterior.
–La
demostración a posteriori, a la inversa, procede desde lo
anterior para nuestra experiencia.
El argumento de
analogía. Se usa para derivar de alguna cosa lo que ha derivado
de otra parecida, o lo que hemos negado de una diferente. Se
fundamenta en el principio: las cosas parecidas tienen causas
parecidas, y las diferentes, causas distintas. Solamente proporciona
probabilidad. Es un argumento parecido a la inducción, pero más
débil. Su uso es frecuente: a) en la vida común, cuando juzgamos
sobre otros según nuestros pensamientos, deseos, aficiones, etc., b)
poetas y oradores proponen analogías como a argumentos, c) en las
ciencias, la analogía proporciona hipótesis interesantes; en ella se
basa, por ejemplo, la experimentación en animales.
La
hipótesis. Admite una proposición probable para explicar un
hecho. Sólo proporciona probabilidad, pero cuando consta que el
hecho no se puede explicar de ninguna otra manera, da una verdad
cierta (una tesis). Cuando la hipótesis no está suficientemente
fundada se llama conjetura. Una hipótesis debe ser razonable; en
ciencia natural es más probable la hipótesis más sencilla y que
explica más cosas.
Falacias. Cuando se razona mal para
engañar, el discurso se llama falacia o sofisma. Si se hace
sin intención de engañar, se llama paralogismo. Las
principales falacias son 1) Ambigüedad de las palabras,
cuando se toman sin fijar su sentido. 2) Falacia de inducción
y analogía, si se hacen afirmaciones universales sin suficiente
análisis de los hechos, o se extiende la analogía más allá de lo
debido. Un ejemplo: "los pueblos se parecen a los organismos, luego
pasan por una infancia, madurez y senectud". 3) Declarar
imposible lo incomprensible: por ejemplo, la creación o el
misterio. 4) Ignorancia del asunto («ignorantia
elenchi»), cuando se habla sin conocer el estado de la cuestión
o a partir de un error. 5) Petición de principio, cuando se
supone demostrado lo que se debe demostrar. 6) Falacia de opinión
pública, tomar por cierta alguna cosa sólo porque muchos lo
dicen.
V. Verdad y certeza.
(Lógica
material)
Verdad formal y verdad "material" del
juicio
La lógica es arte y ciencia. Por una parte, es
connatural a la razón, por otra parte supone una reflexión sobre las
relaciones entre los pensamientos y sus propiedades. El objeto de la
lógica es la verdad; por eso es instrumento (Organon) del
saber.
La verdad es la propiedad del juicio. Tiene dos
aspectos (complementarios): verdad formal y verdad material. La
primera es una adecuación de la razón consigo misma, a saber, la
observación de las leyes o reglas basadas en el principio de
contradicción y otros axiomas. Pero con la verdad formal (o
corrección lógica) no hay suficiente, sólo garantiza la
coincidencia de la razón consigo misma (coherencia). La
lógica tiene que interesarse también en la adecuación del
pensamiento con las cosas, es decir, en la "verdad material" de los
juicios.
Filosofía del lenguaje y
criteriología
Los términos no son verdaderos ni falsos,
por ejemplo "agua potable" expresa una idea, pero no afirma ni
niega, ahí la mente no se compromete con la realidad. En cambio, si
decimos: "Esta agua es potable", nos comprometemos con la realidad,
se trata de un juicio: un acto simple e interior, de adhesión a la
realidad.
La semiótica considera el valor
significativo del lenguaje: las palabras significan conceptos y
juicios; los conceptos y juicios significan cosas. Pero ¿cómo?; y
¿estamos seguros de ello? ¿Podemos tener la seguridad de saber y
significar verdades? La cuestión de la certeza es la denominada
cuestión crítica (un examen al que la razón se somete a sí
misma).
El criterio de certeza
La lógica formal
garantiza la verdad, si razonamos correctamente a partir de verdades
(premisas buenas). Si partimos de errores, sólo garantiza la
corrección, no la verdad (material). Por lo tanto, la certeza es una
cuestión que afecta a las verdades inmediatas.
La verdad
inmediata es captada o "vista" por la inteligencia con un acto
simple y natural; por eso es indemostrable. La seguridad de la
verdad inmediata se llama certeza.
Hay verdades
inmediatas de diferentes tipos, porque el ser humano capta la
realidad de forma sensorial e intelectual, teórica, práctica,
estética, etc. Son verdades inmediatas (naturales, indemostrable y
primeras), los juicios fundados en el testimonio de los sentidos,
los primeros principios del razonamiento teórico, del razonamiento
práctico, ciertas valoraciones (éticas, estéticas) admitidas por
todos. Existe, por eso, un sentido común, universal,
subyacente a diversas formas culturales y épocas. Gracias a él
podemos entender a los personajes de Homero, de la Biblia, de
Calderón o de Shakespeare. Si no existiese ese sentido común de la
humanidad, sería imposible el diálogo y el intercambio entre
culturas tan diversas como el extremo Oriente y Europa, la
prehistoria y el hombre actual. Si los idiomas se pueden traducir
entre sí, es evidente que hay un fondo común de la humanidad, que
opera en orden del conocimiento (teórico, moral y estético) como el
"genoma" en el orden biológico.
Sabemos que el relativismo y
el escepticismo niegan ese factor común de humanidad a la razón y
sus actos. Se llama "racionalismo", en cambio, a la actitud
filosófica que rehusa la adhesión a cualquier juicio que la razón no
comprenda.
Estados de la mente ante la
verdad
En referencia a la realidad, o verdad de las
cosas, la mente puede encontrarse en los siguiente estados
subjetivos: ignorancia, duda, opinión y certeza:
a) La ignorancia es negra noche; para quien ignora la verdad no existe en modo alguno.
b) La duda es una paralización del juicio; quien duda no juzga, por miedo a errar.
c) La opinión es un juicio subjetivo; quien opina, juzga sabiendo que puede errar.
d) La certeza es el juicio seguro y objetivo; aleja el miedo al error.
La certeza no es
absolutamente incompatible con el error; sólo podemos estar en el
error con certeza. Si perdemos la seguridad, el juicio deja de
serlo: ya no estamos en el error. En el error se está con seguridad;
si no, no hay error, sino duda u opinión.
Como podemos estar ciertos y a la vez
errar, se distingue entre certeza subjetiva y certeza objetiva. La
certeza objetiva es el juicio en que la adhesión y seguridad
subjetivas y la realidad externa (objetividad) son lo mismo. La
certeza objetiva se llama también principio primero y «criterio de
certeza».
Los principios (primeros) son naturales,
inderivables y activos en todo conocimiento; por tanto,
no pueden ser ignorados: quien los ignorase no sabría nada. No
pueden ser derivados (demostrados), pues el conocimiento derivado
(verdades mediatas, conclusiones, etc.) depende de la vigencia de
los principios. Por eso se les llaman también axiomas
(palabra griega que significa valor,
excelencia).
Voluntarismo y emotivismo
Hasta
aquí el realismo. Pero, ¿qué dice el escéptico? ¿Qué piensa el
racionalista?
No admiten la certeza natural. No admiten que la
verdad es algo primero. Dudan, pues, de todo, con una duda
universal. Ahora, la duda universal es voluntaria; pues no significa
dudar en presencia de una dificultad, sino dudar de todo, dudar por
sistema. El escepticismo toma la duda como situación insuperable. El
racionalismo lo toma como punto de partida.
El padre del
racionalismo, R. Descartes (1596-1650), partió de la voluntad
de dudar de todo, por ver si así llegarían a una primera certeza.
Concluyó que de una cosa no podía dudar (mientras pensaba en dudar
de todo): «pienso, luego existo» (cogito, ergo sum). Esta
sería la primera verdad, sobre la que edificaría de nuevo el sistema
del saber.
La verdad inmediata, según Descartes, no es el ser
extramental, sino la razón misma. Yo soy, existo, esto es
real, porque pienso. Luego para Descartes la primera verdad
no es el ser, sino el pensar. Esta inversión iba a tener
consecuencias de largo alcance. Veamos tres de ellas:
1) La verdad deriva de una posición voluntaria (quiero dudar de todo, antes de saber).
2) La primera verdad es una adecuación de la razón consigo misma.
3) Por lo tanto (si lo real no es externo), lo que supere a la razón no puede ser.
Cuando lo externo a la razón es imposible, la razón
es la medida suprema de la realidad. Lo que la razón no pueda
entender no será real.
Así, la adhesión del realismo al ser
extramental es, para el racionalista, una creencia, algo
irracional. Para el racionalismo, todo aquello que parece
ser, si se puede dudar de que es, es creencia. Y las
creencias son irracionales. De este modo el racionalista considera
(creencias) irracionales, a los principios.
De manera similar, el escepticismo declara meras creencias, sentimentales o voluntarias, a los axiomas y principios de todos los órdenes. (Según el escéptico D. Hume, los juicios prácticos, como «hay que obrar el bien y evitar el mal», son sentimientos a los que se llega por la influencia de los demás. Qué sea «bueno» o «malo» no será más que un sentimiento de agrado o repugnancia, influido por la educación).
Fe natural y fe
sobrenatural
Siguiendo a Descartes, la idea de lo que es
«fe» o «creencia» cambia mucho, pues se limita la certeza a lo que
la razón puede comprender. Por otro lado, lo externo a la razón es
sensación o sentimiento, de modo que creer tiene un escaso valor:
equivaldría a «no saber». Ahora bien, dado que la razón es limitada,
¿no quedará como isla solitaria en medio de un océano de
sentimientos irracionales y subjetivos? Una paradójica consecuencia
del racionalismo es esta: la fe no vale casi nada, pero lo es casi
todo. Pero la lógica de Descartes es «única», según él la razón es
una, luego el método válido debe ser único. Esta tesis hace tiempo
que está en crisis; hoy no se suele aceptar que sea lógico pensar
del mismo modo las personas y los brutos, los seres vivos y las
piedras, la criaturas y el Creador. Por tanto, ¿no se debería
revisar también aquella idea de «fe» o «creencia»?
Procedamos
describiendo hechos que cualquiera puede observar. Para empezar, la
fe es un juicio, no una emoción. En efecto, se llama «fe» al
acto de juzgar que es verdad algo que no sabemos por nosotros
mismos. Por otra parte, la fe tiene por base algo
interpersonal: cuando creemos, creemos a alguien. No creemos en
algo, sino en alguien; es la palabra del otro lo que inspira
suficiente confianza como para juzgar con certeza.
Ahora, la
pregunta importante es esta: ¿es la fe, o creencia, un criterio de
certeza razonable y sólido?, ¿se la puede equiparar en algún caso
con la misma evidencia? Nótese que esa pregunta equivale a
cuestionar el valor de la confianza. Lo hemos visto antes: el
escéptico y el racionalista desconfían por sistema; desconfían de
sus propios sentidos, de la palabra del otro, etc. Como desconfían,
rehusan la autoridad científica o intelectual. Sólo la razón –la
propia–, debería ser creída. Lo contrario atentaría contra la razón
humana.
Ahora bien, la razón no es autosuficiente, ni
absoluta: no es auto-fundante. Si la razón humana fuera
absoluta y se fundara en sí misma, no existirían misterios sino
situaciones provisionales de ignorancia parcial. El proceso de la
ciencia tendería a disipar toda incertidumbre y a desvanecer la fe.
No haría falta creer en nada, bastaría con mirar y saber. Esa
inexistencia del misterio –por autosuficiencia de la razón– es un
mito de los siglos pasados, vinculado con la mitificación del
progreso tecnológico, etc.
En realidad la razón es limitada,
y lo sabe. De hecho, creemos en los otros; hasta el racionalista
cree en Descartes, y cree en el principio de no contradicción,
etc.
Sistemas idealistas
El postulado de
Descartes se podría formular así: «Lo que no puedo
comprender, no puede ser».
Si se pone ese postulado
racionalista, se declara la realidad coextensiva con la razón.
Esta posición se conoce con el nombre de «idealismo» en
filosofía. Según ella, las ideas son las cosas y las cosas son
ideas, supuesto que el "contenido de la razón" son ideas. ¿Hasta
dónde se puede llegar con el idealismo filosófico? La respuesta a
esta pregunta depende de lo que uno entienda que es la propia
razón:
1. Si interpretamos que la razón es individual, como
el propio cuerpo, entonces la tesis idealista («no existe otra
realidad que la ideal»), significa: no existe otra realidad que la
que nosotros vemos y de la manera como la vemos.
Idealismo psicológico (G. Berkeley)
2. Si
interpretamos que la razón es una "función lógica", que interviene
en todos, pero no es nadie personalmente, no existirá otra realidad
"conocida" que aquella que la Razón construye; ahora bien, es
posible que exista una realidad "incognoscible", más allá de la
actividad racional. Idealismo lógico o "transcendental"
(I. Kant).
3. El idealismo absoluto resulta
ser, entonces, el punto inevitable de llegada: «Lo real es racional,
lo racional es real», escribe Hegel, el principal filosofo
idealista de los tiempos modernos.
Para el idealismo
absoluto, no existe nada fuera de la razón. Por tanto, no existe
nada incognoscible ni irracional. Ahora bien, la razón es solo una y
absoluta. Luego la realidad del mundo y la del hombre se ven
absorbidas por la realidad única de Dios. El idealismo absoluto
propende al panteísmo. El idealismo absoluto es la filosofía
de Alemania, en el siglo del Romanticismo, el XIX,
prolonga el idealismo lógico de Kant en el sentido de eliminar la
idea de una "cosa" extramental (origen de las sensaciones, pero
incomprensible), que sólo sería un límite para la razón: lo que la
razón no comprende, ni ha puesto, ni puede suprimir. Los pensadores
del idealismo absoluto, o romántico, son: Fichte,
Schelling y Hegel.
Johann Gottlieb
Fichte (1762-1814), afirma que la razón es el Principio y es
acción. «En el principio era la acción...», escribe, parafraseando
el Evangelio de san Juan. La acción es plena libertad; esta libertad
"pone" un yo. Y el yo (sujeto) pone un no-yo (objeto), para superar
su propio límite. Mediante el esfuerzo y negando lo que lo niega, el
yo crece, hasta su identidad con el Yo absoluto, superando la
resistencia de la naturaleza material (no-yo). Esta marcha de la
razón, denominada dialéctica, es el proceso de aparición de
Dios en la historia.
Friedrich W. J. Schelling
(1775-1854), cree, como Fichte, que se debe afirmar que la razón
empieza desde sí misma (que no depende de ninguna "cosa"
extramental), que es absoluta; pero este inicio absoluto no es algo
subjetivo (el yo) ni objetivo (la naturaleza), sino un Todo
indiferenciado, que se manifiesta, primero como Naturaleza y, luego,
como Espíritu esforzándose por retornar a la plena conciencia de Sí
mismo. El proceso, como en Fichte, es dialéctico y coincide con la
idea de libertad y progreso. Schelling es panteísta, pero su
panteísmo es evolucionista. La idea que Darwin popularizaría
años después, estaba ya pensada en este filosofo
alemán.
Georg W. F. Hegel (1770-1831), representa la
cima del idealismo y el racionalismo modernos. El «Sistema» de todas
las ideas verdaderas es, según él, idéntico al orden natural
del mundo y de la historia. Su Lógica es su Metafísica, Hegel es
pues el caso consumado de panlogismo. El orden y la conexión
entre las ideas es, también en él, como en Fichte y Schelling, la
lógica el discurrir dialéctico. La dialéctica es libertad, y
progresa a más; al final, el resultado es Dios y su eterna
contemplación. Por eso, dice Hegel, Dios está «al final», y «Dios no
existe sin el mundo».
El sistema de Hegel consta de tres
"momentos" dialécticos: la Idea en Sí (Lógica), la Idea fuera de Sí
(Naturaleza) y la Idea que retorna al Sí (Espíritu). La historia
humana no es sino la realización progresiva del Espíritu. Por lo
demás, este proceso es evolutivo, y la evolución lleva
necesariamente a una creciente manifestación del espíritu
como libertad. Desde los animales prehistóricos, pasando por el
hombre de las cavernas, hasta la cultura cristiana moderna, toda la
historia se encamina a la plena conciencia de la Razón (Espíritu).
Según Hegel, la humanidad es la "revelación" del Espíritu, y su
etapa final está en Europa y el pueblo alemán, en la cultura
moderna.
Nihilismo y materialismo: El «Final de la
Historia»
Si el «Sistema» de Hegel hubiera sido verdad,
con él se habría acabado la historia. Pero si no era verdad,
entonces la filosofía moderna había llegado a un callejón sin
salida. Eliminada la fe en la palabra del otro (y en la de Dios), en
beneficio de la razón emancipada, y eliminada la realidad
extramental, sólo quedaba que la razón fuera toda la realidad, la
producción misma (interna, evolutiva) de la realidad. Pero ahora la
razón se veía confundida, derrotada. ¿Qué era la realidad? La
realidad es irracional. Es el deseo (insatisfecho hasta el
infinito) o la materia. El irracionalismo del deseo es la
tesis de A. Schopenhauer y de F. Nietzsche. El
irracionalismo materialista es el de K. Marx.
Marx
sigue siendo un discípulo de Hegel. Para él también, el mundo es
evolución y actividad dialéctica. Pero la acción no es racional, ni
espíritu; la acción (praxis) es sensorial. El sistema de Marx
es el materialismo dialéctico, en atención a la cuestión
sobre la Naturaleza, o materialismo histórico, si atendemos a
la humanidad. La historia es progreso dialéctico, basado en la
negación, o lucha de clases.
Positivismo y
pragmatismo
La crisis del «Sistema» de Hegel ha sido la
gran crisis moderna. Con ella, el pensamiento occidental perdió la
fe en la razón. Pero, como ya antes había perdido la fe en la
palabra y la persona, quedó a merced de un último criterio de
verdad: hechos y resultados, en una palabra, la eficacia.
Detengámonos en estos conceptos, ya que impregnan la mentalidad más
corriente hoy. La diferencia entre positivismo, pragmatismo y
utilitarismo es, a veces, inapreciable.
Para Auguste
Comte (1798-1857), lo "positivo" de la "filosofía positiva"
significa hechos, sensibles y comprobables, prácticos. Todo el que
no sea sensible o comprobable sensorialmente será, no ya falso, sino
irrelevante, insignificante como los mitos primitivos.
El nombre
utilitarismo (inglés: Utilitarianism) proviene del
esfuerzo de adaptar la ética del éxito de Comte, que tenia un matiz
político autoritario y colectivista, a la mentalidad democrática
británica. Este esfuerzo fue la obra de Jeremy Bentham y
John Stuart Mill. También Karl Marx (1818-1883) se expresa de
forma similar:
"La cuestión de saber si el pensamiento humano puede desembocar en una verdad objetiva no es ninguna cuestión teórica sino una cuestión práctica. Es en la practica donde el hombre tiene que probar la verdad, es decir, la realidad, el poder de su pensamiento. La discusión sobre la realidad o irrealidad del pensamiento, aislada de la práctica, es puramente escolástica". (K. Marx, Tesis sobre Feuerbach, II).
Para
Marx no interesa el saber por el saber, sino saber para actuar, para
transformar: "Los filósofos no han hecho más que interpretar el
mundo de diferentes maneras; pero lo que importa es transformarlo"
(K. Marx, Tesis sobre Feuerbach, XI).
La filosofía
norteamericana del siglo XX es también pragmatista. El nombre inglés
(Pragmatism), deriva del griego pragma, o
praxis, que significa: acción, hechos, asunto, negocio, cosa
importante, etc.
Charles S. Peirce (1839-1914) fundó
la corriente pragmatista con su articulo: "Como hacer claras
nuestras ideas" (1878). Peirce es un lógico, su teoría es semántica:
el significado de las palabras depende de una actividad
práctica:
"Quien buscara en un texto de Química la definición de "litio" se encontraría con que se trataba de un elemento cuyo peso atómico es próximo a 7. Pero si el autor tiene una mente más lógica, se dirá que si buscáis entre los minerales vítreos, translúcidos, grises o blancos, durísimos, brillantes e insolubles uno que dé una coloración carmesí a una llama no luminosa, este mineral, triturado con cal de whiterita y luego fundido, puede ser disuelto en parte con ácido clorhídrico; y si esta solución uno la evapora, la podría convertir luego en un cloruro que, obtenido en estado sólido, después de fundido y electrolizado con media docena de potentes baterías, produciría un glóbulo de metal argénteo que desprendería cloro. La peculiaridad de esta definición reside en el hecho de decir qué cosa denota la palabra litio, prescribiendo lo que hay que hacer para obtener un conocimiento perceptivo del objeto de esta palabra".
William James (1842-1910) fue el
divulgador del pragmatismo, "un nuevo nombre para algunas formas
antiguas de pensar" (Pragmatism: a new name for some old ways of
thinking, New York, 1907), que se pueden resumir así: "Discutir
si una afirmación es o no verdadera, solamente tiene sentido si
podemos dirimir la cuestión mediante algún procedimiento, y todo
procedimiento consiste siempre en una o diversas acciones".
James
se interesa por las realidades psíquicas y espirituales. ¿Qué
significa «es verdad que existe Dios»? Significa que creer en él es
beneficioso para el pensamiento y la vida afectiva: "Hace falta que
Dios exista para justificar la paz del corazón y la confianza del
alma religiosa" (The Will to Believe, New York,
1897).
John Dewey (1859-1952) reunió todas estas ideas
lógico-psicológicas en una teoría de la educación. Denominó su
teoría instrumentalismo; según Dewey hay que buscar fines
objetivamente buenos, para la convivencia democrática; ahora, la
bondad de los fines se tiene de probar con la práctica. Conocer es
hacer; saber es un instrumento para modificar las cosas; la
inteligencia es el instrumento para resolver problemas.