El
relativismo, amenaza para la democracia; según la Santa Sede
Prescinde de todo principio ético para alcanzar consenso
CIUDAD DEL VATICANO, 16 enero 2003 (ZENIT.org).- Para la Santa Sede el «relativismo
cultural» --para el que no hay verdades absolutas sino sólo opiniones--
constituye una auténtica amenaza para las democracias actuales.
Lo advierte la «Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso
y la conducta de los católicos en la vida política», redactada por la
Congregación para la Doctrina de la Fe, publicada este jueves con la aprobación
de Juan Pablo II..
El documento constata que hoy día se da «un cierto relativismo cultural, que
se hace evidente en la teorización y defensa del pluralismo ético, que
determina la decadencia y disolución de la razón y los principios de la ley
moral natural».
«Desafortunadamente, como consecuencia de esta tendencia, no es extraño hallar
en declaraciones públicas afirmaciones según las cuales tal pluralismo ético
es la condición de posibilidad de la democracia», sigue constatando la Nota.
De este modo, aclara, los legisladores optan por formular «leyes que prescinden
de los principios de la ética natural, limitándose a la condescendencia con
ciertas orientaciones culturales o morales transitorias, como si todas las
posibles concepciones de la vida tuvieran igual valor».
Al mismo tiempo, los que abogan por el relativismo piden a los católicos y a
quienes tienen otras convicciones «que renuncien a contribuir a la vida social
y política de sus propios países, según la concepción de la persona y del
bien común que consideran humanamente verdadera y justa, a través de los
medios lícitos que el orden jurídico democrático pone a disposición de todos
los miembros de la comunidad política».
«La historia del siglo XX es prueba suficiente de que la razón está de la
parte de aquellos ciudadanos que consideran falsa la tesis relativista, según
la cual no existe una norma moral, arraigada en la naturaleza misma del ser
humano, a cuyo juicio se tiene que someter toda concepción del hombre, del bien
común y del Estado», explica.
«Esta concepción relativista del pluralismo no tiene nada que ver con la legítima
libertad de los ciudadanos católicos de elegir, entre las opiniones políticas
compatibles con la fe y la ley moral natural, aquella que, según el propio
criterio, se conforma mejor a las exigencias del bien común», indica el texto.
«La libertad política no está ni puede estar basada en la idea relativista
según la cual todas las concepciones sobre el bien del hombre son igualmente
verdaderas y tienen el mismo valor, sino sobre el hecho de que las actividades
políticas apuntan caso por caso hacia la realización extremadamente concreta
del verdadero bien humano y social en un contexto histórico, geográfico, económico,
tecnológico y cultural bien determinado».
«No es tarea de la Iglesia formular soluciones concretas --y menos todavía
soluciones únicas-- para cuestiones temporales, que Dios ha dejado al juicio
libre y responsable de cada uno --subraya--. Sin embargo, la Iglesia tiene el
derecho y el deber de pronunciar juicios morales sobre realidades temporales
cuando lo exija la fe o la ley moral».
«Si el cristiano debe reconocer la legítima pluralidad de opiniones
temporales, también está llamado a disentir de una concepción del pluralismo
en clave de relativismo moral, nociva para la misma vida democrática, pues ésta
tiene necesidad de fundamentos verdaderos y sólidos, esto es, de principios éticos
que, por su naturaleza y papel fundacional de la vida social, no son
“negociables”», afirma la Nota.
«La estructura democrática sobre la cual un Estado moderno pretende
construirse sería sumamente frágil si no pusiera como fundamento propio la
centralidad de la persona --concluye--. El respeto de la persona es, por lo demás,
lo que hace posible la participación democrática».