CAPÍTULO GENERAL DE LOS CARMELITAS DESCALZOS
ÁVILA ­ 17 de mayo de 2003

 

EN CAMINO
CON SANTA TERESA DE JESÚS Y SAN JUAN DE LA CRUZ

VOLVER A LO ESENCIAL


 

 

PRESENTACIÓN


Queridos hermanos:

Os envío el documento capitular En camino con santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz. Volver a lo esencial, fruto de la reflexión de la Orden y de nuestro Capítulo General 2003. La reflexión comenzó el año 2000 con un "Documento de consulta", respecto del cual enviaron observaciones una gran mayoría de las circunscripciones de los religiosos, y, voluntariamente, numerosas Asociaciones o Federaciones y monasterios de las hermanas, y también fraternidades del Carmelo Seglar, así como algunos grupos y personas vinculados al Carmelo Teresiano (Carta de Presentación del Instrumentum Laboris del P. General Camilo Maccise, 19 de marzo de 2001). El Instrumentum Laboris provisional fue objeto de estudio en el Definitorio Extraordinario de Nairobi (Kenia), en febrero de 2001, que elaboró el Instrumentum Laboris definitivo. Este se estudió en las circunscripciones y en sus Capítulos Provinciales de 2002. Finalmente, el Definitorio Extraordinario de Lipa (Filipinas), de septiembre del mismo año, elaboró el texto que se presentó al Capítulo General celebrado en Avila entre 28 de abril y 18 de mayo del presente año 2003.

El Capítulo General tuvo oportunidad todavía de una revisión del documento, pero sobre todo debía concentrarse en su parte práctica. A los capitulares pareció conveniente, por razón de concreción, de simplicidad y de practicidad, reunir escuetamente en una tercera parte las conclusiones operativas. Por ello, la segunda parte, que hasta entonces se había concebido como una unidad más bien práctica, adquiría también un carácter doctrinal, por cuanto tiene sobre todo en cuenta los desafíos del mundo actual e intenta señalar algunas vías para ir a su encuentro.
 

Las conclusiones operativas de la tercera parte se han de entender a la luz de toda la parte doctrinal precedente, y de ningun modo representan lo que se espera de una asimilación de la reflexión doctrinal, cuyo horizonte es más amplio y profundo.

En el título de la lengua base del texto (el castellano) aparece el término "volver", cuyo contenido las traducciones a otras lenguas vierten legítimamente de diferentes modos. En todo caso, su sentido no es el de la regresión histórica, sino de un buscar lo auténtico siempre presente y atrayendo desde el futuro.

Si cabe, más ferviente y gustosamente pido hoy, en la solemnidad de Pentecostés, la efusión del Espíritu del Padre y de Jesús sobre el Carmelo (para el bien de la Iglesia y del mundo).

Roma, 8 de junio de 2003.

P. Luis Aróstegui, ocd, Superior General

 

EN CAMINO CON SANTA TERESA DE JESUS Y SAN JUAN DE LA CRUZ

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CAPÍTULO GENERAL DE LOS CARMELITAS DESCALZOS
ÁVILA ­ 17 de mayo de 2003
 

A LOS FRAILES, MONJAS Y LAICOS DEL CARMELO TERESIANO

 

PRÓLOGO

1. Hoy tenemos un conocimiento de nuestro carisma, o podemos tenerlo, como posiblemente nunca en nuestra historia. Hoy más que nunca nuestros santos, la espiritualidad que identifica a nuestra familia, son reclamados dentro y fuera de la Iglesia, por los más variados lectores, que legítimamente nos exigen participarles esta riqueza. Nuestras Constituciones, en especial el capítulo primero, nos describen en síntesis los elementos esenciales de nuestro carisma. Se trata de una formulación, fruto de una toma de conciencia renovada a partir del Vaticano II. Con todo, tenemos que preguntarnos cómo podemos responder desde él a las exigencias de los signos de los tiempos en la Iglesia y en el mundo y a las grandes y legítimas aspiraciones, humanas y religiosas de las nuevas generaciones, para que puedan cumplir de manera más eficaz y actualizada la misión del Carmelo teresiano en el tercer milenio.

2. Las experiencias vividas por la Orden en el período posconciliar "deben suscitar en nosotros un dinamismo nuevo, empujándonos a emplear el entusiasmo experimentado en iniciativas concretas... En la causa del Reino no hay tiempo para mirar para atrás, y menos para dejarse llevar por la pereza... Sin embargo, es importante que lo que nos propongamos con la ayuda de Dios, esté fundado en la contemplación y en la oración"(1). Estas palabras de Juan Pablo II nos trazan un itinerario de renovación que parte de la contemplación de Cristo doliente y resucitado, para caminar desde él, alimentados por su palabra (que debemos escuchar y anunciar). De este modo podremos ser "testigos del amor" y afrontar los retos actuales: los problemas de la paz, el vilipendio de los derechos fundamentales de tantas personas, el desequilibrio ecológico, el respeto a la vida de cada ser humano, las nuevas potencialidades de la ciencia. La caridad "se convertirá entonces necesariamente en servicio a la cultura, a la política, a la economía, a la familia, para que en todas partes se respeten los principios fundamentales de los que depende el destino del ser humano y el futuro de la civilización... Esta vertiente ético-social se propone como una dimensión imprescindible del testimonio cristiano. Se debe rechazar la tentación de una espiritualidad oculta e individualista, que poco tiene que ver con las exigencias de la caridad o con la lógica de la Encarnación y, en definitiva, con la misma tensión escatológica del cristianismo. Si esta última nos hace conscientes del carácter relativo de la historia, no nos exime en ningún modo del deber de construirla"(2).

3. El tema de nuestro Capítulo general es: En camino con santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz. Volver a lo esencial. Esto implica reflexionar sobre el futuro del Carmelo al inicio del tercer milenio y también sobre el futuro de la vida consagrada, ya iniciada en el Capítulo general de Lisieux. Ésta, como dice el documento Vita consecrata, "es parte integrante de la vida de la Iglesia"(3) y, por tanto, no podrá faltar en ella(4). El mismo documento, cuando mira hacia el futuro, presenta con realismo la posibilidad de que haya Institutos que "corren incluso el riesgo de desaparecer", mientras que en otros "se plantea más bien el problema de la reorganización de las obras"(5).

4. Ciertamente es difícil vaticinar el futuro. Con todo, si somos capaces de analizar los signos de los tiempos y de los lugares, podremos descubrir en ellos la semilla que nos hace prever, en parte, algo de lo que vendrá. ¿Cuál es, desde esta perspectiva, la situación del Carmelo masculino, femenino y laical? La respuesta exige un análisis de la situación del mundo, de la Iglesia y de la familia del Carmelo. Esta valoración la haremos radicados en la fidelidad a las líneas esenciales del carisma teresiano-sanjuanista, expresadas en nuestras Constituciones, para así enfrentar los desafíos de nuestra época. Es el Espíritu quien nos impulsa hacia el futuro para seguir haciendo con nosotros cosas grandes(6).

5. Este documento está destinado fundamentalmente a los frailes. Si se envía a nuestras hermanas de vida contemplativa y a los laicos es porque queremos enriquecernos con sus puntos de vista y sus perspectivas para renovar nuestra vida. En modo alguno pretendemos cuestionar su estilo de vida al que deben, como lo pide la Iglesia, una fidelidad creativa. A las monjas como a los laicos de la familia del Carmelo teresiano les corresponde directamente la reflexión sobre su vida y sobre la renovación que el Espíritu les pide a través del magisterio de la Iglesia, especialmente en los Sínodos sobre la vida consagrada y sobre los laicos con sus respectivos documentos postsinodales.
 

 

INTRODUCCIÓN

 

UNA MIRADA A LA REALIDAD

6. Guiados por el magisterio de la Iglesia queremos con ella "escrutar a fondo los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del evangelio... Es necesario, por ello, conocer y comprender el mundo en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones y el sesgo dramático que con frecuencia le caracteriza"(7). Todo esto lo hacemos desde nuestra identidad carmelitano-teresiana y con ojos de fe. Señalamos sólo algunos rasgos fundamentales del mundo de hoy en el que se hacen presentes, de una u otra manera, con las normales diferencias existentes que se tienen en los diversos contextos socio-culturales y eclesiales.

1. Una situación de exilio y de esperanza

7. Vivimos en una época que algunos han parangonado al exilio. Al igual que Israel en ese período de su historia se encontró despojado de todas sus seguridades: el templo, lugar de la presencia de Dios; Jerusalén, capital del Reino y centro de unidad del pueblo; la monarquía, punto de referencia de su identidad como nación, también en la Iglesia y en la vida consagrada, especialmente en occidente, hemos perdido muchos puntos de seguridad que teníamos en un pasado cercano. Se ha abierto paso la búsqueda, la incertidumbre, la pluriformidad, el desconcierto. Como el pueblo de Israel, la vida consagrada se ha encontrado de repente sin las certezas del pasado.

El exilio no es sólo un acontecimiento externo. Es una experiencia espiritual. El omnipresente sanjuanista "salí de...", la "noche oscura" que definen todo nuestro camino espiritual, el inevitable adentrarnos "por nuevos caminos no sabidos ni experimentados" para "ir a tierras no sabidas"(8), nos abocan a esta misma realidad. Quienes se encuentran en situación de exilio son personas que, aunque han tenido que cruzar las fronteras, continúan teniendo en su corazón vínculos espirituales y nostalgia de lo que han dejado del otro lado. Sufren por lo que han perdido y que sigue formando parte de su identidad. La vida consagrada, como nuestra Orden, ha tenido que marcar nuevamente los confines a partir de una situación de exilio. Se necesita tener una profunda espiritualidad para afrontar los nuevos confines y fronteras.

Las experiencias nuevas hechas con discernimiento orante, lejos de hacer perder la identidad, nos llevarán a conservarla en forma renovada. El exilio es ocasión para retomar el camino con esperanza, para enfrentar el desafío constante de volver a lo esencial, para crecer y madurar en la fe y en el conocimiento de Dios, a la vez que para descubrir los condicionamientos históricos y el diseño salvífico del Señor que pasa también a través de ellos.

2. Un mundo en cambio y transformación permanentes

8. Los cambios en el mundo, como nos recuerda la Gaudium et Spes en la introducción, son rápidos: hoy se dan en poco tiempo mutaciones que antes requerían siglos; universales: afectan a todo y a todos; profundos: alcanzan todo el ser humano y su realidad personal, familiar y social. Se puede hablar, más que de cambios, de un cambio de época caracterizado por la modernidad y la postmodernidad, por el subjetivismo y las ideologías en crisis.

Aparecen otras tendencias positivas: la conciencia del valor de la persona y de sus derechos fundamentales, la búsqueda de una nueva armonía entre el ser humano y la naturaleza, la protección y defensa de la misma, la sensibilidad frente al problema de la vida, de la justicia y de la paz, la conciencia del valor de las propias culturas, la búsqueda de un nuevo orden económico internacional, el sentido creciente de la responsabilidad del ser humano frente al futuro, la nueva situación de la mujer en la sociedad, una mayor sensibilidad de las experiencias religiosas y místicas como medio para un proceso de liberación y de crecimiento personal, y al mismo tiempo un deseo auténtico de espiritualidad.
En particular --y queremos señalarlo con un poco de detenimiento-- se dan algunos fenómenos como la secularización, la liberación, la globalización y la nueva ética.

9. La secularización trae consigo una transformación de la relación del ser humano con la naturaleza, con los otros y con Dios. Es el fenómeno de la desacralización que afirma la legítima autonomía de la persona, de la cultura y de la técnica. Esto puede originar algunos desequilibrios entre la autonomía del ser humano y la pérdida del sentido de la trascendencia (lo que conduce al secularismo), entre los valores religiosos y los nuevos mitos e ídolos. Por otra parte, y como reacción opuesta, se constata con frecuencia en diversas partes del mundo el fundamentalismo religioso que lleva consigo la negación de la libertad y la autonomía de la persona, de la cultura y de la técnica, así como la persecución de las minorías religiosas.

10. Otro fenómeno que no puede ignorarse es el de la liberación. Personas, grupos, pueblos y culturas no quieren ser objetos en mano de aquellos que detentan el poder. Desean ser protagonistas en una situación de igualdad, responsabilidad, participación y comunión. La toma de conciencia de la dignidad de la persona humana impulsa a buscar caminos de realización de la misma, a través del ejercicio de sus derechos fundamentales eficazmente reconocidos, tutelados y promovidos. En este campo hay que insertar también el movimiento feminista que busca reconocer a la mujer el espacio que le corresponde en la sociedad y en la Iglesia. Y esto se vive cuando surgen nuevas formas de opresión, marginación y explotación de los más débiles, que frecuentemente se ven forzados a abandonar sus tierras aumentando el número de refugiados.

11. También caracteriza el momento actual el fenómeno de la globalización, tecnológica, económica, política, cultural. El mundo vive hoy un proceso de unificación a causa de la creciente interdependencia en todos los ámbitos. Entre los aspectos positivos de la globalización cabe destacar: la posibilidad de una gran interconexión mundial, el acceso a la información y la disminución de las distancias que pueden mejorar la calidad de la vida humana. Entre los aspectos negativos señalamos: la búsqueda desmedida de la ganancia económica que reduce la persona a consumidor, que fuerza a los pobres a emigrar en busca de una vida digna, la creciente brecha entre ricos y pobres, la fractura de las culturas y de los modos de vida que la mundialización trata de uniformar. Frente a esto, la Iglesia, especialmente en sus documentos sociales, ha subrayado la dignidad de la persona humana y la dimensión familiar de la humanidad. Ésta, "a pesar de estar desfigurada por el pecado, el odio y la violencia, está llamada por Dios para ser una sola familia"(9). Por ello el concepto de la individualidad de la persona debe ser completado con los de solidaridad y responsabilidad común, especialmente en relación a los pobres. De ahí que los bienes tengan una hipoteca social, es decir una intrínseca función social, "basada y justificada precisamente por el principio de la destinación universal de los bienes"(10). La globalización actual es una nueva manifestación del encuentro de los pueblos, que trae consigo esperanzas y temores, posibilidades y peligros. Puede ser un instrumento de diálogo o de dominación.

12. A la base de los cambios está la crisis de la ética del pasado y la búsqueda de una nueva ética al margen de las instituciones religiosas. Una ética que relega Dios y la religión al ámbito privado. Asistimos al desarrollo de la bioética con las grandes posibilidades de la ingeniería genética. Se hace urgente una ética fundada en la dignidad de la persona humana creada por Dios, el único absoluto. Esta ética, partiendo de los principios fundamentales de la fe cristiana debe ser una moral en actitud de búsqueda y reflexión desde el diálogo para acompañar a las personas en la toma de decisiones; una moral que escuche el clamor de los pobres y que sea profética, capaz de denunciar lo que se opone al proyecto de Dios y, al mismo tiempo, de anunciar los valores alternativos de la fe cristiana como fuente de amor y libertad auténtica.

3. Una situación nueva en la Iglesia y en la vida consagrada

13. La Iglesia, si exceptuamos los tres primeros siglos de florecimiento en el Medio Oriente, ha tenido rostro europeo hasta principios del siglo XX. Ahora, en cambio, casi tres cuartas partes de los cristianos viven en los países en vía de desarrollo. Esto trae consigo la exigencia de un paso de una actitud monocéntrica religiosa, cultural y teológica, a un pluricentrismo en estos campos; un paso de la unidad como uniformidad, a la unidad en la pluriformidad. Los mismos evangelios testimonian este pluralismo y abren a la continua inculturación. Otro tanto acontece con la vida consagrada: hay que inculturarla. De esto hemos hablado ampliamente en los números 85-87 del Documento del último Capítulo general "Procuren ir comenzando siempre" (1997).

14. La vida consagrada, "don divino, que la Iglesia ha recibido de su Señor", "pertenece... a su vida y santidad"(11). Existe en la Iglesia y para la Iglesia. Por eso, el modo de entenderla y de vivirla depende en parte del modelo de Iglesia que prevalece en una época. El Vaticano II nos enseñó a considerarla como parte del pueblo de Dios, que vive en comunión, teniendo presente la revalorización de los laicos y el papel de la mujer en ella(12).

15. Nuestra Orden, como parte de la Iglesia misma, vive también inmersa en un mundo pluralista, que pide la apertura a una unidad en la pluriformidad: "Una pluriformidad --como dice el documento capitular Procuren ir comenzando siempre-- fiel a lo esencial de nuestro carisma y que se enriquece con la diversidad en todo lo que es secundario y cultural"(13). Al mismo tiempo, la Orden, hoy más que nunca, se comprende como un movimiento espiritual dentro de la Iglesia por los numerosos testimonios y doctrina de nuestros beatos, santos y doctores. Formamos así una familia universal integrada por religiosos, monjas y laicos, todos en camino hacia la nueva humanidad.

16. Teniendo en cuenta los desafíos culturales dados por una situación de exilio y esperanza, por un mundo en cambio y en permanente transformación, por una nueva situación en la Iglesia y en la vida consagrada, que afectan nuestro carisma, nos proponemos reflexionar sobre los aspectos fundamentales de nuestra vida. Para ello, partiendo de los valores esenciales del evangelio y de la vida consagrada, queremos ahondar en nuestro carisma teresiano-sanjuanista, en búsqueda de nuevos caminos para su actualización y para la reestructuración de nuestras presencias.

PRIMERA PARTE

VOLVER A LO ESENCIAL DEL CARMELO TERESIANO

17. La expresión "volver a lo esencial" quiere indicar simplemente el movimiento constante de retomar el camino del evangelio que nos invita a una conversión continua. Volver, en efecto, significa, entre otras cosas, repetir o acentuar los valores esenciales de nuestro carisma en el aquí y ahora. No se trata, por tanto, de negar lo que se ha realizado en un pasado remoto o reciente, sino de inyectarle un dinamismo creciente que permita tender siempre al ideal que nos trazan Jesús y el Espíritu Santo, que guían la vida de los individuos, de los grupos, de la Iglesia y del mundo. Volver es un esfuerzo por poner en práctica lo que decía nuestra santa Madre, Teresa de Jesús: "siempre habían de mirar que son cimientos de los que están por venir"(14).

En esta primera parte del Documento capitular iremos recordando sucesivamente los puntos centrales del evangelio, de la vida consagrada, de la regla, de la experiencia y doctrina de nuestros Santos Padres, Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, y de lo que nuestras Constituciones renovadas nos presentan, especialmente en el capítulo primero.

I. VOLVER A LO ESENCIAL DEL EVANGELIO

18. Cristo es el centro de la vida y de la experiencia cristianas (Col 1,15-29; Ef 2,20). Él, Hijo de Dios, se encarna para revelarnos el designio del Padre y para comunicarnos una nueva vida (Jn 1,18), la verdad de Dios y la nuestra, Dios que se nos comunica, nosotros que somos hijos, llamados a la unión con él. Volver a los valores esenciales del evangelio significa, ante todo, acercarnos a Cristo a través del Nuevo Testamento y abrirnos a la acción del Espíritu. Cristo, movido siempre y en todo por el Espíritu, realiza la obra que el Padre le ha encomendado, con autoridad y libertad, se mantiene fiel a su única respuesta a la voluntad del Padre: "He aquí que vengo... para hacer tu voluntad" (Hb 10,7). San Juan de la Cruz "resumirá" así la vida entera de Jesús: "en esta vida no tuvo otro gusto, ni le quiso, que hacer la voluntad de su Padre"(15). A Jesús lo experimentamos también presente y cercano en nuestra vida, caminante con nosotros por la fuerza de su Espíritu.

19. En Cristo Dios nos ha revelado todo. Nunca podemos decir que lo conocemos perfectamente: "hay mucho que ahondar en Cristo; porque es como una abundante mina con muchos senos de tesoros, que, por más que ahonden, nunca les hallan fin ni término, antes van en cada seno hallando nuevas venas de nuevas riquezas acá y allá"(16). Hay que partir siempre de Cristo: "lo primero, traiga un ordinario apetito de imitar a Cristo en todas sus cosas, conformándose con su vida, la cual debe considerar para saberla imitar y haberse en todas las cosas como se hubiera él"(17). Él es el centro de nuestra vida y en él todo lo tenemos: "míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son míos y la Madre de Dios y todas las cosas son mías, y el mismo Dios es mío y para mi, porque Cristo es mío y todo para mi"(18). Para cada generación, Jesús aparece como el que revela el designio último de Dios sobre el ser humano y sobre el mundo. A cada persona dirige su llamada de seguimiento para ser, como él, libre de toda esclavitud.

20. Jesús es el evangelio viviente. "El mensajero y los mensajes"(19). Aquel a quien la santa Madre Teresa de Jesús experimentó como "libro vivo": "Su Majestad ha sido el libro verdadero adonde he visto las verdades. ¡Bendito sea tal libro que deja imprimido lo que se ha de leer y hacer de manera que no se puede olvidar!"(20). Toda la existencia de Jesús, todo acto humano de Jesús es revelador-liberador, proclamación de la Buena Noticia de Dios. No sólo cuando proclama con su palabra la Buena Nueva, sino también cuando actúa en favor de los que sufren, de los pobres, de los pecadores; cuando denuncia todo aquello que se opone al plan de Dios en la historia humana. "Ungido con el Espíritu", "pasó haciendo el bien" (Hch 10,18). De este modo Él es el libro abierto en el que todos podemos inspirarnos para orientar nuestra existencia humana, cristiana y de vida consagrada.

21. La lectura atenta de los evangelios y su meditación en la oración nos permite captar los rasgos fundamentales de Jesús. Él aparece como una persona libre frente a todo y frente a todos los que pueden obstaculizar su misión de anunciar la Buena Nueva del Padre: presión social y religiosa, familiares y amigos, poder político y religioso, legalismo. Es libre porque ama a todos y vive para servirlos, especialmente a los más pobres y necesitados, para liberarlos de toda esclavitud. Él encuentra la fuerza en la comunión con el Padre-Abbá y enseña a sus discípulos a orar al Padre con la confianza de los hijos. La oración es la marca de la vida de Jesús. Él aparece orando en todos los momentos importantes de su vida: en el bautismo (Lc 3, 21), en el desierto (Lc 4,1-13), antes del gran milagro de Lázaro (Jn 11, 41-42), en una gran alegría "Padre, yo te agradezco" (Mt 11, 25), antes de escoger a los apóstoles (Lc 6,12-13). Ora por Pedro (Lc 22, 32), pasa noches en oración (Lc 5,16; 5,12), bendice el pan (Mc.6, 41), participa en las romerías (Lc 2, 41-42). Mientras ora se transfigura (Lc 9, 28). Suscita la voluntad de orar, que lleva a los apóstoles a pedirle "enséñanos a orar" (Lc 11,1). Ora incesantemente en la agonía (Mc 14, 32-39), en el sufrimiento de la cruz (Lc 23, 34), en la hora de morir (Lc 23, 46; Mc 15, 34).

22. Jesús es una persona que vive para los demás. Se coloca siempre del lado de los excluidos de la sociedad. Jesús se acerca a aquellos que no tenían lugar dentro del sistema social existente: publicanos (Lc 18, 9-14; 19,1-10); leprosos: son acogidos y sanados (Mt 8, 2-3; 11, 5; Lc 17, 12), enfermos: son curados en día sábado (Mc 3,1-5; Lc 14,1-6; 13,10-13); mujeres: forman parte del grupo que acompaña a Jesús (Lc 8,1-3; 23, 49-55); niños: son presentados como profesores de los adultos (Mt 18,1-4; 13-15; Lc 9, 47-48). Jesús tiene predilección por el pueblo humilde y afirma que éste entiende el misterio del Reino mejor que los sabios y entendidos (Mt 11, 25-26). Los samaritanos son presentados como modelo a los judíos (Lc 10, 33; 17,16). Los hambrientos son acogidos como rebaño sin pastor (Mc 6, 34; Mt.9, 36; 15, 32) les da de comer (Jn 6, 5-11) e incentiva en ellos la solidaridad de compartir (Jn 6,9). Devuelve la vista a los ciegos (Mc 8, 22-26; 10, 46-52; Jn 8, 6-7), mientras que los fariseos son declarados ciegos (Mt 23,16). La curación de los cojos es señal de que Jesús puede perdonar pecados sin blasfemar (Mc 2,1-12). Atiende a los poseídos como señal de que llegó el Reino de Dios (Lc 11, 14-20). La mujer adúltera es acogida y defendida contra la ley y contra la tradición (Jn 8, 2-11) y las prostitutas son invitadas a la conversión (Mt 21, 31-32; Lc 7, 37-50). Los extranjeros son acogidos y atendidos (Lc 7, 2-10), y la cananea consigue cambiar los planes de Jesús (Mt 15, 22). Los pecadores son llamados para ser discípulos de Jesús (Mc 1,16-20), mientras tanto no hay ningún doctor ni escriba en el grupo de los doce. Algunos zelotas están en el grupo de Jesús (Mt 10, 4; Mc 3,18) junto con Leví, el publicano (Mc 2,14).

Estas actitudes concretas de Jesús representan un peligro muy grande para el sistema de los judíos, pues Jesús acoge a los "inmorales" (prostitutas y pecadores), a los "marginados" (leprosos y enfermos), a los "herejes" (samaritanos y paganos), los "colaboradores" (publicanos y soldados), a los "débiles" y "pobres" (que no tienen poder ni saber).

23. Jesús denuncia todas las divisiones y las combate a través de actitudes concretas. Las divisiones y oposiciones existentes en aquel tiempo venían de las relaciones de producción, de la raza y de la religión. Todo mezclado. Todas ellas contradecían la voluntad del Padre, ya que por medio de ellas mucha gente era marginada, dejada de lado, sin esperanza de poder obtener una vida mejor. Y muchas veces esto era mal comprendido y legitimado en nombre de Dios, a través de una interpretación errada de la Biblia. La división entre el prójimo y el no-prójimo desaparece con Jesús. Él afirma que el ser prójimo ya no depende sólo de la raza ni de observancias exteriores, sino de la disposición que tiene cada uno de aproximarse al otro, quien quiera que sea (Lc 10, 29-37). Jesús la destruye la división entre pagano y judío entrando en la casa del centurión (Lc 7, 6) y atendiendo al pedido de la cananea (Mt 15, 28). Igualmente hace con la división entre obras santas y profanas (Mt 6,1-14), oración (Mt 6, 5-8), ayuno (Mt 6, 16-18), y las demás actividades es redimensionada. La división entre puro e impuro es suprimida cuando Jesús cuestiona toda la legislación de la pureza legal (Mt 23, 23; Mc 7, 13-23), llegando a ridiculizarla (Mt 23, 24). La división entre tiempo sagrado y tiempo profano no tiene sentido para Jesús. El colocó el sábado al servicio del hombre (Mt 12, 1-12; Mc 2, 27; Jn 7, 23-24). Por último, la división entre sitios sagrados y profanos pierde su significado, pues Jesús enseña que Dios puede ser adorado en cualquier lugar, mientras sea en espíritu y verdad (Jn 4, 21-24; Mc 11, 15-17; Jn 2, 19) y no sólo en el templo.

24. Actuando así, Jesús sacude y relativiza los pilares del sistema judaico: observancia del sábado, el templo, las obras santas (ayuno, oración y limosna), la ley de la pureza legal (Mt 23, 25-28), la práctica de la justicia hecha por los fariseos (Mt 5, 20), la propia ley de Moisés (Mt 5,17.21.23.31.33.38). Jesús denuncia la tentativa de llegar a Dios a través del propio esfuerzo y del propio mérito: "¡somos siervos inútiles!" (Lc 17,10). De este modo, él libera al pueblo de la tiranía de la ley, de la tiranía de los intérpretes de la ley, de la tiranía que, en nombre de su mayor saber, imponían pesadas cargas al pueblo ignorante (Mt 23, 4). Él propone un nuevo orden: revela a Dios como Padre de todos que pide la fraternidad entre los seres humanos. Une el amor a Dios con el amor al prójimo y pide que el poder sea ejercido como servicio. Jesús permanece fiel en el cumplimiento de la voluntad del Padre, a quien se abre confiado en la oración, hasta la muerte.

25. Jesús asume su muerte como expresión suprema de libertad y fidelidad al designio del Padre: "Nadie me quita la vida; yo la doy voluntariamente" (Jn 10,18). Con su muerte todo parece haber terminado y las esperanzas que había suscitado el profeta de Nazaret parecen haber quedado frustradas. En el momento de la crucifixión sus discípulos lo abandonan y Dios aparentemente calla. Sin embargo, en ese momento acontece algo absolutamente inesperado. Los discípulos experimentan que Jesús vive con una vida nueva, la vida de Dios que le ha hecho Mesías y Señor, y comienzan a anunciar que en él, Dios ha cumplido todas sus promesas y ha otorgado a la humanidad la salvación: "Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos escogidos de antemano... Todo el que cree en él, alcanza por su nombre el perdón de los pecados" (Hch 10, 40.43). Del evento pascual nace la fe de la comunidad cristiana que reconoce en la palabra y la historia de Jesús la revelación definitiva de Dios. Esta fe se expresará en el seguimiento de Jesús, que es una vida conforme a su palabra e iluminada por su Espíritu.

26. Las cartas apostólicas Tertio Millennio Adveniente y Novo Millennio Ineunte nos invitan a "contemplar el rostro de Cristo"(21) y a vivir en forma particular la dimensión cristológica de la vida cristiana(22). El Concilio Vaticano II, al hablar de la vida consagrada, insistió en varios lugares en el aspecto fundamental del compromiso de seguir a Jesús, diciendo "que la norma última de la vida religiosa es el seguimiento de Jesús"(23).

27. Volviendo a lo esencial del evangelio nos encontramos con la presencia y la acción del Espíritu Santo que está siempre cerca, con y en la comunidad cristiana, para guiarla a la verdad plena (cf Jn 14,16-17; 16, 3). Él es quien mueve la Iglesia en todos los tiempos para que dé testimonio de Cristo y vaya haciendo realidad el proyecto de Dios sobre la humanidad (cf Hch 1, 4-8). En la perspectiva de los sinópticos, el Espíritu es quien orienta a Cristo y a los creyentes (Mt 14,1; Lc 4,14; 2, 26) y ayuda a los discípulos en los momentos de persecución (Mt 10, 20). En el libro de los Hechos de los apóstoles, el Espíritu guía continuamente la Iglesia. Con su acción crea la comunidad (Hch 2, 42-47) y la impulsa a evangelizar con audacia (Hch 2, 29; 4,13.29.31). Al mismo tiempo defiende la libertad ayudando a que se supere el apego al legalismo que amenaza y oprime (Hch 15,1-5.28). Para Pablo, el Espíritu es la nueva ley (Rom 8,1-17); es un Espíritu de comunión en la diversidad de carismas que comunica (1Cor 12,1-13); habita en nosotros (1Cor 3,16), nos transforma en hijos de Dios (Rom 8,14-15) y produce frutos (Gál 5, 22). En el evangelio de Juan se subraya sobre todo la cercanía del Espíritu en la comunidad cristiana (Jn 14,16-17) como maestro que ayuda a reconocer y penetrar las enseñanzas de Jesús (Jn 14,25-26; l6,12-15); como abogado que defiende a Cristo y convence al mundo de pecado por no haber creído en Jesús; de justicia porque prueba que Él ha triunfado; y de juicio porque el mal ha sido vencido por Cristo (Jn 16, 5-10).

28. El análisis del fundamento bíblico de la vida religiosa ayudó a redescubrirla como una forma de seguir a Jesús(24). Mostró que le seguían diversos grupos mientras vivía. Esto mismo continuó después en la vida de la Iglesia, concretizando en formas diversas el seguimiento de Jesús. Una de estas formas es la vida consagrada, que, a semejanza del grupo de los apóstoles, pero con una propia interpretación, trata de vivir como Jesús y de testimoniar que en él se halla la plenitud.

La vida consagrada es un modo de seguir a Jesús. Así escribía san Juan de la Cruz cuando decía a la comunidad de carmelitas de Córdoba: "Den a entender lo que profesan, que es a Cristo desnudamente, para que las que se movieren sepan con qué espíritu han de venir"(25). La entrega total a Dios que expresamos por los votos representa una nueva forma de realizar la vocación personal y comunitaria.

29. Una relectura del seguimiento de Cristo, guiada por la acción del Espíritu, es la que hizo brotar en el pueblo de Dios la vida consagrada. Esta relectura se hace en la reflexión sobre la doctrina de Cristo con sus exigencias de totalidad y en la contemplación de su ejemplo: nace y vive pobremente dedicándose al servicio de los demás en una vida célibe y obediente a la voluntad del Padre. Todos los seguidores de Jesús deben colocar el Reino de Dios por encima de la familia y de los bienes. Y todos son invitados a tomar la cruz del cumplimiento de la propia misión discernida a la luz de la fe (Lc 14, 25-35). En la vida consagrada estas tres exigencias se interpretaron de una manera particular que llevó a asumir la total entrega a Dios y al servicio de los demás por medio de la castidad consagrada, la pobreza y la obediencia.

II. VOLVER A LO ESENCIAL DE LA VIDA CONSAGRADA

30. El seguimiento de Cristo nos lleva a vivir lo esencial de la vida consagrada, a través de los consejos evangélicos, reproduciendo el estilo de vida de Jesús bajo el dinamismo del Espíritu. "El Espíritu Santo renueva incesantemente la Iglesia y la conduce a la unión consumada con su Esposo"(26). La vida religiosa animada por el mismo dinamismo surgió como don del Espíritu a la Iglesia, para vivir y expresar con radicalidad algunos valores evangélicos, y para dar respuesta a situaciones de crisis, saliendo al encuentro de las necesidades de las personas. Por eso se insertaron admirablemente en las circunstancias de la época y hablaron un lenguaje vital e inteligible para sus contemporáneos. El Espíritu suscita a lo largo de la historia diversas formas de vida consagrada. Las nuevas no destruyen las anteriores, pero las ayudan a renovarse y a volver a lo esencial.

31. El carisma tiende continuamente a convertirse en experiencia, a ser comprendido más íntimamente, a cristalizar en formas múltiples según el momento histórico, empujado también por los signos de los tiempos que lo provocan, como tantas acciones de Dios en la historia. Esta evolución interna del carisma y las formas y estructuras en las que debe manifestarse para ser leíble, es lo que constituye la vitalidad del carisma en cada momento de su desarrollo. Las encarnaciones del carisma en la historia son obra de Dios y de los hombres. Como obras de Dios son perfectas; como obras de los hombres son frágiles, imperfectas y transitorias. Con sentido de la historia y de la evolución hay que permanecer abiertos a lo nuevo en un discernimiento de fe (cf. 1Tes 5,19-21). Los años posconciliares han estado marcados por tensiones debidas a este esfuerzo por asimilar los cambios y enfrentar los desafíos que traen consigo.

32. La exhortación apostólica posconciliar Vita consecrata ha puesto de relieve los aspectos esenciales de toda vida consagrada: consagración, comunión y misión. Estos elementos esenciales de la vida consagrada se comprenden mejor cuando lo contemplamos desde la perspectiva humana y cristiana. Cristo, con su vida, nos conduce al encuentro con Dios, con los demás, con la realidad creada, en fe, amor y esperanza. Esto nos conduce al encuentro con Dios, a la apertura a los otros y al trabajo creador y comprometido en la transformación del mundo a la luz del proyecto de Dios (la esperanza). La consagración es, en el fondo, una expresión de fe en un Dios personal, único absoluto a quien debemos obediencia amorosa. La comunión es un medio apoyado en la caridad que nos lleva a formar una familia reunida en el nombre del Señor. La misión es anuncio y testimonio del evangelio con sus consecuencias y exigencias sociales, y que es vocación de todo cristiano. El consagrado quiere subrayar esto con un compromiso de esperanza activa al dedicarse completamente al servicio de los demás.

33. Estos tres elementos claves de la vida humana y de la vida consagrada, encuentro con Cristo, fraternidad y misión, no se pueden separar. Hay entre ellos una interdependencia y causalidad recíproca. El encuentro con Cristo se manifiesta en el amor al prójimo, y ambos impulsan un compromiso en la transformación de la persona y de la sociedad con el testimonio, oración y trabajo. Si Dios se reserva personas y las consagra, es para reenviarlas con más libertad en misión al mundo. Así la persona consagrada se entrega a Dios por Cristo para estar abierta al servicio de los otros, a la luz de las exigencias del Reino de Dios. Nuestra Santa Madre Teresa de Jesús dio esa dimensión apostólica a toda la vida carmelitana de oración y fraternidad(27).

34. La forma concreta de consagración se hacía con un sólo voto (voto de vida monástica, conversio morum) hasta el siglo XII. Este voto único implicaba la totalidad de la consagración religiosa. A partir del siglo XII, la forma concreta de consagración de los religiosos se comenzó a hacer con la mención explícita de los tres votos: castidad, pobreza y obediencia. Éstos impulsan la entrega a Dios y la misión al servicio de los demás. En cuanto son reserva de la persona a Dios, implican una donación total y generosa al amor divino. Significan el impulso del ser humano que busca el absoluto y por él se siente libre frente a todo. La renuncia al mundo no es huida, sino una manera más radical de relacionarse con él. Por los votos no se rompen las relaciones con los bienes de este mundo (pobreza), ni con la sociedad (obediencia), ni con la mujer o varón (castidad). Más bien por los votos, estas relaciones adquieren una dimensión diferente a causa de su dedicación total a Dios. Los votos consagran, dedican, hacen libres y disponibles a las personas para la causa del Padre y de Cristo en el mundo, bajo la acción del Espíritu. Hay en los votos religiosos una dimensión trinitaria, puesta de relieve por la Exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata(28).

35. La vida consagrada asumió casi desde los principios un ideal comunitario: la imitación del grupo de los doce y de la comunidad cristiana de Jerusalén. A partir del Vaticano II se redescubrió esta dimensión fraterna de la vida consagrada. Ésta se presenta como una vivencia fraterna del evangelio en una iglesia de comunión. Éste es precisamente uno de sus principales testimonios. Una forma de hacer presente la salvación de Jesucristo que hizo posible la comunión entre los seres humanos. En 1994, la CIVCSVA publicó un documento con el título Vida fraterna en comunidad. "Congregavit nos in unum Christi amor". En él recuerda los cambios operados en la eclesiología y en el derecho canónico en relación a la vida en común, que llevaron a poner el acento más que en la vida en común, en la vida fraterna en comunidad dentro de la vida consagrada. También subraya la evolución de algunos aspectos de la vida humana en la sociedad que han influido decididamente en la comunidad de personas consagradas: los movimientos de emancipación política y social en los países en vía de desarrollo, la reivindicación de la libertad personal y de los derechos humanos, la promoción de la mujer, la explosión de los medios de comunicación, el consumismo y hedonismo. "Todo esto, concluye el documento, se ha convertido en un desafío y en una llamada a vivir con más vigor los consejos evangélicos, incluso en apoyo del testimonio de la comunidad cristiana"(29).

36. Al igual que en la vida cristiana, en la llamada a la vida consagrada "está incluida la tarea de dedicarse totalmente a la misión. Más aún, la vida consagrada, bajo la acción del Espíritu Santo, que es la fuente de toda vocación y de todo carisma, se hace misión, como lo ha sido la vida entera de Jesús. La profesión de los consejos evangélicos, al hacer a la persona totalmente libre para la causa del evangelio, muestra también la trascendencia que tiene para la misión. Se debe, pues, afirmar que la misión es esencial para cada Instituto, no solamente de los de vida apostólica activa, sino también de los de vida contemplativa"(30). La misión no es otra cosa que la dimensión apostólica de la vida cristiana que se vive tanto en la oración como el servicio evangelizador. Eso explica por qué santa Teresa de Lisieux, doctora de la iglesia, monja contemplativa, fue declarada patrona de las misiones.

III. VOLVER A LO ESENCIAL DE NUESTRO CARISMA Y ESPIRITUALIDAD

37. El carisma de la vida carmelitano-teresiana se inserta en el gran movimiento del seguimiento de Cristo de la vida religiosa. Tres momentos son fundamentales para la vida carmelitana teresiana: la Regla, texto inspirador, la experiencia y la doctrina de santa Teresa y de san Juan de la Cruz, la expresión constitucional posconciliar del carisma y la espiritualidad en nuestras Constituciones.

La vuelta a lo esencial implica una renovada toma de conciencia de aquellos elementos que constituyen el núcleo central de nuestro carisma en la Iglesia. Eso nos permitirá afrontar los retos de los signos de los tiempos en la Iglesia y en el mundo.

1. La regla de san Alberto

38. Nuestras Constituciones sintetizan claramente los elementos fundamentales de la regla de san Alberto cuando hablan de la "forma de vida" originaria del Carmelo. Esta síntesis aparece en la enumeración de las prescripciones principales que se proponen como norma de conducta y que son las siguientes:

a) Vivir 'en obsequio' de Jesucristo y servirle con corazón puro y buena conciencia, esperando de él solo la salvación; prestar obediencia al superior con espíritu de fe, fijándonos más que en su persona en la de Cristo;
b) meditar continuamente la ley del Señor, cultivando la lectura divina y fortaleciendo el alma con pensamientos santos, a fin de que la palabra de Dios nos llene los labios y el corazón con toda su riqueza y todo se realice por la misma palabra del Señor;
c) celebrar a diario en común la sagrada liturgia;
d) ponernos las armas que Dios nos da, vivir con mayor hondura la fe, la esperanza y la caridad y seguir, por el camino de la ascesis evangélica, el ejemplo de gozosa entrega al trabajo que nos ofrece el apóstol;
e) renovar la comunión de vida con la fraterna solicitud por la observancia comunitaria y la salvación de las almas, con la mutua corrección caritativa, con la comunicación de todos los bienes bajo la autoridad del superior, puesto al frente de los religiosos a título de servicio;
f) cultivar sobre todo la oración asidua en un ambiente de soledad, silencio y vigilancia evangélica;
g) proceder en todo, pero especialmente en las obras supererogatorias, con discreción, ya que ella regula la práctica de la virtud"(31).

39. Estos puntos de la regla continúan siendo válidos, pero hay que encarnarlos y vivirlos con los matices de los tiempos y de los lugares. Estos elementos fundamentales de la regla de san Alberto deben ser vistos hoy desde diversas perspectivas socio-culturales y eclesiales, que son como ventanas diferentes que nos hacen descubrir su riqueza integral y actualidad para responder a los desafíos nuevos para nuestra vida carmelitano-teresiana, encarnada en las diversas culturas. De este modo, en medio de la búsqueda, hecha con fidelidad dinámica, descubrimos el valor y la actualidad de la experiencia de quienes nos han precedido(32). Una relectura de la regla del Carmelo, como ya la Orden lo ha venido haciendo y ha cristalizado en las Constituciones, hará posible unir nuestra experiencia como carmelitas de hoy con la de nuestros antepasados que, guiados por el Espíritu, vivieron y nos transmitieron un carisma y una espiritualidad: "Tengamos delante nuestros fundadores verdaderos, que son aquellos santos padres de donde descendemos, que sabemos que por aquel camino de pobreza y humildad gozan de Dios"(33).

40. Debemos asumir la relectura que hicieron de la regla nuestros santos padres, y a partir de nuestra experiencia vocacional, permanecer abiertos a lo que mejor revele su riqueza y estructura para las nuevas generaciones. La regla nos orienta a lo esencial de nuestra vocación: la pureza del corazón, la formación de un mundo interior que debe purificarse y ser receptivo del Dios vivo. La regla ofrece un proyecto de vida evangélico, sencillo y unificado, centrado en Jesucristo y en la comunión eclesial, situado en la historia de la salvación. Ofrece también un proyecto estructurador para la persona. Sitúa clara y sobriamente las tres relaciones de la persona humana: con Dios (oración), con los demás (actos comunitarios) y consigo mismo (interioridad y meditación personal). La regla ofrece un proyecto de vida comunitaria en el cual la comunidad tiene su puesto y existe en diálogo con la autoridad de la Iglesia entre los que conviven juntos y las personas de fuera (huéspedes o personas que ayudaban a los frailes) y con las otras comunidades. En una sociedad en que todo tiene un precio, la Regla señala la importancia de la gratuidad del amor.
En la actualidad la Orden se encuentra extendida en todos los continentes y en las más diversas culturas. Eso nos pide asumir los elementos fundamentales de la misma para tratar de inculturarlos. También es importante tener en cuenta una lectura femenina de la regla.

41. Nuestros santos padres configuran de este modo la refundación que hicieron: el primado absoluto de Dios (vivir en obsequio de Jesucristo), la dimensión contemplativa de oyentes ávidos de la palabra, la vida personal y comunitaria, marcada y revestida por las armas de Dios, por la "penitencia de la razón y discreción"(34), por el ideal teresiano de amor, desasimiento y humildad(35).

42. Teresa se encuentra con la regla bien avanzada su vida espiritual, cuando está perfilando un nuevo proyecto para vivir su vocación, y muestra interés por señalar el entronque de la nueva vida con el Carmelo de los orígenes. La adopta como ley básica de la casa, se sitúa ante ella con libertad espiritual y la recrea con su vivencia vocacional. San Juan de la Cruz no tiene ninguna alusión explícita a la regla, más bien con su doctrina nos desvela y profundiza los valores fundamentales de la misma: el seguimiento de Cristo, el absoluto de Dios, la abnegación, la escucha de la palabra, y la respuesta en la fe, esperanza y caridad.

43. Nuestros santos padres hicieron una verdadera "refundación". Habiendo alcanzado las raíces del Carmelo lo abrieron a horizontes nuevos respondiendo así a los desafíos de su época. Partieron de una experiencia y la expresaron en sus escritos que iluminan nuestro camino. A esta experiencia y a esta doctrina debemos volver si queremos responder al desafío de lo esencial del carisma y de la espiritualidad del Carmelo teresiano-sanjuanista.

2. La experiencia y doctrina teresiana

44. Muy dotada desde siempre para las relaciones interpersonales, para la amistad, nuestra santa Madre, cuya experiencia está en el origen de nuestra identidad vocacional en la iglesia, es centrada por Dios, "recogida" por y en él, misterio trinitario. Las personas divinas (Dios) llenan totalmente el espacio de su conciencia lanzándola fuerte y vivamente a una relación interpersonal, hasta sumergirla en la vida de relación intratrinitaria. Experimenta la presencia y cercanía del Padre. Basta "ponerse en soledad y mirarle dentro de sí"(36). En sus Relaciones nos habla de su experiencia de la persona del Padre que se acercaba a ella y le decía palabras muy agradables. "Entre ellas me dijo, mostrándome lo que quería: Yo te di a mi Hijo y al Espíritu Santo"(37).

45. Asumiendo nuestra naturaleza humana, por la acción del Espíritu Santo, el Verbo de Dios, nos dice la santa Madre, no sólo asume nuestras flaquezas, trabajo y limitaciones, y así entiende nuestras flaquezas, sino también muestra la dirección y el ámbito de nuestra filiación divina y de nuestra condición humana, y por eso es compañía y amigo verdadero: "no somos ángeles, sino tenemos cuerpo. Querernos hacer ángeles estando en la tierra ... es desatino ... y en tiempo de sequedades, es muy buen amigo Cristo, porque le miramos hombre y vémosle con flaquezas y trabajos y es compañía"(38). Por eso santa Teresa se opone al parecer de muchos teólogos que exigían abandonar la humanidad de Cristo para poder subir a los grados superiores de contemplación. Afirma con fuerza que no hay que apartarse de la humanidad de Cristo(39). El seguimiento de Jesús bajo la acción del Espíritu, implica también en la doctrina teresiana el asumir nuestra naturaleza y vivirla como gracia, como vehículo de gracia. También en la experiencia de las limitaciones y achaques. Cristificar es también humanizar, o si se quiere personalizar, hacer persona.

46. Por supuesto que santa Teresa nos enseña igualmente que junto con este proceso de humanización se da un proceso de divinización. También a nosotros nos define lo divino y lo humano junto. Toda la ascética teresiana busca la liberación y el potenciamiento de lo humano, el embellecimiento de la persona, a fin de que podamos ser transformados en signos e instrumentos del hombre-Dios y el Dios-hombre: "mientras más santas, más conversables con sus hermanas ... Ser afables y agradar y contentar a las personas que tratemos"(40). Teresa nos comunica su gozoso descubrimiento de Dios y de sus exigencias que llegan al nudo de nuestras relaciones humanas. Según ella, la humanización de Dios nos abre el camino y hace posible la nuestra, que se continúa en la humanización de todas las estructuras, siempre al servicio de la persona, como nos recuerda el Vaticano II: "el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales es y debe ser la persona humana"(41). En este aligeramiento de las estructuras se comprometió a fondo Teresa en su proyecto renovador del Carmelo. Procuró pasar de un rígido hieratismo a un humanismo evangélico: "entienda, mi padre, que yo soy amiga de apretar en las virtudes, mas no en el rigor, como lo verán por nuestras casas"(42). Santa Teresa siempre defendió el humanismo en las estructuras y en la aplicación de las leyes, porque "un alma apretada no puede servir bien a Dios"(43).

47. Junto con la experiencia del Padre y del Hijo, santa Teresa experimentó la presencia y la acción del Espíritu en su vida. "Paréceme a mí que el Espíritu Santo debe ser medianero entre el alma y Dios"(44). Él es quien guía la vida de las personas y les comunica la fe, como a los apóstoles. Él acompaña en la oración y hace experimentar al Padre y al Hijo presentes.

48. El camino y expresión vivencial -más tarde también doctrinal- de estas experiencias divinas fue la oración, trato de amistad(45). Es el "medio" y "lugar" por excelencia de su experiencia de Dios. Santa Teresa subraya la importancia del encuentro con el Señor en el silencio y en la soledad, aunque, ya en la plenitud de su unión con Dios, escribe "que entre los pucheros anda Dios"(46), y que se comunica por muchos caminos(47). No sólo en los "rincones"(48).

Las oración será el centro y eje de su mensaje espiritual. Entendida como amistad, se extiende a toda la existencia y lleva a ser amigos de Dios. Por eso, cuando presenta su pedagogía de la oración insiste en el ser: "qué tales habremos de ser"(49). Y habla de la recreación del ser (amor fraterno, desasimiento, humildad = verdad) como "cosas necesarias para los que pretenden llevar camino de oración"(50).

49. Este planteamiento le servirá para educar a la vida de comunidad, que es un elemento esencialísimo en la experiencia y palabra teresianas. Compara sus comunidades con el grupo de los doce alrededor del Señor, y las llama "colegio de Cristo"(51). Él "nos juntó aquí", "nos trajo aquí"(52). La comunidad surge porque el Señor llama y congrega para una donación colectiva a él: "darnos todas al Todo sin hacernos partes"(53). El nos hace deudos los unos de los otros. Somos de este modo una nueva familia: "No hallaremos mejores deudos que los que su Majestad nos enviare"(54). Esta oración-amistad está centrada desde el principio en Jesucristo(55). En él, "libro vivo" aprende "las verdades"(56) del ser de Dios y de nosotros mismos, de nuestra llamada a "ser conformes" a él(57). Hay que destacar que el humanismo teresiano tiene aquí su verdadera raíz.

50. La persona consagrada se transforma en amiga-esposa de Jesús y tiene que ser don para los otros: en la Iglesia y en el mundo. La oración, para santa Teresa no se reduce a unos momentos ni tampoco puede cerrarnos sobre nosotros mismos(58). Así educó a su monjas: "Que se aficionasen al bien de las almas y al aumento de su Iglesia"(59). "Quienes conocen la condición de Dios" se hacen don de sí(60). No se santifican para darse, sino que, dándose, se santifican. Y así "pelean por Cristo"(61). María es la expresión suprema de la vocación carmelitana: "tenéis tan buena madre"(62), debemos "hacer la vida como verdaderas/os hijas/os de María"(63), pues la reforma es "la causa de la Virgen María"(64). Somos "su Orden"(65).

51. Esta experiencia entrañable de las tres personas divinas y de su acción en nosotros y en la historia, se vive y se alimenta en la oración como trato de amistad con la Trinidad. El humanismo está enraizado en la encarnación del Verbo. La comunión, fruto de la presencia y de la acción del Espíritu que impulsa a la misión para proclamar la Buena noticia de salvación y para vivir la fe (humildad-verdad), la esperanza (desapego) y el amor, es anuncio evangélico(66). Estos son los elementos fundamentales de la experiencia y doctrina teresianas.

3. La experiencia y doctrina sanjuanistas

52. San Juan de la Cruz está también fuertemente impactado --experiencia y palabra-- por el misterio tripersonal de Dios que se autocomunica. Esta experiencia le hace "salir", empeñar personalmente su vida, dar la res-puesta a la pro-puesta de Dios: "Si el alma busca a Dios, mucho más le busca su Amado a ella"(67). "Dios es el centro del alma"(68). El santo, explicando nuestra condición de hijos de Dios, habla del deseo de entender las profundas vías y misterios de la Encarnación que tiene la persona transformada en Cristo por la acción del Espíritu: "Una de las causas que más mueven al alma a desear entrar en esta espesura de sabiduría de Dios y conocer muy adentro la hermosura de su Sabiduría divina es ... por venir a unir su entendimiento en Dios, según la noticia de los misterios de la Encarnación, como más alta y sabrosa sabiduría de todas sus obras"(69). En estas "cavernas" de Cristo desea adentrarse el creyente para absorberse y transformarse y embriagarse, es decir vivir la participación real y total en la modalidad filial de ser compañeros de la divina naturaleza, "iguales y compañeros de Dios"(70). Este proceso de ser transformados en hijos en el Hijo se realiza por la acción del Espíritu Santo que purifica al creyente de todo lo que no es Dios y le da la posibilidad de amar a Dios con el mismo amor de Dios y lleva a plenitud la imagen de Dios que somos desde el momento de nuestro nacimiento(71). San Juan de la Cruz pone de relieve que en esta participación de la vida intratrinitaria por la acción del Espíritu Santo es semejante el alma a Dios, y para que pudiese venir a esto la crió a su imagen y semejanza. "Y cómo eso sea no hay más saber ni poder para decirlo, sino dar a entender cómo el Hijo de Dios nos alcanzó este alto estado y nos mereció este subido puesto de poder ser hijos de Dios"(72).

53. El encuentro con Dios se da siempre en las virtudes teologales: acciones de Dios en las que él mismo es, a la vez, comunicante y comunicado(73), capacitadoras y camino para el hombre, en su aspecto purificativo y unitivo(74). En ellas el santo expresa todo el movimiento de donación de Dios y de respuesta humana: "el único medio próximo de la unión". La vida cristiana es sólo, sustancialmente, vida teologal.

También este enfoque se profundiza en la oración-contemplación: en ellas no "hay que llevar otro arrimo sino la fe y la esperanza y el amor"(75). El Espíritu Santo, agente de la contemplación, "no le alumbrará [al alma] más que en fe"(76). Él es la "llama viva" que purifica (verdadera y profunda "ascesis") y une, "diviniza". Todo el camino espiritual se hace bajo la moción del Espíritu.

54. El camino espiritual, de purificación y de unión, simultáneamente, está marcado en la realidad y en la enseñanza del santo, por la noche, "momentos" de más intensa experiencia de purificación, "momentos" decisivos del camino de la unión, que merecen un particular tratamiento del doctor místico. La unión es la vocación del hombre, realidad envolvente, dinámica, en devenir, que preside todo el camino del creyente, "condiciona" e ilumina toda la exposición sanjuanista(77). La unión, que en su máxima realización, es la inmersión profunda en el misterio de vida trinitaria(78), realiza de forma eficaz nuestra condición filial(79).

55. Jesucristo, el Hijo, modalidad de nuestra participación en el misterio trinitario(80), es también, en su pasión y muerte, camino nuestro, quien justifica y verifica nuestra "pasión y muerte", nuestra "ascética": "sígale hasta el calvario y el sepulcro"(81). Es el sentido de 2S 7, en el que el santo nos ofrece su comprensión "del misterio de la puerta y del camino de Cristo"(82), nuestro camino(83). Así encabeza el pequeño manojo de "avisos" en 1S 13,3. Así sintetiza la Noche: "entremos más adentro en la espesura"(84). Morir "siguiendo sus pisadas" [de Cristo] a cuanto "estorbe la resurrección interior del espíritu"(85). San Juan de la Cruz presenta a Jesús como palabra del Padre, en la que nos ha dicho y dado todo y ha quedado mudo. El Padre nos ha dado a su Hijo por hermano, compañero, precio y prenda. Eso debe alimentar en nosotros una actitud de base: poner los ojos en Cristo porque en él el Padre nos ha revelado todo, "pues, acabando de hablar toda la fe en Cristo, no hay más fe que revelar ni la habrá jamás"(86).

56. Lo esencial de la experiencia y de la doctrina sanjuanista se encuentra, como en santa Teresa, en el campo trinitario: las tres personas divinas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, son las que hacen la obra de la unión del ser humano con Dios(87). Ésta se realiza a través de un camino iluminado por el Verbo, palabra del Padre y guiado por el Espíritu Santo. Se pasa a través de las noches de purificación que van llevando a la maduración en la fe, la esperanza y la caridad. Estas tres actitudes fundamentales son el medio y disposición para la unión con Dios(88), y guían el camino de la auténtica oración cristiana. El humanismo de san Juan de la Cruz complementa el de santa Teresa. Este humanismo se encuentra en su sensibilidad ante la belleza de la naturaleza, su amor por la música, su preocupación por los enfermos y por los pobres y, especialmente, en sus escritos poéticos.

4. El carisma y la espiritualidad del Carmelo Teresiano

57. Vita consecrata nos invita a "reproducir con valor la audacia, la creatividad y la santidad de los fundadores y fundadoras como respuesta a los signos de los tiempos que surgen en el mundo de hoy"(89). En el Carmelo teresiano-sanjuanista este dinamismo histórico del carisma se ha encarnado y enriquecido con la santidad de tantos hermanos y hermanas nuestros que, en diversas épocas y lugares, fueron testimonio viviente de ese don comunicado a nuestra Orden en la Iglesia y se convirtieron en fundamento silencioso y elocuente de una auténtica fidelidad creativa. Entre otros, destacan Teresa de Lisieux, Isabel de la Trinidad, Edith Stein, Rafael Kalinoswki, Teresa de los Andes y otros muchos oficialmente reconocidos como beatos o santos o sin ese reconocimiento oficial.

Es urgente, por tanto, que la vida espiritual ocupe el primer lugar en el programa de renovación de nuestra familia religiosa, de modo que aparezca como escuela de espiritualidad evangélica(90). Esta experiencia carismática caracteriza peculiarmente nuestra Orden que, a través de sus Constituciones, aprobadas por la Iglesia, ha obtenido la garantía de que "en su carisma espiritual y apostólico se dan todos los requisitos objetivos para alcanzar la perfección evangélica personal y comunitaria"(91).

58. El número 15 de nuestras Constituciones presenta sintéticamente lo esencial de nuestro carisma y espiritualidad. Reflexionar sobre ello nos ayudará a retomar lo que realmente es básico en nuestra vocación y misión.

"Teniendo en cuenta los orígenes de nuestra vocación y el carisma teresiano, cabe enumerar aquí los siguientes elementos primordiales de nuestra profesión:

a) Abrazamos la vida religiosa 'en obsequio de Jesucristo' apoyándonos en el común destino, la imitación y el patrocinio de la santísima Virgen, cuya forma de vida constituye para nosotros un modelo de configuración con Cristo.

b) Nuestra vocación es fundamentalmente una gracia, que nos impulsa, en una comunión fraterna de vida, a la 'misteriosa unión con Dios' por el camino de la contemplación y de la actividad apostólica indisolublemente hermanadas al servicio de la Iglesia.

c) Estamos llamados a la oración, que, alimentada con la escucha de la palabra de Dios y la liturgia, nos conduce al trato de amistad con Dios, no sólo cuando oramos, sino cuando vivimos. Nos comprometemos en esta vida de oración, que se ha de nutrir de la fe, la esperanza y sobre todo de la caridad divina, a fin de poder, una vez purificados los corazones, profundizar en nuestra vocación cristiana y disponernos a una efusión más copiosa de los dones del Espíritu Santo. Así participamos del carisma teresiano y llevamos adelante la inspiración originaria del Carmelo, envueltos por la presencia y el misterio del Dios vivo.

d) Pertenece al mismo ser de nuestro carisma penetrar de celo apostólico la oración y toda la vida consagrada, trabajar de distintas maneras en servicio de la Iglesia y de los hombres, para que de verdad 'la acción apostólica dimane de la íntima unión con Cristo', más aún, aspirar también a la sublime forma de apostolado que fluye de la plenitud del 'estado de unión con Dios'.

e) Pretendemos realizar ambos servicios, el contemplativo y el apostólico, formando una comunidad fraterna. De este modo, fieles a la idea primitiva de santa Teresa de fundar una minúscula familia a imagen y semejanza del pequeño 'colegio de Cristo', gracias a nuestra comunión de vida basada en la caridad, nos convertimos en testigos de la unidad de la iglesia.

f) Por último nos esforzamos en edificar nuestra vida sobre el cimiento de la abnegación evangélica, conforme a la regla y las enseñanzas de nuestros santos padres".

59. Santa Teresa trazó también el estilo concreto de vivir estas realidades del carisma y de la espiritualidad. Ella "quiso marcar su obra con una forma y estilo peculiares de vida: fomentando las virtudes sociales y demás valores humanos, cultivando la alegría y suavidad de la vida fraterna en un cordial ambiente de familia, inculcando la dignidad de la persona humana y la nobleza de alma, elogiando y promoviendo la formación de los religiosos jóvenes, el estudio y cultivo de las 'letras', ordenando la mortificación y los ejercicios ascéticos de la comunidad a una más profunda vida teologal y acomodando estas prácticas al ministerio apostólico, alentando la comunión entre las distintas casas y la amistad evangélica entre las personas"(92).
 

SEGUNDA PARTE

CONSTRUYENDO NUESTRO FUTURO
A LA LUZ DE NUESTRA IDENTIDAD CARMELITANO-TERESIANA

60. En la introducción "Una mirada hacia la realidad" hemos hablado de los principales desafíos que se presentan hoy en la realidad socio-cultural y eclesial y que nos interpelan. El Carmelo teresiano del futuro deberá tratar de responder a ellos desde su propia identidad en los diversos campos: socio-cultural, religioso, eclesial y carmelitano. Señalamos en todos esos ámbitos algunos retos y, al mismo tiempo, indicamos algunas conclusiones operativas que nos permitan emprender caminos prácticos de fidelidad creativa.

1. Aspecto socio-cultural

61. El fenómeno de la secularización por una parte, y el fundamentalismo religioso por otra, encuentran en la experiencia del Carmelo una valoración y unas líneas orientadoras. El valor de las realidades temporales ha sido cantado por nuestros místicos que descubrieron en todas ellas la huella de Dios. Al mismo tiempo, ellos las vieron como medios para subir más allá y abrirse a la trascendencia de Dios, presente y cercano, pero siempre mayor. La dimensión oracional y contemplativa del Carmelo deberá ser vivida y presentada como apertura a la trascendencia, como fuente de compromiso y esperanza en los caminos de transformación del mundo, como camino para un diálogo ecuménico e interreligioso según las diversas situaciones socio-culturales.

62. Los anhelos de libertad y liberación, fruto de la conciencia de la dignidad humana, exigen un compromiso de todas las personas de buena voluntad en la defensa y promoción de los derechos humanos. El Carmelo del futuro no podrá permanecer ajeno a estos desafíos sabiendo cómo Teresa de Jesús, Juan de la Cruz y los demás santos carmelitas, maestros de vida espiritual, hablaron de la dignidad de las personas, creadas a imagen de Dios y llamadas a la transformación en él. San Juan de la Cruz invita a considerar la grandeza del ser humano que tiene esta vocación de vivir la vida divina. Por eso, "un sólo pensamiento del hombre vale más que todo el mundo; por tanto, sólo Dios es digno de él"(93).

63. La globalización, que pone en comunicación el mundo y lo transforma, ocasiona también la pobreza y la marginación de las personas, y las aísla por medio de una explotación injusta. La oración carmelitana, entendida como diálogo de amistad con Dios y camino de comunión con él, permitirá al Carmelo del futuro ser signo e instrumento de diálogo y comunión. La experiencia contemplativa de Dios, por otra parte, pondrá de relieve la necesidad de contar con él en la elaboración de los valores éticos. Dios está a la base de ellos y sin él no se puede crear nada de auténtico.

64. Los carmelitas teresianos queremos enfrentar los desafíos presentes en las realidades socio-culturales y eclesiales. Queremos promover un conocimiento de la sociología que ayude a nuestros religiosos a leer esas realidades y a hacer una reflexión teológica realista y encarnada. Es necesario por tanto que desde el tiempo de la formación inicial se ayude a "conocer y comprender el mundo en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones y el sesgo dramático, que con frecuencia le caracteriza"(94). Nuestros religiosos deben aprender también a sentirse corresponsables de los problemas sociales y a buscar soluciones, aunque sean pequeñas, a los problemas que nos rodean, como actualización de la conciencia profética que nos debe caracterizar, lejos de todo absentismo y pasividad. Por esto:

1. En la formación permanente se tendrá presente la profundización en la realidad del mundo de hoy, en general, y de los diversos contextos socio-culturales en particular.

2. Como carmelitas teresianos debemos vivir y transmitir nuestra espiritualidad como camino de auténtica libertad y compromiso con la justicia y la paz.

2. Aspecto religioso

65. En el mundo de hoy existe una gran sed de espiritualidad, aunque no pocas veces degenere en espiritualismo. El Carmelo debe ayudar, a la luz de la experiencia y de las enseñanzas de sus santos, a ir a las raíces de una auténtica espiritualidad que supere las experiencias superficiales de lo sagrado.

Nuestras comunidades, centradas en el absoluto de Dios, deberán ser escuelas de oración que vayan transformando a sus miembros en verdaderos contemplativos, capaces de descubrir a Dios presente y cercano en las personas, en los acontecimientos, en lo positivo y en lo negativo de la historia. Un Dios que nos cuestiona e interpela.

Esta contemplación comprometida será capaz de revelar el rostro del Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo a las personas que lo buscan a tientas. Los miembros del Carmelo teresiano debemos tratar de difundir el amor y el conocimiento de ese Dios encontrado en la oración y que conduce a un compromiso con la justicia y la paz.

La vivencia y el testimonio de la experiencia de Dios tendrán lugar en medio de los retos de cada ambiente socio-cultural y eclesial. Hay que ayudar a descubrir a Dios como fuente de plenitud, como liberador, como el Dios de la esperanza, como Padre-Madre, como alguien siempre cercano.

66. En los esfuerzos de búsqueda del sentido de la vida y de la verdad que caracterizan el camino de la humanidad de todos los tiempos, la palabra de Dios es luz que ilumina y orienta a los creyentes en Cristo. El Carmelo que, desde sus orígenes, ha tenido como ideal la meditación, día y noche, de la palabra del Señor, tiene delante de sí una exigencia y una tarea. La exigencia de vivir a la escucha de la palabra y la tarea de educar a otros para ello. Se trata de una lectura vital con la convicción de que la escritura surge de la vida y de la experiencia de un pueblo guiado por Dios, que desde la fe descubre su presencia y sus interpelaciones en la historia y se esfuerza por responder a ellas. La Biblia es la experiencia modelo con la que debemos confrontar nuestras experiencias. La misión de las comunidades carmelitanas será la de ser centros de acompañamiento espiritual en la lectura de la Biblia, ya que "a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras"(95). De este modo se evitará una lectura espiritualista y reductiva de la escritura y se ayudará a descubrir las llamadas de Dios dentro de la realidad de cada día y de la propia vocación y misión. Aquí tiene el Carmelo del futuro un desafío para renovar su vida y cumplir su misión.

67. El Carmelo del futuro está llamado a ofrecer medios que respondan a la sed de Dios que hay en el mundo actual. La espiritualidad carmelitana tiene inmensas posibilidades para responder a esta sed de Dios y para conducir las personas de modo más profundo en su relación con Dios. Todas nuestras comunidades de vida apostólica y contemplativa, los religiosos/as y laicos deberían empeñarse en la tarea de vivir una experiencia espiritual evangélica y profunda. A partir de ella, sea en el compartir, sea en el acoger para ofrecer espacios y medios para esa experiencia a los demás, sea en la creación de Centros e Institutos de Espiritualidad, el Carmelo Teresiano del futuro podrá prestar un servicio cualificado en la Iglesia. En Asia, en sintonía con la iglesia, nuestros religiosos están llamados a comprometerse en un diálogo abierto con las grandes religiones no cristianas, sobre todo en el campo de la espiritualidad. Para lograr esto habrá que buscar nuevas formas de oración, de vida interior y de comunidad más de acuerdo con la religiosidad oriental.

Los carmelitas teresianos, sensibles al fenómeno del alejamiento frente a las instituciones religiosas de parte de la juventud y de la sociedad occidental, al de la increencia e indiferencia religiosa de muchos de nuestros contemporáneos, creemos que la relectura de nuestros santos místicos, en unión con toda la reflexión y profundización que ha de llevar a cabo la Iglesia misma, podrá ayudar a descubrir lo que se oculta tras la superficie y sobre todo a vislumbrar o añorar al Dios escondido en el centro de la vida. Esta realidad nos interpela a ser a la vez más auténticamente orantes y más presentes en la humanidad.

68. Por consiguiente:

1. Hay que redescubrir la importancia de la lectura y meditación de la palabra de Dios en conexión con la vida para poder educar al pueblo de Dios en una lectura orante de la escritura como punto de partida del empeño evangelizador. Las estructuras ordinarias de nuestra vida nos ofrecen ya espacios convenientes para ello. No hay que olvidar la importancia de la abnegación evangélica para testimoniar y anunciar la Buena Noticia. María, la Virgen orante, que escucha la palabra de Dios y la pone en práctica, es el modelo a seguir. Organícense talleres, cursillos, retiros donde se introduzca a, se reflexione y ore la palabra desde la vida. En nuestras celebraciones y encuentros hay que integrar oportunamente a los laicos.

2. También nos comprometemos a promover y profundizar la difusión de la experiencia y la doctrina de nuestros santos carmelitas en nuestras comunidades, religiosos, laicos, y en las iniciativas provinciales, como pueden ser cursos y congresos. Debemos hacer un esfuerzo de relectura de nuestros santos padres para que puedamos presentarlos como interlocutores del mundo religioso en el campo ecuménico, interreligioso y de las diversas culturas. Uno de los caminos será la formación de especialistas cualificados en el campo de la espiritualidad carmelitana y de la mística cristiana.

3. En esta misma línea reafirmamos nuestra voluntad de crear Institutos y Centros nacionales o regionales de espiritualidad carmelitano-teresiana al servicio de la evangelización de la Iglesia, que promuevan un contacto vital con la doctrina de nuestros santos, releída en los diversos contextos socio-culturales y eclesiales. Igualmente hay que capacitar a nuestros religiosos en el uso de los medios de comunicación al servicio de la pastoral de la espiritualidad.

4. Es preciso favorecer una fidelidad renovada a los tiempos fuertes de oración personal y litúrgica para ir creciendo en la actitud contemplativa que nos permita experimentar a Dios en todas las circunstancias, personas y acontecimientos y nos lleve a una contemplación comprometida que testimonie y proclame la presencia de Dios en nuestra historia.

3. Aspecto eclesial

69. La fidelidad creativa y las exigencias de nuestra época han puesto de relieve la actualidad del ideal teresiano de ser pequeñas comunidades orantes, fraternas y comprometidas con el anuncio del evangelio. Este tipo de comunidades pequeñas y cercanas a la realidad están llamadas a ser signos de la presencia de Dios en el corazón de la historia y del mundo, en comunión y diálogo con las iglesias locales. La cercanía a la realidad de la vida de las personas creará necesariamente una diversidad de fraternidades carmelitanas inculturadas. Esto exigirá un cambio de estructuras.

Estas comunidades, allí donde se establezcan, estarán llamadas a compartir el carisma y la espiritualidad con los laicos. Éstos les darán la necesaria cercanía a la realidad para asumir los grandes desafíos que se presentan y para encarnarse en ella. Se requiere una revisión en profundidad de los modelos de vida, la organización, de los canales a través de los cuales se ofrece el testimonio de la fraternidad orante y apostólica. Deberán ser comunidades que puedan vivir la vida carmelitana en forma sencilla, humilde, más espontánea en las condiciones ordinarias para transformarse en verdaderos lugares de encuentro para quienes buscan la oración contemplativa.

70. Para responder a estos desafíos en el campo eclesial:

1. La formación y la renovación a la vida fraterna en comunidad continuará siendo una de las prioridades de la Orden si queremos ser fieles a nuestro carisma. En la línea del ideal teresiano nuestras comunidades deberán tender a ser orantes, fraternas al servicio del Reino de Dios. Eso requiere la realización de auténticos proyectos comunitarios viables y que ayuden a superar el creciente individualismo. Estos proyectos comunitarios deben ser el resultado de una reflexión comunitaria, sincera y profunda desde la vocación a la que nos sentimos convocados, con el realismo de los miembros y de las circunscripciones en que estamos inmersos, en la voluntad de vivir la intimidad divina y la misión. Los proyectos tendrán en cuenta las exigencias establecidas en nuestras Constituciones y han de ser concretos y efectivamente evaluados en la comunidad.

2. Siendo la base de toda renovación la persona, en la formación inicial y en la permanente el criterio de discernimiento y de acompañamiento ha de ser la capacidad de apertura, de entrega y de abnegación. Sólo desde esta comprensión personal y este camino evangélico pueden tener sentido y eficacia los planes de renovación.

3. En la línea establecida por el documento postsinodal Vita Consecrata(96), nuestras comunidades deberán estar más abiertas a compartir la vida, el carisma y la espiritualidad con los laicos. Spm necesarias experiencias nuevas en ese campo, acompañadas por evaluaciones periódicas. En diálogo comunitario, con los responsables de las circunscripciones y con los laicos, se procurará establecer alguna experiencia en este sentido. La promoción del laicado debe ser para nosotros una prioridad tanto en el campo de la formación como en la corresponsabilidad en el servicio de nuestras comunidades cristianas.

4. Siendo esencialmente enviados a la evangelización estaremos abiertos a los diferentes ámbitos de servicio evangelizador y comprometidos a colaborar con la Iglesia en el campo de la evangelización, sobre todo ofreciendo nuestro servicio peculiar de la pastoral de espiritualidad, incluso en los territorios misionales. Daremos también importancia al diálogo ecuménico e interreligioso.

5. En particular, puesto que para muchos de nuestros religiosos los cauces de evangelización son parroquiales o semi-parroquiales, sea en los territorios misionales, sea en los de la Iglesia establecida, es necesario que a nuestros formandos se les introduzca, doctrinal y prácticamente, en esta pastoral, de modo que sepan crear o vivificar comunidades eclesiales locales desde la comunidad carmelitano-teresiana.

4. Aspecto carmelitano

71. El punto de partida es y será siempre la formación de nuestras comunidades al carisma teresiano-sanjuanista en el estilo de fraternidad y en los valores esenciales de nuestra vocación en la Iglesia. Es evidente la necesidad de una formación carismática, capaz de crear personas conscientes de su carisma personal y comunitario y abiertas a testimoniarlo y a compartirlo en la participación de los diversos carismas. Eso requiere una eclesiología de comunión, que no disminuye las peculiaridades propias de cada carisma dentro de la Iglesia y no hace desaparecer las diferencias, sino que hace de la diversidad una fuente de enriquecimiento. Es decisiva una formación en la relación entre los miembros de la Orden y con los laicos y en contacto con los diversos contextos de comunión y colaboración. No sólo en el campo apostólico sino también en el de la vivencia de las fuentes inspiradoras del carisma y de la espiritualidad.

72. Uno de los medios para dinamizar y hacer más eficaz el servicio que el carisma y la espiritualidad del Carmelo pueden prestar a las personas es el del diálogo y la colaboración entre los diversos componentes de la familia carmelitano-teresiana. También la apertura a la diversidad cultural.

En el campo espiritual y apostólico el Carmelo cuenta con un grupo numeroso de Congregaciones religiosas y de Institutos seculares afiliados. La raíz espiritual y los varios matices del carisma carmelitano contribuyen a hacer presente la riqueza del carisma y de la espiritualidad carmelitana en los diversos campos de la pastoral, de la formación y de la nueva evangelización. En el futuro hay que incrementar este trabajo en común. Al mismo tiempo, una nueva relación con el Carmelo seglar y con otros grupos que han nacido y seguirán naciendo en el seno de la familia de Teresa de Jesús y de Juan de la Cruz, dará una mayor eficacia al testimonio y a la misión del Carmelo. Para nuestra formación acerca del ser y la misión de los laicos en la Iglesia es imprescindible profundizar las orientaciones de los documentos del magisterio, especialmente Gaudium et Spes, Apostolicam actuositatem, Christifideles laici y Vita consecrata nn. 54-56.

73. De acuerdo con lo que acabamos de decir:

1. Hay que promover el diálogo y la reflexión conjunta con los miembros del Carmelo seglar, con los Institutos afiliados y con otros grupos carmelitano-teresianos para descubrir nuevas perspectivas de vivir y poner al servicio de la Iglesia nuestro carisma y espiritualidad, para que el espíritu que nos anima se haga patente cada día más en unas auténticas relaciones de fraternidad, coordinación y promoción del carisma.

2. Igualmente es necesario favorecer un diálogo especial con nuestras hermanas carmelitas contemplativas para enriquecer la percepción que tenemos del carisma y de la espiritualidad con la perspectiva femenina que completa y equilibra la masculina con la dimensión intuitiva-afectiva, realista, nupcial y materna, mariana, que orienta a la acogida, intimidad y compasión. Para ello hay que favorecer el desarrollo de las asociaciones y federaciones, respetando y reforzando, la autoridad de sus órganos de reflexión y decisión, sin menoscabo de la legítima autonomía de los monasterios. También es importante, a través de reuniones y cursos, formar a nuestros religiosos, especialmente a aquellos que ejercen su ministerio con nuestras hermanas, en un nuevo estilo de relaciones fraternas según las directrices de la Iglesia y de la Orden a la luz de la doctrina de nuestros santos. Tenemos que permanecer abiertos para que nuestras hermanas puedan participar en nuestras discusiones y, si pareciere oportuno, invitarlas a las reflexiones oficiales que de algún modo les conciernan, respetando siempre su autonomía y libertad.

3. También estamos a favor de la formación de la familia carmelitana con todos aquellos grupos afines a nuestro ideal: Institutos afiliados, confraternidades y asociaciones, para que el espíritu que nos anima se haga patente cada día más en unas auténticas relaciones de fraternidad, colaboración, coordinación y promoción del carisma.

4. Confirmamos nuestras devociones carmelitanas tradicionales que deberán ser adaptadas oportunamente a nuestro tiempo.

5. Odres nuevos para vino nuevo

74. Todas estas consideraciones que hemos hecho, en la perspectiva de volver a lo esencial de la mano de nuestros santos Padres, no podrán transformarse en una realidad sin un cambio profundo de vida, como hemos señalado anteriormente y también sin una reestructuración adecuada que ayude a vivir mejor nuestra vida fraterna en comunidades orantes y, al mismo tiempo, a servir a la Iglesia desde nuestro peculiar carisma y espiritualidad.

75. Se trata, ante todo de estar abiertos a una organización de nuestras comunidades desde la pluriformidad y la adaptación a las diferentes culturas y situaciones. Habrá lugares en los que prevalecerá una estructura monástica, con comunidades numerosas; en otros contextos, en cambio, la solución será contar con comunidades más pequeñas y más insertas en la realidad de la gente. En unos lugares el acento se pondrá en unos aspectos que, en otros pasarán a un segundo plano, pero existiendo siempre el compromiso de conservar los valores esenciales.

76. El desafío de lo esencial es como la llave que nos puede abrir la puerta hacia respuestas nuevas a situaciones nuevas. Estamos llamados a correr el riesgo de la fe para caminar por los caminos inéditos del Espíritu. Esto nos exige actualizar nuestro carisma y, a veces, rediseñar nuestras presencias teniendo presentes algunos criterios, diversas perspectivas y caminos concretos.

77. Necesitamos, ante todo, vivir nuestra identidad carismática y saberla transmitir de manera inteligible y en diálogo con la realidad fieles a la Iglesia. Una auténtica reestructuración debe estar guiada por estos criterios. Las perspectivas deberán ser los signos de los tiempos y de los lugares, de manera especial el de la inculturación que lleva a la unidad en la diversidad.

78. Los caminos prácticos abren un abanico de posibilidades que van desde la reestructuración interna de algunas presencias y actividades (reordenar las finalidades, atender a nuevos destinatarios, cambiar nuestro papel, reducirlo o ampliarlo según los casos, abrirnos a la colaboración del Carmelo seglar y del laicado asociado) hasta la redistribución de las fuerzas (reforzar algunas presencias, disminuir otras). En otras ocasiones habrá que cerrar algunas presencias cuando no respondan a las condiciones actuales de nuestra vida carmelitano-teresiana, del personal, de las exigencias. Finalmente, y este es el camino de la fidelidad creativa, se tendrán que abrir nuevas presencias más de acuerdo con nuestro carisma y con los desafíos de hoy en los diversos contextos socio-culturales y eclesiales.

79. Por consiguiente nos comprometemos a:

1. Favorecer reuniones de sensibilización y verificación de los caminos de renovación a nivel de Provincia o Circunscripción. En ellas discerniremos entre los centros y las casas más vitales y aquellas que carecen de perspectivas para el futuro, para tomar decisiones pertinentes: reforzar, reestructurar, suprimir o fundar. En esta perspectiva privilegiaremos las casas de formación, aquellas en las que más vivamente existe el compromiso en el campo de la pastoral de la espiritualidad, y las que más directamente responden a los permanentes y nuevos retos de la sociedad y de la Iglesia, tanto universal como particular.

2. Organizar en las Provincias y demás Circunscripciones un programa de formación permanente que ayude a profundizar en la teología actual de la vida consagrada, en la espiritualidad de nuestra Orden, y en el crecimiento y desarrollo humanos como base y fundamento para una renovación auténtica. En esta programación se preverá que todos los miembros de la Provincia o Circunscripción, pero sobre todo los formadores actuales o en vía de preparación, tengan la oportunidad de un tiempo de renovación espiritual, intelectual y apostólica. Se animará a los religiosos jóvenes al estudio sistemático de la teología y materias anexas, para que algunos estén preparados a continuar el trabajo esencial de la reflexión y enseñanza teológica.

3. A nivel de naciones o regiones se estudiará la manera de crecer en colaboración para vivir mejor nuestra vida carmelitano teresiana, para la formación y para llevar adelante iniciativas comunes que caractericen nuestra presencia y nuestro servicio en la Iglesia. El Definitorio general procurará favorecer y acompañar una mayor colaboración que facilite estas iniciativas.
 

TERCERA PARTE

EL CARMELO TERESIANO EN CAMINO DE RENOVACIÓN:
CONCLUSIONES OPERATIVAS

80. Objetivo: Queremos traducir desde la vida y la misión, en las siguientes conclusiones operativas, nuestra voluntad de seguir a nuestros santos en la vuelta a lo esencial y como respuesta a los desafíos de nuestro momento histórico.

1. Dimensión fraterna de nuestra vida.

a) Vida comunitaria

81. Cada Circunscripción haga con las comunidades un proyecto comunitario, viable y evaluable, que tenga en cuenta la posibilidad de aprovechar los ritmos semanales, mensuales y anuales, para promover el proceso de crecimiento de cada comunidad. Un proyecto que ayude a superar el creciente individualismo.

82. Se procurará que cada comunidad tenga suficiente número de religiosos para que pueda ser vivido el ideal teresiano de pequeñas comunidades orantes, fraternas y comprometidas con el anuncio del evangelio.

83. Se incrementará la colaboración entre todos, en cada región se realizará un proyecto común entre las diversas circunscripciones.

84. Cada Circunscripción difundirá material y organizará actividades para que las comunidades se inicien en la práctica de la Lectio Divina, en la lectura orante de la Biblia y en el conocimiento de Cristo (Cántico, 37, 4), para "partir siempre de él" (NMI, 29).

85. Hay que promover el estudio y la reflexión, en reuniones comunitarias y provinciales, de los documentos de la Iglesia sobre la vida consagrada (Vita consecrata, Congregavit nos in unum...), y formar para un estilo teresiano de vida fraterna.

b) Formación inicial y permanente

86. Es necesario que a nuestros formandos se les introduzca, doctrinal y prácticamente, en la pastoral, de modo que sepan crear o vivificar comunidades eclesiales locales desde la comunidad carmelitano-teresiana.

87. Se organizarán periódicamente actividades de conocimiento y profundización crítica de la realidad sociocultural, de tal manera que favorezca una reflexión teológica, encarnada y vivencial, implicando a nuestros estudiantes desde el inicio del proceso formativo.

88. Deseamos que se siga priorizando y favoreciendo la especialización de nuestros religiosos en la teología espiritual y ciencias afines.

89. Se programará un tiempo de estudio intensivo de las fuentes de nuestra espiritualidad durante el tiempo de formación inicial.

90. Antes de la profesión solemne se haga una experiencia de inserción en la realidad socio-cultural o misionera, donde se juzgue oportuno.

91. Se continuará formando a nuestros religiosos en el uso crítico y adecuado de los medios de comunicación para una pastoral más eficaz.

92. En los planes de formación inicial y permanente de las circunscripciones cuídese que nuestros religiosos se formen en un nuevo estilo de relaciones fraternas con nuestras hermanas carmelitas descalzas, Orden seglar, laicado asociado e institutos afiliados, según las directrices de la Iglesia y de la Orden, a la luz de la doctrina de nuestros santos.

93. Se tendrán encuentros regionales de formadores para colaborar en los temas formativos y desarrollar una pedagogía de la oración.

c) Hermanos no clérigos

94. Es necesario que en la presentación de nuestra vocación se exprese claramente la llamada al Carmelo como una única vocación, vivida como sacerdote o como hermano.

95. El Capítulo general es favorable, en la praxis interna de la Orden, a la denominación de "Carmelitas Descalzos" o "Hermanos Carmelitas Descalzos" o "Frailes Carmelitas Descalzos".

96. En el caso en que no resulten elegidos en las Provincias algunos hermanos no clérigos al Capítulo general, el Definitorio podrá invitar algunos como observadores.

2. Carmelitas Descalzas

97. Es necesario favorecer, a nivel general y provincial, un diálogo especial con nuestras hermanas carmelitas descalzas, para enriquecer la comprensión que tenemos del carisma común.

98. Es también importante formar a nuestros religiosos en un nuevo estilo de relaciones fraternas, no individualistas ni paternalistas.

99. El Capítulo general pide a los superiores provinciales que promuevan en sus Circunscripciones la formación de asociaciones y federaciones de carmelitas descalzas, colaborando con el Prepósito general, respetando la autonomía y libertad de los monasterios.

100. Hay que estar abiertos para que nuestras hermanas carmelitas descalzas participen con nosotors, de algún modo, en la reflexión de los temas que les atañen.

3. Carmelo seglar

101. Cada circunscripción o región organizará una sesión sobre las nuevas Constituciones de la OCDS para todos los hermanos comprometidos con las fraternidades.

102. Para una colaboración más amplia y una mayor estima del Carmelo seglar, el Capítulo general pide a todas las circunscripciones de la Orden que organicen para los religiosos encuentros sobre eclesiología y la misión de los laicos, a la luz de LG, AA, ChF y VC.

103. Durante el sexenio, el secretariado del Carmelo seglar desarrollará una Ratio institutionis y un programa de formación para la OCDS, como base para los respectivos programas provinciales.

4. Iniciativas apostólicas y misioneras

104. Los centros de pastoral de espiritualidad de la Orden procuren ofrecer a la Iglesia una verdadera pedagogía oracional.

105. Se elaborar, a nivel provincial o regional, un plan conjunto de pastoral de nuestra espiritualidad, contando con nuestros institutos, editoriales, revistas, movimientos, casas de oración, parroquias y santuarios.

106. Con el fin de promover los valores del humanismo teresiano-sanjuanista y respondiendo al deseo de la Iglesia sobre la nueva evangelización (VC 97), aceptamos como proyección apostólica los centros culturales y educativos.

107. A nivel cultural, para la difusión de nuestra espiritualidad, promovereremos en cada Circunscripción la traducción de las obras de nuestros autores espirituales a las diversas lenguas, colaborando incluso económicamente en los países de misión.

108. Respecto a otras obras o artículos de espiritualidad de nuestros religiosos, de revistas y editoriales de la Orden, se facilitará su traducción, con el permiso previo de las revistas, autores y editoriales respectivas.

109. En cada Circunscripción, se participe en los organismos ya existentes de justicia y paz; se potencien las ONG ya existentes en las Provincias y se tenga en cuenta el reconocimiento de la Orden como ONG, para potenciar y actualizar la dimensión profética de nuestra vocación de carmelitas.

110. En las misiones procuren nuestros misioneros valorar todos aquellos aspectos positivos de otras culturas y religiones que posibiliten y favorezcan el diálogo interreligioso.

111. La Orden debe comprometerse en el diálogo ecuménico, desde la experiencia espiritual y mística de nuestro carisma.

112. El Capítulo general alienta a celebrar en el año 2006 el centenario de la muerte de la Beata Isabel de la Trinidad, profundizando y divulgando su doctrina espiritual como una aportación singular del carisma teresiano.

113. El Capítulo general, agradeciendo cuanto se está haciendo para promover el conocimiento de santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein), anima a que se editen todos sus escritos, se traduzcan a otras lenguas, se investigue críticamente su vida, se estudie su experiencia y pensamiento cristianos, de modo que resplandezca cada vez más su testimonio teológico-espiritual.

5. Los medios de comunicación

114. Nos comprometemos a promover la colaboración entre nuestros centros editoriales con intercambio de materiales, experiencias, proyectos y, en la medida de lo posible, también con el intercambio de personal.

115. Igualmente nos comprometemos en potenciar el uso de los medios modernos de comunicación para una pastoral más eficaz de nuestra espiritualidad.

6. Reestructuración de presencias

116. Exhortamos a que las Circunscripciones hagan una reestructuración de sus presencias en vistas a potenciar la formación inicial y el servicio de la pastoral de espiritualidad, donde sea necesario.

117. Puesto que en algunas circunscripciones hay comunidades no canónicamente erigidas o religiosos de otras circunscripciones al servicio de la Iglesia local, el Definitorio general debe regular esta situación en diálogo con los Superiores respectivos.

118. Que el Definitorio general, en diálogo con las conferencias provinciales y/o las Circunscripciones, realice un proyecto de reestructuración.

7. Instituciones que dependen del centro de la Orden

119. Las Circunscripciones estarán disponibles a colaborar con profesores para el Teresianum y formadores para el Colegio Internacional, según lo requiera el Definitorio.

120. Reflexionaremos sobre la posibilidad de confeccionar un programa académico bilingüe para el Teresianum: italiano e inglés.

121. Pedimos al Definitorio general que cree una comisión para el estudio y posterior seguimiento en la realización del proyecto del CITeS presentado al Capítulo general, para dotar a este centro de una sede adecuada y los medios necesarios para el estudio, investigación y divulgación de nuestro patrimonio espiritual.

122. Deseamos que se reestructure y vitalice cuanto antes el instituto histórico, para que siga su trabajo de servicio a la Iglesia y a la Orden.

123. El Definitorio, en diálogo con la Delegación general de Israel, estudie los proyectos de esta Delegación para Stella Maris, vea la posibilidad de retomar los cursos de formación inicial y permanente, y provea al envío de personal adecuado.

8. Familia carmelitana

124. Donde no exista, promuévase la creación de la familia carmelitana con aquellos grupos afines a nuestro carisma: institutos afiliados, confraternidades, laicos asociados.

125. Exhortamos a continuar a todos los niveles el camino hecho de mutuo conocimiento y colaboración con nuestro hermanos O.Carm.

9. Colaboración con los laicos

126. En la línea establecida por el documento postsinodal Vita Consecrata, nuestras comunidades deberán estar más abiertas a compartir la vida, el carisma y la misión con los laicos, donde sea posible.

127. Se favorecerá la participación de los laicos en los cursos de formación carmelitano-teresiana, ofrecidos por la Orden, incluso con ayuda económica de la Circunscripción respectiva.

128. Estimúlensen y favorezcánse nuevas formas de agregación de los laicos a nuestra Orden y se sensibilice a nuestros religiosos para la colaboración con ellos.

10. Economía de la Orden

129. La colaboración económica de las Provincias con el centro de la Orden se establecerá de acuerdo a un doble criterio: 1) Teniendo en cuenta el nº 253 de las Normas, el Definitorio general establecerá la cuota ordinaria en diálogo con el Consejo provincial. 2) Cuando las Provincias obtengan unos beneficios extraordinarios, por ventas, herencias u otros títulos, el mismo Definitorio general establecerá, de acuerdo con el Consejo provincial, el tanto por ciento que se destinará al centro de la Orden.

130. Los proyectos que solicitan una ayuda del centro de la Orden han de estar debidamente documentados, y serán estudiados por la comisión económica internacional, que se reunirá al menos dos veces al año, para examinarlos, verificar las posibles ayudas, presentar su informe al Definitorio general y hacer un seguimiento.

131. Se creará un fondo con las aportaciones de la familia carmelitana para la formación de las nuevas vocaciones en los países en vías de desarrollo. Con este mismo fin, se buscará la posibilidad de crear una "fundación internacional".

La reflexión y evaluación de las conclusiones operativas se hará: en los Consejos plenarios, Capítulos provinciales, Definitorios extraordinarios y en el próximo Capítulo general.

 

CONCLUSIÓN

132. No podemos renegar de un glorioso y fecundo pasado, que ha tenido, junto a las luces, también zonas de sombra. Debemos sin duda afrontar nuevos y grandes desafíos en la sociedad y en la Iglesia, y por esto tenemos necesidad de una clara identidad cristiana, religiosa y carmelitano-teresiana. La vuelta a lo esencial es el camino para mantener vivo este don del Espíritu a la Iglesia: una Iglesia universal y pluricultural, signo e instrumento del proyecto de Dios [siempre y, por lo que se refiere a nosotros] en esta transición epocal.

133. El Carmelo en el tercer milenio tendrá mucho que vivir y testimoniar si es capaz de volver a lo esencial y de despojarse de aquellas adherencias socio-culturales y eclesiales que sean fruto exclusivo de una época, de una mentalidad o de un contexto socio-cultural. La abnegación evangélica, la contemplación, la fraternidad teresiana seguirán teniendo vigencia, pero en un renovado compromiso con los valores de la fidelidad dinámica, la aceptación del riesgo con decisión y confianza, la conversión, la justicia, el amor y la responsabilidad personal. Obviamente, hace falta fundamentarse en el Espíritu para moverse en la noche oscura de la fe guiados por el amor. No cabe duda de que debemos partir siempre, como santa Teresa y san Juan de la Cruz, de la oración, a fin de que la vida "en Cristo" y "según el Espíritu" pueda inundar nuestra existencia. Pero, al mismo tiempo, hay que manifestar el fruto de la oración en el servicio a los demás. Como decía santa Teresa: "De esto sirve este matrimonio espiritual, de que nazcan siempre obras, obras"(97).

134. Que María, Madre y Reina del Carmelo, nos enseñe a "acudir a las necesidades humanas con el fin de socorrerlas", pero, sobre todo, para que llevemos a Jesús, proclamando sus maravillas. Que ella, que supo siempre hacer la voluntad del Padre, "disponible en la obediencia, intrépida en la pobreza y acogedora en la virginidad fecunda"(98), nos alcance del Señor lo que necesitamos para vivir como hijos de Teresa de Jesús y de Juan de la Cruz y ser testigos proféticos de Dios en el nuevo milenio.

___________

1. Novo Millennio Ineunte (NMI), 15
2. Id 51-52
3. VC 3
4. Cf Id 63
5. Ib
6. Cf VC 110
7. GS 4
8. 2N 16, 8
9. Juan Pablo II, Mensaje para el día mundial de la paz (2000) n. 2
10. Sollicitudo rei socialis, 42
11. LG 43-44
12. Cf VC 57-58
13. Procuren ir comenzando siempre, 14
14. Fundaciones, 4, 6
15. 1S 13, 4
16. S. Juan de la Cruz, Cántico espiritual, 37, 4
17. Id, Subida I, 13, 3
18. Id, Oración del alma enamorada
19. CB 6, 7
20. Teresa de Jesús, Vida, 26, 6
21. NMI 16
22. Cf Tertio Millennio Adveniente (TMA), 40
23. Cf PC 2
24. Ib
25. Carta a la M. María de Jesús (18.7.1589), 16
26. LG 4
27. Cf Camino de Perfección (CV) 3,10
28. Cf VC 17-21
29. CIVCSVA, Vida fraterna en comunidad (VFC) 4
30. VC 72
31. Constituciones OCD, n. 3
32. Cf Procuren ir comenzando siempre, Documento del Capítulo general 1997, y las conferencias del Definitorio general extraordinario celebrado en el Monte Carmelo (1998): La regla del Carmelo. Nuevos horizontes.
33. S. Teresa de Jesús, Fundaciones 14, 4
34. 1N 6, 2
35. Cf CB 4, 4
36. CV 28, 2
37. R 25, 2
38. V 22, 10
39. Cf 6M 7, 9
40. CB 41,7
41. GS 25
§ 42. Carta al P. Ambrosio Mariano, 12.12.1576
43. Carta al P. Jerónimo Gracián, 21.2.1581
44. Conceptos del amor de Dios, 5,5
45. V 8, 5
46. F 5, 8
47. Ib 5
48. Ib 16
49. CV 4, 1
50. Ib 3
51. CV 27, 6
52. Ib 8, 1-3
53. Ib 1
54. CV 9, 4
55. V 4, 8; 9, 4
56. Ib 26, 6
57. CV 22, 7
58. CV 3, 10; CC 52, 1
59. F 1, 6
60. Ib 5, 5
61. CV 3, 5
62. 3M 1, 3
63. F 16, 7; 27, 10
64. F 28, 7
65. F 28, 37; 29, 31
66. F 3,18
67. Ll 3, 28
68. Ll 1, 12
69. CB 37, 2
70. CB 39,6.
71. Cf Ll 3, 79
72. CB 39, 5
73. CB 1, 10; 12, 1-2.4
74. 2N 21, 11-12; 2S 6
75. D 118
76. 2S 29, 6
77. 2S 5
78. CB 39, 3-6; Ll 2, 77-79
79. Ll 1, 27; 3, 10.78
80. CB 39, 5-6
81. D 176
82. 2S 7, 11
83. Ib 12
84. CB 36, 10-13
85. Carta 7
86. 2S 22, 7
87. Cf Ll 2, 1
88. Cf 2S 6, 6
89. VC 37
90. Cf Ib 93
91. Ib
92. Constituciones, 10
93. Dichos 34
94. GS 4
95. DV 25
96. VC 54-56
97. 7M 4, 6
98. Ib, n. 112