TRABAJO

 

BASURA

 

 

Cristianisme i Justícia

 

 

 

1. LA EMPRESA USA

1. Francisco y María: nos tienen por idiotas
2. Diana: la dignidad ante todo
3. Dani y sus reflexiones
4. Toñi: ¿estás loca?
5. Antonio: en busca de empleo
6. Titi: 84 horas semanales
7. Emilio: el fijo discontinuo

2. LA EMPRESA ABUSA

1. Antonio: ¿falta de respeto o de fuerzas?
2. Ana: pequeños pasos
3. José Luis: que al final funcione
4. Paco el butanero
5. Pepe, Carmen y la "cena de fraternidad"
6. Alex: hoy no, mañana
7. Emilio en el Corte Inglés

3. LA EMPRESA SE ESCONDE

1. Silvia: el "sin-trato" de trabajo
2. Begoña: la inseguridad institucionalizada
3. Rafa: ¿de quién es la culpa?
4. Loli: entre el paro y el no parar
5. Las idas y venidas de Juanlu

4. CONCLUSIÓN "ESTOS ¿NO SON HOMBRES?"

CUESTIONARIO PARA EL DIÁLOGO EN GRUPOS

 


Todas las historias que siguen son reales y fueron recogidas entre octubre del 99 y junio del 2000. Nuestros intermediarios han sido curas obreros, y militantes sindicales o de movimientos de acción católica obrera (JOC etc.).

Los protagonistas han sido libres para escribir ellos mismos su historia, o pedir que nuestros amigos se la pusieran por escrito. Han sido libres también para mantener los nombres propios (de personas, empresas y ciudades) o para cambiarlos o suprimirlos, si temían por su seguridad laboral.

Este Cuaderno es sólo un botón de muestra. Razones de espacio nos han obligado a suprimir casi una tercera parte de los testimonios recogidos. Sugerimos que, quienes lo lean y tengan historias semejantes por contar, podrían hacérnoslas llegar a la página "web" de Cristianisme i Justícia. ¡Quién sabe si, en el futuro, podría salir de ahí un libro más amplio!

Este Cuaderno quiere ir dedicado a todos ellos, la mayoría de los cuales ni siquiera lo leerán. Pero merecen nuestra gratitud y nuestro apoyo, porque son las víctimas, y el reverso, de esta España que "va bien". (NB - La clasificación, títulos y subtítulos son de CiJ).

De la necesidad de este Cuaderno pueden dar fe dos sucesos que ha conocido últimamente la opinión pública: la increíble situación de los trabajadores en la empresa Doñana 2000 (que constituye una excepción en esos niveles de inhumanidad, pero no en otros menos atroces aunque igualmente injustos), y el lema sindical para la celebración del 1 de mayo: por un trabajo estable, justo y sin riesgos.


 

 

1. LA EMPRESA USA

 

1. FRANCISCO Y MARÍA: NOS TIENEN POR IDIOTAS

 

Viven en Málaga, donde les visitamos el domingo. Para comer tenían sólo un plato de berenjenas, a las que habían pasado huevo y harina antes de freírlas.

Francisco tiene 40 años. Es un buen profesional en fontanería o instalación de paneles solares. María es dos años menor que él. Viven en un barrio obrero cerca de la vía del tren, que hace temblar la casa a su paso cada media hora. Tienen 4 hijos: el pequeño de 3 años y el mayor de 18.

Desde hace cinco años, Francisco está fijo en una pequeña empresa. Pero no trabaja en lugar fijo: va cambiando según se ubique la obra a instalar. Ahora trabaja en un pueblo, a 50 Kms. de Málaga, donde tiene que ir cada día. Como hace dos años se le rompió el coche, y no ha podido comprar otro, se desplaza en autobús.

Para entrar a las 8 en el trabajo, ha de levantarse a las 5 de la mañana. El primer tramo del recorrido, desde su casa a la estación de autobuses, lo hace a pie para ahorrar el billete. Desde Málaga viaja a Vélez, en los autobuses Portillo, y allí le recogen para acercarle al pueblo en que se ubica la obra.

En teoría, trabaja hasta las 18 horas (seis de la tarde). Interrumpe para almorzar del hatillo que su mujer le prepara cada día, para evitar gastos. Pero siempre le obligan a echar horas-extra, no menos de dos por día. Regresa a su casa entre las 10 y 11 de la noche. Cena y se acuesta.

Su nómina pone siempre la misma cantidad líquida: 120,000 ptas. que incluyen el sueldo, más las partes proporcionales de las dos pagas extras, más las dietas, los desplazamientos y las horas extraordinarias. No importa cuántas horas haga de más; siempre le pagan lo mismo. Ha protestado varias veces, y todas ellas le han contestado: "si no quieres esto, coge la puerta y vete".

Sus gastos fijos: 35.000 de casa, unas 11.000 entre comunidad, luz, agua y gas (el teléfono se lo han cortado por falta de pago); y 20.000 en desplazamientos al trabajo. Lo que resta de la nómina debe servir para comer los seis de la familia, colegios de los niños, vestidos. El portero electrónico se le rompió hace meses y, como viven en una sexta planta, has de llamar a la vecina para que te abra el portal de entrada.

Pero lo peor es que la empresa no paga puntualmente. El pasado mes de septiembre le retrasaron el pago de nómina hasta la segunda quincena de octubre (sin intereses por supuesto). Tuvo que pedir dinero prestado. Entre broma y rabia nos comenta que el otro día repartieron en la obra lotería de Navidad, y no pudo comprar una participación ni de 250 ni de 500, por no disponer de dinero. Al final se la regaló un compañero.

Con el fin de arrimar algún dinero más a casa, los sábados y festivos instala, a destajo, la fontanería de cuartos de baño. Por "un completo" (grifos, tubos del lavabo, bañera y bidé) pagan a la contrata 1700 ptas, de las que la empresa le da a él 700. Nos pone un sencillo problema de aritmética: ¿cuántos completos tendrá que instalar en un sábado, para ganar 5000 ptas. descontando traslado y comida?...

Le hemos visitado en mal día: la semana pasada, el jefe le obligó a rescindir su contrato de fijo por un contrato en blanco. Él se negó y, al final, consiguió un contrato "hasta finalización de obra". Siguió batallando y el jefe le contestó: "esto es lo que hay, o aceptas o te vas". Consultó con su mujer. Como está afiliado a un sindicato pensaron en denunciar. Pero comenzaron a evaluar obstáculos. Miedo a la tardanza del juicio, la cercanía de las navidades, no tenían dinero en el banco para hacer frente al mes o dos meses que tarda el INEM en pagar el desempleo, la precariedad del trabajo en Málaga, sus cuarenta años, los cuatro hijos... Al final se decidió a firmar el contrato de finalización de obra.

Anteayer, el jefe le obligó a realizar fuera de horas de trabajo, unos "completos" de fontanería en casa de un amigo que vive en una urbanización de moda de Málaga (Cerrado de Calderón). Francisco se negó, y el jefe le aseguró que no le pagaría los trabajos que llevaba hechos en aquel mes durante sábados y festivos. Estuvieron a punto de llegar a las manos. Y eso que Francisco es un hombre pacífico.

Ayer estaba como derrotado, sin ganas de nada. Su mujer le animaba. Había esperado el año que viene, en que el hijo terminará F.P. para montar juntos un taller. Pero ya piensa que tampoco le van a dejar. Y añade: "mis doce compañeros de trabajo están más o menos como yo". Y, hablando, salió la guinda final de esta historia. Hace quince días el jefe le propuso que como no tenía coche para desplazarse, y él acaba de regalar a su mujer un coche (de unos 5 millones de pesetas), había pensado venderle el coche viejo de su mujer. Condiciones del contrato: 400.000 que Francisco le pagaría poco a poco, según pudiera. Mientras tanto el coche seguiría a nombre de ella. Francisco iría haciendo los arreglos convenientes a su costa, y usaría el coche tanto para él como para los servicios de la empresa. Cuando lo terminara de pagar, se lo pondría a su nombre. Al llegara aquí, Francisco perdió el control: "¡Joder! no sé si es que me tiene por un idiota sin cerebro, o por un vendido sin dignidad". María comentó: "he conocido pocos hombres más pacíficos que el mío; pero si algún día usa la violencia, encima dirán que era un exaltado"...

2. DIANA: LA DIGNIDAD ANTE TODO

Soy de Canillejas (Madrid), y aquí tenéis mi breve historia laboral.

En mi empresa hago tres trabajos y cobro uno. La empresa es una inmobiliaria. Además de mi trabajo en ella me toca hacer la labor administrativa de un local de niños del que es dueña mi jefa. Además voy haciendo todas las cosas personales de mi jefa (bancos, acciones, hacienda...), dejando sin hacer cosas de la empresa, por hacer las suyas particulares. Desde el principio le fui diciendo que sí a todo, y sin costarme demasiado. Pues había tardado mucho tiempo en encontrar trabajo, y lo que más me importaba era conservar el puesto a toda costa. Pero, con el paso del tiempo me iba "quemando más y más".

Comencé a aprender lo que es la dignidad en el trabajo. Y me daba cuenta de que yo no lo estaba cumpliendo.

Después de una revisión de vida en mi grupo de Canillejas, me propuse negarme a hacer cosas que no me correspondían, como ir a correos, o recoger su Enciclopedia, o ir todos los días al Banco a ver los movimientos de sus cuentas, o servir de enlace entre el local de niños y ella, un largo etcétera.

Sólo Dios sabe lo que me ha costado. Pero cada día me he ido negando a hacer esas cosas que me hacían sentir como su "chacha". Ahora ya no voy a correos a enviar cartas a sus amigos, ni voy al banco todos los días... Hago primero el trabajo de mi empresa. Ella me pregunta si me dará tiempo a hacer tal o cual cosa, sin dar por hecho que lo tengo que hacer.

Me ha costado mucho, y me sigue costando mucho por el miedo a perder mi trabajo. Pero mi dilema era o hacer eso, o sentir que perdía la dignidad. Si ella se lo tomara bien, pienso que, de esta historia, podemos aprender mucho, tanto ella como yo.

3. DANI Y SUS REFLEXIONES

Hola. Soy Dani. Desde hace tres años y medio trabajo como vigilante de seguridad en Prosegur. Antes estuve de reponedor en PRICA, luego en una empresa de montaje de persianas, y de promotor de bicicletas, también en PRICA. Hasta que me quedé en paro.

Durante un tiempo he buscado un trabajo que me pareciera estable y digno. Cuando estaba a punto de acabar la prestación del INEM, ya como último recurso, entré en la empresa en que estoy ahora, con contrato indefinido. Sigo buscando otro empleo, pero todos los que encuentro son temporales.

El trabajo en Prosegur es monótono pero con mucha responsabilidad. No es que se haga mucho pero, si pasa algo en el servicio, tú eres el máximo responsable. Y la responsabilidad no es fácil cuando llevas ya trabajando muchas horas (y lo que es peor: nocturnas y en días festivos), y con un precio muy bajo por convenio.

El trabajo nocturno implica falta de relación social (grupo, amigos, familia, pareja...). Y eso a la larga condiciona tu vida. Hasta hace unos meses estuve en un servicio muy precario: literalmente de pie, en la calle, con turnos de doce horas de noche, y festivos día o noche. Por todo eso pedí que me cambiaran de servicio.

Después de mucho tiempo, este septiembre pasado me propusieron el cambio. En este nuevo servicio hay dos turnos de ocho horas (uno de tarde y otro de noche), más fines de semana de doce horas. El local dispone de unas condiciones mínimas (garitas, lavabo, calefacción...). Mi compañero de servicio prefería trabajar de noche con lo que yo cubrí encantado el turno de tarde.

Pero siempre ha de haber problemas. Para poder tener unos diez días de fiesta mensuales, hacía falta un compañero más. De lo contrario nos tocaría trabajar todos los días del mes a los dos que ya estábamos. La empresa nos prometió que entraría un nuevo vigilante, pero luego fue dando largas. El pasado noviembre, tras haber trabajado sesenta días seguidos, continuábamos en la misma situación. Como la empresa me debía siete días de vacaciones que no me había dado en verano, los pedí para el puente de la Inmaculada. Me lo confirmaron sin ponerme pegas. Pero pocos días después me dicen que no me pueden dar esos días, y que tenía que seguir trabajando. Llevaba trabajando setenta días seguidos.

No podía más. Pensé que mi salud era lo primero. Fui al médico y me dio inmediatamente una baja por estrés laboral. Tras cinco días de baja volví al trabajo. Insistí en que me dieran los siete días de vacaciones que me correspondían como trabajador. Dijeron que no podían asegurarme nada, pero al final me los dieron. He podido descansar un poco. Pero he sacado estas conclusiones que quiero comunicaros:

A. Un joven trabajador tiene una dignidad como persona. Y ha de mantenerla cueste lo que cueste.
B. Trabajar es un derecho, pero nunca con exceso.
C. Trabajar demasiadas horas sólo te da problemas y te deja poco tiempo para ser persona.
D. Para trabajar con dignidad, tengo que cambiar mi realidad laboral.

4. TOÑI: ¿ESTAS LOCA?

Vivo en El Prat de Llobregat, y milito en la JOC. Comencé a trabajar en Iber-Swis Catering (que se encarga de la dotación de los aviones de Iberia), el 15 de diciembre de 1998. En abril de 1999 me hicieron firmar la baja voluntaria, para hacerme indefinida y así recibir ellos la subvención. Pensé que era ilegal pero ¡qué suerte! Ahora ya no pienso lo mismo.

Voy a turnos (mañana, tarde y noche) cambiando cada siete días. Se supone que la rotación es 7 + 2, 7 + 2, 7 + 4, pero esto casi nunca se cumple. El horario me lo dan dos o tres días antes de comenzar cada mes, con lo que es casi imposible planificar reuniones (¡y menos salidas!) teniendo sólo un fin de semana libre por mes. El trabajo requiere bastante esfuerzo físico, por lo menos en mi sección. No sé si es por ello, pero cada vez hay más gente de baja (incluyendo también las bajas por depresiones y estrés laboral).

Como la empresa se acoge al convenio de hostelería, se trabaja los 365 días del año, sin cobrar más los domingos y festivos. Mi salario (que varía según la nocturnidad) nunca supera las 120.000 ptas. netas.

Últimamente se ha ido marchando cada vez más gente, debido a una serie de factores que van, desde la mala organización de la empresa (en año y medio que lleva abierta, ya ha cambiado seis veces de director), hasta las condiciones de turnos, salario, el no poder saber seguro tus días de fiesta, y el poco respeto que tienen hacia los trabajadores. En solo mayo se fueron 28 indefinidos. Y ya veremos los que se van, porque cuando hablas con los compañeros ves que todos están buscando otra cosa. Debe ser por esto por lo que se crean tantos puestos de trabajo...

Respecto a las vacaciones, tenemos 45 días, pues te dan un día por cada festivo. Pero ni siquiera esto se hace por sorteo y, además, nos las dan partidas. Yo tengo este año la segunda quincena de febrero, la segunda de junio y la segunda de octubre (el año pasado tuve las primeras quincenas). Todo un lujo para irte solita por el mundo pues en esos días ¿quién no trabaja o estudia?

La consecuencia es que mi vida social ha desaparecido, y mi implicación en la JOC ha disminuido considerablemente, pues casi nunca puedo asistir a mis reuniones de grupo. La verdad es que, si mal estaba cuando no tenia trabajo, creo que ahora, con un trabajo estoy peor. ¡Y pensar que hace tres años acabé con gran ilusión la diplomatura de Fisioterapia! Pero así es el mercado laboral.

Ahora mismo pienso que lo peor es el hecho de estar indefinida. ¡Qué curioso no! Pero es que, cuando ya te ves así, aprovechas para pedir la hipoteca y comprarte el piso. Y ¡zas! Ya estás atrapada. Y lo peor de todo es que nadie de tu familia te entiende, y todos te repiten: "¿estás loca? ¿Cómo vas a dejar un trabajo fijo por uno temporal?".

5. ANTONIO: EN BUSCA DE EMPLEO

En vez de mi historia voy a contar la de mi hermano Antonio. Él ha hecho la misma carrera y la misma especialidad que yo. Terminó en Noviembre del 99 y desde entonces ha estado buscando trabajo como un loco hasta mediados de marzo en que empezó a trabajar en lo suyo con un contrato de 3 meses. Ha sido su primer trabajo contratado. Había estado dando clases particulares este año y el año pasado para pagarse sus cosas y, antes de las elecciones, estuvo trabajando 12 días en publicidad del PSOE, cargando y descargando camiones, metiendo cartas en sobres, etc.

Trabajaba de 9 de la mañana a 12 de la noche en Écija. No sabia cuánto le iban a pagar ni cuál era su horario. Tenía un descanso para comer, aunque no comió mucho y apenas hablaba, sólo se duchaba y se acostaba. Hubo días que ni vino a dormir pues no le daba tiempo para ir y volver. ¡Esto sí que es flexibilidad! Pero necesitaba sacarse unas pelillas. y en mi familia se entendía porque era una situación coyuntural. A mí madre sólo le preocupaba que no le pasara nada en la carretera. Cada loco con su tema.

El dinero mi hermano lo quería para pagarse los currículums y sobres que estaba enviando a toda España (10-20 cartas diarias), más cursos y viajes a Madrid, a Sevilla para hacer las entrevistas (ya ha hecho dos: en una no le han contestado desde hace dos meses y en otra le han dicho amablemente que no coincide con el perfil de persona que busca la empresa) También lo hizo porque tenía necesidad de trabajar, la situación de parado le estaba pesando demasiado. En mi carrera la gente piensa que lo del paro no va con ellos, durante muchos años en las clases se ha estado preparando la gente para buenos trabajos y de prestigio social. Ahora el que no tiene contactos, ni tierras tiene que aterrizar un poco y les cuesta.

Su trabajo actual es de control de calidad de almazaras, en la provincia de Tarragona. Trabajó para la federación andaluza de cooperativas, que tiene un proyecto de cooperación con la catalana. Consiguió el trabajo porque un amigo suyo trabaja allí y necesitaban a alguien inmediatamente. Lo llamaron un jueves por la tarde para que fuera al día siguiente a firmar el contrato para empezar el lunes y que le explicaran el trabajo que tenía que hacer en Tarragona y regresar el martes por la noche. Le exigían tener coche y hacer todo el trayecto en coche desde casa hasta Tarragona porque, una vez allí, todo su trabajo es ir de una almazara a otra con el coche todo el día. Le habían dado el carnet hacía dos o tres semanas. Pero llegó vivo.

Allí tiene ahora un horario de 9:00 a 20:30 h, de lunes a sábado, parando a comer por donde le pille en el camino y durmiendo en un hotel. Normalmente está tan cansado que se acuesta a las 21:30 o 22:00. Le pagan bien (no tan bien porque echa unas cuantas horas) y le pagan todos los gastos, el trabajo en sí está bien y es de lo suyo. El problema es el idioma: casi todos hablan catalán entre ellos y con él y tiene que pedir que se lo traduzcan al castellano. Y sólo va a estar allí unas semanas, pues cuando vuelva se va a Sevilla. Cogió este trabajo porque es el único que le han ofrecido.

Él aspira a un trabajo de proyectista, de hacer proyectos, es lo que le gusta, pero cree que en bastante tiempo no va a conseguirlo, y se conforma con trabajar de ingeniero agrónomo, aunque sea a salto de mata, porque lo que creo que tiene muy claro es que no quiere volver a quedarse parado. Tiene muchas ganas de independizarse y la situación de no encontrar nada lo va minando por dentro. Le cambia el humor y se siente un completo inútil.

6. TITI: 84 HORAS SEMANALES

Actualmente trabajo de vigilante de seguridad. Es curioso, pero me río cuando oigo eso de la reducción de jornada laboral a 35 horas. Y no es por nada sino porque mi jornada laboral es de 84 horas semanales. Esto me recuerda aquello de que hay quien vive para trabajar y no trabaja para vivir.

Para mas burla hacia el trabajador, nuestro empresario "regala" a los vigilantes de seguridad un contrato a media jornada, "según convenio"; eso sí, el convenio sólo esta en los papeles, pues lo que es en la calle, yo no he tenido el gusto de conocerlo.

Los fines de semana son los más guay. Eso del descanso no parece ser para nosotros, pues no hay personal y nunca los libras. Si libras, al poco rato: "ring, ring": ¡Por favor!, ¿Puede usted cubrir el siguiente servicio? Como hoy no hace nada, hemos pensado que usted!,...

La conclusión que saco es la siguiente: los jóvenes hemos olvidado lo que es la lucha. Nos dice el Sr. Presidente "España va bien", pero la realidad es que los jóvenes lo tenemos muy difícil para trabajar, porque unas veces por miedo al desempleo y otras por no valorarnos a nosotros mismos nos callamos, y el callar mata lentamente.

Escribo estas reflexiones durante un servicio, el 4 de enero del 2000 a las 04:37 de la madrugada. Dedico a todos los empresarios, sobre todo si se llaman cristianos, aquella frase de J. Cardjin: "Un joven trabajador vale mas que todo el oro del mundo". Adiós a todos los compañeros. Titi (JOC de Cádiz).

7. EMILIO: EL FIJO DISCONTINUO

Trabajo actualmente, en la multinacional PEPSI, donde llevo ya ocho años, pero no de forma continuada, si- no entrando y saliendo constantemente, según las necesidades de producción. Los primeros años estuve en "contratas de campaña", que tenían una duración máxima de ocho meses, aunque después te podían ampliar por "ampliación de campaña".

Desde hace cuatro años tengo contrato de fijo-discontinuo. Esto quiere decir más o menos, que tienes los mismos derechos que un fijo en plantilla (antigüedad, despido...) pero sólo en los meses en los que trabajes, que pueden ser 6,7,8... hasta 11 meses y tres semanas al año, como máximo. Hay una lista de fijos-discontinuos por antigüedad, y los van llamando por orden según las necesidades, trabajando algunos el año entero, y otros 5 ó 6 meses.

En la práctica hay otras diferencias con los fijos. Una de ellas es el no poder disfrutar de vacaciones, pues la empresa decide sobre la marcha, si las tienes o te las pagan, con lo que no puedes planificarte nada. En todos estos años yo sólo he tenido una semana en el verano, pero no una cada año, sino una semana en periodo de verano en los ocho años.

La jornada laboral es de ocho horas seguidas en turnos rotativos de mañana, noche, tarde. Las condiciones en cuanto a sueldo, derechos, permisos, convenio colectivo, me parecen buenas en teoría, sobretodo si las comparo con otras situaciones que conozco. Digo que en teoría porque luego, en la práctica y en el día a día, se dan casos e interpretaciones de todos estos derechos que me hacen ver que todas estas condiciones no son tan buenas. Por ejemplo; aunque tengamos 15 días por matrimonio, conozco por lo menos cuatro casos de compañeros (casualmente fijos-discontinuos como yo) que han tenido problemas al coger los 15 días completos. En mi caso, a los tres días de comunicar que me casaba me dieron la carta de despido: "coincidencias de las bajadas repentinas de producción"...

Cuanto más nuevo eres, te ponen más problemas como el del ejemplo, o la gente se atreve menos a reclamar lo que le pertenece. En esta situación están unos 50 compañeros más, con lo que la empresa no tiene que hacer muchas planificaciones: te llaman tres días antes de empezar y te dan el despido con tres días de permiso...

 

 

2. LA EMPRESA ABUSA

 

1. ANTONIO: ¿FALTA DE RESPETO O DE FUERZAS?

¿Te has fijado? –me dice el encargado refiriéndose a Antonio–. Ya no se levanta como antes cuando paso yo.

Efectivamente: Antonio está sentado en un "palet". Son las 12. En la agencia de transportes donde trabajamos, la mañana ha sido movida. Desde las 7 no han parado de llegar camiones. Siempre con prisas. ¿Por qué será que siempre hay alguna mercancía que entregar con urgencia?

Hace calor. El espacio de la caja del camión es pequeño, y el torito venga a entrar y salir. Hay ese polvo negro, un poco sofocante, que caracteriza a todas las agencias con instalaciones un poco viejas.

Ya ni nos acordamos del tiempo que llevamos sin parar los 20 minutos del desayuno. De vez en cuando conseguimos que alguien vaya al bar cercano con la lista de bocadillos y cafés que luego, de pie y entre caja y caja, comemos deprisa. Al jefe no le gusta ver lo que él llama irónicamente "tertulias del Café Pombo" (nombre de un viejo café popular de nuestra ciudad).

Y es verdad: Antonio ya no se levanta. A pesar de tener sólo 27 y estar fuerte y compacto, tiene pinta de cansado. Lleva casi dos años en la Agencia. Tiene un contrato de media jornada, aunque trabaja desde las 8 de la mañana hasta las 9 de la noche. Cobra 74.000 ptas. El mismo jefe reconoce que es competente y trabajador. Quizás por eso suele decirle como premio: "No te preocupes, Antonio, ya sabes que las cosas están jodidas. En cuanto nos estabilicemos te hago un contrato normal". Pero ya vamos para dos años.

Antonio lleva tiempo queriendo casarse. Tiene medio apalabrado un piso pequeño en un barrio popular. Y se pasa el día haciendo cuentas. Hace cosas de seis meses vino muy contento: "¡he encontrado un trabajillo!". Estas cosas en la Agencia se celebran:

— No jodas! ¿Qué es lo que has encontrado?
— Voy a trabajar de reponedor en una gran superficie comercial.
— Nos dejas pues?
— No. Voy a trabajar de 10 de la noche a 2 de la madrugada. Te hacen un contrato de 4 horas y te pagan 50.000 ptas. Lo más pringao es que también hay que trabajar los sábados por la mañana.

Y vuelve a hacer cuentas: ya son 124.000 ptas. al mes . Quizá pueda pagar las 45.000 del piso. Y "¡podré casarme!" Antonio lleva ya 6 meses así. De 8 a 21 y de 22 a 2. Son 17 horas diarias, más 4 horas los sábados. ¡124.000 pesetas!

Antonio estaba sentado cuando pasó el jefe. Quizá porque ya no somos capaces de ponernos de pie. Mientras tanto, estos días vuelve a hablarse de las 35 horas semanales. La Junta de Andalucía lo aprueba. Los sindicatos lo vocean en las calles. Se recogen firmas para la propuesta de ley... Y Antonio, Miguel, Josemari y todos mis colegas y yo mismo nos sentimos ofendidos e insultados. ¿Por qué no conseguir primero las 40 horas?

2. ANA: PEQUEÑOS PASOS

Hola. Mi nombre es Ana del Castillo. Tengo 25 años y vivo en el barrio Lucero, un barrio obrero del sur de Madrid. En casa falta dinero a final de mes, y es preciso que yo aporte algo. Además tengo novio, con lo que eso supone de tener un poquito más de prisa para la entrada de un piso.

Trabajaba en un fábrica de electrónica desde hacía dos años y medio, con un contrato de fin de obra. Es decir, que me podían echar en cualquier momento, como de hecho ha ocurrido conmigo y otros compañeros. Era una subcontrata de empresas más grandes (como Ericsson, ATT, Siemens y todo lo que pillan). A éstas les sale más barato contratar a empresas como aquella en la que yo trabajé, que pagar horas extra a sus trabajadores. Cosa lógica en las condiciones que teníamos nosotros.

Así funcionábamos por pedidos. Eramos solamente un número productor. Teníamos que producir en cantidad y calidad, mejor incluso que las máquinas: porque si una máquina se estropea hay que gastar dinero en repararla, mientras que a nosotros no nos pagaban la baja. El año pasado, por ejemplo, cogí una gripe horrorosa y falté ¡un día!, porque casi no podía moverme. Llevé la baja del médico, pero me quitaron el sueldo de ese día a final de mes.

Mi empresa tiene cuatro naves separadas. Los jefes intentaban por todos los medios que no hubiera comunicación entre compañeros y compañeras de naves distintas. Primero nos dividieron a la hora de bocadillo: al principio nos lo comíamos todos juntos; bueno, pues nos obligaron a comerlo en mi nave a las 10’15, los de la planta de arriba a las 10’30 y los de enfrente a las 10’45... Aun así, y como quien no quiere la cosa, empezamos a comernos el bocadillo a las 10’30 con los de arriba y seguimos así.

Después nos quitaron la máquina de café porque "perdíamos mucho dinero y además formábamos grupos grandes". Al llegar un día al trabajo nos encontramos con la máquina fuera. Y es que el arma más poderosa de que disponen los empresarios es el "divide y vencerás": si no hablas con tus compañeros, si no sabes nada de su vida, no te importa demasiado lo que pase.

Todo esto me hizo plantearme mi pequeña acción (pequeña porque un chico intentó hace tiempo formar un comité de empresa, y lo despidieron al día siguiente). Me propuse formar grupitos siempre que pudiese. Tomaba café a escondidas en el vestuario, con un grupo de una siete chicas de otra sección; cada semana una de nosotras traía el termo. Fueron sólo unos minutos en los que unas veces charlábamos sobre el trabajo y poníamos a parir a los jefes; otras veces hablábamos de algún tema de actualidad, o nos limitábamos a bebernos el café en silencio, porque justo en ese momento, el encargado estaba agobiando. Yo intentaba provocar conversaciones sobre el trabajo, cuando hacía tiempo que no lo habíamos hecho. Una vez casi nos pillan. Pero una de las chicas dijo: "que entren y nos echen a las siete de golpe. Así tendrán la excusa perfecta".

También el bocadillo me lo comía con chicas de mi sección y con otras dos, Mónica y Manuela, que están en otra. En ese momento intentaba hacer lo mismo aunque fuese mucho más difícil: pues comerte el bocadillo y charlar en quince minutos resultaba casi imposible. Todo esto lo iba reflexionando tanto en casa como con mi equipo. Y buscaba respuestas para una situación de ésas que, cuando sólo estás estudiando, te parece imposible que pueda darse.

3. JOSÉ LUIS: QUE AL FINAL FUNCIONE

Mi trabajo es uno de tantos, ni más precario ni menos que los demás. Comencé a trabajar a los 19 años en una tienda de animales y, actualmente, voy a cumplir 21. No es que sea un trabajo muy difícil, pero sí muy cansado, pues debes dar la cara al público y limpiar muchísimo: ya se sabe lo que es encargarse de animales. Empecé cobrando 60.000 ptas. Y trabajando todo el día de lunes a sábado. Tenía contrato de aprendizaje, que es uno de los peores contratos que hay. Y además un encargado que no daba golpe, y yo me lo cargaba todo. En el tiempo que llevo han pasado ya cinco empleados y todos se han ido por lo mismo: la dureza del trabajo y el carácter del jefe. No es que sea mala persona, pero es bien poco sociable y de ésos que nunca te agradecen nada.

Sé que hay gente que está peor que yo. Supongo que si no me han echado es porque no les disgusta mi manera de trabajar, aunque yo lamente la falta de comunicación con mi jefe. Pero, aunque esto me hace sentirme mal, no es uno de mis mayores problemas. Mi mayor precariedad es el tiempo: nunca sé a qué hora voy a salir, no hay hora fija. Es terrible no saber de cuánto tiempo dispones para ti mismo. Pero es aún peor el que todas las horas que dedicas a acabar cosas fuera del horario no son pagadas ni agradecidas por el jefe. Según él, es mi obligación.

Ahora acabo de comenzar a hacer la Prestación Social en un club de jubilados. Esto me da más tiempo libre, pero me parte todo el trabajo, pues ahora podría estar cobrando 90.000 ptas. y sólo cobro 53.000 (media jornada). Fastidia mucho tener que hacer la prestación en un momento en que los jóvenes buscamos un trabajo más digno, y esto nos parte del todo.

En resumen: tenemos que aguantar muchísimas cosas en nuestros puestos de trabajo, pero hay que saber luchar contras esas precariedades con mucha paciencia. Espero que al final funcionará.

4. PACO EL BUTANERO

Es conocido en el barrio porque su gran bigote, sus pintas desastradas, su afición por la cerveza, y lo broncas que resultan algunas de sus noches, hacen que no pase desapercibido

Pero, además, Paco es butanero. Todas las mañanas llega el camión, y el entrechocar de las bombonas para advertirnos de su presencia, se suma a los ruidos del barrio. Desde los balcones van pidiendo las bombonas, mientras Paco y otros tres compañeros más jóvenes, van apuntando los pedidos. El resto consiste en correr y hacer el mayor número de entregas posibles. Si hay suerte quizás se vacíe el camión y se pueda ir de nuevo a cargar por la tarde. Así habrá la posibilidad de un nuevo reparto.

Lleva muchos años en esto de los repartos. Al principio, esperando que saliera algo mejor para poder dejarlo. Luego soñando que quizás un día podría tener un camión propio de reparto, y un contrato con la empresa suministradora. Ahora está ya resignado: ¿dónde puedo ir? ¿quién va a darme trabajo?

Paco gana 15.000 fijas al mes, más las propinas. Hay que aclarar que los grandes genios que marcan los precios del butano parecen acordarse de ellos. Pues siempre ponen un precio que ayuda a dejar el "pico" como propina. Si la botella vale 1130 ptas. ¿quién no dejará las 70 de vuelta como propina?

Así, entre un día y otros, saca alrededor de las 3000 ptas. No es mucho pero ayuda a ir tirando. Claro que no hay seguros sociales, ni contrato, ni seguridad en el trabajo. Los compañeros de Paco son jóvenes, alguno muy joven. Los ves cargando con dos bombonas llenas. Paco ya no puede: está cerca de los cuarenta años, y sólo puede cargarlas de una en una.

Tampoco es capaz de saber cuánto gana su jefe. Se imagina que mucho. Pero es menos capaz de imaginarse lo que gana Repsol y las grandes compañías. "¿Pa qué?". El ya tiene sus propinas.

Nos habíamos citado en un bar. Aquel día no estaba de buena cara. El jefe le acababa de decir que no estaba contento de él, que cambiaba o se iba a la calle.

Últimamente había tenido varias broncas con sus compañeros: "como pueden correr más que yo, reparten los pedidos que yo he anotado". Y mientras volvíamos a casa me iba diciendo: "Qué mala suerte hombre! Parece que todos los inspectores de trabajo, todos los políticos, todos los responsables de Repsol..., vivan en casas con instalación de gas natural".

5. PEPE, CARMEN Y LA CENA DE "FRATERNIDAD"

Pepe trabaja por las mañanas de delineante en una empresa, donde hace cinco horas y le pagan tres. No está contratado ni asegurado. Por la tarde va a otra empresa donde le pagan cuatro horas y trabaja cinco. Aquí sí le tienen asegurado.

En cada empresa cobra 45.000, pero nunca las ve juntas. En el trabajo de tarde le pagan puntualmente. En el de mañana, cuando le conviene al jefe. Este tiene como norma, entre otras, no pagarle a final de noviembre ni de junio, con el fin de acumular esos pagos con los de diciembre y julio, para que parezca que le da las pagas extras de navidad y julio. Así no ve manera de organizar la economía de su familia. Y las dos últimas semanas de julio y diciembre lo pasan fatal.

Viven en una barriada de trabajadores. Un callejón que cerraron hace tiempo y le pusieron un techo de uralita. Allí viven varias familias. Y no es éste el único núcleo que vive así, entre los lujosos pisos que se construyen en Málaga. Pepe se pregunta cómo es posible que, trabajando 10 horas al día, no haya forma de salir de ese agujero. Y aún tiene que dar gracias a la solidaridad de amigos, vecinos y familiares. Como da gracias cuando tiene un sábado libre, pues los trabaja casi todos.

Pepe y Carmen tienen cinco hijos. El mayor de 16 años y la pequeña de cinco. Por la humedad del lugar en que viven, todos padecen asma. Los padres quieren que sus hijos no falten al colegio. Carmen hace trabajos de limpieza por las casas, con la dificultad de tener que atender a los niños, sobre todo la pequeña. Éstos necesitan gafas, no tienen mínimo espacio para preparar las tareas de clase. Se cuidan unos a otros cuando los padres no están por el trabajo. Y a veces, los vecinos echan también una mano.

Pepe ha intentado dialogar con los jefes para suavizar sus condiciones de trabajo. Pero es inútil. Se ha planteado muchas veces denunciar su situación laboral. Pero sabe que hay "listas negras", que se le cerraría la posibilidad de trabajar en el sector y que, con 42 años, no le será fácil encontrar otro trabajo. Y son muchos de familia.

Él no tiene títulos ni carrera; pero es vivo, ha aprendido a utilizar el ordenador y podría hacer trabajos más cualificados.

Pero ¿quién va a correr ese riesgo? Todos sus compañeros de trabajo están igual, pese a que la rama de la construcción está en alza. Sus jefes tienen la benéfica costumbre de llevar a los empleados con sus mujeres a una cena que llaman "de fraternidad", unos días antes de Navidad. Allí no reparan en gastos y les hablan de tú a todos.

Algunos de estos jefes son gente importante en el desarrollo democrático de la ciudad. Al menos, cuando salen en la tele, lo parecen. Pero claro: una cosa es predicar y otra dar trigo. O dar un trabajo digno.

6. ALEX: HOY NO, MAÑANA

Alex tiene 17 años y esa especie de alegría inocente que muy pocos (viviendo donde él vive) son capaces de guardar.

Vive en un barrio marcado. No hay muchos jóvenes que trabajen. Quien más quien menos se busca la vida "trapicheando". Que si algo de droga, que si algo "encontrado por azar" en la calle. La escuela hace años que dejó de ser punto de referencia.

Su familia es una más del barrio. Cuatro hermanos más jóvenes. Su padre conduce un pequeño camión de reparto, contratado por un amigo. Se arreglan más o menos con los papeles. Unos meses de contrato le permiten solicitar la ayuda familiar. Lo cual supone una ayuda a las 110.000 que cobra.

La vida en casa no ha sido fácil. El padre, algunas temporadas, ha sido muy agresivo y violento. La madre se ocupa de la casa y de los hijos, y lleva a menudo en su rostro las marcas de una tristeza profunda.

Es cierto que la escuela nunca le gustó. Apenas ha conseguido dominar las cuentas, y lee con dificultad. Pero él arguye: "y eso ¿para qué sirve?".

El padre, que conocía gente de la empresa, le consiguió un hueco. Y estaba contento, nunca viene mal una ayuda en casa.

— "Mira, le dijo el jefe. Le haremos un contrato de aprendiz a medio tiempo y más adelante, si vale, le haremos un contrato en condiciones. Le daré 65.000. El horario sobra, ya sabes cómo funciona el transporte: hasta que se acabe la faena".

Y aquí le tenemos hasta que se acabe la faena. Unos días son las 9. La mayoría las 9’30 o 10 de la noche. La incorporación fue inmediata. Y el jefe le mandó a hablar con el encargado para que le diera permiso una mañana, para ir a la oficina del INEM y poder arreglar lo del contrato.

Un día y otro, Alex hablaba de ello con el encargado: "Hoy no puede ser. La cosa está muy liada. A ver si mañana hacemos un hueco".

Llevaba ya más de un mes trabajando con nosotros cuando esta tarde –¡joder qué cosa más tonta!– con el muelle lleno de mercancía, el torito dando marcha atrás le ha pillado un pie. Alex estaba de rodillas "flejando un palet", cuando el torito le ha pasado por encima. Las zapatillas de deporte no han protegido mucho el pie. Y se le ve hinchado y con mala pinta.

En estos casos siempre se organiza un gran revuelo. El jefe se pone muy nervioso. (Acaba de hacer un curso de seguridad e higiene en el trabajo y está –según nos decía– "muy concienciado"). Tanto que ahora se agacha en el suelo al lado de Alex:

"Mira Alex, como no nos ha dado tiempo de arreglar los papeles, en vez de llevarte a la Mutua te voy a llevar al hospital. Pero acuérdate: tú al médico le dices que te has caído de la moto. Te pregunte lo que te pregunte, tú dices que te has caído de la moto. Afortunadamente no ha sido demasiado grave. Dos huesecillos rotos. Un mes en casa y olvidado".

¡Y tanto que olvidado! Alex lleva dos meses de baja. La empresa no le paga un duro. Y su puesto ya lo ha ocupado otro. Son exigencias del trabajo. Al nuevo ya le han asegurado...

Algunas veces, después del trabajo, tomando alguna cerveza, hemos hablado de las normativas de "prevención de riesgos laborales". Debe ser una cosa para las empresas grandes. Porque aquí, nosotros y nuestros vecinos de las naves del polígono El Viso, nunca las hemos visto. También dicen que toda empresa debe tener un "plan" de seguridad, y que serán controladas y, si es necesario, multadas con fuertes sumas.

"Debe ser verdad tío! –bromea Alex–. ¿No ves que cara de "asustados" ponen todos los jefes?"... Y luego me explica sus conclusiones: Si colaboras con la droga, ganas mucho más. Tiene sus riesgos, pero tampoco son menores que los del trabajo...

7. EMILIO EN EL CORTE INGLÉS

Para empezar no sé bien cuál es mi situación actual ahora mismo, aunque pensándolo bien podría ser una mezcla de experiencias entre la del parado y la del estudiante. Coincido en muchos puntos con el guión de parados, y también con los estudiantes.

Ahora mismo estoy haciendo un cursillo de instalaciones industriales, que está bastante relacionado con los estudios que yo hice, de formación profesional de electricidad. A lo mejor me debo sentir privilegiado por hacer este cursillo pues antes estuve trabajando de electricista en El Corte Inglés durante un mes y una semana, preparando la iluminación de Navidad de la fachada, y el "arbolito".

"¡Qué bonito!, ¡Qué bien lo ha hecho El Corte Inglés!, ¡Son únicos!". Supongo que eso lo diría la gente en el día de la inauguración, pero lo que ellos no sabían es que durante un mes y una semana estuvimos cinco personas trabajando doce horas con una sola hora para comer y descansar. "¡Qué bonito!" ¿no? Las caras, el cansancio, la presión por terminar pronto, el pensar que de los cinco que entramos dos irían a la calle, comer fuera de casa, el descansar sobre maderas, los miles de autobuses de ida y vuelta, el ver poco a tu familia y menos a tus amigos, los fines de semana aprovechándolos al máximo para disfrutar, pero no disfrutando del descanso sino del consumo... Así un mes y una semana. La verdad es que no me hizo gracia que se me acabase el contrato, pero por otra parte, me venía bien salirme de la rutina que podía haber sido perjudicial para mí.

Ahora como estoy en el cursillo, aprendiendo, disfrutando con otra gente que he conocido, rechazo algún que otro trabajo para acabar mi formación, pero a la vez tengo la incertidumbre, de qué me voy a encontrar después del cursillo. Mientras lo hago reparto propaganda de forma esporádica, lo que me aporta algún que otro dinerillo, lo justo para tabaco, café y pocas cosas más, y veo a la gente joven y no tan joven repartiendo por los buzones.

Para finalizar mi monografía, pienso y me preocupo de cómo está la situación para toda la gente joven, en especial ésos que cada vez tienen menos aspiraciones, y perspectivas, conformándose con lo que sea, y no preocupándose de nada.

 

 

3. LA EMPRESA SE ESCONDE

 

1. SILVIA: EL "SIN-TRATO" DE TRABAJO

Queridos amigos: soy Silvia Kalero de Basauri. Comencé a trabajar a fines de septiembre como dependienta en una frutería. Antes tuve una charla con el jefe y me comentó que bueno, que mi trabajo no iba a consistir sólo en atender al personal. También tendría que reponer existencias cuando hiciera falta. Me tuvo dos días de prueba y luego comencé a trabajar.

Tienes tantas ganas de encontrar "algo" que acabas aceptando lo que sea. Mi horario en principio sería de 8 a 14 y de 17 a 20, más los sábados de 8 a 15. Tenía un contrato durante tres meses, para cobrar 105.000 ptas.

Para situaros un poco, diré que trabajábamos allí seis personas. Era, por así decir, un negocio familiar: el jefe, su mujer, el hermano de ésta también con su esposa. Más Lola, David y yo. Son jóvenes y ello ayudaba a llevarse bien con todos. Pero cogí más amistad con Lola, que era otra pringada como yo.

Lola llevaba un año trabajando y me comentó cómo estaba la situación: nosotras no teníamos derecho ni a una pequeña pausa matinal, cuando las demás sí que lo tenían. A los quince días de esta conversación, le comenté a Lola que debíamos hablar, para obtener esa pequeña pausa, que era bien merecida. Nos armamos de valor, y le pedimos al jefe si podría darnos 15 minutos a la mañana, para tomarnos un respiro y poder llevar algo caliente al estómago. No nos fue nada fácil pero aceptó.

Por miedo, o por formación, me considero una persona responsable. De modo que mis quince minutos los llevaba a rajatabla. Sin embargo, como a las nueve de la mañana había poca gente, comenzó a mandarnos que fuéramos a almorzar a esa hora. Yo había desayunado a las 7’50 y no me apetecía nada. Pero si no ibas a esa hora, luego nos teníamos que atener a las consecuencias, y nos podía dar la una de la tarde sin haber ido a almorzar.

Aguantamos así. Pero las horas de cierre comenzaron a retrasarse: teníamos que pringar hasta que le diera la gana de bajar la persiana. Y a la hora de cobrar te montaba el pitote: un montón de comparaciones con los demás compañeros de trabajo que, a excepción de Lola, no trabajaban las diez horas al día que llegábamos a meter nosotras. Había que trabajar compitiendo. Y él no quería reconocer que, si había días en que bajaban mis ventas, era porque había pasado media mañana reponiendo género, porque la que se tenía que encargar de ello no lo hacía.

Fue pasando el tiempo y yo veía que era demasiado. Lo hablaba con Lola que estaba en mi misma situación. Le dije que, cuando fuera a cobrar, iba a proponerle que nos diera al menos una tarde libre. Yo creo que no pedía mucho. Pero, cuando se lo dije, se puso hecho una fiera. Al final dijo que se lo pensaría.

Al día siguiente por la mañana, nos dijo a Lola y a mí, por separado, que en adelante iríamos a trabajar sólo de lunes a viernes por la mañana, cobrando 55.000 al mes. Que si queríamos seguir, bien. Y si no ya sabíamos dónde estaba la puerta. Nos cogió de sopetón, y ambas aceptamos. El cogió otras dos chicas para trabajar por las tardes. Seguimos así hasta el 16 de enero, en que finalizaba mi contrato.

Ese día me dijo que, al acabar mi trabajo, fuera a su despacho. Cuando llegué, vi que tenía la carta de despido encima de la mesa. Me dijo que ya no me iba a renovar. Lo que más me irritó es que ni como persona pudo darme las razones de por qué no me renovaba.

Yo no dije nada. Firmé y me largué. Lola sigue aún, ya que su contrato era de un año. No sé si al acabar la despedirá también, o si espera que mi ejemplo sirva de advertencia.

2. BEGOÑA: LA INSEGURIDAD INSTITUCIONALIZADA

Tengo 24 años y vivo en L’Hospitalet de Llobregat. A los 16 tuve que dejar los estudios y entrar a trabajar, por una difícil situación laboral: mi padre estaba tramitando la baja por larga enfermedad, y estábamos viviendo en casa de mi abuela, porque estaba enferma y necesitaba estar vigilada las 24 horas del día. La familia me pidió que "hiciera algo".

De los 16 a los 18 estuve trabajando en varios sitios, siempre sin contrato y con unas condiciones bastante malas. A partir de los 18 la cosa se complicó, pues no hubo manera de encontrar nada. Aproveché el paro para sacarme el graduado escolar, sin parar de buscar trabajo, enviando currículums y haciendo esas entrevistas cuya frase típica es "ya te llamaremos"; pero nunca más vuelves a saber nada.

Hay momentos en que te hundes, piensas que no vales para nada, te deprimes, te pones de malhumor, y lo pagan tu familia y tus amigos, que son los que en realidad te apoyan siempre y te ayudan a seguir adelante. ¿Por qué ha de ser así la vida?

Durante esta mala temporada me ofrecieron también hacer un cursillo de camarera, que acababa con dos meses de prácticas en un hotel. Acepté. Pensé que esos meses me iban a servir para algo. Y por las mañanas cogía mi carpeta con los currículums y me recorrí todos los hoteles de Barcelona, dejando el currículum en ellos. De alguno me llamaron para hacerme entrevistas, de otros recibías una carta amable diciendo que no necesitaban gente.

Poco a poco te vas desanimando cada vez más, aunque sin dejar de buscar. Un día encontré un anuncio diciendo que se estaba construyendo un hotel, y necesitaban gente para formarla y meterla en plantilla. Allí fui, pero me encontré con más de 50 personas... Nos ofrecían un cursillo de dos semanas para servir banquetes y, al final del cursillo, un día de trabajo en un hotel sin cobrar.

En realidad se trataba de una empresa de catering que buscaba camareros. No volví a saber nada de ellos hasta que, dos años después, me llamaron para trabajar... ¡un fin de semana!

Luego he trabajado de repartidora de propaganda durante año y medio hasta que, por una ETT, entré en una lavandería con mi primer contrato. Ahora tengo un año de contrato, pero siempre con la misma incertidumbre: "cuando acabe ¿qué?". Y con la misma pregunta: "¿ha de ser así la vida?".

3. RAFA: ¿DE QUIÉN ES LA CULPA?

Tengo 30 años y vivo en Córdoba. A mi edad debería estar asentado laboralmente, con la vida suficientemente enfocada como para cubrir sus necesidades y compartirla con alguien.

En mis pocos años he realizado infinitos trabajos: repartidor (30.000 ptas./mes), auxiliar administrativo (contrato no renovable desde el principio), almacenista (me despidieron sin motivo, a mi entender), un contrato por ETT de 400 ptas./hora, y otros esporádicos de días o por temporadas.

La constante de mi vida es la inestabilidad, y ello condiciona muchos otros aspectos vitales: poca motivación, desesperanza, desilusión. Muchas veces pensé que era yo el que no servía. Me sentía inútil, estaba pesimista y descargaba mi enfado sobre la familia, amigos, y amigas.

Mi situación se convirtió en una pesadilla, hasta que fui contrastando mi experiencia con la de amigos, y empecé a descubrir que quizá no era yo el culpable.

Fui sabiendo que en España hay un gran índice de paro, sobre todo en Andalucía. Que Córdoba acaba de superar a Cádiz en la tasa de paro, y en ser la provincia con menor crecimiento económico de España (y, por supuesto de Europa). Que el gobierno tampoco hace nada para paliar esta situación: los gastos militares o el imperio futbolístico le convienen más que subvencionar empleos a los parados o generar salarios sociales.

Las experiencias de mis amigos tienen muchas cosas en común con las mías, sobre todo la inestabilidad y la resignación. No paramos de movernos echando currículums por varias empresas, aunque no sirvan más que para engordar carpetas. Luego nos vamos a recoger la aceituna y, cuando termine, otra vez al paro.

Ahora tengo un contrato de seis meses como administrativo en una empresa. Ya vivo la incertidumbre de si me renovarán o no. Es una situación que afecta a muchos y muchas, tanto estudiantes como trabajadores.

Somos nosotros los que tenemos que denunciar esta realidad.

4. LOLI: ENTRE EL PARO Y EL NO PARAR

Loli es mi vecina. Tiene 35 años y está tramitando actualmente la separación legal de Enrique, su ex-marido. Tiene 2 hijos, Adrián de 11 años y Álvaro de 6. Loli lleva 7 años en paro realizando trabajos eventuales sobre todo limpiando casas particulares.

Su formación es amplia: tiene un título de auxiliar de enfermería y jardín de infancia, junto a muchos cursos relacionados con la psiquiatría y la rama sanitaria en general. El sueño de su vida es seguir estudiando y llegar algún día a ser una buena enfermera. Pero esto es casi imposible dada su situación de madre joven y el horario que le impone su tipo de trabajos. Para buscar otro trabajo sigue mandando su currículum a miles de sitios de donde a veces la llaman para hacerle una entrevista. Pero al enterarse de que tiene 2 hijos, ya no la escuchan de la misma manera y luego no le dan el trabajo.

Su último trabajo "estable" fue de camarera en el bar "El León Rojo" donde estuvo varios años hasta que le apretaron tanto el horario que tuvo que dejarlo para poder atender bien a sus hijos. Antes había trabajado cuidando a niños con problemas, y en el Caypo de cuidadora. Su experiencia actual es bastante chunga pues está limpiando en dos casas y le han echado de una porque tuvo que faltar pues Adrián estuvo 11 días ingresado en el hospital. Las relaciones con su familia son muy buenas pero no todos entienden que esté separada y quiera tirar sola de sus hijos. Enrique le pasa una cantidad ínfima de dinero al mes, lo que no le permite ir nunca desahogada. Su nivel de consumo es bastante bajo ya que tiene que pagar el piso y mantener dos niños pero no es esto lo que le preocupa. Ella me dice que no quiere consumir más sino sentirse realizada con lo que en realidad le gusta, ayudar mediante su trabajo a gente deficiente y que esto además le permita cuidar y disfrutar de sus niños, sus hijos.

Ella explica, sobre todo a Adrián, que él no puede llevar ropa de marca ni dejarse todas las luces encendidas porque todos deben ser cuidadosos con el poco dinero que tienen. El ocio de Loli es bastante reducido, dado que su situación familiar y laboral no le permiten salir como a ella le gustaría ni llevar a sus hijos a comer fuera algún día, o cosas así. No quiere resignarse a su situación y, de hecho, todos los años decide presentarse a unas oposiciones. Pero siempre ha tenido que dejarlas a la mitad, por el trabajo y el cansancio. Sus aspiraciones son conseguir un trabajo estable que le permita vivir con tranquilidad y que sus hijos no sean un problema a la hora de encontrarlo. A la Manola y a mí siempre nos anima a que estudiemos mucho y nos riñe si no lo hacemos.

5. LAS IDAS Y VENIDAS DE JUANLU

Empecé a trabajar con 15 años en una platería, hasta los 16. Con 17 años entré a trabajar en una tienda de repuestos de coches como repartidor. Aquel año dejé de estudiar porque mis padres cerraron el puesto que tenían en el Mercado del Sector Sur por un infarto y posterior operación de corazón que jubiló a mi padre.

Duré 6 meses con un contrato a tiempo parcial. Luego estuve 3 meses parado y después empecé a trabajar en la cooperativa donde estuve cerca de 2 años, sin contrato y echando unas horas para poder sacar un dinero que en verano era bastante más, por la confitería con la terraza.

Cuando la cooperativa se partió pasé bastante desconcierto porque me encontraba muy en medio, entre los dos bandos. Me planteaba buscar otra cosa y en Semana Santa trabajé en la Cafetería San Pablo en Carrera Oficial. Llegó el principio de verano y empecé por mayo a trabajar los fines de semana por las primeras comuniones. De todo aquello no cobré ni un duro.

Después, a través de mi amigo Víctor, he conseguido trabajar los sábados haciendo reportajes de boda y soy el ayudante del cámara. Pero todo sin contrato y cobrando 3000 ptas. por boda.

A finales del verano empecé a ir a empresas de trabajo temporal y me van llamando días sueltos para mozo de almacén, cargando guías en los camiones y después repartiéndolas durante una semana. Aquí ya tenía contrato, pero se quedaban con una parte de mi sueldo. Por Navidad entré en Eroski para la campaña de juguetes, de noviembre a enero, y trabajé de asesor en un curso de animador sociocultural: es el primer trabajo que he hecho concorde con la formación que tenía. De los anteriores, nada de lo que trabajé venía a cuento con lo que yo había estudiado.

Pero la necesidad de encontrar un trabajo estable, y la situación en mi casa me hicieron coger el tren e irme a Barcelona 2 meses. Me hacían un contrato de oficial con 6 horas al día por 12.000 ptas.*, comida y alojamiento pagados por la empresa. Me costó decidirme porque me pedían responder en horas y todo tan precipitado me daba miedo, supongo que lo mismo le pasará a quien haya de tomar una decisión así. Cuando llego a Barcelona veo que todo es muy distinto. Se trabajan 12 horas de lunes a domingo, y las condiciones de trabajo son muy precarias: mis compañeros trabajando como esclavos y el jefe viviendo bien en Córdoba y mal pagando a todo el mundo. La experiencia de estar solo y los compañeros mayores que yo, me obligaban a sacar pecho para no hundirme. Cada 15 días bajaba a casa el fin de semana. Al volver me sentía muy apenado y cada vez repetía más esos viajes.

Tras el primer mes nos mandaron para Avilés. Por lo que contaban los compañeros y lo que me iba demostrando mi jefe yo veía que no iba a durar más de lo que había firmado (2 meses). Cada vez estaba más quemado: me sentía engañado como un chino, y el jefe no quería nada más que dinero y que no bajáramos a casa, según él "para aprovechar el tiempo". Tuve suerte de que la gente en Córdoba se volcó conmigo: mi familia, la gente de mi Movimiento... siempre había alguien que me llamaba y eso era para mí un empujón para seguir y aguantar por lo cansado que me dejaba el trabajo. Los últimos 15 días fueron los peores: nos dejaron allí solos a mí y a un compañero mayor de 49 años, con tres hijos a los que no ha visto crecer, y con una depresión bastante importante. Sin vehículo, sin dinero en la última semana, y con que mi compañero me había contagiado, la misma depresión y agresividad que él tenía.

Por fin regresé decidido a no renovar el contrato, porque aquello no era vida y, aunque me aportaba algo de dinero, era poca proporción por lo lejos que estaba, y ni cubría mis aspiraciones ni me realizaba como persona. Me ofrecieron entonces una mejora de las condiciones, pero la rechacé.

La experiencia me ha servido para muchas cosas: para recordarme que el dinero no es todo y que, al igual que yo, hay todavía demasiada gente que está en unas condiciones muy chungas.

"Algunas veces tengo la sensación de que vivo para trabajar, en vez de trabajar para vivir. A mi padre, que trabaja conmigo, no lo veo en toda la semana, y los horarios me obligan a comer solo, sin poder disfrutar del almuerzo, la hora que para mí es la mejor de una casa, porque es donde se cuenta lo que se ha hecho durante el día y se comparten los acontecimientos de los demás" (Kiko).

"Salgo de mi casa a las 8 de la mañana, y regreso a las 9 de la noche. De día puedo llegar a recorrer de 150 a 200 Km., es decir, todo el día sentado y conduciendo. Además, me imponen un objetivo al año a cumplir en cuanto a ventas para la empresa; si no lo cumplo, me despiden inmediatamente. Todo esto me provoca estrés, trastornos de ánimo personal, inestabilidad con mi pareja, amigos, familia..." (José Antonio).

"Cerraron la fábrica, y me pasé meses y meses en el paro buscando cualquier tipo de trabajo: hay que papear" (Raúl).

"Hoy en día, noto cómo mi talante cristiano en el trabajo me ha servido para afianzar la relación con mis compañeros y para crecer como persona que opta por los demás y se olvida de sí mismo para ponerse a disposición del Reino desde algo concreto y pequeño como, por ejemplo, un saludo por la mañana –en un ambiente de alta competitividad– a alguien que no es una máquina ni un enemigo, sino un compañero de trabajo, hijo de Dios" (Rafa).
"A mi compañera de trabajo y a mí nos propusieron la idea de compartir el trabajo como la única posibilidad de que nos pudiéramos quedar. A mí la idea me pareció buena, pero ¿y a mi compañera? Me cohibía tomar una decisión, por respeto a ella. Al final me decidí a hablar con ella personalmente y le dije lo que pensaba. Para mí fue un paso difícil, pero sabía que tenía que hacerlo. Me sorprendió su reacción, ya que no sólo veía bien compartir el trabajo, sino que me agradeció que la ayudara a ver que trabajar en varios sitios la estaba consumiendo como persona. Hoy sigo trabajando media jornada. Quisiera expresar que esta experiencia me ha servido para valorar y vivir la solidaridad en el trabajo" (Cristina)

Sal Terrae págs. 50-51, enero 2001

 

 

4. CONCLUSIÓN: "ESTOS ¿NO SON HOMBRES?"

 

Queremos titular esta reflexión final con la misma pregunta que Fray Antonio de Montesinos, en 1511, lanzaba a toda la aristocracia hispana recién llegada al "nuevo" mundo: "estos ¿no son hombres? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos?". Estos son hombres como nosotros. Tendrán sus culpas particulares, como nosotros. Y pueden haber sido parciales en la descripción de las agresiones que sufren. Como también lo somos nosotros. Pero hace falta estar muy dormido para no ver que nuestra prosperidad se asienta en miles de situaciones como las aquí encontradas. En definitiva esto es lo que significa esa "competitividad" que hoy se nos ofrece como la gran solución de todos los problemas.

Y si estos son hombres, hay que concluir en voz alta que España "no va bien". La buena marcha de un país no se reduce a cifras macroeconómicas ni éxitos deportivos adormecedores. Sino que se mide por sus valores de humanidad, de solidaridad, de justicia y de igualdad de trato y oportunidades para todos. Si antaño se decía "ojos que no ven corazón que no siente", hoy deberíamos gritar: "ojos que no quieren ver, corazón en pecado".

Desde nuestra óptica oficial, que mide la realidad por cifras y promedios estadísticos, se puede decir que estos casos "no son representativos" (como tampoco lo serían muchos de los Testimonios de jóvenes desesperados e irritados recogidos en nuestro Cuaderno anterior). El problema es que, representativos o no, se trata de casos muy reales. Y esto vuelve terca la pregunta inicial de nuestra reflexión: ¿qué hacer entonces? ¿Es que éstos "no son hombres"? ¿Podemos prescindir de ellos porque no coinciden con la media de las encuestas sociológicas?

Dos cosas llaman la atención en varios de los testimonios leídos. Hay menos esperanza que antes. La desesperación, la urgencia, y la introyección de esa ideología oficial de que "esto me pasa por mi culpa" –con la inseguridad que de ahí deriva–, parecen ir llevando a una mentalidad de "sálvese quien pueda". En este terreno ha sido un arma eficacísima el argumento tan repetido: "esto es lo que hay y si no te gusta te vas". Un arma que convierte el contrato de trabajo, en un verdadero "sin trato". Y contra la que conviene recordar un texto de León XIII en la primera encíclica social, que tiene ya más de cien años: "si el obrero, obligado por la necesidad o acosado por el miedo de un mal mayor, acepta sin quererla una condición más dura, porque la imponen el patrono o el empresario, esto es ciertamente soportar una violencia contra la cual reclama la justicia" (RN 32). Que quede claro pues quién ha empezado con las violencias.

Pero a la vez, como dato muy positivo, no se ha perdido, sino que parece haberse incrementado, el sentido de la propia dignidad humana. Un sentimiento que se ha ido gestando en medio de tanto mal trato, y que puede llevar hasta la renuncia a determinadas seguridades materiales. Los pobres de la tierra necesitan (evidentemente) soluciones materiales y rápidas. Pero todavía más reclaman que se respete su dignidad humana. Esa dignidad humana a la que parecen haber renunciado las grandes fortunas del planeta, sustituyéndola por la falsa dignidad del dinero, de la ostentación, de las marcas o de los diseños.Esto explica el título que elegimos para el presente Cuaderno. Porque en definitiva, el "trabajo basura" de unos, no es más que el reverso de la "dignidad basura" de otros.

Cristianisme i Justicia
(julio 2001)

 

 

CUESTIONARIO PARA EL DIÁLOGO EN GRUPOS

 

1. ¿Conocéis algún caso semejante en vuestro entorno?

2. ¿Creéis que en casos como ésos puede hablarse de "violencia estructural" o "violencia social" contra las personas que los padecen?

3. Discutid despacio la solución que propone Alex en la pág. 19: "si colaboras con la droga, ganas mucho más. Tiene sus riesgos pero no menores a los del trabajo".

— Alinead los argumentos a favor o en contra de esa propuesta.

— ¿Qué revela en el fondo esa salida desesperada?

— ¿Quién tiene entonces la culpa de muchos que están en la cárcel por colaborar con la droga?

4. Discutid dónde puede estar la culpa de estas situaciones:

— ¿En los obreros que son todos unos vagos?

— ¿En los patronos que todos tienen mal corazón?

— ¿En la obsesión desmedida por la competitividad?

— ¿En la lógica perversa de un sistema? En...

5. ¿Os parece que estos casos no merecen consideración porque son minoritarios respecto a los niveles medios de vida?

— ¿Creéis que son de veras minoritarios? (Por favor: analizad seriamente esta pregunta, buscando elementos nuevos de reflexión)

6. ¿Qué camino entrevéis para que la sociedad vaya superando esas situaciones que claman al cielo?