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PERSPECTIVAS ECLESIOLÓGICAS

DE LA "TEOLOGÍA DEL PUEBLO" EN LA ARGENTINA


Juan Carlos Scannone S.I.


Introducción


Para algunos el acta de bautismo de la teología propiamente latinoamericana fue el Concilio Vaticano II. Pues desde entonces se planteó, por ejemplo en la reunión realizada en Petrópolis (Brasil) en 1964, un pensamiento teológico específicamente enfocado desde y para América Latina(1). De esa reunión participaron varios expertos latinoamericanos del Concilio, que luego harían historia en la teología de nuestro Continente, entre ellos: Gustavo Gutiérrez, Juan Luis Segundo y el argentino Lucio Gera. Éste sería más tarde la figura más importante de la "teología del pueblo", de la cultura y de la religiosidad popular, según se fue elaborando en la Argentina. Precisamente la reflexión teológica sobre la relación del Pueblo de Dios con los pueblos (especialmente latinoamericanos y argentino), su cultura y su religión, ha dado importantes aportaciones argentinas a la eclesiología postconciliar.

Cuando, después de Medellín y Puebla, en medio de las controversias provocadas por la teología de la liberación, intenté señalar las principales corrientes de ésta, distinguí cuatro. Entre ellas ubiqué la que llamé entonces: "teología desde la praxis de los pueblos latinoamericanos"(2). De ella dijo Gutiérrez que se trata de "una corriente con rasgos propios dentro de la teología de la liberación"(3) y Karl Lehmann, que es "una forma independiente y muy valiosa de la teología de la liberación"(4), aunque otros, tanto propugnadores como críticos de ésta, prefieren no incluirla en la misma.

Dicha clasificación fue luego asumida tanto por el entonces Presidente del CELAM (al presentar la Instrucción Libertatis conscientia, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, sobre algunos aspectos de la teología de la liberación)(5), como por otros, entre ellos, algunos teólogos de la liberación(6). A la corriente mencionada más arriba, que es predominantemente - aunque no exclusivamente - argentina, se la llamó asimismo "teología del pueblo" (Juan Luis Segundo)(7) - denominación que adopto en el título de este artículo -, "escuela argentina" (de pastoral popular: Joaquín Alliende)(8), "teología populista", reconociéndola como una vertiente de la teología de la liberación (Roberto Oliveros)(9) o "línea nacional y popular" de dicha teología (Alberto Methol Ferré)(10), etc. Yo mismo la he denominado también "teología de la pastoral popular".

Este artículo presentará primero esa corriente teológica tanto en su surgimiento histórico como en sus rasgos más generales, haciendo ver la impronta eclesiológica que desde el principio la caracterizó (1). En segundo lugar, tratará de señalar algunas de sus contribuciones eclesiológicas más importantes (2). Por último, indicará ciertas pistas eclesiológicas que hoy en ella se están dando (3).


  1. La "teología del pueblo": surgimiento y caracterización general

     

1.1. Contexto histórico (eclesial y político) de su surgimiento

a) Contexto eclesial: El nacimiento postconciliar y la impronta eclesiológica de esa corriente teológica la evidencia el influjo que recibió de las constituciones conciliares Lumen Gentium (LG) y Gaudium et Spes (GS). Pues leyó la primera a la luz de la segunda, y ésta a la luz de la primera y de un concepto clave de la misma: Pueblo de Dios (PD), pensando así la relación "Iglesia-mundo" como la que se da entre el PD y los pueblos.

De ese modo privilegió la categoría PD a otras categorías eclesiológicas postconciliares como "comunidad" o "comunión", no sólo por su raigambre bíblica y reafirmación conciliar, sino también porque pone de relieve al mismo tiempo los momentos histórico, personal-comunitario y social de la Iglesia(11). Aún más, la lectura teológica de los signos de los tiempos, según el método de GS(12), se hizo tomando al pueblo - en su situación histórica, cultural, religiosa y eclesial - como lugar de manifestación de esos signos, a los cuales ha de responder pastoralmente el PD en su misión evangelizadora y, debido a dicha situación, liberadora. De ahí la impronta pastoral de la eclesiología que se planteará desde esos enfoques.

A fin de aplicar el Concilio a la Argentina, el Episcopado promovió, desde 1966, una Pastoral de conjunto y, para elaborar un Plan Nacional de Pastoral, se sirvió de la COEPAL (Comisión Episcopal de Pastoral), en cuyo seno se fue gestando la perspectiva integradora de la Pastoral Popular y la reflexión que la acompañó, que luego sería denominada "teología del pueblo". Aunque la COEPAL estaba integrada por obispos, teólogos y religiosas/os, puede afirmarse que, en el nivel teológico, descolló la figura del ya citado Lucio Gera(13). Pero no hay que olvidar, entre otros, a Rafael Tello, Gerardo Farrell, Fernando Boasso S.I., y - como sociólogo - a Justino O'Farrell(14), quien de hecho hacía de conexión de la COEPAL con las así llamadas "Cátedras Nacionales", de las que hablaré luego. El marco de la COEPAL preanuncia la estrecha conexión que tendrá la eclesiología de la "escuela argentina" con el tema clave de la misión pastoral de la Iglesia.

Parte esencial del contexto eclesial lo dan la preparación, por la COEPAL, de Medellín (1968), la intervención en esta Conferencia, como expertos, de algunos de sus miembros (Gera, Mateo Perdía, Alberto Sily), la impronta de Medellín y de la teología de la liberación (que nacía entonces) en el pensamiento argentino, el Manifiesto de los Obispos del Tercer mundo (1967) y el Movimiento de los Sacerdotes para el Tercer Mundo (que, como respuesta, surgió en la Argentina)(15), y la aplicación de Medellín a la Argentina por nuestro Episcopado en el Documento de San Miguel (1969), en cuya redacción tuvo importante influjo la COEPAL. Allí se afirma: "La Iglesia ha de discernir acerca de su acción liberadora o salvífica desde la perspectiva del pueblo y de sus intereses, pues por ser éste sujeto y agente de la historia humana, que está vinculada íntimamente a la historia de la Salvación, los signos de los tiempos se hacen presentes y descifrables en los acontecimientos propios de ese mismo pueblo o que a él lo afectan",..."por lo tanto la acción de la Iglesia no debe ser solamente orientada hacia el pueblo sino también y, principalmente, desde el pueblo mismo"(16). Tal declaración episcopal se correspondía entonces no sólo con las reflexiones teológico-pastorales de la COEPAL, sino también con un cada vez mayor acercamiento de los agentes pastorales (sacerdotes, religiosas/os, laicos), al pueblo pobre, sencillo y trabajador, a los movimientos sociales que de él surgían, y a su religiosidad popular (curas "villeros" en las "villas miseria"; pastoral popular de santuarios, etc.)(17).

Por todo ese contexto eclesial se entiende la relevancia eclesiológica que tienen, en la reflexión de la COEPAL, los temas del pobre y la justicia en su relación con los del pueblo, su dependencia y liberación, y con el PD y su misión de evangelización liberadora.

b) Contexto secular: También gravitó el contexto histórico-político en la preferencia por la categoría "pueblo" aplicada tanto a la comprensión del mundo como a la de la Iglesia. En esos años, en tiempos de una dictadura militar, se vivía un resurgir popular del peronismo, en el cual se cifraba la esperanza de liberación política y social, distinta del status quo, pero también diferente de la ofrecida por el marxismo. Como se sabe, para la autocomprensión de ese movimiento político era central la categoría "pueblo" (con la doble connotación simultánea de: "nación" y de "descamisado" y "trabajador"). Aún más, se dio entonces, por primera vez desde 1943, una fuerte "peronización" de ambientes intelectuales y universitarios, que allí encontraban una "tercera vía", social, nacional, popular y liberadora, entre el capitalismo desarrollista y la izquierda tradicional.

De ahí que se buscara en categorías tomadas de la historia argentina (entre otras, las de "pueblo" y "antipueblo", o la contraposición "pueblos-imperios") una teorización que no fuera ni liberal ni marxista, como lo hacían en la Universidad de Buenos Aires, las Cátedras Nacionales de Sociología y Filosofía política (Gonzalo Cárdenas, Justino O'Farrell, Amelia Podetti, etc.). Como telón de fondo les servían los aportes del revisionismo histórico argentino, vigente desde los años 30 - que fue nacionalista, primero, de derecha y, luego, de izquierda -, representado, a pesar de sus diferencias ideológicas, entre otros, por Vicente Sierra, José María Rosa y Juan José Hernández Arregui. Ese revisionismo criticaba la historiografía liberal argentina y muchas veces revalorizaba la tradición preborbónica hispanoamericana del tiempo colonial, la nacional y popular del federalismo en el siglo XIX, y la del yrigoyenismo y peronismo, en el XX. Por otro lado, la antropología cultural y, sobre todo, la sociología religiosa (Aldo Büntig) se planteaban entonces la relevancia del catolicismo popular argentino(18) y su relación tanto con la fe cristiana como con la liberación histórica.

Como fácilmente puede comprenderse, el contexto eclesial y pastoral se entrecruzaba estrechamente con el secular (político, social y académico) en una época signada por una efervescencia de grandes expectativas y agudos conflictos.

El fin de la COEPAL (1973), debido a cambios en la orientación de la conducción de la Conferencia Episcopal Argentina, las crisis internas del peronismo después del regreso de Perón (1973), y el golpe militar (1976) señalaron la finalización de una primera etapa de la "teología del pueblo"(19) y la apertura de una nueva, marcada por el Sínodo de 1974, la recepción de Evangelii Nuntiandi (EN; 1975)(20), la preparación de la Conferencia de Puebla (1979) - en la cual trabajaron como expertos, entre otros, Gera y el pastoralista chileno Joaquín Alliende (quien comulgaba con muchos de los planteos de la que él denominó "escuela argentina") - y el post-Puebla. En esa etapa se ubican el libro-síntesis de Fernando Boasso(21), varios de los trabajos más sustanciosos de Gera(22) y la contribución filosófico-teológica de Scannone, iniciada algo antes(23). Actualmente algunos hablan de una tercera etapa dentro de dicha corriente teológica.


1.2. Algunas características generales de la "teología del pueblo"


a) Categorías clave: Una de las diferencias fundamentales de esta corriente con otras vertientes de la teología latinoamericana actual, está en su comprensión del "pueblo", referida al pueblo secular, pero también empleada analógicamente para pensar teológicamente el PD. Mientras que otras teologías lo comprenden como la clase oprimida por el sistema capitalista o, al menos como las clases, razas y culturas oprimidas, en oposición dialéctica a los opresores, trasladando no pocas veces ese concepto al de la "Iglesia popular", por su parte la línea argentina, sin descuidar el hecho de la dependencia e injusticia estructurales, concibe al "pueblo" ante todo desde una perspectiva histórico-cultural. Es el sujeto de una historia (memoria, conciencia y proyecto histórico) y una cultura comunes(24). Su significado se acerca al de nación, entendida no desde el territorio o el Estado, sino a partir de una determinada cultura.

Ésta es comprendida como un éthos (núcleo ético de valores compartidos), que configuran un estilo común de vida (una particular relación con el mundo, los otros hombres y el Misterio trascendente) y se expresan en instituciones y estructuras de vida y convivencia. En la base de esta concepción está el texto de GS 53, releido a partir de 53c, como, luego, lo interpretó el Documento de Puebla (DP) Nro. 386 (en cuya redacción intervino Gera): "Con la palabra 'cultura' se indica el modo particular como, en un pueblo, los hombres cultivan su relación con la naturaleza, entre sí mismos y con Dios". Nótese el agregado: "en un pueblo", típico de la recomprensión a la que arriba he aludido.

Según Gera, no basta la unidad plural dada por la cultura para constituir un pueblo. También se necesita la opción política comunitaria por un proyecto histórico(25) de bien común. Como se ve, "pueblo" es una categoría que supone la unidad como anterior al conflicto; sin embargo, da lugar a la comprensión de éste, de la injusticia y la opresión, usando las categorías de dependencia (externa) - entendida antes como política que como sólo económica - y de antipueblo (quienes, internamente al pueblo, lo traicionan por la injusticia personal o estructural, excluyendo a los otros, a los pobres)(26).

Con este punto se relaciona el tema del pobre y oprimido y el de la opción de la Iglesia por los pobres. Para la "escuela argentina" el concepto de "pueblo" no es ambiguo sino analógico(27), cuando significa tanto la nación (comprendida desde la historia y la cultura comunes) como las clases o sectores desposeidos. Al menos en el caso de América Latina y Argentina, son éstos quienes de hecho han mantenido mejor el éthos, los valores y actitudes éticas fundamentales y el estilo de vida comunes (influidos decisivamente por el sentido cristiano de la vida, recibido a través de la evangelización). Pero aun de jure puede pensarse que "los pobres y sencillos", por serlo, más fácilmente son solidarios, están abiertos a la trascendencia y a los otros (cf. EN 48) y, además, manifiestan más al desnudo lo elemental humano y cultural común, sin mezclarlo con el poder, tener y saber de privilegio. Pues ellos están en contacto directo con las bases ético-culturales de la vida y el trabajo. Por consiguiente los pobres (y sus intereses legítimos) conforman el "corazón del pueblo". Lo que no implica que no sean asimismo pecadores y puedan haber internalizado un "corazón de rico". De ahí que se exija siempre un discernimiento ético-histórico y teológico para interpretar teológicamente al pueblo, y su relacionamiento con el PD.

Junto con las categorías de "pueblo", "cultura" y "pobre", tiene especial relevancia la de "religiosidad popular", pues - con Paul Tillich, pero con un enfoque distinto - se entiende la religión como lo central de la cultura, ya que ésta se estructura alrededor de la pregunta última por el sentido de la vida (y convivencia) y de la muerte. Para la "escuela argentina" en nuestro caso particular se trata sobre todo de una piedad popular católica.

b) Método: Aunque valora el aporte analítico-estructural de las ciencias sociales, la "teología del pueblo" también en esto se distingue de otras corrientes de la teología latinoamericana. Por un lado, sin descuidar la mediación científica, privilegiará el saber sapiencial tanto en el pueblo como, teológicamente, en el PD en cuanto conoce al pueblo y en él reconoce los signos de los tiempos, en forma sapiencial, a la luz de la fe y de la "unción del Santo". Tal tipo de conocimiento "por connaturalidad" (humana y teologal) es necesario también en el pastor (Puebla habla de una "visión pastoral de la realidad") y en el teólogo, quienes deberán por tanto hacer una lectura profética de la historia y la situación sociohistórica del pueblo, así como del PD y de la interrelación entre ambos, a partir de una comprensión de fe(28).

Por otro lado, para la mediación científica de ese conocimiento teológico de la realidad histórica del pueblo y el PD, la corriente argentina no descuida la reflexión filosófica y, en cuanto a las ciencias humanas, emplea preferentemente las de carácter hermenéutico y sintético (las de las ciencias de la historia, la cultura, la religión), asumiendo desde la mediación de éstas, también la contribución de ciencias más analíticas y estructurales, como son las sociales. Por ello emplea el análisis ético-antropológico y el histórico-cultural, sin olvidar por ello el socioestructural(29).


2. Algunas aportaciones eclesiológicas de la "teología del pueblo"


Entre esos aportes deseo destacar los siguientes: 1) la recomprensión de la relación Iglesia-mundo (GS), es decir, entre el PD (LG, cap. II) y los pueblos, como evangelización de la(s) cultura(s); 2) la comprensión analógica del PD como pueblo; 3) la problemática de la "encarnación" del PD en los pueblos (inculturación), y su relación - especialmente en América Latina - con la religión y la sabiduría populares, así como con el consiguiente planteo de una teología y eclesiología inculturadas; 4) la pastoral popular de la Iglesia, en su doble vertiente, religiosa y política.


2.1. La evangelización de la cultura y las culturas


Desde el comienzo del artículo afirmé la prevalencia de la categoría PD en la eclesiología de la "escuela argentina". Pues ésta estuvo atenta a la estructura de LG, que, después de plantear la Iglesia como misterio (que se expresa en distintas figuras), lo contempla históricamente como PD, antes de abordar su constitución jerárquica(30). Según lo afirma Gera, el PD es entendido así ante todo "como el que se inserta en la historia y camina con los pueblos en la historia"(31). Pues, como ya lo dije, dicha corriente teológica entiende al "mundo" no en abstracto y sólo objetivamente, sino en concreto y subjetivamente, como la historia y realidad de los pueblos.

De ahí que la consideración de la "Iglesia en el mundo actual" fue asimismo interpretada como la del PD hoy en los pueblos. Como diré más abajo, se piensa esa interrelación y el consiguiente intercambio, ya desde el principio, a la luz del misterio de la encarnación. Por ello, en momentos posteriores, se va a incorporar fácilmente la categoría de inculturación, que ayuda a explicitar muchas de las intuiciones primeras.

Dada la perspectiva pastoral que anima todas las reflexiones - aun las más teóricas -, y dada la comprensión del pueblo a partir de la cultura (según una relectura antropológico-cultural de GS 53), dicha relación PD-pueblos es planteada como evangelización (Iglesia, PD) de los pueblos en sus culturas. Claro está que un momento intrínseco de esa evangelización está constituido por la liberación histórica (no sólo del pecado sino también de sus consecuencias sociales y estructurales), aunque aquélla no se reduzca a ésta(32). Así es como la comprensión de la interrelación entre evangelización-cultura-liberación, incide en las reflexiones eclesiológicas sobre la misión y, por ello, también sobre la identidad de la Iglesia. Más tarde, en relación con el tema de la inculturación, Galli va a abordar el del "admirable intercambio" entre el PD y los pueblos (sus culturas y su proyecto histórico de liberación).

Según el historiador y teólogo laico uruguayo Alberto Methol Ferré, las problemáticas de la evangelización de los pueblos (comprendidos histórico-culturalmente) y la de la religiosidad popular, ya desarrolladas por la "teología del pueblo", fueron planteadas más tarde por obispos latinoamericanos, simultáneamente con otros del Tercer mundo, en el Sínodo de 1974, y asumidas luego por Pablo VI en la EN, quien acuña la expresión "evangelización de la cultura y las culturas" (EN 20). A su vez EN fue retomada por el DP, que trata de ambos temas en sendos capítulos: "Evangelización de la cultura" y "Evangelización y religiosidad popular", que sirven como de gozne en el conjunto del documento, y especifican la "opción preferencial por los pobres", tan explícita en el mismo(33). Pues bien, en la redacción del primero de esos capítulos trabajó Gera y, en la del segundo, Alliende. De esa forma varias de las perspectivas eclesiológicas de la teología del pueblo fueron asumidas no sólo por el documento de San Miguel, sino también por el de Puebla.


2.2. La analogía del pueblo en la comprensión del PD


Entre el enfoque eclesiológico de la relación entre Iglesia y Estado como sociedades perfectas (en el marco de la Cristiandad) y la privatización liberal de lo religioso y lo cristiano, la escuela argentina piensa la relevancia pública y social de la misión de la Iglesia como evangelización de los pueblos, sus culturas y sus proyectos históricos de humanización (liberación), priorizando así el momento subjetivo "PD-pueblos" sin descuidar el objetivo "fe-cultura(s)". Para hacerlo usa una comprensión analógica de "pueblo" al referirse, siguiendo a la Escritura y al Concilio, al PD.

Sin embargo, según algunos, como Leonardo Boff, el concepto histórico-cultural de pueblo no sería apto para pensar analógicamente el PD como pueblo, superando una mera metáfora, sino el socioanalítico(34), que daría la posibilidad de pensar teológicamente la "Iglesia popular" como un nuevo modo de ser Iglesia, resultado de una "eclesiogénesis"(35) a partir de la fe de los pobres. En otra parte he señalado las convergencias y divergencias, así como los valores y riesgos de ambas concepciones de "pueblo" para una eclesiología del PD(36). Ahora sólo recordaré el servicio que, según mi opinión, presta el primer concepto, arraigado en la experiencia histórica y cultural latinoamericana y argentina, para pensar analógicamente el PD.

Por supuesto que la Iglesia no es un pueblo culturalmente distinto, sino que se encarna en todos los pueblos y evangeliza sus culturas. Pero "en la reinterpretación analógica éste es el momento de la disimilitud. La similitud aparece en otro aspecto: así como en un pueblo los hombres se unen participando de la misma cultura como bien común así en el PD se unen por la participación del mismo Dios como Bien común a través de la fe. Así como el 'espíritu' del hombre o del pueblo se expresa en su quehacer histórico-cultural así el 'Espíritu" que anima a la Iglesia cobra una expresión histórica y perceptible en el PD"(37). Está claro que no se trata, por consiguiente, de identificar la fe de la Iglesia con una determinada cultura, sino de la encarnación de la fe en todas las culturas o, mejor, del PD en los pueblos a través de la evangelización de sus culturas. Pues la cultura es la dimensión nuclear y englobante de su vida y convivencia, y de la institucionalización de éstas. Y por tratarse de una dimensión de unidad plural (y no de división y conflicto, como la de clase), se presta para pensar la comunión eclesial, respetuosa de las diferencias.

"Pueblo", entendido desde la cultura, reúne en sí las ideas de comunión y participación, por un lado, y, por otro, de organización comunitaria y diferenciada. Por ello es fácilmente "analogizable" para pensar - a la luz de la revelación - el misterio de la Iglesia como PD, al mismo tiempo comunitario y fraterno, y jerárquicamente organizado. Dicho concepto no excluye el lugar preferencial de los pobres y de la opción por ellos en el seno del PD, sino que, por el contrario, sirve a su comprensión analógica, si partimos de la experiencia histórico-cultural latinoamericana y argentina, de que el "corazón del pueblo" lo constituyen los pobres. De ahí que, como modo inculturado y contextuado de pensar el PD, dé lugar para acentuar y revalorizar aspectos de la revelación hoy históricamente relevantes (cf. LC 70), como son el lugar de los pobres en el PD, la vivencia de la autoridad eclesial como servicio y la afirmación de una práctica efectiva de participación de todos - incluidos los laicos, las mujeres, los pobres - en la vida del PD, como "sustrato" social que dé cuerpo al don del Señor que convoca y constituye a su pueblo(38). Aunque el lugar de los pobres en la Iglesia deriva de una libre preferencia divina.

Con respecto a dicha participación, la comprensión argentina de "pueblo" no lo distingue a éste de la "masa" por un determinado modo (reflexivo) de conciencia o de organización (institucional), confundiendo iluminísticamente la autoconciencia real con la explícitamente refleja. Por eso, cuando usa ese concepto para comprender en la fe al PD, no deja de reconocer la conciencia sapiencial de identidad comunitaria que da la misma fe, a pesar de que no esté suficientemente conceptualizada, la unidad hacia el futuro que da la misma esperanza del Reino, aunque no estén explicitadas todas sus implicancias, aun históricas, y la comunión y participación efectivas que da la caridad, aunque su acción eficaz no esté organizada. Por supuesto que la pastoral popular deberá promover tales explicitaciones, pero, aun sin ellas no dejará de reconocer en el PD la existencia de un "soporte" práctico y social (como lo reclama L. Boff), aunque de origen teologal y - por ello - también de carácter humano y humanizador, para que el PD sea propia y realmente pueblo, no sólo por metáfora, sino por analogía.


2.3.
Inculturación y religiosidad popular


La "teología del pueblo", preocupada por la encarnación del PD en los pueblos y sus culturas, revalorizó la religiosidad popular latinoamericana y argentina, pues "la religión del pueblo latinoamericano, en su forma cultural más característica, es expresión de fe católica. Es un catolicismo popular" (DP 444). De ahí que reconozca que "la religiosidad popular..., en cuanto contiene encarnada la Palabra de Dios, es una forma activa con la cual el pueblo se evangeliza continuamente a sí mismo" (DP 450). No sólo es objeto, sino sujeto de evangelización, porque es "el Evangelio encarnado en nuestros pueblos" (DP 446).

Tal interpretación hizo que dicha teología plantee un fecundo "círculo hermenéutico entre la noción de PD y la realidad de la piedad popular. Si la religiosidad popular nos da una experiencia viviente del PD, el concepto PD nos ofrece una iluminación eclesiológica de la religiosidad popular"(39). El PD se reconoce como tal en las grandes manifestaciones de la piedad popular (sacramentos, peregrinaciones, procesiones, fiestas patronales, santuarios...), pero a su vez, dicha religiosidad es recomprendida, discernida, purificada y transformada cada vez más, gracias a la categoría PD. Así se da una base experiencial, histórica y cultural, pero también eclesiológica, a la pastoral popular.

Así se preparaba, aun avant la lettre, la asunción de la problemática de la inculturación, promovida luego explícitamente por Juan Pablo II, y también se ofrecía la base eclesiológica para el planteo de una teología inculturada, que tomara como su lugar hermenéutico a la piedad popular. La mediación entre ésta (en cuanto en ella está encarnada la Palabra de Dios), y la reflexión teológica inculturada, propia de la "teología del pueblo", Scannone la pone en la sabiduría popular - tanto teologal como cultural (a saber, la teologal encarnada en la cultural) - del pueblo fiel latinoamericano y argentino(40). De esa sabiduría cristiana popular habla elogiosamente el DP en los Nros. 413 y 448, recordando así las afirmaciones de LG 12 acerca de la "unción del Santo" y el sensus fidei fidelium, pero considerándolos en su realidad histórica inculturada.

De ahí hay un paso a una eclesiología inculturada, como las elaboradas por Lucio Gera y Carlos Galli(41), que no puedo exponer aquí en detalle. Según Puebla, esa inculturación eclesiológica fue favorecida tanto por la doctrina del Concilio como por la experiencia de los pueblos latinoamericanos en esos "años...de búsqueda angustiosa de la propia identidad, marcados por un despertar de las masas populares y por ensayos de integración americana...Esto ha preparado el ambiente en el pueblo católico para abrirse con cierta facilidad a una Iglesia que también se presenta como 'Pueblo'. Y Pueblo universal, que penetra los demás pueblos, para ayudarlos a hermanarse y crecer hacia una gran comunión, como la que América Latina comenzaba a vislumbrar" (DP 233). Pues bien, muchos de los rasgos indicados más arriba (cf. 2) caracterizan los aportes de la "escuela argentina" a una eclesiología inculturada(42).

Entre esas aportaciones sólo añadiré aquí una todavía no indicada: el reconocimiento de la relevancia eclesiológica y, por consiguiente, teológica, de las diversidades culturales de los pueblos. Así es como, cuando Galli acepta la comprensión de la Iglesia, de acuerdo a Hch 15, 14, como "Pueblo de pueblos", "laós ex ethnôn" (Michael Schmaus, Hans Urs von Balthasar), sin embargo rechaza lo afirmado por éste, de que no son los pueblos como tales, con sus diferencias culturales, los que entran en el espacio de la Iglesia de Cristo, sino sólo los individuos. Según Balthasar éstos traen consigo su Volkstum al PD, sin que esas peculiaridades culturales desempeñen según él "ningún rol teológico" en la teodramática(43).

Por su parte, Galli reconoce que no juegan ningún papel soteriológico, pero sí afirma que tienen un rol eclesiológico. Pues "Pueblo de pueblos" no sólo significa que se trata de "un Pueblo formado por individuos tomados de los pueblos", sino "también que es un Pueblo enriquecido por las culturas de los pueblos, porque hace a la eclesialidad la encarnación en el mundo de los pueblos y la asunción de sus cualidades culturales. Y porque en la catolicidad la primacía de lo universal incluye las variaciones particulares. De ahí que las diversidades culturales, sin significado soteriológico, tienen valor eclesiológico al subsistir superadas, o sea, asumidas, purificadas y redimidas en la unidad católica del PD"(44). Todo ello se entiende mejor a la luz que da Pentecostés al ser y a la misión de la Iglesia, mostrando que la universalidad católica y el mandato evangelizador universal, dirigido a toda cultura, implican también la pluralidad cultural en la comunión del PD por gracia del Espíritu, ya que, como lo dice la Conferencia de Santo Domingo hablando precisamente de este tema, "los fieles oían hablar a los apóstoles cada uno en su propia lengua"(45). La pneumatología ilumina a la eclesiología, que, a su vez, funda la misionología.


2.4.
La Pastoral Popular


No voy a tratar de ella in extenso. Sólo recordaré algunas afirmaciones ya hechas, para mostrar cómo la eclesiología del PD encarnado en los pueblos ilumina la misión pastoral de la Iglesia en la Argentina (y América Latina) en esta "hora de los pueblos" (Juan Domingo Perón). Es un tiempo marcado por el despertar de los pueblos del Tercer mundo como protagonistas de su historia (desarrollo, liberación). Se trata de un "signo de los tiempos" en el que hay que escrutar por dónde pasa la acción salvadora del Señor, sobre todo en pueblos, como el argentino, cuya historia ha sido acompañada por el PD desde su origen, en todas sus vicisitudes, "gozos y esperanzas, tristezas y angustias", y en el cual el PD sigue teniendo un enorme peso religioso y moral. La pastoral popular, entendida cada vez más como evangelización de la cultura (EN) y evangelización liberadora (DP) e inculturada (Santo Domingo), es la respuesta que la "teología del pueblo" plantea a dichos desafíos.

Ya dije más arriba cómo ella entiende el adjetivo "popular" desde el nexo semántico - ambiguo, pero no equívoco, sino ricamente analógico -, entre el pueblo pensado desde la cultura y la opción política por el mismo bien común, y el pueblo considerado desde los pobres y la opción preferencial por y de los pobres.

Para Fernado Boasso, en un libro que ya se ha hecho clásico, y que resume el parecer de los ex-integrantes de la COEPAL(46), la pastoral popular tiene dos vertientes, que son como dos caras de la misma moneda: la religiosa y la política. Pues "evangelización" y "liberación" no son dos misiones distintas de la Iglesia, sino que la segunda es necesariamente constitutiva de la primera, la cual a su vez incide en aquella, y le da un enfoque específico, a partir de la fuerza liberadora del Evangelio. Según Scannone, dicho influjo es indirecto y hermenéutico, mediado por la comprensión cristiana del hombre, que en su momento antropológico y ético puede ser asumida también por todo hombre de buena voluntad(47).

La vertiente política de la pastoral popular incluye "la evangelización a la historia argentina"(48), pues la fe encarnada en la cultura del pueblo acompaña, discierne, alienta, sana, promueve y dinamiza el proyecto político-cultural del mismo, respetándolo en su autonomía secular. Así se plantea una posición media entre las corrientes secularizadoras (liberal y marxista) y la sacralizadora(49) (de "Cristiandad"). Según los autores de la COEPAL, la contradicción político-cultural que todavía vive el pueblo argentino es la expresada por Domingo Faustino Sarmiento en el siglo XIX: "civilización o barbarie". Este autor entendía a la cultura popular (de raíces hispano-indoamericanas y cristianas) como "barbarie", contraponiéndola a la cultura iluminista de las elites de poder. Es obvio que la COEPAL invertía la opción de Sarmiento. Sin embargo ello no implicaba un rechazo sino un discernimiento de la modernidad, que - por otro lado -en su momento renacentista y barroco, ya se encontraba en los orígenes de la cultura mestiza latinoamericana(50)

Ya he hablado más arriba, en forma implícita, de la vertiente religiosa de la misma pastoral. Está fundada en la comprensión de la Iglesia como PD. Según eso, es tarea de la Jerarquía y de los agentes pastorales, la de recoger, discernir y promover la fe del pueblo fiel, la cual se ha ido inculturando en la cultura del pueblo argentino, y se ha mantenido en sus rasgos inculturados sobre todo entre los pobres y sencillos. Esa fe, no tanto en sus conceptualizaciones como en sus actitudes vitales básicas, en sus símbolos y ritos, se expresa y testimonia en la rica religión del pueblo, que - como ya quedó dicho -es entre nosotros fundamentalmente expresión de fe católica(51).

Como se ve, el momento religioso de la pastoral popular implica el político, pero no se reduce a él, sino que en él se encarna y lo trasciende. Por su parte, el momento político no está entendido desde la lucha por el poder o el conflicto de clases, sino a partir de la unidad plural dada por la cultura popular y del proyecto comunitario de bien común en la justicia, en íntima conexión, por consiguiente, con la opción preferencial por los pobres.


3.
Pistas eclesiológicas actuales en la "teología del pueblo"


Desde el fin de la COEPAL han pasado más de veinte años, durante los cuales fueron cambiando tanto el pueblo como la Iglesia argentinos, así como la cultura, la religiosidad y, en consecuencia, los desafíos y respuestas pastorales, y la reflexión teológica acerca de todas esas realidades a la luz de la fe. Sin embargo, no deja de darse continuidad hasta hoy en la línea teológica que analizamos, y en sus contribuciones eclesiológicas(52). Primeramente esbozaré algunos aportes que podemos llamar eclesiológicos sólo en un sentido amplio, en cuanto tocan a la historia y la misión social de la Iglesia (3.1). Luego abordaré algunas pistas que actualmente se están dando en la eclesiología misma y en su proyección pastoral (3.2).


3.1. Historia y doctrina social de la Iglesia


Según Politi, "desde 1976 hasta la fecha" (1990) se dieron dos tipos de desarrollo en la teología argentina del pueblo. Una corriente se dedicó a "temas de tipo histórico...centrando su mirada en los aspectos institucionales de la Iglesia en su relación con la sociedad civil o especialmente con el Estado"(53). En ese contexto cita a Gerardo Farrell y a los trabajos del CIOS (Centro de Investigación y Orientación Social)(54). Con todo, el interés que mueve a esos trabajos no es primeramente histórico sino social y/o pastoral, pues hacen ver el papel de la Iglesia en la historia argentina, y su misión actual. En ese sentido puede decirse que - sobre todo los de Farrell - suponen una rica eclesiología implícita.

Algo semejante se puede decir de los estudios sobre doctrina social de la Iglesia en América Latina y la Argentina, inspirados en los enfoques de la teología del pueblo y en su eclesiología, sobre todo en lo referente a la misión de la Iglesia, su encarnación en el pueblo, la cultura y la religiosidad popular argentinas, y su relación con la liberación integral y la justicia social. Además de escritos de los autores arriba mencionados(55), merecen citarse los trabajos de autores de la "escuela argentina" como Gera, Galli, Farrell, Scannone, Jorge Seibold, etc. dentro de la obra internacional e interdisciplinar: América Latina y la doctrina social de la Iglesia. Diálogo Latinoamericano-alemán (5 volúmenes), o en el último libro del grupo interdisciplinar argentino que había participado en la obra anterior: Argentina, tiempo de cambios. Sociedad, Estado y Doctrina Social de la Iglesia(56).

La doctrina social de la Iglesia, tanto entendida en cuanto aplicación del magisterio social universal y local, como en cuanto disciplina que lo prolonga y lo prepara, está siendo un ámbito importante para la teología del pueblo en su lectura teológica de los signos actuales de los tiempos (en general y, especialmente, en la Iglesia, el pueblo, la cultura y la religiosidad argentinos), en su respuesta teológica y pastoral a esos desafíos, y en la búsqueda de una reflexión teológico-social y una enseñanza social cristiana inculturadas, que estén al servicio de la liberación integral, sobre todo de los pobres y excluidos. En ese sentido, se trata de una eclesiología (implícita) puesta en acción, que sería interesante explicitar, aunque los escritos eclesiológicos a los que aludiré más abajo, de alguna manera la han estado explicitando, al acompañar teológicamente las respuestas del PD en la Argentina a los nuevos desafíos pastorales y socioculturales.




3.2. Eclesiología inculturada


El mismo Politi, al reseñar los desarrollos de la teología del pueblo desde el fin de la COEPAL, luego de mencionar "una corriente que se dedica...a temas de tipo histórico", de la que ya traté, señala "otra corriente que acentúa los temas religiosos y culturales (representada centralmente por Lucio Gera)". Y agrega: "esta línea se relacionó con la preparación de Puebla y con el CELAM"(57).


3.2.1. El PD en los pueblos del mundo


Pues bien, en continuidad con esa línea, de cuyas aportaciones eclesiológicas traté en la Segunda parte, se encuentra la obra de Carlos Galli, ya mencionada de paso: El pueblo de Dios en los pueblos del mundo. Catolicidad, encarnación e intercambio en la eclesiología actual (Buenos Aires, 1994). Esta obra no sólo sintetiza y sistematiza - en su Primera sección, histórico-positiva - todo lo aportado sobre el tema por la teología contemporánea (preconciliar, conciliar y postconciliar) europea y latinoamericana, sino que logra - en su Segunda sección, sistemático-especulativa - una significativa "comprensión sistemática de la catolicidad, la encarnación y el intercambio entre el Pueblo de Dios y los pueblos del mundo". Se trata, según la opinión de varios teólogos, de un verdadero hito en el camino de una eclesiología inculturada que se autorreflexiona teológicamente, y de un aporte importante a la eclesiología del PD en general, hecho a partir de los presupuestos de la teología argentina del pueblo.

Para comprender el camino de la reflexión eclesiológica sistemática de Galli, nos puede ayudar la consideración del plan de la Segunda sección. Primeramente estudia, todavía como separadamente, el PD "y" los pueblos, abordando ante todo el Pueblo "de" Dios (en cuanto Pueblo de Dios, Pueblo de Dios y Pueblo de Dios) y, luego, los pueblos del mundo. En una segunda parte profundiza su relación, aunque todavía unidireccionalmente, al abordar el PD "para" los pueblos, en cuanto PD universal y misionero. Luego, en un tercer paso, plantea más hondamente la interrelación, desde la prioridad teológica del PD, al considerar el PD "en" los pueblos: la encarnación (en general) del PD, su encarnación "en" los pueblos, así como el PD como sujeto histórico "entre" los pueblos y la unión "entre" el PD y el mundo de los pueblos. Por último, la cuarta parte enfoca más directamente dicha interrelación, contemplando luego especialmente la segunda relación, a saber, la que se da a partir de los pueblos. Pues considera el PD "desde" los pueblos. Para hacerlo se vale de la categoría de intercambio: primero enfoca el intercambio "entre" el PD y los pueblos, para concluir finalmente en la comprensión englobante mencionada más arriba: "el Pueblo 'de' Dios: Pueblo 'de' pueblos". Así es como desde una relectura inculturada de "Pentecostés: un Espíritu y muchas lenguas", reinterpreta la expresión "Laós ex ethôn", llegando a "una nueva formulación eclesiológica global". Como ya lo dije, ésta permite descubrir - de acuerdo con la experiencia eclesial latinoamericana y argentina y según el espíritu de la teología del pueblo - la relevancia eclesiológica de las culturas en el "maravilloso intercambio" de la inculturación. Así se recomprende la catolicidad del PD en cuanto "encarnación del PD en los pueblos".

Sin embargo, ese recorrido del hilo conductor de la Segunda sección no puede abarcar la riqueza eclesiológica de la obra, tanto en el nivel histórico como en el especulativo. Pero no es éste el lugar para comentarla en detalle. Baste indicar cómo detrás de ella subyace, no una mera erudición, sino la comprensión sistemática, a partir de la teología del pueblo, de las distintas aportaciones eclesiológicas de la teología contemporánea del PD, y el trabajo especulativo de pensar las distintas relaciones entre el PD y los pueblos. Lo realiza empleando las categorías centrales de catolicidad, encarnación e intercambio, reflexionando el significado de las conjunciones y preposiciones (y, de, para, en, entre, desde), usando la distinción objeto-sujeto (por ejemplo, el PD y los pueblos como sujetos colectivos que se intercomunican sus bienes), recurriendo a distintos esquemas teológicos y filosóficos para pensar - entre otros problemas - las oposiciones de contrariedad y relación (inspirándose sobre todo en santo Tomás y en Hegel), etc., etc. Por lo tanto, se trata de una de las contribuciones más valiosas que ha hecho la "escuela argentina" a la eclesiología contemporánea.


3.2.2. El comunitarismo: una alternativa teológica?


Sin pretender compararla con las anteriores, creo que al menos se está dando otra pista de profundización eclesiológica en la teología del pueblo: la que sugiere el título del presente apartado(58).

Según mi interpretación, dicha teología se mueve en el círculo hermenéutico dentro del cual se mueve el método de GS(59). La primera fase de ese método tiene relevancia eclesiológica en cuanto se trata de leer la realidad histórica, social y cultural de los pueblos, en concreto, del pueblo argentino, a la luz de la Palabra de Dios y de las enseñanzas de la Iglesia, a fin de replantear así en concreto la misión de la Iglesia en la Argentina (lo que, según lo dije, supone una eclesiología al menos implícita), y aun para comprender teológicamente la realidad eclesial, aun la local: latinoamericana y argentina(60). Esa línea sigue siendo trabajada hoy en el estudio no sólo histórico-social sino también teológico-pastoral de la historia de nuestra Iglesia, y la aplicación y relectura inculturada de la doctrina social de la Iglesia referida a la situación actual argentina. De eso hablé en 3.1.

Pero desde la interpretación teológica de la realidad y situación históricas es posible luego, en la segunda fase del círculo hermenéutico - después de haber purificado desde la fe los instrumentos conceptuales proporcionado por la cultura -, hacer una relectura de la misma fe y de la tradición teológica, aun la eclesiológica.

Pues bien, la teología del pueblo ha seguido interpretando teológicamente, a la luz de la Palabra de Dios, las nuevas realidades y los nuevos signos de los tiempos en América Latina, especialmente, en el pueblo argentino, sus cambios socioculturales y su religiosidad popular. Así se ha topado con lo que el politólogo y sociólogo argentino Daniel García Delgado, llama el neocomunitarismo de base(61). En ese fenómeno la fe puede descubrir la acción creadora y salvadora de Dios, sobre todo entre los pobres, y la respuesta positiva del hombre. Pues ante el individualismo competitivo, el desempleo y la oposición incluidos-excluidos, están surgiendo comunidades vivas y redes entre ellas, en todos los niveles (religioso, cultural, social, económico), así como una nueva síntesis e imaginario culturales, nuevas formas de espiritualidad popular, de lectura sapiencial de la Palabra, de oración personal y comunitaria, de ejercicio comunitario de la caridad cristiana y de institucionalización participativa. Todo ello está de acuerdo con la sabiduría popular cristiana latinoamericana, pero también con la nueva sensibilidad cultural (moderna y postmoderna). A ese neocomunitarismo se le puede aplicar lo dicho por Walter Kasper: "siempre donde surge algo nuevo, siempre donde se despierta la vida y la realidad tiende a superarse extáticamente..., se muestra algo de la eficacia y la realidad del Espíritu de Dios. El Concilio Vaticano II ha visto esa eficacia universal del Espíritu...también en la cultura y el progreso humano"(62).

Pues bien, una reflexión eclesiológica hecha desde esa nueva experiencia sociocultural y religiosa podrá,según lo dice la instrucción Libertatis conscientia Nro. 70, "poner en evidencia algunos aspectos de la Palabra de Dios", referidos al PD y a su encarnación en los pueblos, "cuya riqueza total no ha sido aún plenamente percibida". Así es como la experiencia del comunitarismo podrá ser iluminada por la eclesiología de comunión - como la propone, por ejemplo, el Sínodo extraordinario de 1985 - y, a su vez, iluminarla, para que esa eclesiología se fecunde mutuamente con las del PD y la familia de Dios. Estas últimas, arraigadas en la cultura latinoamericana, fueron desarrolladas por Puebla en su interrelación recíproca (cf. DP, 2. Parte, cap. I, 2).

Desde la nueva experiencia comunitaria social y eclesial, no sólo será posible profundizar en la comprensión teológica de la Iglesia comunión desde la del PD, en el cual se da la unidad plural de las diferencias (Pentecostés), sino también en la interconexión de ambas con las teologías de la Iglesia comunidad de comunidades y familia de Dios. Por otro lado, la experiencia de Cristo viviente hoy en nuestras comunidades, sobre todo entre los pobres, iluminará dicha reflexión a partir de una cristología pneumatológica. Así se abren nuevas pistas para la reflexión eclesiológica inculturada.


Esos y otros caminos de reflexión muestran que la teología argentina del pueblo está viva, en servicio del PD y de los pueblos. Sus aportes eclesiológicos no sólo pueden ayudar a la Iglesia que peregrina en la Argentina y en América Latina, para autocomprenderse, comprender su misión con los pueblos, encarnarse en ellos y evangelizar sus culturas y sus instituciones sociales, sino también para que pueda decir su voz, a pesar de su pobreza, a fin de contribuir a la reflexión eclesiológica universal.






1. Sobre ese encuentro cf. R. Oliveros, Liberación y teología. Génesis y crecimiento de una reflexión 1966-1977, CEP, Lima, 1977, p. 52 ss.

2. Ver mi libro: Teología de la liberación y doctrina social de la Iglesia, Cristiandad-Guadalupe, Madrid-Buenos Aires, 1987, cap. 1, p. 61 ss. (la primera redacción de ese capítulo data de 1982). Ya había señalado la diferencia entre la línea teológica argentina y otras vertientes de la teología de la liberación en mi artículo: Teología, cultura popular y discernimiento: CIAS. Revista del Centro de Investigación y Acción Social Nro. 237 (1974), 3-24, retomado en el cap. 4 de mi libro: Teología de la liberación y praxis popular, Sígueme, Salamanca, 1976.

3. Cf. La fuerza histórica de los pobres, CEP, Lima, 1988, p. 317.

4. Cf. Problemas metodológicos y hermenéuticos de la teología de la liberación, en: Comisión Teológica Internacional, Teología de la liberación, BAC, Madrid, 1978, p. 42, n. 92. Dice Lehmann: "En el contexto de la eclesiología, valdría la pena tratar también el tema de la 'religiosidad popular', que en Argentina ha llevado a una forma independiente y muy valiosa de la teología de la liberación".

5. Cf. A. Quarracino, Algunos aspectos de la "Teología de la liberación". Líneas doctrinales y pastorales del documento: L'Osservatore Romano (ed. semanal en español) Nro. 819 (9 de setiembre 1984), p. 11, donde dice: "algunos todavía hablarían de una teología de la liberación, que en lugar del análisis marxista, utiliza un método histórico-cultural en el que cobran mucho relieve las categorías de 'pueblo', 'cultura' y 'religiosidad popular". Ver también: id., CELAM. Diálogos fraternos, CELAM, Bogotá, 1984, p. 54 ss. Allí añade la acotación: "pero ignoro si esos autores aceptarían ser ubicados dentro de la denominada 'teología de la liberación'".

6. Cf. J.B. Libanio, Teologia da libertaçâo. Roteiro didático para um estudo, Loyola, Sâo Paulo, 1987, p. 258 ss. La misma clasificación fue expuesta por el Cardenal Moreira Neves en el Seminario del CELAM sobre "El método teológico en América Latina" (Bogotá, 28 de octubre-1 de noviembre, 1993).

7. Cf. su libro Liberación de la teología, Lohlé, Buenos Aires, 1974, p. 264. Ver también: S. Politi, Teología del pueblo. Una propuesta argentina a la teología latinoamericana 1967-1975, Guadalupe, Buenos Aires, 1992.

8. Cf. su artículo: Diez tesis sobre pastoral popular, en: Varios, Religiosidad Popular, Sígueme, Salamanca, 1976, p. 119.

9. Cf. op. cit., p.338.

10. Cf. su trabajo: Da Rio de Janeiro a Puebla. 25 anni di storia: Incontri Nro. 4 (1982), p. 4.

11. Cf. C. Galli, La encarnación del Pueblo de Dios en la Iglesia y en la eclesiología latinoamericana: SEDOI Nro. 125 (1994), 5-137, en especial p. 52.

12. Cf. mi artículo: La recepción del método de "Gaudium et Spes" en América Latina, en: J.C. Maccarone (et al.), La Constitución "Gaudium et Spes". A los 30 años de su promulgación, San Pablo, Buenos Aires, 1995, 19-49; sobre la "escuela argentina", ver p. 43 ss.

13. Para una bibliografía completa de la obra de Gera cf. S. Courreges-C.M. Galli, "Indice bibliográfico", en: R. Ferrara-C.M. Galli (eds.), Presente y futuro de la teología en Argentina. Homenaje a Lucio Gera, Buenos Aires, 1997, 515-524. Allí mismo ver, entre otros, los trabajos de C. Giaquinta, C.M. Galli, G. Farrell y mío sobre el pensamiento teológico de Gera.

14. Cf. S. Politi, op. cit., cap. 4. Ver también: id., La "teología del pueblo". Génesis y perspectivas: Nuevas Voces Nro. 3, 1-22.

15. Cf. H. Camara (et al.), Manifiesto de los Obispos del Tercer Mundo, Búsqueda, Buenos Aires, 1968; J.P. Martín, El movimiento de sacerdotes para el Tercer Mundo. Un debate argentino, Guadalupe, Buenos Aires, 1991. Fue importante la intervención de Gera, en una reunión del movimiento en los años 70, con una exposición teológica sobre la Iglesia y la función insustituible de la jerarquía en el PD, para orientar a dicho movimiento cuando, más tarde, entró en crisis y corrió el riesgo de enfrentarse al episcopado según una dialéctica de lucha de clases.

16. Cf. Conferencia Episcopal Argentina, Declaración del Episcopado Argentino (Documento de San Miguel), Paulinas, Buenos Aires, 1972, VI: Pastoral Popular. Sobre ese importante documento, cf. G. Farrell, A cinco años de San Miguel: Actualidad Pastoral Nro. 74 (1974), 102-104; L. Gera, San Miguel: una promesa escondida: Voces Nro. 17 (1990), 6-20; M. Perdía, San Miguel: una planta joven, ibid., 3-5.

17. Ver mi artículo: Interrelación de realidad social, pastoral y teología. El caso de "pueblo" y "popular" en la experiencia, la pastoral y la reflexión teológica del catolicismo popular en la Argentina: Medellín Nro. 49 (1987), 3-17, reproducido en mi libro: Evangelización, cultura y teología (en adelante: ECT), Guadalupe, Buenos Aires, 1990, cap. 13.

18. Con perspectivas diferentes fueron publicados entonces resultados de una investigación de seis diferentes disciplinas (sociología, psicología, antropología, historia, Biblia, pastoral) sobre el catolicismo popular. Como ejemplo, ver: A. Büntig, El Catolicismo Popular en la Argentina. I: Cuaderno Sociológico, Bonum, Buenos Aires, 1969.

19. Ver S. Politi, art. cit., p. 15 ss., donde el autor esboza lo ocurrido en la "teología del pueblo" entre el fin de la COEPAL y la fecha del artículo (1992).

20. Ver L. Gera-G. Farrell (et al.), Comentario a la exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi, Patria Grande, Buenos Aires, 1978.

21. Cf. Qué es la Pastoral Popular?, Patria Grande, Buenos Aires, 1974.

22. Entre sus numerosos artículos, cf. Cultura y dependencia a la luz de la reflexión teológica: Stromata 30 (1974), 169-224; La Iglesia frente a la situación de dependencia, en: L. Gera-A. Büntig-O. Catena, Teología, pastoral y dependencia, Guadalupe, Buenos Aires, 1974, 9-64; Aspectos eclesiológicos de la teología de la liberación, en: CELAM, La liberación: diálogos en el CELAM, CELAM, Bogotá, 1974; Pueblo, religión del pueblo e Iglesia, en: CELAM, Iglesia y Religiosidad Popular en América Latina, CELAM, Bogotá, 1977.

23. Sobre ésta, cf. C. Galli, Evangelización, cultura y teología. El aporte de J.C. Scannone a una teología inculturada: Stromata 47 (1991), 205-216; A. Fresia, Indice bibliográfico de la obra de Juan Carlos Scannone: Proyecto Nro. 20 (1995), 101-112.

24. Cf. F. Boasso, op. cit.

25. Cf. su artículo, citado al fin de la nota 21.

26. Ese aspecto es valorado en Gera por Gustavo Gutiérrez, en cuanto de ese modo aparece libre de cierto irenismo culturalista. Ver su op. cit.: La fuerza histórica de los pobres, p. 196, donde menciona el artículo de Gera arriba citado.

27. Como lo dice Luis Maldonado, no se ha de hacer un planteo dilemático sino dialéctico-sintético, pues no se trata de "un término totalmente equívoco, sino analógico", aunque "si no se tiene cuidado puede dar lugar a muchas equivocaciones" (cf. Religiosidad popular, en: C. Floristán-J.J. Tamayo [eds.], Conceptos fundamentales de Pastoral, Madrid, 1983, p. 879). Ver también mi libro ECT, p. 221-225, 264-267, etc.

28. Cf. L. Gera, primer artículo citado en la nota 21, así como mi libro ECT.

29. Además de ECT, por ejemplo, p. 224 s., ver mis trabajos: Mediaciones teóricas y prácticas de la doctrina social de la Iglesia: Stromata 45 (1989), 75-96; Reflexiones epistemológicas acerca de las tres dimensiones (histórica, teórica y práctica) de la doctrina social de la Iglesia, en: P. Hünermann-J.C. Scannone (comps.), América Latina y la doctrina social de la Iglesia. Diálogo latinoamericano-alemán. I: Reflexiones metodológicas, Paulinas, Buenos Aires, 1992, 55-86; Situación de la problemática del método teológico en América Latina: Medellín Nro. 78 (1994), 255-283. Para una comprensión filosófica congruente con la teología del pueblo, ver mi obra: Nuevo punto de partida en la filosofía latinoamericana, Guadalupe, Buenos Aires, 1990.

30. Cf. C. Galli, La recepción latinoamericana de la teología conciliar del Pueblo de Dios: Medellín Nro. 86 (1996), 69-119.

31. Ver: San Miguel, una promesa escondida, art. cit.

32. La relación evangelización-liberación es permanente en el pensamiento de Gera. Ya aparece en sus primeros escritos y en los de la COEPAL, se profundiza en sus artículos posteriores (por ejemplo, los citados en la nota 21), y fue retomada por él últimamente en: Evangelización y promoción humana, en: C. Galli-L. Scherz (comps.), Identidad cultural y modernización, Buenos Aires, Paulinas, 1992, 23-90, donde interpreta a Medellín, Puebla y Juan Pablo II en la preparación de Santo Domingo. Sobre ese tema en esta última conferencia ver mi artículo: La promoción humana en el documento de Santo Domingo: Medellín Nro. 75 (1993), 321-334.

33. Ver mi análisis del mismo en ECT, cap. 2. También cf. CELAM, Reflexiones sobre Puebla, CELAM, Bogotá, 1979.

34. Ver sus trabajos: Significado teológico de pueblo de Dios e Iglesia popular: Concilium Nro. 196 (1984), 44l-454 (en relación con la comprensión elaborada por P. Ribeiro de Oliveira en: Qué significa analíticamente pueblo?, ibid., 427-439), e Y la Iglesia se hizo pueblo. "Eclesiogénesis": la Iglesia que nace de la fe del pueblo, Sal Terrae, Santander, 1986, 49-71. Ver lo que digo en ECT, p. 258-262, sobre esa comprensión de "pueblo" y del PD. Sobre la distintas concepciones de Boff y mía, ver: C. Galli, La encarnación del Pueblo de Dios..., art. cit., p. 65-77. Acerca del tema en general, cf. Equipo de teólogos de la CLAR, Qué es el pueblo?: Pastoral Popular 30 (1979), 72-78.

35. Ver también su libro: Eclesiogénesis. Las comunidades de base reinventan la Iglesia, Sal Terrae, Santander, 1979.

36. Ver ECT, cap. 13., y el enriquecimiento aportado por Galli, en: La recepción latinoamericana..., art. cit. En el texto del presente trabajo retomo expresiones del citado capítulo.

37. Cf. G. Galli, art. cit., p. 102. En ese mismo contexto el autor alerta contra las figuras de un "nacionalismo eclesial" y de una "iglesia nacional".

38. Explicito este último punto porque ha sido subrayado por L. Boff en los trabajos arriba citados. Pues según él, el PD necesita ser primeramente "pueblo" para ser propiamente y no sólo metafóricamente pueblo de Dios. Por mi parte acentúo que el PD como tal, y aún su carácter propio (aunque analógico) de pueblo, nacen "desde arriba", por iniciativa gratuita del Señor: cf. DP 263. Sobre ese tema ver el ya citado cap. 13 de ECT.

39. Cf. C. Galli, La recepción latinoamericana..., art. cit., p. 88.

40. Cf. toda la Tercera parte (caps. 11 al 14, ambos incluidos) del libro ECT, titulada: Cultura, religión del pueblo y teología inculturada. Asimismo ver mi obra: Weisheit und Befreiung. Volkstheologie in Lateinamerika, Patmos, Düsseldorf, 1992, sobre todo caps. 3 y 4.

41. Aludo a la tesis doctoral de este último (dirigida por Gera), El Pueblo de Dios en los pueblos del mundo. Catolicidad, encarnación e intercambio en la eclesiología actual (1994), de próxima publicación en sus dos partes, histórica y especulativa, respectivamente en Granada y Buenos Aires. Hasta ahora se publicó sólo el capítulo 5 de la Primera parte, con el título: "La encarnación del Pueblo de Dios...", ya citado. En esta publicación presenta "el pueblo de Dios encarnado en la cultura del pueblo", según Gera (p. 50-60), y "el pueblo de Dios en la eclesiología inculturada", según Scannone (p. 71-77).

42. Ver también lo que, sobre ese tema, digo en ECT, p. 235 ss.

43. Cf. C. Galli, op. cit. (ad instar manuscr.), p. 703, donde cita: H.U. von Balthasar, Theodramatik II/2, Johannes, Einsiedeln, 1978, p. 369.

44. Cf. C. Galli, ibid. Las itálicas de la cita corresponden a negritas en el texto original.

45. Cf. Documento de Santo Domingo, Nro. 228.

46. Me refiero a la obra ya citada, Qué es la Pastoral Popular?

47. Ver, por ejemplo, el cap. 3 de ECT y, aplicando el mismo enfoque a la evangelización del mundo de las ciencias humanas y sociales, los artículos: Posibilidades de evangelización del pensamiento universitario: Stromata 44 (1988), 139-152; Teología e interdisciplinariedad: presencia del saber teológico en el ámbito de las ciencias: Theologica Xaveriana Nro. 94 (1990), 63-79.

48. Cf. F. Boasso, op. cit., p. 51.

49. Cf. L. Gera, La Iglesia frente a la situación..., art. cit., p. 32-47.

50. Cf. L. Gera, Religión y cultura: Nexo Nro. 9 (1986), 51-72. Ver también el Documento de consulta (para Santo Domingo), Nros. 1-24 (en cuya redacción participó A. Methol Ferré).

51. Sobre la nueva evolución en la religiosidad, cf. C. Galli, La religiosidad popular urbana ante los desafíos de la modernidad, en: id.-L. Scherz, Identidad cultural y modernización, op. cit., 147-176; J.C. Scannone, La religión en la América Latina del Tercer milenio: Stromata 51 (1995), 75-88; id., La nueva cultura adveniente y emergente: desafío a la doctrina social de la Iglesia en la Argentina, en: D. García Delgado (et al.), Argentina, tiempo de cambios. Sociedad, Estado y Doctrina Social de la Iglesia, San Pablo, Buenos Aires, 1996, p. 259 ss., 268 s.

52. Sobre la reflexión teológica en ese tiempo, ver: J.C. Maccarone, La teología en la Argentina. Segunda mitad del siglo XX. Tradición o ruptura?: Teología 60 (1992), 155-168.

53. Cf. su art. cit.: La teología del pueblo..., p. 16 s.

54. Cf. G. Farrell, Iglesia y Pueblo en la Argentina, Patria Grande, Buenos Aires, 1976; id., Iglesia y Pueblo en la Argentina. Historia de 500 años de evangelización, Patria Grande, Buenos Aires, 1992; A.J. Soneira-J.P. Lumerman, Iglesia y Nación. Aportes para un estudio de la historia contemporánea de la Iglesia en la Comunidad Nacional, Guadalupe, Buenos Aires, 1986. Ver también: J. Seibold, La Sagrada Escritura en la evangelización de América Latina, Paulinas, Buenos Aires, 1993; id. "La Sagrada Escritura en la primera evangelización americana", Stromata 53 (1997), 199-215. En el ámbito de la investigación histórica documental, habría que citar otros muchos trabajos de historia de la Iglesia latinoamericana y argentina, especialmente, sobre la Iglesia colonial, como, por ejemplo, los de Juan Guillermo Durán: ver: Cátedra de Historia de la Iglesia, "Monseñor Lucio Gera y la cátedra de Historia de la Iglesia", en: Presente y futuro de la teología en la Argentina, op. cit., 195-219..

55. Cf. G. Farrell, Doctrina Social de la Iglesia. Introducción e historia de los documentos sociales de la Iglesia. Magisterio pontificio y del Episcopado latinoamericano y argentino, Guadalupe, Buenos Aires, 1991; CIOS, Comunión y participación. Introducción a la enseñanza social de la Iglesia, Guadalupe, Buenos Aires, 1982.

56. Ambas obras ya han sido anteriormente citadas. La última de ellas muestra la conciencia de que el actual cambio en la relación entre sociedad civil y Estado en la Argentina, implica también el de la relación de la Iglesia con ambos, y en la misma autocomprensión situada e inculturada de la Iglesia y de su misión actual.

57. Cf. art. cit., p. 16 s. Luego, hablando "de la línea original de la COEPAL", afirma que su continuidad se dio en la práctica pastoral popular, "y, en el plano teórico, a través de los trabajos del jesuita J.C. Scannone" (ibid., p. 17).

58. Ver mi trabajo: El futuro de la reflexión teológica en América Latina. El comunitarismo como alternativa viable, presentado en el Seminario del CELAM sobre el futuro de la reflexión teológica en América Latina (setiembre 1996), que será publicado por el CELAM, probablemente ya en 1996. En ese mismo Seminario, Galli presentó la teología de la cultura en la teología argentina actual, especialmente, según Lucio Gera.

59. Remito a los trabajos míos ya citados: Teología de la liberación y doctrina social de la Iglesia, caps. 1, 2 y 3; ECT, 3a. Parte; Situación de la problemática del método teológico...; La recepción del método de Gaudium et Spes..., etc. Suelo comparar ese círculo entre fe y cultura (y/o situación histórica) con el que, según Michel Corbin (cf. Le chemin de la théologie chez Thomas d'Aquin, Beauchesne, Paris, 1974), se da en la Summa Theologica entre la fe y la filosofía aristotélica, o en la teoría del método de Bernard Lonergan, entre la primera y la segunda fase del mismo (cf. Method in Theology, Herder and Herder, New York, 1973).

60. Ya desde el principio así lo hizo la teología del pueblo. Ver, entre otros: L. Gera-G. Rodríguez Melgarejo, Apuntes para una interpretación de la Iglesia argentina: Víspera Nro. 15 (1970), 59-88.

61. Cf. su artículo: Las contradicciones culturales de los proyectos de modernización en los 80: Le monde diplomatique (ed. latinoamericana), 4 (1989), Nro. 27, 15-16 y Nro. 28, 17-18. Sobre esa realidad en América Latina y Argentina, ver mis trabajos: Nueva modernidad adveniente y cultura emergente en América Latina. Reflexiones filosóficas y teológico-pastorales: Stromata 47 (1991), 145-192; Les défis actuels de l'évangelisation en Amérique Latine: Nouvelle Revue Théologique 114 (1992), 641-652; El debate sobre la modernidad en el mundo noratlántico y en el Tercer mundo: Concilium Nro. 244 (dic. 1992), 1023-1033; La nueva cultura adveniente y emergente: desafío a la doctrina social de la Iglesia en la Argentina, en: D. García Delgado (et al.), Argentina, tiempo..., op. cit., 251-282.

  1. Cf. Der Gott Jesu Christi, Mainz, 1982, Grünewald, p. 279-80. Ver también: P. Trigo, El futuro de la teología de la liberación, en: J. Comblin-J.I. González Faus-J. Sobrino, Cambio social y pensamiento cristiano en América Latina, Madrid, Trotta, 1993, p.306; en ese mismo artículo el autor habla del nuevo imaginario alternativo