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«Si te entregas al hambriento...»1

La salvación según Isaías 58:1-12

José Roberto Arango J., S.I.

 

Resumen

En la época del posexilio, cuando aún no se había reconstruido el templo, el ayuno era una de las prácticas rituales a la cual acudía Israel para hacer oir su voz ante Yahvé. Pero la situación del pueblo en esos años era aún lamentable debido a que la restauración de Jerusalén seguía aplazada y los pobres y afligidos abundaban. El texto que aquí estudiamos, datado precisamente en esos años, amonesta al pueblo porque, al mismo tiempo que insiste en esas prácticas rituales, descuida la práctica de la justicia y el derecho. Estos versículos también exhortan a transformar su relación con Dios cambiando el ayuno ritual por un ayuno existencial: entregarse al necesitado, tomar en cuenta a los miembros afligidos del pueblo; en otras palabras, a practicar la misericordia con el prójimo más débil. Esta transformación garantizará una adecuada relación con Yahvé, una gozosa unión con Dios. De esta forma la situación nueva se vivirá como un auténtico estado de salvación, en la línea en que insistieron los profetas clásicos.

1. Introducción

La época de este profeta se data entre el 538 y el 520 a.C.2 Es decir, en las décadas inmediatamente siguientes al año 538, cuando Ciro, rey de Persia, promulgó su edicto de reconstrucción del templo en Jerusalén y antes de que se llevaran a cabo las obras.

El rey persa venció a Babilonia después de haber sido apoyado por este imperio, para imponerse sobre el imperio medo, el cual después de la muerte del rey Nabucodonosor y de la subida al trono de Nabonidus (Babilonia) se constituyó en rival de los medas. Estos tenían como vasallo a Ciro, quien se alzó contra ellos. Nabonidus lo apoyó, y Ciro tomó a Ecbatana, capital de los medas. El rey de Lidia, Croesus, se sintió en peligro, arremetió contra Ciro, pero sus tropas se desbandaron y Sardis cayó, en el año 546 a.C. Babilonia había entrado antes en pacto defensivo con Lidia y Egipto, pero después de la caída de Lidia, se sintió amenazada por Ciro, quien siguió extendiendo su territorio. Nabonidus se vio forzado a volver a Babilonia, pero allí encontró fuerte oposición, sobre todo, por parte del sacerdocio de Marduk. Así se fue resquebrajando el imperio babilonio cuyos miembros, no pocos, vieron en Ciro a un libertador. En el año 539 a.C. sus tropas entraron en la ciudad de Babilonia sin mayor dificultad; el imperio quedó así bajo la soberanía de Ciro.3

El imperio persa gobernó a Siria y Palestina durante más de dos siglos, hasta el 333 a.C., cuando fue relevado por Alejandro Magno. Mediante edicto, Ciro mandó anunciar que Yahvé, el Dios del cielo, le encomendó la misión de edificarle una casa en Jerusalén. Por eso aquellos que pertenecían al pueblo de ese Dios debían subir a Jerusalén y levantar el templo a sus expensas. Ciro apareció así como supremo arquitecto del templo, que actuó por encargo de Yahvé. Esto, sumado al permiso dado a los deportados para repatriarse, con el fin de reconstruir el templo, y a la devolución de los utensilios del templo tomados por Nabucodonosor (587 a.C), hizo concebir la evolución posexílica para Judá como una gozosa repatriación y una rápida reconstrucción del templo (Esdras 1).

De la fecha de repatriación nada se sabe con alguna seguridad. Lo cierto es que la reconstrucción del templo se demoró. Pudo ser por falta de las fuerzas y recursos suficientes, como dice el mismo libro de Esdras o, más probablemente, porque faltaba una seria voluntad para acometer las obras, ya que cada uno estaba más preocupado por sus propios intereses (Ag. 1:9). Con la no reconstrucción contrastaba el hecho de que mucha gente habitaba en casas vistosas y «artesanadas» (Ag. 1:4). Muy probablemente el retorno de familias deportadas a Jerusalén no tuvo un influjo substancial ni decisivo sobre la construcción del templo.4

Al mismo tiempo, la situación del país era de desolación. Jerusalén estaba casi arrasada. El texto de Isaías 58 «lo expresa con imágenes de oscuridad, enfermedad, aridez, que más tarde se concretan en ruinas, brechas, sendas intransitables. En estas circunstancias el pueblo (al menos gran parte de él) necesita que Dios le preste atención. Para ganárselo, organizan los días de ayuno».5

La respuesta de Dios sólo se hará escuchar en una conducta justa, en la práctica de la misericordia con el prójimo que sufre. No será, pues, en los ayunos meramente rituales. Ni siquiera se llama la atención sobre la reconstrucción del templo. En la situación posexílica las personas que estaban en situación de pobreza e indigencia fueron muchas. De la solidaridad con ellas dependerá la respuesta de Dios y la restauración. Dios era demasiado grande para ser encerrado en un templo. Sus exigencias eran justicia y humildad, más que formas externas (Is. 57:15; 58:1-12; 66:1ss). El imperativo es compartirse con el necesitado.

2. Estructura

La estructura del texto es lineal: luego de una breve introducción (v.1), se mira la realidad del pueblo cuya problemática se insinúa en forma general (v.2), para inmediatamente pasar a plantear concretamente el problema, sus causas y la solución (v.3-7). Finalmente se presentan bellamente las consecuencias de tomar el camino propuesto como solución en la parte anterior. Veamos esto más en detalle.

2.1. Introducción: versículo 1

El profeta recibe una orden perentoria: «clama a voz en grito... levanta tu voz... denuncia» los «pecados» y «rebeldías» de Israel, denominado aquí como mi pueblo y casa de Jacob.6 De esta forma el profeta justifica la denuncia que vendrá a continuación y legitima su intervención. Lo que será dicho posteriormente, deslegitimando el ayuno meramente ritual y exhortando a otro tipo de ayuno, tenía que estar muy bien soportado por la orden divina.

2.2. Insinuación general del problema: versículo 2

El texto, ya en boca del profeta, quien toma la vocería de Dios, parte de una constatación, que si bien es presentada en modo indicativo (imperfecto en hebreo, presente en español), tiene en el centro del versículo una insinuación en tono irónico: «como si... practicasen la justicia... y el derecho no hubiesen abandonado» (2b). Parece que buscar a Yahvé, preguntar por la ley justa, sentir agrado por conocer sus caminos y por su cercanía, no puede ir de la mano con no practicar la justicia (sedaqah) y con el abandono de la ley (mishpat). Israel busca a Dios, pero al mismo tiempo tiene un comportamiento injusto y contrario al derecho. Se anuncia ya, en forma sintética y concentrada, cuál es el problema de todo el capítulo: una relación con Dios meramente cultual, sin una relación ética con Él y, al mismo tiempo, con el semejante que sufre. Lo que está en juego aquí es la adecuada relación con Dios.

2.3. El Problema en concreto: sus causas y la solución: versículos 3 a 7

Esta parte se caracteriza temáticamente por el asunto del ayuno, cuya raíz hebrea, como sustantivo y como verbo, aparece en los versículos 3 a 6. En el versículo 7 la raíz no aparece, pero el tema es el mismo.

Podemos distinguir dos secciones en esta parte. La primera, del versículo 3 al 5, en la cual, en 3ª, se plantea en concreto el problema7 que antes se había insinuado: la no comunicación del pueblo con Yahvé. Ésta no logra establecerse («tú no lo ves», «tú no lo sabes»8). En otras palabras, el pueblo se esfuerza por la práctica ritual del ayuno para alcanzar la comunicación con Dios, para llamar su atención.

No se hace esperar la respuesta a la pregunta del pueblo acerca de la razón por la cual no funciona la comunicación con Yahvé, a pesar de que aquél lo busca intensamente. En los versículos 3b-4 la razón, ya insinuada anteriormente en el versículo 2, se hace evidente: el ayuno ritual es incompatible con un comportamiento egoísta e injusto. Buscar el provecho propio, explotar a los trabajadores, pelear y maltratar al desvalido, hacen que Yahvé no vea ni escuche al pueblo. Finalmente, en una serie de preguntas retóricas (v. 5) queda claro que ese tipo de ayuno no es agradable a Yahvé.

La segunda sección ocupa los versículos 6 y 7. El tema sigue siendo el ayuno como forma de establecer la comunicación con Dios, pero aquí se plantea cuál es el ayuno que sí alcanza el fin pretendido por el pueblo, el ayuno de verdad agradable a Dios. Sus características presentan el cuadro de un pueblo que practica la justicia y el derecho. Lo que sí debe hacer el pueblo es liberarse de la maldad y de todo yugo, excluir la opresión de su conducta ordinaria, ser solidario con el hambriento, con el destechado y el desnudo.

2.4. Consecuencias de la solución del problema: versículos 8 a 12

Esta parte comienza con la palabra «entonces» (`az) con sentido consecuencial. Si el pueblo procediese en la forma anteriormente sugerida (v. 6-7), Yahvé le «responderá» (v. 9). El verdadero ayuno, es decir, la práctica de la justicia y el ajustarse al derecho en el comportamiento concreto de Israel, restablece la comunicación del pueblo con Dios.

Todos los verbos de estos versículos están en imperfecto (futuro en español). Esta parte se caracteriza además por presentar una concentración de imágenes9 que describen la nueva situación, tema sobresaliente de esta parte. De tal situación se habla en los versículos 8-9a y 10b-12. En 9b-10a de nuevo se retoman las conductas injustas del pueblo, pero esta vez para indicar en concreto aquello de lo que el pueblo debe apartarse (de la opresión y la maldad), y aquello que debe procurar (repartir el pan con el hambriento10 y saciar el alma afligida). Se resalta así el comportamiento justo del pueblo al colocarlo en el centro de esta parte. Tal conducta será eficaz, pues tendrá como consecuencia la segura compañía y comunicación con Dios. Sin esa conducta (que es el verdadero ayuno), la práctica ritual no tiene sentido, pues no es escuchada por Dios.

3. Revelaciones del estilo y las imágenes

3.1. El estilo

La palabra más repetida es «ayuno»/«ayunar» (swm), siete veces en los versículos 3-6. Esta repetición le da unidad a la segunda parte y a sus dos secciones y señala que el tema central del texto gira en torno a dicha práctica. Siempre se trata del ayuno del pueblo: primero rechazado por Dios y luego al ayuno del pueblo que Dios quiere. Se nota, pues, que Yahvé desea una transformación del pueblo, en el sentido comentado anteriormente.

La raíz ´nh, como verbo, es traducida por «humillarse» (3a.5a); y como sustantivo, por «pobre» (7a) y por «afligido» (10a). Dos veces se refiere a la acción del pueblo, que se humilla a sí mismo con el ayuno. Otras dos veces se refiere a personas en necesidad: pobres sin techo (7a) y alma afligida (por hambre -10a-). Las dos primeras, si no van acompañadas de una actitud misericordiosa hacia las dos últimas, son rechazadas por el Señor. Las dos últimas veces, se refieren al ayuno que Dios quiere: la misericordia. Por tanto, se trata no sólo de humillarse a sí mismo, sino de tener una actitud misericordiosa con el humilde (pobre, afligido).

La raíz nps, repetida siempre como sustantivo, aunque con traducciones diferentes, nos ofrece insinuaciones significativas, al poner en relación los diferentes contextos en que aparece (cinco veces). En 3a y 5a es tomada como reflexivo («nos humillamos», «se humilla el hombre»). Equivale a decir algo así como “por qué humillamos nuestras almas/personas” o “el día en que el hombre humilla su alma/persona”. En 10a aparece dos veces ­-«pan», «alma»- y en 11a como «alma».

En 3a, 5a y 11a se refiere a la persona del pueblo y del individuo que lo integra. En los dos primeros como reflexivo. En 11a como objeto de la acción de «saciar» que lleva a cabo Yahvé como consecuencia de la práctica de la justicia. En 10a es traducida la palabra napseka (literalmente “tu alma”) como «pan» por asimilación a 7a.11 Si lo tomamos literalmente, tendría también un sentido reflexivo. La traducción quedaría «(si) repartes al hambriento tu alma». En este caso «alma» se refiere también al individuo del pueblo, como objeto de su propia acción de compartir con el hambriento. La actitud del pueblo o de las personas que lo componen debe pasar de ser egoísta («humillarse» 3a, 5a) a ser hacia el necesitado («repartirse», 10a). Así el pueblo y el individuo mismo será luz que brilla en las tinieblas (10b).

«Clamar», «llamar» (qr`), aparece cuatro veces (1a, 5b, 9a, 12b). En 1a. el profeta debe «clamar» gritando (en paralelo con «denunciar») cuáles son las «rebeldías y pecados» del pueblo. Es, en otras palabras, llamar por su nombre a la conducta del pueblo. Al final, 12b, en forma impersonal, que connota a Dios, el pueblo recibe un nuevo nombre, es «llamado» en forma diferente por Dios. Al analizar estas dos veces que aparece qr´ se evidencia el cambio de relación Dios-pueblo: si éste asume el verdadero ayuno, recibirá un nuevo nombre, es decir, se restablecerá el estatuto del pueblo como propiedad de Dios, situación en la cual el pueblo clamará a Dios y Éste le responderá (v. 9a). La situación anterior, de incomunicación entre Dios y el pueblo, se aprecia por la vez que aparece en 5b: la forma de ayunar del pueblo aparece como rechazada por Dios y, al mismo tiempo, llamada por el pueblo «ayuno y día grato a Yahvé».

La relación de signo negativo Dios-pueblo es también apreciable al considerar las dos veces en que aparece la palabra «voz» (1a., 4b). Dios, por el profeta hace oir su voz denunciante de los pecados del pueblo; el pueblo hace oír su voz en las alturas debido a sus pecados.

«Saciar» aparece en 10a y 11a. En el primero tiene como sujeto al individuo del pueblo que sacia al afligido; en el segundo, y como consecuencia de la primera según el contexto, el sujeto es Dios, quien sacia al individuo. De nuevo la situación es de relación positiva entre Dios y el pueblo y se ve claramente mediada por la actitud misericordiosa con el afligido.

«Ver» (3a., 7b): Dios es sujeto en el primero: no ve el ayuno del pueblo. En el segundo, es el pueblo quien debe «ver», considerar, preocuparse por el desnudo. De un ayuno falso, que Dios no ve, se pasa al ayuno verdadero, que consiste en ver al necesitado, tomarlo en cuenta a él.

El análisis del estilo nos ha mostrado el sentido radical que tiene nuestro texto: la adecuada comunicación con Dios pasa necesariamente por una relación solidaria con el prójimo, particularmente con el necesitado y el afligido. Sin embargo, consideremos todavía un elemento más que enriquece la comprensión del oráculo y nos ayuda a apreciar mejor su calidad literaria.

3.2. Las imágenes

Las imágenes están concentradas en la última parte del oráculo, que se ocupa de describir la nueva situación del pueblo en relación con Yahvé, como consecuencia del verdadero ayuno. Es significativa esta acumulación de imágenes, pues la realidad que se describe no es claramente expresable, ya que se trata del estado mismo de salvación en que se encontraría el pueblo si atiendese a la voz profética. La salvación experimentada sería entonces la práctica de la justicia12 y del derecho, binomio que señala el ordenamiento económico, social, político y cultual que tradicionalmente Israel captó como el orden querido por Yahvé.13

La primera imagen que nos encontramos tiene que ver con el binomio luz/claridad - tinieblas/oscuridad (8a.10b: «tu luz»; 10b: «mediodía»). Luz y mediodía describen la nueva situación de restablecimiento de relaciones del pueblo con Dios. Sus contrarios, en consecuencia, describen la situación en la cual no había esa relación, es decir, cuando vivían en sus rebeldías y pecados.

Esa nueva situación es descrita también con otras imágenes que hacen referencia a la vida y la fecundidad: «Herida curada», «Huesos vigorizados», «jardín bien regado», «manantial de aguas que nunca faltan» (v. 11).

Otras imágenes completan el cuadro: «delante de ti, tu justicia» (v. 8b); «te guiará Yahvé de continuo» (v. 11a); «la gloria de Yahvé te seguirá» (v. 8b). Las dos primeras tienen la misma localización espacial: el que guía va adelante, como la justicia. Quedan en relación Yahvé y «tu justicia». Al decir «tu justicia» la referencia es a la conducta responsable de Israel con el ordenamiento querido por Dios. Yahvé irá delante del pueblo cuando éste tenga un comportamiento misericordioso, es decir, justo. La tercera imagen cierra la marcha: el Señor mismo va detrás, cuidando las espaldas de Israel.

Las anteriores imágenes pintan una escena de una especie de procesión en la cual el pueblo deslumbra por su brillo, el brillo de sus obras justas, que se acomodan al Señor mismo. Esta descripción nos devuelve a la salida de Egipto: la columna de fuego en la noche y la nube de día, son la presencia del Dios que los guía. El pueblo sale de las tinieblas de Egipto durante la noche para comenzar a vivir en la luz. Pasan de la esclavitud y opresión, a la libertad y a la justicia, obras de Dios, que en Isaías 58 son pedidas al pueblo como obra suya. Durante la marcha por el desierto beben agua de la roca: Dios calma su sed. El pueblo que sale de Egipto llegará a una tierra fecunda, que mana leche y miel.

El texto de Isaías lee su momento histórico del posexilio a la luz de su pasado salvífico y, a su vez, reinterpreta ese pasado para actualizarlo, es decir, para hacer experimentar en su presente la salvación que Dios les procuró en el pasado. En esta época después del destierro, se enfatizó en lo cultual y se puso toda la esperanza en el templo. Pero al mismo tiempo, se descuidó la convivencia justa del pueblo. Un texto como el que estamos leyendo hace llegar hasta ese momento la auténtica salvación de Dios en continuidad con la acontecida en el pasado y permite así que se vivencie como actual en la exigencia que plantea al pueblo.

4. Conclusiones

Si bien muchas de las conclusiones han venido brotando a lo largo del presente escrito, ahora paso a explicitarlas de manera más orgánica, aun a riesgo de repetir.

El texto habla, primero, de la forma como el Señor no quiere que el pueblo se relacione con Él (v. 3-5) y luego de la forma positiva como quiere que se realice esa relación (v. 6-7), cuyas consecuencias, también positivas, se describen posteriormente (v. 8-9). La parte negativa (v. 3-5), en la cual se denuncian las rebeldías y pecados del pueblo, es la más corta. De hecho, al objetivo de denunciar que tiene el profeta por mandato divino, se le dedica sólo cuatro frases en 3b y 4a, más otra en 5b. El resto son preguntas retóricas que muestran el rechazo de Dios al tipo de ayuno que hace el pueblo, o están, en su mayoría, dedicadas al aspecto positivo: la forma como el Señor quiere que el pueblo se relacione con Él y a sus consecuencias de restauración de la justa relación.

La denuncia se ve claramente orientada al anuncio de la forma de relación y de la nueva situación en que viviría el pueblo si así la establece. En síntesis, el texto comunica la forma como se puede vivir efectivamente la relación Dios - pueblo y viceversa, o sea, la relación de alianza o elección que se ha roto, no de parte de Dios, quien llama a Israel «mi pueblo» (v.1b) sino de parte del pueblo mismo, con su proceder injusto. Se trata, pues, de hacer efectiva la alianza en la situación del posexilio que comenzó con la esperanza de la reconstrucción del templo y, por ende, de la salvación, pues el templo era la visualización de la presencia de Dios en medio del pueblo y lugar donde se acudía para escuchar la voluntad de Dios. Pero la morada de Yahvé tardaba en ser reconstruida, y así la situación de salvación se alejaba. El texto hace presente al pueblo que esa situación de salvación depende más bien de la práctica del derecho y la justicia14, con lo cual se actuaría lo que Dios quiere y, por tanto, se viviría en unión con el Señor.

Con este texto se pretende suscitar en el pueblo la conversión desde sí mismo al prójimo, al pobre y afligido, al que sufre por hambre o desnudez, por opresión o injusticia. En últimas, pretende una auténtica conversión al Señor salvador del pasado, de manera que se actualice esa misma salvación en el presente y así hacer válida la salvación para ese pueblo concreto que tiene delante.

El hecho de que las imágenes estén concentradas en 8-12 y que se dedique tanto espacio a la descripción de la nueva situación, hace más sobresaliente este aspecto de la comunicación que cambia su objetivo primario de denuncia, en anuncio. Hay que notar, sin embargo, que para llegar a formular el anuncio, se tuvo que pasar por la denuncia. Sólo a partir de ella y de una toma de conciencia de las propias rebeldías y pecados, el pueblo podrá recibir positivamente el anuncio y podrá efectuar el éxodo.

El texto muestra así el camino del éxodo: de la denuncia de la situación de pecado, se pasa al anuncio de la situación de salvación; del provecho propio, se pasa a la misericordia con la persona afligida; de sí mismo se pasa al prójimo. El éxodo ya no se da en un espacio geográfico sino en la topografía de las actitudes y prácticas de la propia persona y del pueblo con los hermanos.15

Un comentario final. El versículo 7a dice así: «¿Que cuando veas a un desnudo le cubras y de tu semejante no te apartes?» En este paralelismo, «desnudo» corresponde a «semejante» y «cubras» a «no te apartes». La segunda parte del paralelismo amplía el sentido de la primera y lo hace universal. No se trata ya de una cosa particular (el de un desnudo) sino el de cualquiera que tenga una necesidad: un semejante. La palabra hebrea traducida por «semejante» es basar, que significa carne. La consecuencia del paralelismo es que el necesitado (en este caso, el desnudo) debe ser considerado como mi propia carne, es decir, que su necesidad la debo sentir como mía, no me puede ser ajena. El uso de esta palabra hebrea, más concreta y comprometedora que el concepto «semejante», nos muestra que el verdadero ayuno, es decir, el medio por el cual se debe establecer la auténtica comunicación con Dios, es la comunión somática con el otro. El sufrimiento del otro debe ser mi sufrimiento. Y como es mío también, no puedo dejarlo de lado, no debo hacer un rodeo para no verlo.

Se venía manifestando así el sentido último de la revelación de Dios: manifestar que el dolor del hombre y de la mujer es dolor de las entrañas divinas. Para ello Dios se hace carne (sic), se hace uno de nosotros y desata por esta comunión un movimiento análogo dentro del hombre, de manera que el dolor del hermano sea sentido en la propia carne y nos mueva a comulgar solidariamente con él. Este movimiento solidario suscitado en el hombre por Dios mismo, al hacerse solidario con el hombre, es el acontecer de la salvación, es decir, la auténtica comunión de Dios con el hombre y del hombre con Dios, al comulgar solidariamente con el hermano a quien convierte en prójimo y siente como propia carne.

Este misterio salvífico que acontece en la persona es precisamente el que celebramos en la eucaristía. En ella se nos ofrece el cuerpo de Cristo para que lo asimilemos en toda nuestra vida y lo hagamos carne nuestra, cuerpo nuestro, es decir, posibilidad reveladora de Cristo resucitado mediante nuestra corpórea solidaridad con el hermano que sufre. En la eucaristía, la Iglesia, la humanidad, comulgamos con el cuerpo de Cristo resucitado, que pasa a ser parte nuestra; y con la misma entrega de Cristo nos comprometemos a vivir entregados a ese cuerpo de hermanos. Esta comunión de vida eucarística nos constituye en lo más esencial e importante de nuestra existencia, porque es la salvación misma de Dios aconteciendo efectivamente en todos los campos de nuestra vida.
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1Traducción más de acuerdo al hebreo del versículo 10a (Cf. y J.L. Sicre, «Con los pobres de la tierra». La justicia social en los profetas de Israel, Cristiandad, Madrid, 1984, p. 413). Ver más adelante el comentario.

2Sobre el asunto de la época de Is 56-66 ver L.A. Shökel - J.L. Sicre, Profetas. Comentario, I, Cristiandad, Madrid, 1980, pp. 342-343 y J.L. Sicre, Con los pobres...», pp. 408-410.

3C. Westermann, Isaiah 40-66, OTL, SCM Press ltd., Trowbridge (GB), 1985, pp.4.295-296.

4S. Herrmann, Historia de Israel en la època del Antiguo Testamento, Sígueme, Salamanca, 21985, pp. 381-387.

5J.L. Sicre, Los Profetas de Israel y su Mensaje, , Cristiandad, Madrid, 1986, pp. 119.

6Para el español sigo la traducción de la Biblia de Jerusalén (BJ en adelante), edición de 1967.

7Cf. C. Westermann, op. cit., p.333.

8«Sabes» es la traducción literal de BJ. El sentido del verbo yd’ en hebreo es no sólo saber sino conocer. Es decir, «tú no lo conoces», «tú no te das cuenta».

9De las imágenes nos ocuparemos en el siguiente apartado.

10Así retoma una de las preguntas retóricas con las que termina la parte anterior del texto ( v.7.) pero esta vez afirmativamente.

11Cf. J.L. Sicre, «Con los pobres...», nota 21, p. 413.

12La sedaqah en Tritoisaías no tiene que ver estrictamente con el tema de la justicia sino con el de la salvación (J.L. Sicre, «Con los pobres...», p. 410), pero ésta en la mentalidad profética clásica, junto con derecho tiene un contenido social y político determinado que nuestro texto vuelve a sacar a la luz como misericordia con el pobre y afligido.

13Cf. J. R. Arango, Historia política como historia salvífica. Sondeos en la historia de Israel, en: Theologica Xaveriana, 48, 4, Facultad de Teología, Pontificia Universidad Javeriana, Santafé de Bogotá, 1998, pp, 433-452. Cf. J.L. Sicre, «Con los pobres...», pp. 410-411.

14«Guardad el derecho, practicad la justicia, que mi salvación está para llegar y se va a revelar mi victoria» (Is 56,1), es la frase programática con la que comienza Tritoisaías.

15Cf L.A. Shökel - J.L.Sicre, op.cit., p.358.