PSICOLOGÍA DEL "AMOR AL DINERO"


CARLOS DOMINGUEZ MORANO
Psicoterapeuta
Profesor de la Facultad de Teología. Granada


Aurum in stercore quaero
(Virgilio)

Una cuestión de amor
Bastaría quizás una rápida observación de nuestras relaciones con 
el dinero para percatarnos de que, con bastante frecuencia, dichas 
relaciones comportan una serie de dimensiones no del todo lógicas ni 
racionales. Parece como si en los asuntos de dinero se tratase 
siempre de algo más que de dinero. Con mucha facilidad, en efecto, 
se inmiscuye una serie de elementos que nada o poco tienen que ver 
con las funciones reales que el dinero tiene que desempeñar en 
nuestra vida. Hay un algo más que parece concernir más bien al 
orden de nuestras vinculaciones afectivas, orden que por esencia 
misma escapa al de la lógica y la racionalidad. Cuestión, por tanto, de 
"amor" o "desamor", con toda la arborescencia de sentimientos que 
desde ahí se pueden engendrar: deseos, temores, posesión, rechazo, 
culpa, etc.
Si tal "infraestructura" dinámica más o menos "normal" la podemos 
advertir en nosotros mismos o en cualquier sujeto de nuestro 
alrededor, probablemente también podremos todos recordar casos 
que la vida o la literatura nos han presentado y en los que la 
irracionalidad parece haberse impuesto del modo más chocante y 
sorprendente. Los casos de comportamientos absurdos en este área 
se pueden multiplicar de modo casi indefinido: mendigos que ocultan 
millones, personas que se resisten a cambiar miles de monedas 
sueltas, sujetos que se angustian ante la idea de gastar una cantidad 
ridícula en metálico y que son capaces de los mayores dispendios si 
es a base de tarjetas de crédito o de talones bancarios, etc., etc., 
etc.
Se podría acertadamente afirmar que pocas dimensiones de la vida 
ponen a la vez en juego tanto las dimensiones más racionales como 
las más irracionales de la personalidad. En ningún otro sector de la 
conducta, en efecto, podemos llegar a emplear tanto cálculo 
aritmético, y en pocos otros podemos también llegar a cometer tal 
cantidad de desvaríos.
Por ello, quizás, algunos hombres que han aplicado lo mejor de su 
capacidad racional al estudio del capital han sabido reconocer esa 
corriente subterránea que fluye por debajo de la implacable lógica 
económica. Sirvan como botón de muestra las palabras de John 
Maynard Keynes, sin duda una de las figuras de mayor impacto en 
toda la teoría económica del siglo XX: "El amor al dinero como 
posesión -distinto del amor del dinero como medio del conocimiento 
del gozo y de las realidades de la vida- se reconocerá como lo que es, 
una morbidez un tanto repugnante, una de esas propensiones medio 
patológicas que se entregan con un estremecimiento a los 
especialistas en enfermedades mentales" 1.
Partiendo de su contacto con la enfermedad mental y rebasándolo 
por su aplicación a la cultura, el psicoanálisis se ha visto obligado a 
desconfiar particularmente de todo tipo de discurso que se alce con la 
pretensión de suprema racionalidad. No es de extrañar, por tanto, que 
también se haya interesado por el comportamiento económico y que 
haya detectado en su trasfondo ocultas vinculaciones con nuestra 
pasada historia afectiva individual. El carácter del capitalismo, como 
expresó S. Ferenczi, no es puramente utilitario, sino también libidinoso 
e irracional. Su impulso no obedece tan sólo a cuestiones de orden 
práctico, al principio de la realidad, sino que integra también una 
dimensión irracional que obedece al primitivo principio del placer 2.
En nuestra relación con el dinero -nos ha hecho ver el 
psicoanálisis- se encuentra también implicada una cuestión de amor; 
expresado con términos más freudianos, una cuestión de orden 
libidinal, inconsciente y de raíces infantiles. Ello viene a dar cuenta, 
entre otras cosas, de que, tal como sucede en los temas 
concernientes a la sexualidad, el dinero provoque también tantas 
reacciones de doblez, de falso pudor y de hipocresía. Hablar de 
dinero -lo sabemos- puede resultar a veces tan engorroso como 
hablar de asuntos sexuales 3.

Una relación sorprendente
A/DINERO/RELACION: El primero en desentrañar las ocultas 
relaciones entre el amor al dinero y nuestro pasado infantil fue el 
mismo Freud. Como en tantas otras ocasiones, por lo demás, 
aportando una interpretación que, al menos de primeras, suele 
suscitar en el público profano a los ambientes psicoanalíticos unas 
resistencias y un malestar que, con frecuencia, se alzan de modo 
inmediato y casi automático.
El contenido mismo de la interpretación es especialmente propenso 
a movilizar la repugnancia y el rechazo, puesto que se trata en esta 
ocasión de una relación, a nivel de libido anal, entre el dinero y los 
excrementos 4.
Efectivamente, esta relación la intuyó Freud desde los comienzos 
mismos de su investigación y la encontramos ya en una carta del 21 
de enero de 1897 a su más íntimo confidente y amigo de aquella 
época, W. Fliess: el dinero, que en los cuentos y leyendas se 
convierte en excrementos -le dice-, no hace sino transformarse en la 
sustancia que primitivamente fue 5.
En esta sorprendente relación no dejó de insistir y de profundizar a 
medida que la práctica analítica fue progresando en el conocimiento 
de la neurosis y, en particular, de la neurosis obsesiva, tan 
íntimamente ligada, como sabemos, a la problemática de la fase anal 
infantil 6. Se lleva a cabo, de este modo, una de esas llamadas por 
Freud "conversiones" (Umsetzung) mediante las que se opera una 
transposición de emociones pulsionales de ciertas zonas erógenas a 
objetos aparentemente extraños.
DINERO/EXCREMENTOS: Pero ¿en qué se puede fundamentar tan 
extraña relación entre el dinero y los excrementos? En los primeros 
escritos sobre el tema, Freud se lo plantea como una más de esas 
relaciones de antítesis que son tan queridas de las elaboraciones del 
Inconsciente (sueños, síntomas neuróticos, etc ... ) 7. Más tarde, sin 
embargo, caerá en la cuenta de que no se trata tanto de una relación 
de antítesis, sino más bien de analogía: partiendo de la situación 
narcisista infantil, los excrementos poseen para el niño un altísimo 
valor, difícil de reconocer por el adulto, necesariamente lejano ya, a 
través de una serie de formaciones reactivas, de esa primitiva y alta 
valoración.
NIÑO/EXCREMENTOS: Las heces constituyen para el niño algo 
que, por el mero hecho de desprenderse de su cuerpo, participan de 
la altísima valoración que él se atribuye a sí mismo. Al establecimiento 
de la relación tampoco será ajeno el hecho de que, justo cuando el 
niño se ve obligado por razones higiénicas a separarse de las heces, 
aparece el dinero a su alrededor como un objeto altamente valorado. 
La relación, nos hizo saber Freud, puede extenderse, más allá del 
dinero, hasta otras asociaciones de tipo inconsciente, como son 
heces-regalo-niño y pene 8.
S. Ferenczi, con la habitual agudeza y profundidad que caracteriza 
a todos sus estudios, nos muestra los diversos pasos por los que el 
niño va efectuando la sublimación del contenido anal hasta llegar a su 
transmutación simbólica en el dinero. La materia fecal va pasando así 
por una serie de sustituciones en las que progresivamente se va 
distorsionando la primitiva satisfacción autoerótica relacionada con la 
defecación: el barro, la arena, la piedra, las canicas y botones, 
objetos todos que tanta satisfacción procuran al niño, van facilitando 
la sustitución de lo fétido, húmedo y blando por lo inodoro, seco y 
duro. La moneda, que desde el exterior se presenta como objeto de 
valor, se presta así a la sustitución y sublimación de los primitivos 
contenidos anales 9. Un largo camino y un complejo proceso, como 
vemos, para conquistar la máxima de que el dinero no huele (Pecunia 
non olet).

Algunos datos de la antropología
La asociación establecida por el psicoanálisis entre heces y dinero 
puede resultar, a pesar de todas estas explicaciones, chocante y, 
también, por el influjo de motivos afectivos, increíble. Particularmente 
inverosímil puede resultar que hayamos podido atribuir un alto valor a 
lo que desde nuestra conciencia adulta juzgamos como la 
representación misma de lo desdeñable: los excrementos. Por ello 
convendrá quizás, antes de proseguir con la exposición de otros 
elementos de la investigación psicoanalítica, recordar algunos datos 
que la antropología nos ha suministrado y que parecen verificar la 
sorprendente interpretación freudiana.
Numerosos símbolos, leyendas de todo tipo, incalculables 
proverbios e incluso ritos de orden religioso nos recuerdan el alto 
valor que, de diversos modos, el hombre ha adjudicado a los 
contenidos anales y la relación que de ellos ha hecho con el oro o el 
dinero.
Desde la popular figura del "cagaducados" representada en las 
fachadas de algunos Bancos alemanes; el, en cierto modo 
equivalente, de la "gallina de los huevos de oro"; las representaciones 
pictóricas de arte erótico (particularmente en las caricaturas) o, como 
podemos admirar en el Museo del Prado, en lienzos como el del 
Paraíso del Bosco, en el que también observamos un sujeto 
defecando monedas; todos ellos y muchos más nos ilustran de modo 
inequívoco que la sabiduría popular y el arte han captado y reflejado 
de incontables maneras esa relación inconsciente que el psicoanálisis 
ha venido a sacar a la luz y a proporcionarle una explicación 10.
También en la Alquimia encontramos la misma relación cuando la 
nigredo y la obtención del aurum philosophicum aparecen como dos 
extremos de la obra de transmutación 11.
Numerosos ritos de orden mágico o religioso evidencian igualmente 
esa valoración de lo inmundo mediante la atribución que se le hace de 
importantes virtualidades. Los excrementos simbolizan con frecuencia 
un poder biológico sagrado que reside en el hombre y que, evacuado, 
puede en cierto modo ser recuperado. Muchas tribus salvajes tienen 
la costumbre de devorar inmundicia de todas clases, incluyendo las 
propias. Las que pertenecen a los hombres sagrados (como ocurre 
en algún lugar del Tíbet) adquieren un alto significado religioso, y a 
veces el oro se presenta como una sublimación del excremento de un 
dios determinado. La deidad azteca de Tlazolteoltl, cuyo nombre 
significa la "coprófaga" o "diosa de la inmundicia", aparece 
representada en actitud defecatoria. La coprofagia ritual ha hecho 
aparición también por diversos lugares en el transcurso de la larga 
historia de las religiones 12.
Del mismo modo, las expresiones populares dan fe de la misma 
asociación efectuada tantas veces entre los contenidos anales y el 
dinero. En alemán, por ejemplo, las hemorroides son llamadas "venas 
de oro" (Goldener Ader). Decimos de la persona que nada en la 
abundancia que "apesta a dinero", o del que no tiene un duro que 
"está estreñido". Los refranes y proverbios también resultan 
elocuentes al efecto: El dinero es la vejiga del hombre: no puede 
hablar, pero puede gritar; o Las monedas de oro son como estiércol, 
pero la faz vale mil oros, que dicen los chinos. Y como reza un dicho 
del refranero español: El oro hecho moneda ¡por cuántas sentinas 
rueda!
A los psicoanalistas no se les ha escapado tampoco las 
connotaciones anales que pueden poseer también determinadas 
expresiones del lenguaje económico tales como "capital en 
circulación" o "dinero líquido", así como las más actuales de "dinero 
negro" o la de "limpiar o blanquear dinero".

El sentimiento de propiedad
Volviendo al campo de la investigación psicoanalítica, merece la 
pena detenerse y profundizar en las relaciones establecidas entre la 
dinámica de posesión, tan prototípica de la fase anal, y el sentimiento 
de propiedad, que marca de modo tan importante a nuestra sociedad 
occidental. Quizás haya sido O. Fenichel el que mejor ha profundizado 
en dichas relaciones 13.
Cuando el niño pierde sus heces, que para él representan una 
sustancia muy preciosa, una parte de su propio cuerpo, siente que 
"esto es algo que debería estar en mi cuerpo, pero ahora está fuera, 
y no puede ponerlo de vuelta". Entonces lo llama "mío", que en este 
contexto vendría a significar: "lo declaro simbólicamente 
puesto-dentro-de-mi-cuerpo". Propiedad significa, entonces, cosas 
que de hecho no pertenecen al yo, pero que debieran pertenecer; 
cosas que de hecho están fuera, pero simbólicamente dentro. De ese 
modo quedan revestidas de "cualidad de Yo". El dinero, entonces, con 
esa cualidad de Yo, se constituye para muchas personas inseguras 
en un asunto bastante problemático: perder dinero, darlo a cambio, 
donarlo, constituyen actos de pérdida que no podemos ya considerar 
de un objeto exterior sino de algo que ha sido previamente 
"incorporado"; es decir, de algo íntimamente relacionado con su Yo. 
Esa persona intentará reasegurarse mediante la posesión y el control 
de su dinero, del mismo modo que el niño, durante el período de su 
fase anal, puede utilizar el control de su actividad defecatoria como un 
modo de autoafirmación frente al medio ambiente.
Cuando fallan las vías de sublimación descritas en el análisis 
anteriormente citado de Ferenczi, o cuando determinadas 
circunstancias se vuelven difíciles para el sujeto, forzando de ese 
modo una regresión a estadios anteriores de su vida afectiva, las 
actitudes frente al dinero pueden hacerse sumamente irracionales. El 
individuo queda entonces atascado en sus primitivas satisfacciones 
erótico-anales y tiende a revivirlas bajo un modo sintomático; es decir, 
no adaptado a las funciones reales que el dinero posee para la vida. 
Retenerlo o expulsarlo (ahorrar o gastar, por ejemplo) no se lleva a 
cabo tanto en función de las necesidades reales, sino en función de 
pulsiones anales no reconocidas. Es la relación regresiva con el 
dinero o con la propiedad de objetos que quedan impregnados con la 
misma dinámica posesiva (retentiva) de la analidad.
Las colecciones de objetos inútiles, la incapacidad para 
desprenderse de trastos que revelan a todas luces su inutilidad, la 
conversión del tiempo en "oro" con el que se procura mantener la 
misma relación acaparativa, son situaciones relativamente frecuentes 
que vienen a expresar un amor perverso que se puede, naturalmente, 
camuflar con los más variopintos modos de racionalización.

El amor perverso al dinero
Sobre los modos enfermizos de experimentar los sentimientos de 
propiedad, la psicología clínica podría proporcionarnos incontables 
casos. Sin tener que llegar a la situación de los enfermos psicóticos, 
que hablan de sus excrementos como de su riqueza, su dinero, su oro 
o su alimento, podemos encontrar a aquellos neuróticos que ponen 
de manifiesto, trágicamente en ocasiones, la dinámica irracional que 
tantas veces se esconde en los comportamientos económicos.
Es conocida la figura del neurótico, obsesivo particularmente, que 
mantiene unas difíciles relaciones con el dinero a la hora, sobre todo, 
de realizar algún tipo de dispendio. K. Abraham nos ha puesto de 
manifiesto la dependencia infantil con relación a sus padres que se 
suele ocultar en dichos sujetos tras ese modo de comportarse. A 
veces, sin embargo, pueden realizar gastos repentinos con la secreta 
ilusión de vivir una simbólica y deseada independencia que ellos 
saben, de algún modo, que les falta 14.
Las ambiguas relaciones con el dinero que se pueden mantener 
desde una deficiente resolución de las temáticas anales traen consigo 
también que dichas relaciones se encuentren con frecuencia 
enormemente impregnadas de sentimientos de culpabilidad. Desde 
ellas se puede dar lugar a comportamientos antivitales y, en un doble 
sentido -monetario y psicodinámico a la vez-, antieconómicos: el 
sujeto puede castigar sus pulsiones sádico-anales inconscientes 
perdiendo dinero o buscándose de algún modo la ruina. El mismo 
género de culpabilidad neurótico invade también la conducta de 
aquellos sujetos que alcanzan un nivel de bienestar a causa de haber 
logrado cierto grado de nivel económico: ese tipo de placer, por las 
conexiones inconscientes que posee, les está internamente prohibido. 
Naturalmente, todo ello se puede revestir de bellas racionalizaciones 
sobre el valor de la frugalidad o de la pobreza evangélica.
El amor al dinero, pues, cuando se impone más allá de sus 
funciones de adaptación a la realidad, estaría expresando una 
dimensión infantil de la afectividad. No podemos olvidar que ese amor, 
por sus raíces esencialmente anales, se sitúa en el área de lo 
pregenital, y esto, psicoanalíticamente hablando, viene a significar 
una posición en la que predomina el narcisismo y en la que, por ello, 
no se ha alcanzado el pleno desarrollo de la afectividad; es decir, la 
plena capacidad de amar (u odiar), la superación de la ambivalencia, 
el autorrespeto y la consideración a los otros, la capacidad de 
sublimación, en el manejo de las emociones, etc ... ).
En el amor perverso al dinero no se trata ya de tener algo, sino de 
tenerse a sí mismo en una dinámica de orientación marcadamente 
centrípeta. Se trata de encerrarse sobre sí en una totalidad que 
quiere negar su referencia al exterior. Con ello el sujeto pretende 
cubrir una carencia interna y conquistar una seguridad, pero en 
realidad se está situando en la posición más insegura que cabe 
imaginar, pues, como expresa E. Fromm en sus análisis sobre el 
tener, si soy lo que tengo, y lo que tengo se pierde, entonces ¿quién 
soy? 15.
Es importante tener en cuenta además que, si bien la conexión 
entre los sentimientos de propiedad y los contenidos anales ha sido la 
privilegiada en el conjunto de las interpretaciones psicoanalíticas, no 
han sido, sin embargo, las únicas que se han puesto de relieve. La 
conexión entre el dinero y la libido infantil no tiene por qué 
circunscribirse con exclusividad al área de la analidad, si bien parece 
encontrar ahí su peso gravitatorio fundamental. Caben también, sin 
embargo, modos de relación que ponen de manifiesto una dimensión 
infantil de carácter oral o incluso fálico16.
El dinero, en efecto, puede simbolizar también para el sujeto una 
especie de alimento con el que calmar determinadas ansiedades 
orales o con el que compensar determinadas carencias de ese orden 
17. También puede ser utilizado como símbolo de una potencia 
genital, dando lugar a comportamientos de aparente generosidad 
(regalos de valor, mecenazgos, etc ... ) y que no buscan sino poner 
de manifiesto una problemática y deseada potencia en otro orden de 
cosas 18.
Si en el dinero existe latente una cuestión de amor, ese amor puede 
expresarse en muy diversos registros, desde los más infantiles y 
primarias hasta los más evolucionados. Por supuesto, caben también 
las regresiones desde un registro a otro, a partir de la dinámica 
afectiva particular que el sujeto experimente en el presente, y siempre 
según las vicisitudes de su historia afectiva anterior. Una genital¡dad 
disminuida puede acentuar la importancia de las funciones anales, 
como en el caso de aquel sujeto cuyas inversiones en bolsa se 
estimulaban cada vez que sufría un fracaso amoroso.

La vertiente psicosocial del problema
El conjunto de las interpretaciones anteriores puede crear la 
impresión de que el psicoanálisis, una vez más, atribuye un papel 
excesivo a las incidencias de la vida libidinosa infantil y a sus 
ramificaciones inconscientes. Tanto más en un terreno como el del 
dinero, en el que, como sabemos, son otros tipos de intereses, 
socioeconómicos y políticos sobre todo, los que vienen a marcar la 
pauta fundamental.
No debemos olvidar, sin embargo, que la equiparación entre las 
heces y el dinero no pretende (al menos no debe pretender) derivar 
reductivamente la constitución de la dinámica económica en la 
dinámica libidinal infantil. Deducir la función real del dinero a partir de 
su uso neurótico sería, nos dice 0. Fenichel, uno de los máximos 
representantes de la teoría y técnica analítica, como suponer que el 
oculto significado sexual que puede tener para el histérico el acto de 
caminar revela el carácter sexual de esa función, dejando en un 
segundo plano lo que supone como medio de traslación 19. Pero, 
como nos indica P. Ricoeur a propósito también de la interpretación 
freudiana de la pasión de tener, no existe ningún dominio del existir 
humano que escape a la investigación libidinal del amor y el odio. Esa 
interpretación será, sin embargo, perfectamente compatible con otras 
teorías que restituyan su especificidad a la esfera de lo económico 20. 

Pero, además, habrá que tener en cuenta que esa misma 
especificidad de lo económico debe ser considerada, también desde 
una perspectiva psicoanalítica, como un agente de primer orden en la 
determinación de los comportamientos frente al dinero. Es la dinámica 
económica la que, de hecho, juega habitualmente en nuestra 
sociedad como propulsara de las vertientes más regresivas de dichos 
comportamientos en relación al dinero. Por ello se podría afirmar, con 
Fenichel, que es más bien la función real del dinero lo que influye en 
el erotismo anal; pues vienen a ser las condiciones sociales las que 
determinan en gran medida el alcance e incluso la intensidad de las 
tendencias pulsionales de retención. Las pulsiones anales se 
transforman en un deseo de alcanzar riqueza solamente bajo la 
existencia de condiciones sociales específicas.
Como nos enseñaba A. Tornos en sus cursos de antropología 
filosófica, las tendencias humanas poseen una configuración social. 
Es decir, que existen unas maneras típicas de satisfacción de los 
instintos, necesidades y pulsiones que no están biológicamente 
prefijadas, pero sí socialmente modeladas. Los modos de satisfacer la 
agresividad, el prestigio o el poder, pueden variar de modos muy 
considerables según las pautas de comportamiento que desde el 
medio ambiente se proponen y se gratifican.

Publicidad y consumo
Parece evidente que en estos modos de estructuración social de las 
tendencias pulsionales la propaganda viene a jugar un papel decisivo. 
"Cásate por interés", reza actualmente un mensaje publicitario, 
anteponiendo en su doble mensaje el amor al dinero sobre uno de los 
tipos de amor hasta ahora más cotizados: el de la pareja. Pero, al 
parecer, tal como ironiza Carlos Cano en su canción sobre la España 
de hoy, "María es la economía, María es la comisión".
PRESTIGIO/DINERO: Un somero análisis de esos mensajes 
publicitarios que nos rodean pondría en evidencia cómo la 
satisfacción del prestigio se encuentra en la actualidad íntimamente 
ligada de modo predominante a la posesión de dinero. De sobra es 
conocido que los banqueros comienzan a sustituir a los aristócratas 
en las revistas del corazón. Y una encuesta reciente nos hacía saber 
que para el 74'6% de los españoles, el prestigio se encuentra 
primordialmente asociado a la posesión del dinero22.
Esa misma encuesta nos hace saber también que el 83,4% de los 
españoles están convencidos de que para enriquecerse hay que ser 
previamente deshonesto. Con ello se pone de manifiesto, una vez 
más, que la conducta frente al dinero está marcada por las posiciones 
más primitivas del egocentrismo infantil, con su escandalosa 
desconsideración de los otros.
Se confirma de este modo la idea de K. Horney cuando afirma que 
el afán de posesión impulsado por nuestra sociedad occidental 
moviliza una hostilidad como tendencia a despojar al otro, pudiendo 
llegar a convertirse el deseo de defraudar, explotar o frustrar a los 
demás en una auténtica norma cultural23. "Que viva la economía, que 
viva el dinero negro, y a vivir que son dos días, y si te vi no me 
acuerdo", que canta también Carlos Cano sobre la España de hoy.
CONSUMO/ALIENACION ALIENACION/CONSUMO: A todo este 
propósito merece la pena recordar también los análisis que ha llevado 
a cabo E. Fromm poniendo de relieve la profunda alienación humana 
que se produce desde los modos occidentales de consumo. Consumir 
ha dejado de ser una experiencia significativa, humana, para 
convertirse en un modo de satisfacer fantasías artificialmente 
estimuladas, fantasías que en realidad son ajenas a nuestro ser real y 
concreto. Comemos y bebemos las fantasías que nos suministra la 
propaganda. Consumir se ha hecho, de este modo, un fin en sí 
mismo; un fin, por lo demás, de carácter claramente compulsivo e 
irracional y con el que el ser queda sustituido por el tener, hasta el 
punto de que en la sociedad actual se puede llegar a esa 
identificación perversa según la cual el sujeto podría afirmar con 
verdad: yo soy lo que consumo 24.
Desde esta dinámica de consumo, la productividad se alza entonces 
como el objetivo más importante. Una productividad que pervierte de 
modo profundo el sentido de progreso, pues en realidad, tal como se 
desprende de los análisis de H. Marcuse, se trata de un progreso que 
se desentiende de valores tan esenciales como la paz o la felicidad 
humana 25. Ya no damos el excedente a Dios; el proceso de producir 
un excedente cada vez mayor es en sí mismo nuestro Dios, afirma 
atinadamente Norman Brownll. El psicólogo puede, llegados a este 
punto, ceder el puesto al teólogo, puesto que nos encontramos en el 
terreno de la religión y de la idolatría. Y ya conocemos de qué 
material ha sido fabricado el ídolo.

Carlos Domínguez
SAL TERRAE 1990/06 Págs. 435-447

....................
1. J. M. KEYNES, Essays in Persuasion, London 1931, p. 369.
2. Cf. S. FERENCZI, Ontogénesis del interés por el dinero (1914), en Psicoanálisís, 
II, p. 187
3. Cf. a este respecto, S. FREUD, La iniciación del tratamiento (1913), en 
ObrasCompletas, II, p. 1966.
4. La llamada "fase anal" o "fase anal-sádica" constituye la segunda fase de la 
evolución libidinal infantil y se caracteriza por una organización de la libido bajo la 
primacía de la zona erógena anal. La función fisiológica de la defecación, en su 
doble polaridad de expulsión-retención, se establece como paradigma de 
relación con los objetos. Cf. J. LAPLANCHE - J. B. PONTALIS, Diccionario de 
psicoanálisis, Barcelona 1971, s.v. Fase anal-sádica.
5. S. FREUD, Los orígenes del psícoanálisis, en Obras Completas, III, pp. 
3560-3561.
6. Cf. S. FREUD, El carácter y el erotismo anal (1908), en Obras Completas, II, pp. 
1355- 1357; Prólogo para un libro de John Cregory Bourke (1913), en O.C., II, p. 
1940; Sobre las transformaciones de los Instintos, y especialmente del erotismo 
anal (1917), en O.C., II, pp. 2035-2036; Lecciones introductorias al psicoanálisis 
(1916-17), en O.C., II, pp. 2319, 2363; Nuevas lecciones introductorías al 
psicoanálisís (1932), en O.C., III, pp. 3157-3158.
7. Cf. S. FREUD, El carácter y el erotismo anal (1908), en O.C., II, p. 1356.
8. Cf.S. FREUD, Sobre las transformaciones de los instintos, y especialmente del 
erotismo anal (1917), en O.C., 11, pp. 2035-2036.
9. Cf. S. FERENCZI, op. cit., pp. 184-188.
10. Cf. a este respecto los abundantes datos y bibliografía que proporciona el 
psicoanalista E. JONES en sus estudios Traits de caractere se rattachant d l' 
érotisme anal (1919) y La théorle du symbolisme (1916), ambos en Théorie et 
pratique de la psychanalyse, Paris 1969, pp. 117 y 387-390; véase también The 
Symbolic Significance of Salt (1912), en Psycho-Myth, Psycho-History, II, New 
York 1974, pp. 22-109.
11. Cf. J.E. CIRLOT, Diccionario de los símbolos, Barcelona 1968, s.v. Excremento; J. 
CHEVALIER - A. CHEERBRANT, Diccionario de los símbolos, Barcelona 1986, s. 
v. Heces.
12. Cf. la obra de J. C. BOURKE, prologada por Freud, Der Unrat ín Sitte, Brauch, 
Clauben und Gewohnheitsrecht der Wdlker, Leipzig 1913. Cf. igualmente M. 
MEAD, Sexo y temperamento, Buenos Aires 1972, p. 28; N. BROWN, Eros y 
tanatos, México 1967, pp. 349-350.
13. Cf. O. FENICHEL, Teoría psicoanalítica de las neurosis, Buenos Aires 1973, 5 pp. 
318-324.
14. Cf. K. ABRAHAM, Prodigalité et crise d'angoisse (1916), en O.C., II, PP. 80-82. 
También Freud nos da cuenta de los mismos ataques repentinos de tacañería o 
de prodigalidad en el famoso caso del "hombre de los lobos": cf. S. FREUD, 
Historia de una neurosis Infantil (1918), en O.C., II, p. 1980.
15. E.FROMM Ser o tener, México 1978, p.110. 
16. La fase oral se corresponde con el primer estadio de la evolución libidinal. En 
ella, el placer sexual está ligado a la excitación de la cavidad bucal y de los labos. 
La fase fálica sigue a la fase anal y se caracteriza por la primacía de lo genital. 
Cf. LAPLANCHE - J. B. PONTALIS, op. cit., s.v. Fase oral y Fase fálica.
17. En este sentido afirma E, FROMM que a mediados del siglo XX la orientación 
acumulatíva ha dado paso a la orientación receptiva, en la cual la finalidad es 
recibir, "chupar", tener siempre algo nuevo, vivir con la boca entreabierta. Cf. 
Psicoanálisis de la sociedad contemporánea, Madrid 1956, pp. 113ss.
18. Norman Brown nos ha hecho caer en la cuenta de las connotaciones de carácter 
genital y edípicas que Freud atribuye a los contenidos anales cuando relaciona 
los excrementos no sólo con la categoría "regalo" o "dinero", sino también con 
las de "pene" o "niño". Cf. N. BROWN, op.-cit. pp. 334-340.
19. Cf. O. FENICHEL, op. cit., pp. 544-545.
20. Cf. P. RICOEUR, Freud. una interpretación de la cultura, México 1970, pp. 441-450.
21. Cf. O. FENICHEL, op. cit., p. 545. En línea parecida se inscriben las ideas de E. 
Fromm sobre el carácter social, C.F. A. CAPARROS, El carácter social según E. Fromm, Salamanca 1975.
22. La investigación (ICP / Research) fue publicada por la Revista Cambío 16 del 30 
de abril de 1990. 
23. Cf. K. HORNEY, La personalidad neurótica de nuestro tiempo, en especial el 
capítulo X: "El afán de poderío, fama y posesión", Barcelona 1985, pp. 110- 117.
24. Cf. E. FROMM, Psicoanálisis de la sociedad contemporánea, pp. 113-118, y Ser o 
tener, pp. 43 y 105ss.
25. Cf. H. MARCUSE, "La idea de progreso a la luz del psicoanálisis", en Freud en la 
actualidad, Barcelona 1971, pp. 552-572.
26. N. BROWN, op. cit., p. 304.