PSICOLOGÍA DEL "AMOR AL DINERO"
CARLOS DOMINGUEZ MORANO
Psicoterapeuta
Profesor de la Facultad de Teología. Granada
Aurum in stercore quaero
(Virgilio)
Una cuestión de amor
Bastaría quizás una rápida observación de nuestras relaciones con
el dinero para percatarnos de que, con bastante frecuencia, dichas
relaciones comportan una serie de dimensiones no del todo lógicas ni
racionales. Parece como si en los asuntos de dinero se tratase
siempre de algo más que de dinero. Con mucha facilidad, en efecto,
se inmiscuye una serie de elementos que nada o poco tienen que ver
con las funciones reales que el dinero tiene que desempeñar en
nuestra vida. Hay un algo más que parece concernir más bien al
orden de nuestras vinculaciones afectivas, orden que por esencia
misma escapa al de la lógica y la racionalidad. Cuestión, por tanto, de
"amor" o "desamor", con toda la arborescencia de sentimientos que
desde ahí se pueden engendrar: deseos, temores, posesión, rechazo,
culpa, etc.
Si tal "infraestructura" dinámica más o menos "normal" la podemos
advertir en nosotros mismos o en cualquier sujeto de nuestro
alrededor, probablemente también podremos todos recordar casos
que la vida o la literatura nos han presentado y en los que la
irracionalidad parece haberse impuesto del modo más chocante y
sorprendente. Los casos de comportamientos absurdos en este área
se pueden multiplicar de modo casi indefinido: mendigos que ocultan
millones, personas que se resisten a cambiar miles de monedas
sueltas, sujetos que se angustian ante la idea de gastar una cantidad
ridícula en metálico y que son capaces de los mayores dispendios si
es a base de tarjetas de crédito o de talones bancarios, etc., etc.,
etc.
Se podría acertadamente afirmar que pocas dimensiones de la vida
ponen a la vez en juego tanto las dimensiones más racionales como
las más irracionales de la personalidad. En ningún otro sector de la
conducta, en efecto, podemos llegar a emplear tanto cálculo
aritmético, y en pocos otros podemos también llegar a cometer tal
cantidad de desvaríos.
Por ello, quizás, algunos hombres que han aplicado lo mejor de su
capacidad racional al estudio del capital han sabido reconocer esa
corriente subterránea que fluye por debajo de la implacable lógica
económica. Sirvan como botón de muestra las palabras de John
Maynard Keynes, sin duda una de las figuras de mayor impacto en
toda la teoría económica del siglo XX: "El amor al dinero como
posesión -distinto del amor del dinero como medio del conocimiento
del gozo y de las realidades de la vida- se reconocerá como lo que es,
una morbidez un tanto repugnante, una de esas propensiones medio
patológicas que se entregan con un estremecimiento a los
especialistas en enfermedades mentales" 1.
Partiendo de su contacto con la enfermedad mental y rebasándolo
por su aplicación a la cultura, el psicoanálisis se ha visto obligado a
desconfiar particularmente de todo tipo de discurso que se alce con la
pretensión de suprema racionalidad. No es de extrañar, por tanto, que
también se haya interesado por el comportamiento económico y que
haya detectado en su trasfondo ocultas vinculaciones con nuestra
pasada historia afectiva individual. El carácter del capitalismo, como
expresó S. Ferenczi, no es puramente utilitario, sino también libidinoso
e irracional. Su impulso no obedece tan sólo a cuestiones de orden
práctico, al principio de la realidad, sino que integra también una
dimensión irracional que obedece al primitivo principio del placer 2.
En nuestra relación con el dinero -nos ha hecho ver el
psicoanálisis- se encuentra también implicada una cuestión de amor;
expresado con términos más freudianos, una cuestión de orden
libidinal, inconsciente y de raíces infantiles. Ello viene a dar cuenta,
entre otras cosas, de que, tal como sucede en los temas
concernientes a la sexualidad, el dinero provoque también tantas
reacciones de doblez, de falso pudor y de hipocresía. Hablar de
dinero -lo sabemos- puede resultar a veces tan engorroso como
hablar de asuntos sexuales 3.
Una relación sorprendente
A/DINERO/RELACION: El primero en desentrañar las ocultas
relaciones entre el amor al dinero y nuestro pasado infantil fue el
mismo Freud. Como en tantas otras ocasiones, por lo demás,
aportando una interpretación que, al menos de primeras, suele
suscitar en el público profano a los ambientes psicoanalíticos unas
resistencias y un malestar que, con frecuencia, se alzan de modo
inmediato y casi automático.
El contenido mismo de la interpretación es especialmente propenso
a movilizar la repugnancia y el rechazo, puesto que se trata en esta
ocasión de una relación, a nivel de libido anal, entre el dinero y los
excrementos 4.
Efectivamente, esta relación la intuyó Freud desde los comienzos
mismos de su investigación y la encontramos ya en una carta del 21
de enero de 1897 a su más íntimo confidente y amigo de aquella
época, W. Fliess: el dinero, que en los cuentos y leyendas se
convierte en excrementos -le dice-, no hace sino transformarse en la
sustancia que primitivamente fue 5.
En esta sorprendente relación no dejó de insistir y de profundizar a
medida que la práctica analítica fue progresando en el conocimiento
de la neurosis y, en particular, de la neurosis obsesiva, tan
íntimamente ligada, como sabemos, a la problemática de la fase anal
infantil 6. Se lleva a cabo, de este modo, una de esas llamadas por
Freud "conversiones" (Umsetzung) mediante las que se opera una
transposición de emociones pulsionales de ciertas zonas erógenas a
objetos aparentemente extraños.
DINERO/EXCREMENTOS: Pero ¿en qué se puede fundamentar tan
extraña relación entre el dinero y los excrementos? En los primeros
escritos sobre el tema, Freud se lo plantea como una más de esas
relaciones de antítesis que son tan queridas de las elaboraciones del
Inconsciente (sueños, síntomas neuróticos, etc ... ) 7. Más tarde, sin
embargo, caerá en la cuenta de que no se trata tanto de una relación
de antítesis, sino más bien de analogía: partiendo de la situación
narcisista infantil, los excrementos poseen para el niño un altísimo
valor, difícil de reconocer por el adulto, necesariamente lejano ya, a
través de una serie de formaciones reactivas, de esa primitiva y alta
valoración.
NIÑO/EXCREMENTOS: Las heces constituyen para el niño algo
que, por el mero hecho de desprenderse de su cuerpo, participan de
la altísima valoración que él se atribuye a sí mismo. Al establecimiento
de la relación tampoco será ajeno el hecho de que, justo cuando el
niño se ve obligado por razones higiénicas a separarse de las heces,
aparece el dinero a su alrededor como un objeto altamente valorado.
La relación, nos hizo saber Freud, puede extenderse, más allá del
dinero, hasta otras asociaciones de tipo inconsciente, como son
heces-regalo-niño y pene 8.
S. Ferenczi, con la habitual agudeza y profundidad que caracteriza
a todos sus estudios, nos muestra los diversos pasos por los que el
niño va efectuando la sublimación del contenido anal hasta llegar a su
transmutación simbólica en el dinero. La materia fecal va pasando así
por una serie de sustituciones en las que progresivamente se va
distorsionando la primitiva satisfacción autoerótica relacionada con la
defecación: el barro, la arena, la piedra, las canicas y botones,
objetos todos que tanta satisfacción procuran al niño, van facilitando
la sustitución de lo fétido, húmedo y blando por lo inodoro, seco y
duro. La moneda, que desde el exterior se presenta como objeto de
valor, se presta así a la sustitución y sublimación de los primitivos
contenidos anales 9. Un largo camino y un complejo proceso, como
vemos, para conquistar la máxima de que el dinero no huele (Pecunia
non olet).
Algunos datos de la antropología
La asociación establecida por el psicoanálisis entre heces y dinero
puede resultar, a pesar de todas estas explicaciones, chocante y,
también, por el influjo de motivos afectivos, increíble. Particularmente
inverosímil puede resultar que hayamos podido atribuir un alto valor a
lo que desde nuestra conciencia adulta juzgamos como la
representación misma de lo desdeñable: los excrementos. Por ello
convendrá quizás, antes de proseguir con la exposición de otros
elementos de la investigación psicoanalítica, recordar algunos datos
que la antropología nos ha suministrado y que parecen verificar la
sorprendente interpretación freudiana.
Numerosos símbolos, leyendas de todo tipo, incalculables
proverbios e incluso ritos de orden religioso nos recuerdan el alto
valor que, de diversos modos, el hombre ha adjudicado a los
contenidos anales y la relación que de ellos ha hecho con el oro o el
dinero.
Desde la popular figura del "cagaducados" representada en las
fachadas de algunos Bancos alemanes; el, en cierto modo
equivalente, de la "gallina de los huevos de oro"; las representaciones
pictóricas de arte erótico (particularmente en las caricaturas) o, como
podemos admirar en el Museo del Prado, en lienzos como el del
Paraíso del Bosco, en el que también observamos un sujeto
defecando monedas; todos ellos y muchos más nos ilustran de modo
inequívoco que la sabiduría popular y el arte han captado y reflejado
de incontables maneras esa relación inconsciente que el psicoanálisis
ha venido a sacar a la luz y a proporcionarle una explicación 10.
También en la Alquimia encontramos la misma relación cuando la
nigredo y la obtención del aurum philosophicum aparecen como dos
extremos de la obra de transmutación 11.
Numerosos ritos de orden mágico o religioso evidencian igualmente
esa valoración de lo inmundo mediante la atribución que se le hace de
importantes virtualidades. Los excrementos simbolizan con frecuencia
un poder biológico sagrado que reside en el hombre y que, evacuado,
puede en cierto modo ser recuperado. Muchas tribus salvajes tienen
la costumbre de devorar inmundicia de todas clases, incluyendo las
propias. Las que pertenecen a los hombres sagrados (como ocurre
en algún lugar del Tíbet) adquieren un alto significado religioso, y a
veces el oro se presenta como una sublimación del excremento de un
dios determinado. La deidad azteca de Tlazolteoltl, cuyo nombre
significa la "coprófaga" o "diosa de la inmundicia", aparece
representada en actitud defecatoria. La coprofagia ritual ha hecho
aparición también por diversos lugares en el transcurso de la larga
historia de las religiones 12.
Del mismo modo, las expresiones populares dan fe de la misma
asociación efectuada tantas veces entre los contenidos anales y el
dinero. En alemán, por ejemplo, las hemorroides son llamadas "venas
de oro" (Goldener Ader). Decimos de la persona que nada en la
abundancia que "apesta a dinero", o del que no tiene un duro que
"está estreñido". Los refranes y proverbios también resultan
elocuentes al efecto: El dinero es la vejiga del hombre: no puede
hablar, pero puede gritar; o Las monedas de oro son como estiércol,
pero la faz vale mil oros, que dicen los chinos. Y como reza un dicho
del refranero español: El oro hecho moneda ¡por cuántas sentinas
rueda!
A los psicoanalistas no se les ha escapado tampoco las
connotaciones anales que pueden poseer también determinadas
expresiones del lenguaje económico tales como "capital en
circulación" o "dinero líquido", así como las más actuales de "dinero
negro" o la de "limpiar o blanquear dinero".
El sentimiento de propiedad
Volviendo al campo de la investigación psicoanalítica, merece la
pena detenerse y profundizar en las relaciones establecidas entre la
dinámica de posesión, tan prototípica de la fase anal, y el sentimiento
de propiedad, que marca de modo tan importante a nuestra sociedad
occidental. Quizás haya sido O. Fenichel el que mejor ha profundizado
en dichas relaciones 13.
Cuando el niño pierde sus heces, que para él representan una
sustancia muy preciosa, una parte de su propio cuerpo, siente que
"esto es algo que debería estar en mi cuerpo, pero ahora está fuera,
y no puede ponerlo de vuelta". Entonces lo llama "mío", que en este
contexto vendría a significar: "lo declaro simbólicamente
puesto-dentro-de-mi-cuerpo". Propiedad significa, entonces, cosas
que de hecho no pertenecen al yo, pero que debieran pertenecer;
cosas que de hecho están fuera, pero simbólicamente dentro. De ese
modo quedan revestidas de "cualidad de Yo". El dinero, entonces, con
esa cualidad de Yo, se constituye para muchas personas inseguras
en un asunto bastante problemático: perder dinero, darlo a cambio,
donarlo, constituyen actos de pérdida que no podemos ya considerar
de un objeto exterior sino de algo que ha sido previamente
"incorporado"; es decir, de algo íntimamente relacionado con su Yo.
Esa persona intentará reasegurarse mediante la posesión y el control
de su dinero, del mismo modo que el niño, durante el período de su
fase anal, puede utilizar el control de su actividad defecatoria como un
modo de autoafirmación frente al medio ambiente.
Cuando fallan las vías de sublimación descritas en el análisis
anteriormente citado de Ferenczi, o cuando determinadas
circunstancias se vuelven difíciles para el sujeto, forzando de ese
modo una regresión a estadios anteriores de su vida afectiva, las
actitudes frente al dinero pueden hacerse sumamente irracionales. El
individuo queda entonces atascado en sus primitivas satisfacciones
erótico-anales y tiende a revivirlas bajo un modo sintomático; es decir,
no adaptado a las funciones reales que el dinero posee para la vida.
Retenerlo o expulsarlo (ahorrar o gastar, por ejemplo) no se lleva a
cabo tanto en función de las necesidades reales, sino en función de
pulsiones anales no reconocidas. Es la relación regresiva con el
dinero o con la propiedad de objetos que quedan impregnados con la
misma dinámica posesiva (retentiva) de la analidad.
Las colecciones de objetos inútiles, la incapacidad para
desprenderse de trastos que revelan a todas luces su inutilidad, la
conversión del tiempo en "oro" con el que se procura mantener la
misma relación acaparativa, son situaciones relativamente frecuentes
que vienen a expresar un amor perverso que se puede, naturalmente,
camuflar con los más variopintos modos de racionalización.
El amor perverso al dinero
Sobre los modos enfermizos de experimentar los sentimientos de
propiedad, la psicología clínica podría proporcionarnos incontables
casos. Sin tener que llegar a la situación de los enfermos psicóticos,
que hablan de sus excrementos como de su riqueza, su dinero, su oro
o su alimento, podemos encontrar a aquellos neuróticos que ponen
de manifiesto, trágicamente en ocasiones, la dinámica irracional que
tantas veces se esconde en los comportamientos económicos.
Es conocida la figura del neurótico, obsesivo particularmente, que
mantiene unas difíciles relaciones con el dinero a la hora, sobre todo,
de realizar algún tipo de dispendio. K. Abraham nos ha puesto de
manifiesto la dependencia infantil con relación a sus padres que se
suele ocultar en dichos sujetos tras ese modo de comportarse. A
veces, sin embargo, pueden realizar gastos repentinos con la secreta
ilusión de vivir una simbólica y deseada independencia que ellos
saben, de algún modo, que les falta 14.
Las ambiguas relaciones con el dinero que se pueden mantener
desde una deficiente resolución de las temáticas anales traen consigo
también que dichas relaciones se encuentren con frecuencia
enormemente impregnadas de sentimientos de culpabilidad. Desde
ellas se puede dar lugar a comportamientos antivitales y, en un doble
sentido -monetario y psicodinámico a la vez-, antieconómicos: el
sujeto puede castigar sus pulsiones sádico-anales inconscientes
perdiendo dinero o buscándose de algún modo la ruina. El mismo
género de culpabilidad neurótico invade también la conducta de
aquellos sujetos que alcanzan un nivel de bienestar a causa de haber
logrado cierto grado de nivel económico: ese tipo de placer, por las
conexiones inconscientes que posee, les está internamente prohibido.
Naturalmente, todo ello se puede revestir de bellas racionalizaciones
sobre el valor de la frugalidad o de la pobreza evangélica.
El amor al dinero, pues, cuando se impone más allá de sus
funciones de adaptación a la realidad, estaría expresando una
dimensión infantil de la afectividad. No podemos olvidar que ese amor,
por sus raíces esencialmente anales, se sitúa en el área de lo
pregenital, y esto, psicoanalíticamente hablando, viene a significar
una posición en la que predomina el narcisismo y en la que, por ello,
no se ha alcanzado el pleno desarrollo de la afectividad; es decir, la
plena capacidad de amar (u odiar), la superación de la ambivalencia,
el autorrespeto y la consideración a los otros, la capacidad de
sublimación, en el manejo de las emociones, etc ... ).
En el amor perverso al dinero no se trata ya de tener algo, sino de
tenerse a sí mismo en una dinámica de orientación marcadamente
centrípeta. Se trata de encerrarse sobre sí en una totalidad que
quiere negar su referencia al exterior. Con ello el sujeto pretende
cubrir una carencia interna y conquistar una seguridad, pero en
realidad se está situando en la posición más insegura que cabe
imaginar, pues, como expresa E. Fromm en sus análisis sobre el
tener, si soy lo que tengo, y lo que tengo se pierde, entonces ¿quién
soy? 15.
Es importante tener en cuenta además que, si bien la conexión
entre los sentimientos de propiedad y los contenidos anales ha sido la
privilegiada en el conjunto de las interpretaciones psicoanalíticas, no
han sido, sin embargo, las únicas que se han puesto de relieve. La
conexión entre el dinero y la libido infantil no tiene por qué
circunscribirse con exclusividad al área de la analidad, si bien parece
encontrar ahí su peso gravitatorio fundamental. Caben también, sin
embargo, modos de relación que ponen de manifiesto una dimensión
infantil de carácter oral o incluso fálico16.
El dinero, en efecto, puede simbolizar también para el sujeto una
especie de alimento con el que calmar determinadas ansiedades
orales o con el que compensar determinadas carencias de ese orden
17. También puede ser utilizado como símbolo de una potencia
genital, dando lugar a comportamientos de aparente generosidad
(regalos de valor, mecenazgos, etc ... ) y que no buscan sino poner
de manifiesto una problemática y deseada potencia en otro orden de
cosas 18.
Si en el dinero existe latente una cuestión de amor, ese amor puede
expresarse en muy diversos registros, desde los más infantiles y
primarias hasta los más evolucionados. Por supuesto, caben también
las regresiones desde un registro a otro, a partir de la dinámica
afectiva particular que el sujeto experimente en el presente, y siempre
según las vicisitudes de su historia afectiva anterior. Una genital¡dad
disminuida puede acentuar la importancia de las funciones anales,
como en el caso de aquel sujeto cuyas inversiones en bolsa se
estimulaban cada vez que sufría un fracaso amoroso.
La vertiente psicosocial del problema
El conjunto de las interpretaciones anteriores puede crear la
impresión de que el psicoanálisis, una vez más, atribuye un papel
excesivo a las incidencias de la vida libidinosa infantil y a sus
ramificaciones inconscientes. Tanto más en un terreno como el del
dinero, en el que, como sabemos, son otros tipos de intereses,
socioeconómicos y políticos sobre todo, los que vienen a marcar la
pauta fundamental.
No debemos olvidar, sin embargo, que la equiparación entre las
heces y el dinero no pretende (al menos no debe pretender) derivar
reductivamente la constitución de la dinámica económica en la
dinámica libidinal infantil. Deducir la función real del dinero a partir de
su uso neurótico sería, nos dice 0. Fenichel, uno de los máximos
representantes de la teoría y técnica analítica, como suponer que el
oculto significado sexual que puede tener para el histérico el acto de
caminar revela el carácter sexual de esa función, dejando en un
segundo plano lo que supone como medio de traslación 19. Pero,
como nos indica P. Ricoeur a propósito también de la interpretación
freudiana de la pasión de tener, no existe ningún dominio del existir
humano que escape a la investigación libidinal del amor y el odio. Esa
interpretación será, sin embargo, perfectamente compatible con otras
teorías que restituyan su especificidad a la esfera de lo económico 20.
Pero, además, habrá que tener en cuenta que esa misma
especificidad de lo económico debe ser considerada, también desde
una perspectiva psicoanalítica, como un agente de primer orden en la
determinación de los comportamientos frente al dinero. Es la dinámica
económica la que, de hecho, juega habitualmente en nuestra
sociedad como propulsara de las vertientes más regresivas de dichos
comportamientos en relación al dinero. Por ello se podría afirmar, con
Fenichel, que es más bien la función real del dinero lo que influye en
el erotismo anal; pues vienen a ser las condiciones sociales las que
determinan en gran medida el alcance e incluso la intensidad de las
tendencias pulsionales de retención. Las pulsiones anales se
transforman en un deseo de alcanzar riqueza solamente bajo la
existencia de condiciones sociales específicas.
Como nos enseñaba A. Tornos en sus cursos de antropología
filosófica, las tendencias humanas poseen una configuración social.
Es decir, que existen unas maneras típicas de satisfacción de los
instintos, necesidades y pulsiones que no están biológicamente
prefijadas, pero sí socialmente modeladas. Los modos de satisfacer la
agresividad, el prestigio o el poder, pueden variar de modos muy
considerables según las pautas de comportamiento que desde el
medio ambiente se proponen y se gratifican.
Publicidad y consumo
Parece evidente que en estos modos de estructuración social de las
tendencias pulsionales la propaganda viene a jugar un papel decisivo.
"Cásate por interés", reza actualmente un mensaje publicitario,
anteponiendo en su doble mensaje el amor al dinero sobre uno de los
tipos de amor hasta ahora más cotizados: el de la pareja. Pero, al
parecer, tal como ironiza Carlos Cano en su canción sobre la España
de hoy, "María es la economía, María es la comisión".
PRESTIGIO/DINERO: Un somero análisis de esos mensajes
publicitarios que nos rodean pondría en evidencia cómo la
satisfacción del prestigio se encuentra en la actualidad íntimamente
ligada de modo predominante a la posesión de dinero. De sobra es
conocido que los banqueros comienzan a sustituir a los aristócratas
en las revistas del corazón. Y una encuesta reciente nos hacía saber
que para el 74'6% de los españoles, el prestigio se encuentra
primordialmente asociado a la posesión del dinero22.
Esa misma encuesta nos hace saber también que el 83,4% de los
españoles están convencidos de que para enriquecerse hay que ser
previamente deshonesto. Con ello se pone de manifiesto, una vez
más, que la conducta frente al dinero está marcada por las posiciones
más primitivas del egocentrismo infantil, con su escandalosa
desconsideración de los otros.
Se confirma de este modo la idea de K. Horney cuando afirma que
el afán de posesión impulsado por nuestra sociedad occidental
moviliza una hostilidad como tendencia a despojar al otro, pudiendo
llegar a convertirse el deseo de defraudar, explotar o frustrar a los
demás en una auténtica norma cultural23. "Que viva la economía, que
viva el dinero negro, y a vivir que son dos días, y si te vi no me
acuerdo", que canta también Carlos Cano sobre la España de hoy.
CONSUMO/ALIENACION ALIENACION/CONSUMO: A todo este
propósito merece la pena recordar también los análisis que ha llevado
a cabo E. Fromm poniendo de relieve la profunda alienación humana
que se produce desde los modos occidentales de consumo. Consumir
ha dejado de ser una experiencia significativa, humana, para
convertirse en un modo de satisfacer fantasías artificialmente
estimuladas, fantasías que en realidad son ajenas a nuestro ser real y
concreto. Comemos y bebemos las fantasías que nos suministra la
propaganda. Consumir se ha hecho, de este modo, un fin en sí
mismo; un fin, por lo demás, de carácter claramente compulsivo e
irracional y con el que el ser queda sustituido por el tener, hasta el
punto de que en la sociedad actual se puede llegar a esa
identificación perversa según la cual el sujeto podría afirmar con
verdad: yo soy lo que consumo 24.
Desde esta dinámica de consumo, la productividad se alza entonces
como el objetivo más importante. Una productividad que pervierte de
modo profundo el sentido de progreso, pues en realidad, tal como se
desprende de los análisis de H. Marcuse, se trata de un progreso que
se desentiende de valores tan esenciales como la paz o la felicidad
humana 25. Ya no damos el excedente a Dios; el proceso de producir
un excedente cada vez mayor es en sí mismo nuestro Dios, afirma
atinadamente Norman Brownll. El psicólogo puede, llegados a este
punto, ceder el puesto al teólogo, puesto que nos encontramos en el
terreno de la religión y de la idolatría. Y ya conocemos de qué
material ha sido fabricado el ídolo.
Carlos Domínguez
SAL TERRAE 1990/06 Págs. 435-447
....................
1. J. M. KEYNES, Essays in Persuasion, London 1931, p. 369.
2. Cf. S. FERENCZI, Ontogénesis del interés por el dinero (1914), en Psicoanálisís,
II, p. 187
3. Cf. a este respecto, S. FREUD, La iniciación del tratamiento (1913), en
ObrasCompletas, II, p. 1966.
4. La llamada "fase anal" o "fase anal-sádica" constituye la segunda fase de la
evolución libidinal infantil y se caracteriza por una organización de la libido bajo la
primacía de la zona erógena anal. La función fisiológica de la defecación, en su
doble polaridad de expulsión-retención, se establece como paradigma de
relación con los objetos. Cf. J. LAPLANCHE - J. B. PONTALIS, Diccionario de
psicoanálisis, Barcelona 1971, s.v. Fase anal-sádica.
5. S. FREUD, Los orígenes del psícoanálisis, en Obras Completas, III, pp.
3560-3561.
6. Cf. S. FREUD, El carácter y el erotismo anal (1908), en Obras Completas, II, pp.
1355- 1357; Prólogo para un libro de John Cregory Bourke (1913), en O.C., II, p.
1940; Sobre las transformaciones de los Instintos, y especialmente del erotismo
anal (1917), en O.C., II, pp. 2035-2036; Lecciones introductorias al psicoanálisis
(1916-17), en O.C., II, pp. 2319, 2363; Nuevas lecciones introductorías al
psicoanálisís (1932), en O.C., III, pp. 3157-3158.
7. Cf. S. FREUD, El carácter y el erotismo anal (1908), en O.C., II, p. 1356.
8. Cf.S. FREUD, Sobre las transformaciones de los instintos, y especialmente del
erotismo anal (1917), en O.C., 11, pp. 2035-2036.
9. Cf. S. FERENCZI, op. cit., pp. 184-188.
10. Cf. a este respecto los abundantes datos y bibliografía que proporciona el
psicoanalista E. JONES en sus estudios Traits de caractere se rattachant d l'
érotisme anal (1919) y La théorle du symbolisme (1916), ambos en Théorie et
pratique de la psychanalyse, Paris 1969, pp. 117 y 387-390; véase también The
Symbolic Significance of Salt (1912), en Psycho-Myth, Psycho-History, II, New
York 1974, pp. 22-109.
11. Cf. J.E. CIRLOT, Diccionario de los símbolos, Barcelona 1968, s.v. Excremento; J.
CHEVALIER - A. CHEERBRANT, Diccionario de los símbolos, Barcelona 1986, s.
v. Heces.
12. Cf. la obra de J. C. BOURKE, prologada por Freud, Der Unrat ín Sitte, Brauch,
Clauben und Gewohnheitsrecht der Wdlker, Leipzig 1913. Cf. igualmente M.
MEAD, Sexo y temperamento, Buenos Aires 1972, p. 28; N. BROWN, Eros y
tanatos, México 1967, pp. 349-350.
13. Cf. O. FENICHEL, Teoría psicoanalítica de las neurosis, Buenos Aires 1973, 5 pp.
318-324.
14. Cf. K. ABRAHAM, Prodigalité et crise d'angoisse (1916), en O.C., II, PP. 80-82.
También Freud nos da cuenta de los mismos ataques repentinos de tacañería o
de prodigalidad en el famoso caso del "hombre de los lobos": cf. S. FREUD,
Historia de una neurosis Infantil (1918), en O.C., II, p. 1980.
15. E.FROMM Ser o tener, México 1978, p.110.
16. La fase oral se corresponde con el primer estadio de la evolución libidinal. En
ella, el placer sexual está ligado a la excitación de la cavidad bucal y de los labos.
La fase fálica sigue a la fase anal y se caracteriza por la primacía de lo genital.
Cf. LAPLANCHE - J. B. PONTALIS, op. cit., s.v. Fase oral y Fase fálica.
17. En este sentido afirma E, FROMM que a mediados del siglo XX la orientación
acumulatíva ha dado paso a la orientación receptiva, en la cual la finalidad es
recibir, "chupar", tener siempre algo nuevo, vivir con la boca entreabierta. Cf.
Psicoanálisis de la sociedad contemporánea, Madrid 1956, pp. 113ss.
18. Norman Brown nos ha hecho caer en la cuenta de las connotaciones de carácter
genital y edípicas que Freud atribuye a los contenidos anales cuando relaciona
los excrementos no sólo con la categoría "regalo" o "dinero", sino también con
las de "pene" o "niño". Cf. N. BROWN, op.-cit. pp. 334-340.
19. Cf. O. FENICHEL, op. cit., pp. 544-545.
20. Cf. P. RICOEUR, Freud. una interpretación de la cultura, México 1970, pp. 441-450.
21. Cf. O. FENICHEL, op. cit., p. 545. En línea parecida se inscriben las ideas de E.
Fromm sobre el carácter social, C.F. A. CAPARROS, El carácter social según E.
Fromm, Salamanca 1975.
22. La investigación (ICP / Research) fue publicada por la Revista Cambío 16 del 30
de abril de 1990.
23. Cf. K. HORNEY, La personalidad neurótica de nuestro tiempo, en especial el
capítulo X: "El afán de poderío, fama y posesión", Barcelona 1985, pp. 110- 117.
24. Cf. E. FROMM, Psicoanálisis de la sociedad contemporánea, pp. 113-118, y Ser o
tener, pp. 43 y 105ss.
25. Cf. H. MARCUSE, "La idea de progreso a la luz del psicoanálisis", en Freud en la
actualidad, Barcelona 1971, pp. 552-572.
26. N. BROWN, op. cit., p. 304.