EN DIÁLOGO CON HOLLYWOOD

Carta Pastoral del Cardenal R. Mahony, arzobispo de Los Angeles, a los autores, realizadores, productores y actores del cine y de la TV
( Los Angeles, 15 octubre 1992)


El cine se ha convertido en la forma contemporánea de arte por excelencia y la TV es hoy el vehículo principal de la cultura popular. Sólo la familia los supera en la capacidad de comunicar valores y formar las conciencias. La Iglesia tiene una larga tradición de colaboración con los artistas: los estimula " a abrir su creatividad para un fin trascendente", mientras ellos la ayudan a comunicar sus valores. Con estas premisas el Cardenal R. Mahony, arzobispo de Los Angeles, ha dirigido una carta pastoral a los autores, realizadores, productores y actores del cine y de la TV. En su diócesis se encuentra Hollywood, donde se producen la mayor parte de las películas y telefilms que circulan por todo el mundo.

El texto, en forma de diálogo, no hace hipótesis alguna de reglamentar la creatividad de los autores, ni a la libertad de juicio de los espectadores. Describe, por el contrario, algunos aspectos problemáticos de la producción cinetelevisiva ( la relación enriquecimiento-espectáculo y la de libertad-responsabilidad, el papel de los índices de audiencia) y presenta criterios de valoración general ( sobre personajes, conflicto, desarrollo de la historia) y específica sobre determinados temas ( entre los cuales la sexualidad, el bien, la violencia). esta introducción. El texto apareció en Il regno-documenti 38 (1993) 9, 302-309. El texto original inglés en Catholic International 21 ( 1992) 3, p. 1023 ss..



Durante millares de años la gente, cada vez que se empobrecía, estaba sola, confusa o sentía la necesidad de reunirse para dar un sentido a la propia vida, ha contado historias: historias de amor e historias de guerra, historias de valor o de desesperación, historias verdadera s o inventadas, historias cómicas o lacrimógenas. El elemento común a todas las historias es que cada una contiene una parte verdadera sobre la historia de los hombres.

Las historias divierten. Nos gusta contarlas y escucharlas. ¿Por qué? Somos narradores de historias. Porque frecuentemente las historias nos llevan al pasado, nos unen a los otros y nos hacen capaces de distinguir las cosas, ponerlas juntas y llegar a captar el significado y el fin de nuestra vida.

A lo amplio y largo de su historia los hombres se han reunido en torno al fuego para contarse historias. Más tarde la han puesto por escrito. En tiempos más recientes se han reunido en torno a una estufa en la cocina contarse sus historias. Algunas veces ha musicalizado sus historias y las han cantado acompañándose con la guitarra o el bajo. En nuestro siglo hemos descubierto nuevos modos de contar historias, modos que se llevan a cabo con nuevas y maravillosas tecnologías y nuevas emociones del arte. La TV- tanto en su parte informativa como de espectáculo- es un modo electrónico de contar historias. Se ha convertido en el vehículo de la cultura popular. Y el cine es el modo cinematográfico de contar historias. Ha llegado a ser la forma contemporánea de arte por excelencia.

Estos dos acontecimientos tienen un profundo significado para todos los que de corazón poseen la dignidad de la persona humana y el bienestar de la, familia humana.

Publico esta carta pastoral en el 5º aniversario de la visita de Juan Pablo II a Los Angeles y de su discurso a los líderes de la industria del espectáculo, en el cual decía:"...en cuanto a los comunicadores de la palabra humana, sed los custodios y los administradores de un inmenso poder espiritual que pertenece al patrimonio de la humanidad y está destinado a enriquecer a toda la humanidad entera".

Dirijo esta carta pastoral a tantos hombres y mujeres que ocupan puestos de importancia en la industria nacional del espectáculo: productores, realizadores, autores, técnicos, actores, artistas y a todos aquellos que forman parte de la producción y programación televisiva y espectáculos cinematográficos. También escribo para nuestra comunidad católica y a todas las personas de buena voluntad esparcidas por nuestro país, que son los espectadores de estos esfuerzos.

En esta carta quisiera compartir algunas reflexiones breves introductorias a la información televisiva, para pasar después a una tratado del espectáculo ofrecido por la narración de historias, tanto en la pequeña pantalla del televisor como en la gran pantalla del cine.


I. INFORMACIÓN TELEVISIVA


Creo que la información televisiva tiene que dar gracias providenciales a la vida social y política de nuestra gente. En su mejor expresión, puede crear un electorado inteligente que es la base de una sana democracia. Puede ser también la tribuna desde la cual se debaten las grandes cuestiones de la sociedad, punto focal para un diálogo incesante, que es la linfa vital de una sociedad libre. El problema es el acceso, y en el sistema actual lo que lo asegura son los dineros.

A menudo el problema es también la condensación de ideas que parece ser que se exige. Un flash de 30 segundos es difícilmente adecuado para una discusión razonable de los serios problemas que se nos presentan.

También creo que la información televisiva tiene un papel providencial que jugar en la unión de los pueblos de la tierra. Y lo hace llevándonos al corazón , a la mente y al alma personas de otras partes del mundo, que pueden ser muy diversas de nosotros por el color de la piel, la lengua, la cultura, la educación, la fe religiosa, el patrimonio étnico, la orientación política o económica. Todas estas personas comparten con nosotros una humanidad común, una pertenencia común a la familia de Dios en esta tierra. Un modo correcto de hacer televisión puede ayudarnos a tener esta experiencia.

La información televisiva puede ayudar a unir los pueblos de la tierra permitiéndonos tener la experiencia en los mismos sucesos y en el mismo momento. Estoy pensando en acontecimientos diferentes como los primeros pasos en la luna, la caída del muro de Berlín, los juegos olímpicos, el hambre de Etiopía y Somalia, la noche de los Oscars, los estudiantes en la plaza Tienanmen, la elección del Papa o la del presidente. Centenares de millones de personas de cualquier parte del mundo han visto estos acontecimientos importantísimos casi al mismo tiempo. Esto debe acercarnos y ayudarnos a tener la experiencia de una humanidad común.

Una sola imagen televisiva- la toma de la tierra desde el espacio- lo dice todo. Quien logra mirar esta maravilla, se dice a sí mismo:¡ He aquí donde vivo y donde vivimos todos. ¿Estamos aquí unidos?

La TV nos ayuda a entender que lo que tenemos en común es mucho más profundo e importante que lo que nos separa. Somos de verdad hermanos y hermanas los unos de los otros. Cuando la TV se usa se modo correcto, puede llevarnos a la plegaria de Jesús "para que todos seamos uno en el Padre ( Jn 17,21-23).

Pero la información televisiva puede hacer algo más que darnos cuenta de nuestra unidad fundamental. También puede ayudarnos a tener experiencia de aquello que nos separa. Puede estimularnos a afrontar la crueldad que aflige a la historia. Puede despertar en nuestros corazones las necesidades y los sufrimientos de nuestros semejantes. Puede hablar por aquellos que no pueden hacerlo- los jóvenes, los pobres, los marginados - y sus peticiones de justicia.

Puede quitar la máscara del rostro de la guerra. Puede revelar la avidez que hay tras el racismo, la hipocresía del sexismo, la desesperación detrás de la ciega violencia. Y puede llevar a juicio- ante millones de personas - a quien viola los derechos humanos, a quien no respeta el medio ambiente, a quien va contra la paz y confianza públicas.


II. ESPECTÁCULO
Pero la TV no es sólo un medio de información. También es un espectáculo. Los telefilms, los grandes escenarios y los films semanales se han convertido en los ingredientes básicos del espectáculo popular. A quien hace y ve estos programas y los cinematográficos dirijo estas las reflexiones de esta carta.

Lo hago porque Los Angeles es la capital mundial del espectáculo. Gran parte del espectáculo mundial se idea, se financia y se produce en esta zona. Mucha de nuestra gente vive del espectáculo.

Lo hago también por motivo del poder moral de estos medios. En esta sociedad, en este tiempo, sólo la familia supera a los medios en su capacidad de comunicar valores, formar las conciencias, proporcionar modelos de comportamiento y motivar la conducta humana.

No lo hago porque sea un realizador o un productor, un guionista o un autor, un técnico del montaje o un compositor. Me gustan estas formas de arte, pero no soy competente en ninguna de ellas.

Más bien hablo como guía de una comunidad religiosa que comprende una parte significativa de espectadores y que tiene una responsabilidad particular en la promoción de la salud moral y en el crecimiento espiritual de todos los hijos de Dios.

III. ARTE Y RELIGIÓN

La comunidad religiosa tiene una larga tradición de colaboración con los mejores artistas del mundo- pintores, escultores, arquitectos, músicos, comediógrafos, poetas o novelistas - para crear obra de arte que durante siglos han iluminado y estimulado, elevado y recreado el espíritu humano. Estos artistas han ayudado a la Iglesia a contar su historia, a compartir sus perspectivas, a comunicar sus valores y a expresar su fe en los actos litúrgicos y en los símbolos sagrados, una contribución que el Concilio Vaticano II ha confirmado en el decreto Inter Mirifica sobre los medios de comunicación social ( 1963). Nos agrada pensar que la Iglesia haya ayudado a estos artistas a aumentar sus actitudes y a desarrollar al máximo sus creatividad.

¿La Iglesia les ha ayudado de este modo? Les ha pedido a estos artistas que abran su creatividad a un fin trascendente. Los ha estimulado a que afronten los interrogantes más profundos y duraderos del hombre en torno a su propia condición. Les ha ayudado a que vayan al fondo de sí mismos, a dar voz a sus deseos espirituales más íntimos, y a dar cuerpo a sus intuiciones más personales. ¿ Cuál ha sido el resultado? Estos artistas han creado obras de significado duradero, obras que continúan enriqueciendo a todos nosotros.

Esta mutua y fecunda colaboración entre comunidad artística y religiosa ha sido posible porque la religión y el arte tienen mucho en común. Ambas surgen de los más profundos sentimientos de la personalidad humana. Ambas se encuentran con los niveles de la personalidad humana y tienden a recavar sus experiencias. Ninguna de las dos refleja una comunicación simplemente mental o cerebral. Tanto la religión como el arte buscan hacer que la materia sea transparente para el espíritu.

Un ejemplo de los lazos entre el arte y la religión puede verse en el nacimiento del teatro occidental, tanto la tragedia como la comedia, en los rituales religiosos, primero en la antigua Grecia y después en los atrios de las grandes catedrales de la Europa Medieval.

Esta afinidad entre religión y arte es particularmente verdadera para el catolicismo. Somos una religión que cuenta historias. La esencia de nuestra fe es la historia del amor apasionado de Dios por todos los miembros de la familia humana y de nuestra respuesta ambivalente e inconstante al amor de Dios. Esta aventura incesante ha traído una nueva intimidad mediante la alianza de Dios con el pueblo hebreo y se ha cumplido en el nacimiento, muerte y resurrección de Jesús.

La aventura continúa ahora en la vida de la Iglesia y en lo profundo del alma de cada uno de nosotros cuando luchamos por aceptar el amor de Dios y por responderle. Este es e drama central de toda vida humana. Bajo distintas apariencias y de muchas formas ésta es la historia de la familia humana.

Para el católico la esencia de la vida interior de Dios es comunicación, en un cierto punto autorevelación y después donación de sí. Para nosotros Jesús es la palabra de Dios, el modo con el que el Padre se revela a nosotros. "Dios ha amado tanto al mundo", dice Juan, " que envió a su Hijo unigénito para que quien crea en él tenga vida eterna" ( Jn 3,16).

Para nosotros Jesús es la Palabra o la imagen de Dios hecha carne, ha llegado a ser humana, visible, tangible, vulnerable, terrena, sensiblemente presente entre nosotros. Este Jesús continúa viviendo su vida de resucitado no sólo en nosotros en el alma de quienes creen en él, sino en todo miembro de la familia humana, especialmente en los pobres y necesitados. Cuando nos abrimos a ellos, respondemos a sus necesidades, nos abrimos nosotros mismos a Dios que vive en ellos.

¿Cuál es el resultado? Dios se da a nosotros mediante ellos. Este es el modo con el que Dios actúa de ordinario: hace de lo humano un vehículo de lo divino. Frecuentemente nos habla, nos hace partícipes de su amor para nosotros a través de otras personas, a través del lenguaje y los gestos humanos, mediante los signos totalmente humanos como son el vino, el agua y el aceite. El catolicismo es también una religión de signos y símbolos sagrados, una religión sacramental.

¿ Por qué maravillarse si los católicos sentimos tanta afinidad con los artistas que usan palabras e imágenes para condensar la vida humana y destilar la experiencia humana, contando la historia humana y revelando su significado trascendente? ¿Por qué maravillarse si amamos historias que van más allá de la superficie de la vida humana y exploran sus profundidades misteriosas? ¿ Por qué maravillarse si amamos historias que reflejan de modo particular su historia de amor que está en el corazón de la experiencia humana?

¿ Y por qué maravillarse si buscamos un diálogo con los que hacen films en la industria del espectáculo? Su poder - en el bien o en el mal - es impresionante. Lo que crean no sólo refleja la sociedad humana sino que contribuye también a formarla:" Vuestra influencia sobre la sociedad es muy profunda", dijo Juan Pablo II en su discurso a los líderes de esta industria." Centenares de millones de personas ven vuestros films y programas televisivos, oyendo vuestras voces, cantando vuestras canciones y reflejan vuestras opiniones.

Es indiscutible que vuestras decisiones más pequeñas pueden tener un impacto mundial". Es raro que un sacerdote, un ministro o rabino, un educador, un político o un dirigente comercial tengan el poder de un director de cine para elevar o degradar a la persona humana.


IV. ENRIQUECIMIENTO Y ESPECTÁCULO


Es obvio que los directores de cine tienen el deber de divertir: la diversión es un valor humano. Los hijos de Dios necesitan reír, llorar, fantasear y jugar. El espectáculo es un modo para hacer todas estas cosas. Pero en el momento en que se divierten, los directores de cine, como todos los artistas, tienen también el deber de enriquecer a su público, de participar con él alguna intuición sobre lo que significa ser persona, estimulándola a tener cuidado de su propia vida y usar de la propia libertad para crecer, para decir "sí" a sí mismo, a progresar en el amor y en la participación con todos los hermanos y las hermanas de la familia humana: así, al hacer su contribución a a la edificación de una sociedad humana de paz y justicia en la que todos vivimos.

No creo que los directores de cine puedan entretener de modo completo al público sin enriquecerlo al mismo tiempo entreteniéndolo. El entretenimiento sin enriquecimiento es superficial y sin compromiso. El enriquecimiento sin entretenimiento es simplemente dañino: no enriquece a nadie. No es cuestión de entretenimiento o enriquecimiento. Es cuestión de entretenimiento y enriquecimiento.


V. LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD


Fundir entretenimiento y enriquecimiento es un estímulo creativo de capital importancia. El deber de los directores responsables es extremadamente difícil y por eso necesitan de mucha libertad para asumirlo.

Esto significa libertad explorar a fondo en los personajes de sus historias: libertad de enfrentar la parte demoníaca de sus personajes con la parte divina; libertad de examinar honestamente las decisiones en las que se debaten; libertad de mirar las consecuencias de esas decisiones; libertad de decir la verdad como ellos la ven; libertad de hacerlo del modo más convincente que puedan; libertad de probar las cosas, de arriesgarse, hasta de fracasar. La libertad artística es esencial para el proceso creativo.

Los directores son muy celosos de su libertad. Pero una breve reflexión los convencerá de que la libertad, tan querida por ellos, no puede estar separada del orden moral, de las exigencias de la verdad, de una solicitud por el bien común o el bienestar de otras personas. Esta separación llevaría no a la libertad sino al arbitrio.

Nos alegramos de la primera enmienda de nuestra Constitución que protege nuestro derecho, no sólo de adorar a Dios según nuestras conciencias, sino también de decir la verdad tal como la vemos. Pero ninguna persona razonable diría que la primera enmienda nos da el derecho de encender fuego en un teatro lleno de gente o de difamar a otro ser humano o de jurar en falso. La libertad artística debe ser siempre responsable.

El deber de un director responsable porque una parte de su público puede ser joven, que no están emotivamente maduros. Pocos de ellos saben renunciar a la satisfacción inmediata de una necesidad o de practicar la autodisciplina. La afirmación de sí mismos es débil y sus valores están en continuo cambio. Llevan en sí una carga de energías turbulentas que no están todavía bajo el dominio de la razón.

Considerado el poder de un film, lo que para un adulto maduro y disciplinado podría ser un retrato refinado y real de una experiencia humana significativa, podría llevar a un joven vulnerable y sensible a un comportamiento autodestructivo y antisocial. La exclusión de menores de 17 años es una ayuda limitada, visto que la mayor parte de los jóvenes llega a la madurez emotiva después de los 17 años ( se hace aquí una referencia a la clasificación de la Motion Picture Association of America - MPAA- una comisión de diez personas, todas padres, que valora el film según una escala de cinco niveles, desde "G", para todos, "NC- 17", exclusión de chicos hasta 17 años: la clasificación tiene el valor meramente indicativo para las familias y no es obligatorio para las salas de cine).

Temo que tanta publicidad televisiva dé esta impresión. Implícitamente dicen:" si no posees lo que vendemos, no eres nada, y como ser humano eres u fracaso". Esto es idolátrico y explica el desequilibrio que aflige a tantos jóvenes.

La regla de oro se aplica aquí. Los directores responsables no harán a su público lo que no querrían que se les hubiera hecho a ellos, o a sus hijos adolescentes. No herirán la sensibilidad en nombre del teatro o de la tragedia. Al contar historias, deben ser comprometidas y convincentes desde el punto de vista cinematográfico, no jugarán con las emociones incontroladas de los espectadores menos maduros. Al buscar el placer del público, no incitarán los instintos bajos, el narcisismo, el hedonismo y la concupiscencia. No dirán a sus espectadores (solo) parte de la realidad, la parte fácil de oír y ocultarán la otra parte, la que requiere duro trabajo, disciplina y amor desinteresado.


VI. EL SISTEMA


Las responsabilidades de los directores son graves. Sus decisiones son estrechamente difíciles y más aún por el sistema comercial en donde trabajan.

La TV es una empresa guiada por los índices de audiencia. Los programadores establecen como objetivo un segmento de espectadores - aquellos que probablemente comprarán los productos que marca la publicidad - y después seleccionan los programas a su parecer cubrirán el segmento demográficamente deseado. La industria cinematográfica es semejante. Produce aquello que los productores cree que la gente pagará por ver.

Este sistema comercial tiene sus desventajas. Tiende a ignorar las necesidades de la totalidad ( de los segmentos) de los espectadores, al someter el espectáculo al marketing , al concentrar el poder inmediato de la programación en pocas manos, al decir a la gente solamente aquello que quiere antes que aquello que necesita, al recurrir al mínimo común denominador y al imponer severas restricciones a la libertad de los directores.

Tiene, sin embargo, una gran ventaja. Hacer simplemente lo que les guste a los espectadores. Este es un poder importante y comporta una responsabilidad importante.


VII. LA RESPONSABILIDAD DEL ESPECTADOR


Se ha dicho que en una democracia la gente tiene la forma de gobierno que merece. Lo mismo se puede decir del espectáculo. El público, tanto en el cine como en casa ante el televisor, debe conocer los géneros en donde se apoya el film.

Esto no resta responsabilidad a los directores. Y también hay que afirmar que el público debe asumir su parte de responsabilidad. Ni el público ni la comunidad creativa puede renunciar a las propias responsabilidades y no echar la culpa al otro en el estado actual de las cosas.

¿ Cómo hace el espectador responsable para decidir los programas televisivos y cinematográficos que tiene que ver y cuál de ellos sugerir a los amigos? ¿Cómo pueden los padres responsables ayudar a los hijos a que tomen estas decisiones? ¿ Cómo hace el crítico para evaluar lo que ve? ¿Y qué hace el director responsable para decidir qué tipo de historias debe contar y de qué modo?

No son preguntas fáciles de responder, ni decisiones sencillas las que se deben tomar. El espectador, el padre, el crítico, el director deben resolverlas en lo íntimo de su recta conciencia.

Porque soy contrario a la censura, no propongo un código que regule lo que los directores pueden crear, ni quiero imponer lo que los espectadores inteligentes pueden ver.

Mi contribución mediante esta carta pastoral está dirigida más bien a proponer y ofrecer criterios que espero sean de ayuda y guía a los directores y a los espectadores en su esfuerzo por responder a tales preguntas y a tomar decisiones.


VIII. CRITERIOS GENERALES


Un buen film o un buen programa televisivo está formado de muchos ingredientes. Desde el punto de vista de los valores humanos, hay tres de interés particular: los personajes, la naturaleza del conflicto y el desarrollo de la historia.


VALORACIÓN DE LOS PERSONAJES


En el libro del Génesis, el Señor nos dice que ha creado al hombre a su imagen y semejanza. Esto significa que todo ser humano es copia y morada de Dios. Esto da a cada persona una dignidad infinita, un valor divino. Esta dignidad se expresa cuando las personas se abren a la realidad y se aferran a la verdad, cuando tienen cuidado de sus vidas y ejercen su libertad de modo responsable, cuando eligen el crecimiento de llegar a ser plenamente vivas, personas completas, confiando su vida a Dios que nos ha llamado a la amistad con él, y cuando llegan a compartir el amor con Dios y con los otros. El amor, más que ninguna otra cosa, es lo que nos hace semejantes a Dios. El amor es la realización de la personalidad humana, la fuente de nuestras alegrías más grandes.

Sin embargo, amar no es nada fácil para los seres humanos. Y tampoco lo es el sentido de responsabilidad, libertad, renuncia, crecimiento y apertura a la verdad. En nosotros mismos encontramos energías contrarias - energías negativas, autodestructivas -, una tendencia a mentirnos, a despilfarrar la libertad con una forma servil de seguridad, a elegir lo negativo y la muerte antes que el pleno florecer de nuestra vida, a echarse atrás, a tener miedo ante las exigencia precisas del amor, a caer en la fosa de las serpientes del narcisismo y del rencor, en la apatía y en la autoconmiseración. San Pablo lo ha dicho muy bien:" No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero" ( Rom 7,19).

Es un hecho que no se puede negar: somos criaturas ambivalentes - lacerados o heridos entre los polos positivos y negativos de nuestro ser, entre la verdad y la ilusión, el amor y el odio, la libertad y la destrucción, entre deseos de vida y de muerte, a veces, bajos de forma y otras imperfectos, animados y maravillosos.

Este conflicto incesante es el corazón, el núcleo de la condición humana. Y es también materia de una gran narración.

Para evaluar los personajes de un film o TV desde el punto de vista de los valores humanos, debemos preguntarnos:



1. ¿ Son creíbles? ¿ Me puedo relacionar con ellos? ¿Puedo encontrar mi eco en ellos?

2. ¿Me introduzco en los personajes de la historia? ¿ Llego a saber lo que piensan, sienten y eligen? ¿Se me da alguna idea de por qué han llegado a ser lo que son, y por qué hacen las cosas que hacen?

3. ¿ Me agradan? ¿ Siento compasión cuando sufren? ¿Veo algo divino en los personajes mezquinos? ¿Algo demoníaco en los ricos o admirables?

4. ¿Qué cosas dicen estos personajes de mí mismo, de las personas que me rodean?

Valoración del conflicto

El motor que pone en movimiento casi todas las historias - cómico-dramáticas - es el conflicto entre el bien y el mal.

El "bien" es lo que permite que el divino obrar actúe en nosotros. Exalta la vida, responde a la vida y celebra la vida. Está apegado a la verdad completa, sin importarle a qué precio. Usa la propia libertad para compartirla con los otros. Cura, reconcilia, ama.

El "mal" es lo opuesto. Elimina lo divino que existe en nosotros. A primera vista, parece bueno: promete mucho. Pero hay que estar a la expectativa. En el corazón del mal hay un terrible vacío y la mentira, la verdad a medias empleada para distorsionar la verdad, una mentira a la que está dispuesto a defender y proteger de cualquier modo. El mal lleva consigo este miedo de que se le desenmascare y se transforme en odio sometido a presiones; un odio que se manifiesta en violencia verbal, emotiva o física. No en vano Jesús llamó a Satanás mentiroso y asesino.

Para evaluar el conflicto en un film o TV , nos preguntamos:



1. ¿Con qué profundidad y honestidad se trata el mal? ¿Vemos su inicio fascinante, la disparidad entre lo que promete y lo que hace, la mentira que constituye su misma esencia, el miedo que le persigue, la bajeza que hay en el corazón, el vacío deshumanizante que aflige a quienes sucumben, la violencia que es su culmen? ¿Vemos los efectos que ahogan, envanecen y destruyen la vida?



2. ¿ Con qué profundidad y honestidad se trata la bondad, el bien? ¿Va el film más allá de las imágenes superficiales de bondad y el respeto formal con que mucha gente lo considera? ¿Vemos las severas exigencias que impone: el precio que debe pagar la persona que opta por el mal, el valor que se nos pide para responder a tales demandas? ¿ Vemos que la bondad es premio en sí misma, tanto si se le reconoce a la persona como si se le aplaude o no?


Valoración del desarrollo de la historia

En la estructura clásica de la historia de un film, cuando los personajes principales o protagonistas necesitan o quieren algo, deben superar un obstáculo tras otro para conseguir el fin. Al inicio de la historia los protagonistas manifiestan un problema, surgen complicaciones y el problema se agrava cada vez más.

En cada paso de la historia los protagonistas se ponen a prueba y tiene que tomar una decisión. Finalmente, en el último acto, se toman decisiones cruciales hasta que se resuelve el conflicto. A veces los protagonistas logran lo que quieren y otras veces no. En el proceso o desarrollo, los protagonistas se cambian Alguna vez, tras haber sido sometidos a pruebas, castigados o premiados, se crecen; otras no lo alcanzan porque han renunciado a ello.


Para evaluar el desarrollo de la historia de un film o TV, debemos preguntarnos:


1. La solución de la historia, ¿ es real? El cambio de los personajes desde el principio al final, ¿ es creíble? ¿Sucede por circunstancias externas o por elecciones interiores? Los personajes, ¿ crecen o retroceden? En el primer caso, ¿qué produce el crecimiento en ellos? En el segundo, ¿ a qué se debe el retroceso?

2. El film,¿ evita el un romanticismo vacío, una visión de la vida mediante tonos rosáceos, en los que la virtud triunfa y el vicio se castiga? El film, ¿ evita por otra parte, un desesperado cinismo que dice que la verdad es inalcanzable, el crecimiento imposible, el amor una ilusión en sí mismo, la esperanza no existe y la vida no vale la pena vivirse?

3. O bien, ¿ refleja el film una visión más equilibrada y real, afirmando que no somos vulnerables al mal, las desilusiones y los fallos, penas y conflictos y que son inevitables en esta vida, a no ser que las aceptemos de modo que nos puedan ayudar para nuestro crecimiento personal? "Todo concurre para el bien de aquellos que aman a Dios" ( Rom 8,28). Esta es la visión trágica pero característica de muchas comedias.



CRITERIOS ESPECÍFICOS POR ÁREAS DE INTERÉS PARTICULAR


A) RELACIONES

"No está bien que el hombre esté solo", dijo el Señor en el jardín del Edén (Gn 2,18). Somos seres sociales. Descubrimos quiénes somos, nos realizamos con nuestras cualidades y las conseguimos en relación con otras personas.



Las relaciones se dividen en tres categorías


1. La realización yo-tú. Es la más rica y la más profunda de las relaciones humanas. La mayoría de las personas puede mantenerlas con un número concreto y determinado. Valiéndome de las intuiciones de Martin Buber, describiría esta relación así: dos personas, que están una frente a la otra, se abren, se miran recíprocamente, se dan una a la otra y se dicen "sí".

Están una frente a la otra porque ambas se consideran como mundos buenos en sí mismos. Ninguno es satélite del otro. Se abren una a la otra porque participan de la más íntima, personal y vulnerable parte de su sí en una total confianza y honestidad. Dicen un "sí" la una a la otra porque sintonizan. Este es el corazón de la fidelidad. Dicen un "sí" la una a la otra no solamente por lo que reciben, sino por lo que ven en la otra: una persona humana cuya alma refleja el rostro de Dios. Este "sí" incondicional crea una profunda forma de unión emotiva. Dos personas se convierten en una. Cada una se preocupa de la otra y del amor por la otra, lo mismo que se preocupa uno de sí mismo.

2. La amistad yo-tú. Es la más común de las relaciones humanas auténticas. Ambas personas se reconocen y se afirman como fin en sí mismas, buenas en sí mismas. Sin embargo esta relación no es tan íntima, ni la comunicación tan profunda y plena de confianza como en la relación yo-tú.

3. La relación yo-objeto. Es una relación no auténtica en cuanto que una parte no es tratada como persona sino como un satélite de la otra, existente para la otra, pero privada de dignidad y de valor en sí. Estas relaciones se caracterizan por la instrumentalización y por el disfrute.

La intimidad de una relación puede juzgarse en base a la calidad de la comunicación entre las personas implicadas. Cuanto más abiertas y confiadas, honestas y vulnerables sean las relaciones del uno para con el otro, tanto más íntimas son las relaciones. Cuanto más superficiales, falsas y deshonestas sean las comunicaciones, tanto más lejos se encuentran el uno del otro. Las relaciones comienza, se expresan y se alimentan con una comunicación profunda, íntima y personal. Cuanta más verdad comparten las personas, mejor es su relación. No puede existir amistad - por no hablar de amor - sin un compromiso que esté precedido por la verdad. La fidelidad se inicia aquí. La deshonestidad es el ácido que corroe las relaciones. La mentira destruye.