“El demonio existe, yo lo he encontrado”

Por Diego García Bayardo

En la Francia próspera y descreída de nuestros tiempos, un exorcista capuchino da testimonio de que la lucha contra el demonio es tan cotidiana y actual como siempre.

En México y en el mundo hay católicos, incluyendo sacerdotes y teólogos, que ponen en duda o incluso niegan rotundamente la existencia del demonio y del infierno. Semejante punto de vista es incompatible con las Escrituras y el Magisterio de la Iglesia, los cuales afirman unánimemente el misterio de la caída de los ángeles rebeldes, pero también es inconciliable con la experiencia prácticamente cotidiana de los exorcistas que por todo el mundo libran una lucha incesante contra el demonio y sus obras.

El padre Matthieu, sacerdote capuchino, superior del convento de Besancon, ha ganado renombre en toda Europa por su labor de años como exorcista. Entrevistado por la televisión francesa, el P. Matthieu afirma con la seguridad que da la experiencia lo que tantos niegan u ocultan: «Sí, el demonio existe, yo lo he encontrado. ¡Me he peleado con él, más bien!».

Acerca del problema, frecuentemente planteado, de cómo determina la Iglesia que alguien está poseído por el demonio, el P. Matthieu nos recuerda que la Iglesia se toma un tiempo para investigar cada caso, que no procede sólo por sospechas y que acostumbra tomar muy en cuenta la opinión de los médicos cuando éstos han tenido la oportunidad de atender previamente a la víctima. Sin embargo, y para sorpresa de muchos, este exorcista afirma: «En cierta ocasión, el Dr. Dechaume, profesor de psiquiatría en la Facultad de Medicina de Lyon, me dijo textualmente: ‘De cada cien enfermos de los hospitales psiquiátricos, ochenta son cosa de la Iglesia y no de la ciencia’». Es frecuente que los posesos busquen a un sacerdote sólo después de haber sido atendidos infructuosamente por veinte, treinta o más médicos.

Como un ejemplo de la clase de cosas que pueden pasar durante un exorcismo, el P. Matthieu nos narra: «...disponía de una docena de hombres para ayudarme... Lo hicimos [el exorcismo] en el coro, ante el altar, y le atamos [al poseso] con dos cuerdas de nylon. Al comenzar el exorcismo estaba perdido, en coma, rígido como el acero, frío como el hielo. Los hombres, poco creyentes, estaban asombrados... Pero a la primera señal de la Cruz él los derribó, las cuerdas cayeron y comenzó a elevarse, al final le cogieron como pudieron, sujetándole en el suelo... Para reiniciar los exorcismos, indiqué a algunos de ellos que se sentasen sobre él... Comienzo el exorcismo y al cabo de algunos minutos se ponen a vociferar: ‘¡Padre! ¿Adónde va? ¿Adónde va?’. Y es que el hombre subía por el aire con seis hombres encima de él, sin saber si se iba a detener o no y pensando que llegaría hasta la bóveda. Luego se detuvo y volvió a descender, siempre boca arriba, hasta quedar en el suelo. Los hombres estaban lívidos... Nada más tocar tierra, [el poseso] volvió en sí de golpe y comenzó a gritar... ‘¡Padre, estoy curado!’».

La práctica de la magia y de los cultos satánicos, así como del yoga, el llamado “viaje astral”, etc., constituye el camino más directo para la posesión, afirma este monje exorcista, pues «el demonio responde a quien le llama; así como Dios no rehúsa jamás su gracia a quien se la pide, tampoco Satanás rehúsa nunca su ayuda». La víctima de posesión en el caso arriba mencionado era un hombre que había practicado el satanismo. El P. Matthieu tuvo que seguir haciéndole exorcismos por varios años y le sacó muchos demonios, excepto el último. A éste no lo ha podido expulsar todavía ni ha logrado que le revele su nombre.

Aunque la posesión satánica puede llegar a resultar permanente, el exorcismo persistente es eficaz en la gran mayoría de los casos. Además, la acción demoníaca suele hacer que hasta los testigos más alejados de la religión se conviertan y empiecen a practicarla con fervor. El P. Matthieu nos recuerda que Dios nos concedió el don de la libertad y que «Dios nos da todas las gracias necesarias para resistir los ataques de Satanás».

 

Las actividades del demonio

Tentación

Actividad ordinaria y común a todos los hombres. Consiste en una incitación a pecar y así, apartarnos de la Gracia y de los designios de Dios.

Obsesión

Actividad considerada ordinaria por algunos y extraordinaria por otros. Es parecida a la tentación, pero de mayor intensidad. En ocasiones el demonio influye sobre los sentidos internos o externos, especialmente sobre las pasiones.

Infestación local

Actividad extraordinaria. Es la acción del demonio sobre objetos, plantas o animales. Es una actividad manifiesta y de carácter perverso.

Infestación personal

Extraordinaria. Actividad externa del demonio sobre una persona. Suele ser una acción violenta sobre el sujeto.

Posesión

Extraordinaria. Es el dominio del diablo sobre el cuerpo e indirectamente sobre el alma de un persona.

 

Satanistas y luciferianos

El satanismo significa, en términos generales, cualquier forma de culto y adoración a Satanás. Sin embargo, algunos estudiosos proponen la siguiente distinción. Los satanistas se caracterizan por no creer que el diablo sea un ser real y personal, sino más bien una proyección de los instintos y deseos del hombre, los cuales deben ser practicados sin freno. Los luciferianos, por su parte, piensan que el diablo existe y que no es un espíritu perverso, sino un emisario de Dios encargado de revelar la verdadera luz a los hombres. Según esta doctrina, el Dios del Antiguo Testamento es malo: trató de mantener a Adán y a Eva en la ignorancia, pero Lucifer, como personaje prometeico, se compadeció de los Primeros Padres y los llevó a conocer el bien y el mal. Desde entonces Yahweh se dedicó a oprimir a los hombres con su ley y Lucifer trata de rescatarlos. La doctrina luciferiana tiene un claro origen en el gnosticismo.