Santa  Teresa Benedicta de la Cruz 
EDITH STEIN
( IV )

edith1.jpg (7752 byte)

En el misterio de la Cruz 

Fue doloroso desprenderse de su amada familia religiosa. "Pero estaba convencida de que ésta era la voluntad de Dios y de esta manera podía evitarles males mayores". Así escribía Edith desde Echt. Hacia finales del mismo año 1939 manifestaba su gratitud por haber encontrado un puerto seguro de paz. Pero sin embargo 

"Está en mí siempre vivo el pensamiento de que en este mundo no tenemos morada permanente. No deseo otra cosa sino que se cumpla en mí la voluntad de Dios. De El depende que me quede aquí el tiempo que quiera, y lo que acaecerá después... No tengo por qué preocuparme, sino orar mucho para permanecer fiel en cualquier situación". 

Oración y fidelidad a su propia vocación: ésta era la disposición de sor Teresa Benedicta frente a la posible deportación y a la muerte. A medida que recibía noticias alarmantes de Alemania, iba tomando fuerza poco a poco su intuición del martirio, hasta convertirse en preparación convencida. Ya desde el ultimo año que pasó en Colonia se había sentido en profunda armonía con la reina Ester del Antiguo Testamento, esa mujer fuerte, valerosa, dispuesta a ofrecer su propia vida por la salvación de su pueblo. Ahora Edith puede decir: 

"Estoy segura de que el Señor ha aceptado mi vida por todos. . . Ester había sido escogida de entre su pueblo precisamente para interceder ante el rey por ese mismo pueblo suyo. Yo soy una pequeha Ester pobre e impotente, pero el Rey que me ha escogido es infinitamente grande y misericordioso. Y éste es un gran consuelo". 

Era un pensamiento que no la abandonaba nunca. En 1941, para el onomástico de la Priora, Madre Antonia, compuso una poesía titulada Diálogo nocturno, en la que el protagonista era la reina Ester. En el momento trágico, Ester se acerca al soberano para implorar la salvación de su pueblo. Sumergida en una experiencía extática nocturna, se le aparece "un monte desnudo, y en el monte una cruz, y en la cruz estaba enclavado Alguien que sangraba por mil llagas. Y nosotros fuimos asaltados por la sed de saciarnos todos de salvación de la fuente que brotaba de esas llagas". Pero de repente desaparece la cruz. Su mirada se fija en una "luz dulce, beatificante, salida de las llagas de ese Hombre que acababa de morir alli en esa cruz...El mismo era la Luz, la eterna Luz, esperada desde hacía mucho tiempo: resplandor del Padre, salvación del pueblo". Ester encarnaba la particular religiosidad de sor Teresa Benedicta, para quien ella no era ya la figura bíblica ligada al Antiguo Testamento. Como éste continúa en el Nuevo, así también Ester, a través de la visión nocturna de Cristo Crucificado y de Cristo Luz, penetra en el nuevo, en el signo de la experiencía de la cruz. Lo mismo acaece en Edith. Ofrece su vida por el pueblo hebreo y su ofrenda es aceptada, no como la de una mujer hebrea, sino porque está iluminada por la fe en el inmenso valor redentivo del sacrificio de Cristo, porque está sumergida en el misterio de la Cruz y sostenida por la luz de la resurrección. 

La cruz constituye el centro de toda la vida espiritual de Edith. Pero de manera especial cuando se encarniza la persecución contra los hebreos, en el Carmelo se sitúa incondicionalmente al pie de la cruz. E1 domingo de pasión de 1939 pidió licencía para ofrecerse como "víctima de expiación al Sagrado Corazón de Jesús por la verdadera paz". E19 de junio escribía su testamento, que termina con estas palabras: "Desde ahora acepto la muerte que Dios me tiene reservada con perfecta sumisión a su santísima voluntad y con alegria. Ruego al Sehor que reciba mi vida y mi muerte pare su honor y alabanza. . . como expiación por la incredulidad del pueblo hebreo". 

En los escritos de estos últimos años predomina también el tema de la cruz revelando en ella un profundísimo anhelo de ensimismarse en Cristo crucificado, de ser con El y en El víctima de expiación. Nacen sus meditaciónes para la renovación de los votos: Las bodas del Cordero (1939 ), Ave Cruz (1940 ) y su estudio sobre la idea inspiradora de la vida y obra de san Juan de la Cruz, para la que escoge el título de Scientia crucis

Al cabo de tres años de permanencia en Echt, sor Teresa Benedicta tenía que ser incorporada al nuevo Carmelo. Pero los superiores no se decidían... Los motivos no eran muy claros. ¿Incertidumbre? ¿Sentimientos inconscientes de rechazo a una "extranjera"? ¿Había suficiente conveniencía como para dar este paso? Edith se abandonó confiada en las manos de los superiores. "Estoy contenta en cualquier caso". Pero no podía menos de decir a su Priora: "Una scientia crucis se puede adquirir solamente si se tiene la gracia de probar hasta el fondo la cruz. De esto he estado convencida desde el primer momento, y he dicho en mi corazón: Ave Cruz, spes unica!". 

Mientras escribía esta cuartilla, Edith pensaba también en su hermana Rosa, llegada a Echt, después de muchas travesías. Los superiores habían rechazado su petición de quedarse en el Carmelo como hermana externa. También la incertidumbre con respecto a Rosa, fuertemente sentida por sor Teresa Benedicta, la confirma en su silenciosa pero decidida orientación únicamente hacia la Cruz: 

"Como Jesus, en el abandono antes de su muerte, se entregó en las manos del invisible e incomprensible Dios, así tiene que hacer también el alma, arrojándose a ciegas en el oscuro total de la fe, que es el único camino hacia el Dios incomprensible" . 

Edith escribía estas palabras en su ensayo más original, titulado "Scientia crucis". Había emprendido este trabajo ante la invitación de los superiores con ocasión del IV Centenario del nacimiento de San Juan de la Cruz. Se quiso denominar a la obra, que quedó inconclusa, un modelo de estudio fenomenológico-teológico de la mística, surgido de una situación interior, espiritual y humana, de sufrimiento, que expresa su más elevada dedicación espiritual (Hingabe) al ideal de la Orden" y aparece también como "el desapego definitivo de la vida y la elevación por encima del finito, en la sublimación de cualquier otro padecimiento humano" (Post-scriptum de L.Gelber, ed. alemana, 295). 

Segun Edith, se tiene "una teología de la cruz que mana de la experiencia íntima" de San Pablo (Cfr. Scientia crucis, 37) y se trata en ella de "una verdad viva, real y activa, en la que entrevé "la norma de vida de los Carmelitas Descalzos". Descubre en San Juan de la Cruz un auténtico mensaje concentrado en el "verbo sobre la Cruz...que invade a todos los que se abren a su acción". Y. a pesar de todo, "la cruz no es en sí misma fin. Ella se corta en la altura, y hace una invitación a la altura. . . símbolo triunfal con el que Cristo toca a la puerta del cielo y la abre de par en par. Entonces brotan todos los haces de la luz divina, sumergiendo a todos los que van en pos del Crucificado" (ibid.38-39). Pero para llegar allí es preciso 

"pasar con El por la muerte de cruz crucificando como El la propia naturaleza con una vida de mortificación y de renuncia, abandonándose en una crucifixión llena de dolor y que desembocará en la muerte como Dios disponga y permita. Cuanto más perfecta sea tal crucifixión activa y pasiva, tanto más intensa resultará su unión con el Crucificado y tanto más rica su participación en la vida divina" (ibid.53). 

Sobre esta base se construye el camino hacia la experiencia mística, estudiado por Edith recurriendo a conceptos modernos de la filosofía de la persona, pero elaborados a la luz de la metafísica cristiana. El Dios trascendente puede revelarse al alma como Persona que se comunica con infinito amor, tocándola en lo más intimo de su ser. Pero también con su acción poderosa "de inserirse en el destino de las almas", obrando ''el renacer del hombre bajo la acción de su gracia santificante", Dios se revela. Cómo? En la noche de la fe como Tiniebla Divina. Los caminos del conocimiento de Dios, a los que dedica un breve estudio sobre la teología simbó1ica del Pseudo-Dionisio, recorren el camino de la theologia negationis o de la experiencia mística de la oscuridad. Para Edith, Dios tampoco se ha revelado más que en la "impenetrabilidad de sus msterios", acogida en actitud de fe, de esperanza y de amor. "Lo que nosotros creemos que vemos es solamente un reflejo fugaz de lo que el misterio divino oculta hasta el día de la claridad futura. Esta fe en la historia secreta debe confortarnos", escribía en 1941 en una carta (carta 283), debe procurarnos la paz. 

No hay duda de que sor Teresa Benedicta vivió sus últimos meses la noche de la fe, guiada por San Juan de la Cruz. Al contemplar la vida del místico Doctor del Carmelo que se sumerge en sus padecimientos de la última etapa, descubrió en su muerte la sublime conformidad con Cristo "alcanzada en la cumbre del Gó1gota" (Scientia Crucis, 45). Pocos meses después de haber escrito estas líneas, también ella llegaba a la última estación de su via-crucis. Arrancada de su monasterio, camino al encuentro de la Cruz del Gó1gota de Auschwitz. 

Desde enero de 1942 se daba cuenta de que su presencia en el Carmelo de Echt podía acarrear consecuencias desagradables para la comunidad. Holanda estaba ocupada por Alemania, y a través de una sutilísima red se multiplicaban los centros de las SS. Tanto Edith como Rosa fueron llamadas a Maastricht y tuvieron que dar informaciones por su propia cuenta. Se les exige también que lleven en el vestido la estrella amarilla, señal de que eran judías. Sor Teresa Benedicta trató por todos los medios posibles de encontrar una visa para Suiza para poder refugiarse en el Carmelo de Le Paquier. Pero la respuesta esperada no llega. ¿Qué hacer? ¿Esperar para tener por lo menos los documentos? ?Y marchar después? 

Aqui hay que pensar en que el Carmelo de Echt, situado en una pequeña ciudad holandesa, conocía muy poco de la triste realidad polític a y antisemítica del momento. Para salir, Edith hubiera tenido que dejar el país vestida de hábito religioso, sin un franco en el bolsillo, con la estrella judía sobre su pecho, y de este modo atravesar toda Alemania, expuesta a continuos peligros. Nadía la hubiera acompañado pare ayudarla y defenderla. Quizás se hubiera encontrado un camino para abandonar Holanda clandestinamente, vestida de seglar en medio de su rectitud, de su sinceridad y verdad absoluta en todo, no se sentía inclinada a huir. Más aún, no había que excluir en Edith una misteriosa intuición de que el plan divino con respecto a ella estaba a punto de realizarse. En efecto, la hora del sacrificio efectivo se acercaba. 

La causa para que estallaran el odio y el plan de exterminio de los hebreos holandeses, vino a ser la carta pastoral del Arzobispo Jong de Utrecht, leída el 26 de julio de 1942 en todas las iglesias de Holanda. Contenía ella la protesta de la Iglesia contra la deportación de los hebreos. La respuesta de las SS fue inmediata. Los hebreos bautizados, sacerdotes y religiosas de origen hebreo, fueron arrestados y deportados a campos de concentración. Entre ellos estaban Edith y Rosa. Dos oficiales alemanes de las SS llegaron al monasterio de Echt. Sor Teresa Benedicta fue obligada a abandonar el convento en el termino de cinco minutos. A la puerta, la esparaba Rosa. Sor Teresa Benedicta le tomó la mano y le dijo: "ven, vayamos por nuestro pueblo". Se entiende, el pueblo judío. 

En la noche entre el 2 y el 3 de agosto, llegaban al campo de concentración de Amersfort. Luego, en la noche ente el 3 y el 4 de agosto, los presos hebreos con muchos otros fueron trasladados al campo de Westerbork, situado en una zona completamente deshabitada al norte de Holanda. Edith logró todavía enviar una cuartilla a la Priora del Carmelo de Echt que confió a la madre de una religiosa, que llegó hasta el campo con las maletas de la hija. La fecha es del 6 de agosto. Contiene una brevísima petición de que le envíen medias de lana y dos mantas, y para Rosa, ropa de lana. Es importante la nota: "Mañana partirá un transporte (Silesía o Checoslovaquia? ) " . En un estudio grafológico se caracteriza el ritmo gráfico de esta última cartita, el que revela dos aspectos: 

"por una parte, un continuo decaer del impulso en progresiva flexión, y por otra una recuperación continua, hasta el punto de que, a pesar de todo presenta siempre el carácter de los demás diagramas, como una fisionomía indestructible. El grafólogo acostumbrado a leer la onda gráfica nota aquí un padecimiento indecible y al mismo tiempo una base de poder y dinamismo que manifiesta a pesar de todo". (N. Palaferri, Análisis de las grafíasde la beata Edith Stein, dactilografiado, Urbino 1988, 4)

El análisis viene a confirmar los testimonios recogidos acerca de Edith durante los cinco últimos días que pasó en el campo de concentración. Había aceptado voluntariamente su propio destino y lo había vivido haste el fondo, ofreciéndose como víctima por su pueblo hebreo. En su breve escrito Das mystische Sühneleiden (Expiación mística) había rubrayado: 

"E1 Salvador no está sólo en la Cruz...Todo hombe que en el tracurso de los tiempos soportó con paciencia un destino duro pensando en los padecimientos del Salvador y que asumió sobre sí voluntariamente una vocación expiatoria, ha contribuído con esto a aligerar la carga enorme de los pecados de la humanidad y ha ayudado al Señor a llevar su peso. Más aún, Cristo, la Cabeza, realiza la obra redentora a través de aquellos miembros de su Cuerpo Místico, que se le unen en alma y cuerpo para su obra de salvación . . . E1 sufrimiento reparador, aceptado voluntariamente, es lo que en realidad una más con el Senor". 

Con esta convicción Edith Stein quiso llevar valerosamente y con fuerza extraordinariía hastae el final su misión en la Iglesia. Hoy no hay duda de que las hermanas Stein, poco después de su llegada a Auschwitz-Birkenau fueron asesinadas en la cámara de gas. Edith tenía 51 años, Rosa 59. Un testigo ocular, Luis Schlütter, que poco antes de salir de Westerbork intercambió algunas palabras con Edith, refiere este testimonio suyo: "Cualquier cosa que pueda acaecer, estoy preparada para todo. Jesús está también aquí en medio de nosotros". Y Jesús tenía que estar entre los pobres judíos que, con el espasmo del terrible tóxico, terminaron su vida encerrados en el subterráneo de la "casa blanca" de Auschwitz. "Una muerte sufrida con magnanimidad, con el sello de un testimonio cruento sin igual" (Edwige Conrad Martius, en Relatio et vota, 141).