RELACIONES ESPIRITUALES
DIRIGIDAS POR SANTA TERESA DE JESÚS A SUS CONFESORES


INTRODUCCIÓN

La serie de escritos reunidos bajo el epígrafe de "Relaciones y Mercedes" no constituye un libro con unidad interna, sino un florilegio de piezas heterogéneas: relatos autobiográficos de vivencias interiores, consultas espirituales selladas de secreto, apuntes sueltos a modo de instantáneas para uso estrictamente personal, formulación y motivaciones del voto de obediencia al directos espiritual, avisos proféticos a los frailes carmelitas descalzos...

Destacan en la serie las seis piezas primeras, que en la edición crítica del P. Silverio llevan por título Relaciones. Las 61 restantes, de forma menor y redacción menos cuidada, fueron tituladas por el mismo autor Mercedes.

Contenido. - Los 67 fragmentos tienen una fibra común: el dato místico, matizado unas veces en sentido autobiográfico, y otras concentrado en un intenso esfuerzo por describir y ordenar las propias experiencias. Hay relatos interesados únicamente en destacar el origen místico de un hecho interior. Algunas mercedes, brevísimas, intentan sólo fijar sobre el papel la "palabra" de Dios que constituyó el núcleo de la experiencia. A veces al dato místico, sencillísimo, se añade un sobrio marco de reflexión personal. En este sentido constituye una excepción la Relación 5, con un trazado de los grados de oración: escrita en fecha poco anterior a las Moradas, es un guión esquemático, que servirá de armazón a la escala graduatoria del Castillo interior.

Datación. - La composición de este florilegio místico alcanza una dimensión de 21 años, que cubren casi todo el periodo literario de la Santa: la relación primera data de 1560; la sexta, última que escribió, de 1581. A pesar de ignorar la fecha exacta de gran parte de los sucesos místicos relatados, y la data redaccional de varias mercedes, podemos ordenarlas cronológicamente en cuatro grupos:

1º. Años de la fundación de San José de Avila, 1560-1563, en que escribe las tres primeras Relaciones, emparentadas con el libro de la Vida, y dirigidas a los primeros confesores dominicos, Pedro Ibáñez y García de Toledo.

2º. Años de ingreso en las moradas séptimas; supremas gracias místicas; en gran parte bajo la dirección espiritual de San Juan de la Cruz: 1569-1573. Mercedes 7-36. (La serie de la Encarnación comienza con la merced 25).

3º. Años de crisis y conflictos: acusaciones a la Inquisición (en Sevilla, ella y su comunidad; en Madrid, el libro de su Vida); la Santa pasa a la dirección espiritual del padre Gracián: 1575-1577. Se destacan tres grupos: voto de obediencia a Gracián, mercedes 39-40; dos relaciones destinadas al P. Rodrigo Alvarez, motivadas -al menos la primera de ellas- por la intervención de la Inquisición de Sevilla: Relaciones cuarta y quinta; mercedes referentes a la persona de Gracián y nuevas gracias místicas: 42-46.

4º. Años finales: 1579-1581. Dos piezas de primera calidad: cuatro avisos a "estos padres descalzos", que contienen el mensaje definitivo de la Santa a los responsables de su Reforma (merced 67); y última presentación de su alma al director Alonso Velázquez, 1581: Relación 6.

Pese a la inseguridad de ciertas dataciones, ese orden cronológico permite seguir el crescendo de la vida interior de la Autora, desde la experiencia de su propia alma iluminada por la gracia, hasta la inmersión en el misterio trinitario.

El texto. - Por desgracia nos quedan pocos autógrafos de estos 67 escritos teresianos. Ni siquiera poseemos una edición crítica medianamente atendible del conjunto. Sin embargo, hecha exclusión de una merced -la 38-, el lector puede tener la seguridad de poseer textos sustancialmente genuinos.

Los principales autógrafos llegados hasta nosotros son los siguientes:

Relación 4: al P. Rodrigo, conservada en doble autógrafo: uno completo en los carmelitas de Caprarola (Italia), y otro incompleto en la iglesia del Oratorio (padres filipenses) de San Miguel de Allende, Méjico.

Relación 6: dos fragmentos del texto enviado el Dr. Velázquez, conservados en las carmelitas de Santa Ana de Madrid.

Merced 7: cifra de su muerte, conservada en las carmelitas descalzas de Medina del Campo.

Merced 8: Fragmento conservado en los carmelitas descalzos de Lucena.

Merced 15: dos fragmentos que refieren el éxtasis de Salamanca, conservados en las carmelitas descalzas de Locarno (Suiza).

Merced 39: esbozo del voto de obediencia a Gracián: carmelitas descalzos de Puebla (Méjico).

Merced 40: doble autógrafo del voto de obediencia a Gracián; se conserva un ejemplar en las carmelitas descalzas de Consuegra (España), y el otro en las carmelitas descalzas de Chichester (Inglaterra).

Merced 67: avisos a estos padres descalzos, autógrafos en el códice de las Fundaciones (Biblioteca de El Escorial), folio 96v.

Para las restantes piezas, a falta de autógrafos, poseemos fuentes de calidad: a) el códice de las carmelitas descalzas de Avila; b) códice de las carmelitas descalzas de Toledo; c) copia de Teresita, sobrina de la Santa, en las carmelitas descalzas de Salamanca; d) copia del padre Francisco de Ribera, en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia (11/5/132); e) fragmentos selectos publicados por fray Luis de León en la edición príncipe de las obras de la Santa (Salamanca 1588), t. I, pp. 545-560; f) fragmentos selectos incluidos por Francisco de Ribera en su biografía de la Madre Teresa (Salamanca 1591); g) varias trascripciones de las mercedes alusivas al padre Gracián.

En nota al pie de cada Relación o Merced indicamos la fuente de que hemos tomado el texto. En la elección seguimos estos criterios: preferencia absoluta por los textos autógrafos de la Santa; en las mercedes referentes a Gracián (no autógrafas), seguimos la copia notarial de Juan Vázquez del Mármol (PP. Carmelitas Descalzos de Avila); damos la preferencia al texto editado por Ribera, cuando él mismo asegura tomarlo del autógrafo teresiano. En los restantes casos seguimos el texto del códice de Avila, cotejado con el de Toledo y la copia de Ribera.


LAS "RELACIONES"


1* Jhs

1. La manera de proceder en la oración que ahora tengo, es la presente; pocas veces son las que estando en oración puedo tener discurso de entendimiento, porque luego comienza a recogerse el alma y estar en quietud o arrobamiento, de tal manera que ninguna cosa puedo usar de los sentidos, tanto que, si no es oír ­y eso no para entender­, otra cosa no aprovecha.

2. Acaéceme muchas veces (sin querer pensar en cosas de Dios, sino tratando de otras cosas, y pareciéndome que, aunque mucho procurase tener oración, no lo podría hacer por estar con gran sequedad, ayudando a esto los dolores corporales) darme tan de presto este recogimiento y levantamiento de espíritu, que no me puedo valer, y en un punto dejarse con los efectos y aprovechamientos que después trae. Y esto sin haber tenido visión, ni entendido cosa, ni sabiendo dónde estoy, sino que, pareciéndome se pierde el alma, la veo con ganancias, que aunque en un año quisiera ganarlas yo, me parece no fuera posible según quedo con ganancias.

3. Otras veces me dan unos ímpetus muy grandes, con un deshacimiento por Dios que no me puedo valer. Parece se me va a acabar la vida y así me hace dar voces y llamar a Dios, y esto con gran furor me da. Algunas veces no puedo estar sentada según me dan las bascas, y esta pena me viene sin procurarla, y es tal, que el alma nunca querría salir de ella mientras viviese, y son las ansias que tengo por no vivir y parecer que se vive, sin poderse remediar, pues el remedio para ver a Dios es la muerte, y ésta no puedo tomarla. Y con esto parece a mi alma que todos están consoladísimos sino ella, y que todos hallan remedio para sus trabajos sino ella. Es tanto lo que aprieta esto, que si el Señor no lo remediase con algún arrobamiento, donde todo se aplaca y el alma queda con gran quietud y satisfecha ­algunas veces con ver algo de lo que desea, otras con entender otras cosas­, sin nada de esto era imposible salir de aquella pena.

4. Otras veces me vienen unos deseos de servir a Dios con unos ímpetus tan grandes, que no lo sé encarecer, y con una pena de ver de cuán poco provecho soy. Paréceme entonces que ningún trabajo ni cosa se me pondría delante, ni muerte ni martirio, que no los pasase con facilidad. Esto es también sin consideración, sino en un punto, que me revuelve toda, y no sé [de] dónde me viene tanto esfuerzo. Paréceme que querría dar voces y dar a entender a todos lo que les va en no se contentar con cosas pocas y cuánto bien hay que nos dará Dios en disponiéndonos nosotros. Digo que son estos deseos de manera que me deshago entre mí; que quiero lo que no puedo. Paréceme me tiene atada este cuerpo, por no ser para servir a Dios en nada, y el estado; porque a no le tener, haría cosas muy señaladas en lo que mis fuerzas pueden; así, de verme sin ningún poder para servir a Dios, siento de manera esta pena, que no lo puedo encarecer. Acabo con regalo y recogimiento y consuelos de Dios.

5. Otras veces me ha acaecido, cuando me dan estas ansias por servirle, querer hacer penitencias; mas no puedo. Esto me aliviaría mucho y alivia y alegra, aunque no son casi nada, por flaqueza de mi cuerpo; aunque si me dejase con estos deseos, creo haría demasiado.

6. Algunas veces me da gran pena haber de tratar con nadie, y me aflige tanto, que me hace llorar harto, porque toda mi ansia es por estar sola, y aunque algunas veces no rezo ni leo, me consuela la soledad; y la conversación, especial de parientes y deudos, me parece pesada y que estoy como vendida, salvo con los que trato cosas de oración y de alma, que con éstos me consuelo y alegro, aunque algunas veces éstos me hartan y no querría verlos, sino irme adonde estuviese sola, aunque esto pocas veces; especialmente con los que trato mi conciencia, siempre me consuelan.

7. Otras veces me da gran pena haber de comer y dormir, y ver que yo, más que nadie, no lo puedo dejar; hágolo por servir a Dios, y así se lo ofrezco. Todo el tiempo me parece breve y que me falta para rezar, porque de estar sola nunca me cansaría. Siempre tengo deseo de tener tiempo para leer, porque a esto he sido muy aficionada. Leo muy poco, porque en tomando el libro me recojo en contentándome, y así se va la lección en oración, y es poco, porque tengo muchas ocupaciones, y aunque buenas, no me dan el contento que me daría esto y así ando siempre deseando tiempo, y esto me hace serme todo desabrido, según creo, ver que no se hace lo que quiero y deseo.

8. Todos estos deseos y más de virtud, me ha dado nuestro Señor después que me dio esta oración quieta con estos arrobamientos, y hállome tan mejorada, que me parece era antes una perdición. Déjanme estos arrobamientos y visiones con las ganancias que aquí diré, y digo que si algún bien tengo de aquí me ha venido.

9. Hame venido una determinación muy grande de no ofender a Dios ni venialmente, que antes moriría mil muertes que tal hiciese, entendiendo que lo hago. Determinación de que ninguna cosa que yo pensase ser más perfección y que haría más servicio a nuestro Señor, diciéndolo quien de mí tiene cuidado y me rige, que no hiciese, sintiese cualquiera cosa, que por ningún tesoro lo dejaría de hacer. Y si lo contrario hiciese, me parece no tendría cara para pedir nada a Dios nuestro Señor, ni para tener oración, aunque en todo esto hago muchas faltas e imperfecciones.

Obediencia a quien me confiesa, aunque con imperfección; pero entendiendo yo que quiere una cosa o me la manda, según entiendo, no la dejaría de hacer, y si la dejase pensaría andaba muy engañada.

Deseo de pobreza, aunque con imperfección; mas paréceme que aunque tuviese muchos tesoros, no tendría renta particular, ni dineros para mí sola, ni se me da nada; sólo querría tener lo necesario. Con todo, siento tengo harta falta en esta virtud; porque aunque para mí no lo deseo, querríalo tener para dar, aunque no deseo renta ni cosa para mí.

10. Casi con todas las visiones que he tenido me he quedado con aprovechamiento, si no es engaño del demonio. En esto remítome a mis confesores.

11. Cuando veo alguna cosa hermosa, rica, como agua, campos, flores, olores, músicas, etc., paréceme no lo querría ver ni oír; tanta es la diferencia de ello a lo que yo suelo ver; y así se me quita la gana de ellas. Y de aquí he venido a dárseme tan poco por estas cosas, que si no es primer movimiento, otra cosa no me ha quedado de ello, y esto me parece basura.

12. Si hablo o trato con algunas personas profanas porque no puede ser menos, y aunque sea de cosas de oración, si mucho lo trato, aunque sea por pasatiempo si no es necesaria, me estoy forzando, porque me da gran pena. Cosas de regocijo, de que solía ser amiga, y de cosas del mundo, todo me da en rostro y no lo puedo ver.

13. Estos deseos de amar y servir a Dios y verle, que he dicho que tengo, no son ayudados con consideración, como tenía antes cuando me parecía que estaba muy devota y con muchas lágrimas; mas con una inflamación y hervor tan excesivo, que torno a decir que si Dios no me remediase con algún arrobamiento, donde me parece queda el alma satisfecha, me parece sería para acabar presto la vida.

14. A los que veo más aprovechados y con estas determinaciones, y desasidos y animosos, los amo mucho, y con tales querría yo tratar, y parece que me ayudan. Las personas que veo tímidas, que me parece a mí van atentando en las cosas que conforme a razón acá se pueden hacer, parece que me congojan y me hacen llamar a Dios y a los santos que estas tales cosas, que ahora nos espantan, acometieron; no porque yo sea para nada, pero porque me parece que ayuda Dios a los que por El se ponen a mucho, y que nunca falta a quien en El solo confía, y querría hallar quien me ayudase a creerlo así, y no tener cuidado de lo que he de comer y vestir, sino dejarlo a Dios. No se entiende que este dejar a Dios lo que he menester, es de manera que no lo procure, mas no con cuidado que me dé cuidado, digo (1). Y después que me ha dado esta libertad, vame bien con esto y procuro olvidarme de mi cuanto puedo. Esto no me parece habrá un año que me lo ha dado nuestro Señor.

15. Vanagloria, gloria a Dios, que yo entienda, no hay por qué la tener; porque veo claro en estas cosas que Dios da, no poner nada de mí, antes me da Dios a sentir mis miserias, que con cuanto yo pudiera pensar, no pudiera ver tantas verdades como en un rato conozco.

16. Cuando hablo de estas cosas, de pocos días acá, paréceme son como de otra persona. Antes me parecía algunas veces era afrenta que las supiesen de mí, mas ahora paréceme que no soy por esto mejor, sino más ruin, pues tan poco me aprovecho con tantas mercedes. Y, cierto, por todas partes me parece no ha habido otra peor en el mundo que yo, y así las virtudes de los otros me parecen de harto más merecimiento, y que yo no hago sino recibir mercedes, y que a los otros les ha de dar Dios por junto lo que aquí me quiere dar a mí, y suplícole no me quiera pagar en esta vida, y así creo que de flaca y ruin me ha llevado Dios por este camino.

17. Estando en oración y aun casi siempre que yo pueda considerar un poco, aunque yo lo procurase, no puedo pedir descansos, ni desearlos de Dios, porque veo que no vivió El sino con trabajos, y éstos le suplico me dé dándome primero gracia para sufrirlos.

18. Todas las cosas de esta suerte y de muy subida perfección parece se me imprimen en la oración, tanto, que me espanto de ver tantas verdades y tan claras, que me parecen desatino las cosas del mundo, y así he menester cuidado para pensar cómo me había antes en las cosas del mundo, que me parece que sentir las muertes y trabajos de él es desatino, a lo menos que dure mucho el dolor o el amor de los parientes, amigos, etc.; digo que ando con cuidado considerándome la que era y lo que solía sentir.

19. Si veo en algunas personas algunas cosas que a la clara parecen pecados, no me puedo determinar que aquéllos hayan ofendido a Dios, y si algo me detengo en ello ­que es poco o nada­, nunca me determinaba, aunque lo veía claro; y parecíame que el cuidado que yo traigo de servir a Dios, traen todos. Y en esto me ha hecho gran merced, que nunca me detengo en cosa mala, que se me acuerde después, y si se me acuerda, siempre veo otra virtud en la tal persona; así que nunca me fatigan estas cosas, si no es lo común, y las herejías, que muchas veces me afligen, y casi siempre que pienso en ellas me parece que sólo este trabajo es de sentir. Y también siento si veo algunos que trataban en oración y tornan atrás; esto me da pena, mas no mucha, porque procuro no detenerme.

20. También me hallo mejorada en curiosidades que solía tener, aunque no del todo, que no me veo estar en esto siempre mortificada, aunque algunas veces sí.

21. Esto todo que he dicho es lo ordinario que pasa en mi alma, según puedo entender, y muy continuo tener el pensamiento en Dios, y aunque trate de otras cosas, sin querer yo ­como digo­ no entiendo quién me despierta, y esto no siempre, sino cuando trato algunas cosas de importancia; y esto, gloria a Dios, es a ratos el pensarlo, y no me ocupa siempre.

22. Viéneme algunos días ­aunque no son muchas veces, y dura como tres o cuatro o cinco días­, que me parece que todas las cosas buenas y hervores y visiones se me quitan, y aun de la memoria, que aunque quiera no sé que cosa buena haya habido en mí; todo me parece sueño, a lo menos no me puedo acordar de nada. Apriétanme los males corporales en junto; túrbaseme el entendimiento, que ninguna cosa de Dios puedo pensar, ni sé en qué ley vivo. Si leo, no lo entiendo; paréceme estoy llena de faltas, sin ningún ánimo para la virtud, y el grande ánimo que suelo tener queda en esto, que me parece a la menor tentación y murmuración del mundo no podría resistir. Ofréceseme entonces que no soy para nada, que quién me mete en más de en lo común; tengo tristeza; paréceme tengo engañados a todos los que tienen algún crédito de mí; querríame esconder donde nadie me viese, no deseo entonces soledad para virtud, sino de pusilanimidad; paréceme, querría reñir con todos los que me contradijesen. Traigo esta batería, salvo que me hace Dios esta merced que no le ofendo más que suelo ni le pido me quite esto, mas que si es su voluntad que esté así siempre, que me tenga de su mano para que no le ofenda, y confórmome con El de todo corazón, y creo que el no me tener siempre así es merced grandísima que me hace.

23. Una cosa me espanta, que estando de esta suerte, una sola palabra de las que suelo entender, o una visión, o un poco de recogimiento, que dure un Avemaría, o en llegándome a comulgar, queda el alma y el cuerpo tan quieto, tan sano y tan claro el entendimiento, con toda la fortaleza y deseos que suelo. Y tengo experiencia de esto, que son muchas veces, a lo menos cuando comulgo, ha más de medio año que notablemente siento clara salud corporal, y con los arrobamientos algunas veces, y dúrame más de tres horas algunas veces y otras todo el día estoy con gran mejoría, y a mi parecer no es antojo, porque lo he echado de ver y he tenido cuenta de ello. Así que, cuando tengo este recogimiento, no tengo miedo a ninguna enfermedad. Verdad es que cuando tengo la oración como solía antes, no tengo esta mejoría.

24. Todas estas cosas que he dicho me hacen a mí creer que estas cosas son de Dios; porque como conozco quién yo era, que llevaba camino de perderme, y en poco tiempo con estas cosas, es cierto que mi alma se espantaba, sin entender por dónde me venían estas virtudes; no me conocía, y veía ser cosa dada y no ganada por trabajo. Entiendo con toda verdad y claridad, y sé que no me engaño, que no sólo ha sido medio para traerme Dios a su servicio, pero para sacarme del infierno, lo cual saben mis confesores a quien me he confesado generalmente.

25. También cuando veo alguna persona que sabe alguna cosa de mí, le querría dar a entender mi vida; porque me parece ser honra mía que nuestro Señor sea alabado, y ninguna cosa se me da por lo demás. Esto sabe El bien, o yo estoy muy ciega, que ni honra, ni vida, ni gloria, ni bien ninguno en cuerpo ni alma hay que me detenga ni quiera ni desee mi provecho, sino su gloria. No puedo yo creer que el demonio ha buscado tantos bienes para ganar mi alma por después perderla, que no le tengo por tan necio; ni puedo creer de Dios que, ya que por mis pecados mereciese andar engañada, haya dejado tantas oraciones de tan buenos como dos años ha se hacen ­que yo no hago otra cosa sino rogarlo a todos­ para que el Señor me dé a conocer si es esto su gloria, o me lleve por otro camino. No creo permitiera su divina Majestad que siempre fuesen adelante estas cosas si no fueran suyas.

26. Estas cosas y razones de tantos santos me esfuerzan cuando traigo estos temores de si no es Dios, siendo yo tan ruin. Mas cuando estoy en oración, y los días que ando quieta y el pensamiento en Dios, aunque se junten cuantos letrados y santos hay en el mundo y me diesen todos los tormentos imaginables y yo quisiese creerlo, no me podrían hacer creer que esto es demonio, porque no puedo. Y cuando me quisieron poner en que lo creyese, temía viendo quién lo decía, y pensaba que ellos debían de decir verdad, y que yo, siendo la que era, debía de estar engañada; mas a la primera palabra o recogimiento o visión era deshecho todo lo que me habían dicho; yo no podía más y creía que era Dios.

27. Aunque puedo pensar que podría mezclarse alguna vez demonio ­y esto es así, como lo he dicho y visto­, mas trae diferentes efectos, y quien tiene experiencia no le engañará, a mi parecer. Con todo esto digo, que aunque creo que es Dios ciertamente, yo no haría cosa alguna, si no le pareciese a quien tiene cargo de mí que es más servicio de nuestro Señor, por ninguna cosa; y nunca he entendido sino que obedezca y que no calle nada, que esto me conviene.

28. Soy muy ordinario reprendida de mis faltas ­y de manera que llega a las entrañas­, y avisos cuando hay o puede haber algún peligro en cosa que trato, que me han hecho harto provecho, trayéndome los pecados pasados a la memoria muchas veces, que me lastima harto.

29. Mucho me he alargado, mas es así, cierto, que en los bienes que me veo cuando salgo de oración, me parece quedo corta; después, con muchas imperfecciones y sin provecho y harto ruin. Y por ventura las cosas buenas no las entiendo, mas que me engaño; empero la diferencia de mi vida es notoria, y me lo hace pensar. En todo lo dicho digo lo que me parece que es verdad haber sentido.

Estas son las perfecciones que siento haber el Señor obrado en mí tan ruin e imperfecta. Todo lo remito al juicio de vuestra merced, pues sabe toda mi alma (2).


NOTAS

* Fecha probable, 1560 en Avila, siendo aún monja en la Encarnación. Destinatario, el P. Pedro Ibáñez, dominico. Esta Relación y las dos siguientes, escritas en el trienio 1560-63, aunque en diferentes fechas, fueron reunidas por la Santa en una especie de tratadillo único, no muy disímil de la primera redacción del Libro de la Vida. Destinada la primera de ellas al P. Ibáñez, él mismo la trascribió literalmente para enviarla a otros teólogos y confesores de la Autora (cf. Rel. 3, n. 13), remitiéndola luego a ésta, que se limitó a añadir una anotación marginal (n. 13) y luego escribir la segunda y tercera Relación. Al final de ésta agregó, a modo de epílogo, una nota conclusiva, cuyo tenor da a entender fue escrita después de muerto el P. Ibáñez; por tanto hacia el último tercio de 1565: era el período en que la Santa revisaba y redactaba nuevamente el Libro de la Vida. - El texto de estas tres Relaciones, lo tomo del P. Ribera (vida de la Santa, edición príncipe, Salamanca 1590, pp. 493-511).

1 El texto en cursiva fue añadido por la Santa a la copia hecha por su confesor y usada por Ribera, que anota: "aquí estaban añadidas de letra de la Madre estas palabras" (p. 498).

2 Entre esta Relación y la siguiente, Ribera advierte: "Esta Relación estaba escrita de mano ajena, aunque después, como veremos, la misma Madre dice que está como ella la escribió. Lo que se sigue todo estaba de su misma mano, y dice así" (p. 504).


2 (3)

1. Paréceme ha más de un año que escribí esto que aquí está. Hame tenido Dios de su mano en todo él, que no he andado peor, antes veo mucha mejoría en lo que diré. Sea alabado por todo.

2. Las visiones y revelaciones no han cesado, mas son más subidas mucho. Hame enseñado el Señor un modo de oración, que me hallo en él más aprovechada, y con muy mayor desasimiento en las cosas de esta vida, y con más ánimo y libertad. Los arrobamientos han crecido, porque a veces es con un ímpetu y de suerte que, sin poderme valer exteriormente, se conoce, y aun estando en compañía, porque es de manera que no se puede disimular, si no es con dar a entender ­como soy enferma del corazón­ que es algún desmayo. Aunque traigo gran cuidado de resistir al principio, algunas veces no puedo.

3. En lo de la pobreza, me parece me ha hecho Dios mucha merced, porque aun lo necesario no querría tener, si no fuese de limosna, y así deseo en extremo estar donde no se coma de otra cosa.

Paréceme a mí que estar donde estoy cierta que no me ha de faltar de comer y de vestir, que no se cumple con tanta perfección el voto ni el consejo de Cristo como donde no hay renta, que alguna vez faltará, y los bienes que con la verdadera pobreza se ganan parécenme muchos y no los quisiera perder. Hállome con una fe tan grande muchas veces en parecerme no puede faltar Dios a quien le sirve, y no teniendo ninguna duda que hay ni ha de haber ningún tiempo en que falten sus palabras, que no puedo persuadirme a otra cosa, ni puedo temer, y así siento mucho cuando me aconsejan tenga renta, y tórnome a Dios.

4. Paréceme tengo mucha más piedad de los pobres, que solía. Entiendo yo una lástima grande y deseo de remediarlos, que, si mirase a mi voluntad, les daría lo que traigo vestido. Ningún asco tengo de ellos, aunque los trate y llegue a las manos. Y esto veo es ahora don dado de Dios, que aunque por amor de El hacía limosna, piedad natural no la tenía. Bien conocida mejoría siento en esto.

5. En cosas que dicen de mí de murmuración, que son hartas y en mi perjuicio, y hartos, también me siento mejorada; no parece, me hace casi impresión más que a un bobo, y paréceme algunas veces tienen razón, y casi siempre. Siéntolo tan poco que aun no me parece tengo que ofrecer a Dios, como tengo experiencia que gana mi alma mucho, antes me parece me hacen bien, y así ninguna enemistad me queda con ellos en llegándome la primera vez a la oración; que luego que lo oigo, un poco de contradicción me hace, no con inquietud ni alteración; antes, como veo algunas veces otras personas me han lástima, es así que entre mí me río, porque parecen todos los agravios de tan poco tomo, los de esta vida, que no hay que sentir; porque me figuro andar en un sueño, y veo que en despertando no será todo nada.

6. Dame Dios más vivos deseos, más gana de soledad, muy mayor desasimiento ­como he dicho­ con visiones, que se me ha hecho entender lo que es todo, aunque deje cuantos amigos y amigas y deudos, que esto es lo de menos, antes me cansan mucho parientes; como sea por un tantito de servir más a Dios, los dejo con toda libertad y contento, y así en cada parte hallo paz.

7. Algunas cosas que en oración he sido aconsejada, me han salido muy verdaderas; así que de parte de hacerme Dios merced, hállome muy más mejorada; de servirle yo de mi parte, harto más ruin; porque el regalo he tenido más ­que se ha ofrecido­, aunque hartas veces me da harta pena; la penitencia, poca; la honra que me hacen, mucha, bien contra mi voluntad hartas veces (4).


NOTAS

3 Fue escrita en 1562. Es dudoso el lugar. Quizá en la Encarnación de Avila (julio-agosto de 1562). Pero es mucho más probable que lo hiciese en Toledo, en el palacio de doña Luisa de la Cerda. Por eso la Relación (n. 3) recoge los últimos ecos de la polémica sobre la pobreza (abril-mayo de 1562), y puede lamentarse: "la honra que me hacen es mucha..." (n. 7). - Está dirigida, probablemente, al P. Ibáñez.

4 Ribera observa: "Aquí estaba echada una raya como ésta [línea horizontal a todo lo ancho de la página], y luego dice" (p. 507). Sigue la Relación 3ª.


3 (5)

1. Esto que está aquí de mi letra, ha nueve meses, poco más o menos, que lo escribí. Después acá, no tornando atrás de las mercedes que Dios me ha hecho, me parece he recibido de nuevo, a lo que entiendo, mucha mayor libertad. Hasta ahora parecíame había menester a otros y tenía más confianza en ayudas del mundo; ahora entiendo claro ser todos unos palillos de romero seco, y que asiéndose a ellos no hay seguridad, que en habiendo algún peso de contradicciones o murmuraciones se quiebran. Y así tengo experiencia que el verdadero remedio para no caer es asirnos a la cruz y confiar en el que en ella se puso. Hállole amigo verdadero, y hállome con esto con un señorío que me parece podría resistir a todo el mundo que fuese contra mí, con no me faltar Dios.

2. Entendiendo esta verdad tan clara, solía ser muy amiga de que me quisiesen bien; ya no se me da nada, antes me parece en parte me cansa, salvo con los que trato mi alma o yo pienso aprovechar, que los unos porque me sufran y los otros porque con más afición crean lo que les digo de la vanidad que es todo, querría me la tuviesen.

3. En muy grandes trabajos y persecuciones y contradicciones que he tenido estos meses hame dado Dios gran ánimo; (6) y cuando mayores mayor, sin cansarme en padecer, y con las personas que decían mal de mí, no sólo no estaba mal con ellas, sino que me parece las cobraba amor de nuevo. No sé cómo era esto, bien dado de la mano del Señor.

4. De mi natural suelo, cuando deseo una cosa, ser impetuosa en desearla. Ahora van mis deseos con tanta quietud, que cuando los veo cumplidos, aun no entiendo si me huelgo. Que pesar y placer, si no es en cosas de oración, todo va templado, que parezco boba y como tal ando algunos días.

5. Los ímpetus que me dan algunas veces y han dado de hacer penitencia, son grandes, y si alguna hago, siéntola tan poco con aquel gran deseo, que alguna vez me parece ­y siempre casi­ que es regalo particular, aunque hago poca, por ser muy enferma.

6. Es grandísima [pena] para mí muchas veces, y ahora más excesiva, el haber de comer, en especial si estoy en oración. Debe ser grande, porque me hace llorar mucho y decir palabras de aflicción casi sin sentirme, lo que yo no suelo hacer. Por grandísimos trabajos que yo he tenido en esta vida, no me acuerdo haberlas dicho, que no soy nada mujer en estas cosas, que tengo recio corazón.

7. Deseo grandísimo, más que suelo, siento en mí, que tenga Dios personas que con todo desasimiento le sirvan y que en nada de lo de acá se detengan ­como veo es todo burla­, en especial letrados; que, como veo las grandes necesidades de la Iglesia, que éstas me afligen tanto, que me parece cosa de burla tener por otra cosa pena, y así no hago sino encomendarlos a Dios; porque veo yo que haría más provecho una persona del todo perfecta, con hervor verdadero de amor de Dios, que muchas con tibieza.

8. En cosas de la fe me hallo, a mi parecer, con muy mayor fortaleza. Paréceme a mí que contra todos los luteranos me pondría yo sola a hacerles entender su yerro. Siento mucho la perdición de tantas almas. Veo muchas aprovechadas, que conozco claro ha querido Dios que sea por mis medios, y conozco que por su bondad va en crecimiento mi alma en amarle cada día más.

9. Paréceme que, aunque con estudio quisiese tener vanagloria, que no podría, ni veo cómo pudiese pensar que ninguna de estas virtudes es mía; porque ha poco que me vi sin ninguna muchos años, y ahora de mi parte no hago más de recibir mercedes, sin servir, sino como la cosa más sin provecho del mundo. Y es así que considero algunas veces cómo todos aprovechan sino yo, que para ninguna cosa valgo. Esto no es, cierto, humildad, sino verdad, y conocerme tan sin provecho me trae con temores algunas veces de pensar no sea engañada. Así que veo claro que de estas revelaciones y arrobamientos ­que yo ninguna parte soy, ni hago para ellos más que una tabla­ me vienen estas ganancias. Esto me hace asegurar y traer más sosiego, y póngome en los brazos de Dios, y fío de mis deseos, que éstos, cierto, entiendo son morir por El y perder todo el descanso, y venga lo que viniere.

10. Viénenme días que me acuerdo infinitas veces de lo que dice San Pablo (7) ­aunque a buen seguro que no sea así en mí­, que ni me parece vivo yo, ni hablo, ni tengo querer, sino que está en mí quien me gobierna y da fuerza, y ando como casi fuera de mí, y así me es grandísima pena la vida. Y la mayor cosa que yo ofrezco a Dios por gran servicio, es cómo siéndome tan penoso estar apartada de El, por su amor quiero vivir. Esto querría yo fuese con grandes trabajos y persecuciones; ya que yo no soy para aprovechar, querría ser para sufrir, y cuantos hay en el mundo pasaría por un tantito de más mérito, digo en cumplir más su voluntad.

11. Ninguna cosa he tenido en la oración, aunque sea de hartos años antes, que no la haya visto cumplida. Son tantas las que veo, y lo que entiendo de las grandezas de Dios, y cómo las ha guiado, que casi ninguna vez comienzo a pensar en ello que no me falte el entendimiento, como quien ve cosas que van muy adelante de lo que puede entender, y quedo en recogimiento.

12. Guárdame tanto Dios en ofenderle, que, cierto, algunas veces me espanto, que me parece veo el gran cuidado que trae de mí, sin poner yo en ello casi nada, siendo un piélago de pecados y de maldades antes de estas cosas, y sin parecerme era señora de mí para dejarlas de hacer. Y para lo que yo querría se supiesen, es para que se entienda el gran poder de Dios. Sea alabado por siempre jamás, amén (8).

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13. Esta relación, que no es de mi letra, que va al principio, es que la di yo a mi confesor, y él sin quitar ni poner cosa, la sacó de la suya. Era muy espiritual y teólogo ­con quien trataba todas las cosas de mi alma­, y él las trató con otros letrados, y entre ellos fue el Padre Mancio (9). Ninguna han hallado que no sea muy conforme a la Sagrada Escritura. Esto me hace estar ya muy sosegada, aunque entiendo he menester, mientras Dios me llevare por este camino, no fiar de mí en nada, y así lo he hecho siempre, aunque siento mucho.

Mire vuestra merced que todo esto va debajo de confesión, como lo supliqué a vuestra merced.


NOTAS

5 Escrita 9 meses después de la precedente (n. 1), es decir en 1563, fue destinada muy probablemente al P. García de Toledo.

6 Alusión a la fundación de San José de Avila.

7 Gal. 2, 20.

8 El n. que sigue hace de epílogo a las 3 Relaciones. Advierte Ribera: "Acabado esto, comienza poniendo primero Jesús como ella lo hacía siempre que escribía, de esta manera, J H S" (p. 510). Fecha probable: fines de 1565.

9 Mancio del Corpus Christi, dominico, famoso profesor de Alcalá y Salamanca (1497-1566).


4 a) 10)


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1. Esta monja ha cuarenta años que tomó el hábito y desde el primero comenzó a pensar en la Pasión de nuestro Señor por los misterios y en sus pecados, sin nunca pensar en cosa que fuese sobrenatural, sino en las criaturas o cosas de que sacaba cuán presto se acaba todo, y en esto gastaba algunos ratos del día sin pasarle por pensamiento desear más, porque se tenía por tal, que aun pensar en Dios veía que no merecía.

2. En esto pasó como veintidós años con grandes sequedades, leyendo también en buenos libros. Habrá como dieciocho, cuando se comenzó a tratar del primer monasterio que fundó en Avila de Descalzas (como tres años antes), que comenzó a parecerle que le hablaban interiormente algunas veces y a ver algunas visiones y tener revelaciones (11). Esto jamás vio nada ni lo ha visto con los ojos corporales, sino una representación como un relámpago, mas quedábasele tan imprimido y con tantos efectos, como si lo viera con los ojos corporales, y más.

3. Ella era temerosísima, que aun algunas veces de día no osaba estar sola; y como aunque más hacía no podía excusar esto, andaba afligidísima, temiendo no fuese engaño del demonio; y comenzó a tratar con personas espirituales de la Compañía de Jesús, entre los cuales fue el Padre Araoz, que acertó a ir allí, que era Comisario de la Compañía, y el Padre Francisco ­que fue duque de Gandía- (12) trató dos veces, y a un provincial de la Compañía -que está ahora en Roma, de los cuatro-, llamado Gil González, y aun al que ahora lo es en Castilla, aunque a éste no tanto; a Baltasar Alvarez, que es ahora Rector de Salamanca: la confesó seis años; al Rector de Cuenca (13), llamado Salazar, y al de Segovia, llamado Santander, éste no tanto tiempo; al Rector de Burgos, que llaman Ripalda, y aun estaba harto mal con ella hasta que la trató; al doctor Pablo Hernández en Toledo, que era Consultor de la Inquisición; a otro Ordóñez, que fue Rector en Avila. Como estaba en los lugares, así procuraba los que de ellos eran más estimados.

4. A fray Pedro de Alcántara trató mucho, y fue el que mucho puso por ella.

5 Estuvieron más de seis años en este tiempo haciendo hartas pruebas, y ella con hartas lágrimas y aflicción, y mientras más pruebas se hacían, más tenía, y suspensiones hartas veces en la oración y aun fuera de ella (14). Hacíanse hartas oraciones y decíanse misas porque Dios la llevase por otro camino, porque su temor era grandísimo cuando no estaba en la oración, aunque en todas las cosas que tocaban al servicio de Dios se entendía clara mejoría y ninguna vanagloria ni soberbia, antes se corría de los que lo sabían, y sentía más tratarlo que si fueran pecados, porque le parecía que se reirían de ella y que eran cosas de mujercillas.

6. Habrá como trece años, poco más o menos, que fue allí el Obispo de Salamanca, que era Inquisidor creo en Toledo, y lo había sido aquí; ella procuró de hablarle para asegurarse más y diole cuenta de todo (15). El le dijo que todo esto no era cosa que tocaba a su oficio, porque todo lo que veía y entendía siempre la afirmaba más en la fe católica, que ella siempre estuvo y está firme y con grandísimos deseos de la honra de Dios y bien de las almas, que por una se dejara matar muchas veces. Díjole, como la vio tan fatigada, que escribiese al Maestro Avila, que era vivo, una larga relación de todo, que era hombre que entendía mucho de oración, y que con lo que la escribiese, se sosegase. Ella lo hizo así; y él la escribió asegurándola mucho (16). Fue de suerte esta relación, que todos los letrados que la han visto ­que eran sus confesores­, decían era de gran provecho para aviso de cosas espirituales, y mandáronla que lo trasladase e hiciese otro librillo para sus hijas, que era priora, adonde las diese algunos avisos.

7. Con todo esto, a tiempos no le faltaban temores, y parecióle que a gente espiritual también podían estar engañados como ella, que quería tratar con grandes letrados, aunque no fuesen muy dados a oración, porque ella no quería sino saber si eran conforme a la Sagrada Escritura todo lo que tenía. Y algunas veces se consolaba pareciéndole que, aunque por sus pecados mereciese ser engañada, que a tantos buenos como deseaban darle luz, que no permitiría Dios se engañasen.

8. Con este intento comenzó a tratar con padres de Santo Domingo en estas cosas, que antes que las tuviese muchas veces se confesaba con ellos. Son éstos los que ha tratado: fray Vicente Barrón la confesó un año y medio en Toledo, yendo a fundar allí, que era consultor de la Inquisición y gran letrado; éste la aseguró mucho. Y todos le decían que como no ofendiese a Dios y se conociese por ruin, que de qué temía. Con el Maestro fray Domingo Bañes (17) , -que es consultor del Santo Oficio ahora en Valladolid­ me confesé seis años, y siempre trata con él por cartas, cuando algo de nuevo se le ha ofrecido. Con el Maestro Chaves. Con el segundo fue fray Pedro Ibáñez, que era entonces lector en Avila y grandísimo letrado, y con otro dominico que llaman fray García de Toledo. Con el P. Maestro fray Bartolomé de Medina, catedrático de Salamanca, y sabía que estaba muy mal con ella, porque había oído de estas cosas; y parecióle que éste la diría mejor si iba engañada, que ninguno (esto ha poco más de dos años), y procuróse confesar con él, y diole larga relación de todo, lo que allí estuvo, y procuró que viese lo que había escrito para que entendiese mejor su vida. El la aseguró tanto y más que todos, y quedó muy su amigo. También se confesó algún tiempo con el Padre Maestro Fray Felipe de (18) Meneses que estuvo en Valladolid a fundar, y era el Prior o Rector de aquel Colegio de San Gregorio, y habiendo oído estas cosas, la había ido a hablar en Avila con harta caridad, queriendo saber si estaba engañada, y que si no era razón no la murmurasen tanto; y se satisfizo mucho. También trató particularmente con un Provincial de Santo Domingo, llamado Salinas, hombre muy espiritual y gran siervo de Dios; y con otro lector que es ahora en Segovia, llamado fray Diego de Yanguas, harto de agudo ingenio.

9. Otros algunos, que en tantos años y con temor ha habido lugar para ello, en especial como andaba en tantas partes a fundar, hanse hecho hartas pruebas, porque todos deseaban acertar a darla luz, por donde la han asegurado y se han asegurado.

10. Siempre jamás estaba sujeta y lo está a todo lo que tiene la santa fe católica, y toda su oración y de las casas que ha fundado, es porque vaya en aumento. Decía ella, que cuando alguna cosa de éstas la induciera contra lo que es fe católica y la ley de Dios, que no hubiera menester andar a buscar pruebas, que luego viera era demonio.

11. Jamás hizo cosa por lo que entendía en la oración, antes si le decían sus confesores al contrario, lo hacía luego, y siempre daba parte de todo. Nunca creyó tan determinadamente que era Dios ­con cuanto le decían que sí­, que lo jurara, aunque por los efectos y las grandes mercedes que le ha hecho en algunas cosas, le parecía buen espíritu; mas siempre deseaba virtudes, y en esto ha puesto a sus monjas, diciendo que la más humilde y mortificada sería la más espiritual.

12. Esto que ha escrito (19) dio al Padre Maestro fray Domingo Bañes, que está en Valladolid, que es con quien más ha tratado y trata. Piensa que los habrá presentado al Santo Oficio en Madrid (20). En todo ello se sujeta a la corrección de la fe católica y de la Iglesia. Ninguno la ha puesto culpa, porque son éstas cosas que no están en mano de nadie, y nuestro Señor no pide lo imposible.

13. Como se ha dado cuenta a tantos por el gran temor que traía, hanse divulgado mucho estas cosas, que ha sido para ella harto grandísimo tormento y cruz; dice ella que no por humildad, sino porque siempre aborrecía estas cosas que decían de mujeres. Tenía extremo a no se sujetar a quien le parecía que creía era todo de Dios, porque luego temía los había de engañar a entrambos el demonio. Como quien veía temeroso, trataba su alma de mejor gana; aunque también le daba pena con los que del todo despreciaban estas cosas ­era por probarla­ (21), porque le parecían algunas muy de Dios, y no quisiera, que pues no veían causa las condenaran determinadamente, tampoco como que creyeran que todo era de Dios, porque entendía ella muy bien que podía haber engaño, y por esto jamás le pareció asegurarse del todo en lo que podía haber peligro. Procuraba lo más que podía en ninguna cosa ofender a Dios y siempre obedecer; y con estas dos cosas se pensaba librar, aunque fuese demonio.

14. Desde que tuvo cosas sobrenaturales, siempre se inclinaba su espíritu a buscar lo más perfecto, y casi ordinario traía grandes deseos de padecer; y en las persecuciones ­que tuvo hartas­, se hallaba consolada y con amor particular a quien la perseguía. Gran deseo de pobreza y soledad, y de salir de este destierro por ver a Dios. Por estos efectos y otros semejantes se comenzó a sosegar, pareciéndole que espíritu que la dejaba con estas virtudes no sería malo, y así se lo decían con los que lo trataba, aunque para dejar de temer no, sino para no andar tan fatigada. Jamás su espíritu la persuadía a que encubriese nada, sino a que obedeciese siempre.

15. Nunca con los ojos del cuerpo (22) vio nada, como está dicho, sino con una delicadez y cosa tan intelectual, que algunas veces pensaba a los principios se le había antojado, otras no lo podía pensar. Tampoco oyó jamás con los oídos corporales, si no fueron dos veces, y éstas no entendió cosa de las que decían, ni sabía quién.

16. Estas cosas no eran continuas, sino en alguna necesidad algunas veces, como fue una que había estado algunos días con unos tormentos interiores incomportables y un desasosiego interior de temor si la traía engañada el demonio, como más largamente está en aquella Relación (23), y también están sus pecados, que así han sido públicos, como estotras cosas, porque el miedo que traía le ha hecho olvidar su crédito; y estando así con aflicción que no se puede decir, con sólo entender esta palabra en lo interior; Yo soy, no tengas miedo, quedaba el alma tan quieta y animosa y confiada, que no podía entender de dónde le había venido tan gran bien; pues no había bastado confesor, ni bastaran muchos letrados con muchas palabras para ponerle aquella paz y quietud que con una se le había puesto, y así otras veces que con alguna visión quedaba fortalecida; porque a no ser esto, no pudiera haber pasado tan grandes trabajos y contradicciones y enfermedades -que han sido sin cuento­, y pasa, que jamás anda sin algún género de padecer. Hay más y menos, mas lo ordinario es siempre dolores con otras hartas enfermedades, aunque después que es monja la han apretado más.

17. Si en algo sirve al Señor y las mercedes que le hace, pasa de presto por su memoria, aunque de las mercedes muchas veces se acuerda, mas no puede detenerse allí mucho, como en los pecados, que siempre están atormentándola como un cieno de mal olor. El haber tenido tantos pecados y servido a Dios tan poco, debe ser causa de no ser tentada de vanagloria.

18. Jamás con cosa de su espíritu tuvo persuasión, ni cosa sino de toda limpieza y castidad, y sobre todo un gran temor de no ofender a Dios nuestro Señor y de hacer en todo su voluntad. Esto le suplica siempre, y a su parecer está tan determinada a no salir de ella, que no la dirían cosa en que pensase servir más a Dios los que la tratan ­confesores y prelados­ que la dejase de poner por obra, confiada en que el Señor ayuda a los que se determinan por su servicio y gloria.

19. No se acuerda más de sí, ni de su provecho ­en comparación de esto­, que si no fuese, a cuanto ella puede entender de sí y entienden sus confesores. Es todo gran verdad lo que va en este papel, y lo puede probar con ellos vuestra merced, si quiere, y con todas las personas que la han tratado de veinte años a esta parte. Muy ordinario la mueve su espíritu a alabanzas de Dios, y querría que todo el mundo entendiese en esto, aunque a ella le costase muy mucho. De aquí le viene el deseo del bien de las almas; y de ver cuán basuras son las cosas exteriores de este mundo y cuán preciosas las interiores ­que no tienen comparación­, ha venido a tener en poco las cosas de él.

20. La manera de visión que vuestra merced me preguntó es que no se ve cosa ni interior ni exteriormente, porque no es imaginaria; mas sin verse nada, entiende el alma quién es, y hacia dónde se le representa, más claramente que si lo viese, salvo que no se le representa cosa particular, sino como si una persona sintiese que está otra cabe ella, y porque estuviese a oscuras no la ve, más cierto entiende que está allí, salvo que no es comparación ésta bastante; porque el que está a oscuras, por alguna vía, u oyendo ruido, o habiendo visto antes la persona, entiende que está allí o la conoce de antes. Acá no hay nada de eso, sino que sin palabra exterior ni interior entiende el alma clarísimamente quién es, y hacia qué parte está, y a las veces lo que quiere significar. Por dónde o cómo, no lo sabe; mas ello pasa así, y lo que dura no puede ignorarlo; y cuando se quita, aunque más quiere imaginarlo como antes, no aprovecha, porque se ve que es imaginación y no presencia, que ésta no está en su mano; y así son todas las cosas sobrenaturales. Y de aquí viene no tenerse en nada a quien Dios hace esta merced, porque ve que es cosa dada y que ella allí ni puede quitar ni poner; y esto hace quedar con mucha más humildad y amor de servir siempre a este Señor tan poderoso, que puede hacer lo que acá no podemos aun entender; como aunque más letras tengan, hay cosas que no se alcanzan.

Sea bendito el que lo da, amén, para siempre jamás.


NOTAS

10 En Sevilla a fines de 1575 (cf. Ribera IV, c. 7, p. 368), o quizá a principios de 1576. El plano de arriba contiene el texto de Caprarola (autógrafo). El de abajo el texto de Ribera (IV, c. 7, pp. 369-375) y ms. de Avila y Toledo.

11 Escribe entre 1575 y 1576. "Ha 40 años que tomó el hábito": 1535-1536. - "Pasó como 22 años con grandes sequedades": 1535-1556. - "Habrá como 18, cuando se comenzó a tratar del primer monasterio..., como 3 años antes...": 1557-1560.

12 De Buendía, escribió primero la Santa.

13 De Sigüenza, escribió primero.

14 Las palabras en cursiva, fueron añadidas entre líneas por la Autora.

15 Francisco de Soto y Salazar (cf. Vida 40, 16).

16 Alusión a la Vida y a las cartas del B. Avila de abril y septiembre de 1568 (cf. B.M.C., t. II, páginas 207-210).

17 Por Domingo Báñez: error evidente en que incurren Ribera (p. 371) y los amanuenses de Toledo y Avila.

18 Lo subrayado, escrito entre líneas por la Santa.

19 El libro de la Vida.

20 Efectivamente, el libro estaba ya en poder del Santo Oficio de Madrid. Báñez había firmado su censura a 7/7/1575.

21 Añadió entre líneas.

22 Del espíritu, había escrito, y lo borró.

23 En la Vida.