Humanidad Sacratísima
Santa Teresa de Jesús


Procuraba lo más que podía traer a Jesucristo, nuestro bien y Señor, dentro de mí presente, y ésta era mi manera de oración. Si pensaba en algún paso, le representaba en lo interior.

Era yo muy devota de la gloriosa Magdalena, y muy muchas veces pensaba en su conversión, en especial cuando comulgaba, que como sabía estaba allí cierto el Señor dentro de mí, poníame a sus pies pareciéndome no eran de desechar mis lágrimas; ... y encomendábame a esta gloriosa Santa para que me alcanzase el perdón.

Tenía este modo de oración: que, como no podía discurrir con el entendimiento, procuraba representar a Cristo dentro de mí, y hallábame mejor - a mi parecer - de las partes adonde le veía más solo... Como persona necesitada me había de admitir a mí.

Yo sólo podía pensar en Cristo como hombre; mas es así que jamás le pude representar en mí - por más que leía su hermosura y veía imágenes -, sino como quien está ciego o a oscuras, que aunque habla con una persona y ve que está con ella porque sabe cierto que está allí..., de esta manera me acaecía a mí cuando pensaba en nuestro Señor.

Acaecíame en esta representación que hacía de ponerme cabe Cristo, que he dicho, y aun algunas veces leyendo, venirme a deshora un sentimiento de la presencia de Dios que en ninguna manera podía dudar que estaba dentro de mí o yo toda engolfada en Él.

Puede representarse delante de Cristo y acostumbrarse a enamorarse mucho de su sagrada Humanidad y traerle siempre consigo y hablar con Él, pedirle para sus necesidades y quejársele de sus trabajos, alegrarse con Él en sus contentos..., sin procurar oraciones compuestas, sólo palabras conformes a sus deseos y necesidad.

Es excelente manera de aprovechar y muy en breve; y quien trabajare a traer consigo esta preciosa compañía y se aprovechare mucho en ella y de veras cobrare amor a este Señor a quien tanto debemos, yo le doy por aprovechado.

Este modo de traer a Cristo con nosotros aprovecha en todos estados y es un medio segurísimo para ir aprovechando en el primero y llegar en breve al segundo grado de oración, y para los postreros andar seguros de los peligros que el demonio puede poner.

Se presenten delante de Cristo y sin cansancio del entendimiento se estén hablando y regalando con Él, sin cansarse en componer razones, sino presentar necesidades y la razón que tiene para no nos sufrir allí.

Si pudiere, ocuparle en que mire que le mira, y le acompañe, y hable, y pida, y se humille y regale con El y acuerde que no merecía estar allí... hace muchos provechos esta manera de oración; al menos hallóme mi alma.

¡Que queráis vos, Señor, estar así con nosotros y estáis en el Sacramento..., y si no es por nuestra culpa nos podemos gozar con Vos, y que Vos os holgáis con nosotros, pues decís ser vuestro deleite estar con los hijos de los hombres!

Ha de ser el medio para la más subida contemplación la Humanidad de Cristo.

La Humanidad... me parecía me era impedimento. ¡Oh Señor de mi alma y Bien mío, Jesucristo crucificado! No me acuerdo vez de esta opinión que tuve, que no me da pena, y me parece que hice una gran traición, aunque con ignorancia.

Había sido yo tan devota toda mi vida de Cristo..., y así siempre tornaba a mi costumbre de holgarme con este Señor, en especial cuando comulgaba. Quisiera yo siempre traer delante de los ojos su retrato e imagen ya que no podía traerle tan esculpido en mi alma como yo quisiera. ¿Es posible, Señor mío, que cupo en mi pensamiento ni una hora que Vos me habíais de impedir para mayor bien? ¿De dónde me vinieron a mí todos los bienes sino de Vos? No quiero pensar que en esto tuve culpa, porque me lastimo mucho, que cierto era ignorancia.

Tengo para mí que la causa de no aprovechar más muchas almas y llegar a muy gran libertad de espíritu, cuando llegan a tener oración de unión, es por esto.

Y veo yo claro, y he visto después, que para contentar a Dios y que nos haga grandes mercedes, quiere sea por manos de esta Humanidad Sacratísima, en quien dijo Su Majestad se deleita.

Muy muy muchas veces lo he visto por experiencia. Hámelo dicho el Señor; he visto claro que por esta puerta hemos de entrar si queremos nos muestre la soberana Majestad grandes secretos.

Este Señor nuestro es por quien nos vienen todos los bienes...; mirando su vida es el mejor dechado.

Yo he mirado con cuidado, después que esto he entendido, de algunos santos, grandes contemplativos, y no iban por otro camino.

Esto de apartarse de lo corpóreo, bueno debe ser, cierto, pues gente tan espiritual lo dice... Lo que querría dar a entender es que no ha de entrar en esta cuenta la Sacratísima Humanidad de Cristo.

No procurar con todas nuestras fuerzas traer delante siempre... esta Sacratísima Humanidad, esto digo que no me parece bien y que es andar el alma en el aire, como dicen.

Es gran cosa, mientras vivimos y somos humanos, traerle humano.

Es muy buen amigo Cristo, porque le miramos Hombre y vémosle con flaquezas y trabajos, y es compañía y, habiendo costumbre, es muy fácil hallarse cabe sí.

Díjome el confesor tuviese cada día oración en un paso de la Pasión, y que me aprovechase de él, y que no pensase sino en la Humanidad... Dejóme consolada y esforzada.

Comencé a tomar de nuevo amor a la Sacratísima Humanidad. Comenzóse a asentar en la oración como edificio que ya lleva cimiento y a aficionarme a más penitencia.

Estando un día del glorioso San Pedro en oración, vi cabe mí o sentí, por mejor decir, que con los ojos del cuerpo ni del alma no vi nada, mas parecíame estaba junto cabe mí Cristo y veía ser Él el que me hablaba, a mi parecer.

Parecíame andar siempre a mi lado Jesucristo, y como no era visión imaginaria, no veía en qué forma; mas estar siempre al lado derecho, sentíalo muy claro, y que era testigo de todo lo que yo hacía, y que ninguna vea que me recogiese un poco o no estuviese muy divertida podía ignorar que estaba cabe mí.

Estando un día en oración, quiso el Señor mostrarme solas las manos con tan grandísima hermosura que no lo podría yo encarecer... Desde a pocos días, vi también aquel divino rostro, que del todo me parece me dejó absorta.

Un día de San Pablo, estando en misa, se me representó toda esta Humanidad Sacratísima como se pinta resucitado, con tanta hermosura y majestad... que no se puede decir que no sea deshacerse.

Sólo digo que, cuando otra cosa no hubiese para deleitar la vista en el cielo sino la gran hermosura de los cuerpos glorificados, es grandísima gloria, en especial ver la Humanidad de Jesucristo, Señor nuestro.

Viene a veces con tan grande majestad, que no hay quien pueda dudar sino que es el mismo Señor, en especial en acabando de comulgar, que ya sabemos que está allí, que nos lo dice la fe; represéntase tan señor de aquella posada, que parece toda deshecha el alma se ve consumir en Cristo. ¡Oh Jesús mío! ¡Quién pudiese dar a entender la majestad con que os mostráis!

Veo que queréis dar a entender al alma cuán grande es y el poder que tiene esta Sacratísima Humanidad junto con la Divinidad.

Con ver que me estaba hablando y yo mirando aquella gran hermosura y la suavidad con que habla aquellas palabras por aquella hermosísima y divina boca, y otras veces con rigor, y desear yo en extremo entender el color de sus ojos o del tamaño que era, para que lo supiese decir, jamás lo he merecido ver, ni me basta procurarlo, antes se me pierde la visión del todo.

De ver a Cristo me quedó imprimida su grandísima hermosura.

Comenzóme mucho mayor amor y confianza de este Señor en viéndole, como con quien tenía conversación tan continua. Veía que, aunque era Dios, que era Hombre, que no se espanta de las flaquezas de los hombres, que entiende nuestra miserable compostura, sujeta a muchas caídas por el primer pecado que Él había venido a reparar.

Alcé los ojos al cielo, y vi a Cristo, no en el cielo, sino bien alto de mí en el aire, que tendía la mano hacia mí, y desde allí me favorecía.

Aunque se dan a entender estas Personas distintas de una manera extraña, entiende el alma ser un solo Dios. No me acuerdo haberme parecido que habla nuestro Señor, si no es la Humanidad, y ya digo, esto puedo afirmar que no es antojo.

Año de 1575 en el mes de abril, estando yo en la fundación de Beas... representóseme esta visión con la brevedad ordinaria, que es como un relámpago. Parecióme que estaba junto a mí nuestro Señor Jesucristo de la forma que Su Majestad se me suele representar.

Estando una vez con esta presencia de ls tres Personas que traigo en el alma, era con tanta luz que no se puede dudar el estar allí Dios vivo y verdadero, y allí se me daban a entender cosas que yo no las sabré decir después. Entre ellas era cómo había la Persona del Hijo tomado carne humana y no las demás.

Gran yerro es no ejercitarse, por muy espirituales que sean, en traer presente la Humanidad de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

Os parecerá que quien goza de cosas tan altas, no tendrá meditación en los misterios de la Sacratísima Humanidad... A mí no me harán confesar que es buen camino.

Todo nuestro bien y remedio es la Sacratísima Humanidad de nuestro Señor Jesucristo.

Creo que queda dado a entender lo que conviene, por espirituales que sean, no huir tanto de cosas corpóreas que les parezca aun hace daño la Humanidad Sacratísima.

Mientras más adelante va un alma acompañada es de este buen Jesús.

Cuando nuestro Señor es servido de regalar más a esta alma, muéstrale claramente su Sacratísima Humanidad de la manera que quiere, o como andaba en el mundo, o después de resucitado.

La primera vez que Dios hace esta merced del matrimonio espiritual, quiere Su Majestad mostrarse al alma por visión imaginaria de su Sacratísima Humanidad.