CAPÍTULO 25

Prosíguese en la fundación del glorioso San José de Sevilla, y lo que se pasó en tener casa propia.

1. Nadie pudiera juzgar que en una ciudad tan caudalosa como Sevilla y de gente tan rica había de haber menos aparejo de fundar que en todas las partes que había estado. Húbole tan menos, que pensé algunas veces que no nos estaba bien tener monasterio en aquel lugar. No sé si el mismo clima de la tierra, que he oído siempre decir los demonios tienen más mano allí para tentar, que se la debe dar Dios, y en esto (1) me apretaron a mí, que nunca me vi más pusilánime y cobarde en mi vida que allí me hallé. Yo, cierto, a mí misma no me conocía. Bien que la confianza que suelo tener en nuestro Señor no se me quitaba; mas el natural estaba tan diferente del que yo suelo tener después que ando en estas cosas, que entendía apartaba en parte el Señor su mano para que él se quedase en su ser y viese yo que, si había tenido ánimo, no era mío.

2. Pues habiendo estado allí desde este tiempo que digo (2) hasta poco antes de cuaresma, que ni había memoria de comprar casa ni con qué, ni tampoco quien nos fiase como en otras partes (que las que mucho habían dicho al padre Visitador Apostólico que entrarían y rogádole llevase allí monjas, después les debía parecer mucho el rigor y que no lo podían llevar; sola una, que diré adelante, entró) (3), ya era tiempo de mandarme a mí venir de la Andalucía, porque se ofrecían otros negocios por acá (4). A mí dábame grandísima pena dejar las monjas sin casa, aunque bien veía que yo no hacía nada allí; porque la merced que Dios me hace por acá de haber quien ayude a estas obras, allí no la tenía.

3. Fue Dios servido que viniese entonces de las Indias un hermano mío que había más de treinta y cuatro años que estaba allá, llamado Lorenzo de Cepeda (5), que aun tomaba peor que yo en que las monjas quedasen sin casa propia. El nos ayudó mucho, en especial en procurar que se tomase en la que ahora están. Ya yo entonces ponía mucho con nuestro Señor, suplicándole que no me fuese sin dejarlas casa y hacía a las hermanas se lo pidiesen y al glorioso San José, y hacíamos muchas procesiones y oración a nuestra Señora. Y con esto, y con ver a mi hermano determinado a ayudarnos, comencé a tratar de comprar algunas casas. Ya que parecía se iba a concertar, todo se deshacía.

4. Estando un día en oración, pidiendo a Dios, pues eran sus esposas y le tenían tanto deseo de contentar, les diese casa, me dijo: ya os he oído; déjame a Mí. Yo quedé muy contenta, pareciéndome la tenía ya, y así fue, y librónos Su Majestad de comprar una que contentaba a todos por estar en buen puesto, y era tan vieja y malo lo que tenía, que se compraba sólo el sitio en poco menos que la que ahora tienen; y estando ya concertada, que no faltaba sino hacer las escrituras, yo no estaba nada contenta. Parecíame que no venía esto con la postrera palabra que había entendido en la oración; porque era aquella palabra, a lo que me pareció, señal de darnos buena casa; y así fue servido que el mismo que la vendía, con ganar mucho en ello, puso inconveniente para hacer las escrituras cuando había quedado; y pudimos, sin hacer ninguna falta, salirnos del concierto, que fue harta merced de nuestro Señor. Porque en toda la vida de las que estaban se acabara de labrar la casa, y tuvieran harto trabajo y poco con qué.

5. Mucha parte fue un siervo de Dios, que casi desde luego que fuimos allí, como supo que no teníamos misa, cada día nos la iba a decir, con tener harto lejos su casa y hacer grandísimos soles. Llámase Garciálvarez, persona muy de bien y tenida en la ciudad por sus buenas obras, que siempre no entiende en otra cosa; y a tener él mucho, no nos faltara nada. El, como sabía bien la casa, parecíale gran desatino dar tanto por ella, y así cada día nos lo decía, y procuró no se hablase en ella más; y fueron él y mi hermano a ver en la que ahora están. Vinieron tan aficionados, y con razón, y nuestro Señor que lo quería, que en dos o tres días se hicieron las escrituras (6).

6. No se pasó poco en pasarnos a ella, porque quien la tenía no la quería dejar, y los frailes franciscos, como estaban junto, vinieron luego a requerirnos que en ninguna manera nos pasásemos a ella; que a no estar hechas con tanta firmeza las escrituras, alabara yo a Dios que se pudieran deshacer; porque nos vimos a peligro de pagar seis mil ducados que costaba la casa, sin poder entrar en ella. Esto no quisiera la priora (7), sino que alababa a Dios de que no se pudiesen deshacer; que le daba Su Majestad mucha más fe y ánimo que a mí en lo que tocaba a aquella casa, y en todo le debe tener, que es harto mejor que yo.

7. Estuvimos más de un mes con esta pena. Ya fue Dios servido que nos pasamos la priora y yo y otras dos monjas una noche, porque no lo entendiesen los frailes hasta tomar la posesión, con harto miedo. Decían los que iban con nosotras, que cuantas sombras veían les parecían frailes. En amaneciendo, dijo el buen Garciálvarez, que iba con nosotros, la primera misa en ella, y así quedamos sin temor.

8. ¡Oh Jesús!, ¡qué de ellos he pasado al tomar de las posesiones! Considero yo si yendo a no hacer mal, sino en servicio de Dios, se siente tanto miedo, ¿qué será de las personas que le van a hacer, siendo contra Dios y contra el prójimo? No sé qué ganancia pueden tener ni qué gusto pueden buscar con tal contrapeso.

9. Mi hermano aún no estaba allí, que estaba retraído (8) por cierto yerro que se hizo en la escritura, como fue tan aprisa, y era en mucho daño del monasterio y, como era fiador, queríanle prender; y como era extranjero, diéranos harto trabajo, y aun así nos le dio, que hasta que dio hacienda en que tomaron seguridad hubo trabajo. Después se negoció bien, aunque no faltó algún tiempo de pleito, porque hubiese más trabajo. Estábamos encerradas en unos cuartos bajos, y él estaba allí todo el día con los oficiales y nos daba de comer, y aun harto tiempo antes. Porque aun como no se entendía de todos ser monasterio, por estar en una casa particular, había poca limosna, si no era de un santo viejo prior de las Cuevas, que es de los cartujos, grandísimo siervo de Dios (9). Era de Avila, de los Pantojas. Púsole Dios tan grande amor con nosotras, que desde que fuimos, y creo le durará hasta que se le acabe la vida, el hacernos bien de todas maneras. Porque es razón, hermanas, que encomendéis a Dios a quien tan bien nos ha ayudado, si leyereis esto, sean vivos o muertos, lo pongo aquí. A este santo debemos mucho.

10. Estúvose más de un mes, a lo que creo (que en esto de los días tengo mala memoria, y así podría errar; siempre entended "poco más o menos", pues en ello no va nada). Este mes trabajó mi hermano harto en hacer la iglesia de algunas piezas y en acomodarlo todo, que no teníamos nosotras que hacer.

11. Después de acabado, yo quisiera no hacer ruido en poner el Santísimo Sacramento, porque soy muy enemiga de dar pesadumbre en lo que se puede excusar, y así lo dije al padre Garciálvarez y él lo trató con el padre prior de las Cuevas, que si fueran cosas propias suyas, no lo miraran más que las nuestras. Y parecióles que para que fuese conocido el monasterio en Sevilla, no se sufría sino ponerse con solemnidad, y fuéronse al Arzobispo. Entre todos concertaron que se trajese de una parroquia el Santísimo Sacramento con mucha solemnidad, y mandó el Arzobispo se juntasen los clérigos y algunas cofradías, y se aderezasen las calles.

12. El buen Garciálvarez aderezó nuestra claustra, que como he dicho servía entonces de calle (10), y la iglesia extremadísimamente y con muy buenos altares e invenciones. Entre ellas tenía una fuente, que el agua era de azahar, sin procurarlo nosotras ni aun quererlo, aunque después mucha devoción nos hizo. Y nos consolamos ordenasen nuestra fiesta con tanta solemnidad y las calles tan aderezadas y con tanta música y ministriles, que me dijo el santo prior de las Cuevas que nunca tal había visto en Sevilla, que conocidamente se vio ser obra de Dios. Fue él en la procesión, que no lo acostumbraba. El Arzobispo puso el Santísimo Sacramento (11).

Veis aquí, hijas, las pobres Descalzas honradas de todos; que no parecía, aquel tiempo antes (12), que había de haber agua para ellas, aunque hay harto en aquel río. La gente que vino fue cosa excesiva.

13. Acaeció una cosa de notar, a dicho de todos los que la vieron: como hubo tantos tiros de artillería y cohetes, después de acabada la procesión, que era casi noche, antojóseles de tirar más, y no sé cómo se prende un poco de pólvora, que tienen a gran maravilla no matar al que lo tenía. Subió gran llama hasta lo alto de la clausura, que tenían los arcos cubiertos con unos tafetanes, que pensaron se habían hecho polvo, y no les hizo daño poco ni mucho, con ser amarillos y de carmesí. Y lo que digo que es de espantar, es que la piedra que estaba en los arcos, debajo del tafetán, quedó negra del humo, y el tafetán, que estaba encima, sin ninguna cosa más que si no hubiera llegado allí el fuego.

14. Todos se espantaron cuando lo vieron. Las monjas alabaron al Señor por no tener que pagar otros tafetanes. El demonio debía estar tan enojado de la solemnidad que se había hecho y ver ya otra casa de Dios, que se quiso vengar en algo y Su Majestad no le dio lugar. Sea bendito por siempre jamás, amén.

NOTAS CAPÍTULO 25

1 En esto: lectura dudosa. Había escrito "este" y corrigió "esto". Comúnmente los editores trascriben en ésta (tierra), a costa de la buena tierra andaluza, que no cayó en gracia a la santa avilesa.

2 Desde el 26 de mayo de 1575 hasta entrado febrero del año siguiente: casi 9 meses. - Visitador Apostólico: Gracián.

3 Beatriz de la Madre de Dios. Cf. c. 26.

4 Cf. c. 27, n 18, 19.

5 D. Lorenzo de Cepeda (1519-1580), que había partido para América en 1540, regresaba ahora a los 35 años de ausencia, viudo pero acompañado de sus tres hijos, Francisco, Lorenzo y Teresita, y de su hermano Pedro. Desembarcó en Sanlúcar de Barrameda en agosto de 1575, y pasó en seguida a ser dirigido e hijo espiritual de su santa hermana. Cf. Epistolario, y especialmente la Relación 46.

6 Las escrituras se firmaron el 5 de abril de 1576. Costó la casa 6.000 ducados, pero, según la Santa en carta al P. Mariano (9/5/1576), era tal que "todos dicen que fue de valde... no se hiciera ahora con 20.000 ducados".

7 María de San José.

8 Mi hermano (Lorenzo) ... estaba retraído: es decir, acogido a un templo o lugar sagrado, para no ser preso por la justicia, que entonces respetaba este privilegio eclesiástico. El yerro incurrido se refería al pago de la alcabala de la casa: "En el escribano fue el yerro de lo de la alcabala", escribía la Santa al P. Mariano (loc. cit.).

9 Fernando Pantoja, que fue Prior de la Cartuja de Santa María de las Cuevas desde 1567 hasta 1580. Sobre los favores por él hechos a las Descalzas de Sevilla, véase un documento curioso en B.M.C., t. 6, pp. 250-251. - La frase siguiente queda incompleta: Púsole Dios tan grande amor..., que desde que fuimos no cesó de hacernos bien...

10 La claustra es probablemente el patio abierto de la casa o bien los soportales externos con arcadas a modo de claustro; hablará de ella en el n. 13, pero nunca ha dicho que servía de calle. (En el Epistolario, claustra es el "claustro" o corredor en torno al patio interno, que debía servir para cementerio de las religiosas (cf. cartas a María de San José, 6/5/1577 y 15/5/1577).

11 Era el 3 de junio de 1576. - Terminada la procesión, arrodillóse la Santa ante el Prelado, quien le dio subendición; pero cuál no sería la confusión de la Fundadora cuando vio que el Arzobispo se arrodillaba a su vez y pedía lo bendijese ante el inmenso gentío de sevillanos; pocos días después (15 de junio) escribía a la M. Ana de Jesús: "Mire qué sentiría cuando viese un tan gran Prelado arrodillado delante de esta pobre mujercilla, sin quererse levantar hasta que le echase la bendición en presencia de todas las Religiones y cofradías de Sevilla" (B.M.C., t. 18, p. 469; no poseemos el texto auténtico de esta carta teresiana).

12 Aquel tiempo antes: poco antes.

 

CAPÍTULO 26

Prosigue en la misma fundación del monasterio de San José de la ciudad de Sevilla. Trata algunas cosas de la primera monja que entró en él, que son harto de notar.

1. Bien podéis considerar, hijas mías, el consuelo que teníamos aquel día. De mí os sé decir que fue muy grande. En especial me le dio ver que dejaba a las hermanas en casa tan buena y en buen puesto, y conocido el monasterio, y en casa monjas que tenían para pagar la más parte de la casa; de manera que con las que faltaban del número, por poco que trajesen, podían quedar sin deuda (1). Y, sobre todo, me dio alegría haber gozado de los trabajos, y cuando había de tener algún descanso, me iba, porque esta fiesta fue el domingo antes de Pascua del Espíritu Santo, año 1576, y luego el lunes siguiente me partí yo (2), porque la calor entraba grande y por si pudiese ser no caminar la Pascua y tenerla en Malagón, que bien quisiera poderme detener algún día, y por esto me había dado harta prisa.

2. No fue el Señor servido que siquiera oyese un día misa en la iglesia. Harto se les aguó el contento a las monjas con mi partida (3), que sintieron mucho, como habíamos estado aquel año juntas y pasado tantos trabajos, que como he dicho (4) los más graves no pongo aquí; que, a lo que me parece, dejada la primera fundación de Avila que aquí no hay comparación, ninguna me ha costado tanto como ésta, por ser trabajos, los más, interiores. Plega a la divina Majestad que sea siempre servido en ella, que, con esto, es todo poco, como yo espero que será. Que comenzó Su Majestad a traer buenas almas a aquella casa, que las que quedaron de las que llevé conmigo, que fueron cinco, ya os he dicho (5) cuán buenas eran algo de lo que se puede decir, que lo menos es. De la primera que aquí entró quiero tratar, por ser cosa que os dará gusto.

3. Es una doncella, hija de padres muy cristianos, montañés el padre (6). Esta, siendo de muy pequeña edad, como de siete años, pidióla a su madre una tía suya para tenerla consigo, que no tenía hijos. Llevada a su casa, como la debía regalar y mostrar el amor que era razón, ellas (7) debían tener esperanza que les había de dar su hacienda, antes que la niña fuese a su casa; y estaba claro que, tomándola amor, lo había de querer más para ella. Acordaron quitar aquella ocasión con un hecho del demonio, que fue levantar a la niña que quería matar a su tía y que para esto había dado a la una no sé qué maravedís que la trajese de solimán (8). Dicho a la tía, como todas tres decían una cosa, luego las creyó, y la madre de la niña también, que es una mujer harto virtuosa.

4. Toma la niña y llévala a su casa, pareciéndole se criaba en ella una muy mala mujer. Díceme la Beatriz de la Madre de Dios, que así se llama, que pasó más de un año que cada día la azotaba y atormentaba y hacíala dormir en el suelo, porque le había de decir tan gran mal. Como la muchacha decía que no lo había hecho ni sabía qué cosa era solimán, parecióle muy peor, viendo que tenía ánimo para encubrirlo. Afligíase la pobre madre de verla tan recia en encubrirlo, pareciéndole nunca se había de enmendar. Harto fue no se lo levantar la muchacha para librarse de tanto tormento; mas Dios la tuvo, como era inocente, para decir siempre verdad. Y como Su Majestad torna por los que están sin culpa, dio tan gran mal a las dos de aquellas mujeres, que parecía tenían rabia, y secretamente enviaron por la niña, la tía, y la pidieron perdón, y viéndose a punto de muerte, se desdijeron; y la otra hizo otro tanto, que murió de parto. En fin, todas tres murieron con tormento en pago del que habían hecho pasar a aquella inocente (9).

5. Esto no lo sé de sola ella, que su madre, fatigada, después que la vio monja, de los malos tratamientos que la había hecho, me lo contó con otras cosas, que fueron hartos sus martirios; y no teniendo su madre más y siendo harto buena cristiana, permitía Dios que ella fuese el verdugo de su hija, queriéndola muy mucho. Es mujer de mucha verdad y cristiandad.

6. Habiendo la niña como poco más de doce años, leyendo en un libro que trata de la vida de Santa Ana, tomó gran devoción con los santos del Monte Carmelo, que dice allí que su madre de Santa Ana que iba a tratar con ellos muchas veces (creo se llama Merenciana) (10), y de aquí fue tanta la devoción que tomó con esta Orden de Nuestra Señora, que luego prometió ser monja de ella, y castidad. Tenía muchos ratos de soledad, cuando ella podía, y oración. En ésta le hacía Dios grandes mercedes, y nuestra Señora, y muy particulares. Ella quisiera luego ser monja. No osaba por sus padres, ni tampoco sabía adónde hallar esta Orden, que fue cosa para notar, que con haber en Sevilla monasterio de ella de la Regla mitigada, jamás vino a su noticia, hasta que supo de estos monasterios, que fue después de muchos años.

7. Como ella llegó a edad para poderla casar, concertaron sus padres con quién casarla, siendo harto muchacha; mas como no tenían más de aquella, que aunque tuvo otros hermanos muriéronse todos, y ésta, que era la menos querida, les quedó (que cuando le acaeció lo que he dicho (11), un hermano tenía, que éste tornaba por ella, diciendo no lo creyesen), muy concertado ya el casamiento, pensando ella no hiciera otra cosa, cuando se lo vinieron a decir dijo el voto que tenía hecho de no se casar, que por ningún arte, aunque la matasen, no lo haría.

8. El demonio que los cegaba, o Dios que lo permitía para que ésta fuese mártir (que ellos pensaron que tenía hecho algún mal recaudo (12) y por eso no se quería casar), como ya habían dado la palabra, ver afrentado al otro, diéronla tantos azotes, hicieron en ella tantas justicias, hasta quererla colgar, que la ahogaban, que fue ventura no la matar. Dios que la quería para más, le dio la vida. Díceme ella a mí que ya a la postre casi ninguna cosa sentía, porque se acordaba de lo que había padecido santa Inés, que se lo trajo el Señor a la memoria, y que se holgaba de padecer algo por El, y no hacía sino ofrecérselo. Pensaron que muriera, que tres meses estuvo en la cama que no se podía menear.

9. Parece cosa muy para notar una doncella que no se quitaba de cabe su madre, con un padre harto recatado, según yo supe, cómo podían pensar de ella tanto mal; porque siempre fue santa y honesta y tan limosnera, que cuanto ella podía alcanzar era para dar limosna. A quien nuestro Señor quiere hacer mercedes de que padezca, tiene muchos medios, aunque desde algunos años les fue descubriendo la virtud de su hija, de manera que cuanto quería dar limosna la daban, y las persecuciones se tornaron en regalos; aunque con la gana que ella tenía de ser monja, todo se le hacía trabajoso, y así andaba harto desabrida y penada, según me contaba.

10 Acaeció trece o catorce años antes que el Padre Gracián fuese a Sevilla (que no había memoria de Descalzos Carmelitas), estando ella con su padre y con su madre y otras dos vecinas, entró un fraile de nuestra Orden vestido de sayal, como ahora andan, descalzo. Dicen que tenía un rostro fresco y venerable, aunque tan viejo que parecía la barba como hilos de plata, y era larga, y púsose cabe ella y comenzóla a hablar un poco en lengua que ni ella ni ninguno lo entendió; y acabado de hablar, santiguóla tres veces, diciéndole: "Beatriz, Dios te haga fuerte", y fuése. Todos no se meneaban mientras estuvo allí, sino como espantados. El padre la preguntó que quién era. Ella pensó que él le conocía. Levantáronse muy presto para buscarle y no pareció más. Ella quedó muy consolada, y todos espantados, que vieron era cosa de Dios, y así ya la tenían en mucho, como está dicho. Pasaron todos estos años que creo fueron catorce, después de esto, sirviendo ella siempre a nuestro Señor, pidiéndole que cumpliese su deseo.

11. Estaba harto fatigada, cuando fue allá el padre maestro fray Jerónimo Gracián. Yendo un día a oír un sermón en una iglesia de Triana, adonde su padre vivía, sin saber ella quién predicaba, que era el padre maestro Gracián, viole salir a tomar la bendición. Como ella le vio el hábito, y descalzo, luego se le representó el que ella había visto, que era así el hábito, aunque el rostro y edad era diferente, que no había el padre Gracián aún treinta años (13). Díceme ella que, de grandísimo contento, se quedó como desmayada; que aunque había oído que habían allí hecho monasterio en Triana, no entendía era de ellos. Desde aquel día fue luego a procurar confesarse con el padre Gracián, y aun esto quiso Dios que le costase mucho, que fue más, o al menos tantas, doce veces, que nunca la quiso confesar (14). Como era moza y de buen parecer, que no debía haber entonces veinte y siete años, él apartábase de comunicar con personas semejantes, que es muy recatado.

12. Ya un día, estando ella llorando en la iglesia, que también era muy encogida, díjole una mujer, que qué había. Ella le dijo que había tanto que procuraba hablar a aquel padre y que no tenía remedio, que estaba a la sazón confesando. Ella llevóla allá y rogóle que oyese a aquella doncella, y así se vino a confesar generalmente con él. El, como vio alma tan rica, consolóse mucho y consolóla con decirla que podría ser fuesen monjas Descalzas, y que él haría que la tomasen luego. Y así fue, que lo primero que me mandó fue que fuese ella la primera que recibiese, porque él estaba satisfecho de su alma, y así se le dijo a ella cuando íbamos. Puso mucho en que no lo supiesen sus padres, porque no tuviera remedio de entrar. Y así, el mismo día de la Santísima Trinidad (15) deja unas mujeres que iban con ella (que para confesarse no iba su madre, que era lejos el monasterio de los Descalzos, adonde siempre se confesaba y hacía mucha limosna y sus padres por ella); tenía concertado con una muy sierva de Dios que la llevase y dice a las mujeres que iban con ella (que era muy conocida aquella mujer por sierva de Dios en Sevilla, que hace grandes obras), que luego vendría; y así la dejaron. Toma su hábito y manto de jerga, que yo no sé cómo se pudo menear, sino con el contento que llevaba todo se le hizo poco. Sólo temía si la habían de estorbar y conocer cómo iba cargada, que era muy fuera de como ella andaba. ¡Qué hace el amor de Dios!, ¡cómo ya ni tenía honra, ni se acordaba sino de que no impidiesen su deseo! Luego la abrimos la puerta. Yo lo envié a decir a su madre. Ella vino como fuera de sí; mas dijo que ya veía la merced que hacía Dios a su hija; y, aunque con fatiga, lo pasó, no con extremos de no hablarla como otras hacen, antes en un ser nos hacía grandes limosnas.

13. Comenzó a gozar de su contento tan deseado la esposa de Jesucristo, tan humilde y amiga de hacer cuanto había, que teníamos harto que hacer en quitarle la escoba. Estando en su casa tan regalada, todo su descanso era trabajar. Con el contento grande, fue mucho lo que luego engordó. Esto se le dio a sus padres de manera, que ya se holgaban de verla allí.

14. Al tiempo que hubo de profesar (17), dos o tres meses antes, porque no gozase tanto bien sin padecer, tuvo grandísimas tentaciones; no porque ella se determinase a no la hacer, mas parecíale cosa muy recia. Olvidados todos los años que había padecido por el bien que tenía, la traía el demonio tan atormentada, que no se podía valer. Con todo, haciéndose grandísima fuerza, le venció, de manera que en mitad de los tormentos concertó su profesión. Nuestro Señor, que no debía de aguardar a más de probar su fortaleza, tres días antes de la profesión la visitó y consoló muy particularmente e hizo huir el demonio. Quedó tan consolada, que parecía aquellos tres días que estaba fuera de sí de contenta, y con mucha razón, porque la merced había sido grande.

15. Desde a pocos días que entró en el monasterio, murió su padre, y su madre tomó el hábito en el mismo monasterio (18), y le dio todo lo que tenía en limosna, y está con grandísimo contento madre e hija, y edificación de todas las monjas, sirviendo a quien tan gran merced las hizo.

16. Aun no pasó un año, cuando se vino otra doncella harto sin voluntad de sus padres, y así va el Señor poblando esta su casa de almas tan deseosas de servirle, que ningún rigor se les pone delante, ni encerramiento. Sea por siempre jamás bendito, y alabado por siempre jamás, amén.

NOTAS CAPÍTULO 26

1 Es decir, no estando completo el número de religiosas del monasterio, las dotes de las nuevas postulantes acabarían de cubrir la deuda. - Sobre los trabajos y gracias místicas a que hace alusión la frase siguiente, cf. Relaciones 42-62.

2 La fiesta fue el 3 y la Santa partió el 4 de junio de 1576.

3 Harto se les aguó el contento a las monjas con mi partida... Menos mal que para menguar la pena, las monjitas sevillanas y el P. Gracián tuvieron la feliz idea de obligar a la Santa a posar ante un pintor y dejarse retratar. Aunque el retratista fuese tan mediocre como el buen lego fray Juan de la Misaria que recibió orden de realizar la obra, su cuadro, aún hoy conservado en el monasterio de Sevilla, es el único retrato "ciertamente auténtico" que poseemos de la Santa Madre. El relato del martirio que el lego hizo pasar a la Santa, puede verse en el P. GRACIAN, Peregrinación de Anastasio, Diál. 13 (B.M.C., t. 17, pp. 201-202); él nos trasmitió la fina crítica que la Santa hizo humorísticamente al retrato y al retratista: Dios te lo perdone, frau Juan, que ya que me pintaste, me has pintado fea y legañosa.

4 Cf. c. 18, nn. 4-5; y c. 24, n. 6.

5 Ya os he dicho... que seis que iban conmigo eran tales que... me atreviera a ir con ellas a tierra de turcos (c. 24, n. 6).

6 Beatriz de la Madre de Dios, hija de Alfonos Gómez y Juana Gómez; también ésta, se hizo carmelita, y se llamó Juana de la Cruz (cf. n. 15).

7 Ellas... las tres mujeres de servicio en casa de la tía (cf. n. 4): evidentemente, la Santa ha omitido involuntariamente una frase.

8 Acordaron, las tres de la nota anterior. - Levantar a la niña una calumnia. Lo repetirá la Santa en el n. siguiente. - Solimán: sublimado, corriosivo.

9 Pasar aquella, escribió por haplografía la Santa. Probablemente ocurre otro tanto unas líneas antes: enviaron por la niña a la tía.

10 Creo se llama Merenciana: la madre de Santa Ana, según el docto libro de la joven andaluza...

11 En los nn. 3-5.

12 Recaudo tiene aquí la acepción popular vaga: tenía hecha una mala faena o fechoría.

13 Tendría Gracián unos 29 años (nació en 1545; fundó en Sevilla en 1574). Mucho más equivocada anda la Santa en la edad de la buena Beatriz, que no tenía entonces los 27 que la Santa le da, sino 36 bien cumplidos (nacida en 1538). - El convento de Carmelitas Descalzos de Triana, titulado de los Remedios, había sido fundado el 6/1/1574.

14 Hipérbaton: que fue más de doce veces o al menos tantas, sin que la quisiese confesar.

15 El 29 de mayo de 1575, el mismo día en que se había dicho la primera misa (cf. c. 24, n. 18).

16 En un ser: contínuamente.

17 Profesó el 29 de septiembre de 1576. Cf. la carta de la Santa a María de San José del 17 de junio del mismo año.

18 Profesó como Hermana de velo el 10/11/1577 con el nombre de Juana de la Cruz.

 

CAPÍTULO 27

En que trata de la fundación de la villa de Caravaca. Púsose el Santísimo Sacramento, día de año nuevo del mismo año de 1576. Es la vocación del glorioso San José (1).

1. Estando en San José de Avila para partirme a la fundación que queda dicha de Beas, que no faltaba sino aderezar en lo que habíamos de ir, llega un mensajero propio, que le enviaba una señora de allí, llamada doña Catalina, porque se habían ido a su casa desde un sermón que oyeron a un padre de la Compañía de Jesús tres doncellas con determinación de no salir hasta que se fundase un monasterio en el mismo lugar (2). Debía ser cosa que tenían tratada con esta señora, que es la que les ayudó para la fundación. Eran de los más principales caballeros de aquella villa. La una tenía padre, llamado Rodrigo de Moya, muy gran siervo de Dios y de mucha prudencia (3). Entre todas tenían bien para pretender semejante obra. Tenían noticia de ésta que ha hecho nuestro Señor en fundar estos monasterios, que se la habían dado de la Compañía de Jesús, que siempre han favorecido y ayudado a ella.

2. Yo, como vi el deseo y hervor de aquellas almas, y que de tan lejos iban a buscar la Orden de nuestra Señora, hízome devoción y púsome deseo de ayudar a su buen intento. Informada que era cerca de Beas, llevé más compañía de monjas de la que llevaba porque, según las cartas, me pareció no se dejaría de concertar, con intento de, en acabando la fundación de Beas, ir allá. Mas como el Señor tenía determinado otra cosa, aprovecharon poco mis trazas, como queda dicho en la fundación de Sevilla; que trajeron la licencia del Consejo de las Ordenes de manera que, aunque ya estaba determinada a ir, se dejó (4).

3. Verdad es que, como yo me informé en Beas de adónde era y vi ser tan a trasmano y de allí allá tan mal camino, que habían de pasar trabajo los que fuesen a visitar las monjas, y que a los prelados se les haría de mal, tenía bien poca gana de ir a fundarle. Mas porque había dado buenas esperanzas, pedí al padre Julián de Avila y a Antonio Gaytán fuesen allá para ver qué cosa era, y si les pareciesen, lo deshiciesen. Hallaron el negocio muy tibio, no de parte de las que habían de ser monjas, sino de la doña Catalina, que era el todo del negocio, y las tenía en un cuarto por sí, ya como cosa de recogimiento.

4. Las monjas estaban tan firmes, en especial las dos, digo las que lo habían de ser, que supieron tan bien granjear al padre Julián de Avila y Antonio Gaytán, que antes que se vinieron dejaron hechas las escrituras (5), y se vinieron dejándolas muy contentas; y ellos lo vinieron tanto de ellas y de la tierra, que no acababan de decirlo, también como del mal camino. Yo, como lo vi ya concertado y que la licencia tardaba, torné a enviar allá al buen Antonio Gaytán, que por amor de mí todo el trabajo pasaba de buena gana, y ellos (6) tenían afición a que la fundación se hiciese. Porque, a la verdad, se les puede a ellos agradecer esta fundación, porque si no fueran allá y lo concertaran, yo pusiera poco en ella.

5. Dile que fuese para que pusiese torno y redes (7), adonde se había de tomar la posesión y estar las monjas hasta buscar casa a propósito. Así estuvo allá muchos días, que en la de Rodrigo de Moya, que como he dicho (8) era padre de la una de estas doncellas, les dio parte de su casa muy de buena gana. Estuvo allá muchos días haciendo esto.

6. Cuando trajeron la licencia y yo estaba ya para partirme allá, supe que venía en ella que fuese la casa sujeta a los Comendadores y las monjas les diesen la obediencia, lo que yo no podía hacer, por ser la Orden de nuestra Señora del Carmen. Y así tornaron de nuevo a pedir la licencia, que en ésta y la de Beas no hubiera remedio (9). Mas hízome tanta merced el Rey, que en escribiéndole yo, mandó que se diese, que es al presente Don Felipe, tan amigo de favorecer los religiosos que entienden que guardan su profesión, que, como hubiese sabido la manera del proceder de estos monasterios, y ser de la primera Regla, en todo nos ha favorecido. Y así, hijas, os ruego yo mucho, que siempre se haga particular oración por Su Majestad, como ahora la hacemos.

7. Pues como se hubo de tornar por la licencia, partíme yo para Sevilla, por mandado del Padre Provincial, que era entonces y es ahora, el maestro fray Jerónimo Gracián de la Madre de Dios como queda dicho (10) y estuviéronse las pobres doncellas encerradas hasta el día de año nuevo adelante; y cuando ellas enviaron a Avila era por febrero. La licencia luego se trajo con brevedad. Mas como yo estaba tan lejos y con tantos trabajos, no podía remediarlas, y habíales harta lástima, porque me escribían muchas veces con mucha pena, y así ya no se sufría detenerlas más.

8. Como ir yo era imposible, así por estar tan lejos, como por no estar acabada aquella fundación (11), acordó el padre maestro fray Jerónimo Gracián, que era Visitador Apostólico como está dicho, que fuesen las monjas que allí habían de fundar, aunque no fuese yo, que se habían quedado en San José de Malagón. Procuré que fuese priora de quien yo confiaba lo haría muy bien, porque es harto mejor que yo (12). Y llevando todo recaudo, se partieron con dos padres Descalzos de los nuestros, que ya el padre Julián de Avila y Antonio Gaytán había días que se habían tornado a sus tierras; y por ser tan lejos no quise viniesen, y tan mal tiempo, que era en fin de diciembre.

9. Llegadas allá, fueron recibidas con gran contento del pueblo, en especial de las que estaban encerradas. Fundaron el monasterio, poniendo el Santísimo Sacramento día del Nombre de Jesús, año de 1576 (13). Luego tomaron las dos hábito. La otra tenía mucho humor de melancolía, y debíale de hacer mal estar encerrada, cuánto más tanta estrechura y penitencia. Acordó de tornarse a su casa con una hermana suya.

10. Mirad, mis hijas, los juicios de Dios y la obligación que tenemos de servirle las que nos ha dejado perseverar hasta hacer profesión y quedar para siempre en la casa de Dios y por hijas de la Virgen, que se aprovechó Su Majestad de la voluntad de esta doncella y de su hacienda para hacer este monasterio, y al tiempo que había de gozar de lo que tanto había deseado, faltóle la fortaleza y sujetóla el humor, a quien muchas veces, hijas, echamos la culpa de nuestras imperfecciones y mudanzas.

11. Plega a Su Majestad que nos dé abundantemente su gracia, que con esto no habrá cosa que nos ataje los pasos para ir siempre adelante en su servicio, y que a todas nos ampare y favorezca para que no se pierda por nuestra flaqueza un tan gran principio como ha sido servido que comience en unas mujeres tan miserables como nosotras. En su nombre os pido, hermanas e hijas mías, que siempre lo pidáis a nuestro Señor, y que cada una haga cuenta de las que vinieren (14) que en ella torna a comenzar esta primera Regla de la Orden de la Virgen nuestra Señora, y en ninguna manera se consienta en nada relajación. Mirad que de muy pocas cosas se abre puerta para muy grandes, y que sin sentirlo se os irá entrando el mundo. Acordaos con la pobreza y trabajo que se ha hecho lo que vosotras gozáis con descanso; y si bien lo advertís, veréis que estas casas en parte no las han fundado hombres las más de ellas, sino la mano poderosa de Dios, y que es muy amigo Su Majestad de llevar adelante las obras que El hace, si no queda por nosotras. ¿De dónde pensáis que tuviera poder una mujercilla como yo para tan grandes obras, sujeta, sin solo un maravedí, ni quien con nada me favoreciese? Que este mi hermano, que ayudó en la fundación de Sevilla (15), que tenía algo y ánimo y buen alma para ayudar algo, estaba en las Indias.

12. Mirad, mirad, mis hijas, la mano de Dios. Pues no sería por ser de sangre ilustre el hacerme honra. De todas cuantas maneras lo queráis mirar, entenderéis ser obra suya. No es razón que nosotras la disminuyamos en nada, aunque nos costase la vida y la honra y el descanso; cuánto más que todo lo tenemos aquí junto. Porque vida es vivir de manera que no se tema la muerte ni todos los sucesos de la vida, y estar con esta ordinaria alegría que ahora todas traéis y esta prosperidad, que no puede ser mayor que no temer la pobreza, antes desearla. ¿Pues a qué se puede comparar la paz interior y exterior con que siempre andáis? En vuestra mano está vivir y morir con ella, como veis que mueren las que hemos visto morir en estas casas. Porque, si siempre pedís a Dios lo lleve adelante y no fiáis nada de vosotras, no os negará su misericordia; si tenéis confianza en El y ánimos animosos que es muy amigo Su Majestad de esto, no hayáis miedo que os falte nada. Nunca dejéis de recibir las que vinieren a querer ser monjas (como os contenten sus deseos y talentos, y que no sea por sólo remediarse, sino por servir a Dios con más perfección), porque no tenga bienes de fortuna, si los tiene de virtudes; que por otra parte remediará Dios lo que por ésta os habíais de remediar, con el doblo (16).

13. Gran experiencia tengo de ello. Bien sabe Su Majestad que a cuanto me puedo acordar jamás he dejado de recibir ninguna por esta falta, como me contentase lo demás. Testigos son las muchas que están recibidas sólo por Dios, como vosotras sabéis. Y puédoos certificar que no me daba tan gran contento cuando recibía la que traía mucho, como las que tomaba sólo por Dios; antes las había miedo, y las pobres me dilataban el espíritu y daba un gozo tan grande, que me hacía llorar de alegría. Esto es verdad.

14. Pues si cuando estaban las casas por comprar y por hacer, nos ha ido tan bien con esto, después de tener adónde vivir ¿por qué no se ha de hacer? Creedme, hijas, que por donde pensáis acrecentar, perderéis. Cuando la que viene lo tuviere, no teniendo otras obligaciones, como lo ha de dar a otros que no lo han por ventura menester, bien es os lo dé en limosna; que yo confieso que me pareciera desamor, si esto no hicieran. Mas siempre tened delante a que la que entrare haga de lo que tuviere conforme a lo que le aconsejaren letrados, que es más servicio de Dios; porque harto mal sería que pretendiésemos bien de ninguna que entra, sino yendo por este fin. Mucho más ganamos en que ella haga lo que debe a Dios digo, con más perfección, que en cuanto puede traer, pues no pretendemos todas otra cosa, ni Dios nos dé tal lugar, sino que sea Su Majestad servido en todo y por todo.

15. Y aunque yo soy miserable y ruin, para honra y gloria suya lo digo, y para que os holguéis de cómo se han fundado estas casas suyas. Que nunca en negocio de ellas, ni en cosa que se me ofreciese para esto, si pensara no salir con ninguna si no era torciendo en algo este intento, en ninguna manera hiciera cosa, ni la he hecho digo en estas fundaciones que yo entendiese torcía de la voluntad del Señor un punto, conforme a lo que me aconsejaban mis confesores (que siempre han sido, después que ando en esto, grandes letrados y siervos de Dios, como sabéis), ni que me acuerde- llegó jamás a mi pensamiento otra cosa.

16. Quizá me engaño y habré hecho muchas que no entienda, e imperfecciones serán sin cuento. Esto sabe nuestro Señor, que es verdadero juez a cuanto yo he podido entender de mí, digo y también veo muy bien que no venía esto de mí, sino de querer Dios se hiciese esta obra, y como cosa suya me favorecía y hacía esta merced. Que para este propósito lo digo, hijas mías, de que entendáis estar más obligadas y sepáis que no se han hecho con agraviar a ninguno hasta ahora. Bendito sea el que todo lo ha hecho, y despertado la caridad de las personas que nos han ayudado. Plega a Su Majestad que siempre nos ampare y dé gracia, para que no seamos ingratas a tantas mercedes, amén.

17. Ya habéis visto, hijas, que se han pasado algunos trabajos, aunque creo son los menos los que he escrito; porque si se hubieran de decir por menudo, era gran cansancio, así de los caminos, con aguas y nieves y con perderlos, y sobre todo muchas veces con tan poca salud, que alguna me acaeció no sé si lo he dicho (17) que era en la primera jornada que salimos de Malagón para Beas, que iba con calentura y tantos males juntos, que me acaeció, mirando lo que tenía por andar y viéndome así, acordarme de nuestro Padre Elías, cuando iba huyendo de Jezabel (18) y decir: "Señor, ¿cómo tengo yo de poder sufrir esto? ¡Miradlo Vos!" Verdad es que, como Su Majestad me vio tan flaca, repentinamente me quitó la calentura y el mal; tanto, que hasta después que he caído en ello (19), pensé que era porque había entrado allí un siervo de Dios, un clérigo, y quizá sería ello; al menos fue repentinamente quitarme el mal exterior e interior. En teniendo salud, con alegría pasaba los trabajos corporales.

18. Pues en llevar condiciones de muchas personas, que era menester en cada pueblo, no se trabajaba poco. Y en dejar las hijas y hermanas mías cuando me iba de una parte a otra, yo os digo que, como yo las amo tanto, que no ha sido la más pequeña cruz, en especial cuando pensaba que no las había de tornar a ver y veía su gran sentimiento y lágrimas. Que aunque están de otras cosas desasidas, ésta no se lo ha dado Dios, por ventura para que me fuese a mí más tormento, que tampoco lo estoy de ellas, aunque me esforzaba todo lo que podía para no se lo mostrar, y las reñía; mas poco me aprovechaba, que es grande el amor que me tienen y bien se ve en muchas cosas ser verdadero.

19. También habéis oído cómo era, no sólo con licencia de nuestro Reverendísimo Padre General, sino dada debajo de precepto un mandamiento después; (20) y no sólo esto, sino que cada casa que se fundaba me escribía recibir grandísimo contento, habiendo fundado las dichas; que, cierto, el mayor alivio que yo tenía en los trabajos era ver el contento que le daba por parecerme que en dársele servía a nuestro Señor, por ser mi prelado, y, dejado de eso, yo le amo mucho.

O es que Su Majestad fue servido de darme ya algún descanso, o que al demonio le pesó porque se hacían tantas casas adonde se servía nuestro Señor (bien se ha entendido no fue por voluntad de nuestro Padre General, porque me había escrito suplicándole yo no me mandase ya fundar más casas que no lo haría, porque deseaba fundase tantas como tengo cabellos en la cabeza, y esto no había muchos años), antes que me viniese de Sevilla, de un Capítulo General que se hizo, adonde parece se había de tener en servicio lo que se había acrecentado la Orden, tráenme un mandamiento dado en Definitorio, no sólo para que no fundase más, sino para que por ninguna vía saliese de la casa que eligiese para estar, que es como manera de cárcel; (21) porque no hay monja que para cosas necesarias al bien de la Orden no la pueda mandar ir el Provincial de una parte a otra, digo de un monasterio a otro. Y lo peor era estar disgustado conmigo nuestro Padre General, que era lo que a mí me daba pena, harto sin causa, sino con informaciones de personas apasionadas. Con esto me dijeron juntamente otras dos cosas de testimonios bien graves que me levantaban.

20. Yo os digo, hermanas, para que veáis la misericordia de nuestro Señor y cómo no desampara Su Majestad a quien desea servirle, que no sólo no me dio pena, sino un gozo tan accidental (22) que no cabía en mí, de manera que no me espanto de lo que hacía el rey David cuando iba delante del arca del Señor, porque no quisiera yo entonces hacer otra, según el gozo, que no sabía cómo le encubrir. No sé la causa, porque en otras grandes murmuraciones y contradicciones en que me he visto no me ha acaecido tal. Mas al menos la una cosa de éstas que me dijeron, era gravísima. Que esto del no fundar, si no era por el disgusto del Reverendísimo General era gran descanso para mí, y cosa que yo deseaba muchas veces: acabar la vida en sosiego; aunque no pensaban esto los que lo procuraban, sino que me hacían el mayor pesar del mundo, y otros buenos intentos tendrían quizá.

21. También algunas veces me daban contento las grandes contradicciones y dichos que en este andar a fundar ha habido, con buena intención unos, otros por otros fines. Mas tan gran alegría como de esto sentí no me acuerdo, por trabajo que me venga, haberla sentido. Que yo confieso que en otro tiempo cualquiera cosa de las tres que me vinieron juntas, fuera harto trabajo para mí. Creo fue mi gozo principal parecerme que, pues las criaturas me pagaban así, que tenía contento al Criador. Porque tengo entendido que el que le tomare por cosas de la tierra o dichos de alabanzas de los hombres, está muy engañado; dejado de la poca ganancia que en esto hay, una cosa les parece hoy, otra mañana; de lo que una vez dicen bien, presto tornan a decir mal. Bendito seáis Vos, Dios y Señor mío, que sois inmutable por siempre jamás, amén. Quien os sirviere hasta el fin, vivirá sin fin, en vuestra eternidad.

22. Comencé a escribir estas fundaciones por mandato del padre maestro Ripalda, de la Compañía de Jesús como dije al principio- (23), que era entonces rector del Colegio de Salamanca, con quien yo entonces me confesaba. Estando en el monasterio del glorioso San José, que está allí, año de 1573, escribí algunas de ellas, y con las muchas ocupaciones habíalas dejado, y no quería pasar adelante, por no me confesar ya con el dicho a causa de estar en diferentes partes, y también por el gran trabajo y trabajos que me cuesta lo que he escrito, aunque, como ha siempre sido mandado por obediencia, yo los doy por bien empleados. Estando muy determinada a esto (24), me mandó el padre Comisario Apostólico (que es ahora el maestro fray Jerónimo Gracián de la Madre de Dios) que las acabase. Diciéndole yo el poco lugar que tenía y otras cosas que se me ofrecieron que como ruin obediente le dije, porque también se me hacía gran cansancio, sobre otros que tenía, con todo, me mandó, poco a poco o como pudiese las acabase.

23. Así lo he hecho, sujetándome en todo a que quiten los que entienden lo que es mal dicho: que lo quiten, que por ventura lo que a mí me parece mejor, irá mal.

Hase acabado hoy, víspera de San Eugenio, a catorce días del mes de noviembre, año de 1576 en el Monasterio de San José de Toledo, adonde ahora estoy por mandato del padre Comisario Apostólico, el maestro fray Jerónimo Gracián de la Madre de Dios, a quien ahora tenemos por Prelado Descalzos y Descalzas de la primitiva Regla, siendo también Visitador de los de la Mitigada de la Andalucía, a gloria y honra de nuestro Señor Jesucristo, que reina y reinará para siempre. Amén.

24. Por amor de nuestro Señor pido a las hermanas y hermanos que esto leyeren me encomienden a nuestro Señor para que haya misericordia de mí y me libre de las penas del purgatorio y me deje gozar de sí, si hubiere merecido estar en él. Pues mientras fuere viva no lo habéis de ver, séame alguna ganancia para después de muerta lo que me he cansado en escribir esto y el gran deseo con que lo he escrito de acertar a decir algo que os dé consuelo, si tuvieren por bien que lo leáis.

NOTAS CAPÍTULO 27

1 Esta vez erró la Santa al numerar el capítulo; había escrito 21, enmendando luego correctamente. - La vocación, equivale, -como ya hemos observado- al titular o advocación (cf. pról. n. 6 y c. 24, n. 12).

2 Mensajero propio: era el correo privado que se despachaba para urgir mensajes o despachos de importancia. - Una señora de allí: de Caravaca. - Después de Catalina, dejó en el autógrafo un espacio vacío para escribir el apellido Otálora, que de momento no recordaba. - El jesuita al que alude en seguida es el P. Leiva. - Las tres doncellas fueron Francisca de Saojosa, Francisca de Cuéllar y Francisca de Yauste, la primera de las cuales se retiró del grupo poco antes de la fundación, en la que ingresó más tarde (1578); había formado parte del grupo una cuarta que lo abandonó en seguida (cf. JULIAN DE AVILA, Vida de Santa Teresa, P. 2, c. 8, pp. 279-280).

3 Rodrigo de Moya, padre de Francisca de Cuéllar. Entre todas tenían bien: tenían suficientemente, o lo bastante para...

4 Para comprender más fácilmente este pasaje teresiano téngase presente: 1º, que al venir la Santa a la fundación de Beas, trajo consigo doble número de monjas, las suficientes para dos fundaciones (cf. c. 24, n. 4); 2º, que perteneciendo Caravaca a la encomienda de la Orden de Santiago, el conceder el Consejo de Ordenes la licencia para la fundación, puso por condición que se sometiese a la Obediencia de dicho Consejo, cosa inadmisible para la Reformadora (cf. c. 23, n. 1; y c. 24, n. 3); 3º, que por éste y otros motivos, las monjitas destinadas a Caravaca fueron llevadas a la fundación de Sevilla (cf. cc. 22-26).

5 Las firmaron a 10 de marzo de 1575.

6 Ellos: Julián de Avila y A. Gaitán.

7 Dile: lectura dudosa: más bien parece que escribió la Santa: pedile. Que pusiese... redes, es decir, "rejas" como en los monasterios de clausura.

8 En el n. 1.

9 Que en esta y la de Beas no hubiera remedio: como ambas poblaciones pertenecían a la Encomienda de Santiago, si el Consejo de Ordenes no hubiera accedido a las condiciones puestas por la M. Teresa, "no hubiera remedio", es decir, no se hubiera fundado. - La carta de la Santa a Felipe II se ha perdido; se conserva, en cambio, el despacho regio (cf. B.M.C., t. 6, p. 257-262) fechado el 9 de junio de 1575. Conservamos asimismo la respuesta agradecida de la Santa al Rey (19/7/1575).

10 En el c. 14, n. 4. - Día de año nuevo adelante: 1 de enero del "siguiente" año (1576). Cuando enviaron a Avila, no fue en febrero, sino probablemente en enero de 1575: llevaban, aproximadamente, un año de retiro y espera. - La licencia... se trajo con fecha 9 de junio de 1575, cuando la Santa estaba lejos, en Sevilla.

11 Aquella fundación, la de Sevilla. - Del Visitador habló en el c. 23, n. 13.

12 Envió de Priora a Ana de San Alaberto, que llegó a ser discípula aventajada de San Juan de la Cruz (cf. Epistolario del Santo). - Llevando todo recaudo: todo el ajuar necesario. Los dos Padres Descalzos fueron Ambrosio de San Pedro y Miguel de la Columna, lego tristemente famoso el segundo.

13 Llegaron el 18/12/1575. Pusieron el Santísimo el 1/1/1576 (cf. n. 1).

14 Puesto en orden: que cada una de las que vinieren haga cuenta...

15 Lorenzo de Cepeda (cf. c. 25, n. 3).

16 El doblo: doble o duplo.

17 Lo omitió al relatar la fundación (cf. c. 22).

18 3 Reg. 19, 3.

19 Que ha caído en cuenta de ello. - El clérigo era Gregorio Martínez, llemado en la Reforma Greg. Nacianceno.

20 Cf. c. 21, n. 2. Alude probablemente a la patente del 6 de abril de 1571. Cf. además c. 22, n. 2 y c. 24, n. 20 nota 22.

21 Se refiere al Capítulo General de Plasencia, celebrado bajo la presidencia del P. Rubeo en mayo-junio de 1575. El Definitorio del Capítulo impuso a la Santa el "mandamiento" de recluirse definitivamente en un concento de Castilla, sin salir a hacer nuvas fundaciones. La Madre quiso ejecutar inmediatamente esta orden, pero lo impidió el P. Gracián, que en calidad de Visitador Apostólico tenía autoridad independiente de la del Superior General (cf. c. 25, n. 2). En las Actas del Capítulo no queda constancia de este "mandamiento" intimado a la Santa. - El sentido de este largo párrafo pende de la disyuntiva inicial: "O es que Dios dispuso que yo descansase, o al diablo le pesó que hiciese tantas fundaciones: el caso es que el Difinitorio dio orden de que no fundase más"...

22 Un gozo tan accidental: usa la Santa este último término en su acepción teológica (el goce accidental de los bienaventurados es el que no proviene directamente de la visión facial), pero con una aplicación muy original: ella poseía, efectivamente, mucho más profundo del que disfrutaba permanentemente. - Alude en seguida al episodio de David referido en Vida, 16, 3. - De esta singular alegría teresiana poseemos testimonios interesantísimos; he aquí el del P. Gracián: "Pues un solo consuelo que me quedaba, que era acudir a la misma Madre a consolarme con ella, era para mí mayor tormento; porque cuando le decía los males que de ella se decían era tan grande su contento y fregaba una palma con otra en señal de alegría, como a quien le ha acontecido un sabroso suceso, que a mí me era increíble pesar".

23 En el Prólogo, n. 2.

24 Determinada a esto, es decir, a "no pasar adelante" en la composición del libro.