CAPÍTULO 4

Habla de la oración de quietud y de unión y de la suavidad y gustos que causan al espíritu, en comparación de los cuales no son nada los deleites de la tierra.

 

Más valen tus pechos que el vino, que dan de sí fragancia de muy buenos olores (Cant. 1, 1­2).

1. ¡Oh hijas mías, qué secretos tan grandes hay en estas palabras! Dénoslo nuestro Señor a sentir, que harto mal se pueden decir.

Cuando Su Majestad quiere, por su misericordia, cumplir esta petición a la Esposa, es una amistad la que comienza a tratar con el alma, que sólo las que la experimentéis la entenderéis, como digo. Mucho de ella tengo escrito en dos libros (1) (que si el Señor es servido, veréis después que me muera), y muy menuda y largamente, porque veo que los habréis menester, y así aquí no haré más que tocarlo. No sé si acertaré por las mismas palabras que allí quiso el Señor declararlo.

2. Siéntese una suavidad en lo interior del alma tan grande, que se da bien a sentir estar vecino nuestro Señor de ella. No es esto sólo una devoción que ahí mueve a lágrimas muchas, y éstas dan satisfacción, o por la Pasión del Señor, o por nuestro pecado, aunque en esta oración de que hablo, que llamo yo de quietud por el sosiego que hace en todas las potencias, que parece la persona tiene muy a su voluntad, aunque algunas veces se siente de otro modo, cuando no está el alma tan engolfada en esta suavidad, parece que todo el hombre interior y exterior conforta, como si le echasen en los tuétanos una unción suavísima, a manera de un gran olor, que si entrásemos en una parte de presto donde le hubiese grande, no de una cosa sola, sino muchas, y ni sabemos qué es ni dónde está aquel olor, sino que nos penetra todos, [3] así parece es este amor suavísimo de nuestro Dios: se entra en el alma, y es con gran suavidad, y la contenta y satisface y no puede entender cómo ni por dónde entra aquel bien. Querría no perderle, querría no menearse, ni hablar, ni aun mirar, porque no se le fuese. Y esto es lo que dice aquí la esposa a mi propósito, que dan de sí los pechos del Esposo olor más que los ungüentos muy buenos (2).

Porque adonde he dicho (3) digo lo que el alma ha de hacer aquí para aprovecharnos y esto no es sino para dar a entender algo de lo que voy tratando, no quiero alargarme más de que en esta amistad (que ya el Señor muestra aquí al alma ­que la quiere tan particular con ella­ que no haya cosa partida entre entrambos), se le comunican grandes verdades; porque esta luz que la deslumbra, por no entenderlo ella lo que es, la hace ver la vanidad del mundo. No ve al buen Maestro que la enseña, aunque entiende que está con ella; mas queda tan bien enseñada y con tan grandes efectos y fortaleza en las virtudes, que no se conoce después ni querría hacer otra cosa ni decir, sino alabar al Señor; y está cuando está en este gozo, tan embebida y absorta, que no parece que está en sí, sino con una manera de borrachez divina que no sabe lo que quiere, ni qué dice, ni qué pide. En fin, no sabe de sí; mas no está tan fuera de sí que no entiende algo de lo que pasa.

4. Mas cuando este Esposo riquísimo la quiere enriquecer y regalar más, conviértela tanto en Sí, que como una persona que el gran placer y contento la desmaya, le parece se queda suspendida en aquellos divinos brazos y arrimada a aquel sagrado costado y aquellos pechos divinos. No sabe más de (4) gozar, sustentada con aquella leche divina que la va criando su Esposo, y mejorando para poderla regalar y que merezca cada día más.

Cuando despierta de aquel sueño y de aquella embriaguez celestial, queda como cosa espantada y embobada y con un santo desatino, me parece a mí que puede decir estas palabras: Mejores son tus pechos que el vino.

Porque cuando estaba en aquella borrachez, parecíale que no había más que subir; mas cuando se vio en más alto grado y todo empapada en aquella innumerable grandeza de Dios, y se ve quedar tan sustentada, delicadamente lo comparó; y así dice: Mejores son tus pechos que el vino.

Porque así como un niño no entiende cómo crece ni sabe cómo mama, que aun sin mamar él ni hacer nada, muchas veces le echan la leche en la boca así es aquí, que totalmente el alma no sabe de sí ni hacer nada, ni sabe cómo ni por dónde (ni lo puede entender) le vino aquel bien tan grande (5). Sabe que es el mayor que en la vida se puede gustar, aunque se junten juntos todos los deleites y gustos del mundo. Vese criada y mejorada sin saber cuándo lo mereció; enseñada en grandes verdades sin ver el Maestro que la enseña; fortalecida en las virtudes, regalada de quien tan bien lo sabe y puede hacer. No sabe a qué lo comparar, sino al regalo de la madre que ama mucho al hijo y le cría y regala (6).

5. "Porque es al propio esta comparación que así está el alma elevada y tan sin aprovecharse de su entendimiento, en parte, como un niño recibe aquel regalo, y deléitase en él, mas no tiene entendimiento para entender cómo le viene aquel bien: que en el adormecimiento pasado de la embriaguez, no está el alma tan sin obrar, que algo entiende y obra, porque entiende estar cerca de Dios; y así con razón dice: Mejores son tus pechos que el vino.

6. Grande es, Esposo mío, esta merced, sabroso convite, precioso vino me dais, que con sola una gota me hace olvidar de todo lo criado y salir de las criaturas y de mí, para no querer ya los contentos y regalos que hasta aquí quería mi sensualidad. Grande es este; no le merecía yo.

Después que Su Majestad se le hizo mayor y la llegó más a sí, con razón dice: Mejores son tus pechos que el vino.

Gran merced era la pasada, Dios mío, mas muy mayor es ésta, porque hago yo menos en ella; y así es de todas maneras mejor. Gran gozo es y deleite del alma cuando llega aquí (7).

7. ¡Oh hijas mías! Déos nuestro Señor a entender o, por mejor decir, a gustar (que de otra manera no se puede entender) qué es del gozo del alma cuando está así. Allá se avengan los del mundo con sus señoríos y con sus riquezas y con sus deleites y con sus honras y con sus manjares; que si todo lo pudiesen gozar sin los trabajos que traen consigo (lo que es imposible), no llegara en mil años al contento que en un momento tiene un alma a quien el Señor llega aquí. San Pablo dice que no son dignos todos los trabajos del mundo de la gloria que esperamos; (8) yo digo, que no son dignos ni pueden merecer una hora de esta satisfacción que aquí da Dios al alma, y gozo y deleite. No tiene comparación, a mi parecer, ni se puede merecer un regalo tan regalado de nuestro Señor, una unión tan unida, un amor tan dado a entender y a gustar, con las bajezas de las cosas del mundo. ¡Donosos son sus trabajos para compararlo a esto!, que si no son pasados por Dios, no valen nada; si lo son, Su Majestad los da tan medidos con nuestras fuerzas, que de pusilánimes y miserables los tememos tanto.

8. ¡Oh cristianos e hijas mías! Despertemos ya, por amor del Señor, de este sueño, y miremos que aún no nos guarda para la otra vida el premio de amarle; en ésta comienza la paga. ¡Oh Jesús mío, quién pudiese dar a entender la ganancia que hay de arrojarnos en los brazos de este Señor nuestro y hacer un concierto con Su Majestad, que mire yo a mi Amado y mi Amado a mí; y que mire El por mis cosas, y yo por las suyas! (9) No nos queramos tanto que nos saquemos los ojos, como dicen.

Torno a decir, Dios mío, y a suplicaros, por la sangre de vuestro Hijo, que me hagáis esta merced; béseme con beso de su boca, que sin Vos, ¿qué soy yo, Señor? Si no estoy junto a Vos, ¿qué valgo?

Si me desvío un poquito de Vuestra Majestad, ¿adónde voy a parar?

9. ¡Oh Señor mío y Misericordia mía y Bien mío! Y ¿qué mayor le quiero yo en esta vida que estar tan junto a Vos, que no haya división entre Vos y mí? Con esta compañía, ¿qué se puede hacer dificultoso? ¿Qué no se puede emprender por Vos, teniéndoos tan junto? ¿Qué hay que agradecerme, Señor? Que culparme, muy mucho por lo que no os sirvo. Y así os suplico con San Agustín, con toda determinación, que "me deis lo que mandareis, y mandadme lo que quisiereis"; (10) no volveré las espaldas jamás, con vuestro favor y ayuda.

10. "Ya yo veo, Esposo mío, que Vos sois para mí; (11) no lo puedo negar. Por mí vinisteis al mundo, por mí pasasteis tan grandes trabajos, por mí sufristeis tantos azotes, por mí os quedasteis en el Santísimo Sacramento y ahora me hacéis tan grandísimos regalos. Pues, Esposa santa, ¿cómo dije yo que Vos decís: qué puedo hacer por mi Esposo?

11. "Por cierto, hermanas, que no sé cómo paso de aquí. ¿En qué seré para Vos, mi Dios? ¿Qué puede hacer por Vos quien se dio tan mala maña a perder las mercedes que me habéis hecho? ¿Qué se podrá esperar de sus servicios? Ya que con vuestro favor haga algo, mirad qué puede hacer un gusanillo; ¿para qué le ha menester un poderoso Dios? ¡Oh amor!, que en muchas partes querría decir esta palabra, porque sólo él es el que se puede atrever a decir con la Esposa: Yo a mi Amado. El nos da licencia para que pensemos que El tiene necesidad de nosotros este verdadero Amador, Esposo y Bien mío (12).

12. Pues nos da licencia, tornemos, hijas, a decir: Mi Amado a mí, y yo a mi Amado. ¿Vos a mí, Señor? Pues si Vos venís a mí, ¿en qué dudo que puedo mucho serviros? Pues de aquí adelante Señor, quiérome olvidar de mí y mirar sólo en qué os puedo servir y no tener voluntad sino la vuestra. Mas mi querer no es poderoso; Vos sois el poderoso, Dios mío. En lo que yo puedo, que es determinarme, desde este punto lo hago para ponerlo por obra".

NOTAS AL CAPÍTULO 4

1 Alude a los pasajes de Vida (cc. 14-15), Camino (cc. 30-31), en que trata de la oración de quietud; cf. además Mor. IV.

2 Tomamos del ms. de Baeza el texto en cursiva.

3 En el n. 1; cf. nota 1.

4 Más de: más que.

5 Sobre esta comparación, cf. Camino c. 31, n. 9, y el correspondiente c. 53, n. 5 de la primera redacción. Véase además Mor. IV, c. 3, n. 10. - La desarrolla en el n. siguiente.

6 Siguen dos nn. (5-6) tomados del ms. de Las Nieves.

7 Prosigue una larga variante en el mismo ms.

8 Rm 8, 18.

9 Alude al Cant. 6, 2 y 2, 16. - Compárese con la Relación 35, n. 2.

10 Confesiones, L. 10, c. 29. - Siguen tres nn. (10-12) tomados del ms. de Consuegra.

11 Cant. 2, 16.

12 Corrijo el texto del presente n. por el ms. de Las Nieves.

El ms. de Consuegra lo titula: "De algunos puntos de los Cantares. Tienen algunas cosas de perfecta contemplación". - Lo reproduce el ms. de Las Nieves con pequeñas variantes.

 

CAPÍTULO 5

Prosigue en la oración de unión y dice las riquezas que adquiere el alma en ella por mediación del Espíritu Santo, y lo determinada que está a padecer trabajos por el amado.

 

Sentéme a la sombra del que deseaba, y su fruto es dulce para mi garganta (Cant. 2, 3).

1. Ahora preguntemos a la Esposa; sepamos de esta bendita alma, llegada a esta boca divina y sustentada con estos pechos celestiales, para que sepamos, si el Señor nos llega alguna vez a tan gran merced, qué hemos de hacer o cómo hemos de estar, qué hemos de decir.

Lo que nos dice es: Asentéme a la sombra de aquel a quien había deseado y su fruto es dulce para mi garganta. Metióme el Rey en la bodega del vino y ordenó en mí la caridad (1).

Dice: Asentéme en la sombra del que había deseado.

2. ¡Válgame Dios, qué metida está el alma y abrasada en el mismo sol! Dice que se sentó a la sombra del que había deseado. Aquí no le hace sino manzano, y dice que es su fruta dulce para mi garganta. ¡Oh almas que tenéis oración, gustad de todas estas palabras! ¡De qué manera podemos considerar a nuestro Dios! ¡Qué diferencia de manjares podemos hacer de El! Es maná, que sabe conforme a lo que queremos que sepa (2). ¡Oh, qué sombra ésta tan celestial y quién supiera decir lo que de esto da a entender el Señor! Acuérdome cuando el ángel dijo a la Virgen sacratísima, Señora nuestra: La virtud del muy alto os hará sombra (5). ¡Qué amparada se ve un alma, cuando el Señor la pone en esta grandeza! Con razón se puede asentar y asegurar.

3. Ahora notad que, por la mayor parte y casi siempre (si no es alguna persona que quiere nuestro Señor hacer un señalado llamamiento, como hizo a San Pablo, que lo puso luego en la cumbre de la contemplación y se le apareció y habló de manera que quedó bien ensalzado desde luego) (4), da Dios estos regalos tan subidos y hace mercedes tan grandes a personas que han mucho trabajado en su servicio y deseado su amor y procurado disponerse para que sean agradables a Su Majestad todas sus cosas. Ya cansadas de grandes años de meditación y de haber buscado este Esposo, y cansadísimas de las cosas del mundo, asiéntanse en la verdad, no buscan en otra parte su consuelo ni sosiego ni descanso, sino adonde entienden que con verdad le pueden tener; pónense debajo del amparo del Señor; no quieren otro. Y ¡cuán bien hacen de fiar de Su Majestad, que así como lo han deseado lo cumplen! Y ¡cuán venturosa es el alma que merece de estar debajo de esta sombra, aun para cosas que se pueden acá ver! Que para lo que el alma sola puede entender, es otra cosa, según he entendido muchas veces.

4. Parece que estando el alma en el deleite que queda dicho, que se siente estar toda engolfada y amparada con una sombra y manera de nube de la Divinidad, de donde vienen influencias al alma y rocío tan deleitoso, que bien con razón quitan el cansancio que le han dado las cosas del mundo. Una manera de descanso siente allí el alma, que aun la cansa haber de resolgar; y las potencias tan sosegadas y quietas, que aun pensamiento, aunque sea bueno, no querría entonces admitir la voluntad ni le admite por vía de inquirirle ni procurarle. No ha menester menear la mano, ni levantarse, digo la consideración, para nada; porque cortado y guisado, y aun comido, le da el Señor de la fruta del manzano a que ella compara a su amado, y así dice, que su fruto es dulce para su garganta. Porque aquí todo es gustar sin ningún trabajo de las potencias, y en esta sombra de la divinidad (que bien dice sombra, porque con claridad no la podemos acá ver), sino debajo de esta nube está aquel sol resplandeciente y envía por medio del amor una noticia de que se está tan junto Su Majestad, que no se puede decir ni es posible. Sé yo que quien hubiere pasado por ello, entenderá cuan verdaderamente se puede dar aquí este sentido a estas palabras que dice la Esposa (5).

5. Paréceme a mí que el Espíritu Santo debe ser medianero entre el alma y Dios y el que la mueve con tan ardientes deseos, que la hace encender en fuego soberano, que tan cerca está. ¡Oh Señor, qué son aquí las misericordias que usáis con el alma! Seáis bendito y alabado por siempre, que tan buen amador sois. ¡Oh Dios mío y criador mío! ¿Es posible que hay nadie que no os ame? ¡Oh, triste de mí, y cómo soy yo la que mucho tiempo no os amé, porque no merecí conoceros! ¡Cómo baja sus ramas este divino manzano, para que unas veces las coja el alma considerando sus grandezas y las muchedumbres de sus misericordias que ha usado con ella y que vea y goce del fruto que sacó Jesucristo Señor nuestro de su Pasión, regando este árbol con su sangre preciosa con tan admirable amor!

Antes de ahora, dice el alma que goza del mantenimiento de sus pechos divinos; como principiante en recibir estas mercedes, la sustentaba el Esposo. Ahora va ya más crecida, y vala más habilitando para darle más. Mantiénela con manzanas (6), quiere que vaya entendiendo lo que está obligada a servir y a padecer. Y aun no se contenta con todo esto. ¡Cosa maravillosa y de mirar mucho!: de que el Señor entiende que un alma es toda suya (7), sin otro interés ni otras cosas que la muevan por sola ella, sino por quien es su Dios y por el amor que tiene, cómo nunca cesa de comunicarse con ella, de tantas maneras y modos como quien es la misma Sabiduría.

6. Parecía que no había más que dar en la primera paz, y es esto que queda dicho muy más subida merced; (8) queda mal dicho, porque no es sino apuntarlo. En el libro que os he dicho, hijas, lo hallaréis con mucha claridad, si el Señor es servido que salga a luz (9).

¿Pues qué podremos ya desear más de esto que ahora se ha dicho? ¡Oh, válgame Dios, y qué nonada son nuestros deseos para llegar a vuestras grandezas, Señor! ¡Qué bajos quedaríamos, si conforme a nuestro pedir fuese vuestro dar!

Ahora miremos lo que dijo adelante de esto la Esposa.

NOTAS AL CAPÍTULO 5

1 Cant. 2, 3-4.

2 Alusión a Sb 16, 20.

3 Lc 1, 35.

4 Hc 9, 3-11. - En la frase siguiente: el ms. de Alba da súbditos en vez de subidos.

5 Corregimos este número por el ms. de Baeza.

6 Alusión a Cant. 2, 5.

7 El ms. de Alba repite: suya suya.

8orregimos este n. por el ms. de Baeza.

9 Alude probablemente a la Vida, o quizás al Camino, a los que ya remitió en el c. 4, n. 1. Cf. varias otras alusiones: c. 1, n. 8; c. 2, nn. 17 y 29.

 

CAPÍTULO 6

Trata de cómo los beneficios de esta unión amorosa sobrepujan a todos los deseos de la  esposa. Habla de la suspensión de las potencias y dice cómo algunas almas llegan en poco tiempo a esta oración tan subida (1).

 

Metióme el Rey en la bodega del vino y ordenó en mí la caridad
(Cant. 2, 4).

1. Pues estando ya la Esposa descansada debajo de sombra tan deseada, y con tanta razón, ¿qué le queda que desear a un alma que llega aquí, si no es que no le falte aquel bien para siempre? A ella no parece que hay más que desear; mas a nuestro Rey sacratísimo fáltale mucho por dar; nunca querría hacer otra cosa, si hallase a quién. Y, como he dicho muchas veces, deseo, hijas, que nunca se os olvide no se contenta el Señor con darnos tan poco como son nuestros deseos; yo lo he visto acá. En algunas cosas que comienza uno a pedir al Señor, le da en qué merezca y cómo padezca algo por El, no yendo su intento a más de lo que le parece sus fuerzas alcanzan. Como Su Majestad las puede hacer crecer, en pago de aquello poquito que se determinó por El, dale tantos trabajos y persecuciones y enfermedades, que el pobre hombre no sabe de sí.

2. A mí misma me acaeció en harta mocedad y decir algunas veces: ¡Oh Señor, que no querría yo tanto! Mas daba Su Majestad la fuerza de manera y la paciencia, que aun ahora me espanto cómo lo podría sufrir, y no trocaría aquellos trabajos por todos los tesoros del mundo.

Dice la Esposa: Metióme el Rey. Y ¡qué bien hinche este nombre, Rey poderoso, que no tiene superior, ni acabará su reinar para sin fin! El alma que está así a buen seguro que no le falta fe para conocer mucho de la grandeza de este Rey, que todo lo que es, es imposible en esta vida mortal (2).

3. Dice que la metió en la bodega del vino; ordenó en mí la caridad. Entiendo yo de aquí que es grande la grandeza de esta merced. Porque puede ser dar a beber más o menos y de un vino bueno y otro mejor, y embriagar y emborrachar a uno más o menos. Así es en las mercedes del Señor, que a uno da poco vino de devoción, a otro más, a otro crece de manera que le comienza a sacar de sí, de su sensualidad y de todas las cosas de la tierra; a otros, da hervor grande en su servicio; a otros, ímpetus; a otros, gran caridad con los prójimos; de manera, que andan tan embebecidos que no sienten los trabajos grandes que aquí pasan. Mas lo que dice la Esposa es mucho junto. Métela en la bodega para que allí más sin tasa pueda salir rica. No parece que el Rey quiere dejarle nada por dar, sino que beba conforme a su deseo y se embriague bien, bebiendo de todos esos vinos que hay en la despensa de Dios. Gócese de esos gozos; admírese de sus grandezas; no tema perder la vida de beber tanto, que sea sobre la flaqueza de su natural; muérase en ese paraíso de deleites. ¡Bienaventurada tal muerte que así hace vivir! Y verdaderamente así lo hace; porque son tan grandes las maravillas que el alma entiende, sin entender cómo lo entiende, que queda tan fuera de sí como ella misma lo dice en decir: Ordenó en mí la caridad.

4. ¡Oh palabras que nunca se habían de olvidar al alma, a quien nuestro Señor regala! ¡Oh soberana merced, y qué sin poderse merecer, si el Señor no diese caudal para ello! Bien que aun para amar no se halla despierta; mas bienaventurado sueño, dichosa embriaguez, que hace suplir al Esposo lo que el alma no puede, que es dar orden tan maravillosa, que estando todas las potencias muertas o dormidas, quede el amor vivo; y que sin entender cómo obra, ordene el Señor que obre tan maravillosamente, que esté hecho una cosa con el mismo Señor del amor, que es Dios, con una limpieza grande; porque no hay quien le estorbe, ni sentidos, ni potencias, digo entendimiento y memoria; tampoco la voluntad se entiende.

5. Pensaba yo ahora si es cosa en que hay alguna diferencia la voluntad y el amor. Y paréceme que sí; no sé si es bobería. Paréceme el amor una saeta que envía la voluntad, que si va con toda la fuerza que ella tiene, libre de todas las cosas de la tierra, empleada en solo Dios, muy de verdad debe de herir a Su Majestad; de suerte que, metida en el mismo Dios, que es amor, torna de allí con grandísimas ganancias, como diré. Y es así que informado de algunas personas a quien ha llegado nuestro Señor a tan gran merced en la oración, que las llega a este embebecimiento santo con una suspensión, que aun en lo exterior se ve que no están en sí, preguntadas lo que sienten, en ninguna manera lo saben decir, ni supieron, ni pudieron entender cosa de cómo obra allí el amor.

6. Entiéndese bien las grandísimas ganancias que saca un alma de allí por los efectos y por las virtudes y la viva fe que le queda y el desprecio del mundo. Mas cómo se le dieron estos bienes y lo que el alma goza aquí, ninguna cosa se entiende si no es al principio cuando comienza, que es grandísima la suavidad. Así que, está claro ser lo que dice la Esposa, que la sabiduría de Dios suple aquí por el alma, y El ordena cómo gane tan grandísimas mercedes en aquel tiempo; porque estando tan fuera de sí y tan absorta que ninguna cosa puede obrar con las potencias, ¿cómo había de merecer? Pues ¿es posible que la hace Dios merced tan grande para que pierda el tiempo y no gane nada en El? No es de creer.

7. ¡Oh secretos de Dios! Aquí no hay más de rendir nuestros entendimientos y pensar que para entender las grandezas de Dios no valen nada. Aquí viene bien el acordarnos cómo lo hizo con la Virgen nuestra Señora con toda la sabiduría que tuvo, y cómo preguntó al ángel: ¿Cómo será ésto? En diciéndole: El Espíritu Santo sobrevendrá en tí; la virtud del muy alto te hará sombra (3), no curó de más disputas. Como quien tenía tan gran fe y sabiduría, entendió luego que, interviniendo estas dos cosas, no había más que saber ni dudar. No como algunos letrados (que no les lleva el Señor por este modo de oración ni tienen principio de espíritu), que quieren llevar las cosas por tanta razón y tan medidas por sus entendimientos, que no parece sino que han ellos con sus letras de comprender todas las grandezas de Dios. ¡Si deprendiesen algo de la humildad de la Virgen sacratísima!

8. ¡Oh Señora mía, cuán al cabal se puede entender por Vos lo que pasa Dios con la Esposa, conforme a lo que dice en los Cánticos! Y así lo podéis ver, hijas, en el Oficio que rezamos de nuestra Señora cada semana, lo mucho que está de ellos en antífonas y lecciones. En otras almas podránlo entender cada uno como Dios lo quiere dar a entender, que muy claro podrá ver si ha llegado a recibir algo de estas mercedes, semejantes a esto que dice la Esposa: Ordenó en mí la caridad; porque no saben adónde estuvieron, ni cómo en regalo tan subido contentaron al Señor; qué se hicieron, pues no le daban gracias por ello.

9. ¡Oh alma amada de Dios!; no te fatigues, que cuando Su Majestad te llega aquí y te habla tan regaladamente, como verás en muchas palabras que dice en los Canticos ( (4) a la Esposa, como Toda eres hermosa, amiga mía (5), y otras ­como digo­ muchas en que muestra el contento que tiene de ella, de creer es que no consentirá que le descontente a tal tiempo, sino que la ayudará a lo que ella no supiere para contentarse de ella más. Vela perdida de sí, enajenada por amarle, y que la misma fuerza del amor le ha quitado el entendimiento para poderle más amar. Sí, que no ha de sufrir, ni suele ni puede Su Majestad dejar de darse a quien se le da toda.

10. Paréceme a mí que va Su Majestad esmaltando sobre este oro que ya tiene aparejado con sus dones y tocado, para ver de qué quilates es el amor que le tiene, por mil maneras y modos que el alma que llega aquí podrá decir. Esta alma, que es el oro, estáse en este tiempo sin hacer más movimiento ni obrar más por sí que estaría el mismo oro; y la divina sabiduría, contenta de verla así (como hay tan pocas que con esta fuerza le amen) va asentando en este oro muchas piedras preciosas y esmaltes con mil labores.

11. Pues esta alma, ¿qué hace en este tiempo? Esto es lo que no se puede entender ni saber más de lo que dice la Esposa: Ordenó en mí la caridad. Ella, al menos si ama, no sabe cómo, ni entiende qué es lo que ama; el grandísimo amor que la tiene el Rey que la ha traído a tan gran estado, debe de haber juntado el amor de esta alma a Sí de manera que no lo merece entender el entendimiento, sino estos dos amores se tornan uno. Y puesto tan verdaderamente y junto con el de Dios, ¿cómo le ha de alcanzar el entendimiento? Piérdele de vista en aquel tiempo, que nunca dura mucho, sino con brevedad, y allí le ordena de manera Dios que sabe bien contentar a Su Majestad entonces, y aun después, sin que el entendimiento lo entienda, como queda dicho. Mas entiéndelo bien después que ve esta alma tan esmaltada y compuesta de piedras y perlas de virtudes, que le tiene espantado y puede decir: ¿Quién es ésta que ha quedado como el sol? (6).

¡Oh verdadero Rey, y qué razón tuvo la Esposa de poneros este nombre! Pues en un momento podéis dar riquezas y ponerlas en un alma que se gozan para siempre. ¡Qué ordenado deja el amor en esta alma!

12. Yo podré dar buenas señas de esto, porque he visto algunas. De una me acuerdo ahora que en tres días la dio el Señor bienes, que si la experiencia de haber ya algunos años y siempre mejorando no me lo hicieran creer, no me parecía posible; y aun a otra en tres meses (7), y entrambas eran de poca edad. Otras he visto que después de mucho tiempo les hace Dios esta merced. He dicho de estas dos, y de algunas otras podía decir, porque he escrito aquí que son pocas las almas que, sin haber pasado muchos años de trabajos, les hace nuestro Señor estas mercedes, para que se entienda son algunas. No se ha de poner tasa a un Señor tan grande y tan ganoso de hacer mercedes. Acaece, y esto es cosa casi ordinario, cuando el Señor llega a un alma a hacerle estas mercedes. Digo que sean mercedes de Dios, no sean ilusiones o melancolías o ensayos que hace la misma naturaleza. Esto el tiempo lo viene a descubrir, y aun estotro bien, porque quedan las virtudes tan fuertes y el amor tan encendido, que no se encubre, porque siempre, aun sin querer, aprovechan otras almas.

13. Ordenó en mí el Rey la caridad, tan ordenada, que el amor que tenía al mundo se le quita; y el que a sí, le vuelve en desamor; y el que a sus deudos, queda de suerte que sólo los quiere por Dios; y el que a los prójimos y el que a los enemigos, no se podrá creer si no se prueba; es muy crecido; el que a Dios, tan sin tasa, que la aprieta algunas veces más que puede sufrir su bajo natural. Y como ve que ya desfallece y va a morir, dice: Sostenedme con flores, y acompañadme de manzanas, porque desfallezco de mal de amores (8).

NOTAS AL CAPÍTULO 6

1 Cf. c. 5, n. 6, y c. 2, n. 17.

2 Corregimos la frase final por el ms. de Baeza.

3 Lc 1, 34-35.

4 El ms. de Baeza ofrece esta variante: ...en los Cánticos, que dice tantas y tantas variantes tan tiernas...

5 Cant. 4, 7.

6 Cant. 6, 9.

7 Y otra en menos de quince días: así en el ms. de Consuegra, texto omitido en el de Las Nieves, y truncado en el de Baeza.

8 Cant. 2, 5. - Corregido por el ms. de Baeza.

 

CAPÍTULO 7

Declara los grandes deseos que tiene la esposa de sufrir mucho por Dios y por el prójimo y los frutos abundantes que dan en la Iglesia estas almas favorecidas de la unión divina y  desasidas del propio interés.

 

Sostenedme con flores y acompañadme de manzanas, porque desfallezco de mal de amores (Cant. 2, 5).

1. ¡Oh qué lenguaje tan divino éste para mi propósito! ¡Cómo, Esposa santa!, ¿mátaos la suavidad? Porque, según he sabido, algunas veces parece que es tan excesiva, que deshace el alma de manera que no parece ya que la hay para vivir. Y ¿pedís flores? ¿Qué flores serán éstas? Porque éste no es remedio, salvo si no le pedís para acabar ya de morir; que, a la verdad, no se desea cosa más cuando el alma llega aquí. Mas no viene bien, porque dice: Sostenedme con flores. Y el sostener no me parece que es pedir la muerte, sino con la vida querer servir en algo a quien tanto ve que debe.

2. No penséis, hijas, que es encarecimiento decir que muere, sino que, como os he dicho, pasa en hecho de verdad. Que el amor obra con tanta fuerza algunas veces, que se enseñorea de manera sobre todas las fuerzas del sujeto natural, que sé de una persona que estando en oración semejante oyó cantar una buena voz, y certifica que, a su parecer, si el canto no cesara que iba ya a salirse el alma, del gran deleite y suavidad que nuestro Señor le daba a gustar, y así proveyó Su Majestad que dejase el canto quien cantaba, que la que estaba en esta suspensión, bien se podía morir, mas no podía decir que cesase; porque todo el movimiento exterior estaba sin poder hacer operación ninguna ni bullirse, y este peligro en que se veía, se entendía bien; mas de un arte, como quien está en un sueño profundo de cosa que querría salir de ella y no puede hablar, aunque quería (1).

3. Aquí el alma no querría salir de allí, ni le sería penoso, sino grande contentamiento, que eso es lo que desea. Y ¡cuán dichosa muerte sería a manos de este amor!, sino que algunas veces dale Su Majestad luz de que es bien que viva, y ella ve no lo podrá su natural flaco sufrir si mucho dura aquel bien, y pídele otro bien para salir de aquel tan grandísimo, y así dice: Sostenedme con flores.

De otro olor son esas flores que las que acá olemos. Entiendo yo aquí que pide hacer grandes obras en servicio de nuestro Señor y del prójimo, y por esto huelga de perder aquel deleite y contento; que aunque es vida más activa que contemplativa y parece perderá si le concede esta petición, cuando el alma está en este estado, nunca dejan de obrar casi juntas Marta y María; porque en lo activo y que parece exterior, obra lo interior, y cuando las obras activas salen de esta raíz, son admirables y olorosísimas flores; porque proceden de este árbol de amor de Dios y por sólo El, sin ningún interés propio, y extiéndese el olor de estas flores para aprovechar a muchos, y es olor que dura, no pasa presto, sino que hace gran operación.

4. Quiérome declarar más, porque lo entendáis. Predica uno un sermón con intento de aprovechar las almas; mas no está tan desasido de provechos humanos, que no lleva alguna pretensión de contentar, o por ganar honra o crédito, o que si está puesto a llevar alguna canonjía por predicar bien. Así son otras cosas que hacen en provecho de los prójimos, muchas, y con buena intención, mas con mucho aviso de no perder por ellas ni descontentar. Temen persecución; quieren tener gratos los reyes y señores y el pueblo; van con la discreción que el mundo tanto honra. Esta es la amparadora de hartas imperfecciones, porque le ponen nombre de discreción, y plega al Señor que lo sea.

5. Estos servirán a Su Majestad y aprovechan mucho; mas no son así las obras que pide la Esposa, a mi parecer, y las flores, sino un mirar a sola honra y gloria de Dios en todo. Que verdaderamente a las almas que el Señor llega aquí, según he entendido de algunas, creo no se acuerdan más de sí que si no fuesen para ver si perderán o ganarán; sólo miran al servir y contentar al Señor. Y porque saben el amor que tiene a sus criados, gustan de dejar su sabor y bien, por contentarle en servirlas y decirlas las verdades, para que se aprovechen sus almas, por el mejor término que pueden; ni se acuerdan, como digo, si perderán ellos, la ganancia de sus prójimos tienen presente, no más. Por contentar más a Dios, se olvidan a sí por ellos, y pierden las idas en la demanda, como hicieron muchos mártires, y envueltas sus palabras en este tan subido amor de Dios, emborrachadas de aquel vino celestial, no se acuerdan; y si se acuerdan, no se les da nada descontentar a los hombres. Estos tales aprovechan mucho.

6. Acuérdome ahora lo que muchas veces he pensado de aquella santa Samaritana, qué herida debía de estar de esta hierba, y cuán bien habían rendido en su corazón las palabras del Señor, pues deja al mismo Señor que ganen y se aprovechen los de su pueblo, que da bien a entender esto que voy diciendo; y en pago de esta tan gran caridad, mereció ser creída, y ver el gran bien que hizo nuestro Señor en aquel pueblo (2).

Paréceme que debe ser uno de los grandísimos consuelos que hay en la tierra, ver uno almas aprovechadas por medio suyo. Entonces me parece se come el fruto gustosísimo de estas flores. Dichosos a los que el Señor hace estas mercedes; bien obligados están a servirle. Iba esta santa mujer con aquella borrachez divina dando gritos por las calles.

Lo que me espanta a mí es ver cómo la creyeron, una mujer, y no debía ser de mucha suerte (3), pues iba por agua; de mucha humildad, sí, pues cuando el Señor le dice sus faltas, no se agravió (como lo hace ahora el mundo, que son malas de sufrir las verdades), sino díjole que debía ser profeta. En fin, le dieron crédito, y por solo su dicho salió gran gente de la ciudad al Señor.

7. Así digo que aprovechan mucho los que, después de estar hablando con Su Majestad algunos años, ya que reciben regalos y deleites suyos, no quieren dejar de servir en las cosas penosas, aunque se estorben estos deleites y contentos. Digo que estas flores y obras salidas y producidas de árbol de tan hirviente amor, dura su olor mucho más, y aprovecha más un alma de éstas con sus palabras y obras, que muchos que las hagan con el polvo de nuestra sensualidad y con algún interés propio.

8. De éstas produce la fruta; (4) éstas son las manzanas que dice luego la Esposa: Acompañadme de manzanas. Dadme, Señor, trabajos, dadme persecuciones y verdaderamente lo desea, y aun sale bien de ellos; porque, como ya no mira su contento sino el contentar a Dios, su gusto es en imitar en algo la vida trabajosísima que Cristo vivió.

Entiendo yo por el manzano, el árbol de la Cruz, porque dijo en otro cabo en los Cantares: Debajo del árbol manzano te resucite; (5) y un alma que está rodeada de cruces, de trabajos y persecuciones, gran remedio es para no estar tan ordinario en el deleite de la contemplación. Tiénele grande en padecer, mas no la consume y gasta la virtud, como lo debe hacer, si es muy ordinario, esta suspensión de las potencias en la contemplación. Y también tiene razón de pedir esto, que no ha de ser siempre gozar sin servir y trabajar en algo. Yo lo miro con advertencia en algunas personas (que muchas no las hay por nuestros pecados), que mientras más adelante están en esta oración y regalos de nuestro Señor, más acuden a las necesidades de los prójimos, en especial a las de las ánimas que por sacar una de pecado mortal, parece darían muchas vidas, como dije al principio.

9. ¿Quién hará creer esto a las que comienza nuestro Señor a dar regalos? Sino que quizá les parecerá traen estotros la vida mal aprovechada y que estarse en su rincón gozando de esto, es lo que hace al caso. Es providencia del Señor, a mi parecer, no entender éstos adónde llegan estotras almas porque con el hervor de los principios querrían luego dar salto hasta allí, y no les conviene; porque aún no están criadas, sino que es menester que se sustenten más días con la leche que dije al principio (6). Esténse cabe aquellos divinos pechos, que el Señor tendrá cuidado, cuando estén ya con fuerzas, de sacarlas a más, porque no harían el provecho que piensan, antes se le dañarían a sí. Y porque en el libro que os he dicho (7) hallaréis cuándo ha un alma desear salir a aprovechar a otros y el peligro que es salir antes de tiempo muy por menudo, no lo quiero decir aquí, ni alargarme más en esto; pues mi intento fue cuando lo comencé, daros a entender cómo podéis regalaros, cuando oyereis algunas palabras de los Cánticos, y pensar, aunque son a entender vuestro oscuras, los grandes misterios que hay en ellas, y alargarme más sería atrevimiento.

10. Plega al Señor no lo haya sido lo que he dicho, aunque ha sido por obedecer a quien me lo ha mandado. Sírvase Su Majestad de todo, que si algo bueno va aquí, bien creeréis que no es mío; pues ven las hermanas que están conmigo con la prisa que lo he escrito, por las muchas ocupaciones. Suplicad a Su Majestad que yo lo entienda por experiencia. A la que le pareciere que tiene algo de esto, alabe a nuestro Señor y pídale esto postrero, porque no sea para sí la ganancia.

Plega nuestro Señor nos tenga de su mano, y enseñe siempre a cumplir su voluntad, amén (8).

NOTAS AL CAPÍTULO 7

El ms. de Consuegra lo titula: "Capítulo que declara otras palabras (de) la Esposa, y dice otros efectos que hace el buen espíritu".

1 Se refiere al éxtasis de Salamanca (1571), al oír el canto "Véante mis ojos". Cf. Moradas VI, c. 11, n. 8, y Relación 15.

2 Cg. Jn c. 4.

3 O sea, de fortuna o calidad.

4 Gracián editó: De estas procede la fuerza. - En la frase siguiente (así como en el c. 6, n. 13) el ms. de Alba copia manzanos.

5 Cant. 8, 5.

6 Véase el c. 4, nn. 4-5.

7 Alude probablemente a Vida c. 13, nn. 8-10. - Cf. c. 5, n. 6, nota 9.

8 En el ms. de Alba escribió su censura favorable el P. Báñez: "Visto he con atención estos cuatro cuadernillos, que entre todos tienen ocho pliegos y medio, y no he hallado cosa que sea mala doctrina, sino antes buena y provechosa. - En el Colegio de S. Gregorio de Valladolid, 10 de junio 1575. Fray Domingo Báñes".

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