Poesia 31

A TEÓFANO VÉNARD

Sacerdote de las Misiones Extranjeras,
martirizado en Tonkín
a los 31 años de edad.

1 Mártir angelical, ¡oh Teófano santo!,
los elegidos cantan tus loores,
y en los coros angélicos
el encumbrado serafín se siente
honrado de servirte.
No pudiendo mezclar en el destierro
mi voz con la sublime santa voz de los cielos,
quiero, al menos, tomar mi lira en tierra extraña
para cantar con ella tus virtudes.

2 Fue tu breve destierro como un canto muy dulce
que supo conmover los corazones.
Tu alma de poeta <1>
hacía, a cada instante, brotar flores,
flores para Jesús.
Y al elevarte a la celeste esfera,
hasta tu último canto
fue un canto juvenil de primavera.
Al morir, murmuraste:
"¡Yo, que soy un efémero,
me voy al cielo azul, voy el primero <2>!"
3 ¡Afortunado mártir, al borde del suplicio
tú gustaste la dicha de sufrir!
Sufrir por Dios te pareció delicia.
Tú supiste vivir y supiste morir
alegre y sonriente.
Cuando el verdugo quiso abreviar tu tormento,
replicaste enseguida:
"¡Cuanto más largos sean mi dolor y mi martirio,
mayor valor tendrán, estaré más contento <3>!"
4 ¡Oh lirio virginal!,
en la plena y hermosa primavera
de tu vivir
escuchó el Rey del cielo tu deseo.
Tú eres "la rosa abierta
que para su recreo cortó Dios" <4>.
Ya no estás desterrado,
los bienaventurados admiran tu esplendor.
Eres rosa de amor,
la inmaculada Virgen
de tu aroma respira la frescura.

5 Apréstame tus armas, ¡oh soldado de Cristo! <5>,
yo quiero aquí en la tierra,
por salvar a los pobres pecadores,
sufrir y combatir a la sombra de tu palma.
Dame tu protección, sostén mi brazo,
por ellos luchar quiero en incesante guerra
y tomar al asalto el reino de mi Dios.
El Señor a la tierra no vino a traer paz,
sino fuego y espada.

6 Yo amo esa playa infiel,
la que fue blanco de tu amor ardiente:
hacia ella volaría gozosamente yo,
si un día mi Jesús me lo pidiese.
Mas yo sé que a sus ojos se borran las distancias
y el universo entero es sólo un punto.
Mi flaco amor y mis pequeños sufrimientos,
bendecidos por El,
hacen amar a Dios más allá de los mares.

7 ¡Ah, si yo fuese flor de primavera
que cortar pronto mi Señor quisiera!
¡Oh, mi mártir glorioso, te conjuro,
baja del cielo a mí en mi postrer momento <6>!
Que de tu amor las llamas virginales
me abrasen en la vida,
y un día pueda ser yo de las almas
que forman tu cortejo...

NOTAS P 31 - A TEÓFANO VÉNARD

Fecha: 2 de febrero de 1897. - Composición espontánea. - Publicación: HA 98, diez versos corregidos. - Melodía: Les adieux du martyr.

"Mi alma se parece a la suya", dirá Teresa a sus hermanas (Ultimas Conversaciones, Burgos, Monte Carmelo, 1973, p. 355), y, como recuerdo de despedida (Cta 245), les hará entrega de una antología de las cartas de este "santito", misionero mártir en Tonkín, cuya biografía le había recomendado el P. Roulland. A partir del 21 de noviembre de 1896, había ido copiando en su "libreta de apuntes" tres páginas de extractos de esas cartas (cf "Otros Escritos").

Para cantar a su santo amigo, Teresa vuelve a encontrar los acentos que poco antes le inspirara su "santa predilecta", santa Cecilia. Cantos y flores, pero también sufrimiento y martirio y el apostolado enérgico y vigoroso, "la espada y el fuego", he ahí los temas que la inspiran.

El 19 de marzo, al enviar el poema al P.Roulland (cf Cta 221), llama su atención sobre la penúltima estrofa, desvelando así su proyecto misionero: irse para la reciente fundación de Hanoi, si su salud no se lo impide. Esperanza poco razonable, pero el deseo misionero no cesa de crecer en su corazón y, en estas mismas semanas, se consolida su confianza de "volver a la tierra" para trabajar en ella sin respiro "hasta el fin del mundo" (CA 17.7).

En la enfermería, la imagen de Teófano Vénard ya no la abandonará y le servirá de mucha ayuda en la prueba (CA 10.8.1; 10.8.3; 19.8.5; 20.8.13; 6.9).

<1> Al igual que Teresa, Teófano también escribía poesías.

<2> Cita de un a carta del 20./1/1861; cf Cta 245+.

<3> Respuesta auténtica de Teófano al verdugo, un cínico jorobado, que preguntó al joven "cuánto le daría por ejecutarlo hábilmente y con rapidez". Y la cabeza no rodó por el suelo hasta el quinto golpe de sable.

<4> Otra cita de Teófano.

<5> El vocabulario guerrero anuncia ya Mis armas, su próxima poesía.

<6> Cf Ca 16.8.3.


Poesia 32

MIS ARMAS

(Cántico compuesto para el día de una profesión)

"Revestíos de las armas de Dios,
para poder resistir los estratagemas
del enemigo" (San Pablo).

"La esposa del rey es terrible,
como un ejército en orden de batalla.
Se parece a un coro de música
en medio de un campamento" (Cant. de los Cant.)

1 Vestí las armas <1> del Omnipotente,
y su mano divina me adornó.
Nada me hará temer en adelante,
¿quién podrá separarme de su amor?
A su lado, lanzándome al combate,
ya ni al fuego ni al hierro temeré <2>.
Sabrán mis enemigos que soy reina,
que esposa soy de un Dios <3>.
Guardaré la armadura que me ciño,
Jesús, ante tus ojos adorados,
y hasta la última tarde del destierro
serán mis votos mi mejor adorno.

2 Eres tú, ¡oh Pobreza!,
mi primer sacrificio,
te llevará conmigo hasta la muerte.
Sé que el atleta, puesto en el estadio,
para correr de todo se despoja.
Gustad, mundanos, vuestra angustia y pena,
de vuestra vanidad amargos frutos;
yo, jubilosa, alcanzaré en la arena
de la pobreza las triunfales palmas.
Jesús dijo que "por la violencia
el reino de los cielos se conquista".
Me servirá de lanza la pobreza,
y de glorioso casco.

3 Hermana de los ángeles
victoriosos y puros
la Castidad me hace.
Formar espero un día en sus falanges;
mas debo en el destierro
como lucharon ellos luchar yo.
Luchar continuamente,
sin descanso ni tregua,
por mi Esposo adorado,
el Señor de los señores.
Porque es la castidad celeste espada <4>
que puede conquistarle corazones.
La castidad será mi arma invencible,
con ella venceré a mis enemigos.
Por ella llego a ser,
¡oh inefable ventura!,
la esposa de Jesús.

4 En medio de la luz gritó, orgulloso,
el ángel:
"¡Nunca obedeceré... <5>!"
En medio de la noche de la tierra
yo grito:
"¡Siempre obedeceré <6>!"
Siento nacer en mí
una divina audacia,
al furor del infierno desafío.
Y es mi fuerte coraza
y de mi corazón escudo fuerte,
la Obediencia.
¡Oh mi Dios vencedor!,
no ambiciono otra gloria
que la de someter
mi voluntad en todo,
pues será el obediente
quien cantará victoria
en el descanso de la eternidad.

5 Si tengo del guerrero
las poderosas armas
y le imito luchando bravamente,
quiero también como graciosa virgen
cantar mientras combato.
Tú haces vibrar las cuerdas de tu lira,
¡y es tu lira, Jesús, mi corazón <7>!
Por eso, cantar puedo
la fuerza y la dulzura
de tus misericordias.
Sonriendo, yo afronto la metralla,
y en tus brazos, cantando,
¡oh --divino Esposo--, mi divino Esposo!,
moriré <8> sobre el campo de batalla,
¡las armas en la mano!

NOTAS P 32 - MIS ARMAS

Fecha: 25 de marzo de 1897. Compuesta para: sor María de la Eucaristía con ocasión de su profesión. - Publicación: HA 98, tres versos corregidos. - Melodía: Canto de despedida a los misioneros "Partez, hérauts de la bonne nouvelle".

Una poesía enérgica, aguerrida, tensa, echada sobre el papel como para entablar batalla. Una Teresa segura de sí misma y segura de Dios, que pasa por el crisol de la prueba como Juana de Arco por la hoguera. Ella sabe bien que es reina, una reina que lucha y que bruñe sus armas para triunfar, y cuya primera preocupación es la eficacia.

La cita de san Pablo en el epígrafe (tomada de la Regla del Carmelo) introduce directamente en la ceremonia de "armar caballeros"; la audaz yuxtaposición de dos versículos independientes del Cantar de los Cantares da la imagen de una reina imponente y de inmenso poderío, "terrible como un ejército en orden de batalla, semejante a un coro de música en medio de un campamento". Hay que tener verdadera mirada de poeta para elaborar de esa manera una cita tan brillante, hermética y antitética, como fuente de inspiración capaz de animar una profesión religiosa y de bosquejar una alegoría completa de los votos, tema ingrato donde los haya para hacer una poesía.

La destinataria es María Guérin, a la vez "angelito" y "mujer fuerte", "niñito" y "valiente guerrero" (P 24); pero también sor Genoveva, que el año anterior había quedado defraudada [porque a Teresa no se le había pedido componer para ella una poesía en nombre de la comunidad y tuvo que conformarse con entregarle casi a escondidas apenas unas migajas] (cf PN 27) y que sigue vibrando con las "imágenes de la caballería".

Pero para Teresa se trata mucho más de un romance de caballería, aunque el lenguaje alegórico pueda llamarnos a engaño (cf Cta 224); ella libra su batalla en "la realidad de la vida" (cf Ms A 31vº), y pronto la librará en la de la muerte. "Sonriendo" (como su amigo Teófano), "cantando" (como una esposa enamorada), Teresa lucha hasta el límite de sus fuerzas, antes de caer "con las armas en la mano" (nótese la fuerza de este final).

<1> Obsérvese el vocabulario tan paulino de esta poesía, inspirada en Ef 6, aun cuando las alegorías sean diferentes: en Pablo, "la verdad como cinturón, la justicia como coraza, como calzado el celo por anunciar el Evangelio, como escudo la fe, como casco la salvación y como espada la del Espíritu; en Teresa, "la armadura" son los "sagrados votos: la Pobreza, lanza y casco; la espada de la Castidad; la coraza de la Obediencia; el escudo de mi corazón".

<2> Cf P 17,9.

<3> Cf RP 7, 1rº.

<4> La espada implica en el caso de Teresa un trasfondo bíblico en el que se mezclan Mt 10,34 y Ef 6,17; cf P 31,5 y Or 17.

<5> Cf RP 7,3rº.

<6> Teresa recobra por un momento (en estos versos) el tono de los poetas románticos (Vigni, Lamartine, Hugo), a los que les gustan los diálogos fantásticos a través de los espacios infinitos... La antítesis luz-noche hace que la prueba de la fe aparezca en toda su intensidad; este enraizamiento existencial del poema confiere un carácter de auténtica bravura a lo hubiera podido parecer pura literatura o una simple bravata.

<7> Tras el choque del enfrentamiento, la calma. La ternura de la femineidad recobra sus derechos, a ejemplo de santa Cecilia (la "virgen", con la mención de la lira; cf P 2).

<8> Esta muerte en el campo del honor le habría encantado a Teresa de Avila: "Los defensores de la Iglesia (...) pueden morir; ser vencidos, jamás" (Camino de perfección, cap. 3). [Las palabras originales de la Santa son: "Porque, como no haya traidor, si no es por hambre, no los pueden ganar. Acá esta hambre no la puede haber que baste a que se rindan; a morir, sí, mas no a quedar vencidos", Camino 3,1.]


Poesia 33

UNA ROSA DESHOJADA

1 Jesús, cuando te veo
que abandonas los brazos de tu Madre,
y tenido por ella,
ensayas,
vacilante,
por nuestra triste tierra
tus indecisos y primeros pasos,
yo quisiera ir delante
deshojando una rosa blanca y fresca,
y así tu piececito posaría
muy suave y dulcemente
sobre una flor.

2 La rosa deshojada,
¡oh mi Niño divino!,
es la más fiel imagen
del corazón que quiere a cada instante
por tu amor inmolarse enteramente.
Hay muchas rosas frescas
que gustan de brillar en tus altares
y se entregan a ti.
Mas yo anhelo otra cosa:
deshojarme...

3 La rosa en su esplendor
puede, mi Niño, embellecer tu fiesta.
A la rosa en deshoje se la olvida,
se la tira y arroja
al capricho del viento.
La rosa, deshojándose,
se entrega a cada instante
con ansia de no ser.
Como ella, quiero yo buscar mi dicha
dándome, mi Jesús, del todo a ti.

4 Se pasa sobre pétalos
de rosa deshojada,
y se pisan sin pena.
Y esos muertos despojos
son un simple ornamento,
dispuestos al azar,
sin arte y sin estudio,
lo comprendo...
Yo prodigué mi vida,
prodigué mi futuro
por tu amor, ¡oh Jesús!
A los ojos profanos de los hombres,
como rosa marchita para siempre
un día moriré...

5 Mas moriré por ti, ¡oh Niño mío,
hermosura <1> suprema!
¡Oh suerte venturosa!
Deshojándome quiero demostrarte
mi amor,
¡oh, mi tesoro...!
A zaga de tus pasos infantiles,
escondida vivir quiero aquí abajo.
Y aun suavizar quisiera
tus últimas pisadas
camino del Calvario...

NOTAS P 33 - UNA ROSA DESHOJADA

Fecha: 19 de mayo de 1897. - Compuesta para: María Enriqueta, del Carmelo de París, a petición suya. - Publicación: HA 98 ("La rose effeuillée"), cinco versos corregidos. - Melodía: Le fil de la Vierge, o bien La rosse mousse.

La verdad es que pocos místicos han llegado tan lejos como Teresa, minada por la enfermedad, en el límite de sus fuerzas y que ofrece su "nada" arrojándose a los pies de Jesús en un acto de amor puro y total. Así la descubrimos aquí: no pide nada, se entrega por entero, está casi casi al otro lado de la muerte, se diría que al otro lado del amor.

En mayo ya no está en condiciones de participar en la liturgia floral de las novicias (cf P 23). Uno tras otro va renunciando a los actos de comunidad. Ahora le queda una tarea suprema: "Debo morir". Morir disolviéndose al filo de los días, como una "rosa" que se "deshoja". En la más completa oblación: "enteramente, a cada instante, sin pena alguna", sin escenografías ("sin arte y sin estudio"). Su generosidad sólo puede compararse con su delicadeza: que su vida así "prodigada" sea sólo dulzura bajo el "piececito" del Niño Jesús y bajo las "últimas pisadas" del Varón de dolores. El símbolo de la rosa deshojada, hoy aparentemente desgastado, surge aquí en toda su patética belleza, con la autenticidad de lo vivido.

Teresa ya no sueña siquiera con entregarse a Jesús, sino con deshojarse bajo sus pasos, con morir disolviéndose. En las estrofas 3 y 4 desarrolla esta idea hasta unos límites a los que antes aún no había llegado: "La rosa en su esplendor puede embellecer tu fiesta, a la rosa en deshoje se la tira y arroja (nótese la fuerza de esta palabra al final del verso) al capricho del viento" (es decir, a ninguna parte, no importa dónde). La rosa deshojada se entrega para ya no ser más ("con ansias de no ser"), lo cual es ya el colmo del abandono; ni siquiera se le presta atención (4,1-3), no es más que unos "muertos despojos". Teresa "lo comprende": ella "prodigó su vida, prodigó su futuro", está "marchita para siempre, un día morirá...". De esta manera, ofrece la prueba suprema de su amor, sin saber lo que Jesús hará de ella. Ella es sólo una rosa deshojada, es decir, nada.

Teresa responde a una petición de una carmelita de París, antigua priora, que había oído hablar maravillas de sus dotes de poeta y que quiere ponérselas a prueba: "Si es verdad que esa hermanita es una joya (...), que me envíe una de sus poesías, y lo comprobaré por mí misma"; y, según María de la Trinidad, proponía incluso el tema de la rosa deshojada.

"La madre Enriqueta quedó muy contenta (...), pensando únicamente que le faltaba una última estrofa para explicar que, a la hora de mi muerte, Dios recogería esos pétalos para volver a formar con ellos una rosa preciosa que brillaría por toda la eternidad". ¡Qué gran error! Para Teresa, "amar es entregarse" sin pedir nada a cambio. Y contesta: "Que esa buena Madre haga la estrofa tal como lo dice, que yo no me encuentro en absoluto inspirada para hacerlo. Mi deseo es ser deshojada para siempre, para alegrar a Dios. Y se acabó".

<1> Teresa tiene un sentimiento muy agudo de la Belleza (cincuenta y seis veces emplea esa palabra en sus escritos, y veintiocho veces ser trata de la belleza de Jesús). Belleza suprema en P 15,31; 18,2; RP 2,1rº y 8rº; RP 4,3rº.


Poesia 34

EL ABANDONO ES EL FRUTO DELICIOSO DEL AMOR

1 Hay en la tierra un árbol, árbol maravilloso,
cuya raíz se encuentra,¡oh misterio!, en el cielo <1>.

2 Acogido a su sombra, nada ni nadie te podrá alcanzar;
sin miedo a la tormenta, bajo él puedes descansar.

3 El árbol inefable lleva por nombre "amor".
Su fruto <2> deleitable se llama "el abandono".

4 Ya en esta misma vida este fruto me da felicidad,
mi alma se recrea con su divino aroma.

5 Al tocarlo mi mano, me parece un tesoro.
Al llevarlo a la boca, me parece más dulce todavía.

6 Un mar de paz me da ya en este mundo,
un océano de paz,
y en esta paz profunda descanso para siempre.

7 El abandono, sólo el abandono
a tus brazos me entrega, ¡oh Jesús mío!,
y es el que me hace vivir con la vida de tus elegidos.

8 A ti, divino Esposo, me abandono, y no quiero
nada más en la vida que tu dulce mirada.

9 Quiero sonreír siempre, dormirme en tu regazo
y repetirte en él que te amo, mi Señor <3>.

10 Como la margarita de amarilla corola,
yo, florecilla humilde, abro al sol mi capullo.

11 Mi dulce sol de vida, mi amadísimo Rey,
es tu divina hostia pequeña como yo...

12 El rayo luminoso de tu celeste llama
nacer hace en mi alma el perfecto abandono.

13 Todas las criaturas pueden abandonarme,
lo aceptaré sin queja y viviré a tu lado.

14 Y si tú me dejases, ¡oh divino tesoro!,
aun viéndome privada de tus dulces caricias,
seguiré sonriendo.

15 En paz yo esperará, Jesús, tu vuelta,
no interrumpiendo nunca mis cánticos de amor.

16 Nada, nada me inquieta, nada puede turbarme,
más alto que la alondra sabe volar mi alma.

17 Encima de las nubes el cielo es siempre azul,
y se tocan las playas del reino de mi Dios.

18 Espero en paz la gloria de la celeste patria,
pues hallo en el copón el suave fruto
¡el dulcísimo fruto del amor!

NOTAS P 34- EL ABANDONO ES EL FRUTO DELICIOSO DEL AMOR

Fecha: 31 de mayo de 1897. - Compuesta para: sor Teresa de San Agustín, a petición suya. - Publicada: HA 98 ("L'Abbandon"), tres versos corregidos. - Melodía: Si j'étais grande dame.

Una canción, pero una canción que va más allá de ella misma, una canción para capear "la tormenta" y entregarse de corazón, pero tranquilos, seguros, "en paz" (palabra que se repite cuatro veces). La confianza de las cuatro últimas estrofas no es fingida: es el auténtico "abandono", por encima de los consuelos sensibles. Aunque menos vibrante y más parco en confidencias que Una rosa deshojada, este poema es también un poema personal.

La destinataria, una monja tan virtuosa como severa, había hecho "voto de abandono a todos los deseos de Dios", no sin descontar del todo un cierto complejo "de superioridad en la perfección". Para Teresa, el abandono no es "obra del que quiere ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia". Al reconocer en sí misma ese abandono total ante la muerte, rendirá homenaje por ello a su único autor: "Ahora ya estoy en él; Dios me ha hecho llegar a él, me ha tomado en sus brazos y me ha puesto en él..." (CA 7.7.3).

<1> Bella imagen de un árbol A LA CHAGALL, "cuya raíz se encuentra en el cielo". El símbolo del árbol es muy poco frecuente en Teresa (ésta es la única vez que se encuentra en las poesías, y en la Cta 137 el árbol de Zaqueo).

<2> Este fruto es la antítesis del fruto del libro del Génesis (3,6): se lo puede tocar sin temor (Gen 3,3) y comer de él; y no trae consigo el desorden del pecado y de la muerte, sino "un mar de paz" y la felicidad ya en esta vida.

<3> En estas estrofas 7-9 volvemos a encontrar el tono y el colorido de P 2, Santa Cecilia (vv. 29-32), "la santa del abandono".

<4> Teresa "espera en paz". Pero es una espera que no tiene nada de ocioso: la fuga repentina de la alondra (est. 16), en una ascensión vertical que rompe la "espesa niebla" (Ms C 5vº), lo dice bien claro. Y evoca irresistiblemente los actos anagógicos de san Juan de la Cruz: para el alma que se ve acosada por la tentación, lo mejor es echarse a volar de un salto hacia Dios...Y Teresa vuela incluso "más alto que la alondra": la mirada puede seguir al pájaro por el cielo, pero no nos es posible ver volar a la carmelita hasta los confines de esa tierra prometida donde hunde sus raíces el Arbol de la vida.


Poesia 35

A SOR MARÍA DE LA TRINIDAD

1 Señor, me has elegido
desde mi tierna infancia <1>;
puedo en verdad llamarme la obra de tu amor.
¡Cómo quisiera yo poder, Dios mío,
pagarte, agradecida,
devolviéndote amor.
Jesús, Amado mío, ¿qué privilegio es éste?
Yo, pobrecita nada <2>, ¿qué había hecho por ti?
¡Y me veo en el blanco cortejo de las vírgenes
que componen tu corte,
dulce y divino Rey!

2 Sabes que soy, Dios mío,
pura debilidad,
sabes también, Señor,
que no tengo virtud.
Pero igualmente sabes que mi único amigo <3>,
el único a quien yo amo, el que me ha cautivado,
eres tú, mi Jesús.
Cuando en mi joven corazón la llama
se encendió del amor,
tú viniste, Jesús, a quemarte en tu fuego.
¡Y sólo tú pudiste saciarme el alma entera,
pues mi urgencia de amar era infinita!

3 Cual tierno corderillo lejos de la majada,
jugueteaba alegre
ignorando el peligro.
Mas ¡oh Reina del cielo, mis pastora querida!,
tu blanca, tu invisible, dulce mano
sabía protegerme.
Y así, aunque yo jugaba
al borde de los hondos precipicios,
ya tú me señalabas la cumbre del Carmelo,
y ya yo comprendía
las austeras delicias que habría de abrazar
para volar al cielo.

4 Si amas, mi Señor, la pureza del ángel
-de ese brillante espíritu que nada en el azul-,
¿no amarás la blancura
del lirio que se eleva sobre el fango,
del lirio que tu amor
supo conservar limpio?
Si el ángel de alas rojas
goza de presentarse ante tus ojos
radiante de pureza,
yo me gozo también, porque ya en este mundo
el ropaje que visto al suyo se parece,
pues poseo el tesoro
de la virginidad <4>...

NOTAS P 35 - A SOR MARÍA DE LA TRINIDAD

Fecha: mayo de 1897. - Compuesta para: sor María de la Trinidad, a petición suya. - Publicación: HA 98 ("Un lis au milieu des épines"), trece versos corregidos. - Melodía: L'envers du ciel.

A pesar de su tonalidad lamartiniana, este poema -de una firmeza que se ve confirmada por la grafía, y de una energía sorprendente en una enferma de esa índole- es sobrio, con una impronta clásica y una notable reducción de adjetivos,

Teresa ofrece a María de la Trinidad un verdadero "canto de las misericordias". Esta, "débil y sin virtudes", gracias al humillamiento constante a que se somete, es una candidata de primera calidad para la obra del "amor consumidor y transformante" (Cta 197). Y sobre todo para Teresa, ahora más que nunca, ya sólo cuenta el amor (Cf Cta 242, final).

Un toque de travesura ilumina la estrofa 3 al evocar las escapadas de la adolescencia al torbellino de las atracciones de París: estampa simpática y pintoresca, con "el cordero lejos de la majada", que "retoza alegre ignorando el peligro"..., y la Virgen Santísima como "pastora"..., una antítesis alpestre de los "precipicios" y de la "cumbre del Carmelo"..., y todo ello endulzando de antemano las "austeras delicias" de los dos últimos versos.

<1> La elección divina; cf prólogo del Ms A, 2rº; PN 16,6; P 16,8; 25,6.

<2> La misma tonalidad de la Rosa deshojada. La prueba de la fe y el debilitamiento producido por la enfermedad producen en Teresa una toma de conciencia más aguda de su "nada". Cf Ms B (cuatro veces) y Cta 197; y sobre todo, en la primavera de 1897: Cta 226, 243, 261 y Ms C 2rº. Lo mismo en la enfermería: CA 6.8.8; 7.8.4; 8.8.1; 13.8.1.

<3> Cf P 14,5. La amistad con Jesús, que implica igualdad en la confianza y en la ternura, floreció muy pronto en el alma de Teresa; cf Ms A 40vº; Cta 57 (dos veces), 74, 92, 109, 141, 157, 158, 169; Ms B 4vº; y en este mes de mayo, el "tierno amigo" de Cta 226. En las poesías: PN 15,5 y 9; P 14,5; 25,6.

<4> Unas brillantes imágenes (estr. 4, vv. 2, 5, 7, 9, 12-13) concurren a exaltar la "virginidad", última palabra y coronación del poema.


Poesia 36

POR QUE TE AMO, MARÍA

1 Cantar, Madre, quisiera
por qué te amo .
Por qué tu dulce nombre
me hace saltar de gozo <1> el corazón,
y por qué el pensamiento de tu suma grandeza
a mi alma no puede inspirarle temor.
Si yo te contemplase en tu sublime gloria,
muy más brillante sola
que la gloria de todos los elegidos juntos,
no podría creer que soy tu hija,
María, en tu presencia bajaría los ojos...

2 Para que una hija pueda a su madre querer,
es necesario que ésta sepa llorar con ella,
que con ella comparta sus penas y dolores.
¡Oh dulce Reina mía,
cuántas y amargas lágrimas lloraste en el destierro
para ganar mi corazón, ¡oh Reina!
Meditando tu vida
tal como la describe el Evangelio,
yo me atrevo a mirarte y hasta a acercarme a ti.
No me cuesta creer que soy tu hija,
cuando veo que mueres,
cuando veo que sufres
como yo <2>.

3 Cuando un ángel del cielo te ofrece ser la Madre
de un Dios que ha de reinar eternamente,
veo que tú prefieres, ¡oh asombroso misterio!,
el tesoro inefable de la virginidad.
Comprendo que tu alma, inmaculada Virgen,
le sea a Dios más grata
que su propia morada de los cielos.
Comprendo que tu alma, humilde y dulce valle,
contenga a mi Jesús, océano de amor <3>.

4 Te amo cuando proclamas
que eres la siervecilla del Señor,
del Señor a quien tú con tu humildad cautivas.
Esta es la gran virtud que te hace omnipotente
y a tu corazón lleva la Santa Trinidad.
Entonces el Espíritu, Espíritu de amor,
te cubre con su sombra,
y el Hijo, igual al Padre,
se encarna en ti...
¡Muchos habrán de ser
sus hermanos
pecadores
para que se le llame: Jesús, tu primogénito!

5 María, tú lo sabes: como tú <4>,
no obstante ser pequeña, poseo y tengo en mí
al todopoderoso.
Mas no me asuste mi gran debilidad,
pues todo los tesoros de la madre
son también de la hija,
y yo soy hija tuya, Madre mía querida.
¡Acaso no son mías tus virtudes
y tu amor también mío?
Así, cuando la pura y blanca Hostia
baja a mi corazón,
tu Cordero, Jesús, sueña estar reposando
en ti misma, María.

6 Tú me haces comprender, ¡oh Reina de los santos!,
que no me es imposible caminar tras tus huellas.
Nos hiciste visible
el estrecho camino que va al cielo
con la constante práctica de virtudes humildes.
Imitándote a ti,
permanecer pequeña es mi deseo,
veo cuán vanas son las riquezas terrenas.
Al verte ir presurosa a tu prima Isabel,
de ti aprendo, María,
a practicar la caridad ardiente.

7 En casa de Isabel escucho, de rodillas,
el cántico sagrado, ¡oh Reina de los ángeles!,
que de tu corazón brota exaltado <5>.
Me enseñas a cantar los loores divinos,
a gloriarme en Jesús, mi Salvador.
Tus palabras de amor son las místicas rosas
que envolverán en su perfume vivo <6>
a los siglos futuros.
En ti el Omnipotente obró sus maravillas,
yo quiero meditarlas y bendecir a Dios.

8 A san José, que ignora
el milagro asombroso
que en tu humildad <7> quisieras ocultar,
tú le dejas llorar cerca del tabernáculo
donde se oculta y vela
la divina beldad del Salvador.
¡Oh, cuánto amo, María, tu elocuente silencio!
Es para mí un concierto muy dulce y melodioso,
que canta a mis oídos la grandeza,
y hasta la omnipotencia,
de un alma que su auxilio sólo del cielo espera...

9 Luego, en Belén, os veo, ¡oh María y José!,
rechazados por todos.
Nadie quiere acoger en su posada
a dos pobres y humildes forasteros.
¡Sólo para los grandes tienen sitio...!
Y en un establo mísero, rudo y destartalado,
tiene que dar a luz la Reina de los cielos
a su Hijo Dios.
¡Madre del Salvador,
qué amable me pareces, qué grande me pareces
en tan pobre lugar!

10 Cuando veo al Eterno en vuelto en los pañales
y oigo el tierno vagido del Verbo entre las pajas,
¿podría yo, María, en ese instante,
envidiar a los ángeles?
¡Su Señor adorable es mi hermano querido!
¡Cómo te amo, María, cuando en nuestra ribera
abres para nosotros esa divina Flor!
¡Cómo te amo, Virgen, cuando escuchas
a los simples pastores, y a los magos,
y guardas y meditas todo eso
dentro del corazón!

11 Te amo cuando te mezclas con las demás mujeres
que dirigen sus pasos al templo del Señor.
Te amo cuando presentas al Niño que nos salva
al venerable anciano que le toma en sus brazos.
Al principio yo escucho sonriendo
su cántico, mas pronto sus acentos
hacen correr mis lágrimas.
Hundiendo en el futuro su mirada profética,
Simeón te presenta la espada del dolor.

12 ¡Oh Reina de los mártires, la espada dolorosa
traspasará tu pecho
hasta la tarde misma de tu vida!
Ya te ves obligada
a abandonar el suelo de tu patria
por escapar, huyendo,
del furor sanguinario de un envidioso rey.
Jesús duerme tranquilo
bajo los suaves pliegues de tu velo
cuando José te advierte que hay que partir aprisa.
Y es pronto tu obediencia:
tú partes sin demora y sin razonamientos.

13 En la tierra de Egipto, me parece, ¡oh María!,
que, a pesar de vivir en la suma pobreza,
lleno de gozo y paz vive tu corazón.
¿Qué te importa el destierro? ¿No es, acaso, Jesús
la patria de las patrias, la más bella?
Poseyéndole a él, tú posees el cielo.
Mas en Jerusalén, una amarga tristeza
te envuelve y, como un mar, tu corazón inunda.
Por tres días Jesús se esconde a <8> tu ternura,
y entonces si, sobre tu vida cae
un oscuro, implacable, riguroso destierro.

14 Por fin logras hallarle, y al tenerle,
rompe tu corazón en transporte amoroso.
Y le dices al Niño, encanto de doctores:
"Hijo mío, ¿por qué has obrado así?
Tu padre y yo, con lágrimas, te estábamos buscando".
Y el Niño Dios responde, ¡oh profundo misterio!,
a la Madre querida que hacia él tiende los brazos:
"¿A qué buscarme, Madre? ¿No sabías, acaso,
que en las cosas que son del Padre mío
he de ocuparme ya?"
15 Me enseña el Evangelio que sumiso
a María y José permanece Jesús,
mientras crece en sabiduría.
¡Y el corazón me dice
con qué inmensa ternura a sus padre queridos
él obedece siempre!
Ahora es cuando comprendo el misterio del templo,
las palabras ocultas del amable Rey mío:
Tu dulce Niño, Madre,
quieres que seas tú el ejemplo vivo
del alma que le busca
a oscuras, en la noche de la fe.

16 Puesto que el Rey del cielo quiso ver a su Madre
sometida a la noche,
sometida a la angustia
del corazón <9>,
¿será, acaso, merced sufrir aquí en la tierra?
¡Oh, sí...! ¡Sufrir amando es la dicha más pura <10>!
Puede tomar de nuevo Jesús lo que me ha dado,
dile que por mí nunca se moleste.
Puede, si a bien lo tiene, esconderse de mí,
me resigno a esperarle
hasta que llegue el día sin ocaso
en el que para siempre se apagará mi fe <11>...

17 Yo sé que en Nazaret, Virgen llena de gracia,
viviste pobremente sin ambición de más.
Ni éxtasis ni raptos ni milagros
tu vida hermosearon, ¡Reina de los electos!
Muchos son en la tierra los pequeños,
y ellos pueden alzar, sin miedo, a ti los ojos.
Por el común camino, oh Madre incomparable,
caminas tú, guiándonos al cielo!

18 Vivir contigo quiero, Madre amada,
a la espera del cielo,
seguirte en el destierro día a día.
En tu contemplación yo me hundo absorta,
y de tu inmenso corazón descubro
los abismos de amor.
Tu maternal mirada desvanece mis miedos,
y m enseña a llorar, y me enseña a reír.
Lejos de despreciar las fiestas de la tierra,
las fiestas que son santas,
tú, Madre, las comparte y bendices.

19 Al ver que los esposos de Caná
no pueden ocultar al gran apuro
en que se encuentran por faltarles vino,
con maternal solicitud acudes
al Salvador, tu Hijo,
de su poder divino esperando la ayuda.
Jesús parece rechazar tu súplica
en un primer momento:
"Mujer, ¿qué no importa esto a ti y a mí?"
Mas de su corazón allá en el fondo
madre suya te llama,
y para ti y por ti Jesús realiza
su milagro primero.

20 Te veo un día, Madre, en la colina,
entre los pecadores <12> que escuchan la palabra
de aquel que más nadie
desea recibirles a todos en el cielo.
Alguien dice a Jesús que quieres verle.
Entonces él, Hijo divino tuyo, ante la gente
muestra lo inmensamente que nos ama:
"¿Quién es mi hermano -dice-, quién mi hermana,
y mi madre quién es, sino el que cumple
mi voluntad en todo?"

21 Al escucharle, tú, Virgen inmaculada,
¡oh Madre, la más tierna!,
no te entristeces <13>, antes bien te alegras
de que nos haga comprender entonces
que aquí abajo, en la tierra, nuestra alma
se hace familia suya.
¡Oh, sí, te alegras, Virgen, de que él nos dé su vida,
el tesoro infinito de su divinidad!
¿Cómo no amarte y bendecirte, viendo
en ti tanto amor, tanta humildad?

22 Tú nos amas, María, como Jesús nos ama,
por nosotros aceptas verte alejada de él.
Amar es darlo todo, darse incluso a sí mismo:
quisiste demostrarlo quedando con nosotros
como fuerte y visible ayuda nuestra.
¡Conocía Jesús tus íntimos secretos
y la inmensa ternura
de tu divino corazón de madre!
Te nos dejó a nosotros,
como refugio fiel de pecadores,
cuando, para esperarnos en el cielo,
abandonó la cruz.

23 Te me apareces, Virgen,
en la sombría cumbre del Calvario,
de pie junto a la cruz,
igual que un sacerdote en el altar,
ofreciendo tu Víctima,
tu Jesús amadísimo,
nuestro dulce Emmanuel,
para desenfadar la justicia del Padre.
Un profeta lo dijo, ¡oh Madre desolada!:
"¡No hay dolor semejante a tu dolor!"
¡Oh Reina de los mártires, quedando en el destierro,
prodigas por nosotros
toda la sangre de tu corazón!

24 La casa de san Juan se hace tu único asilo,
de Zebedeo el hijo reemplaza a tu Jesús...
Y es éste ya el último detalle
que nos da el Evangelio <14,
de la Virgen María no vuelve ya a hablar más.
Pero, Madre querida, su silencio profundo
¿acaso no revela
que el Verbo eterno -él mismo- cantar quiere
de tu vida los íntimos secretos,
para gozosa gloria de tus hijos,
los santos moradores de la patria del cielo?

25 Yo escucharé muy pronto esa dulce armonía,
iré muy pronto a verte en , el hermoso cielo.
Tú que viniste a sonreírme, Madre,
en la suave mañana de mi vida,
ven otra vez a sonreírme ahora...,
pues ha llegado ya de mi vida la tarde.
No temo el resplandor de tu gloria suprema <16>,
he sufrido contigo,
y ahora quiero
cantar en tus rodillas, Virgen, por qué te amo
¡y repetir por siempre y para siempre
que yo soy hija tuya...!

La pequeña Teresa...

NOTAS P 36 - POR QUE TE AMO, MARÍA

Fecha: mayo de 1897. - Compuesta espontáneamente (pero también a petición de sor María del Sagrado Corazón). - Publicación: HA 98, treinta y nueve versos corregidos. - Melodía: La plainte du mousse.

"Todavía tengo que hacer una cosa antes de morir", le decía Teresa a Celina: "Siempre he soñado con exponer en un canto a la Santísima Virgen todo lo que pienso sobre ella" (PA, Roma, p. 268). En este mes de mayo comienza a vislumbrar la posible difusión de sus escritos. Y juzga que sus "pensamientos" sobre María son parte integrante de la "obra importantísima" que se está preparando (CA 1.8.2).

Ahora más que nunca, Teresa "no puede alimentarse más que de la verdad" (5.8.4). Necesita "ver las cosas tal como son" (CA 21.7.4). Y respecto a la Virgen María, lo único que le interesa es "su vida real, no su vida supuesta" (CA 21.8.3*). E instintivamente vuelve su mirada al Evangelio, su única fuente ya de inspiración.: "Este libro me basta" (CA 15.5.3 y cf Cta 226). Y nos informa incluso sobre el "método" que ella sigue: "Me enseña el Evangelio ... y el corazón me dice" (estr. 15).

Y el corazón le hace "comprender", por connaturalidad, el sentido escondido de los hechos y el alcance de los mismos para su vida de hoy y muy pronto también para su eternidad. Estos últimos meses la mirada del corazón se ha ido afinando en ella de mil maneras, pero sobre todo en dos campos muy concretos: el misterio del sufrimiento bajo el crisol de la prueba; la amplitud de las exigencias de la caridad, gracias a luces muy intensas que recibió; y todo ello rodeado de silencio.

Este largo poema hay que acogerlo, ante todo, en actitud de oración: es, en efecto, una especie de himno litúrgico, de doscientos versos alejandrinos, que traducen a la perfección "la objetividad" a la que quiere ceñirse la autora. Pero, no obstante, una emoción contenida recorre estas estrofas que alcanzan momentos de gran altura (estr. 8, 16, 22...). Bellas imágenes vienen a enriquecerlo (3,8-9; 7,6-8...); brotan fórmulas lapidarias (10,5; 16,6, que son como el Credo de Teresa; y el famoso 22,3). Lo corona todo una estrofa realmente magnífica.

"La pequeña Teresa" firma estas líneas con mano desfalleciente: humilde y conmovedor punto final a toda su obra poética.

<1> Expresión fuerte que merece tanta más atención cuanto que Teresa, acrisolada por la prueba, "ya no sabe lo que son las alegrías vivas" (CA 13.7.17); "El pensamiento de la felicidad eterna apenas si hace estremecerse a mi corazón" (Cta 254). Ese verbo ["Tressaillir" = saltar de gozo, estremecerse. N. del T.] aparece usado catorce veces en los escritos (Ms A 60vº; Ms B 3rº; Cta 74, 107, 134, 254, 258, 261; y cinco veces en las RP), y además en CA 17.7 y 20.8.4.

<2> Ese parecido en la debilidad es como una constante que tiene el don de emocionar a Teresa; cf, por ejemplo, P 34,11. Sobre el sufrimiento de María, cf 20.8.11.

<3> Esta hermosa imagen del "humilde y dulce valle", lecho del "océano de amor" sugiere muy a las claras la plenitud de paz y de sosiego que Dios pide y ofrece a la criatura que acepta recibirlo a él.

<4> Misterio de la omnipotencia que se realiza en la pequeñez de la criatura: éste es el "tesoro" que tienen en común la madre y la hija. Una y otra han recibido "el tesoro inefable de la virginidad" (3,4), "tierra natal de Jesús" (Cta 122). Las dos tienen en ellas al "Hijo igual al Padre" (4,8), una por el misterio único de la Encarnación (estr. 4), la otra por la inhabitación trinitaria (5,2-3, que no remite a P 10,2) y especialmente por la comunión eucarística (5,10-11). Madre e hija acogen en ellas a "Jesús, (el) Cordero" con idénticas disposiciones.

<5> Como ya ocurría en P 15, también en este poema el corazón" ocupa un lugar importante: catorce veces se menciones, y diez de ellas se refiere a María.

<6> Imagen profundamente teresiana, en la que el Magnificat se compara a una rosaleda que "envuelve en su perfume" (toda la riqueza de la rosa y del perfume, en Teresa...).

<7> Tema difícil, que viene tratado con sobriedad. Teresa expresa con bellas imágenes la dolorosa expectación de José y el "elocuente" silencio de la Virgen.

<8> "Esconderse" (13,9; 16,9; y 15,6 en el original francés), "buscar" (14,5 y 7; 15,10): éste es el austero drama que describen todos esos versos consagrados al "misterio del templo". Y la meditación se va haciendo cada vez más profunda, hasta llegar a esa asombrosa proclama de paciencia de la estrofa 16,7-12, cúspide del poema, en que volvemos a encontrar aquel patético despojo de la Rosa deshojada.

<9> Estos cuatro versos (1-4) desarrollan la intuición anunciada en 15,9-12: es el propio Jesús quien quiere la prueba para los que más ama. Esta certeza, que es una constante en Teresa, aparece afirmada muchas veces en las cartas; cf, entre muchas otras, Cta 190.

<10> Esta alegría en el sufrimiento está ampliamente documentada en esta época de la vida de Teresa: Cf Ms C 7rº; Cta 253; P 31,3; y en las Ultimas conversaciones. Podrá comprobarse el progreso realizado desde enero, releyendo P 29, donde la "alegría" es aún un acto de fe voluntario, y se diría que no muy alegre... Después de haber alcanzado el punto más alto del abandono ("Una rosa deshojada), la encontraremos, en la enfermería, con una naturalidad total y con una alegría sin fisuras ya.

<11> No sólo será la fe lo que se "apagará" para ella, como para todo el mundo, en último día, sino también "la angustia del corazón"; cf Ms C 5vº. Teresa "se resigna" -mejor, acepta- a tener una paciencia ilimitada. Abandono realmente heroico, admirablemente expresado por la imagen de "la fe" (esa "antorcha de la fe" en el corazón de la noche, Ms C 6rº) que "se apagará" cuando amanezca "el día sin ocaso" de la visión cara a cara.

<12> La "colina" donde se reunirán los "pecadores": una precisión que no encontramos en ninguno de los sinópticos, pero que está acorde con el espíritu del Ms C.

<13> María no se reserva codiciosamente su condición única de "Madre" de Jesús. Acepta ser desapropiada de ese título, a la espera de la desapropiación efectiva y real cuando Juan "reemplace a Jesús" (24,2).

<14> El velo vuelve a caer sobre la existencia de María. Teresa no menciona el descendimiento de la cruz. "Ve... mira... oye... escucha" lo que relata el evangelista, y no va más allá con la imaginación. Omite, pues, los "misterios gloriosos". El propio Jesús se reserva para sí el ser su canto en el cielo (cf estr. 24).

<15> La sonrisa de la Virgen en los Buissonnets, el 13 de mayo de 1883, cf Ms A 30rº. El 8 de julio, cuando baje a la enfermería, encontrará allí, para recibirla, a la Virgen de la Sonrisa: "Nunca me pareció tan hermosa" (Ultimas Conversaciones, Burgos, Monte Carmelo, 1973, pp. 385s). Una hora antes de morir, volverá a clavar largamente en ella su mirada (Ib., p 335).

<16> El poema vuelve sobre sí mismo, y el lazo se cierra con el verso 7 que responde a la estrofa 1.

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