Poesia 15

JESÚS, AMADO MÍO, ACUÉRDATE

"Hija mía, busca entre mis palabras las que respiren más amor; escríbelas, y luego, guardándolas como preciosas reliquias, procura leerlas con frecuencia. Cuando un amigo quiere reavivar en el corazón de su amigo el fuego de su primer afecto, le dice: Acuerdate de lo que sentiste al decirme un día tal o cual palabra. O bien: ¿Te acuerdas de tus sentimientos en tal época, en tal día, en tal lugar...? Créeme, hija: las reliquias más preciosas que de mí quedan en la tierra son las palabras de mi amor, las palabras salidas de mi dulcísimo Corazón".

(Nuestro Señor a santa Gertrudis <1>)

1 Acuérdate, Jesús, de la gloria del Padre,
del esplendor divino que dejaste en el cielo
al bajar a esta tierra, al desterrarte
de aquella eterna patria
por rescatar a todos los pobres pecadores.
Bajando a las entrañas de la Virgen María,
velaste tu grandeza y tu gloria infinita.
Del seno maternal
de tu segundo cielo
¡acuérdate!

2 Acuérdate que el día en que naciste
los ángeles bajaron a la tierra
y cantaron a coro:
"¡Gloria, honor y potencia a nuestro Dios,
y la paz a los hombres de buena voluntad!"
Tras diecinueve siglos,
sigues cumpliendo siempre tu promesa.
La paz es la riqueza de tus hijos.
Para gustar por siempre
la inefable paz tuya,
¡yo vengo a ti!

3 Yo vengo a ti, en tu cuna
quiero, Niño, quedarme para siempre,
entre esos tus pañales <2> escóndeme contigo.
Ahí podré cantar a coro con los ángeles,
recordarte las fiestas de estos días.
Acuérdate, Jesús, de los pastores,
y de los Reyes Magos,
que con gozo sus dones te ofrecieron,
corazón y homenaje.
Del cortejo inocente
que por ti dio su sangre
¡acuérdate!

4 Acuérdate de que los dulces brazos
de María, tu Madre, preferiste
a tu trono de rey.
Para sostener tu vida, pequeño Niño mío,
sólo tenías la leche virginal.
A ese festín de amor que tu madre te da,
invítame, Jesús, tú que eres mi hermanito.
De tu pequeña hermana,
que te hizo palpitar,
¡acuérdate!

5 Acuérdate de que llamaste padre
al humilde José, quien por orden del cielo
supo, sin despertarte del materno regazo,
arrancarte a las iras de un mortal.
Verbo de Dios, acuérdate de aquel misterio extraño:
¡Tú guardaste silencio e hiciste hablar a un ángel!
Del lejano destierro
a la orilla del Nilo
¡acuérdate!

6 Acuérdate, Jesús, de que en otras riberas
los mismos astros de oro y la luna de plata
que yo contemplo en el azul sin nubes
tus ojitos de niño
encendieron de gozo y maravilla.
Con la misma manita
con que a tu dulce Madre acariciabas
sostenías el mundo y le dabas la vida.
Y pensabas en mí <3>,
¡oh mi pequeño Rey!,
¡acuérdate!

7 Acuérdate, Señor, de que en la soledad
con tus divinas manos trabajaste.
Vivir en el olvido fue tu mayor cuidado,
despreciaste la ciencia de los hombres.
Tú que con sola una palabra dicha
por tu divina boca
sumir podías en asombro al mundo,
te complaciste en esconder a todos
tu profundo saber, ciencia infinita.
Pareciste ignorante,
siendo el Omnipotente,
¡acuérdate!

8 Acuérdate de haber vivido errante,
extranjero en la tierra, ¡oh Verbo eterno!
Ni una piedra tuviste ni un abrigo,
ni tan siquiera el nido que los pájaros tienen...
Ven, ¡oh Jesús!, a mí, reclina tu cabeza,
ven..., para recibirte tengo dispuesta el alma.
Sobre mi corazón
descansa, Amado mío,
¡mi corazón es tuyo!

9 Acuérdate de qué ternura inmensa
tú colmaste a los niños pequeñitos.
¡Yo deseo también recibir tus caricias,
dame tus deliciosos, suaves besos!
Para gozar un día
de tu dulce presencia allá en el cielo,
practicaré en la tierra
las pequeñas virtudes de la infancia.
Muchas veces dijiste:
"El cielo es de los niños...",
¡acuérdate!

10 Acuérdate, Jesús: junto al brocal de un pozo,
un viajero, cansado del camino,
hizo que rebosaran <4> sobre cierta mujer samaritana
los raudales de amor que encerraba su pecho.
¡Yo sé quién es aquel que pidió de beber <5>:
él es el Don de Dios, la fuente de la gloria!
Es él,agua que brota,
Es él, que nos ha dicho:
"¡Venid a mí!

11 Venid a mí vosotras, pobres almas cargadas,
vuestras pesadas cargas pronto se harán ligeras,
y, saciada la sed ya para siempre,
de vuestro seno fuentes manarán".
YO tengo sed, Jesús, esa agua pido,
que me inunden el alma sus divinos torrentes.
Por fijar mi morada
en el mar del amor
¡yo vengo a ti!

12 Acuérdate, Jesús, de que, a pesar de ser
hija yo de la luz <6>,
¡ay!, de servir a mi Rey me olvido con frecuencia.
De mi miseria inmensa ten piedad
y en tu infinito amor perdóname.
En las cosas del cielo, Señor, hazme una experta,
muéstrame los secretos que tu Evangelio esconde.
Haz que este libro de oro
sea mi gran riqueza,
¡acuérdate!

13 Acuérdate, Jesús, del poder asombroso
que tu divina Madre tuvo y tiene
sobre tu corazón.
Acuérdate de haber cambiado un día
el agua clara en delicioso vino <7>,
obedeciendo a su sencilla súplica.
Dígnate transformar mis mortecinas obras
y a la voz de tu Madre, dales vida.
De que yo soy tu hija,
mi Jesús, con frecuencia
¡acuérdate!

14 Acuérdate, Señor: muchas veces subías
a las altas colinas al caer de la tarde.
Recuerda tu oración, tus divinas plegarias
y tus himnos de amor mientras todos dormían.
Y yo en mis oraciones, en mi oficio divino,
ofrezco con delicia mi oración, ¡oh Dios mío!
Junto a tu corazón
canto entonces gozosa,
¡acuérdate!

15 Acuérdate de que al mirar los campos,
tu corazón divino presagiaba la siega,
con los ojos alzados <8> a la santa Montaña,
murmurabas los nombres de tus predestinados...
Para que tu cosecha recoger pronto puedas,
mi Dios, todos los días me inmolo y te suplico.
Son mi llanto y mi gozo
para tus segadores,
¡acuérdate!

16 Acuérdate, Jesús, del gozo de los ángeles,
del júbilo que habrá en tu reino del cielo
entre sus elegidos moradores,
al ver que un pecador alza hacia ti sus ojos.
Yo quiero acrecentar esa gran alegría,
y por los pecadores rogaré sin cesar.
Porque al Carmelo vino
para poblar tu cielo,
¡acuérdate!

17 Acuérdate de aquella dulce llama
que hacer arder querías en nuestros corazones.
En mi alma has encendido ese fuego del cielo <9>,
y yo quiero, también, derramar sus ardores.
Una débil centella, ¡oh misterio de vida!,
levantar puede sola un grandísimo incendio <10>.
Muy lejos quiero llevar
¡oh Dios mío!, tu fuego <11>,
¡acuérdate!

18 Acuérdate de la grandiosa fiesta
que te dignaste <12> da al hijo arrepentido.
Acuérdate igualmente de que al alma que es pura
tú mismo la alimentas día a día.
Recibes con amor al hijo pródigo,
mas las olas de amor
que de tu corazón al mío vienen,
ésas no tienen número ni dique.
Tus bienes míos son,
mi Rey, Amado mío,
¡acuérdate.

19 Acuérdate de que al, obrar milagros,
despreciaste la gloria y exclamaste:
"¿Cómo podéis creer
los que buscáis la estima de los hombres?
Halláis maravillosas las obras que yo hago,
mayores las harán los que son mis amigos".
¡Qué humilde y dulce fuiste,
Jesús, mi tierno Esposo!,
¡acuérdate!

20 Acuérdate de que, en un trance santo
de divina embriaguez, tu apóstol virgen
descansó su cabeza sobre tu corazón.
¡Señor, en su descanso
conoció tu ternura, comprendió sus secretos!
No me siento celosa del discípulo amado,
también yo tus secretos conozco, soy tu esposa.
Duermo sobre tu pecho,
divino Salvador,
¡él es mío! <13>,
¡acuérdate!

21 Acuérdate de aquella triste noche,
noche de tu agonía,
en la que con tu sangre se mezclaron tus lágrimas.
¡Perlas de amor, cuyo infinito precio
hizo que germinaran
en esta tierra virginales flores!
Un ángel, al mostrarte esta mies escogida,
renacer hizo el gozo de tu bendita alma.
Mas tú, Jesús, me viste
en medio de tus lirios,
¡acuérdate!

22 Acuérdate, Señor, que tu rocío fecundo,
virginizando el cáliz de las flores,
capaces las volvió, ya en esta vida,
de engendrar multitud de corazones.
Soy virgen, ¡oh Jesús! No obstante, ¡qué misterio!,
al unirme yo a ti, soy madre de almas <14>.
De las vírgenes flores
que salvan pecadores,
¡acuérdate!

23 Acuérdate: un Condenado a muerte,
abrevado de amargo sufrimiento,
alzó al cielo los ojos y exclamó:
"¡Un día me veréis aparecer con gloria
nimbado de poder sobre las nubes!"
Nadie creer quería que el Hijo de Dios fuese,
pues su gloria inefable permanecía oscura.
Príncipe de la paz,
yo sí te reconozco,
¡yo creo en ti...!

24 Acuérdate de que hasta entre los tuyos
siempre desconocido fue tu divino rostro.
Pero a mí me dejaste tu dulce y pura imagen,
y bien sabes, Señor, que siempre
yo te reconocí...
Te reconozco, sí, ¡oh rostro eterno!,
aun a través del velo de tus lágrimas
descubro tus encantos.
De todos los corazones
que recogen tus lágrimas, Jesús,
¡acuérdate!

25 Acuérdate de la amorosa queja
que, clavado en la cruz, se te escapó del pecho.
¡En el mío quedó, Señor, grabada,
y por eso comparte el ardor de tu sed <15>!
Y cuanto más herido se siente por tu fuego,
más sed tiene, Jesús, de darte almas.
De que una sed de amor
me quema noche y día
¡acuérdate!

26 ¡Acuérdate, Jesús, Verbo de vida,
de que tanto me amaste, que moriste por mí!
También yo quiero <16> amarte con locura,
también por ti vivir y morir quiero yo.
Bien sabes, ¡oh Dios mío!, que lo que yo deseo
es hacer que te amen y ser mártir un día.
Quiero morir de amor.
Señor, de mi deseo
¡acuérdate!

27 Acuérdate de aquello que dijiste
el día de tu triunfo:
"¡Dichoso el que sin ver en plenitud de gloria
al Hijo del Altísimo, sin embargo creyó!"
Desde la oscura noche de mi fe
yo te amo ya y te adoro.
Para verte, Jesús, espero en paz la aurora.
De que no es mi deseo
aquí en la tierra verte <17>
¡acuérdate!

28 Acuérdate de que, subiendo al Padre,
no podías dejarnos aquí huérfanos,
y haciéndote en la tierra prisionero
supiste velar bien tu resplandor divino.
Pero es pura y radiante la sombra de tu velo,
Pan vivo de la fe, alimento celeste.
¡Oh misterio de amor!
¡Mi pan de cada día
Jesús, eso eres tú!

29 No obstante las sacrílegas blasfemias
con que insultarte intentan
los enemigos que en el mundo tiene
el dulce Sacramento de tu amor,
tú me muestras, Jesús, cuánto me amas,
pues en mi corazón a morar vienes.
¡Oh Pan del desterrado! ¡Hostia santa y divina!
Ya no soy yo quien vive,
sino que vivo de tu propia vida.
¡Tu dorado copón <18>
preferido entre todos,
Jesús, soy yo!

30 Soy para ti un santuario vivo,
que los malvados profanar no pueden.
Quédate siempre en mí, ¿no es, acaso, un parterre
mi corazón
donde todas las flores se vuelven hacia ti?
Mas si tú te alejaras, blanco Lirio del valle,
tú lo sabes muy bien, mis flores
serían prestamente deshojadas.
¡Siempre, Jesús, mi Amado
y perfumado Lirio,
florece en mí!

31 Acuérdate de que en la tierra quiero
consolarte, Señor, del negro olvido
al que los pecadores te condenan.
¡Amor único mío, escucha mi plegaria,
para amarte, Jesús, dame mil corazones!
Pero no basta aún,
¡oh Belleza suprema! ¡Para amarte
dame tu propio corazón divino! <19>
De mi deseo ardiente,
Señor, a cada instante
¡acuérdate!

32 Acuérdate, Señor,
de que es tu santa voluntad mi dicha
y mi único reposo <10>.
Sin temor en tus brazos me duermo y abandono,
divino Salvador.
Si mientras ruge el huracán tú duermes,
yo seguiré sumida en una paz profunda.
Mas, Jesús, mientras duermes,
para tu despertar
¡prepárame!

33 Acuérdate, Señor,
de que vivo en la espera del gran día.
Que, por fin, aparezca
el ángel
y nos convoque a todos:
"¡El tiempo se acabó, despertad ya!"
Yo hendiré entonces rápida el espacio
y muy cerca de ti ocuparé un lugar.
En la morada eterna
mi cielo serás tú,
¡acuérdate!

NOTAS P 15 - JESÚS, AMADO MÍO, ACUÉRDATE

Fecha: 21 de octubre de 1895. - Compuesta para: sor Genoveva, con ocasión de su santo (Celina), a petición de ésta. - Publicación: HA 98, cuarenta y tres versos corregidos. - Melodía: Rapelle-toi.

El noviciado de Celina sigue su curso desde el 5 de febrero de 1895. Suficientemente generoso para que Teresa proponga a su hermana, el 9 de junio, que se entregue totalmente al Amor. Y suficientemente laborioso para que Celina sienta la necesidad de animarse haciendo un recuento de sus méritos pasados. Y acude al genio poético de Teresa para "recordar a Jesús (...) los inmensos sacrificios que ha hecho por él". Pero Teresa invierte la perspectiva, enumerando "los sacrificios de Jesús" por Celina...

No por espíritu de contradicción, sino sencillamente para dar una "pequeña lección" a su novicia (CSG, p. 73). Pero, sobre todo, porque su inspiración la lleva en una dirección completamente distinta. El nervio vital de su existencia se encuentra ahora en una convicción extremadamente fuerte del amor preveniente y gratuito de Jesús hacia su criatura. En treinta y tres estrofas (¿número intencionado para recordar los treinta y tres años de Cristo?) va desarrollando una vida de Jesús a partir del Evangelio, en el que "cada día descubre luces nuevas, sentidos ocultos y misteriosos" (Ms A 83vº). Junto con P 35, este poema es un lugar privilegiado para un estudio escriturístico en Teresa.

En esa época Teresa vive en un baño de luz. Su fe es viva y transparente. Y sus versos son una clara expresión de su inteligencia de la fe, por la forma tan personal de leer y releer los textos evangélicos.

<1> Este epígrafe (añadido por Teresa en julio de 1896) proviene de L'Année de Sainte Gertrude del P. Cros (Toulouse, 1871).

<2> Cf RP 1,12rº; RP 2,2rº y 7vº; RP 5,3rº; RP 6,2vº; Or 8, de octubre de 1895; P 36,10.

<3> Teresa no habla de Jesús en tercera persona, sino en segunda persona del singular, como lo hace habitualmente en su oración (CSG, p. 82). En todas las estrofas, salvo alguna rara excepción, el Tú y el yo se van conjugando en una exquisita reciprocidad de ternura. Tal vez pueda parecer extraño que "acapare" de esa manera a su Señor; pero lo único que hace es apropiarse las palabras de san Pablo: "Me amó hasta entregarse por mí" (Gal 2,20).

<4> Cf estr. 18 y Or 6.

<5> En 1889-1890, la sed de Jesús que Teresa deseaba apagar era sobre todo la del Crucificado (Jn 19,28; cf LC 145 en CG, p. 631). En 1893, pensaba más en el episodio de la Samaritana (Cta 141). En 1895, combina los dos temas en el Ms A (45vº y 46vº) y aquí (estr. 10 y 25). Finalmente, en 1896 los escribirá, junto con otros textos evangélicos, en una estampa de Cristo en la cruz, con referencias explícitas (Est 1). Cf también Cta 196 (= Ms B 1vº).

<6> Expresión que sólo se encuentra aquí y en Ms B 4rº.

<7> Junto con una furtiva alusión a la tempestad calmada, es éste el único milagro que se menciona en la poesía. Teresa usa siempre una gran discreción al referirse a los milagros.

<8> Teresa recoge aquí de nuevo, aplicándola a Jesús, su exégesis tan personal, de 1892, de la invitación a "levantar los ojos": "Levantad los ojos y ved. Ved cómo en mi cielo hay sitios vacíos, a vosotros os toca llenarlos..." (Cta 135).

<9> Posible alusión a la herida de amor de junio de 1895 (CA 7.7.2).

<10> Unica vez que emplea en este sentido esa expresión en sus escritos, no obstante la importancia del fuego en el vocabulario de Teresa.

<11> La madre Inés escogió en un primer momento estos dos versos para adornar la cruz de la tumba de Teresa y definir así su misión póstuma, netamente apostólica; cf CSG, p. 200. Cf también RP 4,4vº y P 31,6.

<12> El padre del hijo pródigo, para Teresa, es el propio Jesús en seis de los ocho pasajes en que ella menciona (RP 2,3rº; Cta 142; aquí; Ms C 34vº y 36vº; Cta 261).

<13> Cf Cta 122: "El corazón de mi Esposo es sólo para mí, como el mío es sólo para él".

<14> Los escritos de Teresa evocan con frecuencia este "misterio" de la maternidad espiritual de la virgen consagrada que se une a Jesús; cf, por ejemplo, Cta 124 (la flor Celina); Cta 129, 135, 182, 183, 185; Ms A 81rº y Ms B 2vº; P 29,6; etc.

<15> De las siete palabras de Cristo en la cruz, la que más veces cita Teresa es la queja "Tengo sed" (Ms A 45vº, 46vº, 85vº; P 20, estr. 5 y 6. Cf supra, nota 5.

<16> "También" sugiere que la muerte de Jesús es ya una locura de amor, que justifica el deseo de Teresa: "amarte con locura". Y esta aspiración no es nueva: cf Cta 85, 93, 96, 169; Ms A 39rº, 82rº (finales de 1895). Y se hace más acuciante en 1896: cf Ms B (en el que la palabra "locura" recurre hasta diez veces) y Cta 25.

<17> A pesar de la fuerza de su amor, Teresa prefiere amar a Jesús de acuerdo al estilo que ha elegido para sí (cf RP 7,1vº). Muy poco antes de morir, reafirmará su deseo de "no ver" a Dios o a los santos aquí abajo (cf CA 4.6.1; 5.8.4; 11.8.5; 11.9.7).

<18> La misma idea en Ms A 48vº y en P 16,6.

<19> Amar a Dios no sólo con "mil corazones", sino con su propio Amor, con su "propio Corazón divino", es una aspiración que va creciendo en Teresa hasta el final (cf Ms B 3vº y Ms C 35rº; PN 41,2,7-8).

<20> El "reposo" saboreado únicamente en la "voluntad" de Jesús, el deseo de cumplir siempre su voluntad, es un tema teresiano del que encontramos huellas en todos sus escritos, y muy temprano (cf Poésies, II, p. 169). En la enfermería, Teresa repetirá esta estrofa 32 "con semblante y acento celestiales": cf CA 14.7.3. En ese mismo sentido, véase también CA 10.6; 10.7.13; 14.7.9; 30.8.2.

 


Poesia 16

MIS DESEOS JUNTO A JESÚS ESCONDIDO EN SU PRISIÓN <1> DE AMOR

Compuesta a petición de sor San Vicente de Paul.

La misma melodía que la anterior, o bien la de la glosa de santa Teresa.

1 Llavecita, yo te envidio,
porque puedes cada día
abrir y cerrar la puerta
de la cárcel donde mora
el Dios hecho Eucaristía.
Mas ¡oh dichoso milagro!,
por la virtud de mi fe
y de mi amor también puedo
el tabernáculo abrir
y en él esconderme yo <2>
cerca de mi amado Rey.

2 Quisiera en el santuario
junto a mi Dios consumirme,
y, como tú, lamparilla,
brillar siempre en el misterio.
¡Oh qué dicha!, yo también
unas llamas tengo en mí,
y con ellas ganar puedo
para Jesús muchas almas
y abrasarlas en su amor...

3 En cada aurora te envidio,
piedra santa del altar.
Como un día en el establo,
veo en ti nacer a Dios.
Atiende mi humilde ruego,
ven a mi alma, mi Señor.
Lejos de hallar piedra fría,
en ella hallarás el eco
de tu propio corazón.

4 Corporales, rodeados
de ángeles, también yo
envidia os tengo a vosotros.
Como los limpios pañales,
envolvéis a mi Jesús,
mi único y solo tesoro.
Mi corazón cambia, ¡oh Virgen!,
en corporal puro y bello,
para poder recibir
la hostia blanca do se esconde
tu amado y dulce Cordero.

5 Patena santa, te envidio.
En ti viene a reposar
Jesús, el Verbo hecho carne.
¡Que su infinita grandeza
se digne abajarse a mí...!
Jesús colma mi esperanza
sin esperar a que llegue
la tarde de mi destierro.
¡Viene a mí! Con su presencia
me hace su custodia viva...

6 Yo quisiera ser el cáliz
en el que adoro la sangre
de mi Dios y Salvador.
Mas puedo en la santa Misa
recogerla cada día.
A Jesús le gusta mi alma
más que los vasos de oro.
El altar es un Calvario
donde por mí y para mí
se derrama gota a gota
toda su sangre divina.

7 ¡Oh Jesús, viña sagrada!,
lo sabes, mi Rey divino:
soy un racimo dorado <3>
que han de arrancar para ti.
Exprimida en el lagar
del oscuro sufrimiento,
yo te probaré mi amor.
Mi único gozo será
inmolarme cada día.

8 ¡Oh qué suerte para mí!
Fui contada entre los granos
de maduro y puro trigo
destinados a perder
por Jesús su ser y vida.
¡Oh exquisito arrobamiento!
Tu esposa querida soy,
ven, mi Amado, vive en mí.
¡Ven, tu belleza me encanta,
ven a transformarme en ti!

NOTAS P 16 - MIS DESEOS JUNTO A JESÚS ESCONDIDO EN SU PRISIÓN DE AMOR

Fecha: otoño (?) 1895. - Compuesta para: sor San Vicente de Paúl, a petición suya. - Publicación: HA 98 con el título "Mis deseos al pie del tabernáculo"), siete versos corregidos. - Melodía: Par les chants les plus magnifiques, o bien la Glosa de santa Teresa "Je meurs de ne point mourir".

En este poema eucarístico-litúrgico, Teresa no deja volar la inspiración. Es una meditación en un tono sumamente sobrio, centrada en los objetos de culto, de los que habla como si fueran palabras o imágenes de la Sagrada Escritura. Tan sólo en la última estrofa da rienda suelta al amor y al entusiasmo.

La fe de Teresa la lleva a descubrir la forma de hacer realidad sus "deseos": "Mas yo puedo..." No tiene ningún motivo para "envidiar" a la llave del sagrario, a la lámpara, a la piedra del altar, o a los vasos sagrados. Ella tiene más valor, ella es incomparablemente más valiosa que esos objetos inanimados. La "esposa" se asocia al sacrificio como víctima, aun cuando esta palabra no se pronuncia, y con "arrobamiento".

<1> Cf Ms A 31vº; PN 19,1; P 15,28; Cta 189 y 201; Or 7.

<2> Jesús escondido en la hostia, en el sagrario, es uno de los temas favoritos de la santa del Dios escondido: cf Cta 140; numerosas referencia en las Poesías y en RP.

<3> Primero de los tres anuncios de la "pasión" de Teresa bajo el símbolo del "racimo", junto con RP 5,2rº y Ms A 85vº (escudo de armas).


Poesia 17

RESPONSORIO DE SANTA INÉS

1 Cristo es mi amor, él es toda mi vida,
él es el prometido
que enamora mis ojos.
Oigo vibrar la nota melodiosa
de su armonía suave.

2 Engalanó mi mano
con perlas nunca vistas
y colgó de mi cuello
collares de gran precio.
Los diamantes preciosos
que veis en mis orejas
regalo son de Cristo.

3 Estoy toda adornada
de rica pedrería
y fulgura en mi dedo
el anillo nupcial.
El quiso recubrir de perlas luminosas
mi manto virginal.

4 Yo soy la prometida
de aquel a quien los ángeles,
temblando, servirán eternamente,
cuya alabanza cantan sol y luna
y su belleza admiran

5 Es el cielo su imperio
y su ser es divino.
Una virgen por madre
escogió aquí en la tierra.
Su padre es el Dios vivo
que no tiene principio
y es espíritu puro.

6 Cuando amo a Cristo y cuando yo le toco,
se hace mi corazón más puro y limpio
y me vuelvo más casta.
El beso de su boca
me da el dulce tesoro
de la virginidad.

7 Sobre mi frente ha impreso ya su sello,
a fin de que otro amante
no se acerque ya a mí.
Mi amable Rey sostiene
con su divina gracia
mi débil corazón.

8 De su sangre preciosa
me siento empurpurada,
y gusto ya en mi alma
las delicias del cielo.
De sus labios sagrados
recojo leche y miel.

9 A nada tengo miedo,
ni al hierro ni a las llamas,
nada turbar ya puede
mi inexpresable paz.
Y este amor, cuyo fuego
el alma me consume,
nunca se apagará...

NOTAS P 17 - RESPONSORIO DE SANTA INÉS

Fecha: 21 de enero de 1896. - Compuesto para: madre Inés de Jesús, priora, para su santo. Publicación: HA 98 ("Cántico de santa Inés"), once versos corregidos. - Melodía: Le Lac, o bien Himne à l'Eucharistie.

Resplandeciente como una novia que se adorna para su Esposo: así se nos muestra Teresa a través de este poema. Con él termina un año de paz, de amor y de luz. Ese mismo 21 de enero, entrega a la madre Inés su primer cuaderno autobiográfico. Aunque en estilos diferentes, el Manuscrito y el este poema no cantan sino un mismo Magnificat.

Poema de esponsales. Al leerlo, uno piensa de inmediato en la página maravillada del Ms A en que Teresa reproduce la profecía de Ezequiel (que ella toma del Cántico Espiritual de san Juan de la Cruz, canción 23): "Cuando llegó para mí el tiempo de ser amada -era en 1887-, hizo alianza conmigo y fui suya... Extendió su manto sobre mí... Me vistió con bordados, dándome collares y aderezos inestimables... Sí, todo eso hizo Jesús conmigo" (Ms A 47rº).

En 1887, no era más que el comienzo de los esponsales. Hoy, en 1896, después de un año de plenitud que toca a su fin, los esponsales se realizan en secreto. Pronto se va a escuchar la "primera llamada", trágica, ¿qué duda cabe?, pues se trata de una hemoptisis, pero gozosa "como un dulce y lejano murmullo que me anunciaba la llegada del Esposo" (Ms C 5rº).

Teresa lo indica expresamente en el título: quiere traducir los Responsorios del Oficio de santa Inés [El título original del poema reza así: "Responsorios de santa Inés". N. del T.]. La liturgia de la joven mártir (muerta hacia el 305) se remonta a una gran antigüedad: siglos VII-VIII. Teresa asimiló el texto hasta el punto de revitalizar su simbolismo desde el interior, como puede comprobarse haciendo una sinopsis lineal del poema con sus diversos modelos (cf Poésies, II, p. 180ss). La transcripción de Teresa es de especial calidad. Habría que observar cómo se transforman las palabras al pasar del modelo al poema; como, gracias a una admirable organización poética, Teresa va elaborando su miel sirviéndose de todas las imágenes dispersas en el texto latino, para desplegar esa gran visión de un movimiento armónico.


Poesia 18

EL CÁNTICO ETERNO CANTADO EN EL DESTIERRO

1 Tu esposa, ¡oh Señor mío!, en tierra extranjera
puede cantar el cántico eterno del amor,
porque en el seno mismo de su oscuro destierro
la abrasas con el fuego de tu amor,
como lo harás un día allá en el cielo.

2 ¡Oh belleza suprema y dulce Amado mío!,
tú te entregas a mí, y yo pago tu entrega
amándote, Jesús.
Haz que toda mi vida sea un acto de amor.

3 Olvidándote tú de mi inmensa miseria,
vienes a hacer morada aquí en mi corazón.
¡Ah qué misterio grande, mi débil amor basta
para tenerte mío y encadenarte a mí!

4 Amor que me inflamas,
penetra mi alma.
Ven, yo te reclamo,
ven, consúmeme.

5 Tu llama me urge,
y quiero sin tregua
¡oh divino horno!,
abismarme en ti.

6 El sufrir me es gozo
cuando en raudo vuelo
a ti para siempre
se alza el amor.

7 ¡Oh patria celeste,
dulzura infinita,
tú día tras día
encantas mi alma!

8 ¡Oh celeste patria,
oh gozo infinito,
no eres más que Amor!

NOTAS P 18 - EL CÁNTICO ETERNO CANTADO EN EL DESTIERRO

Fecha: 1 de marzo de 1896. - Compuesta para: sor María de San José, a petición suya (?) para su santo. - Publicación: HA 98, siete versos corregidos. - Melodía: Mignon regrettant sa patrie.

Sin fijarse en los problemas psicológicos de su compañera (igual que Jesús lo hace con ella, ella olvida también la "inmensa miseria" de esta hermana), Teresa no habla más que de "amor" a esta discípula de buena voluntad, de la que pronto será "segunda" en la lavandería.

El poema es pobre, aunque resulte precioso saber que Teresa vive al pie de la letra lo que canta en nombre de la destinataria del mismo.


Poesia 19

GLOSA A LO DIVINO

Compuesta por N.P. san Juan de la Cruz y puesta en verso por la más pequeña de sus hijas para la profesión de su querida hermana sor María de la Trinidad y de la Santa Faz.

"Sin arrimo y con arrimo,
sin luz y a oscuras viviendo,
toda me voy consumiendo".

1 Al mundo, ¡oh dicha suprema!,
yo le di un eterno adiós...
... Elevándome sobre él,
mi corazón ya no tiene
fuera de Dios otro arrimo.
Y voy a decir ahora
lo que, cerca de él, estimo:
es ver que mi corazón
y mi alma viven ya
con arrimo y sin arrimo.

2 Y aunque padezco sin luz
en este vivir de un día,
en la tierra, por lo menos,
poseo al Astro celeste
del Amor.
En el camino que sigo
los peligros no me faltan.
Pero por amor yo quiero
vivir sin luz y en destierro.

3 El amor, tengo experiencia,
el bien y el mal que halla en mí
lo aprovecha, ¡qué poder!,
y mi alma transforma en sí.
Y este fuego que arde en mí
penetra mi alma sin tregua.
Por eso, en su llama viva
toda me voy consumiendo
en el amor y de amor.

30 de abril de 1896.

Teresa del N. Jesús y de la S. Faz
rel. carm. ind.

NOTAS P 19 - GLOSA A LO DIVINO

Fecha: 30 de abril de 1896. - Compuesta para: sor María de la Trinidad, para su profesión. - Publicación: HA 98, seis versos corregidos. - Melodía: ninguna indicación.

Nadie como María de la Trinidad ha hablado del amor de su maestra a su Padre san Juan de la Cruz, del cual Teresa traslada aquí, a veces literalmente, la Glosa a lo divino según la traducción de las carmelitas de París.

"Por amor yo quiero": he aquí su respuesta heroica ante las pruebas más fuertes. Ayer, en aquel gran dolor familiar ("Querer todo lo que Jesús quiere, Cta 87); hoy, al entrar en la noche "sin luz y en las tinieblas"; pronto, enfrentada con la última agonía ("Sí, Dios mío, todo lo que quieras", CA 30.9). Tal es la fuerza del Amor.

Semejante contexto confiere a este breve poema, por lo demás muy parecido a su modelo, un autenticidad y una intensidad realmente conmovedoras. Pero Teresa es la única que conoce por entonces su significado, pues vive su prueba "en silencio y esperanza".

Al entregárselo a su destinataria, el día de su profesión, únicamente le señala "el pensamiento que a ella más le gusta (...): que el amor sabe sacar provecho de todo: del bien y del mal que encuentra en nosotros" (estr. 3-4; cf Cta 142 y Ms A 83rº). Esta certeza es el potente motor de su carrera por el "caminito". Las faltas de una joven carmelita todavía débil, la prueba purificadora de una santa que camina hacia su final, todo puede ser asumido y superado por una confianza absoluta en el "Amor consumidor y transformante" (Cta 197, eco del último verso de san Juan de la Cruz).


Poesia 20

CÁNTICO DE SOR MARÍA DE LA TRINIDAD Y DE LA SANTA FAZ

Compuesta por su hermanita sor T. del N.J.

1 Jesús, al desterrarte a nuestra tierra,
movido por tu amor,
por mí tú te inmolaste.
Toma mi vida entera, Amado mío,
yo sufrir por ti quiero,
quiero morir por ti.

E. 1 Tú mismo, mi Señor, nos lo dijiste:
"Nadie puede hacer más por los que ama
que por ellos morir".
Pues bien: mi amor supremo
eres tú, mi Jesús.

2 Se hace ya tarde, el día ya declina,
ven, Señor, a guiarme en el camino.
Con tu cruz voy trepando
por la colina arriba.
Quédate aquí conmigo,
peregrino celeste.

E. 2 En mi alma tu voz encuentra un eco,
quiero a ti parecerme.
reclamo el sufrimiento.
Tu palabra encendida me quema el corazón.

3 Tuya es para siempre la victoria,
y extasiados los ángeles la cantan.
Antes de entrar en la celeste gloria,
el Dios-Hombre tenía que sufrir.

E. 3 ¡Cuántos desprecios por mi amor sufriste
en tierra extraña!
También yo quiero oculta y despreciada
vivir y ser en todo
la última por ti.

4 Tu ejemplo, Amado mío,
a abajarme me invita y a despreciar honores.
Para encontrarte, quiero
permanecer pequeña.
Olvidándome a mí
tu dulce corazón cautivaré.

E. 4 No ambiciono otra cosa
que en soledad vivir, donde encuentro
mi paz y mi alegría.
En complacerte es sólo mi ejercicio
y mi felicidad... eres tú, mi Jesús.

5 Tú, el Dios inmenso, a quien rendido adora
el infinito cielo,
vives dentro de mí,
hecho mi prisionero noche y día.
Tu dulce voz me implora
y a cada instante me repite quedo:
"¡Yo tengo sed! ¡Yo tengo sed de amor!"

E. 5 Yo también soy, Jesús, tu prisionera,
y a mi vez quiero repetirte siempre
tu emocionada imploración divina:
"Amado mío, hermano,
¡yo tengo sed de amor!"

6 Yo tengo sed de amor, colma mis esperanzas
y aumenta en mí, Señor, tu llama viva.
Yo tengo sed de amor, mi sufrimiento es grande,
a ti volar quisiera... ¡a ti, Dios mío...!

E. 6 Tu amor es mi martirio, mi único martirio.
Cuanto más él se enciende en mis entrañas,
tanto más mis entrañas te desean...
¡¡¡Jesús, haz que yo muera
de amor por ti...!!!

NOTAS P 20 - CÁNTICO DE SOR MARÍA DE LA TRINIDAD Y DE LA SANTA FAZ

Fecha: 31 de mayo de 1896. - Compuesta para: sor María de la Trinidad, en su santo. Publicación: HA 98 (bajo el título "Tengo sed de amor"), seis versos corregidos. - Melodía:ninguna indicación.

Esta poesía, de ritmo vibrante, es una especie de diálogo místico, en el que se puede percibir como en una transparencia la voz de Jesús y la respuesta de Teresa, y que deja una impresión bastante dramática que expresa muy bien el título elegido para su publicación en la Histoire d'une âme: "Tengo sed de amor".

Teresa sabe que su muerte está próxima, y la noche desciende sobre su alma. Pero Jesús "está con ella" en el oscuro camino, en esa subida a "la colina" del Calvario. Y como a los peregrinos de Emaús, a ella también le dice: "¿No era necesario que el Mesías padeciera para entrar en su gloria?" Y su "palabra encendida quema el corazón" de Teresa. Para ella no habrá otro camino: el amor y la muerte. Por eso, "reclama" el sufrimiento: primero el "desprecio", en el cual el "caminito" garantiza al alma que se parecerá a Jesús; la "sed" del Crucificado, "sed de amor" inextinguible, que implora como en un estertor y que despierta en ella una sed semejante a la de él; y finalmente, el "martirio de amor", que repite incansablemente la última estrofa, patética como un preanuncio de la agonía de Teresa. En ella se pueden leer, a la vez, el amor más absoluto y la angustia, una esperanza apasionada rayana en la desesperanza.

Esta estrofa apasionada y su estribillo, en su expresión llameante y dramática, hace pensar en la Llama de amor viva de Juan de la Cruz: "Las profundas cavernas del sentido" (Explicación del v. 3 de la 3ª canción).