Cta
193 Al P. Roulland
J.M.J.T.
Carmelo
de Lisieux 30 de julio de 1896
Jesús
+
Hermano:
¿Verdad
que me va a permitir no darle en adelante otro nombre, ya que Jesús se ha
dignado unirnos con los lazos del apostolado? Me encanta pensar que, desde toda
la eternidad, Nuestro Señor ha concebido esta unión, llamada a salvarle almas,
y que me ha creado para ser su hermana...
Ayer
recibimos sus cartas; y nuestra Madre le introdujo a usted con gran alegría en
la clausura. Me ha dado permiso para conservar la fotografía de mi hermano1;
lo cual es un privilegio del todo especial, pues una carmelita no tiene ni
siquiera los retratos de sus familiares más cercanos. Pero nuestra Madre sabe
bien que el de usted, lejos de recordarme el mundo y los afectos terrenos,
elevará mi alma a regiones más altas y la hará olvidarse de sí misma para
gloria de Dios y salvación de las almas. De esta manera, hermano mío, mientras
yo atravieso el mar en su compañía, usted se quedará junto a mí, muy
escondido en nuestra pobre celda...
Todo
lo que me rodea me evoca su recuerdo. He colocado el mapa de Su-Tchuen en la
pared del lugar donde trabajo, y la estampa que me regaló3
descansa siempre sobre mi corazón en el libro de los evangelios que nunca me
abandona. La metí al azar, y cayó en este pasaje: "El que deje todo por
seguirme, recibirá cien veces más en este mundo y en la edad futura la vida
eterna". Estas palabras de Jesús se han [1vº] realizado ya en usted,
puesto que me dice: "Parto feliz".
Entiendo
que esa alegría será totalmente espiritual: es imposible dejar a su padre, a
su madre, a su patria sin sentir los desgarros de la separación... Yo, hermano
mío, sufro con usted, ofrezco con usted su gran sacrificio, y pido a Jesús que
derrame sus abundantes consuelos sobre sus queridos padres, en espera de la
unión celestial donde los veremos alegrarse de su gloria, la cual, secando para
siempre sus lágrimas, los colmará de alegría por toda una eternidad feliz...
Esta
noche, en la oración, he meditado unos pasajes de Isaías que me han parecido
tan apropiados para usted, que no puedo dejar de copiárselos:
"Ensancha
el espacio de tus tiendas..., porque te extenderás a derecha e izquierda, tu
descendencia heredará naciones y poblará ciudades desiertas... Alza la vista y
mira a tu alrededor: todos ésos se reúnen y vienen a ti; tus hijos llegan de
lejos, a tus hijas las traen en brazos de todas partes. Entonces lo verás,
radiante de alegría, palpitará y se ensanchará tu corazón porque volcarán
sobre ti las riquezas del mar y te traerán los tesoros de las naciones".
¿No
es ése el céntuplo que Jesús prometió? Usted también puede exclamar:
"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me
ha enviado para anunciar su palabra, para curar los corazones desgarrados, para
anunciar la liberación a los cautivos y consolar a los afligidos... Desbordo de
gozo con el Señor, porque me ha vestido un traje de salvación y me ha cubierto
con un manto de liberación. Como la tierra hace germinar la semilla, así el
Señor hará germinar para mí su justicia y su gloria ante las naciones... Mi
pueblo será un pueblo de justos, serán el renuevo que yo planté... Iré a las
islas más remotas, a los que nunca oyeron hablar del Señor. Y anunciaré su
gloria a las naciones y se las ofreceré como ofrenda a mi Dios".
Si
quisiera copiar todos los pasajes que más hondo me han llegado, necesitaría
mucho tiempo. Termino, pero antes quisiera pedirle algo. Cuando tenga usted un
momento libre, me gustaría que me escribiese las fechas más importantes de su
vida; así, podría unirme a usted de manera más especial para agradecer a Dios
las gracias que le ha concedido.
Adiós,
hermano mío..., la distancia nunca podrá separar nuestras almas, y la muerte
misma hará más íntima nuestra unión. Si voy pronto al cielo, pediré permiso
a Jesús para ir a visitarlo a Su-tchuen y proseguiremos juntos nuestro
apostolado. Mientras tanto, estaré unida siempre a usted por la oración, y
pido a Nuestro Señor que no me deje nunca gozar mientras usted esté sufriendo.
Incluso quisiera que mi hermano tuviese siempre los consuelos y yo las pruebas.
Tal vez esto sea egoísmo..., pero creo que no, porque mi única arma es el amor
y el sufrimiento, y la espada de usted es la de la palabra3
y los trabajos apostólicos.
Adiós
una vez más, hermano. Dígnese bendecir a la que Jesús le ha dado por hermana,
Teresa
del Niño Jesús y de la Santa Faz
rel.
carm. ind.
NOTAS
Cta 193
1
Teresa conservará esta foto en su escritorio, cf CG pp. 877s+a.
2
Estampa-recuerdo de su ordenación.
3
Citado en la Regla del Carmelo.
Cta
194 A sor María de San José1
(Fragmento)
8-17
de septiembre (?) de 1896
(...)
Estoy encantada con el niñito2,
y el que lo lleva en brazos está más encantado todavía que yo...
¡Qué
hermosa es la vocación del niñito! No es sólo una misión la que tiene que
evangelizar, sino todas las misiones3.
¿Y cómo lo hará...? Amando, durmiendo, ARROJANDO FLORES a Jesús mientras él
duerme. Entonces, Jesús tomará esas flores, y, comunicándoles un valor
inapreciable, las arrojará a su vez, y las hará volar sobre todas las riberas
del mundo y salvará a las almas con las flores, con el amor del niñito, que no
verá nada, ¡pero que seguirá sonriendo incluso a través de sus lágrimas...!
(Un niño misionero y guerrero, ¡qué maravilla!)
NOTAS
Cta 194
1
Los billetes de Teresa a sor María de San José no están fechados. Para su
datación aproximada, cf CG p. 886.
2
Sor María de San José.
3
Cf Ms B 3rº. Nótense
los numerosos puntos de contacto de este billete y el siguiente con el Ms B.
Cta
195 A sor María de San José
(Fragmentos)
8-17
de septiembre (?) de 1896
J.M.J.T.
El
hermanito1
piensa igual que el niñito...
El
martirio más doloroso y el más AMOROSO es el nuestro, pues sólo Jesús lo ve.
Nunca
será revelado a las criaturas en la tierra; pero cuando el Cordero abra el
libro de la vida, ¡cuál no será el asombro en la corte celestial al oír
proclamar, junto al nombre de los misioneros y de los mártires, el de unos
pobres niñitos que nunca hicieron hazañas deslumbrantes...!
(...)
[vº] Sigo cuidando las tocas2,
que están muy enfermas.
NOTAS
Cta 195
1
Teresa.
2
Griñones de tela blanca.
Cta
196 A sor María del Sagrado Corazón1
13
(?) de septiembre de 1896
J.M.J.T.
[1rº]
Jesús
+
¡Querida
hermana!, me pides que te deje un recuerdo de mis ejercicios espirituales, unos
ejercicios que quizás sean los últimos...
Puesto
que nuestra Madre lo permite, me alegro de ponerme a conversar contigo que eres
dos veces mi hermana; contigo, que me prestaste tu voz cuando yo no podía
hablar, prometiendo en mi nombre que no quería servir más que a Jesús...
Querida
madrinita, aquella niña que tú ofreciste al Señor es la que te habla esta
noche2,
la que te ama como sólo una hija sabe amar a su madre... Sólo en el cielo
conocerás toda la gratitud de que rebosa mi corazón...
Hermana
querida, tú querrías escuchar los secretos que Jesús confía a tu hijita. Yo
sé que esos secretos te los confía también a ti, pues fuiste tú quien me
enseñó a acoger las enseñanzas divinas. Sin embargo, trataré de balbucir
algunas palabras, aunque siento que a la palabra humana le resulta imposible
expresar ciertas cosas que el corazón del hombre apenas si puede vislumbrar...
No
creas que estoy nadando entre consuelos. No, mi consuelo es no tenerlo en la
tierra. Sin mostrarse, sin hacerme oír su voz, Jesús me instruye en secreto;
no lo hace sirviéndose de libros, pues no entiendo lo que leo. Pero a veces
viene a consolarme una frase como la que he encontrado al final de la oración
(después de haber aguantado en el silencio y en la sequedad): "Este es el
maestro que te doy, él te enseñará todo lo que debes hacer. Quiero hacerte
leer en el libro de la vida, donde está contenida la ciencia del Amor"3.
¡La
ciencia del Amor! ¡Sí, estas palabras resuenan dulcemente en los oídos de mi
alma! No deseo otra ciencia. Después de haber dado por ella todas mis riquezas,
me parece, como a la esposa del Cantar de los Cantares, que no he dado nada
todavía... Comprendo tan bien que, fuera del amor, no hay nada que pueda
hacernos gratos a Dios, que ese amor es el único bien que ambiciono.
Jesús
se complace en mostrarme el único camino que conduce a esa hoguera divina. Este
camino es el abandono del niñito que se duerme sin miedo en brazos de su
padre... "El que sea pequeñito, que venga a mí", dijo el Espíritu
Santo por boca de Salomón. Y ese mismo Espíritu de amor dijo también que
"a los pequeños se les compadece y perdona". Y, en su nombre, el
profeta Isaías nos revela que en el último día "el Señor apacentará
como un pastor a su rebaño, reunirá a los corderitos y los estrechará contra
su pecho". Y como si todas esas promesas no bastaran, el mismo profeta,
cuya mirada inspirada se hundía ya en las profundidades de la eternidad,
exclama en nombre del Señor: "Como una madre acaricia a su hijo, así os
consolaré yo, os llevaré en brazos y sobre mis rodillas os acariciaré".
Sí,
madrina querida, ante un lenguaje como éste, sólo cabe callar y llorar de
agradecimiento [1vº] y de amor... Si todas las almas débiles e imperfectas
sintieran lo que siente la más pequeña de todas las almas, el alma de tu
Teresita, ni una sola perdería la esperanza de llegar a la cima de la montaña
del amor, pues Jesús no pide grandes hazañas, sino únicamente abandono y
gratitud, como dijo en el salmo XLIX: "No aceptaré un becerro de tu casa
ni un cabrito de tus rebaños, pues las fieras de la selva son mías y hay miles
de bestias en mis montes; conozco todos los pájaros del cielo... Si tuviera
hambre, no te lo diría, pues el orbe y cuanto lo llena es mío. ¿Comeré yo
carne de toros, beberé sangre de cabritos?... Ofrece a Dios sacrificios de
alabanza y de acción de gracias".
He
aquí, pues, todo lo que Jesús exige de nosotros. No tiene necesidad de
nuestras obras, sino sólo de nuestro amor. Porque ese mismo Dios que declara
que no tiene necesidad de decirnos si tiene hambre, no vacila en mendigar un
poco de agua a la Samaritana. Tenía sed... Pero al decir: "Dame de
beber", lo que estaba pidiendo el Creador del universo era el amor de su
pobre criatura. Tenía sed de amor...
Sí,
me doy cuenta, más que nunca, de que Jesús está sediento. Entre los
discípulos del mundo, sólo encuentra ingratos e indiferentes, y entre sus
propios discípulos ¡qué pocos corazones encuentra que se entreguen a él sin
reservas, que comprendan toda la ternura de su amor infinito!
Hermana
querida, ¡dichosas nosotras que comprendemos los íntimos secretos de nuestro
Esposo! Si tú quisieras escribir todo lo que sabes acerca de ellos, ¡qué
bellas páginas podríamos leer! Pero ya lo sé, tú prefieres guardar "los
secretos del Rey" en el fondo de tu corazón, mientras que a mí me dices
"que es bueno publicar las obras del Altísimo". Creo que tienes
razón en guardar silencio, y sólo por complacerte escribo yo estas líneas,
pues siento mi impotencia para expresar con palabras de la tierra los secretos
del cielo; y además, aunque escribiera páginas y más páginas, seguiría
teniendo la impresión de no haber empezado todavía... Hay tal diversidad de
horizontes, matices tan infinitamente variados, que sólo la paleta del Pintor
celestial podrá proporcionarme, después de la noche de esta vida, los colores
apropiados para pintar las maravillas que él descubre a los ojos de mi alma.
Hermana
querida, me pedías que te escribiera mi sueño y mi "doctrinita",
como tú las llamas... Lo he hecho en las páginas que siguen4;
pero tan mal, que me parece imposible que consigas entender nada. Tal vez mis
expresiones te parezcan exageradas... Perdóname, ello se debe a mi estilo
demasiado confuso. Te aseguro que en mi pobre alma no hay exageración alguna:
en ella todo es sereno y reposado...
(Al
escribir, me dirijo a Jesús; así me resulta más fácil expresar mis
pensamientos... Lo cual, ¡ay!, no impide que vayan horriblemente expresados.)
NOTAS
Cta 196
1
Esta carta constituye la primera parte del Manuscrito B (1rº/vº).
2
Sor María del Sagrado Corazón acababa de enviarle este billete: "Querida
hermanita: te escribo, no porque tenga algo que decirte, sino para tener yo algo
de ti. De ti, que estás tan cerca de Dios. De ti, que eres su esposa
privilegiada a quien confía todos sus secretos... Son muy dulces los secretos
de Jesús con Teresa, y yo quisiera volverlos a escuchar. Escríbeme unas
letras, quizás éstos sean tus últimos ejercicios espirituales, pues Jesús
debe tener ya ganas de cortar su racimo dorado (...) Nuestra Madre me ha dado
permiso para que me contestes a vuelta de correo" (LC 169, 13/9/1896).
Teresa contesta, sin duda, esa misma noche.
3
Petit bréviaire du Sacré-Coeur de Jésus, p. 58.
4
Las "páginas que siguen" designan los cuatro folios del Ms B
propiamente dicho, escritos el 8 de septiembre. Las expresiones empleadas al
final de esta carta muestran con total evidencia que ésta fue escrita después
de la "segunda parte" del Ms B.
Cta
197 A sor María del Sagrado Corazón
J.M.J.T.
Jesús
+ 17 de septiembre de 1896
Querida
hermana:
No
encuentro la menor dificultad en responderte1...
¿Cómo puedes preguntarme si puedes tú amar a Dios como le amo yo...?
Si
hubieses entendido la historia de mi pajarillo, no me harías esa pregunta. Mis
deseos de martirio no son nada, no son ellos los que me dan la confianza
ilimitada que siento en mi corazón. A decir verdad, son las riquezas
espirituales las que hacen injusto al hombre cuando se apoya en ellas con
complacencia, creyendo que son algo grande2...
Esos
deseos son un consuelo que Jesús concede a veces a las almas débiles como la
mía (y de estas almas hay muchas); pero cuando no da este consuelo, es una
gracia privilegiada. Recuerda aquellas palabras del Padre3:
"Los mártires sufrieron con alegría, y el Rey de los mártires sufrió
con tristeza". Sí, Jesús dijo: "Padre, aparta de mí este
cáliz". Hermana querida, ¿cómo puedes decir, después de esto, que mis
deseos son la señal de mi amor...? No, yo sé muy bien que no es esto, en modo
alguno, lo que le agrada a Dios en mi pobre alma. Lo que le agrada es verme amar
mi pequeñez y mi pobreza, es la esperanza ciega que tengo en su misericordia...
Este es mi único tesoro. Madrina querida, ¿por qué este tesoro no va a ser
también el tuyo...?
¿No
estás dispuesta a sufrir todo lo que Dios quiera? Yo sé muy bien que sí. Pues
entonces, si deseas sentir alegría o atractivo por el sufrimiento, es tu propio
consuelo lo que buscas, pues cuando se ama una cosa desaparece el dolor4.
Te aseguro que si fuésemos las dos juntas al martirio con las disposiciones que
hoy tenemos, tú tendrías un gran mérito y yo no tendría ninguno, a menos que
Jesús tuviese a bien cambiar mis disposiciones.
Hermana
querida, comprende a tu hijita, por favor. Comprende que para amar a Jesús,
para ser su víctima de amor5,
cuanto más débil se es, sin deseos ni virtudes, más cerca se está de las
operaciones de este Amor consumidor y transformante6...
Con el solo deseo de ser víctima ya basta; pero es necesario aceptar ser
siempre pobres y sin fuerzas, y eso es precisamente lo difícil, pues "al
verdadero pobre de espíritu ¿quién lo encontrará? Hay que buscarle muy
lejos", dijo el salmista7...
No dijo que hay que buscarlo entre las almas grandes, sino "muy
lejos", es decir, en la bajeza, en la nada... Mantengámonos, pues, muy
lejos de todo lo que brilla, amemos nuestra pequeñez, deseemos no sentir nada.
Entonces seremos pobres de espíritu y Jesús irá a [vº], buscarnos, por lejos
que nos encontremos, y nos transformará en llamas de amor... ¡Ay, cómo
quisiera hacerte comprender lo que yo siento...! La confianza, y nada más que
la confianza, puede conducirnos al amor... El temor ¿no conduce a la
justicia... (1)?
Ya
que sabemos el camino, corramos juntas. Sí, siento que Jesús quiere
concedernos las mismas gracias a las dos, que quiere darnos gratuitamente su
cielo.
Hermanita
querida, si no me comprendes, es que eres un alma demasiado grande..., o, mejor,
es que yo me explico mal, pues estoy segura de que Dios no te daría el deseo de
ser POSEIDA por él, por su Amor misericordioso, si no te tuviera reservada esa
gracia... O mejor dicho, ya te la ha concedido, puesto que te has entregado a
El, puesto que deseas ser consumida por El, y Dios nunca da deseos que no pueda
convertir en realidad...
Dan
las 9 y tengo que dejarte8.
¡Cuántas cosas quisiera decirte! Pero Jesús mismo te hará comprender todo lo
que yo no acierto a escribir...
Te
quiero con toda la ternura de mi corazoncito de hija AGRADECIDA.
Teresa
del Niño Jesús
rel.
carm. ind.
(1)
A la justicia severa, tal como se la presentan a los pecadores; pero no es ésta
la justicia que Jesús usará con los que le aman9.
NOTAS
Cta 197
1
Esta "contestación" de Teresa representa una puntualización
importante en su doctrina. Es, pues, indispensable, leer entero el billete que
le había escrito sor María del Sagrado Corazón después de recibir el Ms B:
"Hermanita querida, he leído tus páginas ardientes de amor a Jesús. Tu
madrinita se siente felicísima de poseer este tesoro y está muy agradecida a
su hijita querida por haberle desvelado así los secretos de su alma. ¿Y qué
puedo yo decirte acerca de estas líneas marcadas con el sello del amor? Tan
sólo una palabra, que me concierne a mí personalmente. Como el joven del
Evangelio, también se apodera de mí un sentimiento de tristeza ante tus deseos
extraordinarios de martirio. Ahí está, bien clara, la prueba de tu amor. Sí,
tú estás en posesión del amor. ¿Pero yo...? No, jamás me harás creer que
yo podré llegar a esa meta tan deseada. Pues yo temo todo lo que tú amas.
"Y
te voy a dar una prueba bien clara de que yo no amo a Jesús como tú. Tú dices
que no haces nada, que eres sólo un pobre y endeble pajarillo. ¿Pero tus
deseos no cuentan nada para ti? Para Dios sí, para Dios cuentan tanto como las
obras.
"No
puedo decirte nada más. Comencé estas líneas esta mañana, y no he tenido ni
un minuto para terminarlas. Ahora son las cinco. Me gustaría que le dijeses por
escrito a tu madrinita si puede ella amar a Jesús como tú. Pero dos palabras
nada más, pues con lo que tengo ya me basta para labrar mi dicha y mi
aflicción. Mi dicha, al ver hasta qué punto eres amada y privilegiada; mi
aflicción, al presentir el deseo de Jesús de cortar su querida florecita. Al
leer esas líneas, que no son de la tierra sino un eco del corazón de Dios, me
entraron ganas de llorar... ¿Quieres que te diga una cosa? Pues bien, tú
estás poseída por Dios; pero lo que se dice absolutamente poseída..., como
los malvados lo están por el maligno
"También
yo desearía estar poseída así por Jesús. Pero te quiero tanto, que, a fin de
cuentas, me alegro de ver que tú eres más privilegiada que yo.
"Unas
letras para tu madrinita" (LC 170, 17/9/1896).
2
Cf Im II, 11, 5.
3
El P. Pichon, retiro de octubre de 1887 en el Carmelo de Lisieux, charla del
día 7º.
4
Cf SAN AGUSTÍN, De bono viduitatis.
5
Sor María de Sagrado Corazón fue la tercera, después de Teresa y de Celina,
que hizo su ofrenda al Amor misericordioso, durante el verano de 1895. Cf CG p.
896s.+f y Prières, p. 87s.
6
Esta afirmación hay que situarla en el contexto de Cta 196 y 197, y
especialmente en el del Ms B: "Es mi misma debilidad la que me da la
audacia de ofrecerme" (3vº). Estamos aquí en el mismo corazón del
caminito".
7
En realidad, Im II, 11, 4, citando a Pr 31,10.
8
Para ir al oficio de Maitines.
9
Nota añadida por Teresa. En el texto (1), tachó "a la justicia".
Cta
198 Al abate Bellière
J.M.J.T.
Jesús
+ Carmelo de Lisieux,
21
de octubre de 1896
Señor
abate:
Como
nuestra Reverenda Madre está enferma, me ha confiado a mí la misión de
contestar a su carta. Lamento que usted se vea privado de las santas palabras
que nuestra Madre le habría dirigido, pero me siento feliz de ser su
intérprete y de comunicarle su alegría de saber la obra que Nuestro Señor
acaba de operar en su alma. Ella continuará rezando para que él lleve en usted
a su término su obra divina.
Pienso
que es inútil decirle, señor abate, hasta qué punto comparto yo también la
dicha de nuestra Madre. Su carta del mes de julio me había apenado mucho1.
Atribuyendo a mi poco fervor los combates que usted estaba librando, no cesaba
de implorar para usted el auxilio maternal de la dulce Reina de los apóstoles.
Por eso, mi consuelo fue muy grande al recibir, como ramo de flores para mi
santo, la certeza de que mis pobres oraciones [vº] habían sido escuchadas2...
Ahora
que ha pasado la tormenta, doy gracias a Dios por haberle hecho pasar por ella,
pues en los libros sagrados leemos estas hermosas palabras: "Dichoso el
hombre que ha soportado la prueba", y también: "Quien no ha sido
probado, poco sabe...". En efecto, cuando Jesús llama a un alma a dirigir
y a salvar a multitud de otras almas, es muy necesario que le haga experimentar
las tentaciones y las pruebas de la vida. Y ya que a usted le ha concedido la
gracia de salir victorioso de la lucha, espero, señor abate, que el buen Jesús
hará realidad sus grandes deseos. Yo le pido que usted sea, no solamente un
buen misionero, sino un santo totalmente abrasado de amor a Dios y a las almas.
Y le suplico que me alcance también a mí ese amor, a fin de poder ayudarlo en
su labor apostólica. Usted sabe que una carmelita que no fuese apóstol se
apartaría de la meta de su vocación3
y dejaría de ser hija de la seráfica santa Teresa, la cual habría dado con
gusto mil vidas por salvar una sola alma4.
No
dudo, señor abate, que querrá unir también sus oraciones a las mías para que
Nuestro Señor cure a nuestra venerada Madre.
En
los corazones sagrados de Jesús y de María, me sentiré siempre dichosa de
llamarme
Su
indigna hermanita
Teresa
del Niño Jesús de la Santa Faz
rel.
carm. ind.
NOTAS
Cta 198
1
El 21/7/1896, Mauricio Bellière había enviado desde Caen, donde había entrado
en el cuartel en noviembre de 1895, un mensaje desesperado a la priora del
Carmelo: "Estoy sumergido en una situación lamentable, y es preciso a toda
costa que mi querida hermana, Teresa del Niño Jesús, me saque de ella; es
preciso que haga violencia al cielo" (CG p. 871).
2
El 14 de octubre, víspera de la fiesta de santa Teresa de Jesús, el abate
Bellière escribía a la madre María de Gonzaga: "Gracias, Madre, por el
auxilio que me prestó en un momento de angustia. La tormenta ya ha pasado, ha
retornado la calma, y el pobre soldado ha vuelto a ser el seminarista de
antes". Y añadía en un papel, hablando de Teresa: "Mañana es su
santo" (CG p. 903).
3
Cf SANTA TERESA DE JESÚS, C 3,10.
4
Ibid. 1,2. Teresa copió esta frase en el rollo que tenía en la mano para la
fotografía de julio de 1896 (VTL nº 29; cf CG p. 873+e). Y la volvió a usar
en esa misma época en PN 35, estr. 4.
Cta
199 A sor María de San José
20-30
de octubre de 1896
J.M.J.T.
¿Robar
tiempo al sueño1,
hermanito2
bribón? ¡No, y mil veces no...!
No
me extraño de los combates del hermanito, sino sólo de que desperdicie sus
escasas fuerzas entregando las armas al primer cabo furriel que encuentre en el
camino, y de que hasta lo persiga por las escaleras del cuartel para obligarle a
coger hasta la última pieza de su armadura.
¿Qué
hay, entonces, de extraño en que un fuerte rayo de sol (normalmente soportado
con valentía), al caer sobre el hermanito desarmado, le abrase y le produzca
fiebre...?
[vº]
Como castigo, su hermanito lo condena a encerrarse en la cárcel del amor y a
dormir como un bendito; pero antes, tendrá que usar, esta noche, el instrumento
de penitencia musical3...
Si no lo hace, el hermanito sufrirá.
(Y
sobre todo, ¡nada de robar tiempo al sueño! ¡Mañana trabajaremos de firme
las dos juntas4...!
NOTAS
Cta 199
1
Para trabajar en la ropería; ver n. 4.
2
[En el original "p. f."] abreviatura de "petit frère"
["hermanito"]. El otro "hermanito" es Teresa; cf Cta 195.
3
Es decir, cantar.
4
Sin duda, para estirar la ropa todavía húmeda, lo cual servía de planchado.
Cta
200 A sor María de San José
Finales
de octubre (?) de 1896
J.M.J.T.
Todo
va bien, el niñito es un valiente que merece unas charreteras doradas. Pero que
nunca más se rebaje a combatir con piedrezuelas1,
eso es indigno de él... Su arma debe ser "la caridad".
Lo
demás también va bien, pues el niñito se burla de Don Satanás y sigue
durmiendo sobre el corazón del Gran General... Junto a ese corazón se aprende
a ser valientes, y sobre todo a confiar. La metralla, el ruido del cañón,
¿qué puede significar todo eso cuando nos conduce el General...?
NOTAS
Cta 200
1
Probable alusión al incidente de "las escaleras del cuartel" (Cta
199).
Cta
201 Al P. Roulland
J.M.J.T.
Carmelo
de Lisieux 1 de noviembre de 1896
Hermano:
Su
interesante misiva, que llegó bajo el patrocinio de todos los santos, me ha
producido una gran alegría. Le agradezco que me trate como a una verdadera
hermana. Con la gracia de Jesús espero hacerme digna de ese título que tanto
me gusta.
Le
agradezco también que nos haya enviado "El alma de un misionero"1.
Este libro me ha resultado muy interesante y me ha permitido seguirlo a usted
durante su largo viaje. La vida del P. Nempon tiene un título muy apropiado:
revela muy bien el alma de un misionero, o, mejor aún, el alma de todo apóstol
verdaderamente digno de ese nombre.
Me
dice (en la carta escrita en Marsella) que pida a Nuestro Señor que aleje de
usted la cruz de que lo nombren director de un seminario, y también la de
volver a Francia. Comprendo que esa perspectiva no sea de su agrado; pido a
Jesús con toda el alma que se digne dejarle desempeñar su laborioso apostolado
tal como su alma siempre lo soñó. Sin embargo, añado con usted: "Que se
haga la voluntad de Dios". Sólo en ella se encuentra el descanso, y fuera
de esa amorosa voluntad no haríamos nada, ni para Jesús ni para las almas.
No
acierto a decirle, hermano mío, lo feliz que me siento al verlo tan enteramente
abandonado en manos de sus superiores. Me parece que eso es una prueba evidente
de que un día mis deseos se verán hechos realidad, es decir, que usted sea un
gran santo.
Permítame
confiarle un secreto que acaba de revelarme la hoja en que me escribió las
fechas más memorables de su vida.
El
8 de septiembre de 1890, su vocación misionera fue salvada por María, la Reina
de los apóstoles y los mártires2;
ese mismo día una humilde carmelita se convertía en esposa del Rey de los
cielos. Al dar al mundo un eterno adiós, su único objetivo era el de salvar
almas, sobre todo almas de apóstoles. Y pidió muy especialmente a Jesús, su
Esposo divino, un alma apostólica: al no poder ser ella sacerdote, quería que,
en su lugar, un sacerdote recibiese las gracias del Señor, que tuviese las
mismas aspiraciones y los mismos deseos que ella...
Hermano
mío, usted conoce a la indigna carmelita que hizo esta oración. ¿No piensa
usted, igual que yo, que nuestra unión, confirmada el día de su ordenación
sacerdotal, comenzó el día 8 de septiembre...?
[1vº]
Yo pensaba que sólo en el cielo llegaría a encontrarme con el apóstol, con el
hermano que había pedido a Jesús; pero mi amado Salvador, levantando un poco
el velo misterioso que oculta los secretos de la eternidad, se ha dignado darme
la alegría de conocer, ya desde el destierro, al hermano de mi alma y de
trabajar con él por la salvación de los pobres infieles.
¡Ah,
qué grande es mi gratitud cuando pienso en las delicadezas de Jesús...! ¿Qué
nos tendrá reservado en el cielo, si su amor nos dispensa ya aquí abajo tan
deliciosas sorpresas?
Comprendo
mejor que nunca que hasta los más pequeños acontecimientos de nuestra vida
están dirigidos por Dios, que es él quien inspira y quien colma nuestros
deseos... Cuando nuestra Madre me propuso convertirme en su auxiliar, le
confieso, hermano, que vacilé3.
Pensando en las virtudes de las santas carmelitas que me rodean, me pareció que
nuestra Madre habría servido mejor a sus intereses espirituales eligiendo para
usted a cualquier otra hermana, y no a mí. Sólo el pensamiento de que Jesús
no tendría en cuenta mis obras imperfectas, sino mi buena voluntad, me hizo
aceptar el honor de compartir sus trabajos apostólicos. Yo no sabía entonces
que era Nuestro Señor quien me había escogido, él que se sirve de los
instrumentos más débiles para hacer maravillas... Yo no sabía que desde
hacía seis años tenía un hermano que se preparaba para ser misionero. Ahora
que este hermano es verdaderamente apóstol suyo, Jesús me revela este
misterio, sin duda para aumentar todavía más en mi corazón el deseo de amarle
y de hacerle amar.
¿Sabe
usted, querido hermano, que si el Señor continúa escuchando mi oración,
obtendrá una gracia que su humildad le impide solicitar? Esta gracia
incomparable, usted ya lo adivina, es el martirio... Sí, tengo la esperanza de
que, después de largos años pasados en medio de los trabajos apostólicos,
después de haber dado a Jesús amor por amor, usted acabará dándole también
sangre por sangre...
Mientras
escribo estas líneas, me estoy dando cuenta de que le llegarán en el mes de
enero, mes en que la gente se intercambia deseos de felicidad. Y creo que los de
esta su hermanita van a ser únicos en su género... A decir verdad, al mundo
unos deseos como éstos le parecerán una locura, pero para nosotros el mundo ya
no cuenta, "nosotros somos ciudadanos del cielo"4
y nuestro único deseo es el de asemejarnos a nuestro adorable Maestro, a quien
el mundo no quiso conocer porque se anonadó a sí mismo tomando la forma y la
condición de esclavo. Hermano querido, ¡feliz usted que sigue tan de cerca el
ejemplo de Jesús...! Al saber que ha adoptado la forma de vestir de los chinos,
pienso espontáneamente en nuestro Salvador que se revistió de nuestra pobre
humanidad y que se hizo semejante a uno de nosotros a fin de rescatar nuestras
almas para la eternidad.
Tal
vez le parezca que soy una niña, pero no importa: le confieso que he cometido
un pecado de envidia al leer que se iba a cortar los cabellos y sustituirlos por
una trenza china. No es ésta última lo que deseo tener, sino simplemente un
mechoncito de esos cabellos que ya no van a servir para nada. Seguramente, usted
me preguntará, [2rº] riendo, lo que voy a hacer con él. Pues muy sencillo,
esos cabellos serán para mí reliquias cuando usted esté en el cielo con la
palma del martirio en la mano. Sin duda le parecerá que me adelanto mucho a los
acontecimientos; lo que pasa es que yo sé que ésa es la única manera de
lograr mi objetivo, pues a la hora de repartir sus reliquias su hermanita (sólo
conocida como tal por Jesús5)
será seguramente olvidada. Estoy completamente segura de se está riendo de
mí, pero no me importa. Si acepta pagar con "los cabellos de un futuro
mártir" esta recreación que le estoy proporcionando, quedaré bien
recompensada.
El
25 de diciembre no dejaré de enviarle a mi ángel de la guarda para que
deposite mis intenciones junto a la hostia que usted consagrará6.
Le agradezco desde lo más profundo del corazón ese detalle de ofrecer por
nuestra Madre y por mí su Misa de la aurora; mientras usted está en el altar,
nosotras estaremos cantando los Maitines de Navidad que preceden inmediatamente
a la Misa de Gallo.
Hermano
mío, no se ha equivocado al decir que seguramente mis intenciones serían
"agradecerle a Jesús este día de gracias, único entre todos". Pero
no fue ese día cuando recibí la gracia de la vocación religiosa. Como Nuestro
Señor quería para sí solo mi primera mirada, se dignó pedirme el corazón
desde la cuna, si puedo expresarme así.
Es
cierto que la noche de Navidad de 1886 fue, realmente, decisiva para mi
vocación; pero si quiero calificarla con mayor claridad, la deberé llamar: la
noche de mi conversión7.
En esa noche bendita, de la cual está escrito que esclarece las delicias del
mismo Dios, Jesús, que se hacía niño por mi amor, se dignó sacarme de los
pañales y de las imperfecciones de la niñez y me transformó de tal suerte que
ni yo misma me reconocía. Sin este cambio, yo hubiera seguido todavía muchos
años en el mundo. Santa Teresa, que decía a sus hijas. "Quiero que no
seáis mujeres en nada, sino que en todo igualéis a los hombres fuertes"8,
santa Teresa no hubiera querido reconocerme por hija suya si el Señor no me
hubiese revestido de su fuerza divina, si no me hubiese armado él mismo para la
guerra.
Le
prometo, hermano, encomendar a Jesús de manera especial a la joven de la que me
habla y que encuentra obstáculos en su vocación. Me compadezco sinceramente de
su sufrimiento, pues sé por experiencia cuán amargo es no poder responder
inmediatamente a la llamada de Dios. Le deseo que no se vea obligada, como yo, a
ir hasta Roma... Porque seguramente usted no sepa que su hermana tuvo la audacia
de hablar al Papa9...
Sin embargo, es verdad, y si no hubiese tenido ese atrevimiento, tal vez
estaría todavía en el mundo.
Jesús
ha dicho que "el reino de los cielos sufre violencia y sólo los violentos
lo arrebatan". Lo mismo me ocurrió a mí con el reino del Carmelo. Antes
de ser la prisionera de Jesús, tuve que viajar muy lejos para conquistar la
prisión que yo prefería a todos los palacios de la tierra. La verdad es que no
me apetecía lo más mínimo hacer un viaje para mi recreo personal, y cuando mi
incomparable padre me propuso llevarme a Jerusalén si quería retrasar [2vº]
dos o tres meses mi entrada en el Carmelo, no vacilé en escoger el descanso a
la sombra de aquel a quien había deseado (a pesar del atractivo natural que me
empujaba a visitar los lugares santificados por la vida del Salvador).
Comprendía que, verdaderamente, vale más un día pasado en la casa del Señor
que mil en cualquier otra parte.
Tal
vez, hermano, desee usted saber cuál era el obstáculo que encontraba para la
realización de mi vocación. El obstáculo no era otro que mi juventud. Nuestro
Padre superior10
se negó terminantemente a recibirme antes de los 21 años, diciendo que una
niña de 15 años no estaba capacitada para saber a qué se comprometía. Su
forma de actuar era prudente, y no dudo de que, al probarme, estaba cumpliendo
la voluntad de Dios que quería hacerme conquistar la fortaleza del Carmelo a
punta de espada. Tal vez, también, Jesús permitió al demonio obstaculizar una
vocación que no debía, creo yo, ser del gusto de ese miserable privado de
amor, como lo llamaba nuestra santa Madre11.
Gracias
a Dios, todos sus ardides se volvieron contra él y no sirvieron más que para
hacer más clamorosa la victoria de una niña. Si fuese a contarle todos los
detalles del combate que tuve que sostener, necesitaría mucho tiempo, tinta y
papel. Contados por una pluma hábil, creo que esos detalles podrían resultarle
interesantes, pero la mía no sabe darle encanto y atractivo a un relato largo.
Le pido, pues, perdón por haberle quizás aburrido ya.
Me
prometió, hermano, seguir diciendo cada mañana en el altar: "Dios mío,
abrasa a mi hermana en tu amor". Le estoy profundamente agradecida, y no
tengo dificultad en asegurarle que acepto y aceptaré siempre sus condiciones12.
Todo lo que pido a Jesús para mí, lo pido también para usted; y cuando
ofrezco mi flaco amor al Amado, me permito la libertad de ofrecerle a la vez
también el suyo.
Al
igual que Josué, usted combate en la llanura, y yo soy su pequeño Moisés, y
mi corazón está elevado incesantemente hacia el cielo para alcanzar la
victoria. Mas ¡qué digno de compasión sería mi hermano si Jesús mismo no
sostuviese los brazos de su Moisés...! Pero con la ayuda de la oración que
usted dirige por mí a diario al divino Prisionero del Amor, espero que nunca
será digno de compasión, y que, después de esta vida, durante la cual los dos
habremos sembrado juntos con lágrimas, nos volveremos a encontrar, felices,
llevando gavillas en las manos.
Me
ha gustado mucho el sermoncito que usted dirige a nuestra Madre exhortándola a
permanecer aún en la tierra; no es largo, pero, como usted dice, no tiene
réplica. Ya veo que no le costará mucho convencer a sus oyentes cuando
predica, y espero que recoja y ofrezca al Señor una abundante cosecha de almas.
Veo
que se me termina el papel, lo cual me obliga a poner fin a mis garabatos.
Quiero, no obstante, decirle que celebraré fielmente todos sus aniversarios. Le
tendré un cariño muy especial al 3 de julio, ya que en ese día usted recibió
a Jesús por primera vez y en esa misma fecha yo recibí a Jesús de su mano y
asistí a su primera Misa en el Carmelo.
Bendiga,
hermano, a su indigna hermana,
Teresa
del Niño Jesús
rel.
carm. ind.
[2vºtv]
Encomiendo a sus oraciones a un joven seminarista que quiere ser misionero. Su
vocación acaba de ser puesta a prueba por causa del servicio militar13.
NOTAS
Cta 201
1
Vie du P. Nempon, Missionnaire apostolique du Tonkin occidental, por G.
Monteuuis (Victor Retaux et Fils, Paris 1895).
2
E. P. Roulland testimoniará más tarde: "El 8 de septiembre de 1890,
tenía dudas acerca de mi vocación y de mi entrada en el seminario mayor.
Mientras oraba en la capilla de Nuestra Señora de la Liberación, me sentí
súbita y definitivamente seguro". Ese mismo día hacía Teresa su
profesión en el Carmelo.
3
Cf Ms C 33rº.
4
Citado en Im I, 8, Réflexions.
5
Cf Cta 189, n. 4.
6
El 26 de septiembre, el P. Roulland escribía a Teresa: "El 25 de diciembre
envíeme sus intenciones. Las adivino: agradecerá al Señor este día de
gracias único entre todos, probablemente el día en que Dios la llamó a usted
al Carmelo" (LC 171). La enfermedad impidió al misionero celebrar esta
Misa de Navidad; cf CA 1.8.9.
7
Cf Ms A 44vº/45rº.
8
SANTA TERESA DE JESÚS, C 8. [Las palabras genuinas de la Santa son: "...es
muy de mujeres, y no querría yo, hijas mías, lo fueseis en nada, ni lo
parecieseis, sino varones fuertes". Y la cita se encuentra en el cap. 7,
nº 8. N. del T.]
9
Cf Cta 36 y Ms A 63rº.
10
El canónigo Delatroëtte.
11
Esa expresión no es de Teresa de Jesús, sino de san Francisco de Sales. Cf RP
7,1rº e infra n. 6.
12
Durante la travesía, en agosto-septiembre de 1896, el P. Roulland había leído
un cuaderno de poesías compuestas por Teresa. Y le escribe al respecto:
"Le ruego, hermana, que deposite con frecuencia a los pies de Jesús, en
nombre de su hermano, algunos de los sentimientos que abrasan su corazón. Con
esta condición yo seguiré diciendo todas las mañanas: "Dios mío, abrasa
a mi hermana en tu amor"" (LC 171).
13
El abate Bellière.
Cta
202 A la señora de Guérin
J.M.J.T.
Jesús
+ 16 de noviembre de 1896
Querida
tía:
Es
muy triste para su hijita tener que confiar a una fría pluma la misión de
expresarle los sentimientos de su corazón... Tal vez me diga, sonriendo:
"Pero, Teresita de mi alma, ¿me los expresarías más fácilmente con
palabras...?" Querida tía, tengo que confesarlo, no, es verdad, no
encuentro palabras que puedan expresar satisfactoriamente los deseos de mi
corazón. El poeta que se atrevió a decir:
"Lo
que bien se concibe claramente se enuncia;
para
expresarlo,
las
palabras acuden fácilmente"1,
ese
poeta, digo, ¡¡¡no sentía seguramente lo que yo [1vº] siento en lo hondo de
mi alma...!!!
Por
suerte, tengo para consolarme al profundo P. Faber; él comprendía bien que las
palabras y las frases de aquí abajo no son capaces de expresar los sentimientos
del corazón, y que los corazones llenos son los que se encierran más en sí
mismos.
Querida
tía, voy a aburrirla con mis citas, tanto más cuanto que las cartas de mis
cuatro hermanas2
están ahí para desmentir mis palabras. De todas formas, querida tía, puede
estar segura de que, a pesar de toda su elocuencia, ellas no la quieren más que
yo, aunque yo no sepa decírselo en términos escogidos... Si ahora no me cree,
un día, cuando estemos todos reunidos en el cielo, comprobará cómo la más
pequeña de sus hijas no lo era en cariño y en gratitud y que sólo era la más
pequeña en edad y en sabiduría.
Le
ruego, querida tía, que pida a Dios que yo crezca en sabiduría, como [2rº] el
divino Niño Jesús. No es eso precisamente lo que hago, se lo aseguro;
pregúnteselo, si no, a nuestra querida Mariíta de la Eucaristía, y ella le
dirá que no miento. Cada día que pasa soy más torpe, y eso que pronto hará
ya nueve años que estoy en la casa del Señor. Debería estar, pues, ya muy
avanzada en los caminos de la perfección, pero estoy todavía al pie de la
escalera. Eso no me desalienta, y estoy tan alegre como la cigarra; estoy
siempre cantando, igual que ella, esperando participar al final de mi vida de
las riquezas de mis hermanas, que son mucho más generosas que la hormiga.
Espero también, querida tía, ocupar un buen sitio en el banquete celestial, y
le diré por qué: cuando los santos y los ángeles sepan que yo tengo el honor
de ser su hijita, no querrán darme el disgusto de colocarme lejos de usted...
Así, gracias a sus virtudes, gozaré de los bienes eternos. La verdad es que
nací con buena estrella y mi corazón se deshace de gratitud hacia Dios, que me
ha dado unos parientes [2vº] como no hay otros en la tierra.
Y
como soy una pobre cigarra, querida tiíta, que no tiene más que sus cantos (y
que, además, por ser su voz muy poco melodiosa3,
sólo puede cantar en lo hondo de su corazón), cantaré mi canción más
hermosa el día de su santo, y trataré de hacerlo con un acento tan conmovedor,
que los santos, compadecidos de mi miseria, me darán tesoros de gracias que
estaré encantada de ofrecerle. Tampoco me olvidaré de festejar con las
riquezas de los santos a mi querida abuelita; y ellos serán tan generosos, que
mi corazón no tendrá nada más que desear, y le aseguro, tía, que no es poco
decir, pues mis deseos son muy grandes.
A
mi tío le pido que le dé a usted un abrazo muy tierno de mi parte. Si Francis,
Juana y Leonia quieren hacer otro tanto, cantaré una tonadilla para
agradecérselo (y ni que decir tiene que no olvidaré a mi tío en mi alegre
canción).
Perdóneme,
tía querida, que le diga tantas cosas sin pies ni cabeza, y créame que la
quiero con todo el corazón.
Teresa
del Niño Jesús
rel.
carm. ind.
NOTAS
Cta 202
1
BOILEAU, Art poétique.
2
Sus tres hermanas y su prima, María Guérin.
3
¿Habrá que concluir de ahí que Teresa no tenía buena voz? Es bastante
probable; cf CG p. 917+e.
Cta
203 A la madre Inés de Jesús1
4
de diciembre de 1896
J.M.J.T.
¡Mi
Madrecita es todo un encanto...! Si ella no sabe lo que es, yo sí lo sé muy
bien, ¡y la QUIERO...! Sí, ¡pero qué puro es mi cariño...! Es el de una
hija que admira la humildad de su madre. ¡Tú me haces mayor bien que todos los
libros del mundo...!
NOTAS
Cta 203
1
Se puede suponer que este billete fue escrito tras el incidente del vegigatorio
relatado en los Cuadernos verdes; cf UCII, p. 42.
Cta
204 A la madre Inés de Jesús
18
de diciembre de 1896
La
Santísima Virgen está tan contenta de tener un borriquillo y una criadita, que
los hace correr de derecha a izquierda para divertirse1.
Por eso, no es de maravillar que la Madrecita caiga algunas veces...
Sí,
pero2
cuando el Niño Jesús sea mayor y no tenga ya necesidad de aprender "el
humilde oficio de tendero"3,
preparará un lugarcito para la Madrecita en su reino que no es de este mundo, y
entonces será él quien "irá y vendrá para servirla".
Y
más de uno tendrá que levantarse para mirar a la que no tuvo otra ambición
que la de ser el borriquillo del Niño Jesús.
NOTAS
Cta 204
1
Teresa hace aquí alusión a todas las vueltas que el oficio de ecónoma hacía
dar a la madre Inés. Varias expresiones de este billete están tomadas de la
vida de sor María de San Pedro, de Tours, a quien la madre Inés tenía gran
devoción.
2
Expresión característica de Teresa durante sus últimos meses; cf UC pp. 346s.
3
Reminiscencia de un villancico de Auvernia que les gustaba cantar en los
Buissonnets.
Cta
205 A sor María de San José
Diciembre
(?) de 1896
¡Qué
lástima pasar el tiempo aburrida como una ostra, en vez de quedarse dormida
sobre el corazón de Jesús...!
Si
la noche le da miedo al niñito, si se queja de no ver al que le lleva, que
cierre los ojos, que haga VOLUNTARIAMENTE el sacrificio que le piden, y luego a
esperar el sueño... Quedándose así, tranquilo, la noche, a la que ya no
mirará, no podrá asustarlo, y pronto la calma, si no la alegría, [vº]
renacerá en su corazón.
¿Es
demasiado pedirle al niñito que cierre los ojos..., que no luche contra las
quimeras de la noche...? No, no es demasiado, y el niñito va a abandonarse, va
a creer que lo lleva Jesús, va a aceptar el no verlo y va a dejar muy lejos ese
miedo estéril a ser infiel (miedo impropio de un niño).
(Un
embajador)
Cta
206 A sor María de san José
Diciembre
(?) de 1896
El
pequeño E.1
no tiene ganas de saltar de la navecilla, sino que sigue en ella para mostrar el
cielo al niñito. Quiere que todas sus miradas y todas sus delicadezas sean para
Jesús. Por eso estará muy contento si ve que el niñito se priva de consuelos
demasiado infantiles e indignos de un misionero y de un guerrero... Yo quiero
mucho a mi niñito, y Jesús lo quiere todavía más.
NOTAS
Cta 206
1
El pequeño Embajador; cf Cta 205.
Cta
207 A sor Genoveva
Diciembre
(?) de 1896
J.M.J.T.
¡Pobre,
pobre1,
no hay que entristecerse porque el Sr. T.2
haya caído en la trampa...! Cuando le salgan alas3,
por más que le tiendan lazos, no caerá en ellos, ni tú tampoco, pobre S.4.
El te tenderá la mano, te pegará dos alitas blancas y las dos juntas volaremos
muy alto y muy lejos; iremos incluso hasta Saigón5
batiendo nuestras alitas plateadas... Es lo mejor que podremos [vº] hacer por
él, pues Jesús quiere que seamos dos querubines y no dos fundadoras. En este
momento, esto es así; si él cambia de idea, cambiaremos también nosotras,
¡eso es todo...!
NOTAS
Cta 207
1
Uno de los sobrenombres de sor Genoveva, sacado de una copla que se cantaba en
los Buissonnets.
2
"Señor Totó"; cf Cta 179, n. 1,
3
Después de su muerte.
4
"Señorita Lili".
5
Al Carmelo de Saigón, que pide "fundadoras" para el de Hanoi
recientemente fundado. Poco antes, según parece, sor Genoveva había pensado en
esa partida para Asia, para ella misma y para Teresa. Véase su billete inédito
(LC 172 bis), en Lettres: Une course de géant, p. 481.
Cta
208 A sor Genoveva1
Invierno
1896-1897
J.M.J.T.
Te
suplico con toda humildad que dispenses mañana2
al pobre Sr. de usar la estufita... Pero también te suplico que procures que se
despierte para las Horas3.
Teme que su papel4
no sirva para nada, pues la encargada de despertar está acostumbrada a ver a la
Señorita venir a almohazar al Sr. todas las mañanas para sacarlo suavemente de
sus sueños5.
No
te aflijas, pobre Señorita, de tener que llevar tacitas a diestro y siniestro6.
Un día será Jesús quien "irá y vendrá para servirte" a ti, y ese
día llegará pronto.
NOTAS
Cta 208
1
Este billete y los dos siguientes traen de nuevo a escena al "Sr. Totó"
y a la Señorita Lili".
2
Infiernillo de brasas, que la madre María de Gonzaga había obligado a usar a
Teresa durante el invierno 1896-1897. Sor Genoveva, en su calidad de segunda
enfermera, estaba autorizada para "dispensar" o no a su hermana.
3
El Oficio de las Horas menores, que en invierno se rezaba a las siete de la
mañana.
4
Las hermanas que estaban dispensadas de levantarse por la mañana con la
comunidad dejaban colgado un papel en el pestillo de la celda. Para la segunda
llamada, hacia las siete menos veinte, una religiosa golpeaba a las puertas
provistas de ese papel.
5
Sor Genoveva friccionaba a Teresa con una faja de crin. Cf CA 27.7.17.
6
A las hermanas enfermas.
Cta
209 A sor Genoveva
Invierno
1896-1897 (?)
No
te olvides de despertar mañana al Sr. T., pobre Srta. L. humillada por todos1,
pero AMADA por Jesús y por el Sr. T.
NOTAS
Cta 209
1
Sor Genoveva ha señalado que sus "defectos (la) tenían en una constante
humillación", pues, dice ella misma, "con mi temperamento impetuoso
me sucedía con frecuencia tener pequeñas salidas de tono con las hermanas,
salidas de tono que después me dolían mucho a causa de mi gran amor propio.
Cta
210 A sor Genoveva
Invierno
1896-1897 (?)
¿Quieres
fijarte mañana por la mañana si el Sr. Totó ha oído las tablillas1...?
NOTAS
Cta 210
1
Instrumento de madera provisto de una especie de matraca, que se agitaba en los
claustros y pasillos para el primer turno de levantarse, a las 6 menos cuarto de
la mañana en invierno.
Cta
211 A sor Genoveva1
24
de diciembre de 1896
Navidad
1896
Hijita
querida:
Si
supieras cómo alegras mi corazón y el de mi pequeño Jesús, ¡qué feliz
serías...!
Pero
no lo sabes, no lo ves, y tu alma está triste. Quisiera [1vº/2rº] poder
consolarte; si no lo hago, es porque conozco el valor del sufrimiento y de la
angustia del corazón. Hija mía querida, si supieras qué hundida estaba yo en
la amargura al ver a mi tierno esposo san José volver triste hacia mí sin
haber encontrado posada...
Si
aceptas soportar en paz la prueba de no agradarte a ti misma2,
me darás un dulce asilo. Es verdad que sufrirás, pues estarás a la puerta de
tu propia casa; pero no temas, cuanto más pobre seas, más te amará Jesús. E
irá lejos, muy lejos, para buscarte3
si a veces te extravías un poco. Le gusta más verte tropezar en la noche con
las piedras del camino que caminar en plano día por una ruta esmaltada de
flores que podrían retrasar tu marcha. Te quiero, Celina mía, te quiero mucho
más de lo que puedes imaginarte...
[2vº]
Me alegro de verte desear grandes cosas y te las estoy preparando todavía
mayores... Un día vendrás con tu Teresa al cielo, te sentarás en el regazo de
mi amado Jesús4
y yo también te tomaré en mis brazos y te colmaré de caricias, porque soy tu
madre, tu mamá querida.
(María,
la Reina de los ángeles5)
NOTAS
Cta 211
1
El sobre llevaba esta dirección: "Envío de la Santísima Virgen a mi hija
querida sin asilo en tierra extranjera".
2
Cf Cta 109, n. 1.
3
Cf Im II,11,4.
4
El "regazo de Jesús" o el "regazo de Dios": sitio codiciado
por Totó y Lili para cuando estén en el paraíso; Cf UC pp. 520 y 526.
5
Cf Cta 192 y su nota 2.
Cta
212 A sor María de la Trinidad1
24
de diciembre de 1896
Noche
de Navidad de 1896
Mi
querida esposa2:
¡Qué
contento estoy de ti...! Durante todo el año me has divertido mucho jugando a
los bolos3.
He disfrutado tanto, que la corte celestial estaba sorprendida y encantada; más
de un querubín llegó a preguntarme por qué no lo había hecho niño..., y
más de uno también me preguntó si la [1vº] melodía de su arpa no me
agradaba más que tu risa cantarina cuando haces caer un bolo con la bola de tu
amor. Yo les contesté a mis querubines que no debían apenarse por no ser
niños, pues un día podrían jugar contigo en las praderas del cielo; y les
dije que sí, que tu sonrisa era para mí más dulce que sus melodías, porque
tú sólo podías jugar y sonreír [2rº] sufriendo y olvidándote de ti misma.
Querida
esposa mía, tengo algo que pedirte, ¿me lo negarás...? No, tú me amas
demasiado para eso. Pues bien, voy a confesarte que me gustaría cambiar de
juego. Los bolos me divierten mucho, sí; pero ahora quisiera jugar al trompo,
y, si quieres, tú serás mi trompo. Te doy uno como modelo; ya ves que no es
bonito, quien no sepa usarlo lo rechazará a puntapiés, pero [2vº] un niño
saltará de alegría al verlo y dirá: "¡Qué divertido que es! ¡Puede
estar girando todo el día sin pararse!"4
Yo,
el Niño Jesús, te quiero, aunque no tengas encantos, y te pido que estés
siempre girando para divertirme... Pero para hacer que el trompo gire, hacen
falta latigazos... Pues bien, deja que tus hermanas te presten este servicio, y
muéstrate agradecida con las que sean más asiduas en no dejarte aminorar la
marcha. Y cuando me haya divertido ya bastante contigo, te llevaré allá arriba
y allí podremos jugar sin sufrir...
(Tu
hermanito Jesús)
NOTAS
Cta 212
1
Sor María de Trinidad explica así el origen de esta carta: "La Sierva de
Dios seguía las inclinaciones naturales de mi alma para conducirla a Jesús.
(...) En esa época, como yo tenía un carácter muy infantil, me servía de un
método bastante original para practicar la virtud: la de divertir al Niño
Jesús jugando con él a toda clase de juegos espirituales. Sor Teresa del Niño
Jesús me animó a ello con la carta siguiente...".
2
Quien habla es el Niño Jesús. El sobre llevaba esta dirección:
"Personal. A mi pequeña y querida esposa Jugadora de Bolos en la montaña
del Carmelo".
3
Estos bolos, explica sor María de la Trinidad, "yo me los representaba de
todos los tamaños y de todos los colores, para personificar a las almas que
quería conquistar".
4 Teresa recoge las palabras de su novicia, de algunos días antes: "En el mes de diciembre de 1896, las novicias recibieron, a beneficio de las misiones, diversas chucherías para un árbol de Navidad. Y hete aquí que en el fondo del cajón se encontró por casualidad (...) un trompo. Mis compañeras dijeron: "¡Qué cosa tan fea! ¿Para qué puede servir esto?" Yo, que conocía bien el juego, cogí el trompo exclamando: "¡Pero si es muy divertido! ¡Puede estar girando un día entero sin pararse a fuerza de buenos latigazos!" Y allí mismo me comprometí a hacerles una demostración que las dejó asombradas. Sor Teresa del Niño Jesús me observaba sin decir nada" (Recuerdos de sor María de la Trinidad).