CARTAS

de Santa Teresa de Lisieux

 

INTRODUCCIÓN A LAS CARTAS

1. Durante cincuenta años

A diferencia de la Historia de un Alma (1898), cuya difusión alcanzó en quince años cerca de los doscientos mil ejemplares, las Cartas de sor Teresa del Niño Jesús tuvieron que esperar cincuenta años (1948) para ser publicadas en su totalidad. Hasta entonces el público tan sólo había tenido acceso a un número reducido de fragmentos selectos.

"Las hermanas de Teresa, considerando estos textos simplemente como útiles complementos al que era -y sigue siendo- el libro fundamental, la Historia de un alma, los trataron como un repertorio de ideas edificantes del que les pareció que podían muy bien extraer diversos pasajes que sirvieran para ilustrar y precisar las ideas expresadas en la autobiografía. Desde este punto de vista, la cronología, el tenor original o la integridad rigurosa de cada carta no tenía apenas importancia. Nada parecía tampoco oponerse a unir, a veces bajo una misma fecha, frases provenientes de cartas distintas pero relativas al mismo tema" (ANDRÉ COMBES, Lettres, 1948, Préface, p. XXII).

De esta manera, en 1898 se publicaron dieciocho fragmentos de cartas dirigidas a Celina; en las ediciones posteriores se enriqueció la colección, llegando a cuarenta y siete fragmentos en 1907 y a cincuenta y uno en 1910. Poca cosa, si se piensa que la Copia auténtica de los Escritos, realizada ese mismo año para el Proceso de canonización, suma no menos de ciento ochenta y cuatro folios tan sólo para las cartas. Durante treinta años, la situación apenas cambiará por lo que a la publicación se refiere.

2. La primera edición de las Cartas

El cincuentenario de la muerte de Teresa en 1947 y su promoción a patrona de Francia en 1944 suscitaron una renovación de fervor en torno a su figura. Y aparece un historiador, el abate Combes1, deseoso de desentrañar el alcance doctrinal de esa devoción. Pero no de una doctrina separada de la vida, ni de una teología desconectada de la historia.

Solicita, pues, al Carmelo la documentación apropiada y, a través de la archivera, abrirá con sor Genoveva, que en 1946 cuenta 77 años de edad, en un camino común -con frecuencia difícil, pero siempre fecundo-, la importante etapa de la publicación de las Cartas.

Muy pronto se da cuenta de que le faltan elementos para establecer una cronología, base indispensable para cualquier itinerario espiritual: "En la mente de la mayor parte de los admiradores de santa Teresa de Lisieux reina una gran imprecisión acerca del orden de los acontecimientos y de la relación real entre la vida y las obras, mientras que los textos editados permiten fijar esa relación con mucha mayor precisión de la que se suele creer" (Carta del 25/1/1946). La publicación íntegra de las Cartas le parece, pues, una condición indispensable para cualquier progreso ulterior.

"A lo que pretendo llegar -escribe también- es a la dinámica misma del pensamiento de Teresa en sus reacciones vitales, tanto al contacto con los influjos que le venían del exterior como ante la experiencia íntima de su desarrollo natural, de sus gracias personales, de sus pruebas. Esta es la única forma, creo yo, de encontrarnos con Teresa en sí misma, tal como ella fue haciendo realidad en el tiempo la idea que Dios tenía de ella desde toda la eternidad. (...) La única manera de lograrlo, en la medida en que podemos esperar llegar a ello, es recoger toda la información para analizarla desde este ángulo. Todo lo que ella ha escrito. Todo lo que se ha escrito sobre ella. Verla como se veía ella misma. Verla como la veían los demás. Completar estas dos fuentes, una con otra. Respetar todos los matices" (Carta del 2/10/1946).

El abate Combes logrará convencer a sor Genoveva, tras una lenta lucha, de que le entregue todas las cartas de Teresa, incluidos los billetes de la infancia, para hacer una edición "exacta y completa", según una estructura cronológica. Ese libro, que representa un avance decisivo, verá la luz el 30 de septiembre de 1948, medio siglo exactamente después de la primera Historia de un Alma.

3. La "sinfonía teresiana"

En una carta muy sustanciosa a sor Genoveva (del 11/9/1947), el abate Combes señalaba la importancia de publicar íntegramente las Cartas (y en general todos los escritos) de Teresa de Lisieux:

"Precisamente porque Teresa es santa y porque, a partir de este año jubilar, va a ocupar un lugar cada vez más grande en la historia de la espiritualidad, le ocurre lo que sucede a todos los seres excepcionales. La historia se interesa por todos los aspectos de su vida y de sus obras, y puede publicar todo lo que ha salido de su pluma... Esto es algo inevitable y muy fácil de comprender. Al tratarse de una santa, toda su vida tiene un valor de ejemplaridad, y para estar seguros de entender bien toda su vida necesitamos conocer todos sus detalles. Por eso todas esas publicaciones de obras completas. De ahí mi insistencia en ver publicadas todas las cartas y todos los billetes de su santa hermanita. Debería ser tratada como los más grandes santos (...).

"1º. En un santo, nada es banal. En la misma Sagrada Escritura, ¡cuántas cosas habríamos eliminado nosotros si el Señor nos hubiese consultado! ¡Y cómo nos habríamos equivocado! Debemos tomar la obra de Dios tal cual es, y meditarla hasta que seamos capaces de entenderla a fondo y de sacar las lecciones oportunas.

"2º. En el caso de Teresa, hay que estar muy atentos. Lo que parece banal (sobre todo a Celina, que lo sabe todo, que conoce muchísimo más que todo lo que se ha escrito) puede ser de una enorme utilidad para la historia y para edificación de las almas sencillas que serán muy sensibles a lo que encuentren "a su altura". En eso descubrirán de inmediato que Teresa vivió como ellas, que no siempre se estaba cerniendo sobre las alas del Aguila, y poco a poco se dejarán arrastrar.

"3º. Es más, de esas cartas que a usted la desconsuelan porque "no dicen nada", la historia podrá hacer un uso imprevisto. Pienso en concreto en esa serie de cartas de Italia o de Roma que no contienen nada de vivo o de pintoresco sobre el viaje o los personajes con que trataron. ¿Deberemos lamentarlo? Muy al contrario. Es un documento sumamente importante para refutar la vieja tesis del P. Ubald y que acaba de desenterrar Van der Meersch2. En ellas Teresa aparece hasta tal punto desasida de todo lo accidental, de todo lo que habría podido distraerla, tan centrada en su único deseo, en su vocación y en su audiencia, que yo voy a poder replicar con una enorme fuerza a todos esos aficionados: El autor de esas cartas no era, a buen seguro, "la jovencita vaporosa, el potrillo salvaje que no tan alegremente describís. Era un alma reflexiva y profunda en quien ninguna distracción podía hacer mella". Al ser la Historia de un Alma un relato más coloreado y pintoresco, podrá restablecerse el equilibrio, y será reivindicada la verdad. (...)

"¿Qué hay de extraño en que una niña escriba cartas de niña? ¡Lo que sería grave es lo contrario! (...) Verá usted que cuando todo esté terminado, las perlas recobrarán su brillo. (...) Si interrumpimos una melodía después de los primeros compases, nos quedamos desorientados y sin saber adónde quiere llevarnos el autor... Pero si sabemos esperar hasta el final, si dejamos que el músico vaya introduciendo y desarrollando todos sus temas hasta el final, entonces comprendemos, nos sentimos arrebatados, transportados de admiración.

"El autor de la Sinfonía teresiana es Teresa, pero lo es sobre todo el mismo Jesús. Hay que dejarle tiempo para afinar su "lira" y ajustarla a las vibraciones de su Corazón... Y cuando la lira esté afinada, ¡qué acordes! Pero ¿qué puede haber de más conmovedor, qué puede haber incluso de más divino, que los preludios? Cuanto más humildes parecen, más verdaderos son.

"Finalmente, no olvidemos que las Cartas son parte de un todo. Es preciso completarlas con la Historia de un Alma y con las Poesías. Entonces yo le aseguro que cada cosa estará en su lugar y que no habrá peligro de engañarse acerca del esplendor de esta alma incomparable"3.

4. La "Correspondencia General"

Cuando en 1962 hubo que hacer una nueva edición de las Cartas -por haberse agotado la primera-, el principio de la fidelidad literal a los originales no constituía ya dificultad alguna (en 1956 el P. François de Saint-Marie había publicado los Manuscritos autobiográficos en facsímil, al año siguiente en una edición para el gran público, y en 1961 las fotos auténticas del rostro de Teresa en Visage de Thérèse de Lisieux).

El proyecto inicial era modesto: una simple "edición revisada y corregida". Pero el inventario de las fuentes iba a presentar, respecto a las cartas de Teresa, un problema crítico no menos complejo que el del texto de la autobiografía (cf supra, Introducción a los Manuscritos autobiográficos).

Además, la distancia que ofrecía a la historia la muerte de la madre Inés (1951) y de sor Genoveva (1959), y el poder así acceder a una documentación familiar de lo más rica, nos hacían posible preparar una edición de gran amplitud, uniendo a las Cartas de Teresa -minuciosamente cotejadas con los originales, a los que el abate Combes apenas había tenido acceso- las de sus destinatarios y las de éstos entre sí.

Nació así la Correspondance Générale, que apareció en 1972, un año antes del centenario del nacimiento de Teresa de Lisieux. Así la santa volvía a encontrarse situada en la red de sus relaciones vivas y directas, donde su personalidad, vista en su contexto cercano, alcanza su verdadera dimensión. La sección de las Cartas del presente volumen es fruto de ese trabajo crítico.

5. Teresa y los destinatarios de sus cartas

La correspondencia de Teresa comprende 266 cartas y billetes -que hayamos encontrado-, de los cuales se han conservado 227 autógrafos4. Apenas veinte años -del 4 de abril de 1877 al 28 de agosto de 1897- separan el primer billete desmañado de una chiquilla de la última carta -patética- escrita por una santa en su lecho de muerte.

Por preciosa que pueda ser esta colección, no coincide con la actividad epistolar real de Teresa. La proporción de cartas desaparecidas puede estimarse alrededor de una tercera parte: cálculo hecho en base a la evidencia, a la tradición o a la hipótesis. Entre las pérdidas más lamentables, hay que citar un mínimo de cincuenta cartas perdidas que la santa envió al P. Pichon al Canadá, a quien escribía todos los meses.

Educada en un medio familiar bastante cerrado en sí mismo, ingresada a los quince años en una Orden religiosa en la que la "separación del mundo" estaba muy acentuada, muerta a los veinticuatro años, esta joven a quien Pío XI llamará un día "la niña querida por todo el mundo" conoció durante su vida un universo relacional más bien restringido. Su correspondencia refleja esa situación. Sólo la familia absorbe ya un 78%; la familia religiosa -excluyendo a sus tres hermanas carmelitas- totaliza apenas un 10%. El resto se reparte entre doce destinatarios: siete eclesiásticos, tres religiosas y dos amigas.

Estimulada por el ejemplo de su madre, de sus hermanas mayores e incluso de Celina, que tiene una pluma fácil, Teresa manifiesta muy pronto el deseo de comunicarse por escrito, e importuna a quienes la rodean para que vengan en su ayuda (Cta 3, 6, 7).

Con la entrada de Paulina en el Carmelo, el 2 de octubre de 1882, y el repliegue sobre sí misma que de ello se deriva para la niña, la comunicación parece bloquearse. Teresa, al decir de la señora Guérin, tiene que "romperse la cabeza buscando" (LD 514 del 4/5/1885, CG p. 188), y recurre habitualmente a un borrador, incluso para escribir a su prima carnal, María Guérin (cf Cta 19).

Esa inhibición persiste incluso tras la extraordinaria liberación de Navidad de 1886 cuando se trata de poner por escrito su vida profunda (Cta 28, 36). Ya en el Carmelo, en 1888-1890, un sencillo borrador de sor Inés de Jesús puede serle de gran utilidad para los casos más difíciles (Cta 70, 112).

Donde primero empieza a manifestarse la soltura es en la correspondencia con Celina (cf Cta 96 y los años 1891-1892). Pero habrá que esperar al año 1893 para que Teresa llegue a ese don de expresión que no cesará de irse perfeccionando hasta su muerte. Entonces, y dentro de las limitaciones que le imponen la Regla del Carmelo y las disposiciones de la priora (cf Ms C 32vº, 6), escribe de buen grado y largamente.

Señalemos que, a excepción de los billetes intercambiados al interior del Carmelo -para los que se necesitaba el consentimiento de la priora-, pocas cartas de Teresa fueron leídas únicamente por el destinatario. En los Buissonnets, no existe la correspondencia reservada. En el Carmelo, cualquier mensaje para el exterior es leído por la superiora, según la costumbre de aquel tiempo, y en más de un caso por sus hermanas mayores. ¿Influyó esta injerencia en la redacción de las cartas? En los primeros tiempos de su vida religiosa, es probable que sí: de hecho, se nota en algunos billetes a sor Inés de Jesús (Cta 54, 55, 76, 78, 95, etc.). Pero muy pronto, sin duda alguna como consecuencia de haberse situado en su verdad ante Dios, y sólo ante él, alcanza tal autonomía, que no parece afectarle en absoluto la intromisión de una tercera persona.

*

En una época en que el uso del teléfono (inventado en 1886) está aún poco extendido, las cartas juegan un papel importante en familias tan unidas como las Martin/Guérin. Unas cortas vacaciones en el campo o en el mar, o a fortiori el viaje a Italia en 1887, dan pie a una asidua actividad epistolar. Teresa se ajusta al ejemplo familiar.

Pero la clausura del Carmelo trazará una línea divisoria entre los destinatarios, a medida que la sucesiva entrada de las cuatro hermanas Martin y de María Guérin vayan separando o reuniendo a los miembros de la familia.

Por esa razón, a partir del 9 de abril de 1888, Teresa ya no tendrá que escribir a sus hermanas mayores, con las que se ha reunido en el Carmelo. La madre María de Gonzaga le da permiso para enviarles billetes durante sus ejercicios espirituales para la toma de hábito (10 de enero de 1889) y para la profesión (8 de septiembre de 1890), o durante sus retiros privados (1888-1890); luego entrará en un silencio casi total hasta finales de 1896. A partir de ahí, se esforzará por despistarlas, con billetes joviales, acerca de su estado físico.

Con el señor Martin, la situación es diferente. Si todas las cartas de Teresa carmelita a su padre corresponden a la época de su postulantado, ello se debe a que la enfermedad de su "Rey querido" viene a interrumpir bruscamente el diálogo. A partir de 1888, sus misivas se dirigen ya a un hombre disminuido. ¿No dice en mayo de 1889: "Papá es el hijito de Dios" (Cta 91)?

Celina es la destinataria privilegiada de las cartas de Teresa durante los seis años de su "destierro", antes de su entrada en el Carmelo (14/9/1894). Al acercarse su santo y su cumpleaños, se abstiene de la visita semanal al locutorio para asegurarse el derecho a "su" carta. Los meses críticos de febrero-mayo de 1889 y el verano de 1893 marcan unos tiempos fuertes en sus relaciones.

Hasta los dos años de su estancia en la Visitación (1893-1895), durante los cuales recibe once cartas, Leonia podría considerarse como la gran olvidada si ella misma no nos hubiese hecho saber que había roto varias cartas de su hermana. Es cierto también que a Teresa le "falta tiempo" para escribirle (Cta 105, 122), o que le hace llegar sus "recuerdos" sirviéndose de intermediarios (Cta 85). Pero en 1896-1897 tratará por igual a esta cliente ideal del "caminito" evangélico.

Las tradicionales felicitaciones de onomástico o de año nuevo a la familia Guérin no inspiran apenas a Teresa. En cambio, las necesidades espirituales de María la vuelven elocuente (1889-1890). Tras la entrada de ésta en el Carmelo (15/8/1895), la correspondencia con sus tíos se va distanciando.

En 1896-1897, su círculo familiar se ve aumentado con una familia espiritual: las novicias (seis cartas) que le ha confiado la madre María de Gonzaga, y los dos misioneros, los PP. Roulland y Bellière (once cartas), con los que se escribirá también la priora. La joven carmelita escribirá para ellos hermosas misivas, y sobre todo con el seminarista Bellière su entrega en las últimas semanas llegará al heroísmo.

6. Guiada por el Espíritu

Uno se queda realmente impresionado por los contrastes que se dan en esta correspondencia. La novicia de dieciséis años puede escribir lo mismo unas líneas incoloras a su prima María para felicitarla por su santo, que enviarle una carta de dirección espiritual que pronto provocará la admiración del papa Pío X. A los veinte años, y enferma, a los ojos de su tío sigue siendo "una buena jovencita", que escribe cartas sin ningún relieve, mientras que en realidad está enseñando a sus novicias y a sus hermanos espirituales el camino de "la confianza y del amor" que ella sola ha descubierto, guiada por el Espíritu.

Nada más engañoso que esa sencillez que se desliza en la monotonía de la vida cotidiana para pasar desapercibida. A nosotros nos gustaría que la santidad fuese algo sublime. Nada es así en esos billetes, muchas veces escritos a toda prisa. Pero hay que saber descifrar lo que realmente está ocurriendo en esa vida escondida y descubrir qué capacidad de amor puede esconderse en las cosas más anodinas, confiriéndoles una dimensión de eternidad. Mientras que las Ultimas Conversaciones nos ponen ante los ojos a alguien que ha alcanzado ya su plenitud, y que está encarando la muerte, las Cartas de Teresa manifiestan el dinamismo de una vida en busca del amor absoluto.

"¡¡¡Precioso tesoro, estas cartas, y complemento de su historia!!!", escribía el abate Bellière a la madre María de Gonzaga el 24 de noviembre de 1898. El seminarista había comprendido muy bien que la Historia de un Alma tenía que completarse con un buen número de cartas que cubren diversos períodos sobre los que Teresa pasa rápidamente en sus recuerdos. El propio Manuscrito B está compuesto de dos cartas, una de ellas dirigida a sor María del Sagrado Corazón y la otra a Jesús. El corpus de las Cartas de Teresa nos ofrece así los elementos de una verdadera biografía, inseparable de los Manuscritos autobiográficos.

En ellas se inscribe una "carrera de gigante", una trayectoria perfecta que no excluye las esperas, los deseos, los sufrimientos, pero que traduce sobre todo una audacia inflexible animada por la esperanza de alcanzar su objetivo: ese Amor misericordioso del que Teresa ha hecho la experiencia en cada etapa de su vida y que quiere difundir a su alrededor.

NOTAS A LA "INTRODUCCIÓN A LAS CARTAS":

1 André Combes (1899-1969), doctor en Teología y doctor en Letras, profesor de teología ascética y mística en el Instituto Católico de París, maestro de investigaciones en el CNRS; nombrado prelado doméstico en 1960.

2 En La petite Sainte Thérèse (Paris, 1947).

3 Texto más completo de esta carta en CG pp. 46-48.

4 Para la complicada historia de las cartas de Teresa, sus fuentes y su publicación, puede verse la Introducción general de la Correspondance générale, pp. 20-88.