La Reconciliación |
Contenido:
INTRODUCCIÓN
I QUÉ ES EL PECADO
II PECADOS FAMOSOS DE LA
HISTORIA
III ACTITUD DE CRISTO ANTE AL PECADO Y AL PECADOR
IV ACTITUD DEL HOMBRE FRENTE AL PECADO
V EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN
VI PARA UNA BUENA RECONCILIACIÓN
A. EXAMEN DE CONCIENCIA
D. DECIRLE LOS PECADOS AL CONFESOR
El hombre de hoy
puede llenar su vida con un sinfín de experiencias a las que en otra época no
había tenido acceso, pero en muchos casos no sabe para que, no tiene tiempo para
pensar la meta hacia la que se dirige.
El objeto de este documento es colaborar para que esa confusión no nos haga
perder la experiencia hermosa del encuentro con el Dios del perdón en el
sacramento de la reconciliación.
1. Dios
no es el policía que se encarga de mantener el orden levantando infracciones. Ni
el arbitro de fútbol que nos acecha para sorprendernos en un error.
Dios es amor. Y lo ha demostrado haciéndose hombre, rebajándose a hacerse un
hombre como nosotros.
El cristianismo no es un conjunto de prohibiciones, sino un camino de vida, el
camino de vida y de crecimiento que nuestro padre amoroso ha trazado para la
felicidad de nosotros sus hijos.
2. El
pecado es la osadía del hombre que rechaza ese designo de amor que Dios le
propone. El pecado es desamor.
El hombre es el único animal capaz de decirle si a Dios ( esa es su grandeza),
pero también es único capaz de rebelarse contra Dios.
3. El pecado es un verdadero suicidio eterno porque renunciamos voluntariamente a la felicidad eterna que Dios nos propone. El pecado supone decirle a Dios " Señor, no me gusta el proyecto que Tú has ideado para hacerme feliz. No voy a ser feliz si sigo lo que Tú habías previsto para mí. Por eso yo voy a construir mi felicidad a mi manera".
"No te serviré más". No quisieron conformarse con ser ángeles y pretendieron ser dioses.
Empezaron a
pensar que ellos podían conseguir por su propia cuenta una felicidad mayor que
la recibida de manos de Dios y decidieron apartarse del plan que Dios les había
trazado. Pero Dios había creado libres a Adán y a Eva y respetó la decisión que
libremente tomaron. Los había querido hacer sus amigos, no sus esclavos; es
decir, Dios no quiso crear un hombre que aceptara sus dones, su Amor, por
imposición, sino libremente. Dios quiso crear al hombre para enseñarle a amar.
Con su pecado Adán y Eva le dicen a Dios que prefieren buscar la felicidad lejos
de El, que confían mas en sus propias fuerzas que en amor de Dios.
Sabían que Dios,
en su absoluta misericordia, se había comprometido a mandar un Salvador que
sacaría al hombre para siempre del abismo en que cayo por el pecado. Sin embargo
fueron haciéndose una imagen del Salvador a su capricho y la deformaron tanto
que, cuando lo tuvieron enfrente no lo reconocieron. Jesús de Nazaret era un
impostor porque no encajaba en el molde que ellos habían ideado para el
Salvador.
También en nuestros días tratamos de hacernos un cristianismo a la medida, listo
para llevar. Estamos dispuestos a aceptar el plan de Dios sólo en caso de que se
acomode a nuestros intereses y comodidades.
Tú no has sabido
seguir el plan de Dios y has cometido la insensatez de buscar la felicidad por
tu cuenta. Quisiste ser tu propio dios y un dios así, con minúscula, no puede
hacer feliz a nadie.
Dios nos ama individualmente y muere en la cruz por cada uno de nosotros.
Pensamos que Dios no se entristece por las ofensas de un hombre insignificante
como yo, sin darnos cuenta de que su tristeza, igual que su amor, es tamaño
Dios.
Los judíos
pensaban poner en ridículo a Jesús: o negaba su mensaje de perdón o negaba la
ley de Moisés.
"El que este libre de culpa, tire la primera piedra". ¿Quien soy yo para
condenar a mi hermano caído? Por qué me siento con derecho a juzgar los actos de
mis semejantes o incluso sus intenciones con tanta facilidad? ¿Por qué en vez de
preocuparme por las fallas de los demás no me preocupo de pedirle perdón a Dios
por las mías propias?
"Vete y no peques más". Es decir: Yo no te condeno a morir lapidada, porque lo
que me interesa es que no peques más. A Jesús no le interesa acabar de hundir al
pecado, sino sacarlo del abismo en que se encuentra, por profundo que sea.
Cristo está en la cruz. Sus enemigos lo insultan y lo humillan. Cualquiera de nosotros, ante tanto abuso y bajeza, se sentiría justificado de liberar toda la furia en un castigo ejemplar. Jesús podía desintegrarlos allí mismo, pero quiso dejarnos una lección mucho más hermosa: el perdón. "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen". El amor de Dios sufre porque esos corazones duros no quieren abrirle sus puertas.
Encontramos un
gusto muy especial en descubrir las fallas de los demás; porque nuestros
corazones mezquinos tienden, por instinto, a aplicar al prójimo la rigidez de
una ley que, quizá en el fondo, ni siquiera signifique mucho para nosotros.
Apoyados en nuestra justicia, tan humana como estrecha negamos otra oportunidad
de rehacerse al hermano caído. Jesús, sin embargo, tiene siempre otra
oportunidad para darnos, incluso cuando nuestro pecado es tan grande que nos
hace perder toda esperanza. Para El, mientras haya un alma que lo busca, no hay
casos perdidos.
El hombre cuando se atreve a pedir perdón es cuando mas se parece a Dios.
Hay un pecado que ni siquiera Dios puede perdonar y que, por ello, es el mas grave de todos: el pecado contra el Espíritu Santo. Es el pecado de aquel que cierra la puerta de su corazón a Dios; aquel que se siente tan satisfecho o desilusionado de sí mismo que no acepta el perdón de Dios.
La diferencia
abismal entre Judas y Pedro está en su forma de responder a la mano que Cristo
les tiende a los dos traidores. Judas, angustiado, no acepta la mano
misericordiosa de Dios y se ahorca, poniendo fin a toda esperanza. Pensó que la
gravedad de su pecado era más grande que la misericordia de Dios, o, quizá, se
le hizo muy duro reemprender el camino correcto.
Pedro siente en la mirada silenciosa de Cristo una mano de perdón y sale fuera
de la casa del sumo sacerdote llorando amargamente por su pecado. Pedro sabe que
le ha fallado a Jesús y sufre por ello, pero sabe también que el amor de su
Maestro es mucho mas grande que su traición y arde en deseos de enmendar su
error.
Donde hay hombres hay fallas, la diferencia está en que unos saben aceptar la
misericordia de Dios y otros no.
Dios tiende su mano misericordiosa a todo pecador sin excepción. A nosotros nos llega esa mano a través del sacramento de la reconciliación.
El sacramento de
la reconciliación lo instituyó Cristo.
Ya desde los primeros siglos de la Iglesia tenemos noticias de la práctica de
este sacramento.
La iglesia prefiere el término "reconciliación", en lugar de "penitencia", para
resaltar aquello que es más esencial en el sacramento: el reencuentro con
alguien que me ama y a quien me duele haber tratado tan injustamente; a quien me
duele haber lastimado con mi pecado.
Meditar el
precio que costó al Señor instituirlo.
Si para alguien es costosa una confesión es para Dios que nos perdona.
Cristo tuvo que sudar sangre de angustia; tuvo que soportar insultos, salivazos,
bofetadas, latigazos, la corona de espinas, la crucifixión, la traición de los
suyos, el desprecio y la burla de sus enemigos, la soledad: tuvo que afrontar la
misma muerte. Este es el precio que Cristo estuvo dispuesto a pagar por salvarte
de tu pecado, porque te ama.
Se trata de
zambullirte en ti mismo, en tu vida, en tu historia, para detectar aquello que
no está como a Dios le gustaría que estuviese.
Hay que ser muy honestos con Dios, sin hacerse sofismas, llamar pan al pan y
vino al vino.
Busca la raíz de tus problemas para remediarlos mejor.
Evita las grabaciones memorizadas.
Cuando el amor es grande se fija más en los pequeños detalles. Cuando más cerca
está un alma de Dios, más sensible es a los pequeños detalles.
El examen de conciencia consiste en detectar en qué he lastimado a alguien que
amo y que me ama.
El Decálogo (los diez Mandamientos) es el programa de
vida que Dios nos preparó al crearnos. El pecado está en rechazar ese plan de
Dios.
1. Amarás a Dios sobre todas las cosas
1. Dios te pide: reconocerle como tu Creador y Dueño, como Aquel de quien vienes y a quien tienes ligado tu destino eterno.
2. Pecados contra el primer mandamiento:
1o. Poner
en el primer lugar de mi jerarquía de valores a algo o a alguien que no sea
Dios.
2o. Descuidar negligentemente la intimidad y unión con Dios (oración,
piedad, sacramentos).
3o. Sacrilegio: Tratar sin respeto cosas o personas consagradas a Dios.
4o. Tentar a Dios: Exigir una señal de Dios como condición.
5o. Abuso de la misericordia de Dios: No corregir nuestra vida pecaminosa
por la seguridad de que la misericordia de Dios nos perdonará.
6o. Desesperanza: Considerar que Dios no nos puede salvar y dejar de
esperar en la salvación.
7o. Rechazar las verdades de la fe.
8o. Superstición.
2. No tomarás el nombre de Dios en vano
1. Dios te pide: guardarle el respeto debido.
2. Pecados contra el segundo mandamiento:
1o.
Perjurio (jurar en falso).
2o. Blasfemia.
3o. Incumplir las promesas y juramentos hechos a Dios.
1. Dios te pide: Dedicar un día a la semana al descanso para fomentar tu relación con Dios:
1o. Ir a
misa todos los domingos y fiestas de obligación.
2o. Durante esos domingos o fiestas, no dedicarse a trabajos que impidan
cumplir con el precepto.
2. Pecados contra el tercer mandamiento:
1o.
Faltar a misa los domingos o fiestas de precepto.
2o. Realizar trabajos que impidan cumplir con el precepto.
4. Honrarás a tu padre y a tu madre
1. Dios te pide: cumplir con los deberes que vincular recíprocamente a padres e hijos
5. No matarás (servirás a la vida)
1. Dios te pide: no lastimar ni atentar contra la vida propia o ajena, física o moral.
2. Pecados contra el quinto mandamiento
1o.
Pecados contra la propia vida
a) Intento de suicidio
b) Autolesionarse físicamente
c) Exponer imprudentemente la vida
d) Embriagarse o drogarse
2o.
Pecados contra la vida ajena
a) Las críticas y la difusión de los defectos ajenos; las calumnias.
b) Maltratar físicamente a otras personas.
c) El aborto
6. No fornicarás (servirás al amor)
1. Dios te pide: el recto uso del instinto sexual, un uso acorde a la naturaleza que El, al crearnos nos dio.
Dios nos creó
hombre y mujer. Dos sexos complementarios que, por su misma dinámica interna se
atraen y cada uno busca en el otro lo que le falta. A diferencia de otros
animales, Dios dotó al hombre de inteligencia y voluntad (racionalidad). El
hombre es el único animal cuya sexualidad debe estar iluminada por el amor. Así,
la sexualidad humana tiene dos finalidades intrínsecas: (1) manifestar el amor,
en la unión plena, (2) toma vida en un ser nuevo igualmente capaz de amar.
Los esposos deben vivir su relación sexual de acuerdo al plan de Dios. Su
sexualidad debe estar abierta a sus dos fines: la manifestación del amor y la
procreación de la vida. Cuando se excluye uno de estos dos fines, el ejercicio
de la sexualidad se aparta del plan de Dios.
2. Pecados contra el sexto mandamiento:
1o.
Pecados cometidos en solitario:
a) Masturbación
b) Pensamientos y deseos morbosos consentidos.
c) Pornografía
2o. Pecados cometidos con una persona del sexo contrario: fornicación,
adulterio, caricias deshonestas, tocamientos...
3o. Pecados cometidos con una persona del propio sexo (homosexualidad)
7. No robarás (servirás a la justicia)
1. Dios te
pide: el contenido primario es muy claro. No es lícito adueñarse de cosas
que pertenecen a otros.
Sin embargo, más en general, Dios nos recuerda en él la exigencia de la
justicia.
2. Pecados contra el séptimo mandamiento
1o. El
robo
2o. El trato injusto a personas que dependen económicamente de mí.
3o. No cumplir a conciencia mis obligaciones profesionales.
4o. El despilfarro de bienes económicos.
5o. El apego desproporcionado a las riquezas o al poder.
8. No mentirás (servirás a la verdad)
1. Dios te pide: vivir siempre de cara a la verdad
2. Pecados contra el octavo mandamiento: La mentira. Mentir es decir lo contrario de lo que se piensa para engañar.
9. No desearás la mujer de tu prójimo
1. Dios te pide: fidelidad y respeto al sacramento del matrimonio.
2. Pecados contra el noveno mandamiento: Adulterio.
10. No codiciarás los bienes ajenos
1. Dios nos pide: disfrutar lo que el nos da sabiendo tomarlo como don de su amor sin poner los ojos en los bienes o la posición de los demás.
2. Pecados
contra el décimo mandamiento
1o. Envidia
2o. Malquerencias, calumnias, conflictos familiares, etc.
Es no hacer todo
el bien que razonablemente estaría en tus manos realizar.
El cristianismo no es sólo, evitar el mal, sino buscar el bien; no se trata de
no pecar simplemente, sino de crecer en la santidad día a día. Tienes la
responsabilidad de poner a producir todos los talentos que Dios te ha dado.
Que te duela
haber pecado. No porque viste derrumbarse la imagen que tenías de ti mismo y
descubriste la miseria en tu corazón, sino porque has entristecido injustamente
a Jesús. Que te duela haber defraudado a un Dios que estuvo dispuesto a ser
crucificado por amor a ti.
Dios quiere que todos alcancemos la felicidad eterna, que nadie se pierda
eternamente para el Amor: pero nos creó libres y no puede contradecirse así
mismo obligándonos al final a aceptar su amor cuando lo hemos rechazado.
"Dios que te creó sin pedirte permiso, no puede salvarte sin tu colaboración"
San Agustín.
Para que el
deseo de ser perdonado y el dolor por la ofensa a Dios tengan credibilidad, se
necesita un sincero propósito de no volver a pecar.
El hombre no puede dar certezas de que no volverá a pecar pero sí puede asegurar
que pondrá su mejor esfuerzo por ser como Dios lo quiere en adelante.
No tiene sentido pedirle perdón a Dios si no estoy dispuesto a luchar por el
cambio.
Jesucristo nos
conquistó en la cruz el perdón de los pecados. El quiso dejar en manos de los
apóstoles y sus sucesores ese perdón por el que pagó tan alto precio.
Fue el mismo Jesús el que quiso que el perdón nos llegara a través de la
Iglesia, y concretamente, sus sacerdotes.
Algunos de los prejuicios que más afectan a la confesión:
1. "Mi
pecado es demasiado grave, me da vergüenza lo que el sacerdote pueda pensar".
Sólo hay un pecado sin remedio y, por eso realmente abominable: no querer pedir
perdón. Pero siempre es mayor la alegría de Dios por perdonarte y verte junto a
El que lo trágico del pecado. El sacerdote es consiente de todo ello y
participará del "gozo que hay en el cielo por un pecador que se arrepiente".
2. "El sacerdote es muy duro e irascible". Es una actitud infantil que
revela un total desconocimiento del sacramento. Hay que saber prescindir de la
persona concreta que está sentada en el confesionario: en ese momento es el
representante de Cristo y eso es lo principal.
3. "Ha pasado mucho tiempo desde mi última confesión": en lugar de ser un
obstáculo debe ser una motivación para acercarse al sacramento. Jesús quiere
perdonarte y no lo dejas.
4. Evita "tantear" al confesor: para la validez del sacramento es
necesario decir todos los pecados mortales desde la última confesión y se
recomienda decir también los veniales aunque no haya obligación estricta.
También es necesario hacer, cuando se requiera y de manera sucinta, aquellas
especificaciones que pueden cambiar la naturaleza o gravedad del pecado.
5. Evita las tácticas dilatorias: frecuentemente se deben al deseo de
justificarse o de rebajar la propia responsabilidad.
La penitencia tiene dos finalidades: por un lado te ayuda como correctivo para no pecar más y, por otro lado, será una forma de recomponer el orden que Dios estableció y que tú has roto con tu pecado. En el sacramento se perdona tu pecado, pero el desorden que con él introdujiste en el mundo persiste y necesitas purificarte de él y de sus consecuencias.
Pecado mortal es
aquel que, por su malicia, ofende gravemente a Dios, hace perder al hombre el
estado de gracia y le hace merecedor del infierno. Se llama mortal por la muerte
espiritual y eterna que genera. Encierra un rechazo radical de Dios-Amor: optar
por algo que sabemos le ofende de manera grave supone, lógicamente, un
alejamiento radical de El.
Pecado mortal es aquel que, ofendiendo también a Dios, no encierra una malicia o
gravedad que conlleva un rechazo radical de su amor, un apartamiento total de su
plan.
Son tres los elementos del pecado mortal:
1. Materia grave: para que exista pecado mortal es necesario que sea lesionado algún principio moral básico, algún aspecto importante del plan de Dios para el hombre.
2. Pleno conocimiento: Que la persona que comete el pecado se percate de lo que está haciendo.
3. Pleno consentimiento: debe existir un movimiento de la libre voluntad humana. Un acto humano no será pecaminoso si no ha sido realizado libremente.
Es necesario
acudir al sacramento de la reconciliación siempre que se haya cometido un pecado
mortal.
Es recomendable acudir con mayor frecuencia al sacramento. Este te ayuda no sólo
al perdonarte los pecados sino al fortalecer tu vida cristiana con la gracia que
recibes.
El sacramento puede administrarse comunitariamente, con una absolución general, en casos de emergencia. Pero, aquellos que reciben una absolución general o comunitaria, quedan obligados de todos modos a confesarse en forma individual con el sacerdote a la mayor brevedad posible.
No deberá comulgar nadie en pecado mortal sin antes confesarse. Si no existen pecados graves basta con hacer un acto de contrición internamente, arrepentimiento sincero, como costumbre saludable antes de recibir al Señor.
Dios preguntará
a tu corazón : "Has amado?". No nos preguntará que hemos hecho, sino si hemos
amado. Para nosotros amar será olvidarnos de nosotros mismos y empezar a pensar
más en Dios y los que nos rodean.
La esencia del cristianismo es el amor. Ciframos nuestra vida en no pecar. El
cristianismo consiste no en no morir, sino en vivir y crecer, no en simplemente
no pecar sino amar.
En cada una de nuestras faltas es Cristo el que me dice: "no me diste de comer,
no me diste de beber, estuve enfermo y no me visitaste...necesitaba perdón y no
me lo diste, me criticaste, me calumniaste, me insultaste, no me tuviste
paciencia, creaste la división dentro de nuestra familia, me humillaste, me
despreciaste, me juzgaste con dureza, preferiste tu vida cómoda en lugar
molestarte en ayudarme".
Perdonar es
tarea de Dios y no hay alma más bella que aquella que vive el perdón, porque en
el perdón refleja a Dios.
Cuando el alma hace la experiencia del perdón pedido y recibido como fruto del
amor; cuando el alma vislumbra, aunque sea en una mínima parte, la hermosura del
amor de Dios que le perdona, caen todos los prejuicios y entra en ella esa paz
que tan lejos está de tantas personas. La misma paz que inundó el corazón de
Pedro o que cambió para siempre la vida de María Magdalena.
Síntesis del
libro
Ricardo Sada Castaño, L. C.
Proyección Mundial, México, D. F. 1993