CAPITULO SEGUNDO
LOS SACRAMENTOS DE CURACIÓN


1420 Por los sacramentos de la iniciación cristiana, el hombre 
recibe la vida nueva de Cristo. Ahora bien, esta vida la llevamos en 
"vasos de barro" (2 Co 4, 7). Actualmente está todavía "escondida 
con Cristo en Dios" (Col 3, 3). Nos hallamos aún en "nuestra 
morada terrena" (2 Co 5, 1), sometida al sufrimiento, a la 
enfermedad y a la muerte. Esta vida nueva de hijo de Dios puede 
ser debilitada e incluso perdida por el pecado. 

1421 El Señor Jesucristo, médico de nuestras almas y de 
nuestros cuerpos, que perdonó los pecados al paralítico y le 
devolvió la salud del cuerpo (cf Mc 2, 1-12), quiso que su Iglesia 
continuase, con la fuerza del Espíritu Santo, su obra de curación y 
de salvación, incluso en sus propios miembros. Esta es la finalidad 
de los dos sacramentos de curación: del sacramento de la 
Penitencia y de la Unción de los enfermos. 


Artículo 4 

EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA Y DE LA 
RECONCILIACION

1422 980 "Los que se acercan al sacramento de la Penitencia 
obtienen de la misericordia de Dios el perdón de los pecados 
cometidos contra El y, al mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia, 
a la que ofendieron con sus pecados. Ella les mueve a conversión 
con su amor, su ejemplo y sus oraciones" (LG 11).


I EL NOMBRE DE ESTE SACRAMENTO

1423 1989 Se le denomina sacramento de conversión porque 
realiza sacramentalmente la llamada de Jesús a la conversión (cf Mc 
1, 15), la vuelta al Padre (cf Lc lS, 18) del que el hombre se había 
alejado por el pecado.
1440 Se denomina sacramento de la Penitencia porque consagra 
un proceso personal y eclesial de conversión, de arrepenti miento y 
de reparación por parte del cristiano pecador.

1424 1456 Es llamado sacramento de la confesión porque la 
declaración o manifestación, la confesión de los pecados ante el 
sacerdote, es un elemento esencial de este sacramento. En un 
sentido profundo este sacramento es también una "confesión", 
reconocimiento y alabanza de la santidad de Dios y de su 
misericordia para con el hombre pecador.
1449 Se le llama sacramento del perdón porque, por la 
absolución sacramental del sacerdote, Dios concede al penitente "el 
perdón y la paz" (OP, fórmula de la absolución).
1442 Se le denomina sacramento de reconciliación porque otorga 
al pecador el amor de Dios que reconcilia: "Dejaos reconciliar con 
Dios" (2 Co 5, 20). El que vive del amor misericordioso de Dios está 
pronto a responder a la llamada del Señor: "Ve primero a 
reconciliarte con tu hermano" (Mt 5, 24).


II POR QUÉ UN SACRAMENTO DE LA 
RECONCILIACION DESPUES DEL BAUTISMO

1425 1263 "Habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis 
sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu 
de nuestro Dios" (1 Co 6, 11). Es preciso darse cuenta de la 
grandeza del don de Dios que se nos hace en los sacramentos de 
la iniciación cristiana para comprender hasta qué punto el pecado 
es algo que no cabe en aquel que "se ha revestido de Cristo" (Ga 
3, 27). Pero el apóstol S. Juan dice también: "Si decimos: 'no 
tenemos pecado', nos engañamos y la verdad no está en nosotros" 
(1 Jn 1, 8). Y el Señor mismo nos enseñó a orar: "Perdona 
nuestras ofensas" 2838 (Lc 11, 4), uniendo el perdón mutuo de 
nuestras ofensas al perdón que Dios concederá a nuestros 
pecados.

1426 La conversión a Cristo, el nuevo nacimiento por el 
Bautismo, el don del Espíritu Santo, el Cuerpo y la Sangre de Cristo 
reci bidos como alimento nos han hecho "santos e inmaculados 
ante él" (Ef 1, 4), como la Iglesia misma, esposa de Cristo, es "santa 
e inmaculada ante él" (Ef 5, 27). Sin embargo, la vida nueva 
recibida en la iniciación cristiana no suprimió la fragilidad y la 
debilidad de la naturaleza humana, ni la inclinación al pecado que la 
tradición llama concupiscencia, y que permanece en los bautizados 
a 405 978 fin de que sirva de prueba en ellos en el combate de la 
vida cristiana 1264 ayudados por la gracia de Dios (cf DS 1515). 
Esta lucha es la de la conversión con miras a la santidad y la vida 
eterna a la que el Señor no cesa de llamarnos (cf DS 1545; LG 
40).


III LA CONVERSION DE LOS BAUTIZADOS
CV/PRIMERA-SEGUNDA

1427 Jesús llama a la conversión. Esta llamada es una parte 541 
esencial del anuncio del Reino: "El tiempo se ha cumplido y el Reino 
de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva" (Mc 1, 
15). En la predicación de la Iglesia, esta llamada se dirige 
primeramente a los que no conocen todavía a Cristo y su Evangelio. 
Así, el Bautismo es el lugar principal de la conversión primera y 
fundamental. Por la fe en la Buena Nueva y por el Bautismo (cf Hch 
2, 38) 1226 se renuncia al mal y se alcanza la salvación, es decir, la 
remisión de todos los pecados y el don de la vida nueva.

1428 Ahora bien, la llamada de Cristo a la conversión sigue 
resonando en la vida de los cristianos. Esta segunda conversión es 
1036 una tarea ininterrumpida para toda la Iglesia que "recibe en su 
propio seno a los pecadores" y que siendo "santa al mismo tiempo 
que necesitada de purificación constante, busca sin cesar la 
penitencia y la renovación" (LG 8). Este esfuerzo de conversión no 
es 853 sólo una obra humana. Es el movimiento del "corazón 
contrito" (Sal 51, 19), atraído y movido por la gracia (cf Jn 6, 44; 12, 
32) a 1996 responder al amor misericordioso de Dios que nos ha 
amado primero (cf 1 Jn 4, 10).

1429 De ello da testimonio la conversión de S. Pedro tras la triple 
negación de su Maestro. La mirada de infinita misericordia de Jesús 
provoca las lágrimas del arrepentimiento (Lc 22, 61) y, tras la 
resurrección del Señor, la triple afirmación de su amor hacia él (cf 
Jn 21, 15-17). La segunda conversión tiene también una dimensión 
comunitaria. Esto aparece en la llamada del Señor a toda la Iglesia: 
"'Arrepiéntete!" (Ap 2, 5.16). 
CV/AGUA/BAU-LAGRIMAS: ·Ambrosio-SAN dice acerca de las dos 
conversiones que, en la Iglesia, "existen el agua y las lágrimas: el agua del Bautismo y las lágrimas de la Penitencia" (ep.41,12). 


IV LA PENITENCIA INTERIOR

1430 Como ya en los profetas, la llamada de Jesús a la 
conversión y a la penitencia no mira, en primer lugar, a las obras 
exteriores "el saco y la ceniza", los ayunos y las mortificaciones, 
sino a 1098 la conversión del corazón, la penitencia interior. Sin ella, 
las obras de penitencia permanecen estériles y engañosas; por el 
contrario, la conversión interior impulsa a la expresión de esta 
actitud por medio de signos visibles, gestos y obras de penitencia 
(cf JI 2, 1213; Is 1, 16-17; Mt 6, 1-6.16-18). 

1431 La penitencia-interior es una reorientación radical de 
toda la vida, un retorno, una conversión a Dios con todo nuestro 
corazón, 1451 una ruptura con el pecado, una aversión del mal, con 
repugnancia hacia las malas acciones que hemos cometido. Al 
mismo tiempo, comprende el deseo y la resolución de cambiar de 
vida con la esperanza de la misericordia divina y la confianza en la 
ayuda de su gracia. Esta conversión del corazón va acompañada 
de dolor y tristeza saludables que los Padres llamaron 368 "animi 
cruciatus" (aflicción del espíritu), "compunctio cordis" 
(arrepentimiento del corazón) (cf Cc. de Trento: DS 1676-1678; 
1705; Catech. R. 2, 5,4). 

1432 CV/CAUSA: El corazón del hombre es rudo y endurecido. 
Es preciso que Dios dé al hombre un corazón nuevo (cf Ez 36, 
26-27). 1989 La conversión es primeramente una obra de la gracia 
de Dios que hace volver a él nuestros corazones: "Conviértenos, 
Señor, y nos convertiremos" (Lc 5, 21). Dios es quien nos da la 
fuerza para comenzar de nuevo. Al descubrir la grandeza del amor 
de Dios, nuestro corazón se estremece ante el horror y el peso del 
pecado y comienza a temer ofender a Dios por el pecado y verse 
separado de él. El corazón humano se convierte mirando al que 
nuestros pecados traspasaron (cf Jn 19, 37; Za 12, 10). 
Tengamos los ojos fijos en la sangre de Cristo y comprendamos cuán 
preciosa es a su Padre, porque, habiendo sido derramada para nuestra 
salvación, ha conseguido para el mundo entero la gracia del 
arrepentimiento (S. Clem. Rom. Cor 7,4). 

1433 Después de Pascua, el Espíritu Santo "convence al mundo 
729 en lo referente al pecado" (Jn 16, 8-9), a saber, que el mundo 
no ha creído en el que el Padre ha enviado. Pero este mismo 
Espíritu, que desvela el pecado, es el Consolador (cf Jn 15, 26) que 
da al 692 1848 corazón del hombre la gracia del arrepentimiento y de 
la conversión (cf Hch 2, 36-38; Juan Pablo II, DeV 27-48).


V DIVERSAS FORMAS DE PENITENCIA EN LA VIDA CRISTIANA

1434 La penitencia interior del cristiano puede tener expresiones muy 
variadas. La Escritura y los Padres insisten sobre todo en tres formas: el 
ayuno, la oración, la limosna (cf Tb 12, 8; Mt 6, 1-18), que expresan la 
conversión con relación a sí mismo, con relación a Dios y con relación a 
1969 los demás. Junto a la purificación radical operada por el Bautismo o 
por el martirio, citan, como medio de obtener el perdón de los pecados, 
los esfuerzos realizados para reconciliarse con el prójimo, las lágrimas de 
penitencia, la preocupación por la salvación del prójimo (cf St 5, 20), la 
intercesión de los santos y la práctica de la caridad "que cubre multitud 
de pecados" (1 P 4,8).

1435 La conversión se realiza en la vida cotidiana mediante gestos de 
reconciliación, la atención a los pobres, el ejercicio y la defensa de la jus 
ticia y del derecho (cf Am 5,24; Is 1,17), por el reconocimiento de nues 
tras faltas ante los hermanos, la corrección fraterna, la revisión de vida, el 
examen de conciencia, la dirección espiritual, la aceptación de los sufri 
mientos, el padecer la persecución a causa de la justicia. Tomar la cruz 
cada día y seguir a Jesús es el camino más seguro de la penitencia (cf Lc 
9,23)

1436 Eucaristía y Penitencia. La conversión y la penitencia diarias 
encuentran su fuente y su alimento en la Eucaristía, pues en ella se hace 
presente el sacrificio de Cristo que nos reconcilió con Dios; por ella son 
alimentados y fortificados los que viven de la vida de Cristo; "es el antí 
doto que nos libera de nuestras faltas cotidianas y nos preserva de 
pecados 1394 mortales" (Cc. de Trento: DS 1638).

1437 La lectura de la Sagrada Escritura, la oración de la Liturgia 
de las Horas y del Padre Nuestro, todo acto sincero de culto 0 de 
piedad rea viva en nosotros el espíritu de conversión y de 
penitencia y contribuye al perdón de nuestros pecados.

1438 Los tiempos y los días de penitencia a lo largo del año 
litúrgico (el tiempo de Cuaresma, cada viernes en memoria de la 
muerte del Señor 540) son momentos fuertes de la práctica 
penitencial de la Iglesia (cf SC 109-110, CIC can. 1249-1253, CCEO 
880-883). Estos tiempos son particularmente apropiados para los 
ejercicios espirituales, las liturgias penitenciales, las 
peregrinaciones como signo de penitencia, las privaciones 2043 
voluntarias como el ayuno y la limosna, la comunicación cristiana de 
bienes (obras caritativas y misioneras). 

1439 El proceso de la conversión y de la penitencia fue descrito 
maravillosamente por Jesús en la parábola llamada "del hijo pródigo", 545 
cuyo centro es "el padre misericordioso" (Lc 15, 11-24): la fascinación de 
una libertad ilusoria, el abandono de la casa paterna; la miseria extrema 
en que el hijo se encuentra tras haber dilapidado su fortuna; la humillación 
profunda de verse obligado a apacentar cerdos, y peor aún, la de desear 
alimentarse de las algarrobas que comían los cerdos; la reflexión sobre 
los bienes perdidos; el arrepentimiento y la decisión de declararse 
culpable ante su padre, el camino del retorno; la acogida generosa del 
padre; la alegría del padre: todos éstos son rasgos propios del proceso de 
conversión. El mejor vestido, el anillo y el banquete de fiesta son símbolos 
de esta vida nueva, pura, digna, llena de alegría que es la vida del hombre 
que vuelve a Dios y al seno de su familia, que es la Iglesia. Sólo el 
corazón de Cristo que conoce las profundidades del amor de su Padre, 
pudo revelarnos el abismo de su misericordia de una manera tan llena de 
simplicidad y de belleza. 


VI EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA Y DE LA 
RECONCILIACION

1440 1850 El pecado es, ante todo, ofensa a Dios, ruptura de la 
comunión con El. Al mismo tiempo, atenta contra la comunión con la 
Iglesia. Por eso la conversión implica a la vez el perdón de Dios y la 
reconciliación con la Iglesia, que es lo que expresa y realiza 
litúrgicamente el sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación 
(cfLG 11).

Sólo Dios perdona el pecado

1441 270 431 Sólo Dios perdona los pecados (cf Mc 2, 7). Porque 
Jesús es el Hijo de Dios, dice de sí mismo: "El Hijo del hombre tiene 
poder de perdonar los pecados en la tierra" (Mc 2, 10) y ejerce ese 
poder 589 divino: "Tus pecados están perdonados" (Mc 2, 5; Lc 7, 
48). Más aún, en virtud de su autoridad divina, Jesús confiere este 
poder a los hombres (cf Jn 20, 21-23) para que lo ejerzan en su 
nombre.

1442 Cristo quiso que toda su Iglesia, tanto en su oración como 
en su vida y su obra, fuera el signo y el instrumento del perdón y de 
la reconciliación que nos adquirió al precio de su sangre. Sin 983 
embargo, confió el ejercicio del poder de absolución al ministerio 
apostólico, que está encargado del "ministerio de la reconciliación" 
(2 Co 5, 18). El apóstol es enviado "en nombre de Cristo", y "es 
Dios mismo" quien, a través de él, exhorta y suplica: "Dejaos 
reconciliar con Dios" (2 Co 5, 20).

Reconciliación con la Iglesia

1443 Durante su vida pública, Jesús no sólo perdonó los 
pecados, también manifestó el efecto de este perdón: a los 
pecadores que son perdonados los vuelve a integrar en la 
comunidad del pueblo de Dios, de donde el pecado los había 
alejado o incluso excluido. Un signo manifiesto de ello es el hecho 
de que Jesús admite a los pecadores a su mesa, más aún, El mismo 
se sienta a su mesa, 545 gesto que expresa de manera 
conmovedora, a la vez, el perdón de Dios (cf Lc 15) y el retorno al 
seno del pueblo de Dios (cf Lc 19,9). 

1444 Al hacer partícipes a los apóstoles de su propio poder de 
981 perdonar los pecados, el Señor les da también la autoridad de 
reconciliar a los pecadores con la Iglesia. Esta dimensión eclesial de 
su tarea se expresa particularmente en las palabras solemnes de 
Cristo a Simón Pedro: "A ti te daré las llaves del Reino de los cielos; 
y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que 
desates en la tierra quedará desatado en los cielos" (Mt 16, 19). 
"Está claro que también el Colegio de los Apóstoles, unido a su 
Cabeza (cf Mt 18, 18; 28, 16-20), recibió la función de atar y 
desatar dada a Pedro (cf Mt 16, 19)" (LG 22). 

1445 Las palabras atar y desatar significan: aquel a quien 553 
excluyáis de vuestra comunión, será excluido de la comunión con 
Dios; aquel a quien recibáis de nuevo en vuestra comunión, Dios lo 
acogerá también en la suya. La reconciliación con la Iglesia es 
inseparable de la reconciliación con Dios.

El sacramento del perdón

1446 Cristo instituyó el sacramento de la Penitencia en favor de 
979 todos los miembros pecadores de su Iglesia, ante todo para los 
que, después del Bautismo, hayan caído en el pecado grave y así 
hayan 1856 perdido la gracia bautismal y lesionado la comunión 
eclesial. El sacramento de la Penitencia ofrece a éstos una nueva 
posibilidad de convertirse y de recuperar la gracia de la 
justificación. Los Padres 1990 de la Iglesia presentan este 
sacramento como "la segunda tabla (de salvación) después del 
naufragio que es la pérdida de la gracia" (Tertuliano, peen. 4, 2; cf 
Cc. de Trento: DS 1542). 

1447 A lo largo de los siglos la forma concreta, según la cual la Iglesia 
ha ejercido este poder recibido del Señor ha variado mucho. Durante los 
primeros siglos, la reconciliación de los cristianos que habían cometido 
pecados particularmente graves después de su Bautismo (por ejemplo, 
idolatría, homicidio o adulterio), estaba vinculada a una disciplina muy 
rigurosa, según la cual los penitentes debían hacer penitencia pública por 
sus pecados, a menudo, durante largos años, antes de recibir la 
reconciliación. A este "orden de los penitentes" (que sólo concernía a 
ciertos pecados graves) sólo se era admitido raramente y, en ciertas 
regiones, una sola vez en la vida. Durante el siglo VII, los misioneros 
irlandeses, inspirados en la tradición monástica de Oriente, trajeron a 
Europa continental la práctica "privada" de la Penitencia, que no exigía la 
realización pública y prolongada de obras de penitencia antes de recibir la 
reconciliación con la Iglesia. El sacramento se realiza desde entonces de 
una manera más secreta entre el penitente y el sacerdote. Esta nueva 
práctica preveía la posibilidad de la reiteración del sacramento y abría así 
el camino a una recepción regular del mismo. Permitía integrar en una 
sola celebración sacramental el perdón de los pecados graves y de los 
pecados veniales. A grandes líneas, ésta es la forma de penitencia que la 
Iglesia practica hasta nuestros días. 

1448 A través de los cambios que la disciplina y la celebración 
de este sacramento han experimentado a lo largo de los siglos, se 
descubre una misma estructura fundamental. Comprende dos 
elementos igualmente esenciales: por una parte, los actos del 
hombre que se convierte bajo la acción del Espíritu Santo, a saber, 
la contrición, la confesión de los pecados y la satisfacción; y por 
otra parte, la acción de Dios por ministerio de la Iglesia. Por medio 
del obispo y de sus presbíteros, la Iglesia en nombre de Jesucristo 
concede el perdón de los pecados, determina la modalidad de la 
satisfacción, ora también por el pecador y hace penitencia con él. 
Así el pecador es curado y restablecido en la comunión eclesial. 

1449 1481 La fórmula de absolución en uso en la Iglesia latina 
expresa el elemento esencial de este sacramento: el Padre de la 
misericordia 234 es la fuente de todo perdón. Realiza la 
reconciliación de los pecadores por la Pascua de su Hijo y el don de 
su Espíritu, a través de la oración y el ministerio de la Iglesia: 
Dios, Padre misericordioso, que reconcilió consigo al mundo por la 
muerte y la resurrección de su Hijo y derramó el Espíritu Santo para la 
remisión de los pecados, te conceda, por el ministerio de la Iglesia, el 
perdón y la paz. Y yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo 


VII LOS ACTOS DEL PENITENTE

1450 "La penitencia mueve al pecador a sufrir todo 
voluntariamente; en su corazón, contrición; en la boca, confesión; 
en la obra, toda humildad y fructífera satisfacción" (Catech. R. 2, 5, 
21; cf Cc. de Trento: DS 1673). 

La contrición

1451 Entre los actos del penitente, la contrición aparece en 
primer lugar. Es "un dolor del alma y una detestación del pecado 
431 cometido con la resolución de no volver a pecar" (Cc. de 
Trento: DS 1676). 

1452 Cuando brota del amor de Dios amado sobre todas las 
1822 cosas, la contrición se llama "contrición perfecta" (contrición de 
caridad). Semejante contrición perdona las faltas veniales; obtiene 
también el perdón de los pecados mortales si comprende la firme 
resolución de recurrir tan pronto sea posible a la confesión 
sacramental (cf Cc. de Trento: DS 1677). 

1453 La contrición llamada "imperfecta" (o "atrición") es también 
un don de Dios, un impulso del Espíritu Santo. Nace de la 
consideración de la fealdad del pecado o del temor de la 
condenación eterna y de las demás penas con que es amenazado 
el pecador. Tal conmoción de la conciencia puede ser el comienzo 
de una evolución interior que culmina, bajo la acción de la gracia, 
en la absolución sacramental. Sin embargo, por sí misma la 
contrición imperfecta no alcanza el perdón de los pecados graves, 
pero dispone a obtenerlo en el sacramento de la Penitencia (cf Cc. 
de Trento: DS 1678, 1705). 

1454 Conviene preparar la recepción de este sacramento mediante un 
examen de conciencia hecho a la luz de la Palabra de Dios. Los textos 
más adaptados a este respecto se encuentran en la catequesis moral de 
los Evangelios y de las Cartas de los apóstoles: Sermón de la montaña y 
enseñanzas apostólicas (cf Rm 12-15; 1 Co 12-13; Ga 5; Ef 4-6). 


La confesión de los pecados

1455 La confesión de los pecados, incluso desde un punto de 
1424 vista simplemente humano, nos libera y facilita nuestra 
reconciliación con los demás. Por la confesión, el hombre se 
enfrenta a los pecados de que se siente culpable; asume su 
responsabilidad y, 1734 por ello, se abre de nuevo a Dios y a la 
comunión de la Iglesia con el fin de hacer posible un nuevo futuro. 

1456 La confesión de los pecados hecha al sacerdote constituye 
una parte esencial del sacramento de la penitencia: "En la 
confesión, los penitentes deben enumerar todos los pecados 
mortales de 1855 que tienen conciencia tras haberse examinado 
seriamente, incluso si estos pecados son muy secretos y si han sido 
cometidos solamente contra los dos últimos mandamientos del 
Decálogo (cf Ex 20, 17; Mt 5, 28), pues, a veces, estos pecados 
hieren más gravemente el alma y son más peligrosos que los que 
han sido cometidos a la vista de todos" (Cc. de Trento: DS 1680): 
Cuando los fieles de Cristo se esfuerzan por confesar todos los 
pecados que recuerdan, no se puede dudar que están 1505 presentando 
ante la misericordia divina para su perdón todos los pecados que han 
cometido. Quienes actúan de otro modo y callan conscientemente 
algunos pecados, no están presentando ante la bondad divina nada que 
pueda ser perdonado por mediación del sacerdote. Porque 'si el enfermo 
se avergüenza de descubrir su llaga al médico, la medicina no cura lo que 
ignora' (S. Jerónimo, Eccl.10,11) (Cc. de Trento: DS 1680). 

1457 2042 Según el mandamiento de la Iglesia "todo fiel llegado a la 
edad del uso de razón debe confesar al menos una vez al año, los 
pecados graves de que tiene conciencia" (CIC can. 989; cf DS 1683; 
1708). "Quien tenga conciencia de hallarse en pecado grave que no 
celebre la misa ni 1385 comulgue el Cuerpo del Señor sin acudir antes a 
la confesión sacramental a no ser que concurra un motivo grave y no haya 
posibilidad de confesarse; y, en este caso, tenga presente que está 
obligado a hacer un acto de contrición perfecta, que incluye el propósito 
de confesarse cuanto antes" (CIC can. 916; cf Cc. de Trento: DS 1647; 
1661; CCEO can. 711). Los niños deben acceder al sacramento de la 
Penitencia antes de recibir por primera vez la Sagrada Comunión (cf CIC 
can. 914).

1458 Sin ser estrictamente necesaria, la confesión de los 
pecados veniales, sin embargo, se recomienda vivamente por la 
Iglesia (cf Cc. de Trento: DS 1680; CIC 988, 2). En efecto, la 
confesión habitual 1783 de los pecados veniales ayuda a formar la 
conciencia, a luchar contra las malas inclinaciones, a dejarse curar 
por Cristo, a progresar en la vida del Espiritu. Cuando se recibe con 
frecuencia, mediante este sacramento, el don de la misericordia del 
Padre, el creyente se ve impulsado a ser él también misericordioso 
(cf Lc 6, 36): 
El que confiesa sus pecados actúa ya con Dios. Dios acusa tus 
pecados, si tú también te acusas, te unes a Dios. El hombre y el pecador, 
son por así decirlo, dos realidades: cuando oyes hablar del hombre, es 
Dios quien lo ha hecho, cuando oyes hablar del pecador, es el hombre 
mismo quien lo ha hecho. Destruye lo que tú has hecho para que Dios 
salve lo que El ha hecho... Cuando comienzas a detestar lo que has 
hecho, entonces tus obras buenas comienzan porque reconoces tus 
obras malas. 2468 El comienzo de las obras buenas es la confesión de 
las obras malas. Haces la verdad y vienes a la Luz (S. Agustín, ev. Jo. 
12,13).

La satisfacción

1459 Muchos pecados causan daño al prójimo. Es preciso hacer 
2412 lo posible para repararlo (por ejemplo, restituir las cosas 
robadas, 2487 restablecer la reputación del que ha sido calumniado, 
compensar las heridas). La simple justicia exige esto. Pero además 
el pecado hiere y debilita al pecador mismo, así como sus 
relaciones con Dios y con el prójimo. La absolución quita el pecado, 
pero no remedia todos los desórdenes que el pecado causó (cf Cc. 
de Trento: DS 1712). Liberado del pecado, el pecador debe todavía 
recobrar la plena salud espiritual. Por tanto, debe hacer algo más 
para 1473 reparar sus pecados: debe "satisfacer" de manera 
apropiada o "expiar" sus pecados. Esta satisfacción se llama 
también "penitencia". 

1460 La penitencia que el confesor impone debe tener en cuenta 
la situación personal del penitente y buscar su bien espiritual. Debe 
corresponder todo lo posible a la gravedad y a la naturaleza de los 
pecados cometidos. Puede consistir en la oración, en ofrendas, en 
obras de misericordia, servicios al prójimo, privaciones voluntarias 
2447, sacrificios, y sobre todo, la aceptación paciente de la cruz que 
debemos llevar. Tales penitencias ayudan a configurarnos con 618 
Cristo que, el Unico, expió nuestros pecados (cf Rm 3, 25; 1 Jn 2, 
1-2) una vez por todas. Nos permiten llegar a ser coherederos de 
Cristo resucitado, "ya que sufrimos con él" (Rm 8, 17; cf Cc. de 
Trento: DS 1690): 
Pero nuestra satisfacción, la que realizamos por nuestros pecados, 
sólo es posible por medio de Jesucristo: nosotros que, por nosotros 
mismos, no podemos nada, con la ayuda "del que nos fortalece, lo 
podemos todo" (Flp 4, 13). Así el hombre no 2011 tiene nada de que 
pueda gloriarse sino que toda "nuestra gloria" está en Cristo... en quien 
nos satisfacemos "dando frutos dignos de penitencia" (Lc 3, 8) que 
reciben su fuerza de El, por El son ofrecidos al Padre y gracias a El son 
aceptados por el Padre (Cc. de Trento: DS 1691).

VIII EL MINISTRO DE ESTE SACRAMENTO

1461 Puesto que Cristo confió a sus apóstoles el ministerio de la 
981 reconciliación (cf Jn 20, 23; 2 Co 5, 18), los obispos, sus 
sucesores, y los presbíteros, colaboradores de los obispos, 
continúan ejerciendo este ministerio. En efecto, los obispos y los 
presbíteros, en virtud del sacramento del Orden, tienen el poder de 
perdonar todos los pecados "en el nombre del Padre y del Hijo y del 
Espiritu Santo".

1462 El perdón de los pecados reconcilia con Dios y también con 
la Iglesia. El obispo, cabeza visible de la Iglesia particular, es 886 
considerado, por tanto, con justo título, desde 4los tiempos antiguos 
como el que tiene principalmente el poder y el ministerio de la 
reconciliación: es el moderador de la disciplina penitencial (LG 26). 
Los presbíteros, sus colaboradores, lo ejercen en la medida en que 
1567 han recibido la tarea de administrarlo sea de su obispo (o de 
un su perior religioso), sea del Papa, a través del derecho de la 
Iglesia (cf CIC can. 844; 967-969, 972; CCEO can. 722, 3-4).

1463 Ciertos pecados particularmente graves están sancionados con 
la excomunión, la pena eclesiástica más severa, que impide la recepción 
de los sacramentos y el ejercicio de ciertos actos eclesiásticos (Cf. CIC, 
can 1331;CCEO, can. 1431. 1434), y cuya absolución, por consiguiente, 
sólo puede ser concedida, según el derecho de la Iglesia, al Papa, al 
obispo del lugar, o a sacerdotes autorizados por ellos (cf CIC can. 
1354-1357; CCEO can. 1420). En caso de peligro de muerte, todo 
sacerdote, incluso privado de la facultad de oír 982 confesiones, puede 
absolver de cualquier pecado (cf CIC can. 976; para la absolución de los 
pecados, CCEO can.725) y de toda excomunión. 


1464 Los sacerdotes deben alentar a los fieles a acceder al 
sacramento de la Penitencia y deben mostrarse disponibles a 
celebrar este sacramento cada vez que los cristianos lo pidan de 
manera razonable (cf CIC can. 986; CCEO can. 735; PO 13). 

1465 Cuando celebra el sacramento de la Penitencia, el 
sacerdote 983 ejerce el ministerio del Buen Pastor que busca la 
oveja perdida, el del Buen Samaritano que cura las heridas, del 
Padre que espera al Hijo pródigo y lo acoge a su vuelta, del justo 
Juez que no hace acepción de personas y cuyo juicio es a la vez 
justo y misericordioso. En una palabra, el sacerdote es el signo y el 
instrumento del amor misericordioso de Dios con el pecador. 

1466 1551 El confesor no es dueño, sino el servidor del perdón 
de Dios. El ministro de este sacramento debe unirse a la intención y 
a 2690 la caridad de Cristo (cf PO 13). Debe tener un conocimiento 
probado del comportamiento cristiano, experiencia de las cosas 
humanas, respeto y delicadeza con el que ha caído; debe amar la 
verdad, ser fiel al magisterio de la Iglesia y conducir al penitente con 
paciencia hacia la curación y su plena madurez. Debe orar y hacer 
penitencia por él confiándolo a la misericordia del Señor. 

1467 Dada la delicadeza y la grandeza de este ministerio y el 
respeto debido a las personas, la Iglesia declara que todo 
sacerdote 2490 que oye confesiones está obligado a guardar un 
secreto absoluto sobre los pecados que sus penitentes le han 
confesado, bajo penas muy severas (cf CIC can. 1388, 1; CCEO 
can. 1456). Tampoco puede hacer uso de los conocimientos que la 
confesión le da sobre la vida de los penitentes. Este secreto, que 
no admite excepción, se llama "sigilo sacramental", porque lo que el 
penitente ha manifestado al sacerdote queda "sellado" por el 
sacramento. 


IX LOS EFECTOS DE ESTE SACRAMENTO
CONFESION/EFECTO/CEC

1468 "Toda la virtud de la penitencia reside en que nos restituye 
a la gracia de Dios y nos une con El con profunda amistad" (Catech. 
R. 2, 5, 18). El fin y el efecto de este sacramento son, pues, la 
reconciliación con Dios. En los que reciben el sacramento de la 
Penitencia con un corazón contrito y con una disposición religiosa, 
"tiene como resultado la paz y la tranquilidad de la conciencia, a 
2305 las que acompaña un profundo consuelo espiritual" (Cc. de 
Trento: DS 1674). En efecto, el sacramento de la reconciliación con 
Dios produce una verdadera "resurrección espiritual", una 
restitución de la dignidad y de los bienes de la vida de los hijos de 
Dios, el más precioso de los cuales es la amistad de Dios (Lc 15, 
32). 

1469 Este sacramento reconcilia con la Iglesia al penitente. El 
pecado menoscaba o rompe la comunión fraterna. El sacramento 
953 de la Penitencia la repara o la restaura. En este sentido, no 
cura solamente al que se reintegra en la comunión eclesial, tiene 
también un efecto vivificante sobre la vida de la Iglesia que ha 
sufrido por el pecado de uno de sus miembros (cf 1 Co 12, 26). 
Restablecido o afirmado en la comunión de los santos, el pecador 
es fortalecido por el intercambio de los bienes espirituales entre 
todos los 949 miembros vivos del Cuerpo de Cristo, estén todavía 
en situación de peregrinos o que se hallen ya en la patria celestial 
(cf LG 48-50): 
Pero hay que añadir que tal reconciliación con Dios tiene como 
consecuencia, por así decir, otras reconciliaciones que reparan las 
rupturas causadas por el pecado: el penitente perdonado se reconcilia 
consigo mismo en el fondo más íntimo de su propio ser, en el que 
recupera la propia verdad interior; se reconcilia con los hermanos, 
agredidos y lesionados por él de algún modo; se reconcilia con la Iglesia, se reconcilia con toda la creación (RP 31). 

1470 En este sacramento, el pecador, confiándose al juicio 
misericordioso de Dios, anticipa en cierta manera el juicio al que 
será 678 1039 sometido al fin de esta vida terrena. Porque es ahora, 
en esta vida, cuando nos es ofrecida la elección entre la vida y la 
muerte, y sólo por el camino de la conversión podemos entrar en el 
Reino del que el pecado grave nos aparta (cf 1 Co 5, 11; Ga 5, 
19-21; Ap 22, 15). Convirtiéndose a Cristo por la penitencia y la fe, 
el pecador pasa de la muerte a la vida "y no incurre en juicio" (Jn 5, 
24).


X LAS INDULGENCIAS
INDULGENCIAS/CEC

1471 La doctrina y la práctica de las indulgencias en la Iglesia están 
estrechamente ligadas a los efectos del sacramento de la Penitencia.

Qué son las indulgencias

"La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los 
pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y 
cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la 
Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica 
con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos." 
"La indulgencia es parcial o plenaria según libere de la pena temporal 
debida por los pecados en parte o totalmente." 
"Todo fiel puede lucrar para sí mismo o aplicar por los difuntos, a 
manera de sufragio, las indulgencias tanto parciales como plenarias" (CIC, 
can. 992-994). 

Las penas del pecado 
P/DOBLE-PENA/CEC

1472 Para entender esta doctrina y esta práctica de la Iglesia es 
preciso 1861 recordar que el pecado tiene una doble consecuencia. El 
pecado grave nos priva de la comunión con Dios y por ello nos hace 
incapaces de la vida eterna, cuya privación se llama la "pena eterna" del 
pecado. Por otra parte, todo pecado, incluso venial, entraña apego 
desordenado a las criaturas que tienen necesidad de purificación, sea aquí 
abajo, sea después de 1031 la muerte, en el estado que se llama 
Purgatorio. Esta purificación libera de lo que se llama la "pena temporal" 
del pecado. Estas dos penas no deben ser concebidas como una especie 
de venganza, infligida por Dios desde el exterior, sino como algo que brota 
de la naturaleza misma del pecado. Una conversión que procede de una 
ferviente caridad puede llegar a la total purificación del pecador, de modo 
que no subsistiría ninguna pena (cf Cc. de Trento: DS 1712-1713; 1820).

1473 El perdón del pecado y la restauración de la comunión con Dios 
entrañan la remisión de las penas eternas del pecado. Pero las penas 
temporales del pecado permanecen. El cristiano debe esforzarse, 
soportando pacientemente los sufrimientos y las pruebas de toda clase y, 
llegado el día, enfrentándose serenamente con la muerte, por aceptar 
como una gracia estas penas temporales del pecado; debe aplicarse, 
tanto mediante las 2447 obras de misericordia y de caridad, como 
mediante la oración y las distintas prácticas de penitencia, a despojarse 
completamente del "hombre viejo" y a revestirse del "hombre nuevo" (cf Ef 
4, 24). 

En la comunión de los santos
COMUNION-SANTOS

1474 946:959 El cristiano que quiere purificarse de su pecado y 
santificarse con ayuda de la gracia de Dios no se encuentra sólo. "La vida 
de cada uno de los hijos de Dios está ligada de una manera admirable, en 
Cristo y por Cristo, con la vida de todos los otros hermanos cristianos, en 
la 795 unidad sobrenatural del Cuerpo místico de Cristo, como en una 
persona mística" (Pablo VI, const. ap. "Indulgentiarum doctrina", 5). 


1475 En la comunión de los santos, por consiguiente, "existe entre los 
fieles -tanto entre quienes ya son bienaventurados como entre los que 
expían en el purgatorio o los que peregrinan todavía en la tierra- un 
constante vínculo de amor y un abundante intercambio de todos los 
bienes" (Pablo VI, ibid.). En este intercambio admirable, la santidad de 
uno aprovecha a los otros, más allá del daño que el pecado de uno pudo 
causar a los demás. Así, el recurso a la comunión de los santos permite 
al pecador contrito estar antes y más eficazmente purificado de las penas 
del pecado. 


1476 I/TESORO/CEC: Estos bienes espirituales de la comunión de 
los santos, los llamamos también el tesoro de la Iglesia, "que no es suma 
de bienes, como lo son las riquezas materiales acumuladas en el 
transcurso de los siglos, sino que es el valor infinito e inagotable que 
tienen ante Dios las 617 expiaciones y los méritos de Cristo nuestro 
Señor, ofrecidos para que la humanidad quedara libre del pecado y llegase 
a la comunión con el Padre. Sólo en Cristo, Redentor nuestro, se 
encuentran en abundancia las satisfacciones y los méritos de su 
redención (cf Hb 7, 23-25; 9, 11-28)" (Pablo VI, const. ap. "Indulgentiarum 
doctrina", ibíd.). 

1477 "Pertenecen igualmente a este tesoro el precio verdaderamente 
inmenso, inconmensurable y siempre nuevo que tienen ante Dios las 
oraciones y las buenas obras de la Bienaventurada Virgen María y de 
todos 969 los santos que se santificaron por la gracia de Cristo, siguiendo 
sus pasos, y realizaron una obra agradable al Padre, de manera que, 
trabajando en su propia salvación, cooperaron igualmente a la salvación de 
sus hermanos en la unidad del Cuerpo místico" (Pablo VI, ibíd.). 

Obtener la indulgencia de Dios por medio de la Iglesia

1478 Las indulgencias se obtienen por la Iglesia que, en virtud del 981 
poder de atar y desatar que le fue concedido por Cristo Jesús, interviene 
en favor de un cristiano y le abre el tesoro de los méritos de Cristo y de 
los santos para obtener del Padre de la misericordia la remisión de las 
penas temporales debidas por sus pecados. Por eso la Iglesia no quiere 
solamente acudir en ayuda de este cristiano, sino también impulsarlo a 
hacer obras de piedad, de penitencia y de caridad (cf Pablo VI, ibid. 8; Cc. 
de Trento: DS 1835).

1479 Puesto que los fieles difuntos en vía de purificación son también 
miembros de la misma comunión de los santos, podemos ayudarles, 
entre 1032 otras formas, obteniendo para ellos indulgencias, de manera 
que se vean libres de las penas temporales debidas por sus pecados.


XI LA CELEBRACION DEL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA
CONFESION-SO/CELEBRACION

1480 Como todos los sacramentos, la Penitencia es una acción 
litúrgica. Ordinariamente los elementos de su celebración son: 
saludo y bendición del sacerdote, lectura de la Palabra de Dios 
para iluminar la conciencia y suscitar la contrición, y exhortación al 
arrepentimiento; la confesión que reconoce los pecados y los 
manifiesta al sacerdote; la imposición y la aceptación de la 
penitencia; la absolución del sacerdote; alabanza de acción de 
gracias y despedida con la bendición del sacerdote.

1481 La liturgia bizantina posee expresiones diversas de absolución, 
1449 en forma deprecativa, que expresan admirablemente el misterio del 
perdón: "Que el Dios que por el profeta Natán perdonó a David cuando 
confesó sus pecados, y a Pedro cuando lloró amargamente y a la 
pecadora cuando derramó lágrimas sobre sus pies, y al publicano, y al 
pródigo, que este mismo Dios, por medio de mí, pecador, os perdone en 
esta vida y en la otra y que os haga comparecer sin condenaros en su 
temible tribunal. El que es bendito por los siglos de los siglos. Amén". 


1482 El sacramento de la Penitencia puede también celebrarse en el 
marco de una celebración comunitaria, en la que los penitentes se 
preparan a la confesión y juntos dan gracias por el perdón recibido. Así la 
confesión personal de los pecados y la absolución individual están 
insertadas en una liturgia de la Palabra de Dios, con lecturas y homilía, 
examen de conciencia dirigido en común, petición comunitaria del perdón, 
rezo del Padre Nuestro y acción de gracias en común. Esta celebración 
comunitaria expresa más claramente el carácter eclesial de la penitencia. 
En todo caso, cualquiera que sea la manera de su celebración, el 
sacramento de la 1140 Penitencia es siempre, por su naturaleza misma, 
una acción litúrgica, por tanto, eclesial y pública (cf SC 26-27). 


1483 1401 En casos de necesidad grave se puede recurrir a la 
celebración comunitaria de la reconciliación con confesión general y 
absolución general. Semejante necesidad grave puede presentarse 
cuando hay un peligro inminente de muerte sin que el sacerdote o los 
sacerdotes tengan tiempo suficiente para oír la confesión de cada 
penitente. La necesidad grave puede existir también cuando, teniendo en 
cuenta el número de penitentes, no hay bastantes confesores para oír 
debidamente las confesiones individuales en un tiempo razonable, de 
manera que los penitentes sin culpa suya, se verían privados durante largo 
tiempo de la gracia sacramental o de la sagrada comunión. En este caso, 
los fieles deben tener, para la validez de la absolución, el propósito de 
confesar individualmente sus pecados graves en su debido tiempo (cf CIC 
can. 962,1). Al obispo diocesano corresponde juzgar si existen las 
condiciones requeridas para la absolución general (cf CIC can. 961, 2). 
Una gran concurrencia de fieles con ocasión de grandes fiestas o de 
peregrinaciones no constituyen por su naturaleza ocasión de la referida 
necesidad grave (cf CIC can.961,1). 

1484 "La confesión individual e íntegra y la absolución continúan 
siendo el único modo ordinario para que los fieles se reconcilien 
con Dios y la Iglesia, a no ser que una imposibilidad física o moral 
excuse de este modo de confesión" (OP 31). Y esto se establece 
así por razones profundas. Cristo actúa en cada uno de los 878 
sacramentos. Se dirige personalmente a cada uno de los 
pecadores: "Hijo, tus pecados están perdonados" (Mc 2, S); es el 
médico que se inclina sobre cada uno de los enfermos que tienen 
necesidad de él (cf Mc 2, 17) para curarlos; los restaura y los 
devuelve a la comunión fraterna. Por tanto, la confesión personal es 
la forma más significativa de la reconciliación con Dios y con la 
Iglesia. 

RESUMEN

1485 En la tarde de Pascua, el Señor Jesús se mostró a sus 
apóstoles y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis 
los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, 
les quedan retenidos" (Jn 20, 22-23). 

1486 El perdón de los pecados cometidos después del Bautismo 
es concedido por un sacramento propio llamado sacramento de la 
conversión, de la confesión, de la penitencia o de la reconciliación. 


1487 Quien peca lesiona el honor de Dios y su amor, su propia 
dignidad de hombre llamado a ser hijo de Dios y el bien espiritual de 
la Iglesia, de la que cada cristiano debe ser una piedra viva. 

1488 A los ojos de la fe, ningún mal es más grave que el pecado 
y nada tiene peores consecuencias para los pecadores mismos, 
para la Iglesia y para el mundo entero. 

1489 Volver a la comunión con Dios, después de haberla perdido 
por el pecado, es un movimiento que nace de la gracia de Dios, rico 
en misericordia y deseoso de la salvación de los hombres. Es 
preciso pedir este don precioso para sí mismo y para los demás. 

1490 El movimiento de retorno a Dios, llamado conversión y 
arrepentimiento, implica un dolor y una aversión respecto a los 
pecados cometidos, y el propósito firme de no volver a pecar. La 
conversión, por tanto, mira al pasado y al futuro; se nutre de la 
esperanza en la misericordia divina. 

1491 El sacramento de la Penitencia está constituido por el 
conjunto de tres actos rea- lizados por el penitente, y por la 
absolución del sacerdote. Los actos del penitente son: el 
arrepentimiento, la confesión o manifestación de los pecados al 
sacerdote y el propósito de realizar la reparación y las obras de 
penitencia. 

1492 El arrepentimiento (llamado también contrición) debe estar 
inspirado en motiva- ciones que brotan de la fe. Si el 
arrepentimiento es concebido por amor de caridad hacia Dios, se le 
llama "perfecto"; si está fundado en otros motivos se le llama 
"imperfecto".

1493 El que quiere obtener la reconciliación con Dios y con la 
Iglesia debe confesar al sacerdote todos los pecados graves que no 
ha confesado aún y de los que se acuerda tras examinar 
cuidadosamente su conciencia. Sin ser necesaria, de suyo, la 
confesión de las faltas veniales está recomendada vivamente por la 
Iglesia.

1494 El confesor impone al penitente el cumplimiento de ciertos 
actos actos de "satisfacción" o de "penitencia", para reparar el daño 
causado por el pecado y restablecer los hábitos propios del 
discípulo de Cristo. 

1495 Sólo los sacerdotes que han recibido de la autoridad de la 
Iglesia la facultad de absolver pueden ordinariamente perdonar los 
pecados en nombre de Cristo. 

1496 Los efectos espirituales del sacramento de la Penitencia 
son: 
- la reconciliación con Dios por la que el penitente recupera la 
gracia; 
- la reconciliación con la Iglesia; 
- la remisión de la pena eterna contraída por los pecados 
mortales; 
- la remisión, al menos en parte, de las penas temporales, 
consecuencia del pecado; 
- la paz y la serenidad de la conciencia, y el consuelo espiritual; 
- el acrecentamiento de las fuerzas espirituales para el combate 
cristiano. 

1497 La confesión individual e integra de los pecados graves 
seguida de la absolución es el único medio ordinario para la 
reconciliación con Dios y con la Iglesia. 

1498 Mediante las indulgencias, los fieles pueden alcanzar para 
sí mismos y también para las almas del Purgatorio la remisión de las 
penas temporales, consecuencia de los pecados.