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El sacerdote al servicio de la

Iglesia y del mundo

 

EL SACERDOTE,

UN REGALO DE DIOS

PARA EL MUNDO Y LA IGLESIA.

 

El sacerdote es un hombre llamado de entre los hombres. Su vocación comienza con una llamada de Cristo y con sí por respuesta.

Los sacerdotes son enviados en medio de los hombres para anunciar el Evangelio y reunir al Pueblo de Dios. Sus gestos, sus palabras, sus acciones, son renovación de los de Cristo: con

El, los sacerdotes bautizan, celebran la Eucaristía, perdonan los pecados... Por eso son un don de Dios a los hombres y un don de los hombres a Dios.

 

MEDITACIÓN 1.

Lo primero que debemos comprender y recordar siempre que pensamos en los candidatos al sacerdocio es que han sido “tomados por Dios”. Ellos han llamado a las puertas del sacerdocio de modo conciente y libre, pero en realidad no están ahí por propia iniciativa. “Nadie se arroga tal dignidad, sino el llamado por Dios” (Hb 5,4). La vocación no se hace, ni depende del gusto propio, o de la propia sensibilidad. La vocación es una iniciativa de Dios; es una llamada objetiva y real de Cristo. En cada uno de los que perciben la llamada al sacerdocio se repite la historia de aquellos discípulos a quienes Cristo afirmó de modo rotundo: “No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros” (Jn 10,21). Efectivamente, algún día, de diversos modos, cada uno oyó una voz interior que decía: “Sígueme” (10,21).

 

En el evangelio encontramos palabras imperativas de Jesús en relación con la llamada: “venid conmigo” (Mc 1,17); “Sígueme” (Jn 1,43; Mt 8,22; 9,9)... Y lo mismo en relación con la misión : “id”, “pastorea”, etc. El mandato eucarístico “Haced esto” es a la vez un imperativo de misión y un imperativo de llamada...

SIN LA EUCARISTÍA NO EXISTIRÍA LA IGLESIA DE JESÚS. PERO LA EUCARISTÍA NO PUEDE EXISTIR SIN SACERDOTES, porque “solo los sacerdotes válidamente ordenados pueden presidir la Eucaristía y consagrar el pan y el vino para que se conviertan en el Cuerpo y la Sangre del Señor” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1411).

 

MEDITACIÓN 2.

Dios llama a cada sacerdote en un momento concreto de la historia y de su historia personal. Pero, en realidad, lo ha escogido ya desde antes, desde siempre: “Antes de haberte formado yo en el seno materno te conocía, y antes de que nacieses, te tenía consagrado; profeta de las naciones yo te constituí” (Jer 1,5).

No es una elección funcional y fría. Es una declaración de amor. Cristo eligió a un grupo, con total libertad: “Llamó a los que él quiso” (Mc 3,13). Y los eligió poniendo en ellos su mirada de amor.

Cuando Cristo se fija en un hombre para llamarlo a seguirle en el camino sacerdotal, le hace oír su voz a través de toda una serie de luces y reclamos que va dejando caer, gota a gota, silenciosa y amorosamente, en lo íntimo de su conciencia y de su corazón. A veces una palabra dicha o una simple pregunta, una lectura o un buen testimonio le sirven a Dios, para insinuar su declaración de amor....

Pero esta declaración de amor requiere una respuesta de amor por parte del elegido.

 

 

ORACIÓN ANTE EL SANTÍSIMO.

Te adoramos, Señor, y con honda gratitud reconocemos que nos has elegido, entre muchos, para ser los constructores del Reino.

Queremos ser tuyos de veras, Señor, y por mediación de la Virgen María nos consagramos a Ti.

Queremos tener conciencia plena de cuanto implica vivir en tu Gracia.

Danos fuerza para llevar la cruz mientras nos dure la vida.

Aunque todos a nuestro alrededor sean cobardes, queremos, Señor, ir contra corriente, detrás de Ti que eres el Camino, la Verdad y la Vida.

Jesús nuestro, haznos apóstoles. Enséñanos a orar. Danos hambre de Ti. Enséñanos a predicarte con nuestro testimonio y con nuestra palabra.

Haz, Señor, que abramos para todos los hombres, un ancho camino a tu Gracia. Haz que el mundo vuelva a Ti, aunque nos cueste la vida. Amén.

 

MEDITACIÓN 3.

Cada vocación es un auténtico diálogo de amistad entre Cristo Redentor y un hombre que él, desde siempre y por amor, ha “tomado” de entre los hombre...

Cuando Dios llama a un hombre lo hace para una misión específica, para pedir una colaboración determinada en sus designios de salvación....

Todos los sacerdotes del Nuevo Pueblo de Dios, no son sino prolongaciones del único sacerdocio de Cristo, del cual participan sacramentalmente, porque él así lo dispuso. En el cenáculo les dio el poder de ofrecer el sacrificio de su mismo Cuerpo y Sangre, exactamente como él acababa de hacer; y para subrayar esa identificación les pidió: “Hacd esto en recuerdo mío” (Lc 22,19). Les dio el poder, más tarde, de perdonar los pecados, una facultad que sólo Dios podía atribuirse y que él había demostrado poseer al curar a un paralítico (Lc 5,21-24).

Cristo es el Sacerdote...No hay otro modelo de sacerdote fuera de él.

 

 

 

MEDITACIÓN 4

La misión de Cristo es unitaria, pero se despliega en tres diversas y complementarias funciones: la función de enseñar, la de ofrecer el culto y la de guiar al pueblo. También el sacerdote realiza, por tanto, su misión como profeta, sacerdote y rey.

Desde el momento en que el sacerdote palpa que Dios le encomienda esa misión, sabe que su vida queda definitivamente comprometida en ella. Se siente enteramente copado por la misión.. Es “un prisionero de la causa de Cristo” (Ef 3,1).

La función sacerdotal de Jesucristo, culminada al ofrecerse a sí mismo como Víctima Pascual (1 Cor 5,7), es prolongada también por el Ministerio sacerdotal...

El sacerdote es también pastor. Su participación en la función real de Cristo le lleva a identificarse plenamente con el Buen Pastor (Jn 10,11-16). Por la unción y el mandato apostólico queda instituido como guía de una porción del rebaño de Cristo; rebaño que él convoca, preside, dirige, une y organiza en el nombre en el nombre de Jesús.

Eso implica que ha sido llamado a ejercer una autoridad. Pero su autoridad no es otra que la del Hijo del hombre “que no ha venido para ser servido, sino para servir” (Mt 20,28). El oficio de pastor pide corazón de pastor. La virtud más importante del buen pastor es la misma del Buen Pastor: la caridad....Pero el amor florece solamente en el terreno de la humildad.

 

ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN ANTE EL SANTÍSIMO

Tú que eres Amor, invádeme. Tú que eres Santo, santifícame.

Tú que eres Fuente viva, sáciame. Tú que eres Entrega, utilízame.

Tú que eres Presencia, envuélveme. Tú que eres Plenitud, lléname. Tú que eres Centro, céntrame en ti, rebósame de ti y muéstrame tu rostro. Hazme capacidad. Hazme silencio. Hazme Tú. (MADRE CARIDAD, capuchina)

 

SEÑOR, TE PEDIMOS POR LAS VOCACIONES

SACERDOTALES.

 

MEDITACIÓN 4.

Como Cristo, el sacerdote tendrá que viajar, predicar, atender enfermos, ayudar a los más necesitados, celebrar el culto divino, organizar y administrar... Pero sabe que, como Cristo, debe hacerlo todo, desde el acto más sublime de la celebración de la eucaristía hasta el más pequeño del resto del día, viviendo su vocación sacerdotal como salvador de las almas y glorificador de Dios, por Jesucristo y con Jesucristo.

 

 

MEDITACIÓN 5.

Es cierto que todos los bautizados participan del sacerdocio de Cristo: “Vosotros sois linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido” (1 Pe 2,9)....Pero el sacerdocio común y el ministerial, aunque están ordenados uno al otro, son diferentes esencialmente y no sólo de grado. Porque el mismo Señor, con el fin de que los fieles formaran un solo cuerpo, en el que no todos los miembros desempeñan la misma función (Rom 12,4), de entre los mismos fieles instituyó a algunos por ministros, que en la sociedad de los creyentes poseyeran la sagrada potestad del orden...

El carácter sacerdotal es signo de configuración con Jesucristo. Por eso, cuando se dice que el sacerdote es alter Christus no se afirma que le representa por una delegación externa, sino que la figura de Cristo sacerdote ha sido impresa en su alma.

Esta configuración abarca la persona del sacerdotee tanto en su ser como en su actuar. El carácter marca al ministro para que pueda hacer las veces de Cristo y obrar in persona Christi, como cabeza. Podemos decir que por medio del sacerdote, Jesús renueva su sacrificio, perdona los pecados, y administra su gracia en los demás sacramentos; por medio del sacerdote sigue anunciándonos su Buena Nueva; por medio del sacerdote sigue guiando y cuidando su propio rebaño.

 

 

UN SACERDOTE DEBE SER...

(sacado de un manuscrito medieval).

"A la vez muy grande y muy pequeño.

De espíritu noble, y a la vez sencillo como el labriego.

Héroe que ha triunfado de sí mismo, y hombre que luchó contra Dios.

Fuente inagotable de santidad, y pecador a quien Dios perdonó.

Señor de sus propios deseos, y servidor de los más débiles.

Alguien que jamás se doblegó frente a los poderosos, y sólo se inclina ante los humildes.

Dócil discípulo de su maestro, y caudillo de valerosos combatientes.

Pordiosero de manos suplicantes, y mensajero que distribuye el oro a manos llenas.

Animoso soldado en la batalla, y mano tierna para el enfermo.

Anciano por la prudencia que pone en sus consejos, y niño que confía en los demás.

Hecho para la alegría, y curtido por el sufrimiento.

Ajeno a toda envidia, transparente en sus pensamientos, sincero en la palabra, amigo de la paz, enemigo de la pereza, seguro de sí mismo".

 

PAQUETE DOCTRINA SOBRE EL PRESBITERADO. 

Jesús puso fin al culto y al sacerdocio de la Antigua Alianza. Los primeros cristianos reconocieron en Jesús al único sacerdote, capaz de tributar a Dios un culto verdadero. En la Carta a los Hebreos se llama a Jesús “sacerdote para siempre” y se explica que los sacrificios y el sacerdocio del Pueblo de Israel eran sólo un anuncio del auténtico sacrificio y del auténtico sacerdocio que Jesucristo inauguró.

Jesucristo ejerció su sacerdocio de un modo culminante una vez por todas, al ofrecer su vida, en obediencia al Padre, para la redención de todos los hombres.

Jesucristo es el fundamento del sacerdocio del Nuevo Testamento. Todos los cristianos al unirse a El, por el bautismo, entran a formar parte de un pueblo sacerdotal.

Aunque todos los cristianos forman parte del pueblo sacerdotal, Cristo quiso que algunos, llamados por El, lo representasen visiblemente ante la comunidad, y actuasen en su lugar, para hacer llegar a todo el Pueblo de Dios la salvación que El nos alcanzó con su muerte y resurrección. Esos cristianos son llamados sacerdotes.

Cuando los sacerdotes ejercen su ministerio, Cristo mismo actúa por medio de ellos.

Los sacerdotes, por el sacramento del orden, participan de la autoridad y misión de Cristo, Sacerdote, Cabeza y Señor de la Iglesia. Esta participación del sacerdocio de Cristo, que se llama Sacerdocio ministerial es distinta esencialmente y no sólo en grado de sacerdocio común que todos los fieles reciben en el Bautismo.

Los sacerdotes tienen la función de celebrar el sacrificio eucarístico y los demás sacramentos. Les corresponde hacer presente en medio de la comunidad a Cristo, Sacerdote, Profeta, Maestro y Pastor de la Iglesia.

*Representan a Jesucristo Sacerdote cuando celebran la Eucaristía y los demás sacramentos.

*Representan a Jesucristo Profeta y Maestro cuando anuncia el Evangelio y predican la Palabra de Dios.

*Representan a Jesucristo Pastor cuando conducen a los cristianos a alcanzar la santidad a que están llamados, viviendo unidos en la Iglesia como hermanos, y los guían para que, con su vida, den testimonio de Cristo entre los hombres y anuncien su palabra salvadora entre ellos.

 

EL SACERDOTE:

HOMBRE AL SERVICIO DE LOS

HOMBRES EN NOMBRE DE JESÚS.

 

1.-HOMBRE DE LA PALABRA:

Muestra el mensaje de Jesús a sus hermanos, necesitados de salvación: Dios es amor.

 

2.- HOMBRE DEL PERDÓN:

Es un hombre débil, que puede comprender, por eso, las debilidades de sus hermanos y ofrecerles el perdón de Dios.

 

3.-HOMBRE DE LA EUCARISTÍA:

Preside a la comunidad cristiana en la celebración de la Eucaristía, que es el corazón de la vida cristiana comprometida.

 

Para ejercer en la Iglesia el ministerio sacerdotal es necesario recibir el Sacramento del orden. Este Sacramento constituye obispos y presbíteros, para siempre, a los cristianos que han recibido de Dios esa vocación.

El Sacramento del Orden imprime carácter.

El sacramento da a los ordenados la gracia para poder imitar la entrega del Señor.

 La gracia del Espíritu Santo propia de este Sacramento del Orden Sacerdotal es la de ser configurado con Cristo Sacerdote, Maestro y Pastor, de quien el ordenado es constituido ministro.

Los presbíteros se consagran especialmente al Señor prometiendo el celibato, es decir, no casarse. Al prometer el celibato, los ministros de Cristo manifiestan su voluntad de unirse en amor con Cristo y de estar decididos a vivir según el modelo de vida de Jesús y conforme a la libertad con que El se entregó al servicio de los hombres.

 

“El sacerdote continúa la obra de

redención en la tierra”

“El sacerdote es

el amor del corazón de Jesús”

(Santo Cura de Ars).