La sacramentalidad del matrimonio está prefigurada en el AT y fue instituída por Cristo en el NT


SCHMAUS


a) Según el testimonio del Génesis (Gen. 1, 27; 2, 16-24), Dios 
mismo creó el matrimonio; ordenó y destinó al hombre y a la mujer 
el uno para el otro, al crearles distintos y dotarlos de las 
propiedades mutuamente complementarias de un solo ser humano. 
La comunidad matrimonial se funda en la diversidad de los sexos y 
está ordenada a la unión sexual de varón y mujer. 
Cristo dijo, refiriéndose al acto creador divino, que Dios mismo 
había unido al hombre y a la mujer uno con otro (Mt. 19, 6). Las 
características del hombre y de la mujer creadas por Dios mismo y 
la ordenación recíproca del uno al otro, basadas en ellas, rodea 
como un lazo al hombre y a la mujer y les liga en unidad. 
El matrimonio, por haber sido instituido por Dios, es una 
representación y revelación de la gloria divina; más concretamente, 
del amor divino, que le configura y le llena; es, por tanto, signo e 
instrumento de la gracia divina. Tal vez la semejanza del hombre a 
Dios implique el matrimonio; pues cuando el Génesis testifica que 
Dios creó al hombre a imagen suya, dice que le creó varón y mujer. 
Aunque tal interpretación fuera acertada, no supone ninguna 
diferenciación sexual en Dios; es un carácter esencial del Dios vivo 
el no tener ninguna determinación sexual. La semejanza a Dios se 
referiría más bien al amor de Dios. 
De cualquier modo que haya que interpretar este texto del 
Génesis, no hay duda de que el matrimonio, como cualquier 
realidad creada, tiene su modelo y prototipo en Dios. La revelación 
neotestamentaria de la vida trinitaria de Dios nos da la clave de ese 
hecho. La vida comunitaria celestial, que consiste en la corriente 
del recíproco amor entre el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo, es 
la realidad primera y originaria, representada analógicamente en el 
matrimonio; es la que anima al matrimonio con su inagotable 
dinámica. El matrimonio tiene así un fondo y suelo infinitos de que 
vivir. 
Por culpa del pecado, el matrimonio fue deformado junto con toda 
la creación. También él cayó en la autonomía y lejanía de Dios, en 
que incurrió el hombre; pero incluso en ese estado de confusión 
conserva su ser creado por Dios y no deja de ser representación e 
instrumento del amor de Dios; en todo matrimonio está Dios 
actuando. 
Por eso el matrimonio fue considerado siempre y en todas partes 
como algo santo y su celebración estaba rodeada de fiestas 
religiosas. Cuando se capta la profundidad del matrimonio se sabe 
que los esposos se aman mutuamente en su relación a Dios. Si 
Dios creó para Adán una hembra que fuera su complemento, 
podemos suponer que Eva no iba a ser sólo ayuda en la realización 
de su ser natural, sino también en el perfeccionamiento de su ser 
elevado sobrenaturalmente. Adán y Eva debían cultivar la tierra en 
común y del mismo modo debían lograr su máxima plenitud en Dios, 
ayudándose recíprocamente. 
La virtud y fuerza salvadoras del matrimonio están testificadas en 
ese su origen divino y, por tanto, en él está prefigurada su 
sacramentalidad; los Padres de la Iglesia y teólogos medievales 
interpretando /Ef/05/21-33, creen que la narración del Génesis 
prefigura la sacramentalidad del matrimonio de un modo más 
perfecto todavía; algunos de los primeros escolásticos, exagerando 
un poco, llegan a decir quo el matrimonio sacramental fue instituido 
en el Paraíso. 
El texto do la Epístola a los Efesios dice: "Sujetos los unos a los 
otros en el temor de Cristo. Las casadas estén sujetas a sus 
maridos como al Señor; porque el marido es la cabeza de la mujer, 
como Cristo es la cabeza de la Iglesia y salvador de su cuerpo. Y 
como la Iglesia está sujeta a Cristo, así las mujeres a sus maridos 
en todo. Vosotros, los maridos, amad a vuestras mujeres, como 
Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella para santificarla, 
purificándola mediante el lavado del agua con la palabra, a fin de 
presentársela así gloriosa, sin mancha o arruga o cosa semejante, 
sino santa e intachable. Los maridos deben amar a sus mujeres 
como a su propio cuerpo. El que ama a su mujer, a sí mismo se 
ama, y nadie aborrece jamás su propia carne sino que la alimenta y 
la abriga como Cristo a la Iglesia porque somos miembros de su 
cuerpo. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se 
unirá a su mujer, y serán dos en una carne. Gran misterio éste, 
pero entendido de Cristo y de la Iglesia. Por lo demás, ame cada 
uno a su mujer, y ámela como a sí mismo, y la mujer reverencie a 
su marido". 
En estas palabras anuncia San Pablo quo el texto del Génesis 
significa más que lo que dice su sentido inmediato. La expresión 
"misterio" puede entenderse como sentido misterioso y escondido o 
como realidad misteriosa, revelada ahora y captable mediante la fe. 
Según la primera interpretación, la proposición paulina que sigue al 
texto del Génesis significa: estas palabras de la Escritura tienen, 
además del literal, un sentido profundo y misterioso, lo refiero a 
Cristo y a la Iglesia. Según la segunda interpretación significa: este 
misterio es grande; lo digo de la revelación de Cristo y de la Iglesia. 
Objetivamente ambas interpretaciones van a parar a lo mismo: 
según San Pablo, el texto del Génesis no sólo expresa la institución 
del matrimonio humano, sino que preanuncia la comunidad entre 
Cristo y la Iglesia, pre-revelada en el matrimonio humano; el texto 
del Génesis es una promesa. Cuando Cristo vino y tomó a la Iglesia 
por esposa, se reveló quién era en definitiva el hombre, que lo dejó 
todo por ir con su esposa; entonces se aclaró qué es lo que 
significa el "convertirse en una sola carne". En la relación 
Cristo-Iglesia se cumple hasta el límite todo lo que había sido 
siempre aludido en el matrimonio. La comunidad entre varón y 
mujer era un proyecto de la comunidad de Cristo y de la Iglesia.
El matrimonio, instituido por Dios en el Paraíso, apuntó a su 
eterno prototipo y modelo no sólo en dirección vertical, sino también 
en la dirección horizontal de la historia de la salvación. La línea de 
la historia sagrada se destaca con más evidencia aún cuando el AT 
representa la relación de Dios con el pueblo neotestamentario de 
Dios por medio de la imagen del matrimonio; Dios es el Señor y 
Esposo y el pueblo neotestamentario de Dios, fundado por El, es la 
Esposa; Dios le regala su amor y fidelidad y se lo exige hasta el 
sacrificio perfecto. El pueblo sabe su pertenencia a Dios y puede 
esperar amor y fidelidad. 
La relación de Dios con su pueblo simbolizada en el matrimonio 
se cumple en Cristo. El "matrimonio natural" es un signo do Cristo; 
tiene también valor de precursor; en él lanza su luz anticipadamente 
la época de la salvación. 
El matrimonio natural es un signo de la comunidad entre Cristo y 
la Iglesia, y viceversa, en la unión de Cristo y la Iglesia adquiero el 
matrimonio su máxima plenitud. En las relaciones matrimoniales de 
los bautizados está operante la relación de Cristo y la Iglesia. El 
matrimonio natural sigue siendo en su estructura lo que es por 
esencia y por origen; pero es completado por una nueva realidad; 
es configurado y traspasado por la unión de Cristo con la Iglesia. 
Este matrimonio nuevo, cristiano, es en cierto modo una derivación 
del "gran desposorio" en el que Cristo pertenece como cabeza a la 
Iglesia y la Iglesia pertenece como cuerpo a Cristo. Por tanto, del 
mismo modo que en la época precristiana podía reconocerse en el 
matrimonio la relación de Dios a su pueblo, en la época cristiana 
puede captarse analógicamente el misterio del matrimonio en el 
misterio que rodea a Cristo como cabeza y a la Iglesia en cuanto 
cuerpo de Cristo. 

b) El Concilio de Trento ve "significado" en el texto citado de la 
Epístola a los Efesios el hecho de que "Cristo introdujo en el orden 
sacramental el matrimonio instituido por Dios en el acto de la 
creación". La palabra "mysterium", que usa el Apóstol y que se 
traduce al latín por "sacramentum", no puede ser aducida como 
argumento a favor del carácter sacramental del matrimonio, porque 
la palabra no tuvo el sentido concreto y estricto que hoy le damos, 
hasta el siglo Xll. 
La sacramentalidad del matrimonio puede deducirse, sin 
embargo, de la descripción que San Pablo da de él. Primariamente 
no pretende instruir a los lectores sobre el carácter sacramental del 
matrimonio, sino que más bien quiere inculcar a los casados la 
recta conducta recíproca que les exige su comunidad con Cristo. 
Fundamenta sus advertencias aludiendo al misterio íntimo del 
matrimonio. Del mismo modo que el matrimonio precristiano era un 
tipo de la unión de Cristo con el pueblo neotestamentario de Dios, 
el matrimonio cristiano es una imagen de la comunidad entre Cristo 
y la Iglesia. La unión de Cristo con la Iglesia es la imagen-norma y 
el prototipo de todo matrimonio. 
Avancemos otro paso. El matrimonio es una imagen plena de 
realidad de la comunidad entre Cristo y la Iglesia; en la imagen está 
el modelo, que se manifiesta en ella. El matrimonio es, en cierto 
modo, una epifanía de la unión y alianza entre Cristo y la Iglesia. La 
comunidad de Cristo con la Iglesia se realiza en la comunidad entre 
hombre y mujer, que está llena de la vida que Cristo y la Iglesia se 
regalan mutuamente, llena de la gracia y verdad que Cristo regala a 
su Esposa, la Iglesia, llena de la fuerza amorosa que une a Cristo y 
a la Iglesia. 
Las formas externas son en varios aspectos las mismas en el 
matrimonio cristiano y en el no-cristiano, pero su contenido es 
esencialmente distinto. En las mismas formas una vez se configura 
una vida puramente terrestre y otra vez se configura la vida 
celestial. Así, pues, cuando dos bautizados entran en la comunidad 
instituida por Dios en el Paraíso entre hombre y mujer, su relación 
mutua está caracterizada por el hecho de ser una relación entre 
hombres configurados a imagen de Cristo; tal carácter o sello 
consiste por disposición de Cristo en que los bautizados, al contraer 
matrimonio representan el suceso y acontecimiento en que Cristo 
muriendo se entregó a la Iglesia para regalarla vida celestial y la 
Iglesia se entregó a Cristo para proteger y cuidar la vida regalada 
por El. La celebración del matrimonio entre bautizados simboliza, 
por tanto, un drama: es un drama simbólico (J. Pascher). Varón y 
mujer desempeñan los papeles de Cristo y de la Iglesia. El bautismo 
les concede capacidad para eso. Como los no bautizados no son 
capaces de desempeñar tales papeles, su matrimonio no es 
sacramento. Tampoco el matrimonio entre bautizado y no-bautizado 
puede ser llamado sacramento, aunque algunos teólogos le 
consideren como tal. 
Es claro que hay que precisar que también el matrimonio no 
sacramental, pero válido, está iluminado en cierto sentido por la 
gloria de Cristo, porque todo lo creado está en relación con él; pero 
no es la fuerza y el esplendor de la gloria de Cristo que concede el 
sacramento. 

c) Ya el hecho de que Cristo mismo predicara al mundo un 
mensaje sobre el matrimonio (Mt. 19, 6) alude a su carácter 
sacramental, es decir, a su eficacia para conceder gracia. Cristo 
sabía que había sido enviado sólo para instaurar el reino de Dios; 
no creía misión suya el ordenar inmediatamente las cosas de este 
mundo. Cuando hace indicaciones sobre el matrimonio, significa 
con ello que no lo entendía sólo como cosa de este mundo, sino 
como un elemento del reino de Dios, como una parte del reino 
divino instaurado por El como signo, y signo eficaz del reino del 
amor de Dios. Sus palabras sobre al matrimonio se convierten así 
en buena nueva y alegre mensaje. 
Sería entender estrechamente la sacramentalidad del matrimonio 
creer que se agota en la bendición de la Iglesia. La 
sacramentalidad del matrimonio es más que una bendición que la 
Iglesia da a sus hijos en un cambio decisivo de su camino; es más 
que una fiesta que acompaña a la celebración del matrimonio y que 
se sale de lo diario y corriente; es la plenitud de la unión 
matrimonial con la gloria de Cristo. 

d) En este sentido pueden interpretarse las palabras con que 
San Pablo condena a los enemigos radicales del matrimonio. 
Escribe a su discípulo Timoteo: "Pero el Espíritu claramente dice 
que en los últimos tiempos apostatarán algunos de la fe, dando 
oídos al espíritu del error y a las enseñanzas de los demonios, 
embaucadores, hipócritas, de cauterizada conciencia. que prohíben 
las bodas y se abstienen de elementos creados por Dios para que 
los fieles, conocedores de la verdad, los tomen con hacimiento de 
gracias. Porque toda criatura de Dios es buena y nada hay 
reprobable tomado con hacimiento de gracias, pues con la palabra 
de Dios y con la oración queda santificado" (I Tim. 4, 1-5). 
El Apóstol se dirige contra las herejías dualistas, según las cuales 
el cuerpo y la comunidad corporal son malos en sí. Con fuego 
señala tales principios como doctrinas del diablo. Lo que viene de 
Dios, como el matrimonio, no puede ser llamado malo por los 
hombres. La vida matrimonial sólo puede ser condenada por 
mentirosos, por los que trastornan el orden de la creación. El uso 
del orden creado por Dios no es pecado. El hombre peca cuando 
so apodera del mundo egoísticamente, sin dar gracias a Dios. 
La contradicción con otro texto de San Pablo es sólo aparente; se 
trata del capítulo 7 de la primera Epístola a los Corintios, en que 
dice el Apóstol: "Acerca de las vírgenes no tengo precepto del 
Señor; pero puedo dar consejo, como quien ha obtenido del Señor 
la misericordia de ser fiel. Creo, pues, que por la instante 
necesidad, es bueno que el hombre quede así: ¿estáis ligados a 
mujer? No busques la separación. ¿Estás libre de mujer? No 
busques mujer. Si te casares no pecas; y si la doncella se casa no 
peca; pero tendréis así quo estar sometidos a la tribulación de la 
carne que quisiera yo ahorraros. Digoos, pues, hermanos, que el 
tiempo es corto: sólo queda que los que tienen mujer vivan como si 
no la tuvieran; los que lloran como si no llorasen; los que se alegran 
como si no se alegrasen; los que compran, como si no poseyesen, 
y los que disfrutan del mundo, como si no disfrutasen; porque pasa 
la apariencia do este mundo" (/1Co/07/25-31). En primer lugar hay 
que observar que San Pablo dice expresamente que no se trata 
aquí de una revelación de Dios, sino de una opinión personal. Por 
lo demás, la opinión merece gran atención por ser la de un hombre 
llamado por Cristo al apostolado. Por otra parte, San Pablo no da 
un precepto, sino sólo un consejo. Y, finalmente, da este consejo 
en vista de las apremiantes circunstancias. El Apóstol vive en la 
esperanza de que Cristo va a volver en seguida a llevarse a los 
suyos; no vale la pena empezar una nueva forma de vida. Cada 
uno debe conservar su estado actual de vida. Es, pues, evidente 
que San Pablo condena toda proscripción del matrimonio cuando 
habla como instrumento del Espíritu Santo. En razón de su creencia 
de que el fin del mundo está a la puerta, aconseja (no como 
portador de la revelación, sino como miembro de la Iglesia, lleno de 
gracia y que se consume en el servicio de sus hermanos), que no 
contraiga ningún matrimonio más y que no se intente la separación 
del matrimonio ya contraído. Ya no hay plazo para ese nuevo 
principio, porque el fin irrumpe ya. 

3. Los Padres de la Iglesia rechazaron todo desprecio maniqueo 
y gnóstico del matrimonio y defendieron su sacramentalidad, a 
pesar de la perdición en que había caído el matrimonio pagano 
ante sus mismos ojos. Dan testimonio de la sacramentalidad del 
matrimonio, llamándole muchas veces una parte de la vida de la 
Iglesia. 

·Ignacio-ANTIOQUIA-S escribe al obispo Policarpo (cap. 5): 
"Di a mis hermanas que amen al Señor y sean fieles a sus 
maridos en la carne y en el espíritu. Advierte igualmente a mis 
hermanos, en nombre de Jesucristo, que amen a sus mujeres como 
el Señor ama a la Iglesia. Si alguno puede vivir castamente para 
honra de la carne del Señor, siga siendo humilde... Si se 
enorgullece, está perdido... Conviene que el esposo y la esposa 
contraigan la unión con la aprobación del obispo para que el 
matrimonio ocurra en el sentido del Señor y no según el deseo de 
los sentidos. Sea todo en honor de Dios." 

·Tertuliano escribe a su mujer (2, 9): 
"Cómo podría yo ensalzar suficientemente la dicha del 
matrimonio, contraído mediante la Iglesia, asegurado mediante el 
sacrificio, señalado con la bendición, contemplado por los ángeles y 
confirmado por el Padre celestial... Qué hermosa es una pareja de 
creyentes que tienen una misma esperanza, un solo modo de vida, 
la misma liturgia. Ambos son hermanos, con-siervos, en nada 
separados ni por el espíritu ni por el cuerpo. Oran en común y en 
común se postran, en común ayunan; se adoctrinan y advierten 
mutuamente y mutuamente se soportan. Uno con otro van a la 
Iglesia y juntos se encuentran en la mesa del Señor; se unen en las 
necesidades y en las persecuciones, se unen también en los días 
buenos. No tienen entre sí ningún secreto, no se desvían ni se 
molestan entre sí. Con gusto visitan a los enfermos y ayudan a los 
necesitados. Las limosnas se dan sin vacilación, se ofrece el 
sacrificio sin reparos, se hacen las prácticas religiosas diarias sin 
dificultades. No hace falta esconderse para hacer el signo de la 
cruz y se desea la paz sin miedo; no es necesario rezar la oración 
de bendición en secreto. Alternando cantan himnos y salmos y se 
animan recíprocamente a ver quién canta mejor a su Dios. Cristo ve 
y oye esto y es una alegría para El. Entonces envía su paz. Donde 
hay dos, está también El. Y donde El está, no está el mal". 

·Orígenes dice en la Explicación del Evangelio de San Mateo 
(14, 16):
"Es Dios quien une a dos en uno, para que no sean dos desde el 
día en que la mujer se une al hombre. San Pablo sabía esto muy 
bien cuando decía que, del mismo modo que la vida casta es gracia 
de Dios, también el matrimonio contraído según la palabra de Dios 
es gracia."

·Cirilo-JERUSALEN-S de Jerusalén explica en la Catequesis 12 a 
los catecúmenos (sec XXVI): 
"Nada impuro hay en la figura del hombre, a no ser que se 
manche con adulterio y lujuria; pues quien formó a Adán formó 
también a Eva. Por las manos divinas fueron formados el varón y la 
mujer. Ninguno de los miembros del cuerpo era impuro al ser 
creado. Enmudezcan los herejes que acusan a los cuerpos y al 
Creador." 

·Gregorio-NISENO-SAN (Magna Catequesis, cap. 28) dice: 
"El orden de la naturaleza, dispuesto así por la ley y voluntad de 
Dios, está sobre todo reproche de pecaminosidad; la acusación 
contra la naturaleza recaería sobre el mismo Creador si se quisiera 
tachar en ella algo como ignominioso y malo en sí... Todo el orden 
de los miembros, que trabajan en el cuerpo humano, sirve a su 
finalidad, que es la conservación de la vida humana. Los demás 
miembros conservan en la actualidad la vida del hombre, en cuanto 
que unos obran en esta dirección y otros en aquella, para posibilitar 
a los sentidos su función y para producir la capacidad humana de 
trabajo; a los miembros de la procreación compete, en cambio, el 
cuidado del futuro, en cuanto que siempre dan al género humano 
nuevas generaciones. ¿Qué miembros de los tenidos por honrosos 
se anteponen a éstos desde el punto de vista de la utilidad? Pues 
nuestro género no se continúa por los ojos, oídos o lengua o por 
cualquier otro sentido, sino que la inmortalidad se da a la 
humanidad por medio de aquéllos, de manera que la muerte, 
aunque trabaja inacabablemente contra nosotros, no tiene en cierto 
modo ningún éxito, porque nuestra naturaleza siempre sustituye las 
bajas padecidas." 

·Agustín-san, en su Explicación del Evangelio de San Juan, dice: 

"Al aceptar el Señor la invitación a la boda, quiso con ello dar 
mayor fuerza y confirmar de nuevo que el matrimonio es obra suya. 
Vendrían más tarde gentes que, como profetizó el Apóstol, 
prohibirían contraer nupcias, diciendo que el matrimonio es obra 
mala, hechura diabólica. Sin embargo, el mismo Señor enseñó en el 
Evangelio, al ser preguntado si era lícito al hombre repudiar por 
cualquier razón a su mujer, que no lo era, salvo en caso de 
fornicación. En esta respuesta les dice además -os acordaréis 
vosotros de ello-: lo que Dios unió, no lo separe el hombre. Quien 
esté bien adoctrinado en la fe católica sabrá que Dios instituyó el 
matrimonio y que la unión procede de Dios, mientras que el divorcio 
tiene su origen en el demonio... 
Otros hay que han prometido a Dios virginidad, que no se casan: 
si bien es mayor su rango de honor y santidad dentro de la Iglesia, 
pertenecen también al desposorio de la Iglesia, en que Cristo es el 
Esposo. Por esto el Señor aceptó la invitación a la boda para que la 
castidad matrimonial quedara confirmada y evidenciada la realidad 
del sacramento del matrimonio; pues el esposo representa en 
aquella boda la persona del Señor, a quien se le dijo: Guardaste el 
buen vino hasta ahora. Cristo nos reservó hasta el final su buen 
vino, que es el Evangelio." 
En su tratado De fide et operibus (cap. 7, 10), nos enseña el 
santo Doctor de la Iglesia que además de un vínculo matrimonial 
natural existe en la Iglesia un sacramento santo del matrimonio. 

San Juan ·CRISOSTOMO-JUAN-SAN previene contra todos los 
desórdenes del divorcio. Las razones que da son entre otras las 
siguientes (Explicación de la Epístola a los Colosenses, 12, 6): 
"¿Tendré que explicar en qué sentido el matrimonio es también 
un misterio de la Iglesia? Cómo Cristo vino a la Iglesia, cómo ella 
desciende de El, cómo El se unió con ella en desposorios 
espirituales... Al mencionar todo esto no se desprecia este sublime 
misterio. El matrimonio es una imagen de la presencia de Cristo." 
·Ambrosio-SAN explica que el diablo puede tender una trampa al 
hombre con la misma piedad (Explicación al Evangelio de San 
Lucas 4, 10: 
"El (el diablo) ve a un hombre irreprochable, de intacta pureza: 
entonces le insinúa que debe considerar el matrimonio como algo 
reprochable. La consecuencia es que se aparta de la Iglesia y en 
su celo por la virginidad es separado de su amor virginal." 

·CIRILO-ALEJANDRIA-S de Alejandría escribe (Explicación del 
Evangelio de San Juan, lib. 2, cap. 1): 
"Entonces so celebró una boda -naturalmente con todo decoro-, 
y fue la Madre del Salvador y El mismo fue invitado y acudió con 
sus discípulos, más para hacer un milagro que para comer, pero 
también para santificar los principios del origen carnal del hombre. 
Pues El, que quería recrear la naturaleza humana y situarla en un 
estado mejor, repartió su bendición no sólo a los suyos, que ya 
habían sido llamados a la existencia; más bien debía allanar los 
caminos de la gracia a los que habían de nacer más tarde y 
santificar su entrada en la existencia." 

SCHMAUS
TEOLOGIA DOGMATICA VI
LOS SACRAMENTOS
RIALP. MADRID 1961.Págs. 712-722