La Eucaristía deleita
Fuente: www.iveargentina.org
Autor: R.P. Buela
“¡Comed, amigos, bebed, oh queridos, embriagaos!” (Cant 5, 1). Santo
Tomás aplica este versículo del Cantar de los Cantares a la Eucaristía.
Este es uno de los efectos de la Eucaristía: DELEITAR. (“Delectat”, dice Santo
Tomás). Así como la comida material deleita al cuerpo, este manjar espiritual
deleita al alma.
Por eso: “¡Comed, amigos, bebed, oh queridos, embriagaos!” (Cant 5, 1).
Este sacramento da espiritualmente la gracia junto con la caridad. De ahí que
San Juan Damasceno lo compara con el carbón encendido que vio el profeta Isaías:
“Como el carbón no es simple leña, sino leña con fuego, así el pan de la
comunión no es pan corriente, sino pan unido a la divinidad”.
¡Oh cosa milagrosa!
“¡Comed, amigos, bebed, oh queridos, embriagaos!” (Cant 5, 1).
Enseña San Gregorio Magno que: “el amor de Dios no está ocioso, sino que,
teniéndolo, obra cosas grandes”, se sigue que este sacramento tiene de suyo
eficacia, no sólo para dar el hábito de la gracia y de la virtud -en especial de
la caridad-, sino también para excitar el acto de la caridad, porque como dice
San Pablo “el amor de Cristo nos apremia” (2 Cor 5, 14). Con el amor de Cristo
“el alma se fortalece, espiritualmente se deleita y de algún modo se embriaga
con la dulzura de la divina bondad” enseña Santo Tomás.
El alma... “¡se deleita y de algún modo se embriaga!”
De ahí que: “¡Comed, amigos, bebed, oh queridos, embriagaos!” (Cant 5,
1).
Por eso exclamamos en el “Anima Christi”: “sangre de Cristo, ¡embriáganos!”.
¡Oh cosa milagrosa!
A este deleite llama Santo Tomás efecto actual o caridad actual y, también
fervor, porque implica actualidad y actualidad tensa. La gracia de la
Eucaristía, que los teólogos llaman gracia cibativa, entre otras cosas produce
en acto el sustentar la vida espiritual, el aumentarla, el desarrollarla, el
reparar las fuerzas que se pierden, dando mayor gracia y mayor caridad
habituales. Pero más allá de la actualidad del hábito está la actualidad del
acto en el que prorrumpe el hábito poseído. La Eucaristía produce en las almas
el amor a Dios. Por eso cuando estamos en la Misa amamos más; por eso la Misa
nos hace bien, porque nos enseña a amar más al prójimo al enseñarnos a amar más
a Dios.
También se le llama gozo a este deleite que produce la Eucaristía, porque
proviene de la percepción actual del bien que se posee -¡nada menos que
Cristo!-, para lo cual no debe haber distracción en la recepción -sacramental o
espiritual- de la Eucaristía. Muchas almas pierden el deleite actual de la
Eucaristía... ¡porque están distraídas en Misa o en la Adoración! ¡Deja de lado
las tontas distracciones!: “¡Comed, amigos, bebed, oh queridos, embriagaos!”
(Cant 5, 1).
El deleite que produce la Eucaristía no es necesariamente sensible, ni de un
afecto sensible tampoco. Se trata de un gozo espiritual, de un gozo profundo del
alma, de un gozo sobrenatural que proviene de la apreciación del gran bien que
se recibe: el Señor, ¡Jesucristo!, con todo lo que Él es y con todo lo que Él
tiene. Por eso dice Don Miguel de Cervantes Savedra, en una poesía:
¡Oh cosa milagrosa!
El deleite consiste sustancialmente en la prontitud de la voluntad para las
obras virtuosas de la vida cristiana.
Además de las distracciones actuales, o sea en el momento de la comunión, ¿qué
otras cosas impiden el deleite de la Eucaristía? Los pecados veniales. Las
faltas veniales actuales impiden el efecto actual de la Eucaristía; no el
habitual pero sí el actual. La dulzura espiritual es infalible por parte del
sacramento, pero el afecto actual a las faltas veniales o la distracción actual
en el momento de la Comunión -sacramental o espiritual-, impiden el efecto del
gozo actual, del fervor espiritual, del deleite o del amor actual, que es todo
lo mismo.
"Comed, amigos, bebed, oh queridos, embriagaos!” (Cant 5, 1).
Decía Urbano IV de la Eucaristía: memorial admirable y estupendo, deleitable,
suave... en el cual se gusta todo deleite y toda suavidad de sabor y se paladea
la misma dulzura de Dios...” Y León XIII: “derrama en (las almas) gozos
dulcísimos, que exceden en mucho a cuanto los hombres puedan en este punto
entender y ponderar”.
Por eso: Amigos queridos, ”¡Comed, ... bebed, ...embriagaos!” (Cant 5,
1).
¡Oh cosa milagrosa!
Panem de coelo praestitisti eis. Omne delectamentum in se habentem.
Nos diste, Señor, el pan del cielo. ¡Qué contiene en sí todo deleite!