Esteban Silber

 

Un Servidor Permanente

 

Introducción al ministerio del diaconado permanente

Centro Diocesano de Catequistas – Tarapaya – Potosí

 

El diaconado permanente es todavía, en Bolivia, una incógnita. Muchas personas no saben cuál es la identidad, cuál el papel y cuáles son las tareas del diácono permanente. Lo que puede sorprender es que incluso mucha gente muy comprometida en la Iglesia Católica y hasta entre los sacerdotes no conocen todavía este ministerio. La razón de este desconocimiento es que se trata de un servicio prácticamente nuevo en la Iglesia boliviana.

Este folleto, que ha nacido de un trabajo continuo con candidatos al diaconado permanente a nivel local y de la reflexión compartida a nivel nacional, quiere ayudar a comprender la figura del diácono y a difundir una identidad del mismo según las enseñanzas del Concilio Vaticano II y de las conferencias generales del episcopado latinoamericano. Al mismo tiempo esboza una perspectiva boliviana del diaconado, adaptada a la realidad social y cultural del país.

 

 Prólogo

La introducción del diaconado permanente en la Diócesis de Potosí en los últimos años ha generado experiencias muy interesantes. Mientras se notó, por un lado, la ignorancia de muchos sectores en la Iglesia sobre este ministerio, hasta entre los cristianos más comprometidos, por otro lado se desarrolló una nueva manera, más amplia y más profunda, de ser Iglesia, desde los mismos diáconos y candidatos hasta mucha gente relacionada con ellos.

Algunas experiencias a nivel nacional me dan la impresión de que este no es un caso aislado. El diaconado permanente es un ministerio de una Iglesia renovada, y renueva la Iglesia. Es nuevo, y, por esto, todavía desconocido. Al mismo tiempo, su reintroducción se constituye en una esperanza, no solamente para los que vivimos al interior de la Iglesia, sino también para la humanidad en la que estamos inmersos.

Este pequeño folleto es una introducción al ministerio del diaconado permanente y al mismo tiempo una reflexión sobre la identidad de este servidor. Quizás no todas las ideas que se encuentran en estas páginas serán compartidas por todos los que tienen que ver con el ministerio del diaconado. Todavía – aun entre los mismos diáconos, y más todavía entre los demás que sólo conocemos de fuera este servicio – no se ha establecido una identidad clara y definida de lo que es el diácono. Quizás el presente folleto pueda ser un aporte para la búsqueda de la identidad de este servicio.

Estas reflexiones nacen del trabajo con los candidatos y diáconos de la Diócesis de Potosí en los últimos años. Era y es todavía un trabajo pionero, ante todo en el área rural, buscando rasgos y aspectos de una identidad propia e inculturada. También el acompañamiento de algunos procesos a nivel nacional y las experiencias en otras jurisdicciones han influido en la elaboración de este pequeño trabajo.

Que estas páginas sean un apoyo para los mismos diáconos y candidatos, para sus esposas y familiares, para los sacerdotes y laicos, que trabajan con ellos, y para el Pueblo de Dios en Bolivia para entender mejor cuál es la identidad de este servidor permanente.

Potosí, en el mes de abril de 2002

Esteban Silber



Un poco de historia

El diaconado permanente es a la vez un ministerio nuevo y antiguo. Aunque es errónea la atribución del diaconado a los “siete hombres de buena fama” de los Hechos (He 6,3), se conoce el ministerio del diácono ya desde los tiempos del Nuevo Testamento. Ante todo Pablo, en sus diferentes comunidades, instauró y propagó este servicio (Fil 1,1). Conocía, incluso, el diaconado de las mujeres (Rom 16,1), como toda la Iglesia Católica en los primeros siglos.

En las primeras comunidades cristianas, los diáconos eran los encargados de la preocupación social, de los recién convertidos y bautizados y muchas veces de toda la economía de la diócesis. Para poder ayudar a los pobres, tenían en su poder la administración del dinero de la Iglesia. Los diáconos eran los “servidores” (este es el significado de la palabra griega ‘diákonos’) de sus comunidades y de los pobres fuera de la Iglesia. El siguiente texto, tomado de una regla eclesial de la Siria del siglo IV, ilumina esta tarea.

“El diácono es la imagen de toda la Iglesia. Atiende a los enfermos, se preocupa de los forasteros y ayuda a las viudas. Como un padre atiende a los huérfanos, y entra y sale de las casas de los pobres, para averiguar si no hay nadie quien haya caído en miedo, enfermedad o necesidad. Visita a los catecúmenos en sus viviendas, para animar a los que dudan y enseñar a los que no saben. Viste y embellece a los difuntos, sepulta a los forasteros, atiende a los que salieron de su tierra o fueron expulsados de ella. Hace conocer a la comunidad los nombres de los que necesitan ayuda.

Si el diácono trabaja en una ciudad que está en la orilla del mar, debe buscar cuidadosamente en toda la orilla para ver, si no el cuerpo de algún náufrago ha sido arrojado a tierra. Lo debe vestir y sepultar. En el alojamiento de los forasteros debe averiguar, si hay allá enfermos, pobres o difuntos, y lo comunicará a la comunidad, para que haga por cada uno lo necesario. Los paralíticos y enfermos bañará, para que puedan respirar un poco en su enfermedad.

El diácono será en todo como el ojo de la Iglesia.”

Después del siglo VI, el diaconado como ministerio en la Iglesia perdió importancia. Se convirtió en una especie de último paso antes de la ordenación sacerdotal. Recién en el año 1964, la Iglesia Católica en el Concilio Vaticano II restableció el diaconado como ministerio permanente y lo abrió para varones casados (LG 29). Los padres del Concilio opinaron que “parece bien que aquellos hombres que desempeñan un ministerio verdaderamente diaconal, o que predican la palabra divina como catequistas, o que dirigen en nombre del párroco o del Obispo comunidades cristianas distantes, o que practican la caridad en obras sociales y caritativas sean fortalecidos y unidos más estrechamente al servicio del altar por la imposición de las manos, transmitida ya desde los Apóstoles, para que cumplan más eficazmente su ministerio por la gracia sacramental del diaconado.” (AG 16)  Los esfuerzos de muchos obispos en ese concilio para introducir un ministerio ordenado abierto para ambos sexos, sin embargo, no tuvieron éxito.

A partir de entonces, se introdujo el diaconado permanente en muchas diócesis de América Latina y de todo el mundo. La III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Puebla, reflexionando sobre la introducción del diaconado permanente en América Latina, dice: “No se trata simplemente de restaurar el diaconado primitivo sino de profundizar en la Tradición de la Iglesia Universal y en las realidades particulares de nuestro Continente, buscando mediante esta doble atención (cfr. EN 73) una fidelidad al patrimonio eclesial y una sana creatividad pastoral con proyección evangelizadora.” (P 699)

En Bolivia, después de algunas experiencias  parcialmente ambiguas en la Arquidiócesis de La Paz (área que hoy forma parte de la Diócesis de El Alto) y en otras partes ya en los primeros años después del concilio, había que esperar un nuevo ímpetu desde el final de los años noventa, impulsado por las diócesis de El Alto y la Arquidiócesis de Cochabamba, así como otras diócesis, entre ellas Potosí, para que el interés en este ministerio vuelva a nacer en todo el país.

Actualmente ya existen, a nivel mundial, alrededor de 27.800 diáconos permanentes, de los cuales 64 viven y trabajan en Bolivia, en seis de los nueve departamentos. Sin embargo, sólo se están realizando, en el momento, cursos de formación en la arquidiócesis de Cochabamba y en las diócesis de El Alto y Potosí.

Desde el año 1997 se vienen realizando encuentros nacionales de los diáconos permanentes y sus esposas. Cada año participa además un buen número de candidatos al diaconado. De esta manera se están estrechando lazos de amistad y de hermandad entre los diáconos de las diferentes regiones y jurisdicciones de Bolivia.

 


Características del ministerio

Muchas personas están viendo la necesidad del diácono permanente en primer lugar desde la falta de sacerdotes que se hace sentir más que todo en el campo y en los barrios marginales de las ciudades. Sin embargo, cuando se restableció el diaconado en la Iglesia Católica, el motivo no era apoyar o sustituir a los sacerdotes, sino crear un ministerio nuevo. La necesidad del diaconado permanente proviene de otras dimensiones:

1.        En primer lugar, como dice el Concilio, “parece bien que aquellos hombres que desempeñan un servicio verdaderamente diaconal, [...] sean fortalecidos [...] por la imposición de las manos”. (AG 16) Esto quiere decir que se quiere ayudar a laicos comprometidos a profundizar su trabajo pastoral abriéndoles un nuevo campo de acción, confiriéndoles una nueva responsabilidad eclesial y profundizando su unión con Cristo servidor de la humanidad. Así los diáconos se convierten en representantes “oficiales” de la Iglesia Católica, participando no solamente del triple ministerio de Jesucristo como todos los bautizados, sino también del ministerio ordenado.

2.        En segundo lugar, se busca formar responsables para el servicio a los pobres en las parroquias y a nivel diocesano, para que esta dimensión eclesial no se pierda en la pastoral. Sin los diáconos permanentes existe el riesgo de subestimar a este sector pastoral como algo secundario y menos importante para la Iglesia Católica en su conjunto. La diaconía, sin embargo, como se llama también el servicio a los pobres, es parte esencial de la misión de la Iglesia. Los diáconos son los garantes de esta misión.

3.        En tercer lugar, son los diáconos permanentes nuevos y novedosos representantes de una pastoral rural que no solamente pretende abarcar la administración de los sacramentos en el campo, sino también quiere despertar el sentido de Iglesia en la gente campesina y formar comunidades cristianas en todo el área rural. Junto con los campesinos, los diáconos pueden contribuir a un desarrollo integral de las comunidades rurales, desde lo religioso hasta lo económico para llegar a una vida cada vez más humana.

La necesidad del diácono permanente proviene por lo tanto no de la falta de sacerdotes, sino del deseo de mayor compromiso del mismo Pueblo de Dios. Para entender el significado del diaconado permanente para la Iglesia de hoy es importante notar que no nace de una insuficiencia, sino de una abundancia. Es la expresión adecuada de un reforzamiento del compromiso cristiano para algunos laicos comprometidos.

¿Cuál es la identidad del diácono permanente en la Iglesia boliviana actual? ¿Cuáles son sus funciones? Quiero señalar cuatro puntos que me parecen claves para la identidad del diácono permanente en Bolivia. No nacen tanto del deseo de diferenciar al diácono de los laicos y de los sacerdotes sino de una visión concreta y real de lo que podría ser el diácono en nuestra realidad cultural, social y eclesial boliviana. Es necesario ver esta realidad concreta para definir, cuál ha de ser la identidad concreta del diácono permanente en Bolivia.

1.- Agentes de inculturación.

En la realidad boliviana, es importante que la Iglesia respete la cultura propia de las personas con las que trabaja. En esta tarea, los diáconos permanentes tienen un lugar esencial. Los diáconos rurales, por ejemplo, son especialistas no solamente de la religión cristiana, sino también de su propia cultura y religión. Conocen las costumbres de su pueblo y participan en ellas. De esta manera, mantienen un continuo diálogo intercultural. En su trabajo pastoral y sus liturgias cristianas buscan el acercamiento a la fe, la cosmovisión y hasta las creencias de sus vecinos y comunarios.

Su papel en la comunidad se asemeja al rol de una autoridad originaria o tradicional. Esto significa que deben considerar su ministerio como un servicio a la comunidad y que deben integrarse al consejo de autoridades. Durante el período de formación se busca el aval de la comunidad y de sus autoridades al deseo del candidato o mejor todavía, su elección.

Los diáconos urbanos, por su parte, deben respetar las diversas culturas de su ciudad, en primer lugar los elementos culturales de los migrantes del campo y la religiosidad popular. Así los diáconos permanentes del campo y de la ciudad colaboran a desarrollar un rostro más auténtico e inculturado de la Iglesia Católica. Su vida entre el ministerio y la familia, entre el orden sagrado y el trabajo profesional propicia este rol protagónico en el diálogo intercultural. Los diáconos son expertos en su cultura y en la religión cristiana. Son, por esto, verdaderos agentes de inculturación.

2.- Agentes de cambio.

Los diáconos permanentes colaboran con los laicos y con todas las personas de buena voluntad en la construcción de una sociedad más justa, equitativa y democrática. Buscan el cambio de este mundo en todo lo que está contrario al Reino de Dios para crear un mundo más acorde a lo que Dios quiere para él. Esta verdad general se hace más concreta y profunda en la realidad boliviana de hoy, que está marcada por la injusticia, la violencia y la explotación.

Esto significa que la labor del diácono permanente boliviano no está destinada en primer lugar a la sustitución de los sacerdotes en la liturgia, sino al servicio (diaconía) del Pueblo de Dios. De esta manera, ellos pueden ser la expresión viva de la Opción por los Pobres de la Iglesia Católica. Se insertan en el trabajo social de la Iglesia, se acercan a los pobres de su área de trabajo, buscan la unión de las organizaciones populares y participan en sus demandas y reclamos justos.

Este trabajo es prioritario para los diáconos permanentes, y no tanto el servicio litúrgico y de enseñanza. Los diáconos deben forjar una identidad de servidores del pueblo, de amigos de los pobres, de defensores de la vida y de luchadores por la justicia. Por lo tanto, los diáconos deben insertarse en el mundo de los más pobres, marginados y abandonados.

3.- Agentes de una Iglesia servidora.

Los diáconos expresan con su ministerio la actitud servidora de la Iglesia. Al igual que los demás ministros del Pueblo de Dios, no existen para mandar, sino para servir. Como viven más cerca de la realidad social de los laicos, deben respetarlos más y deben tomar en cuenta sus problemas reales y sus necesidades. Su pastoral atiende por ello estas necesidades reales, y no tanto un currículo de servicios pastorales que hay que cumplir. Siempre estarán preguntando y buscando, cuál es la situación actual que más necesita el apoyo y el servicio de ellos.

Así serán testigos y ejemplos de una Iglesia servidora. Una Iglesia, que no busca el propio bien, sino el de la humanidad. Una Iglesia, que se hace obediente al mandato del Señor y busca “primero el Reino de Dios y su justicia” (Mt 6,33) y no se pierde en las ansias de poder, de lucro y de ostentación.

4.- Agentes de una Iglesia renovada.

El Concilio Vaticano II restituyó el ministerio del diaconado permanente al mismo tiempo de enseñar que la Iglesia es el Pueblo de Dios. Los diáconos son, por lo tanto, representantes y expresión de una imagen renovada de la Iglesia. Si el Pueblo de Dios está presente en todo el mundo, en las familias, en la educación, en los trabajos profesionales, en las organizaciones populares, el diácono está ahí mismo.

Si está casado, tiene familia y ejerce una profesión civil, el diácono demuestra con su vida diaria, que la cotidianidad es un lugar privilegiado del encuentro con Dios. Si asume su vida familiar y profesional como parte de su ministerio, contribuye a la superación del abismo entre fe y vida, Iglesia y mundo. Él puede demostrar en persona propia que es la vida de este mundo la que nos puede llevar o no a la vida del mundo que estamos esperando.

El diácono permanente ofrece de esta manera un ejemplo de vida para la Iglesia y para el mundo. Es representante, dentro del orden sagrado, de todo lo que se consideraba “profano”, y consagra al mismo tiempo por su presencia y por su misión todo lo que le toca vivir en el mundo aparentemente fuera de la Iglesia.

La restitución del diaconado permanente por el Concilio Vaticano Segundo era parte de un proceso de renovación de la Iglesia Católica. Los diáconos, por lo tanto, serán testigos y agentes de una Iglesia renovada. El diaconado permanente es algo nuevo en la Iglesia Católica. Los diáconos no son ni “minicuras” ni “supercuras”, ni laicos clericalizados, ni laicos premiados, sino son signos de una Iglesia renovada, al servicio del reino, al servicio del pueblo. La vida de fe y compromiso de los diáconos puede ser un ejemplo tanto para los laicos como para los religiosos, sacerdotes y el mismo obispo.


Diáconos en el campo y en la ciudad

Un tema relacionado con el diaconado que hay que tomar muy en cuenta para definir la identidad de los diáconos permanentes en Bolivia es la diferencia que existe entre el perfil de un diácono rural y el de un diácono urbano.

Creo que el contexto vital es esencial cuando se habla del perfil de un ministerio eclesiástico como es el caso del diaconado permanente. Por esto distinguiré en este capítulo entre diáconos en la ciudad y diáconos en el campo. El objetivo no consiste en crear una separación entre los hermanos de un sólo ministerio o establecer de esta manera un diaconado en dos clases, sino iluminar más concretamente la identidad de uno y otro representante del diaconado. Ciertamente, ambas formas del diaconado no solamente se complementan, sino un diácono puede asumir características de una y otra forma, según el contexto concreto que está viviendo. Además, la realidad actual, en especial el fenómeno de la migración, muchas veces provoca el cambio de un diácono rural a la ciudad y también viceversa. De todas maneras, es importante reconocer las diferencias no tanto geográficas sino ante todo culturales entre ambas formas del diaconado permanente en Bolivia.

Diáconos rurales.

La primera característica de los diáconos rurales es que ellos son casi exclusivamente catequistas antiguos. De esta manera, traen mucha experiencia y mucho compromiso para su nuevo servicio. Si no lo son todavía, como diáconos pueden llegar a ser líderes en su comunidad o hasta en su zona. Ellos son representantes de una pastoral rural renovada, porque promueven una Iglesia inculturada y llevan a cabo el diálogo intercultural. Ayudan a profundizar y a extender la presencia de la Iglesia Católica en las áreas rurales. Aumentan en los laicos campesinos la conciencia de ser Iglesia. De esta manera, además, defienden a la población del trabajo destructor de las sectas.

En una parroquia sin párroco o en una zona de una parroquia grande, el diácono puede ser el responsable principal de toda la pastoral. También puede ser el encargado del trabajo social en el campo y de proyectos de desarrollo integral de la parroquia. Puede colaborar con las organizaciones campesinas e indígenas y para el desarrollo de los pueblos originarios, en la salud, la educación, la agricultura y muchos aspectos más.

En el campo existe el peligro de abandono y falta de seguimiento de los diáconos permanentes, más que todo por el posible cambio de párroco. Puede darse también, en casos aislados, un sacramentalismo extremo. Un problema puede ser la disponibilidad de la infraestructura de la parroquia para el diácono (movilidad, teléfono etc.). Otro problema, que sin embargo también puede convertirse en una oportunidad, es el de la migración a la que el diácono puede verse obligado.

Diáconos urbanos.

A diferencia del diácono rural, el diácono urbano tendrá sus características propias. Mayormente, los candidatos al diaconado de los diferentes centros urbanos, tienen un mayor grado de educación formal y pueden ser profesionales. Por lo tanto, se les puede exigir una formación más académica y más formal. Deberá ser más fácil el acompañamiento de los diáconos y candidatos urbanos, por la disponibilidad de comunicación e infraestructura.

Los diáconos urbanos pueden desempeñar tareas a nivel diocesano o regional, también en la pastoral especial, pueden hacerse cargo de la Pastoral Social a nivel parroquial y buscar la colaboración con las juntas vecinales y escolares, o también colaborar con los puestos de salud. Ellos pueden responsabilizarse de la organización de los pobres de la parroquia. A nivel pastoral, ayudan a la concientización, organización y formación de los laicos de su parroquia y ciudad.

Por lo general, disponen de menos tiempo para la formación y el trabajo, por las obligaciones laborales. Existe, en los candidatos y diáconos urbanos, mayor peligro de sacramentalismo, y según nuestras experiencias, también mayor afinidad personal a la liturgia y los sacramentos.

En todo caso, existe la necesidad de los diáconos permanentes en ambos sectores pastorales. Son papeles y funciones diferentes, y – como también la cultura de los candidatos es muy diferente – serán diáconos diferentes. Pero hay que cuidar del peligro de que se puedan desarrollar dos grupos separados de diáconos en una sola jurisdicción eclesial. Por esto es importante, que candidatos y diáconos de las áreas rural y urbano se reúnan por lo menos una vez al año.