EL REINO DE DIOS COMO FERMENTO SUBVERSIVO


La llegada del Reino de Dios resume, sin duda, toda la predicación 
de Jesús. Sería de esperar, por tanto, que este tema ocupara también 
un lugar central en la fe de sus seguidores. Sin embargo, mucho me 
temo que la inmensa mayoría de los cristianos se sentirían muy 
incómodos si tuvieran que explicar qué es el Reino de Dios. 
Más desconcertantes todavía son las diversas y contradictorias 
relaciones que se han establecido entre el Reino de Dios y la historia. 
Una frase famosa (que algunos atribuyen a Gottfried Menken y los 
demás a Julius Stahl) sostiene tajantemente que «todas las 
revoluciones se levantan contra el Reino de Dios». En cambio, 
Friedrich Schlegel afirmo que «el anhelo revolucionario de realizar el 
Reino de Dios es el factor clásico de toda cultura progresiva y el origen 
de la historia moderna»1. 
Parece increíble, pero es cierto: En política, el Reino de Dios ha 
servido para casi todo. En su nombre se ha legitimado el orden 
establecido, y en su nombre se ha intentado subvertirlo; lo mismo ha 
inspirado programas de signo revolucionario o reformista que 
programas de signo claramente conservador; ha empujado a unos 
hacia la violencia y a otros hacia el pacifismo más absoluto... Sin olvidar 
tampoco a muchisimos hombres y mujeres para los cuales el Reino de 
Dios exigía desentenderse de toda política y del mundo mismo. 
Veamos algunos ejemplos: 

1. Legitimación del orden establecido por el Reino de Dios 
RD/SOCIEDAD-DIVISION: En la Edad Media encontramos, sin duda, el mejor ejemplo de cómo la noción de Reino de Dios puede servir para legitimar el orden establecido. En efecto, toda la cultura política del medievo se basaba en la convicción de que los reinos terrenos eran una copia del Reino de Dios existente en el cielo y, en consecuencia, sus estructuras sociopolíticas debían ser consideradas poco menos que sagradas2. 
Imaginaban el Cielo como un Estado con su curia celestial en la que 
cada ángel, apóstol, etc., pertenecía a un ordo y realizaba obediente la 
función que le había sido asignada, de lo cual dedujeron que también 
los humanos debían aceptar la estratificación social como parte del 
plan divino. Así se expresa Hugo de Fleury: 

«Dios omnipotente no sólo diferencia los miembros del cuerpo 
humano, sino tambien los distintos rangos y potestades del mundo, 
todo en correspondencia con las distinciones que sabemos existen en 
la curia celestial, en la cual sólo Dios, Padre Omnipotente, posee la 
dignidad real, y en la que, después de El, los ángeles, arcángeles, 
tronos y dominaciones y otras potestades están unos sobre otros en 
maravillosa y ponderada variedad de potestades»3. 

Dado que a partir del Pseudo Dionisio Areopagita sabían que la 
jerarquía celestial constaba de tres órdenes angélicos, concluyeron 
que también la sociedad humana debía dividirse en tres estamentos: 
los oratores, los bellatores y los laboratores; es decir, los que rezan, los 
que pelean y los que trabajan 
SANTOS/TONTUNAS La idea se afianzó todavía más cuando Santa Hildegarda de Bingen, en sus visiones de la sociedad celestial, descubrió que las tres zonas estaban bien separadas unas de otras por murallas de tres varas de altura4. (De ahí dedujo Santa Hildegarda que sería imprudente acoger en el convento a cualquier mujer sin prestigio personal: «Al fin y al cabo -decía-, nadie encierra tampoco todo su ganado -vacas, ovejas, asnos, machos cabríos- juntos en un mismo redil»). 
La verdad es que, cuando recordamos hoy todo eso, resulta difícil 
evitar la impresión de que más bien obligaron al Cielo a imitar a la 
Tierra. 
Alrededor del emperador se fue tejiendo una aureola que lo 
convertía en el vicario o hyparco de Dios para gobernar y extender su 
Reino en la Tierra. La expresión más acabada de todo esto fueron las 
leyendas del último emperador, segun las cuales, cuando hubieran 
desaparecido los paganos -bien fuera por conversión o por eliminación 
fisica-, el ultimo de los emperadores iría a Jerusalén y, tomando de su 
cabeza la corona real, la colocaría sobre la cruz de Cristo, devolviendo 
así las insignias a su legítimo y originario titular; y, elevando los brazos 
hacia el cielo, entregaría el imperio cristiano a Dios Padre. 
Esta leyenda ha existido con pequeñas variantes en casi todos los 
países. En España se conserva un romance anónimo (escrito 
probablemente antes de 1534 y publicado en el tomo XVI de la 
Biblioteca de Autores Españoles) en el que es el emperador Carlos 
quien, una vez conquistado el mundo entero y encerrados sus 
moradores en un aprisco cuyo pasto son los sacramentos, asciende al 
Calvario y se abraza a la cruz. 
Ni que decir tiene que cuando se atribuyen al emperador los poderes 
mismos del Pantocrator, cualquier movimiento de rebeldía social asume 
inmediatamente formas heréticas. Se trata, o bien de un sacrilegio, 
como lo definió el Sinodo de Hohenalter (916) o, cuando menos, 
próximo al sacrilegio, segun la tesis de Juan de Salisbury. 

2. El Reino de Dios como fermento subversivo
RD/REVOLUCION:
Acabamos de ver que el orden establecido en el Medievo pretendía 
ser una encarnación del Reino de Dios. Pues bien, lo curioso es que 
quienes se rebelan contra dicho orden establecido tenían precisamente 
la pretensión de implantar el auténtico Reino de Dios. (Como hace 
notar Andrés Tornos, «las concepciones religiosas han servido hasta 
casi nuestros días de instrumento último de legitimación. De modo que 
casi todas las guerras y movimientos sociales, tanto los de liberación 
como los de opresion, se han hecho durante siglos en nombre de los 
dioses»5) 
Sería imposible pasar revista aquí a todos los movimientos de tipo 
revolucionario que se han inspirado en la idea de Reino de Dios: se 
cuentan por cientos6. 
Ha habido mesianismos judíos (como los de Bar Kochba o Moisés de 
Creta), musulmanes (como los de Bab, Al Hakin y Bu Meza) y cristianos, 
que son los que nos interesan aquí (como los de Tanquelin o Thomas 
Müntzer). 
La mayoría de los mesianismos fueron encabezados por varones, 
pero también hubo mujeres, como Cathérine Théot, que se hacía pasar 
como «madre de Dios» y por tal era tenida en el círculo de sus fieles; 
Alice Lenshina, en Rodesia del Norte, que pretendía haber sido 
resucitada y proclamó el retorno de Cristo en su persona; o Ann Lee, 
venerada por la secta de los shakers. 
Los hubo en Europa igual que en el Tercer Mundo7; e incluso existen 
media docena de mesianismos esquimales. 
La mayoría de los promotores murieron violentamente, como Fray 
Dolcino y su hermana de armas, Margarita, que fueron detenidos, 
torturados y quemados vivos en Vercelli el año 1307; o Juan de 
Leyden, cuyo cuerpo mutilado fue encerrado en una jaula de hierro e 
izado en lo alto de una torre para perpetuar el recuerdo de su 
arrogancia intempestiva. 
Incluso hubo un mesías inexistente, como John Frum, ese personaje 
de Tanna, en las Nuevas Hébridas de los años cuarenta, que 
inicialmente fue tan sólo la «aparición» de una «figura blanca» en una 
«noche negra». 
La mayoría de los mesianismos fueron violentos, como la 
Fraternidad de la cruz amarilla, que presenta curiosas similitudes 
con el partido de la cruz gamada; pero también hubo mesianismos 
pacifistas. 
Ante la imposibilidad de pasar revista a esos mil y un mesianismos, 
nos contentaremos en el siguiente apartado con recoger tres ejemplos: 


3. Revoluciones hechas en nombre de Dios 
Nunca como durante la Edad Media hubo tanta gente que, en un 
momento u otro, creyó oír las trompetas del juicio final. A menudo 
pequeñas bandas de insurrectos, con solo piedras y horquillas en las 
manos, fueron convertidas por su propia imaginación en el brazo 
derecho de la ira de Dios. El resultado fue casi siempre la patética 
matanza de hombres cuyas visiones, si bien daban a cada uno la 
fuerza de diez o aun cien personas, les habían hecho sobrevalorar su 
capacidad8. 
Alrededor de 1419, un grupo de husitas radicalizados consideraron 
que había llegado el momento de implantar el milenio. Rebautizaron 
con el nombre de «monte Tabor» una montaña proxima al castillo de 
Bechyne, en el río Luznica, y ellos comenzaron a llamarse a sí mismos 
taboritas, porque, según una tradición que se remonta al siglo IV, la 
segunda venida de Cristo debía ocurrir en el Tabor. 
A diferencia de los defensores del orden establecido, consideraron 
que en el Reino de Dios no podía haber estamentos, y en 
consecuencia convocaron a una lucha de exterminio contra los 
poderosos. Los taboritas fueron muy claros en este punto: «Todos los 
señores, nobles y caballeros seran muertos y exterminados en las 
florestas como forajidos». 
Instauraron entre ellos la propiedad común, pero no se preocuparon 
de producir. Parece que llegaron a pensar que los ciudadanos de la 
nueva comunidad estarían exentos de trabajar, igual que Adan y Eva 
en el paraíso. Cuando agotaron los fondos de las cajas comunes, 
consideraron que, siendo como eran «hombres de la ley de Dios», 
tenían derecho a tomar todo lo que pertenecía a los enemigos del 
Señor, que muy pronto se identificaron con cuantos no eran taboritas. 
Más famoso fue Thomas Müntzer, a quien los clásicos del marxismo 
(Engels9, Bloch10...) han dedicado valiosos estudios: «Su programa 
político -dice el primero de ellos- tenía afinidades con el comunismo; 
muchas sectas comunistas modernas en vísperas de la revolución de 
febrero no disponían de un arsenal teórico tan rico como "los de 
Müntzer" en el siglo XVI»11. 
Thomas Müntzer-THOMAS nació en Stolberg, Turingia, en 1488 ó 
1489. Después de graduarse en la Universidad y ordenarse sacerdote, 
llevó una vida agitada e incansable, buscando siempre lugares donde 
proseguir sus estudios. Se separó de la Iglesia católica para seguir a 
Lutero, pero pronto abandonó también a éste para predicar su propia 
doctrina. 
La última semana de julio de 1524 anunció que había llegado el 
tiempo en el que debían ser destruidos todos los tiranos y empezar el 
Reino mesiánico. Siguieron unos meses de efervescencia escatológica 
y en abril de 1525 plantó en su iglesia de Mühlhausen un estandarte 
blanco con un arco iris que simbolizaba la alianza con Dios, anunciando 
que muy pronto se habrían alistado bajo él dos mil «extranjeros» que 
constituirían la «Liga de los Elegidos», y marcharía a la lucha al frente 
de ellos. En una carta enviada a sus seguidores de Allstedt escribe: 

«¡Empecemos a luchar la guerra de Dios! Estamos en el tiempo 
oportuno (...). Basta con que tres de vosotros, confiando en Dios, 
busquéis sólo su nombre y honor, para que no temáis ni a cien mil (...) 
¡A ellos, a ellos mientras el fuego arda! ¡Que la espada no se enfríe!, 
¡que no enmohezca! ¡Golpead, golpead en el yunque de Nimrod! 
[Müntzer atribuía a Nimrod la construcción de la torre de Babel, el 
origen de la propiedad privada y las diferencias de clases]. ¡Destruid su 
torre! Mientras los poderosos sigan con vida, nunca quitaréis el temor 
de los hombres. No puedo hablaros de Dios mientras ellos os dominen. 
¡A ellos, a ellos, mientras haya luz del día! Dios va delante de 
vosotros.» 

Ocho mil campesinos respondieron a su llamamiento y constituyeron 
un ejército en Frankenhausen. El 15 de mayo las tropas de los 
príncipes y las hordas campesinas se encontraron frente a frente. El 
profeta hizo una apasionada exhortación -cuyo efecto resultó 
potenciado además por la aparición de un arco iris en el cielo- en la 
que declaró haber recibido una promesa de lo alto, según la cual en 
cuatro años podrían destruir a los actuales gobernantes incrédulos e 
implantar el Reino de Dios sobre la Tierra. El mismo detendría con su 
capote las balas de cañón que lanzaran sus enemigos y Dios 
transformaría los cielos y la tierra antes de dejar perecer a su pueblo. 
Todavía estaban los campesinos cantando el «Veni Sancte Spiritus» 
cuando se oyó una primera -y única- salva de fusilería y cañones que, 
desgraciadamente, no fue detenida por el capote del profeta. El efecto 
fue tan inmediato como catastrófico: los campesinos, presa del pánico, 
huyeron perseguidos por la caballería enemiga, que, con sólo una 
pérdida de una docena de hombres, conquistó Frankenhausen y mató 
a cinco mil campesinos en la refriega. Müntzer, que se había escondido 
en un sótano de la ciudad, fue torturado y por fin decapitado el día 27 
de mayo. 
También fue famoso el intento de los anabaptistas, al mando de Jan 
Matthys y Jan Bockelson (más conocido como Juan-de-Leyden) de 
convertir la ciudad de Münster en la Nueva Jerusalén. Expulsaron a 
luteranos y católicos, confiscaron sus bienes y almacenaron en unos 
depósitos centrales todas las reservas de alimentos. Después de rezar 
durante tres días, Matthys designó siete diáconos, a quienes encargó 
la administración de dichos almacenes. A los pobres les dijo que 
acudiesen allí a solicitar cuanto necesitasen. 
Mas tarde ordenó poner en común el dinero y las joyas, ejecutando 
públicamente a quienes habían ocultado sus propiedades. Pronto pasó 
a considerarse pecaminosa la posesión privada de los alojamientos, 
ordenándose que las puertas de las casas permanecieran abiertas día 
y noche. 
Muerto Matthys, le sucedió Jan-Bockelson, quien no se entronizó 
como rey tradicional, sino como «Mesías de los Ultimos Días», 
acuñando monedas con inscripciones que resumían toda su fantasía 
milenarista: «Un Rey sobre todos. Un Dios, una fe, un bautismo». 
Tomó por esposa a Divara, la hermosa viuda de Matthys. Pero, 
debido a que habían huido muchos hombres, el número de mujeres era 
tres veces superior al de varones, de modo que Bockelson implantó la 
poligamia, y él mismo llegó a reunir un harén de quince esposas. 
Estableció una lujosa corte de doscientas personas y explicó que él 
podía ya permitirse ese lujo fastuoso porque estaba completamente 
muerto para el mundo y para la carne. Aseguró al pueblo que ellos no 
tardarían mucho en estar en idéntica situación, sentados sobre sillas 
de plata y comiendo en mesas también de plata, pero considerando 
que todas esas cosas eran tan despreciables como el barro y las 
piedras. 
Lo que ocurrió, sin embargo, fue que el obispo de Münster logró 
reunir, con ayuda de otros estados del Imperio, un numeroso ejército, y 
en enero de 1535 inició el bloqueo de la que había sido su ciudad. A 
partir de abril, el hambre se apoderó del pueblo. Cualquier animal 
-perro, gato, ratón, rata o erizo- servía de alimento; pronto la gente 
tuvo que empezar a consumir hierbas, musgo, zapatos viejos y los 
cuerpos de los muertos. La noche del 24 de junio los sitiadores 
tomaron la ciudad. Bockelson, atado con una cadena, como si de un 
oso amaestrado se tratara, fue exhibido durante varios meses. En 
enero de 1536 fue torturado con hierros al rojo vivo hasta que murió y, 
despues de la ejecución, colgaron su cuerpo y los de otros dos 
dirigentes anabaptistas en la torre de una iglesia situada en el centro 
de la ciudad; en unas jaulas que todavía pueden verse hoy. 

4. Política y Reino de Dios en los tiempos modernos 
POLITICA/RD RD/POLITICA CRMO/SOCIALISMO 
SOCIALISMO/CRMO:
También en los tiempos modernos el Reino de Dios ha inspirado por 
igual políticas conservadoras y políticas revolucionarias. 
Entre las primeras merece, sin duda, destacarse la ideología del 
Reino social de Cristo, que se desarrolló en el siglo XIX y tuvo 
vigencia hasta la segunda mitad del XX. Sus inspiradores fueron Dom 
Guéranger y, sobre todo, el Cardenal Louis Pie (1815-1880), que fue 
obispo de Poitiers desde 1849. Ignorando el pluralismo religioso 
existente de hecho en las sociedades modernas, postulaban una 
recristianizacion al estilo medieval de las instituciones y del Estado, que 
debían reconocer y visibilizar las prerrogativas regias de Cristo. El 
Cardenal Pie decia: 

«Cuando el cristianismo no constituye el alma de la vida pública, del 
poder político, de las instituciones públicas, entonces Jesucristo tratará 
a tal país como este país le trata a él. Reservará su gracia y sus 
atenciones para los individuos que le sirven, pero abandonará a su 
suerte las instituciones y poderes que no le sirven»12. 

Los discípulos del Cardenal Pie, entre los que destaca el periodista 
Louis Veuillot (1813- 1883), fueron mucho más lejos que él, 
reivindicando que la Iglesia y el Papa tuvieran potestad directa sobre la 
sociedad civil y mostrándose intolerantes con cuantos católicos no 
compartían su parecer. De hecho, Veuillot predicaba un culto al Papa 
que sobrepasaba las fronteras del mal gusto y lindaba con las de la 
herejía. 
Entre los ejemplos que podrían seleccionarse de políticas 
revolucionarias para las que el Reino de Dios fue su motivo inspirador, 
mencionaremos al pastor protestante suizo Christoph RD/Blumhardt, 
el Joven, nacido el 1 de junio de 1842 en Bad Boll. Para él, los sucesos 
más insignificantes eran alegorías del Reino que alboreaba. «Desde 
1870 -escribía en cierta ocasión- he visto en cada acontecimiento 
histórico la mano de Dios»13. Sin embargo, los cristianos permanecían, 
según él, sordos y ciegos a los signos que indicaban la llegada de ese 
Reino. Por ello Blumhardt fue haciéndose cada vez mas reservado y 
hasta hostil frente a todas las estructuras eclesiásticas. 
Uno de los indicios más significativos del Reino que se abría camino 
era, en su opinión, el movimiento social: «El Reino de Dios ha adquirido 
hoy unas dimensiones colosales. Se ha hecho universal. Llega hasta 
las callejuelas en donde residen los más pobres, los más 
desheredados, los más miserables. Hasta allí llega el Reino de Dios. Se 
extiende desde el Cielo hasta los Infiernos y comprende todos los 
pueblos». 
Cuanto más frecuentaba esas callejuelas que le hablaban del Reino, 
más cerca se sentía del proletariado, más identificaba su propio camino 
con el de los trabajadores oprimidos y explotados, y más duras eran las 
críticas que dirigía contra una Iglesia que no defendía el «Derecho al 
pan» establecido por Dios: «La gente se ahoga en este ambiente 
cargado de espiritualidad». 
Simultáneamente fue descubriendo que la esperanza marxista estaba 
animada por un auténtico espíritu mesianico, y en octubre de 1899 
ingresó en el Partido Socialista, lo que le supuso la desposesión de su 
parroquia y la pérdida de la mayoría de sus amigos. Llegó a ser 
diputado en el parlamento de Wüttemberg de 1900 a 1906 
En su opinión, los marxistas anunciaban el Mensaje de Jesucristo -la 
seguridad de que su Reino estaba abierto para todos, y especialmente 
para los pobres-, pero sin las palabras eclesiásticas y clericales que 
usaban los cristianos. Blumhardt renunció radicalmente a la 
cristianización de los pueblos. Lo fundamental es ser un hombre entre 
los hombres. Los paganos alcanzarán el Reino de Dios sin necesidad 
de hacerse cristianos. Llegarán a Cristo, pero no a los cristianos y a 
sus Iglesias vacías. Murió en 1919. 
También RD/Leonhard-Ragaz (1868-1945) ingresó en el Partido 
Socialista suizo en 1913, cuando era profesor de teología en Zurich. En 
1921 dejó la cátedra y se fue a vivir a los suburbios de la ciudad. 
Explicó la mutua implicación de cristianismo y socialismo con la famosa 
alegoría del anillo partido en dos mitades: Una familia poseía un anillo 
mágico capaz de convertir la guerra en paz, las penas en alegrías, la 
miseria en abundancia, etc.; pero un día se dividió la familia en dos 
grupos, y acordaron llevarse cada uno la mitad del anillo, completando 
la otra mitad con un metal corriente. Aun cuando cada uno de los dos 
anillos resultantes conservó algo de su fuerza original, ya no era ni 
mucho menos como antes. Y Ragaz concluye: 

«La historia de este anillo, en la medida en que una parábola puede 
explicar la realidad, equivale a la historia de las relaciones entre el 
cristianismo y el socialismo. Originalmente, ambos poseían la misma 
verdad, pero se dividieron en dos; y ahora, cada uno de ellos, 
considerando que es el auténtico, se opone al otro. La unión sería la 
liberacion del mundo. La división, en cambio, es su tragedia»14. 

Cuando deja la alegoría y pasa a las formulaciones precisas, afirma 
que esa división es la que se da entre un «Dios sin el Reino» y un 
«Reino sin Dios». «En la idea del Reino de Dios está incluido todo 
socialismo», aunque lo supere: «Para que pueda llegar el Reino ha de 
haber algo que sea más-que-socialismo» 15. 
Se ve claramente la importancia decisiva que los socialistas 
cristianos concedían a la esperanza en la llegada del Reino de Dios por 
el hecho de que a menudo bautizaban con ese nombre sus 
publicaciones y agrupaciones. En Estados Unidos su órgano se llamó 
The Kingdom, los materiales catequéticos que prepararon para 
concientizar en los problemas sociales -y que alcanzaron una notoria 
difusión- se llamaron The Gospel of the Kingdom. Una sociedad de 
similar orientación recibió también el nombre de Brotherhood of the 
Kingdom, etc.16. También en Francia los socialistas cristianos 
pretendieron implantar el Reino de Dios mediante la lucha de clases y 
la promoción de comunas que lo anticiparan17. 

5. Reino de Dios y apoliticismo: APOLITICISMO/RD: 
No siempre la esperanza del Reino se ha manifestado en opciones 
políticas -ya fueran de signo conservador o de signo revolucionario-; 
también ha sido frecuente considerar que el mundo está totalmente 
corrompido y el Reino de Dios nada tiene que ver con él. Quienes lo 
han entendido así predicaron y vivieron la fuga mundi. 
En ocasiones esa fuga-mundi se materializó en desplazamientos 
físicos, como la secta llamada Las mujeres del desierto, que duró 
desde 1694 hasta 1708 y, como su nombre indica, se retiraron a los 
desiertos para esperar allí la destrucción final del dragón. Incluso 
tenían telescopios en sus techos y mantenían una guardia nocturna 
permanente por si aparecían los primeros signos de los ángeles que 
anunciaban el cataclismo apocaliptico18. 
Otras veces la fuga mundi se materializó en «viajes al interior de 
uno mismo», sin abandonar físicamente la sociedad. En un famoso libro 
sobre el Reino de Dios que fue reeditado más de treinta veces y 
traducido a todas las lenguas, se decía, por ejemplo: «El Reino de Dios 
es el estado de gracia»19. Se trata de que Dios sea «rey de un alma 
en estado de gracia»20. «Para el mundo no hay remedio, porque el 
gran mal del mundo es que no quiere el remedio»21. «No hay mejor 
servicio que prestar a un alma, sobre todo a las almas de los niños, 
que el abrirles los ojos respecto a esa nada, a ese vacío y a esa 
falsedad del mundo (...); es decir, saber que estamos de paso, que 
estamos unidos a la carne, pero no arraigados en ella; que la gracia lo 
es todo y que, ella aparte, el resto... no es más que el resto»22. 
Sin duda, el más claro exponente del desinterés por los asuntos de la 
sociedad sin marcharse físicamente de ella son hoy los testigos de 
Jehová. Si bien conviven con los habitantes de cualquier país, no se 
consideran parte de él. Vivan donde vivan, dicen ser súbditos de un 
gobierno extranjero: el Reino de Dios. Precisamente se presentan 
como los «embajadores» de dicho gobierno extranjero en los diferentes 
países de la Tierra. 
Debido a su condición de «extranjeros», se consideran exentos no 
sólo del servicio militar, sino también del servicio civil sustitutorio o de 
cualquier otra obligación ciudadana (voto, etc.)23. 
Igualmente por su condición de «extranjeros», consideran que deben 
mantenerse neutrales ante los problemas internos o externos del país 
donde viven24. Ademas, no sabrían a quién apoyar, porque, en su 
opinión, ninguna organización social o forma de gobierno es mejor que 
otra cualquiera. Todas están bajo el poder de Satanás, el Príncipe de 
este mundo: 

«Los testigos de Jehova hemos rehusado saludar a las banderas 
fascista, nazi y comunista. No se trata de que sólo rehusemos saludar a 
la bandera de los Estados Unidos y de otras naciones democraticas. No 
hacemos distinción de una nación para menoscabo de otra»25. 

Ni que decir tiene que el apoliticismo de la fuga mundi es puramente 
imaginario y equivale a una opción tan política como todas las que 
hemos descrito hasta aquí. ·Mounier-E lo dijo muy claramente 
CSO/NEUTRALIDAD: 

«Se habla siempre de comprometerse, como si dependiera de 
nosotros; pero nosotros estamos comprometidos, embarcados, 
preocupados. Por eso la abstención es ilusoria. El escepticismo es aún 
una filosofia: la no intervención, entre 1936 y 1939, engendró la guerra 
de Hitler, y quien 'no hace política' hace pasivamente la política del 
poder establecido»26. 

6. Nuestro propósito 
Llegados aquí, resulta difícil evitar la desazón: La historia muestra 
que el concepto de «Reino de Dios» ha sido un «comodín» con el que 
cada uno legitimó la política que mejor le pareció ¿Cómo no recordar 
aquí la crítica marxiana a las ideologias?: 

«Los mismos hombres que establecen las relaciones sociales 
conforme a su productividad material producen también los principios, 
las ideas, las categorías, conforme a sus relaciones sociales»27. 

«No es la conciencia de los hombres la que determina la realidad; 
por el contrario, la realidad social es la que determina su 
conciencia»28. 

Con este librito he pretendido tan sólo sintetizar en pocas páginas la 
teología más común sobre el Reino de Dios y sus relaciones con la 
historia. En la primera parte, desde la teología bíblica del Reino de 
Dios, contemplaremos nuestra historia. En la segunda parte 
invertiremos la perspectiva y, partiendo de las luces y sombras de esa 
misma historia, dirigiremos varias preguntas a la teología del Reino. 
Este librito puede considerarse como el preámbulo necesario de un 
trabajo de investigación que estoy realizando, y espero poder dar a la 
imprenta en un futuro próximo, sobre los signos concretos de la 
presencia del Reino de Dios en nuestra historia.

LUIS GONZÁLEZ-CARVAJAL
EL REINO DE DIOS Y NUESTRA HISTORIA
SAL TERRAE.Col. ALCANCE 38
SANTANDER-1986
. Págs. 7-27

............................
NOTAS
(1) SCHLEGEL, Friedrich, Athenäumsfragmente, 222. 
(2) Cfr. GARCIA PELAYO, Manuel, El Reino de Dios, arquetipo político, Revista 
de Occidente, Madrid 1959. Existe una reedición incluida en su libro Los mitos 
políticos, Alianza Ed., Madrid 1980, pp. 153-352. 
(3) FLEURY, Hugo de, Tractatus de regia potestate et sacerdotale dignitate 
(Mon. Ger. His., LL, II), I, 1. (CARLYLE, III, 98).
(4) BINGEN, Hildegard von, Scivias, III, 6. 
(5) TORNOS, Andres, Sociedad y Teología, Desclée de Brouwer, Bilbao 1971, 
p. 129.
(6) Cfr. DESROCHE, Henri, Dieux d'hommes. Distionnaire des messianismes 
et millénarismes de l'ere chrétienne, Mouton, La Haya-Paris 1969; Sociología de la 
esperanza, Herder, Barcelona 1976.
(7) Cfr. LANTERNARI, V., Movimientos religiosos de libertad y salvación de los 
pueblos oprimidos, Seix-Barral, Barcelona 1965; MUHLMANN, W. E., Chiliasmus 
und Nativismus, D. Reimer, Berlín 1961. (He utilizado una traducci6n francesa 
abreviada: Messianismes révolutionnaires du Tiers-Monde, Gallimard, Paris 
1969). 
(8) Una historia ya clásica de esos movimientos es la de COHN, Norman, En 
pos del milenio, Alianza Ed., Madrid 1981. 
(9) ENGELS, Friedrich, La guerra de campesinos en Alemania, Claridad, 
Buenos Aires 1971.
(10) BLOCH, Ernst, Thomas Müntzer, teólogo de la revolución, Ciencia Nueva, 
Madrid 1968. 
(11) ENGELS, Friedrich, op. cit., p. 45.
(12) CATTA, E., La doctrine polítique et sociale du Cardinal Pie, París 1959, p. 
85. 
(13) Todas las referencias sobre Blumhardt están tomadas de CASALIS, 
Georges, «Solidaridad con el proletariado: Christoph Blumhardt (el Joven)», en 
(Bismark y Dirks, eds.) Fe cristiana e ideología, Marfil, Alcoy 1969, pp. 116-121. 
(14) RAGAZ, Leonhard, Von Christus zu Marx, von Marx zu Christus, Hamburgo 
1972, p. 152. (La primera edición es de 1929). 
(15) IbEd., pp. 191 y 196. 
(16) RUETHER, Rosemary R., El Reino de los extremistas, La Aurora, Buenos 
Aires 1971, pp. 111-112.
(17) Cfr. BAUBEROT, Jean, «Liberación social y Reino de Dios. El ejemplo de 
los socialistas cristianos franceses (1882-1939)», en (Metz, R. y Schlick, J., eds.) 
Ideologías de liberación y mensaje de salvacion, Sigueme, Salamanca 1975, pp. 
83-110.
(18) HOLLOWAY, Mark, Heavens on Earth: Utopian Communities in America 
1680-1880, Dover Books, Nueva York 1966, p. 40. 
(19) PERROY, Louis, El Reino de Dios, Desclee de Brouwer, Bilbao 1958, p. 74. 
(20) Ibid., p. 17. 
(21) Ibid, p. 167. 
(22) Ibid., pp. 179-181. 
(23) ANONIMO, Sea Dios veraz, Watchtower Bible and Tract Society, Nueva York 
1955, 3ª ed., p. 233. 
(24) Ibid., p. 243.
(25) Ibid., p. 237. 
(26) MOUNIER, Emmanuel, El Personalismo, Eudeba, Buenos Aires 1978, 11ª 
ed., p. 53. 
(27) MARX, Karl, Miseria de la filosofía, Jucar, Madrid 1974, pp. 173-174. 
(28) MARX, Karl, Contribución a la crítica de la economía política, Ed. Alberto 
Corazón, Madrid 1978. 2ª ed., p. 43. Cfr. también MARX, K. y ENGELS, F., La 
ideología alemana. Cultura Popular, México 1978, 3ª ed., p. 26: «No es la 
conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia».