Educar la obediencia

 

Por: Cristina H. de Canavati

 

Fuente: Nataldoc.com

 

La mayoría de los hijos, en algún momento de su vida, son desobedientes.

Cuando los papás dan una orden, el niño típico no muestra una actitud dócil. Se hace el sordo, chilla, discute, se enfurece, etc.

Cada día es más difícil encontrar niños obedientes, pero eso no es sólo culpa de los pequeños, sino de los papás que no les enseñan a obedecer.

Algunas personas piensan que los niños tiene derecho de conocer las razones en que se basa la decisión de sus padres y están en lo cierto, pero con algunas limitantes:

Los niños tienen derecho a saber:

1.- Sólo  en términos que puedan entender las razones que se les van a dar.

2.- Sólo si están dispuestos a escucharla y, en cambio, si lo que se les pide o se les prohibe es una regla, deberán estar dispuestos a obedecerla sin protestar.

En tanto el niño no tenga la madurez necesaria para entender, no existe ningún argumento que logre convencerlo. Cuando el niño tiene la edad suficiente como para entender la situación, en realidad no necesita de muchas explicaciones.

El gobierno de la familia

Los padres deben actuar sobre la base de que su obligación fundamental es proporcionar un equilibrio entre el amor y la autoridad y eso no es una tiranía.

Los padres pueden ser autoritarios sin ser autocráticos: no exigen una obediencia silenciosa, militar, pero toman las decisiones finales, crean reglas justas y, con suavidad pero con firmeza, vigilan para que se respeten.

Conforme el niño va creciendo en este ambiente de amor y exigencia, comienza a adquirir mayor responsabilidad y privilegios. Esto garantiza que para cuando termine su adolescencia estará preparado para el autogobierno.

El amor y la autoridad no son polos opuestos, sino que son esas dos fuerzas que unidas dan a los padres el equilibrio para ir formando en los niños la seguridad en sí mismos.

Consistencia

Una disciplina consistente hace posible que el pequeño pronostique las consecuencias de sus actos. El niño de antemano debe saber lo que le espera respecto a su conducta y el conocer las consecuencias le ayuda a desarrollar la auto disciplina.

Para disciplinar con eficiencia, los padres deben procurar ser auto disciplinados, puesto que la disciplina sin congruencia provoca confusión.

Los padres ponen reglas y los niños las ponen a prueba. Esta es la única vía que tiene el niño para descubrir si la regla realmente existe, puesto que ellos son pensadores concretos y no entienden lo intangible y subjetivo.

De modo que, cuando un niño viola una regla, los padres tenemos la obligación de imponer una sanción, esto le indica al niño que le estamos diciendo la verdad. Además, la consistencia es una prueba de que el niño puede confiar en sus padres.

Entre más inconsistentes son los padres con respecto a las fallas de conducta de su hijo, demuestran menos capacidad para controlarlo. El pequeño se siente inseguro y su conducta se vuelve cada vez más desobediente, exigente, irrespetuosa y desordenada.

La comunicación

Esperar que los niños obedezcan, depende mucho de la manera en que los padres les comunican sus instrucciones.

Al dar las instrucciones los padres deben ser:

Enérgicos.- Hablar directamente con el niño. Con autoridad. No darle vueltas al asunto, es mejor ser realistas.

Concisos.- A nadie le gustan los sermones, hay que emplear únicamente las palabras necesarias.

Concretos.- Hablar en términos reales, no abstractos; decir exactamente lo que se espera del niño. No emitir instrucciones como si fueran preguntas, eso provoca que parezca que hay alternativas donde realmente no las hay. No dar muchas instrucciones juntas. La mente de los niños menores de cinco años tiene dificultad para retener más de una orden a la vez.

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José Luis Aboytes
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