Rezar mucho no cambia las cosas
Fuente: Catholic.net
Autor: P. Juan Carlos Ortega Rodriguez
Un
amigo me comentaba el cambio que notaba en su esposa desde que ella había
comenzado un trabajo serio en su vida espiritual y personal. En realidad, fuera
de dedicar un mayor tiempo a la oración, sus demás costumbres eran las mismas.
Lo que había cambiado era el modo positivo con que afrontaba las circunstancias
adversas de la vida.
En una de sus últimas catequesis el Papa ha tratado de explicar cómo influye la
oración en la vida de cada creyente y, en consecuencia, la necesidad que el fiel
tiene de ella. Buscaos dar respuesta a las siguientes preguntas: ¿realmente
necesitamos de la oración?, ¿no podemos prescindir de ella sin que nada cambie
en la vida?, ¿qué aporta la oración a la vida de un cristiano?
Comentando uno de los salmos de la Biblia, el Santo Padre hace notar cómo en
"las súplicas que dirigimos al Señor para ser liberados del mal entran en escena
tres personajes" (30 de mayo de 2001).
El primero de todos es el Señor. "Él es el Dios santo y justo que se pone de
parte quien recorre los caminos de la verdad y del amor". Quien ora a Dios
sabe que Él conoce muy bien el amor y el deseo de bien que guardamos en el
corazón y sabe, que como Él es bueno y justo, siempre estará dispuesto a
perdonarnos y a ayudarnos.
El segundo personaje somos nosotros. La característica principal de quien ora a
Dios, además de tener una necesidad que superar, es la confianza en el Señor.
Precisamente de "la oración el fiel recibe la fuerza interior para afrontar
un mundo con frecuencia hostil".
Y éste es el tercer personaje que entra en juego en la oración. El salmista lo
llama con el nombre genérico de "los enemigos de nuestro drama cotidiano".
A lo largo del día se van presentando tantos contratiempos inesperados. Salimos
con retraso de casa porque no dejaron la lleve del coche en su lugar, en
consecuencia se llega tarde a la escuela, pero es la
maestra la que no dejó entrar al hijo a la clase. Pasan unas horas y nos avisan
que a la tía le han robado el bolso en el mercado. Más tarde nos comentan que
fulanita ha dicho de nosotros tal o cual cosa. Para terminar la mañana, los
huéspedes llegan a casa pero el esposo no ha regresado del trabajo. Estas
diversas circunstancias cotidianas, más o menos banales, se convierten en los
enemigos de la vida diaria.
¿Qué puede hacer la oración ante estas circunstancias? Nada. Sí lo repito, nada.
Un servidor considera que pensar lo contrario es una de las dificultades que
tenemos de cara a la oración. Nuestros rezos buscan y piden que Dios nos quite
los problemas y adversidades de la vida; en cambio, el mucho rezar no cambiará
las circunstancias que nos rodean. Lo vuelvo a repetir el mucho rezar no cambia
las cosas. Somos nosotros quien cambiamos con la oración, de tal modo que
afrontamos de un modo diverso las adversidades que se nos presentan.
¿Qué cambia de nosotros? En primer lugar la oración nos ayuda a comprender que,
como personas que somos, tanto nosotros como los demás, tenemos errores y
fallos. Este detalle nos ayuda a ser comprensivos con los errores ajenos y a
aceptar los propios. Y de este modo no hacemos un problema de lo que es una
circunstancia banal.
La oración nos ofrece también la certeza de la presencia de Dios en nuestras
vidas. Quien ora sabe que "el Señor mismo lo toma de la mano y lo guía por
los caminos de la ciudad". Cuando una mamá lleva a su niño de la mano, no
hace desaparecer las piedras, los escalones o los charcos de la calle, pero sí
ayuda al niño a superarlos o esquivarlos. Así el Señor, sin quitarnos las
adversidades, nos ayuda a superarlas y a afrontarlas con "serenidad y
alegría".
Les aseguro que no es lo mismo comenzar un día con o sin la oración. Tras la
oración de la mañana, "la jornada que se abre ante el creyente, aunque
marcada por fatigas y ansias, tendrá siempre sobre sí la bendición divina".
Éste fue precisamente el cambio que mi amigo notó en su esposa. No fueron las
actividades y actos externos, sino la actitud con que sobrellevaba cada
circunstancia fruto de su oración diaria.