CREDO
Cada vez que recitamos el Credo hacemos una profesión semejante a la que hicimos el día
del bautismo; es decir, reiteramos y renovamos un compromiso de
vida. El Credo no es una
formulación intelectual de un sistema de verdades. No se dice: Creo que existe Dios, creo que
existió Jesucristo, creo que Jesucristo murió. Se dice: Creo en Dios, Creo en Jesucristo. No
creemos proposiciones nocionales acerca de Dios, sino que creemos en alguien real, vital,
personal con quien nos comprometemos. Es creer en Alguien. Es muy distinto creer que tal
persona ha hecho tal o cual cosa, a creer en esta persona. No se nos pide creer sólo en
verdades teológicas ni aceptar un sistema doctrinal; tampoco se nos pide una proclamación de
entusiasmo religioso adaptada a ciertas ocasiones festivas. Lo que se nos pide es un
compromiso permanente de vida. Al decir: "Creemos en Dios", queremos manifestar que
estamos dispuestos a entregar toda la propia vida a Dios y a su designio de salvación, tal como
se manifiesta en estas proposiciones.
FE/PERSONAL/C:El Credo tiene como una doble función en la Iglesia. Por un parte y
primordialmente, de acuerdo con su sentido original, expresa nuestro compromiso individual con
Dios, manifestado en Jesucristo y que vive entre nosotros por obra del Espíritu Santo. Pero al
mismo tiempo expresa la norma de lo que cree la comunidad o, dicho de otra manera, expresa el
compromiso comunitario.
Después del Vaticano II hubo una pequeña discusión cuando se tradujeron los textos
litúrgicos. Se discutió si se tenía que decir: «Creemos en un solo Dios» o bien «Creo en un solo
Dios». La primera traducción fue: «Creemos en un solo Dios». Pero después los puristas
defendieron que se tenía que decir: "Creo en un solo Dios", porque el Credo lo dice cada
persona particular. Pienso que las dos traducciones tienen su razón de ser. En el Credo hay un
sentido individual y un sentido comunitario. El Credo lo dice cada uno de nosotros, porque la fe
es personal. Cada uno tiene que adoptar su propia actitud delante de Dios. La fe es un
compromiso mío y nadie puede hacerlo por mí... En este sentido está bien decir: «Creo en un
solo Dios».
Pero también es cierto que, por más que la fe sea mía, no es nunca sólo mía. La recibo de los
otros. Todos la hemos recibido a través de los apóstoles y de los profetas. La vivimos en
comunidad y, si no, no la podemos vivir. La realidad de Dios, Dios mismo, se nos ha dado y se
nos da comunitariamente, como a Iglesia, y no sólo a mi. Toda piedad meramente individualista
es, a la larga, estéril. Por tanto, tenemos que confesar la fe, también, en plural. Y cuando nos
encontramos precisamente para confesar y celebrar la fe y reafirmarnos en este compromiso,
no hay ninguna dificultad en que digamos: "Creemos", en plural. Sería un poco extraño que,
cuando nos reunimos para confesar nuestra fe en Dios, cada uno lo hiciera individualmente. Se
volvería a lo que se hacía antes del Concilio cuando cada uno oía «su misa» con su misalito.
Las dos formas tienen sentido: en singular y en plural. Hay sin duda ocasiones en que habría
que decir el Credo en singular, y otras en que habría que decirlo en plural; sobre todo cuando
queremos reafirmar todos juntos el sentido de comunidad delante de Dios.
CREDO/SENTIDO:Hay, pues, como un doble aspecto en el Credo: el aspecto subjetivo: el
confiarme a Dios -«yo creo en Dios», en definitiva quiere decir: «yo me confío a Dios, yo me fío
de El, yo acepto sus promesas, yo entro en la ley de su alianza»--; y el aspecto objetivo: afirmar
la realidad y la verdad de lo que es Dios en sí mismo y para todos nosotros.
Tendríamos que recitar el Credo en continuidad con todo lo que significa. Comenzando desde
la vocación de Abraham, porque Abraham fue el que hizo el primer Credo cuando se le dijo: «sal
de tu tierra», y él se fue. Un Credo, quizá sin palabras, pero real. Después vino la Alianza con
Moisés y más tarde con todo el pueblo... El Credo es sencillamente decir sí a Dios, y decir sí al
proyecto de Dios, no sólo a unas nociones teológicas. Decir que sí a la invitación de Dios,
confiarse a El, comprometerse con El.
Lutero hizo aquella conocida distinción: "la fides quae y la fides qua". Quae, en nominativo,
la fe que creemos, y qua, en ablativo, la actitud de fe con la que creemos. La fe que creemos es
como el contenido, las verdades que creemos. La fe con que creemos es como el impulso vital
que ponemos en esta fe, detrás de esta fe. Creemos en Dios, pero hemos de creer con una fe
digna de Dios, con una fe que sea entrega total, donación total a Dios. La fe no es sólo un
contenido de verdades objetivas, ni tampoco algo subjetivo sin contenido. Porque no es lo
mismo creer en Dios que creer en cualquier otra realidad o creer en un ídolo. El contenido del
Credo es la realidad de Dios y su actuación salvífica para con nosotros.
Ahora bien, hay que ir a Dios de la manera que le corresponde, según exige lo que El es para
nosotros. Es decir, hay que creer en Dios con una entrega total. Nuestra iglesia católica romana
ha estado siempre muy influida por la tradición occidental, racionalista, y quizá por eso ha
subrayado mas la «fides quae», es decir, el contenido dogmático, y no tanto la «fides qua». Y
quizá habría que recuperar de los luteranos que es muy importante que la fe subjetiva
corresponda a la realidad objetiva.
JOSEP
VIVES
CREER EL CREDO
EDIT. SAL TERRAE
COL. ALCANCE 37 SANTANDER 1986.Págs. 13-16